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Estudios Sobre El Evangelio De JUAN Dios en Acción Tomo 2 Rev. Samuel Soto E Estudios Sobre el Evangelio de Juan Dios en Acción – Tomo 2 © 2012 por Rev. Samuel Soto Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser usada o reproducida por cualquier medio, gráfico, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de recuperación de almacenamiento de información sin el permiso escrito del autor excepto en el caso de citas breves consagrados en los artículos críticos y revisiones. A menos que se indique de otra manera, las referencias Bíblicas incluidas en este libro corresponden a la versión Reina-Valera Revisada de 1960. © Sociedades Bíblicas Unidas. El paisaje de la carátula fue diseñado por Oliver Taylor y publicado por Fotolia, Banco de Imágenes, vectores y videos. Impreso en los Estados Unidos de América Clasifíquese: Estudios Bíblicos- Crecimiento Espiritual Rev. Soto ha sido Pastor, Iniciador de Iglesias, evangelista, Productor de Programas Radiales Este estudio está dedicado a Stellita, mi esposa, la mujer que Dios puso en mi camino para ser mi compañera y ayuda idónea en mi ministerio como Pastor y Evangelista. La tarea que el Señor puso en mis manos, se realizó con su dedicación y ayuda. ¡Al Señor la gloria! ÍNDICE PREFACIO Capítulo 1 Los “YO SOY” Del Señor Jesús YO SOY el Pan de Vida 1. El Pan de Vida 2. “El que a Mí Viene Nunca Tendrá Hambre” (Juan 6:35). 3. “El que en Mí Cree no Tendrá Sed Jamás” (Juan 6:35). 4. Institución de la Cena del Señor YO SOY la Luz del Mundo 1. La Objeción de los Escribas y Fariseos 2. Funciones de la Luz 3. Conclusión YO SOY el Buen Pastor 1. Yo Soy la Puerta de las Ovejas” 2. “Yo Soy el Buen Pastor” 3. “También Tengo Otras Ovejas que no Son de Este Redil” 4. La Seguridad de la Salvación. YO SOY la Resurrección y la Vida 1. El Señor Jesús no Está Pensando en Términos de la Vida Física. 2. El Señor Jesús se Refiere a la Muerte Espiritual. 3. El Señor Afirma: Los Muertos Espiritualmente, si Creen en Él, Reciben Vida Eterna YO SOY el Camino, la Verdad y La Vida 1. Yo soy el CAMINO 2. Yo soy la VERDAD 3. Yo soy la VIDA 4. Conclusión YO SOY la Vid Verdadera 1. Unidad Espiritual. 2. Poda Espiritual 3. Permanencia en Cristo Capítulo 2 Última Semana del Señor Jesús en Jerusalén 1. El Señor Jesús es Ungido en Betania 2. La Entrada Triunfal en Jerusalén 3. La Petición de los Griegos 4. Conclusión Capítulo 3 La Obra Del Espíritu Santo 1. La Persona del Espíritu Santo 2. Los Oficios del Espíritu Santo en la Iglesia 3. La Obra del Espíritu Santo en el Mundo Capítulo 4 La Oración Sacerdotal de Jesucristo 1. El Señor Jesús Ora por Sí Mismo 2. El Señor Ora por Sus Discípulos 3. El Señor Ora por la Iglesia Universal Capítulo 5 Camino de la Vía Dolorosa 1. La Traición de Judas 2. Jesús Ante el Sumo Sacerdote 3. La Negación de Pedro 4. Anás Interroga al Señor Jesús 5. Jesús Ante Pilato 6. Jesús es Coronado y Rechazado 7. La Crucifixión y Muerte del Señor Jesús 8. Jesucristo Es Sepultado 9. Conclusión Capítulo 6 La Resurrección del Señor Jesucristo 1. El Señor Jesús Aparece a María Magdalena 2. El Señor Aparece a Sus discípulos 3. El Propósito del Evangelio de Juan Capítulo 7 Epílogo del Evangelio de Juan 1. Decisiones solamente humanas 2. Jesús aparece en la orilla del mar. 3. Trabajo bajo la dirección de Dios 4. El amor es lo que nos mueve al servicio ACERCA DEL AUTOR BIBLIOGRAFÍA PREFACIO Este pequeño libro que tiene en sus manos, tal vez le parezca un tanto diferente en su estilo de todos los demás estudios de la Biblia que usted ha leído. Los estudios aquí presentados, son, en parte, resúmenes de sermones del programa “ABRIENDO LA BIBLIA” que se transmitieron, por dieciséis años, a través de Radio Tras-Mundial y otras estaciones radiales para todo el Continente de América Latina. El material incluido es una herramienta más para ayudar a creyentes estudiosos de la Biblia y a maestros de Escuela