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Estudios sobre o Evangelho de João

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Estudios Sobre
El Evangelio
De
JUAN
Dios en Acción
Tomo 2
 
Rev. Samuel Soto E
 
Estudios Sobre el Evangelio de Juan
Dios en Acción – Tomo 2
© 2012 por Rev. Samuel Soto
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser usada
o reproducida por cualquier medio, gráfico, electrónico o mecánico, incluyendo
fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de recuperación de
almacenamiento de información sin el permiso escrito del autor excepto en el
caso de citas breves consagrados en los artículos críticos y revisiones.
A menos que se indique de otra manera, las referencias Bíblicas incluidas en
este libro corresponden a la versión Reina-Valera Revisada de 1960. ©
Sociedades Bíblicas Unidas.
El paisaje de la carátula fue diseñado por Oliver Taylor y publicado por Fotolia,
Banco de Imágenes, vectores y videos.
Impreso en los Estados Unidos de América
Clasifíquese: Estudios Bíblicos- Crecimiento Espiritual
Rev. Soto ha sido Pastor, Iniciador de Iglesias, evangelista, Productor de
Programas Radiales
 
Este estudio está dedicado a Stellita, mi esposa, la mujer que
Dios puso en mi camino para ser mi compañera y ayuda
idónea en mi ministerio como Pastor y Evangelista. La tarea
que el Señor puso en mis manos, se realizó con su dedicación
y ayuda.
¡Al Señor la gloria!
 
ÍNDICE
PREFACIO
Capítulo 1
Los “YO SOY” Del Señor Jesús
YO SOY el Pan de Vida
1. El Pan de Vida
2. “El que a Mí Viene Nunca Tendrá Hambre” (Juan 6:35).
3. “El que en Mí Cree no Tendrá Sed Jamás” (Juan 6:35).
4. Institución de la Cena del Señor
YO SOY la Luz del Mundo
1. La Objeción de los Escribas y Fariseos
2. Funciones de la Luz
3. Conclusión
YO SOY el Buen Pastor
1. Yo Soy la Puerta de las Ovejas”
2. “Yo Soy el Buen Pastor”
3. “También Tengo Otras Ovejas que no Son de Este
Redil”
4. La Seguridad de la Salvación.
YO SOY la Resurrección y la Vida
1. El Señor Jesús no Está Pensando en Términos de la
Vida Física.
2. El Señor Jesús se Refiere a la Muerte Espiritual.
3. El Señor Afirma: Los Muertos Espiritualmente, si Creen
en Él, Reciben Vida Eterna
YO SOY el Camino, la Verdad y La Vida
1. Yo soy el CAMINO
2. Yo soy la VERDAD
3. Yo soy la VIDA
4. Conclusión
YO SOY la Vid Verdadera
1. Unidad Espiritual.
2. Poda Espiritual
3. Permanencia en Cristo
Capítulo 2
Última Semana del Señor Jesús en Jerusalén
1. El Señor Jesús es Ungido en Betania
2. La Entrada Triunfal en Jerusalén
3. La Petición de los Griegos
4. Conclusión
Capítulo 3
La Obra Del Espíritu Santo
1. La Persona del Espíritu Santo
2. Los Oficios del Espíritu Santo en la Iglesia
3. La Obra del Espíritu Santo en el Mundo
Capítulo 4
La Oración Sacerdotal de Jesucristo
1. El Señor Jesús Ora por Sí Mismo
2. El Señor Ora por Sus Discípulos
3. El Señor Ora por la Iglesia Universal
Capítulo 5
Camino de la Vía Dolorosa
1. La Traición de Judas
2. Jesús Ante el Sumo Sacerdote
3. La Negación de Pedro
4. Anás Interroga al Señor Jesús
5. Jesús Ante Pilato
6. Jesús es Coronado y Rechazado
7. La Crucifixión y Muerte del Señor Jesús
8. Jesucristo Es Sepultado
9. Conclusión
Capítulo 6
La Resurrección del Señor Jesucristo
1. El Señor Jesús Aparece a María Magdalena
2. El Señor Aparece a Sus discípulos
3. El Propósito del Evangelio de Juan
Capítulo 7
Epílogo del Evangelio de Juan
1. Decisiones solamente humanas
2. Jesús aparece en la orilla del mar.
3. Trabajo bajo la dirección de Dios
4. El amor es lo que nos mueve al servicio
ACERCA DEL AUTOR
BIBLIOGRAFÍA
 
PREFACIO
Este pequeño libro que tiene en sus manos, tal vez le parezca un
tanto diferente en su estilo de todos los demás estudios de la Biblia
que usted ha leído.
Los estudios aquí presentados, son, en parte, resúmenes de
sermones del programa “ABRIENDO LA BIBLIA” que se
transmitieron, por dieciséis años, a través de Radio Tras-Mundial y
otras estaciones radiales para todo el Continente de América Latina.
El material incluido es una herramienta más para ayudar a
creyentes estudiosos de la Biblia y a maestros de Escuela Bíblica
para el crecimiento de la vida espiritual de sus alumnos y el
enriquecimiento de sus clases. También son útiles para difundir las
enseñanzas de la Palabra de Dios, en el trabajo de evangelismo
personal; en el cumplimiento de la Gran Comisión dada por el Señor
Jesucristo antes de su ascensión a la diestra de Su Padre en los
cielos.
El mensaje del Evangelio no puede cambiar, pero sí podemos
utilizar nuevos métodos de presentación, para alcanzar las nuevas
generaciones.
Rev. Samuel Soto E
 
 
Capítulo 1
Los “YO SOY” Del Señor Jesús
Mi propósito en este estudio es agrupar los “Yo Soy” que
pronunciara el Señor Jesús durante su ministerio. El apóstol Juan,
guiado por el Espíritu Santo, deja constancia en su Evangelio, con
lujo de detalles, todos los seis “YO SOY”; para que podamos
entender quién es el Señor Jesucristo.
El primer “YO SOY” lo encontramos en el capítulo seis del
Evangelio de Juan.
YO SOY el Pan de Vida
“Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que
veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres
comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del
cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os
digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el
verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que
descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor,
danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de
vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí
cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:30-35, énfasis añadido).
Los judíos habían presenciado la señal de la multiplicación de
los panes y los peces, hecha por el Señor Jesucristo, pero en vez de
creer, al ver esta señal, que Jesús verdaderamente era el Hijo de
Dios, le piden que hiciera una señal mayor para poder creer en Él.
Para ello lo confrontan con el milagro que Dios había hecho en
los días de Moisés en el desierto, donde les había dado a comer
maná por cuarenta años, como ellos lo llamaban, pan del cielo. El
Señor les responde:
“No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el
verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que
descendió del cielo y da vida al mundo” (Juan 6:32b-33).
Los judíos le dijeron:
“Señor, danos siempre este pan” (Juan 6:34).
La contestación del Señor fue: “Yo Soy el Pan de Vida” (Juan
6:35). Esta no es una frase poética, ni una frase de retórica. El
Señor acaba de pronunciar una de las verdades más grandes del
Evangelio.
1. El Pan de Vida
El pan es lo que sostiene la vida. Sin el verdadero pan, el
hombre está sentenciado a la muerte. Sin Cristo Jesús, es imposible
recibir la vida eterna que nos conduce a Dios. Ahora entendemos
con mayor claridad las palabras del Señor Jesucristo cuando dijo:
“Yo soy el pan de vida”. Sin Él no hay vida. Estamos muertos.
Contestemos la pregunta: ¿Qué es la vida? La vida se puede
ver en dos dimensiones:
a) La vida física o temporal
b) La vida eterna
La vida física o temporal, nos dice el apóstol Santiago:
“¡Vamos ahora! Los que decís: Hoy y mañana iremos a tal
ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos y ganaremos;
cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es
vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un
poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:13-14).
¿Qué es la vida eterna? Cuando hablamos de la vida eterna,
estamos hablando de algo más que la mera existencia. Estamos
hablando de la vida que trasciende los límites en la eternidad.
El hombre, en el momento de ser creado, recibió el soplo de
Dios. En ese soplo divino, recibió la vida eterna. Pero cuando Adán
desobedecióel mandato de Dios, vino sobre él la muerte.
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre,
y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los
hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).
La verdadera vida es la nueva relación entre el hombre como
la criatura y Dios como su Creador. Vida es esa relación de
intimidad, de amor y de obediencia, que podemos disfrutar con Dios,
como nuestro Padre Celestial.
Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su imagen y a su
semejanza y le dio el soplo de vida para que pudiera tener comunión
con Él. La semejanza de Dios en el hombre es:
c) El intelecto.
La capacidad de pensar y poder crear algunas
cosas con la materia ya existente.
d) El sentimiento.
La capacidad de poder hacer diferencia entre lo
correcto y lo incorrecto, entre lo bueno y lo malo.
e) La voluntad.
La capacidad para hacer decisiones, ya sean
buenas o malas
Pero esa relación, perdida por el pecado, sólo es posible
restaurarla a través de la persona de nuestro Señor Jesucristo.
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel
que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le
resucitaré en el día postrero” (Juan 6:40.énfasis añadido).
Dios nos habla por medio de su Palabra y por medio del
Espíritu Santo. Del hombre o la mujer es responder a ese llamado, y
venir a Cristo aceptándole como Señor y Salvador.
Una vez que hemos aceptado al Señor, ponemos nuestra vida
bajo su señorío, y confiamos en los méritos del sacrificio que Él
consumó en el Calvario, entonces recibimos el perdón de nuestros
pecados y el regalo de la vida eterna.
Esta experiencia nos vuelve a la vida. Nos ubica en una nueva
relación con Dios, donde ya el Dios Omnipotente no sólo es nuestro
Creador, sino que ahora llega a ser nuestro Padre celestial.
2. “El que a Mí Viene Nunca Tendrá Hambre”
(Juan 6:35).
En el texto de Juan 6:35 hallamos varias enseñanzas que
brotan de los labios del Señor Jesucristo.
Ya hemos estudiado lo que es el pan de la vida. Analicemos
hora, la segunda enseñanza. El Señor Jesucristo dijo:
“Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá
hambre” (Juan 6:35).
Sin Cristo Jesús, es imposible recibir la vida eterna y saciar
nuestra hambre espiritual. Cuando recibimos el pan de la vida,
recibimos también el sello del Espíritu Santo, y Él nos ayuda a
alimentar nuestra alma y nuestro espíritu, ayudándonos a satisfacer
el hambre de conocer más y más a Dios, y poder estar en la
presencia de Dios.
Cuando el hombre o la mujer andan lejos de Dios, sienten un
vacío en su corazón que sólo el Señor Jesucristo puede saciar. No
son las riquezas de este mundo, la fama, ni los triunfos los que
sacian el alma. Es el reconocer que somos pecadores, y que Cristo
pagó en la cruz el pecado de todos nosotros, y es el único que
puede saciar nuestra hambre espiritual.
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie
se gloríe” (Efesios 2:8-9).
3. “El que en Mí Cree no Tendrá Sed Jamás”
(Juan 6:35).
Cuando el Señor Jesucristo hablaba con la mujer samaritana
dijo:
“Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta
agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del gua que yo
le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré
será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”
(Juan 4:13-14).
Era la fiesta de los tabernáculos y Jesús habló diciendo:
“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y
alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior
correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que había de
recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el
Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”
(Juan 7:37-39).
Cuando entendemos la enseñanza de este texto de la
Escritura, y por fe, rendimos nuestra vida al Señor Jesucristo,
aceptándolo como Señor y Salvador, entonces nuestra vida se
siente satisfecha espiritualmente, y de su interior fluyen ríos de agua
viva.
El Señor Jesucristo dijo:
“Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere
de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi
carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los
judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste
darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto
os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su
sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y
bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día
postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre
es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre,
en mí permanece, y yo en él” (Juan 6:51-56).
4. Institución de la Cena del Señor
Ciertamente el apóstol Juan no menciona todos los detalles de
la institución de la Santa Cena, pero sí recuerda lo que el Señor
enseñara acerca de su carne y su sangre. Él entregaba su cuerpo
para ser crucificado y derramaba su sangre en el monte Calvario
para perdón de nuestros pecados y darnos vida eterna.
Es en el Evangelio de Mateo donde encontramos el relato de la
institución de la Cena como una ordenanza, Mateo 26:14-30.
Durante la cena, el Señor les declara que uno de ellos lo va a
entregar. Después que Judas pregunta si es él, y el Señor le
responde “tú lo has dicho”, Judas abandona la reunión y va para
cumplir su traición.
1) Judas ofrece entregar a Jesús por treinta piezas de
plata.
2) Judas traiciona a Jesús entregándolo a sus
enemigos.
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y
lo dio a sus discípulos, y dijo: Tomad comed; esto es mi
cuerpo. Y tomando la copa, habiendo dado gracias, les dio,
diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del
nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de
los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de
este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con
vosotros en el reino de mi Padre” (Mateo 26:26-29).
1) El pan simboliza su cuerpo
2) El vino simboliza su sangre
En Primera de Corintios, Pablo explica claramente el orden y el
significado de la cena del Señor.
“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado:
Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y
habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es
mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria
de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber
cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre;
haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de
mí” (1 Corintios 11:23-24).
YO SOY la Luz del Mundo
“Otra vez Les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que
me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la
vida. Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca
de ti mismo; tu testimonio no es verdadero. Respondió Jesús y
les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi
testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a
dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a
dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a
nadie. Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo
solo, sino yo y el que me envió, el Padre. Y en vuestra ley está
escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy
el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió
da testimonio de mí. Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre?
Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí
me conocieseis, también a mi Padre conoceríais. Estas
palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando
en el templo; y nadie le prendió, porque aún no había llegado
su hora” (Juan 8:12-20).
En el texto de la Escritura que hemos leído, el Señor Jesucristo
hizo una afirmación de mucha importancia cuando dijo: “Yo soy la
luz del mundo”.
En el primer capítulo del Evangelio de Juan leemos:
“Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
Este vino por testimonio, paraque diese testimonio de la luz, a
fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que
diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra
a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el
mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció” (Juan
1:6-10).
El Apóstol Juan, establece claramente, en este texto de la
Escritura, cuál era la misión del Verbo de Dios. Revelar la luz de
Dios al mundo.
Se celebraba en la ciudad de Jerusalén la fiesta de los
Tabernáculos, una de las tres fiestas principales en el calendario de
la nación de Israel.
Era una tradición durante la celebración de la fiesta de los
Tabernáculos, en la última noche, se prendían cuatro grandes
candelabros que iluminaban toda la ciudad. Esto significaba que
Jerusalén era la ciudad de luz. Es en ese momento, cuando la
ciudad está siendo iluminada, que Jesús alzó la voz y dijo:
“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12, énfasis
añadido).
Para el pueblo de Israel, la palabra luz estaba íntimamente
relacionada con Dios. Esta enseñanza la hallamos a través de los
libros del Antiguo Testamento.
“Aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz” (Job 29:3).
El Salmista dice:
“Jehová es mi luz y mi salvación” (Salmos 27:1)
“Porque contigo está el manantial de la vida; En tu luz veremos
la luz” (Salmos 36:9).
El profeta Isaías, hablando del Mesías dice a la nación de
Israel:
“Levántate y resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria
de Jehová ha nacido sobre ti” (Isaías 61:1).
Cuando el Señor Jesucristo hizo la afirmación que Él era la luz
del mundo, estaba diciendo la verdad que Él era el Mesías de Israel,
el Hijo de Dios.
Al hacer la afirmación “Yo soy la luz del mundo”, los
religiosos de su día, escribas y fariseos reaccionaron con gran
hostilidad contra Él.
1. La Objeción de los Escribas y Fariseos
¿Cuál fue la objeción de los Escribas y Fariseos? Que su
testimonio no era válido, pues no tenía ningún otro testigo que
afirmara que Él era el Mesías de Israel.
“Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti
mismo; tu testimonio no es verdadero” (Juan 3:13).
Según la ley que había recibido el pueblo de Israel en el Sinaí,
se requería que, cualquier afirmación de la verdad, estuviera
respaldada por dos o tres testigos para considerarla verdadera.
Deuteronomio 17:6
Ante esta objeción de los escribas y fariseos, el Señor Jesús
responde que Él sí tiene testigos que afirman que Él es el Hijo de
Dios.
“Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca
de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde
he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde
vengo, ni a dónde voy” (Juan 8:14).
Primer Testigo
Juan el Bautista dio testimonio diciendo:
“Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y
permaneció sobre Él… Y yo le vi, y he dado testimonio de que
éste es el Hijo de Dios” (Juan 1:32 y 34).
Segundo Testigo
“Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y
he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios
que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una
voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien
tengo complacencia” (Mateo 3:16-17 énfasis añadido).
Tercer Testigo
“Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las
obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas
obras (señales) que yo hago, dan testimonio de mí, que el
Padre me ha enviado. También el Padre que me envió ha dado
testimonio de mí” (Juan 5:36-37 Paréntesis añadido).
“Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos
turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras
(señales) que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan
testimonio de mí” (Juan 10:24-25 paréntesis añadido).