Bíblica para el crecimiento de la vida espiritual de sus alumnos y el enriquecimiento de sus clases. También son útiles para difundir las enseñanzas de la Palabra de Dios, en el trabajo de evangelismo personal; en el cumplimiento de la Gran Comisión dada por el Señor Jesucristo antes de su ascensión a la diestra de Su Padre en los cielos. El mensaje del Evangelio no puede cambiar, pero sí podemos utilizar nuevos métodos de presentación, para alcanzar las nuevas generaciones. Rev. Samuel Soto E Capítulo 1 Los “YO SOY” Del Señor Jesús Mi propósito en este estudio es agrupar los “Yo Soy” que pronunciara el Señor Jesús durante su ministerio. El apóstol Juan, guiado por el Espíritu Santo, deja constancia en su Evangelio, con lujo de detalles, todos los seis “YO SOY”; para que podamos entender quién es el Señor Jesucristo. El primer “YO SOY” lo encontramos en el capítulo seis del Evangelio de Juan. YO SOY el Pan de Vida “Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:30-35, énfasis añadido). Los judíos habían presenciado la señal de la multiplicación de los panes y los peces, hecha por el Señor Jesucristo, pero en vez de creer, al ver esta señal, que Jesús verdaderamente era el Hijo de Dios, le piden que hiciera una señal mayor para poder creer en Él. Para ello lo confrontan con el milagro que Dios había hecho en los días de Moisés en el desierto, donde les había dado a comer maná por cuarenta años, como ellos lo llamaban, pan del cielo. El Señor les responde: “No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo” (Juan 6:32b-33). Los judíos le dijeron: “Señor, danos siempre este pan” (Juan 6:34). La contestación del Señor fue: “Yo Soy el Pan de Vida” (Juan 6:35). Esta no es una frase poética, ni una frase de retórica. El Señor acaba de pronunciar una de las verdades más grandes del Evangelio. 1. El Pan de Vida El pan es lo que sostiene la vida. Sin el verdadero pan, el hombre está sentenciado a la muerte. Sin Cristo Jesús, es imposible recibir la vida eterna que nos conduce a Dios. Ahora entendemos con mayor claridad las palabras del Señor Jesucristo cuando dijo: “Yo soy el pan de vida”. Sin Él no hay vida. Estamos muertos. Contestemos la pregunta: ¿Qué es la vida? La vida se puede ver en dos dimensiones: a) La vida física o temporal b) La vida eterna La vida física o temporal, nos dice el apóstol Santiago: “¡Vamos ahora! Los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:13-14). ¿Qué es la vida eterna? Cuando hablamos de la vida eterna, estamos hablando de algo más que la mera existencia. Estamos hablando de la vida que trasciende los límites en la eternidad. El hombre, en el momento de ser creado, recibió el soplo de Dios. En ese soplo divino, recibió la vida eterna. Pero cuando Adán desobedecióel mandato de Dios, vino sobre él la muerte. “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12). La verdadera vida es la nueva relación entre el hombre como la criatura y Dios como su Creador. Vida es esa relación de intimidad, de amor y de obediencia, que podemos disfrutar con Dios, como nuestro Padre Celestial. Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su imagen y a su semejanza y le dio el soplo de vida para que pudiera tener comunión con Él. La semejanza de Dios en el hombre es: c) El intelecto. La capacidad de pensar y poder crear algunas cosas con la materia ya existente. d) El sentimiento. La capacidad de poder hacer diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo bueno y lo malo. e) La voluntad. La capacidad para hacer decisiones, ya sean buenas o malas Pero esa relación, perdida por el pecado, sólo es posible restaurarla a través de la persona de nuestro Señor Jesucristo. “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:40.