El Testimonio de Dios el Padre acerca de Su Hijo, el Señor
Jesucristo, lo tenían que ver los escribas y los fariseos en las
señales que Jesús hizo:
a) El agua convertida en vino
b) La Sanidad del paralítico de Betesda
c) La sanidad del hijo del noble
d) La multiplicación de los panes y los peces
e) La resurrección de Lázaro, etc.
2. Funciones de la Luz
1) La primera función de la luz es echar fuera las
tinieblas, disipar la obscuridad.
Cuando el Señor Jesucristo dijo que Él era la luz del mundo,
no sólo afirmó que Él era Dios. Dios hecho Hombre en las entrañas
de María, por obra y gracia del Espíritu Santo. Él venía a traer luz a
la humanidad que estaba en tinieblas a consecuencia de sus
pecados.
2) La segunda función de la luz es servirnos de guía.
¿Han visto la luz del faro que guía a los barcos para hacer su
entrada al muelle sin perder el cauce y evitar encallarse en la
arena? El Señor vino para guiar los hombres a Dios.
¿Han visto las luces en un aeropuerto en la pista de aterrizaje,
guiando a los aviones para hacer su aterrizaje seguro? La luz les
muestra la ruta correcta. Para andar en el camino correcto
necesitamos luz, y el Señor Jesucristo es la luz del mundo.
3) Tercera función de la luz es ponernos sobre aviso
de cualquier peligro en el camino.
Las luces rojas que se prenden en la vía del tren cuando pasa
por una calle de la ciudad o una carretera por donde fluye el tránsito,
anuncia peligro. Las luces rojas del sistema de tránsito vehicular en
la ciudad, anuncian peligro.
El Señor Jesucristo, como la luz del mundo, es el que nos
pone sobre aviso de los peligros que nos asechan en el camino de
la vida cristiana. Hablando de los falsos maestros dice:
“Mirad que no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi
nombre, diciendo yo soy el Cristo. Mas no vayáis en pos de
ellos” (Lucas 21:8).
Hay más de 5,000 religiones en el mundo y cada día surge una
nueva, supuestamente con la última revelación dada por Dios para
la salvación de los hombres. Pero el Señor, como la luz del mundo,
ya nos puso sobre aviso.
Hemos visto tres de las funciones principales de la luz:
a) Extingue las tinieblas.
b) Nos sirve de guía en el camino de la vida.
c) Sirve como una señal y voz de alerta ante los
peligros que nos pueden acechar en el camino de
la vida.
3. Conclusión
En el Sermón del Monte, el Señor ha dicho algo que nos llena
de orgullo cristiano:
“Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14a).
Jesucristo está afirmando dos cosas muy importantes:
1) Si antes de conocerle y aceptarle éramos tinieblas; ahora
que le hemos conocido y le hemos aceptado somos la luz
del mundo. Cristo vive en nuestro corazón y por eso
brillamos con la luz del Señor Jesucristo.
2) Para el verdadero creyente su cuerpo es el templo del
Espíritu Santo, el cual es Dios, la tercera persona de la
Trinidad.
El Señor Jesucristo fundó la iglesia para que sea portadora del
mensaje de luz al mundo. La función de cada creyente en el Señor
Jesucristo es ser luz en el mundo. Si Dios es la luz, y ahora somos
los hijos de Dios, somos hijos de luz.
Nunca seremos dioses como lo es el Señor Jesucristo. Él es
coeterno con el Padre, y por quien todas las cosas han sido
creadas. Por eso, Él es la verdadera luz de este mundo. Pero así
como la luna, sin tener luz propia, alumbra con el resplandor de la
luz del sol. Así también el cristiano, careciendo de luz propia,
alumbra con el resplandor de la luz de Jesucristo, pues Él vive en
nuestro corazón. Por esa razón también dice el Señor:
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que
vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos” (Mateo 5:16).
Como cristianos tenemos que ser luz en el mundo, en la
iglesia, en el hogar, en el trabajo, en nuestra comunidad. El cristiano
es como el diamante que brilla en todas sus facetas.
Si el Señor Jesucristo nos ha investido de tan alto honor,
haciendo de cada fiel creyente la luz que debe alumbrar a este
mundo, para que los hombres y mujeres puedan ver en el Señor
Jesucristo el Salvador del mundo y como tal el Salvador de su alma,debemos vivir de tal manera, que cumplamos todas sus
enseñanzas.
Como cristianos, no podemos permanecer con la boca
cerrada. Tenemos que dar testimonio de la verdad del Evangelio y
de la obra que el Señor Jesucristo ha hecho en nuestra vida.
Promulgar lo que Él puede hacer en la vida de todo hombre o mujer
que lo acepta como Señor y Salvador.
YO SOY el Buen Pastor
“De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el
redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón
y salteador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las
ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a
sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado
fuera todas las propias, va delante de ellas y las ovejas le
siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán,
sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era
lo que les decía. Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de
cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas” (Juan 10:1-7).
El Señor Jesús está usando una figura de lenguaje que se
llama alegoría o metáfora. Veamos su significado. Metáfora es una
figura de retórica por la cual se transporta el sentido de una palabra
a otra, mediante una comparación mental. El Señor Jesucristo, con
mucha frecuencia, usó las figuras de lenguaje: parábolas y
alegorías, para enseñar verdades esenciales del Evangelio.
Nos dice el texto que los que lo escuchaban no entendieron lo
que les decía. El Señor Jesús está preparando el escenario para
hacer declaraciones muy importantes.
Jesús hace cuatro declaraciones importantes en el capítulo 10
del Evangelio de Juan, a las cuales quiero referirme en este estudio.
1. Yo Soy la Puerta de las Ovejas”
“De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.
Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y
salteadores; pero no los oyeron las ovejas Yo soy la puerta; el
que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará
pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir;
yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en
abundancia” (Juan 10:7-10 énfasis añadido).
Hay un detalle muy particular que tiene que ver con los
rebaños de ovejas y los pastores. En Israel, donde abundaban los
rebaños de ovejas, existían dos clases de rediles; y dos clases de
pastores.
1) En las aldeas y en los pueblos de la nación de Israel había
rediles (establos) comunales en los cuales se guardaban
todos los rebaños de ovejas por la noche.
Estos rediles estaban protegidos con paredes de material
sólido y una fuerte puerta, cuya única llave estaba en las manos del
centinela que cuidaba las ovejas durante la noche. Así, las ovejas
estaban seguras. Al amanecer del día siguiente, el centinela abría la
puerta y cada pastor llamaba sus ovejas por su nombre y las ovejas
oían la voz de su pastor y le seguían.
2) Las ovejas destinadas a la producción de lana eran
llevadas más lejos en busca de buenos pastos.
Por lo tanto estos pastores con sus rebaños no volvían a la
aldea o pueblo en la noche. Les era necesario improvisar un redil
donde poner a salvo las ovejas de las fieras: El león, el oso y los
lobos. Usaban los materiales que encontraban a la mano como
ramas de los árboles, hojas de palma o cualquier otro material que
encontraran. Como estos rediles eran temporeros, no se les
construía puerta, sino que el pastor servía de puerta. Sentado a la
entrada del redil vigilaba toda la noche su rebaño. Sus armas eran:
El cayado que usaban para defenderse de las fieras y de los
ladrones. El saco pastoril y la honda. Seguramente en esto pensaba
el Señor Jesús cuando dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare,
será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos”.
Así como no hay sino un solo camino que conduce al reino de
los cielos, el cual es Jesucristo; así también no hay sino una sola
puerta, Jesucristo mismo, por medio del cual podamos entrar en el
reino de Dios. La Palabra de Dios nos dice:
“Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada
por un mismo Espíritu al Padre” (Efesios 2:18).
Así como existían dos clases de rediles, también existían dos
clases de pastores. El buen pastor, el que estaba dispuesto a morir
por defender a sus ovejas. El asalariado, el que huía sin importarle
si el lobo se comía las ovejas.
2. “Yo Soy el Buen Pastor”
En el Antiguo Testamento se suele hablar de Dios como el
pastor, y la nación de Israel como sus ovejas. En el Salmos 23
David canta: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. El autor de
Salmos 80:1, refiriéndose a Dios, dice: “Oh Pastor de Israel,
escuchas; Tú que pastoreas como a ovejas a José”.
“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las
ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no
son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y
huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el
asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las
ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las
mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco
al Padre; y pongo mi vida por las ovejas” (Juan 10:11-15).
El Señor no solamente afirma que Él y ningún otro es el Pastor
de Israel. Él señala una característica por la cual es conocido el
buen pastor. El buen pastor su vida da por las ovejas. El buen pastor
cuando ve venir el lobo ó el león, se enfrenta a riesgo de su propia
vida, y defiende las ovejas. El pastor que cuida las ovejas por el
salario que le pagan, cuando ve venir el lobo, huye porque no le
importan las ovejas.
Los escribas y fariseos son acusados por el Señor de ser
pastores asalariados; lo único que les importaba era el negocio que
hacían con la religión y no cuidaban la vida espiritual de sus ovejas,
el pueblo de Israel. Por eso cuando llegó al templo les sacó a látigo
acusándoles de haber convertido la casa de su Padre en una plaza
de mercado. Hoy también hay pastores asalariados, en cuyos
templos no se predica ni se enseña la Palabra de Dios.
Ciertamente, el Señor Jesucristo, como el buen pastor, su vida
dio por las ovejas. Llevó la cruz sobre sus hombros hasta el monte
Calvario. En la cruz del Calvario murió como el Cordero de Dios,
para expiar el pecado del mundo, y reconciliarnos con Dios el Padre.
En el monte Calvario Él venció a nuestro adversario el diablo y
despojándole de todos sus poderes lo sentenció a condenación
eterna.
En el verso 14 leemos: “Yo soy el buen pastor; y conozco mis
ovejas, y las mías me conocen”. El Señor Jesucristo, como el buen
pastor, nos conoce muy bien. Por tanto, a Él debemos acudir así tal
cual somos y confesarle nuestras faltas, culpas y pecados, pues Él
nos invita a venir a Él cuando dice:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os
haré descansar” (Mateo 11:28)
Así como el Señor nos conoce, también dice: “Mis ovejas me
conocen”. ¿Quién es el que conoce al Señor Jesucristo? El que le
acepta como su Señor y Salvador. El que confía en los méritos de
su sacrificio que consumó en la cruz del Calvario, como el Cordero
de Dios. El único medio para reconciliarnos con Dios el Padre.
El Señor Jesucristo, como el Buen Pastor, su vida dio por las
ovejas. Es el profeta Isaías el que hablando del Señor Jesucristo,
como el Mesías de Israel dice:
“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se
apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de
todos nosotros” Isaías 53:6).
El Señor, hablando de los falsos pastores dijo:
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con
vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus
frutos los conoceréis” (Mateo 7:15-16a).
3. “También Tengo Otras Ovejas que no Son de
Este Redil”
“También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas
también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un
pastor. Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida,
para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí
mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengopoder para
volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan
10:16-18
Es evidente, el Señor Jesús está hablando al pueblo de Israel;
el pueblo heredero de la promesa que Dios había hecho a Abraham.
Al referirse a otras ovejas que no eran de ese redil, está refiriéndose
al pueblo gentil. Esta es la primera vez que el Señor Jesucristo da a
entender que los gentiles también son parte de la Iglesia del Señor.
Durante el ministerio público del Señor Jesucristo, Él se dedicó
a predicar y enseñar al pueblo de Israel. Cuando mandó a los
setenta, les dio orden que fueran a predicar a las ovejas perdidas de
la casa de Israel. Después de la resurrección y antes de su
ascensión les dio la orden de ir a predicar en Jerusalén, Judea,
Samaria y hasta lo último de la tierra. Para que todo aquel que en Él
cree no se pierda sino que reciba el regalo de Dios la vida eterna.
Cuando el Apóstol Pedro fue a Cesarea a la casa de Cornelio,
los judíos que acompañaban a Pedro, quedaron sorprendidos al ver
que el Espíritu Santo había sido derramado sobre los gentiles,
igualmente que sobre los judíos en el día de Pentecostés.
“Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo
cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la
circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron
atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don
del Espíritu Santo” (Hechos 10:44-45).
Días más tarde, Pablo y Bernabé fueron apartados por el
Espíritu Santo para predicar el Evangelio al pueblo gentil; y es así
como el Evangelio llegó hasta nosotros.
La vida eterna se recibe cuando por un acto de fe, recibimos al
Señor Jesucristo como el Señor de la vida y el Salvador de nuestra
alma.
4. La Seguridad de la Salvación.
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo
les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las
arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que
todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo
y el Padre uno somos” (Juan 10:27-30)
Recibí una carta de Centro América de un joven cristiano que
escucha el programa Abriendo la Biblia. Este joven estaba bien
angustiado y nos pedía ayuda. Nos decía en su carta: <Pastor Soto,
hay dos jóvenes en mi Iglesia que han aceptado a Cristo y fueron
bautizados y recibidos como miembros de la Iglesia. Ahora, están
diciendo que la salvación no se pierde, como consecuencia han
vuelto al mundo; están en los vicios viviendo perdidamente, e
insisten a que los demás jóvenes de la Iglesia hagan lo mismo que
ellos. ¿Qué podemos hacer?> Cierro la cita.
Mi respuesta a este querido radioyente fue la siguiente. El
Señor Jesucristo en este pasaje que hemos leído nos enseña la
doctrina de la seguridad de la salvación, es evidente y no la
podemos negar. Pero Él nos señala dos características por las
cuales Él conoce sus ovejas para las cuales está garantizada esa
salvación.
1) “Mis ovejas oyen mi voz”.
Oír la voz del Señor Jesucristo es igual a oír las enseñanzas
de la Palabra de Dios. Oír la Palabra de Dios implica obedecerla.
2) “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen”.
Seguir al Señor Jesucristo, es igual a decir que andamos en
sus caminos. Cuando el Señor Jesucristo estuvo aquí en la tierra,
ninguna cosa le preocupó más que fue el hacer la voluntad de su
Padre. El cristiano que sigue a Jesucristo es el que se esfuerza por
hacer cada día, cada hora y cada minuto, la voluntad de Dios. A
estos que oyen Su voz y le siguen Él ha prometido darles vida
eterna y les garantiza que nadie los arrebatará de su mano.
Nadie se engañe haciendo una profesión de fe mentirosa para
luego volver al mundo a revolcarse como el cerdo en el fango del
pecado, creyendo que ya su salvación está segura. El que esto
hace, demuestra con sus hechos que no es una oveja en el redil de
Cristo.
Cuando el Señor habla sobre el juicio de las naciones dice:
“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los
santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de
gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y
apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas
de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los
cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su
derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino
preparado para vosotros desde la fundación del mundo”
(Mateo 25:31-34).
A la izquierda estarán los cabritos. Éstos son los que van
brincando de un lugar a otro y nunca hicieron la voluntad de Dios.
Para ellos dice:
“Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí,
malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus
ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve
sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me
recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en
la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le
responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento,
sediento, forastero, desnudo, enfermo o en la cárcel, y te
servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo
que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños,
tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los
justos a la vida eterna” (Mateo 25:41-16).
YO SOY la Resurrección y la Vida
“Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la
aldea de María y de Marta su hermana. (María, cuyo hermano
Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume,
y le enjugó los pies con sus cabellos.) Enviaron, pues, las
hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está
enfermo. Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para
muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios
sea glorificado por ella. Y amaba Jesús a Marta, a su hermana
y a Lázaro” (Juan 11:1-5).
El tener un hogar amigo, donde se puede llegar en cualquier
día y a cualquier hora para reposar, donde se encuentra respeto,
comprensión y amor, lo contamos como una bendición. En el caso
del Señor Jesucristo, Él mismo declara que “no tenía ni donde
recostar su cabeza”, pero encontró ese hogar amigo en casa de los
tres hermanos: Lázaro, Marta y María, en la aldea de Betania.
Cuando Jesús recibió la noticia de la enfermedad de Lázaro,
nos dice el texto que Jesús dijo:
“Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de
Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (Juan
11:4, énfasis añadido).
Esto era cierto y Jesús lo sabía de antemano pues Él es Dios.
Además nos dice el relato que se quedó dos días predicando,
enseñando y haciendo sanidades. Finalmente invita a sus discípulos
a volver a Betania, para despertar a Lázaro quien había muerto
hacía ya cuatro días.
“Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que
Lázaro estaba en el sepulcro. Betania estaba cerca de
Jerusalén, como a quince estadios; y muchos de los judíos
habían venido a Marta y María, para consolarlas de su
hermano. Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía salió a
encontrarle; pero María se quedó en casa. Y Marta dijo a
Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría
muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios,
Dios te lo dará. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le
dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en
mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en
mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en
mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:17-26).
Qué quiso decir o enseñarnos el Señor Jesucristo cuando dijo:
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté
muerto vivirá”
1. El Señor Jesús no Está Pensando en
Términos de la Vida Física.
Sabemos, por experiencia, que todo cristiano creyente en el
Señor Jesucristo, igual que cualquier otro ser humano, por el hecho
de ser creyente no va a vivir en este planeta tierra para siempre.
Todos los seres humanos tenemos un tiempo en que nacemos
y otro tiempo para dejar de existir. Y es dentro de ese tiempo, que
tenemosla oportunidad de hacer la decisión dónde queremos pasar
la eternidad. En el cielo ó en el infierno.
2. El Señor Jesús se Refiere a la Muerte
Espiritual.