énfasis añadido). Dios nos habla por medio de su Palabra y por medio del Espíritu Santo. Del hombre o la mujer es responder a ese llamado, y venir a Cristo aceptándole como Señor y Salvador. Una vez que hemos aceptado al Señor, ponemos nuestra vida bajo su señorío, y confiamos en los méritos del sacrificio que Él consumó en el Calvario, entonces recibimos el perdón de nuestros pecados y el regalo de la vida eterna. Esta experiencia nos vuelve a la vida. Nos ubica en una nueva relación con Dios, donde ya el Dios Omnipotente no sólo es nuestro Creador, sino que ahora llega a ser nuestro Padre celestial. 2. “El que a Mí Viene Nunca Tendrá Hambre” (Juan 6:35). En el texto de Juan 6:35 hallamos varias enseñanzas que brotan de los labios del Señor Jesucristo. Ya hemos estudiado lo que es el pan de la vida. Analicemos hora, la segunda enseñanza. El Señor Jesucristo dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre” (Juan 6:35). Sin Cristo Jesús, es imposible recibir la vida eterna y saciar nuestra hambre espiritual. Cuando recibimos el pan de la vida, recibimos también el sello del Espíritu Santo, y Él nos ayuda a alimentar nuestra alma y nuestro espíritu, ayudándonos a satisfacer el hambre de conocer más y más a Dios, y poder estar en la presencia de Dios. Cuando el hombre o la mujer andan lejos de Dios, sienten un vacío en su corazón que sólo el Señor Jesucristo puede saciar. No son las riquezas de este mundo, la fama, ni los triunfos los que sacian el alma. Es el reconocer que somos pecadores, y que Cristo pagó en la cruz el pecado de todos nosotros, y es el único que puede saciar nuestra hambre espiritual. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). 3. “El que en Mí Cree no Tendrá Sed Jamás” (Juan 6:35). Cuando el Señor Jesucristo hablaba con la mujer samaritana dijo: “Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del gua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:13-14). Era la fiesta de los tabernáculos y Jesús habló diciendo: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que había de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Juan 7:37-39). Cuando entendemos la enseñanza de este texto de la Escritura, y por fe, rendimos nuestra vida al Señor Jesucristo, aceptándolo como Señor y Salvador, entonces nuestra vida se siente satisfecha espiritualmente, y de su interior fluyen ríos de agua viva. El Señor Jesucristo dijo: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él” (Juan 6:51-56). 4. Institución de la Cena del Señor Ciertamente el apóstol Juan no menciona todos los detalles de la institución de la Santa Cena, pero sí recuerda lo que el Señor enseñara acerca de su carne y su sangre. Él entregaba su cuerpo para ser crucificado y derramaba su sangre en el monte Calvario para perdón de nuestros pecados y darnos vida eterna. Es en el Evangelio de Mateo donde encontramos el relato de la institución de la Cena como una ordenanza, Mateo 26:14-30. Durante la cena, el Señor les declara que uno de ellos lo va a entregar. Después que Judas pregunta si es él, y el Señor le responde “tú lo has dicho”, Judas abandona la reunión y va para cumplir su traición. 1) Judas ofrece entregar a Jesús por treinta piezas de plata. 2) Judas traiciona a Jesús entregándolo a sus enemigos. “Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y lo dio a sus discípulos, y dijo: Tomad comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre” (Mateo 26:26-29). 1) El pan simboliza su cuerpo 2) El vino simboliza su sangre En Primera de Corintios, Pablo explica claramente el orden y el significado de la cena del Señor. “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí” (1 Corintios 11:23-24). YO SOY la Luz del Mundo “Otra vez Les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero. Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie. Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre. Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí. Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais. Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora” (Juan 8:12-20). En el texto de la Escritura que hemos leído, el Señor Jesucristo hizo una afirmación de mucha importancia cuando dijo: “Yo soy la luz del mundo”. En el primer capítulo del Evangelio de Juan leemos: “Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, paraque diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció” (Juan 1:6-10). El Apóstol Juan, establece claramente, en este texto de la Escritura, cuál era la misión del Verbo de Dios. Revelar la luz de Dios al mundo. Se celebraba en la ciudad de Jerusalén la fiesta de los Tabernáculos, una de las tres fiestas principales en el calendario de la nación de Israel. Era una tradición durante la celebración de la fiesta de los Tabernáculos, en la última noche, se prendían cuatro grandes candelabros que iluminaban toda la ciudad. Esto significaba que Jerusalén era la ciudad de luz. Es en ese momento, cuando la ciudad está siendo iluminada, que Jesús alzó la voz y dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12, énfasis añadido). Para el pueblo de Israel, la palabra luz estaba íntimamente relacionada con Dios. Esta enseñanza la hallamos a través de los libros del Antiguo Testamento. “Aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz” (Job 29:3). El Salmista dice: “Jehová es mi luz y mi salvación” (Salmos 27:1) “Porque contigo está el manantial de la vida; En tu luz veremos la luz” (Salmos 36:9). El profeta Isaías, hablando del Mesías dice a la nación de Israel: “Levántate y resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti” (Isaías 61:1). Cuando el Señor Jesucristo hizo la afirmación que Él era la luz del mundo, estaba diciendo la verdad que Él era el Mesías de Israel, el Hijo de Dios. Al hacer la afirmación “Yo soy la luz del mundo”, los religiosos de su día, escribas y fariseos reaccionaron con gran hostilidad contra Él. 1. La Objeción de los Escribas y Fariseos ¿Cuál fue la objeción de los Escribas y Fariseos? Que su testimonio no era válido, pues no tenía ningún otro testigo que afirmara que Él era el Mesías de Israel. “Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero” (Juan 3:13). Según la ley que había recibido el pueblo de Israel en el Sinaí, se requería que, cualquier afirmación de la verdad, estuviera respaldada por dos o tres testigos para considerarla verdadera. Deuteronomio 17:6 Ante esta objeción de los escribas y fariseos, el Señor Jesús responde que Él sí tiene testigos que afirman que Él es el Hijo de Dios. “Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy” (Juan 8:14). Primer Testigo Juan el Bautista dio testimonio diciendo: “Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre Él… Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios” (Juan 1:32 y 34). Segundo Testigo “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:16-17 énfasis añadido). Tercer Testigo “Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras (señales) que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí” (Juan 5:36-37 Paréntesis añadido). “Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras (señales) que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí” (Juan 10:24-25 paréntesis añadido). El Testimonio de Dios el Padre acerca de Su Hijo, el Señor Jesucristo, lo tenían que ver los escribas y los fariseos en las señales que Jesús hizo: a) El agua convertida en vino b) La Sanidad del paralítico de Betesda c) La sanidad del hijo del noble d) La multiplicación de los panes y los peces e) La resurrección de Lázaro, etc. 2. Funciones de la Luz 1) La primera función de la luz es echar fuera las tinieblas, disipar la obscuridad. Cuando el Señor Jesucristo dijo que Él era la luz del mundo, no sólo afirmó que Él era Dios. Dios hecho Hombre en las entrañas de María, por obra y gracia del Espíritu Santo. Él venía a traer luz a la humanidad que estaba en tinieblas a consecuencia de sus pecados. 