La muerte espiritual es la separación que el pecado produce
entre Dios como el Creador y el hombre como su criatura. De esta
clase de hombres y mujeres están llenos nuestros campos y
ciudades. Muertos que andan. Bien lo expresó el poeta Rubén
Darío, cuando dijo: <No son los muertos los que en dulce calma su
paz disfrutan en la tumba fría, muertos son los que tienen muerta el
alma y viven todavía> Cierro la cita.
3. El Señor Afirma: Los Muertos
Espiritualmente, si Creen en Él, Reciben Vida
Eterna
Jesucristo afirma que todos los que están muertos
espiritualmente, si creen en Él, reciben la vida eterna en su
existencia. Jesucristo es la fuente de la vida eterna. El que cree en
el Señor Jesucristo recibe la vida eterna.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Como dije en el capítulo siete: Debemos entender esta
importante verdad. La vida cristiana victoriosa, sólo podemos vivirla
en Cristo. Él es el vencedor del mundo, vencedor del pecado,
vencedor de Satanás, vencedor de la muerte.
Jesucristo es la resurrección y la vida.
“Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.
¿Crees esto?” (Juan 11:26).
YO SOY el Camino, la Verdad y La Vida
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en
mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no
fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para
vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y
os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros
también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le
dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues,
podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y
la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan
14:1-6 énfasis añadido).
El cielo es un tema que, a través de todos los siglos, ha
interesado a todos los hombres. En última instancia, el cielo es la
esperanza de todos los mortales. Por eso es muy importante que
sepamos, cuál es el verdadero camino al cielo.
Todos tenemos una variada concepción de los cielos:
Un día que miramos hacia arriba y no vemos nubes en esa
gran bóveda celeste, decimos: ¡Qué azul está el cielo!
Una noche clara cuando sólo podemos contemplar la luna y las
estrellas decimos: ¡Qué estrellado está el cielo!
Morris Mondel, el hombre que dedicó su vida a los estudios
astrológicos, nos dice: <El sol es tan grande que, puede acomodar
más de un millón de planetas del tamaño de la tierra. Hay estrellas
en el espacio tan grandes que podrían acomodar 500 millones de
soles del tamaño de nuestro sol. Hay cerca de 100 mil millones de
galaxias promedio, y por lo menos 100 millones de galaxias en el
espacio conocido>. Cierro la cita.
Así que cuando hablamos de la casa del Padre, su habitación
celestial, decimos que está en los cielos, mucho más allá de ese
gran vacío que llamamos cielo azul. Mucho más allá de donde está
el sol, la luna y las estrellas y todas sus galaxias.
Lo que hoy sabemos respecto al cielo y el camino que nos
conduce a él, lo hemos aprendido de un testigo ocular, el Señor
Jesucristo.
El Señor va en camino a Jerusalén y los discípulos creen que
en cualquier día de la fiesta de la Pascua, el Señor se proclamaría
Rey. Es precisamente en esos momentos cuando el Señor les dice
que al llegar a la ciudad de Jerusalén, Él va a ser apresado por los
príncipes del pueblo, los escribas y fariseos, y sentenciado a
muerte. Ante este anuncio toda la esperanza de los discípulos se
desplomó. Y es en ese mismo momento cuando el Señor pronunció,
a sus discípulos, estas palabras llenas de esperanza y de consuelo:
“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera,
yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para
vosotros” (Juan 14:2).
Esta promesa del Señor Jesús fue suficiente para los
discípulos en aquellos momentos de angustia y soledad que
sufrirían cuando el Señor fuera crucificado. Y lo es hoy en día para
todo aquel que cree en Dios Padre y en su Hijo Jesucristo.
1. Yo soy el CAMINO
“Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os
tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros
también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le
dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues,
podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y
la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”
(Juan 14:3-6, énfasis añadido).
Es lógico, que si vamos como viajeros camino a la casa de
nuestro Padre, el cielo, tenemos que conocer el camino que nos
conduce al lugar de nuestro destino.
La respuesta de Tomás fue: “no sabemos a dónde vas; ¿cómo,
pues, podemos saber el camino?” No pudiendo, Tomás, comprender
las palabras de su Maestro acerca de la casa de su Padre,
naturalmente cree que no sabe nada del camino a ella.
Regularmente, el conocimiento de algún lugar, incluye el conocer el
camino que nos conduce a él.
El Señor les dice: “Yo Soy el Camino”. Muchos confían en la
religión como el camino para llegar al reino de los cielos. Los
hombres han inventado muchas religiones, pero esto no quiere decir
que hay muchos caminos por los cuales se puede llegar al reino de
Dios. El Señor Jesucristo dijo: “Yo Soy el Camino”. No dijo, yo soy
uno de los caminos, porque camino al cielo no hay sino uno.
Jesucristo el Hijo de Dios. Entramos en el reino de Dios por la fe que
profesamos en Él y la obediencia a su Evangelio.
Por cuanto ninguna religión puede pagar el precio exigido para
la salvación de tu alma, está imposibilitada para salvar al hombre.
Sólo Jesucristo pagó el precio, tomando nuestro lugar, en la cruz del
Calvario. La Escritura dice:
“Y de la manera que está establecido para los hombres que
mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también
Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de
muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el
pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:27-28).
Hay miles de personas que confían en la iglesia como el arca
de su salvación. Pretenden acallar la voz de su conciencia diciendo:
La iglesia responderá por mí. Esta no es una decisión sabia,
tampoco correcta. Hoy hay agrupaciones que se apellidan iglesias
de Cristo, pero no lo son. Sabemos que hoy existen más de 5.000
religiones en el mundo. Para conocer más de las distintas religiones,
pueden consultar libros como: Guía Holman de Religiones del
Mundo por George Braswell. Las Religiones del Mundo por Norman
Anderson, y otros libros más.
La iglesia, como institución, no puede salvar al pecador. La
iglesia fue establecida para proclamar el Evangelio, el mensaje de
salvación.
Otros dicen: <yo confío en las buenas obras>. Esto
simplemente es otro falso camino por el cual Satanás hace que
muchos caminen equivocadamente. El profeta Isaías nos dice:
“Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas
nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos
nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como
viento” (Isaías 64:6).
La Escritura dice:
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie
se gloríe” (Efesios 2:8-9, énfasis añadido).
Con esto no pretendo restar importancia a las acciones rectas,
inspiradas por el supremo amor a Dios y el sincero amor a nuestro
prójimo. Lo que quiero es que se entienda, que aún las buenas
obras de los cristianos verdaderos no son la base meritoria de su
salvación, sino simplemente los frutos y la evidencia de su entrega a
Jesucristo, habiéndole aceptado como Señor de la vida y Salvador
del alma.
2. Yo soy la VERDAD
Muchos hombres y mujeres están confiando en la ciencia
como el camino por el cual llegar al reino de los cielos. Pero la
declaración del Señor Jesucristo es clara y categórica. “Yo soy elCamino, y la Verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”
(énfasis añadido).
La ciencia tiene su propósito en el plan de Dios. Los adelantos
de la ciencia forman parte integral del plan de Dios. Dios dotó al
género humano hecho a Su imagen y semejanza en el paraíso
terrenal. La voluntad de Dios es que el ser humano progrese, siendo
fruto de este progreso, los inventos, los descubrimientos, la ciencia,
el arte, los adelantos y los refinamientos de la civilización. Lo que
Dios repudia a través de su palabra, no es la ciencia en sí, sino el
rechazo de la verdad que es Jesucristo, para confiar en lo que el
hombre de hoy llama ciencia.
Lo que Dios rechaza es ese propósito de los hombres de
ciencia, de hacer fijar la fe de la humanidad en algo que se halla en
este lado del abismo que separa a Dios de la criatura. Convirtiendo
lo celestial en lo terrenal. Humanizando el concepto de Dios.
Deificando la inteligencia humana. Exaltando al hombre al
declararse igual a su Creador.
El Señor Jesucristo le dice a Tomás que Él es el camino que
nos conduce al cielo, a la casa de nuestro Padre celestial. También
le señaló que para estar en el camino correcto, es necesario
conocer la verdad.
En el capítulo 18 del Evangelio de Juan se nos narra el
momento cuando después de apresar al Señor Jesucristo lo llevaron
a la casa de Caifás, el sumo sacerdote, quien a su vez lo envió a
Poncio Pilato, el gobernador romano, para que dictara la sentencia
de muerte contra Jesús.
“Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de
mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no
contaminarse, y así poder comer la pascua. Entonces salió
Pilato a ellos, y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este
hombre? Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera
malhechor, no te lo habríamos entregado. Entonces les dijo
Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los
judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a
nadie;... Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a
Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Jesús le
respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros
de mí? Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y
los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has
hecho? Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi
reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que
yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de
aquí... Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió
Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para
esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad.
Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Le dijo Pilato:
¿Qué es la verdad?” (Juan 18:28-31; 33-38ª, énfasis
añadido).
El Señor acaba de afirmar ante Pilato que su Palabra es la
verdad.
Si la verdad es la que guía nuestros pasos, dicho de otra
manera, si andamos de conformidad con las enseñanzas de la
Palabra de Dios, entonces estamos en el camino correcto que es
Jesucristo. Él nos conducirá a la casa de nuestro Padre Dios.
3. Yo soy la VIDA
Jesucristo es el único Camino hacia Dios. La única revelación
Verdadera de Dios. Y la única fuente de vida eterna.
En esta enseñanza el Señor Jesucristo afirma diciendo que Él
es la Verdad y la Vida. Jesucristo es Dios, y Dios no miente, por
tanto, sella esta verdad diciendo que en Él está la vida. No está
hablando de la vida terrenal que termina con la muerte. Él está
hablando de la vida eterna.
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa
creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está
sobre él” (Juan 3:36).
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al
que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación,
mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
Para llegar a las moradas en la casa de nuestro Padre
celestial, tenemos que estar en el camino correcto, el cual es
Jesucristo. También tenemos que vivir en la verdad la cual es
Jesucristo. Para recibir la vida eterna, es necesario vivir la vida
cristiana tal cual el Señor nos lo ha revelado en Su Evangelio. La
obediencia a Dios es un factor importante para llegar al reino de
Dios.
4. Conclusión
“Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os
tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros
también estéis” (Juan 14:3).
Esta es la razón por la cual a la iglesia del Señor Jesucristo, se
le llama el pueblo de la esperanza. La iglesia del Señor sabe:
1) En quién ha creído.
2) Sabe que está en el camino correcto.
3) Que tiene la verdad, el Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo
4) Porque sabe que el Evangelio es la verdad, lo cree,
lo enseña, lo proclama y lo vive.
No es extraño, entonces, que cuando el Apóstol Pedro habló a
los príncipes de la nación de Israel, les dijera:
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre
bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”
(Hechos 4:12).
Volvemos nuevamente a hacernos la pregunta: ¿Cuál es el
verdadero camino que nos conduce al reino de los cielos? Hemos
visto que la ciencia es un falso camino para conducir al pecador al
reino de Dios, por cuanto la ciencia no puede redimir. De igual
manera la iglesia, la religión y las buenas obras. Todo esto carece
de valor y poder para redimir y salvar nuestra alma.
¿Cuál es el verdadero camino? Jesucristo dijo: “Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”.
¿Desea usted entrar en el reino de los cielos? Ponga su fe en
Jesucristo. Confiese a Él sus pecados, acéptele en su corazón como
su único Señor y Salvador.
El verdadero camino nos conduce a la verdad; y la verdad nos
conduce a la vida. En Jesucristo usted halla el camino, la verdad y la
vida eterna. Que Dios le bendiga.
YO SOY la Vid Verdadera
“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo
pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que
lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros
estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced
en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar
fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco
vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los
pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva
mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”
(Juan 15:1-5).
Cuando el Señor presentó esta metáfora, sabía que su
auditorio entendía perfectamente de qué les estaba hablando. En
Palestina abundaban los viñedos por todas partes. Así, pues, al
hablar el Señor de la planta de la vid y de sus pámpanos, estaba
hablando de algo que aún los niños que le escuchaban podían
entender.
Lo primero que debemos aclarar en nuestro leguaje
latinoamericano es que la vid es la planta que produce la uva; y los
pámpanos son las ramas.
En el Antiguo Testamento los profetas habían hecho referencia
a la nación de Israel, como la viña—la vid de Dios—El profeta Isaías
hablando en forma figurada dice:
“Ciertamente la viña de Jehová de los ejércitos es la casa de
Israel, y los hombres de Judá planta deliciosa suya. Esperaba juicio,
y he aquí vileza; justicia, y he aquí clamor” (Isaías 5:7).
Jeremías, profetizando sobre la apostasía de Israel dice:
“Te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella;
¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña?
(Jeremías 2:21).
A quién se está refiriendo el Señor cuando habló de los
pámpanos que no dan fruto.
1) Se está refiriendo a los judíos, que como viña del Señor,
no habían producido los frutos esperados por Dios.
2) Se refiere a los cristianos en la Iglesia que son semejantes
a ramas verdes llenas de hojas, pero sin ningún fruto.
1. Unidad Espiritual.
“Yo Soy la Vid Verdadera y mi Padre es el labrador. Todo
pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que
lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (Juan 15:1-2).
Jesús señala claramente su íntima relación con los suyos. Él,
como la raíz de la vid, es de donde procede toda la vida para lossuyos y de donde surge toda fecundidad.
Jesús presenta la figura de la vid y los pámpanos, para
enseñar a sus discípulos; y en el día de hoy, a usted y a mí, la
importancia de la unidad espiritual que debe existir entre el Señor
Jesucristo y su Iglesia. La unión que debe existir entre Él como
maestro y nosotros como sus discípulos. Esta unión debe ser una
unión tan perfecta y plena como la que existe entre la vid y las
ramas.
“Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador”. Es
evidente que para que exista una viña, es necesario que primero
haya un labrador. Aquí, Jesús se nos presenta como la vid y su
Padre como el labrador. Esto es, su Padre como el que plantó la vid,
el que la cuida, y el que la riega.
Dios no sólo nos creó para que fuéramos pueblo suyo, sino
que al ver al hombre sumido en pecado, le dio la promesa de
redención. Cumplido el tiempo, envió a su Hijo Jesucristo.
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se
había perdido” (Lucas 19:10).
Es así como el Padre celestial, en el pleno ejercicio de su
soberanía conserva esta vid y dirige su desarrollo aquí en la tierra.
2. Poda Espiritual
“Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo
aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto”
(Juan 15:2).
En esta alegoría, el Señor Jesús nos presenta una trilogía
perfecta. Dios el Padre es el labrador. El Señor Jesucristo
representa la planta de la vid. Y nosotros, los creyentes en Cristo,
somos las ramas.
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a
otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de
perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11-12).
Hay dos cosas indispensables en la poda para preservar la vid:
1) Cortar las ramas estériles.
2) Cuidar y limpiar las ramas fructíferas.
De la misma manera como en la vid hay dos clases de ramas:
las estériles y las fructíferas, así también hay dos clases de
cristianos en la Iglesia de Cristo.
Los primeros vamos a llamarles cristianos carnales, como
los cristianos de la Iglesia de Corinto a los cuales el Apóstol Pablo
escribe diciendo:
De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a
espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo...
porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos,
contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como
hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de
Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? ¿Qué,
pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los
cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió
el Señor” (1 Corintios 3:1, 3-5).
Esta clase de cristianos están expuestos a ser cortados por el
labrador, por ser ramas estériles que no dan fruto en la viña del
Señor.
Los segundos son los cristianos espirituales. Los que están
unidos al Señor Jesucristo por amor sincero, demostrado en una
entrega incondicional de dedicación y servicio a Él. Estos son como
ramas que dan fruto al 30 y al 60 y al 100 por uno.
La pregunta importante es: ¿En cuál de estas dos clases de
cristianos nos encontramos usted y yo? ¿En el primer grupo de los
pámpanos sin fruto, que a la hora de la poda serán cortados? O ¿en
el segundo grupo, representados por los pámpanos que dan fruto, y
a la hora de la poda serán limpiados y abonados “para que lleven
más fruto?”
Dice el Señor en Juan 15:3: “Ya vosotros estáis limpios por la
palabra que os he hablado”. Palabras consoladoras que salen del
corazón de Jesús para animar a sus discípulos. Está diciéndoles
que ellos eran reconocidos por Él como ramas fructíferas.
3. Permanencia en Cristo
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no
puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así
tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Juan 15:4).
“Permaneced en mí y yo en vosotros”. El Señor Jesús da por
sentada la existencia de una relación íntima entre Él y sus
verdaderos seguidores. El Apóstol Pablo, hablando acerca de
esta experiencia que debe ser una realidad en la vida de cada
cristiano, dice: “Que habite Cristo por la fe en vuestros
corazones” (Efesios 3:17a).
La unión con Cristo es indispensable para ser útil en su
servicio. La corriente de agua tiene que venir de la verdadera fuente,
pues, de otra manera se secará. Es cierto que no todos los
cristianos pueden llegar a tener ministerios fructíferos como Billy
Graham, pero sí todos debemos trabajar para llevar fruto en la viña
del Señor.