2) La segunda función de la luz es servirnos de guía. ¿Han visto la luz del faro que guía a los barcos para hacer su entrada al muelle sin perder el cauce y evitar encallarse en la arena? El Señor vino para guiar los hombres a Dios. ¿Han visto las luces en un aeropuerto en la pista de aterrizaje, guiando a los aviones para hacer su aterrizaje seguro? La luz les muestra la ruta correcta. Para andar en el camino correcto necesitamos luz, y el Señor Jesucristo es la luz del mundo. 3) Tercera función de la luz es ponernos sobre aviso de cualquier peligro en el camino. Las luces rojas que se prenden en la vía del tren cuando pasa por una calle de la ciudad o una carretera por donde fluye el tránsito, anuncia peligro. Las luces rojas del sistema de tránsito vehicular en la ciudad, anuncian peligro. El Señor Jesucristo, como la luz del mundo, es el que nos pone sobre aviso de los peligros que nos asechan en el camino de la vida cristiana. Hablando de los falsos maestros dice: “Mirad que no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo yo soy el Cristo. Mas no vayáis en pos de ellos” (Lucas 21:8). Hay más de 5,000 religiones en el mundo y cada día surge una nueva, supuestamente con la última revelación dada por Dios para la salvación de los hombres. Pero el Señor, como la luz del mundo, ya nos puso sobre aviso. Hemos visto tres de las funciones principales de la luz: a) Extingue las tinieblas. b) Nos sirve de guía en el camino de la vida. c) Sirve como una señal y voz de alerta ante los peligros que nos pueden acechar en el camino de la vida. 3. Conclusión En el Sermón del Monte, el Señor ha dicho algo que nos llena de orgullo cristiano: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14a). Jesucristo está afirmando dos cosas muy importantes: 1) Si antes de conocerle y aceptarle éramos tinieblas; ahora que le hemos conocido y le hemos aceptado somos la luz del mundo. Cristo vive en nuestro corazón y por eso brillamos con la luz del Señor Jesucristo. 2) Para el verdadero creyente su cuerpo es el templo del Espíritu Santo, el cual es Dios, la tercera persona de la Trinidad. El Señor Jesucristo fundó la iglesia para que sea portadora del mensaje de luz al mundo. La función de cada creyente en el Señor Jesucristo es ser luz en el mundo. Si Dios es la luz, y ahora somos los hijos de Dios, somos hijos de luz. Nunca seremos dioses como lo es el Señor Jesucristo. Él es coeterno con el Padre, y por quien todas las cosas han sido creadas. Por eso, Él es la verdadera luz de este mundo. Pero así como la luna, sin tener luz propia, alumbra con el resplandor de la luz del sol. Así también el cristiano, careciendo de luz propia, alumbra con el resplandor de la luz de Jesucristo, pues Él vive en nuestro corazón. Por esa razón también dice el Señor: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). Como cristianos tenemos que ser luz en el mundo, en la iglesia, en el hogar, en el trabajo, en nuestra comunidad. El cristiano es como el diamante que brilla en todas sus facetas. Si el Señor Jesucristo nos ha investido de tan alto honor, haciendo de cada fiel creyente la luz que debe alumbrar a este mundo, para que los hombres y mujeres puedan ver en el Señor Jesucristo el Salvador del mundo y como tal el Salvador de su alma,debemos vivir de tal manera, que cumplamos todas sus enseñanzas. Como cristianos, no podemos permanecer con la boca cerrada. Tenemos que dar testimonio de la verdad del Evangelio y de la obra que el Señor Jesucristo ha hecho en nuestra vida. Promulgar lo que Él puede hacer en la vida de todo hombre o mujer que lo acepta como Señor y Salvador. YO SOY el Buen Pastor “De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía. Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas” (Juan 10:1-7). El Señor Jesús está usando una figura de lenguaje que se llama alegoría o metáfora. Veamos su significado. Metáfora es una figura de retórica por la cual se transporta el sentido de una palabra a otra, mediante una comparación mental. El Señor Jesucristo, con mucha frecuencia, usó las figuras de lenguaje: parábolas y alegorías, para enseñar verdades esenciales del Evangelio. Nos dice el texto que los que lo escuchaban no entendieron lo que les decía. El Señor Jesús está preparando el escenario para hacer declaraciones muy importantes. Jesús hace cuatro declaraciones importantes en el capítulo 10 del Evangelio de Juan, a las cuales quiero referirme en este estudio. 