Hay grados de unión con Cristo; y el fruto se aumenta a
medida que la unión se hace más íntima. Cuando el Señor
Jesucristo y usted lleguen a ser uno en pensamiento, en deseos y
propósitos, abundarán frutos a la gloria de Dios y en proporción a su
obediencia a Cristo, será la abundancia de sus frutos. Dicho de
manera más clara, el estar en Cristo es la condición para que usted
pueda llevar fruto más fruto y mucho fruto.
Si el cristiano no permanece en Cristo, lo primero que le
sucede es que no puede dar fruto. Segundo, será echado fuera y se
secará porque ya no recibe vida de Cristo. “porque separados de mí
nada podéis hacer” (Juan 15:5b).
Esta es la nueva relación con Cristo:
“Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que
hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las
cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me
elegiste vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he
puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto
permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi
nombre, él os lo dé. Esto os mando: Que os améis unos a
otros” (Juan 15:15-17).
El Dr. Scofield nos presenta tres condiciones para el creyente
que acepta al Señor Jesucristo como su Señor y Salvador, y pueda
llevar fruto, más fruto, y mucho fruto:
1) Creerle a Dios – Obediencia
2) Permanecer en Cristo – Sumisión
3) Poner la vida bajo el Señorío de Dios - Humildad.
 
Capítulo 2
Última Semana del Señor Jesús en
Jerusalén
La aldea de Betania está íntimamente ligada con la vida y
ministerio del Señor Jesucristo. En las giras que el Señor Jesucristo
hizo, con sus discípulos, predicando en Betania y sus alrededores,
muchas veces se hospedó en casa de los hermanos Lázaro, Marta y
María.
En el capítulo once del Evangelio de Juan se nos narra la
muerte de Lázaro en Betania y el milagro de la resurrección de
Lázaro efectuado por el Señor Jesucristo.
1. El Señor Jesús es Ungido en Betania
El capítulo doce del Evangelio de Juan comienza diciendo:
“Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde
estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había
resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena; Marta
servía, y Lázaro era uno de los que estaba sentado a la mesa
con él (Jesús). Entonces María tomó una libra de perfuma de
nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los
enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del
perfume” (Juan 12:1-3).
1) En Palestina se acostumbraba que cuando una
persona importante era invitada a comer, al llegar a la
casa, el anfitrión se acercaba a su huésped de honor,
ponía su mano en el hombro y le daba el beso de la
paz.
2) Como los caminos eran polvorientos, se le lavaba
los pies con agua.
3) Finalmente, se derramaba unas gotas de perfume
sobre su cabeza, y el invitado entraba a la casa.
Según la narración que hallamos en el Evangelio de Lucas
7:36-48, el Señor Jesús es ungido en casa de un fariseo de nombre
Simón. Mateo y Marcos lo identifican como Simón el leproso.
En esta ocasión el Señor Jesús es ungido por una mujer a la
cual tildan de mujer pecadora, mujer de vida licenciosa, que vivía en
la ciudad.
La segunda vez, el Señor es ungido en Betania en casa de
Lázaro, Marta y María. Nos dice el relato que Marta servía la cena.
Lázaro estaba sentado a la mesa con el Señor. Y María fue la que
tomó el perfume y ungió al Señor.
María, la hermana de Lázaro, en ningún momento nos es
presentada en los evangelios como una mujer de vidalicenciosa.
Por el contrario, se nos presenta como una mujer virtuosa, que
siempre estuvo dispuesta a sentarse a los pies del Señor para oír la
Palabra de Dios.
En el relato que Juan nos presenta en el capítulo doce, María
unge a Jesús porque Él es el huésped de honor en la cena. Ella lo
hace en agradecimiento por haber vuelto a la vida a su hermano
Lázaro.
María nos enseña aquí una de las lecciones más importantes
de lo que significa dar con liberalidad al Señor. El perfume que
maría usó para ungir a Jesús fue valorado por uno de sus discípulos
en $300.00 denarios.
Según la parábola de la viña, el salario de un obrero estaba
señalado en un denario al día. Si el perfume fue valorado en
$300.00 denarios, equivalía a trescientos días de trabajo.
María, al igual que la viuda, dio todo lo que tenía en ofrenda de
amor, para ungir al Señor.
Pero uno de los discípulos le reprochó a María este acto de
amor.
“Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el
que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume
vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero
dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era
ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en
ella” (Juan 12:4-6).
Judas se presenta como el abogado de los pobres. Censuró a
María por haber usado un perfume de tanto valor para ungir al
Señor. La Escritura nos dice que no lo dijo porque en verdad tuviera
cuidado de los pobres, sino porque era ladrón.
“Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha
guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con
vosotros, mas a mí no siempre me tendréis” (Juan 12:7-8).
El Señor Jesucristo no está en contra de que se ayude a los
pobres. Es uno de sus mandamientos: “Amar al prójimo como a
nosotros mismos”. Lo que el Señor pretende es dejar bien claro que
no se debe cambiar el orden en la escala de valores. Él nos enseñó
que debemos dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del
César. Primero debemos amar a Dios con todo nuestro corazón y
con todas nuestras fuerzas y al prójimo como a nosotros mismos.
Esto es un equivalente de dar al César lo que es del César y a Dios
lo que es de Dios.
De los cuatro Evangelios, sólo el Evangelio de Juan nos relata
el ungimiento que María hizo en Betania, seis días antes de la
pascua, cuando el Señor fue crucificado, donde muere como el
Cordero de Dios para quitar el pecado del mundo.
2. La Entrada Triunfal en Jerusalén
Cinco días antes de la crucifixión, el Señor Jesucristo hizo su
entrada en la ciudad de Jerusalén, en medio de la aclamación del
pueblo.
1) La entrada triunfal del Señor Jesucristo en
Jerusalén, fue el cumplimiento de la profecía hecha
por el profeta Zacarías 520 años antes del nacimiento
de Cristo, cuando dice:
“Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de
Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador,
humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo
de asna” (Zacarías 9:9).
2) Nuestro Señor Jesucristo se había proclamado
como el Mesías de Israel a través de sus
enseñanzas, de sus señales, y de sus milagros.
3) Sabiendo el Señor que el monte Calvario era el
lugar donde iba a consumar la redención del mundo.
Donde Él vencería a Satanás Vencería la muerte,
sacando la vida a la inmortalidad por el poder de la
resurrección; afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
4) A Jerusalén entró cabalgando sobre un asno entre
las aclamaciones de júbilo de una inmensa multitud.
Para el hombre de nuestro siglo veinte, el asno es un animal
hasta cierto punto de muy poco valor. No así en Palestina, en los
días de Jesús, era tenido en alta estima como animal noble.
En el Oriente cuando un rey venía en misión de paz, entraba
en la ciudad cabalgando en un asno. Cuando venía en son de
guerra, entonces cabalgaba sobre un brioso corcel. El Señor Jesús
hizo su entrada triunfal en la ciudad de Jerusalén cabalgando sobre
un asno, porque así estaba escrito. Esto significaba que su entrada
triunfal era una entrada de paz y no una declaración de guerra
contra los romanos.
La nación de Israel había esperado por largos años la llegada
de su Mesías Rey. Según ellos, su Rey se sentaría en el trono de
David. Se haría de numerosos ejércitos y los libertaría de la
opresión del Imperio Romano.
Cuando el pueblo, reunido en Jerusalén en la celebración de la
Pascua, oye que Jesús, el profeta de Nazaret, viene hacia Jerusalén
y que una gran multitud le sigue, creyeron que había llegado la hora 
cuando Jesús se iba a proclamar Rey. Entonces salen a recibirle
con aclamaciones: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Le
abren la puerta de la ciudad para que haga su entrada triunfal y se
une a la multitud que viene cantando el himno, ¡Hosanna en las
alturas! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Ciertamente, el pueblo de Israel le abrió las puertas de la
ciudad para que hiciera su entrada triunfal. Pero no le abrieron la
puerta de su corazón para que el Salvador del mundo hiciera su
entrada triunfal en sus vidas. Le ofrecieron cánticos, ramos, palmas
y mantos. Pero no su corazón. Razón por la cual, esta misma
multitud que lo recibe con ¡hosannas! Tres días más tarde, ante
Pilato está gritando: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!
El cristianismo es algo más que ramos, ¡hosannas! templos,
torres y campanas. El Evangelio es vida. Es Cristo morando en el
corazón de los hombres y mujeres de buena voluntad. El Señor
Jesucristo dice:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y
abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”
(Apocalipsis 3:20).
Cuando el Apóstol Pablo escribe la Epístola a los Efesios nos
dice: “Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (Efesios
3:17). La vida cristiana se hace realidad, cuando Cristo vive en
nuestro corazón.