1. Yo Soy la Puerta de las Ovejas” “De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:7-10 énfasis añadido). Hay un detalle muy particular que tiene que ver con los rebaños de ovejas y los pastores. En Israel, donde abundaban los rebaños de ovejas, existían dos clases de rediles; y dos clases de pastores. 1) En las aldeas y en los pueblos de la nación de Israel había rediles (establos) comunales en los cuales se guardaban todos los rebaños de ovejas por la noche. Estos rediles estaban protegidos con paredes de material sólido y una fuerte puerta, cuya única llave estaba en las manos del centinela que cuidaba las ovejas durante la noche. Así, las ovejas estaban seguras. Al amanecer del día siguiente, el centinela abría la puerta y cada pastor llamaba sus ovejas por su nombre y las ovejas oían la voz de su pastor y le seguían. 2) Las ovejas destinadas a la producción de lana eran llevadas más lejos en busca de buenos pastos. Por lo tanto estos pastores con sus rebaños no volvían a la aldea o pueblo en la noche. Les era necesario improvisar un redil donde poner a salvo las ovejas de las fieras: El león, el oso y los lobos. Usaban los materiales que encontraban a la mano como ramas de los árboles, hojas de palma o cualquier otro material que encontraran. Como estos rediles eran temporeros, no se les construía puerta, sino que el pastor servía de puerta. Sentado a la entrada del redil vigilaba toda la noche su rebaño. Sus armas eran: El cayado que usaban para defenderse de las fieras y de los ladrones. El saco pastoril y la honda. Seguramente en esto pensaba el Señor Jesús cuando dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos”. Así como no hay sino un solo camino que conduce al reino de los cielos, el cual es Jesucristo; así también no hay sino una sola puerta, Jesucristo mismo, por medio del cual podamos entrar en el reino de Dios. La Palabra de Dios nos dice: “Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Efesios 2:18). Así como existían dos clases de rediles, también existían dos clases de pastores. El buen pastor, el que estaba dispuesto a morir por defender a sus ovejas. El asalariado, el que huía sin importarle si el lobo se comía las ovejas. 2. “Yo Soy el Buen Pastor” En el Antiguo Testamento se suele hablar de Dios como el pastor, y la nación de Israel como sus ovejas. En el Salmos 23 David canta: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. El autor de Salmos 80:1, refiriéndose a Dios, dice: “Oh Pastor de Israel, escuchas; Tú que pastoreas como a ovejas a José”. “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas” (Juan 10:11-15). El Señor no solamente afirma que Él y ningún otro es el Pastor de Israel. Él señala una característica por la cual es conocido el buen pastor. El buen pastor su vida da por las ovejas. El buen pastor cuando ve venir el lobo ó el león, se enfrenta a riesgo de su propia vida, y defiende las ovejas. El pastor que cuida las ovejas por el salario que le pagan, cuando ve venir el lobo, huye porque no le importan las ovejas. Los escribas y fariseos son acusados por el Señor de ser pastores asalariados; lo único que les importaba era el negocio que hacían con la religión y no cuidaban la vida espiritual de sus ovejas, el pueblo de Israel. Por eso cuando llegó al templo les sacó a látigo acusándoles de haber convertido la casa de su Padre en una plaza de mercado. Hoy también hay pastores asalariados, en cuyos templos no se predica ni se enseña la Palabra de Dios. Ciertamente, el Señor Jesucristo, como el buen pastor, su vida dio por las ovejas. Llevó la cruz sobre sus hombros hasta el monte Calvario. En la cruz del Calvario murió como