El Señor Jesucristo, como Mesías de Israel, no vino para
libertar a la nación de Israel del dominio de los romanos. Él vino
para salvar al mundo de la esclavitud del pecado. Desde el huerto
del Edén, Satanás había puesto a toda la raza humana bajo la
esclavitud del pecado y la condenación de la muerte. Jesucristo vino
para vencer al peor enemigo del hombre, al diablo y destruir la
muerte. Esto fue lo que el Señor Jesucristo hizo, muriendo en la
cruz del Calvario y sacando la vida a la inmortalidad por medio de la
resurrección.
3. La Petición de los Griegos
“Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en
la fiesta. Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de
Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos
ver a Jesús. Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés
y Felipe se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió diciendo: Ha
llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De
cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la
tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”
(Juan 12:20-24).
El pueblo pensó que Jesús estaba diciendo que había llegado
la hora para proclamarse Rey. Pocas declaraciones como esta,
hechas por el Señor Jesucristo, pueden haber sido más enigmáticas
para sus oyentes. Comienza con una frase que todos esperaban:
“Ha llegado la hora”, y termina con una serie de afirmaciones,
hablándoles de su muerte en Jerusalén, que nadie imaginaba.
¿En qué consiste esta sorprendente paradoja que pronunciara
el Señor Jesús? Jesús señala en esta verdad central, tres principios
que son la médula de la fe cristiana.
1) Jesús ilustra la necesidad absoluta de su muerte,
con una observación de lo que sucede en la
naturaleza. Un grano de trigo debe primero ser
enterrado. Debe morir como grano antes de poder
producir una multitud de granos iguales a él.
Cuando se siembra el trigo en la tierra y muere, nace una
planta y luego viene la espiga y allí hay decenas de granos. Así
también es la vida cristiana. Cuando el cristiano se entrega a
Jesucristo de todo corazón y está dispuesto a morir por la fe en
Cristo, él llevará frutos abundantes a la gloria de Dios. Suele
suceder que el cristianollega a ser útil para Dios, sólo cuando
abandona sus prioridades y deseos personales, y pone su vida bajo
el señorío de Jesucristo.
2) El Señor Jesucristo nos está enseñando que sólo
entregando la vida a Dios, la podemos multiplicar.
El hombre que ama su vida está impulsado por el egoísmo y la
búsqueda de la riqueza personal, y los placeres que el mundo
ofrece, antes que servir a Dios y a su prójimo. Por lo tanto, está
sentenciado a la muerte eterna.
3) El Señor Jesucristo también nos enseña, a través
de esta sorprendente paradoja, que la grandeza sólo
llega mediante el servicio a otros.
Los hombres que el mundo recuerda con aprecio y con amor
son aquellos que sus vidas fueron consumidas en amor a Dios
sobre todas las cosas, y en el servicio al prójimo. Termina el Señor
esta enseñanza diciendo:
“Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también
estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”
(Juan 12:25).
4. Conclusión
Para concluir el programa que el Señor Jesucristo se había
trazado desarrollar en la última semana que pasaría en Jerusalén,
antes de ir a la cruz a morir como el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo, el Señor Jesucristo presenta tres puntos
importantes en su agenda:
1) El Señor muestra su autoridad como Maestro, sobre
los escribas y fariseos.
¿Quiénes son los escribas y fariseos? Eran dos grupos de
judíos. Los fariseos era un grupo muy riguroso con la Ley. Los
saduceos eran opuestos a los fariseos. Eran de elevada aristocracia
sacerdotal, influyentes y poseedores de las altas funciones públicas.
Daban gran importancia a la tradición. En resumen estos dos grupos
eran los más instruidos y se jactaban de saberlo todo. El Señor
Jesús los llamó:
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois
semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la
verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de
huesos de muertos y de toda inmundicia” (Mateo 23:27).
Los sepulcros blanqueados eran la élite intelectual (escribas y
fariseos) a quienes no se podía cuestionar. En el día de hoy,
también existe este grupo de Teólogos intelectuales quienes creen
saberlo todo. Pero niegan los absolutos de Dios.
2) Sin vacilación alguna, el Señor Jesús afirma que Él
era el Mesías de Israel, el que los profetas, desde
Moisés hasta Malaquías, habían presentado a la
nación, como el Cordero de Dios. Como su Mesías
Rey.
3) Afirmó ante Pilato, y los escribas y fariseos, que su
reino no era de este mundo. Su reino estaba en los
cielos donde Él iría pronto a reinar con los suyos.
“Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el
concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace
muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y
vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y
nuestra nación. Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote
aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que
nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que
toda la nación perezca. Esto no lo dijo por sí mismo, sino que
como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús
había de morir por la nación; y no solamente por la nación sino
también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban
dispersos. Así que, desde aquel día acordaron matarle” (Juan
11:47-53).
Jesús reclamaba la autoridad que Él se merecía a través de
sus enseñanzas y de sus hechos. Él no era un simple hombre. Él
era Dios hecho Hombre. El Salvador del mundo.
El Señor deja en claro que no estaba reclamando el trono del pueblo
de Israel, sino el trono en el corazón de los hombres y mujeres de
buena voluntad.
 
 
Capítulo 3
La Obra Del Espíritu Santo
“Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al
Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros
para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede
recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le
conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros”
(Juan 14:15-17).
Al tratar el tema de la persona del Espíritu Santo, tenemos que
reconocer, con toda humildad, que estamos frente a un tema
sublime, sagrado y profundo. Ningún maestro podrá entender o
explicar completamente la existencia del Espíritu Santo, sus
perfecciones y su obra en la vida del creyente en Jesucristo.
Personalmente podemos experimentar su poder transformador
y ser testigos de su obra en otras vidas, pero, ni aún sabemos cómo
trabaja el Espíritu Santo en nuestra vida. Por tanto, toda enseñanza
sobre la persona y obra del Espíritu Santo, está restringida por los
límites de la comprensión de nuestro conocimiento y sabiduría
humana. Comenzaré este estudio formulando la siguiente pregunta:
1. La Persona del Espíritu Santo
Comenzaré formulando la siguiente pregunta: ¿Es el Espíritu
Santo una persona? Hay muchos que creen que el Espíritu Santo no
es una persona, sino una fuerza, algo así como el viento; o la fuerza
que genera la energía eléctrica.
¿Qué es lo que hace diferente al hombre de los animales? El
hombre fue hecho a la imagen de Dios:
d) Tiene intelecto. Por lo cual puede pensar.
e) Tiene sentimiento. Esa facultad por medio de la
cual siente alegría o tristeza, puede reír, llorar.
f) Tiene voluntad propia. Por lo tanto, puede tomar
decisiones.
Si la facultad de pensar, sentir y tener voluntad propia, es lo
que distingue al hombre de los animales y le da el calificativo de ser
una persona, veamos si el Espíritu Santo tiene estas tres
características, o atributos.
1) El Espíritu Santo Piensa.
Si el Espíritu Santo es simplemente una fuerza como el viento
o la energía eléctrica, no tiene intelecto o sea no puede pensar.
Leamos lo que nos dice el Libro de los Hechos.
“Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo:
Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he
llamado... Ellos entonces, enviados por el Espíritu Santo,
descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre”
(Hechos 13:2, 4).
En este pasaje encontramos al Espíritu Santo hablando a los
apóstoles: Apartadme a Bernabé y a Saulo para predicar el
Evangelio entre los gentiles. El hablar, apartar, señalar una tarea, y
enviar son funciones de una persona y no de una fuerza como el
viento, o la electricidad.
2) El Espíritu Santo Tiene Sentimientos.
“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis
sellados ara el día de la redención” (Efesios 4:30).
La palabra contristar es sinónimo de entristecer. Una fuerza
como el viento o la energía eléctrica, no se contrista o se entristece
por faltas cometidas por los hombres. Solamente a una persona se
le ofende y se le puede entristecer con una mala acción.
“Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para
que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la
heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? Y vendida,
¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón?
No has mentido a los hombres, sino a Dios” (Hechos 5:3-4).
A una fuerza como el viento o la energía eléctrica no se le
puede mentir. Se miente ante una persona. Este es el pecado de
Ananías, que le mintió al Espíritu Santo. El texto termina diciendo,
que Ananías no mintió a los hombres, sino a Dios. Esto nos lleva a
una conclusión mucho más sublime y profunda, el Espíritu Santo no
solo es una persona, Él es Dios. Así nos lo enseña la Palabra de
Dios.
3) El Espíritu Santo Tiene Voluntad Propia
“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el
Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la
iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hechos
20:28).
La palabra “obispos” que aparece en este versículo es
sinónimo de pastores. Hallamos al Espíritu Santo como el que
asigna los pastores en la iglesia del Señor. Esta es función de un ser
que piensa, tiene voluntad propia y por lo tanto, puede tomar
decisiones.
Hay muchas otras citas en la Biblia donde hallamos que el
Espíritu Santo, al igual que el Hijo y el Padre, gozan de los atributos
de

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