el Cordero de Dios, para expiar el pecado del mundo, y reconciliarnos con Dios el Padre. En el monte Calvario Él venció a nuestro adversario el diablo y despojándole de todos sus poderes lo sentenció a condenación eterna. En el verso 14 leemos: “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen”. El Señor Jesucristo, como el buen pastor, nos conoce muy bien. Por tanto, a Él debemos acudir así tal cual somos y confesarle nuestras faltas, culpas y pecados, pues Él nos invita a venir a Él cuando dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28) Así como el Señor nos conoce, también dice: “Mis ovejas me conocen”. ¿Quién es el que conoce al Señor Jesucristo? El que le acepta como su Señor y Salvador. El que confía en los méritos de su sacrificio que consumó en la cruz del Calvario, como el Cordero de Dios. El único medio para reconciliarnos con Dios el Padre. El Señor Jesucristo, como el Buen Pastor, su vida dio por las ovejas. Es el profeta Isaías el que hablando del Señor Jesucristo, como el Mesías de Israel dice: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” Isaías 53:6). El Señor, hablando de los falsos pastores dijo: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:15-16a). 3. “También Tengo Otras Ovejas que no Son de Este Redil” “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengopoder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10:16-18 Es evidente, el Señor Jesús está hablando al pueblo de Israel; el pueblo heredero de la promesa que Dios había hecho a Abraham. Al referirse a otras ovejas que no eran de ese redil, está refiriéndose al pueblo gentil. Esta es la primera vez que el Señor Jesucristo da a entender que los gentiles también son parte de la Iglesia del Señor. Durante el ministerio público del Señor Jesucristo, Él se dedicó a predicar y enseñar al pueblo de Israel. Cuando mandó a los setenta, les dio orden que fueran a predicar a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Después de la resurrección y antes de su ascensión les dio la orden de ir a predicar en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra. Para que todo aquel que en Él cree no se pierda sino que reciba el regalo de Dios la vida eterna. Cuando el Apóstol Pedro fue a Cesarea a la casa de Cornelio, los judíos que acompañaban a Pedro, quedaron sorprendidos al ver que el Espíritu Santo había sido derramado sobre los gentiles, igualmente que sobre los judíos en el día de Pentecostés. “Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo” (Hechos 10:44-45). Días más tarde, Pablo y Bernabé fueron apartados por el Espíritu Santo para predicar el Evangelio al pueblo gentil; y es así como el Evangelio llegó hasta nosotros. La vida eterna se recibe cuando por un acto de fe, recibimos al Señor Jesucristo como el Señor de la vida y el Salvador de nuestra alma. 4. La Seguridad de la Salvación. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:27-30) Recibí una carta de Centro América de un joven cristiano que escucha el programa Abriendo la Biblia. Este joven estaba bien angustiado y nos pedía ayuda. Nos decía en su carta: <Pastor Soto, hay dos jóvenes en mi Iglesia que han aceptado a Cristo y fueron bautizados y recibidos como miembros de la Iglesia. Ahora, están diciendo que la salvación no se pierde, como consecuencia han vuelto al mundo; están en los vicios viviendo perdidamente, e insisten a que los demás jóvenes de la Iglesia hagan lo mismo que ellos. ¿Qué podemos hacer?> Cierro la cita. Mi respuesta a este querido radioyente fue la siguiente. El Señor Jesucristo en este pasaje que hemos leído nos enseña la doctrina de la seguridad de la salvación, es evidente y no la podemos negar. Pero Él nos señala dos características por las cuales Él conoce sus ovejas para las cuales está garantizada esa salvación. 1) “Mis ovejas oyen mi voz”. Oír la voz del Señor Jesucristo es igual a oír las enseñanzas de la Palabra de Dios. Oír la Palabra de Dios implica obedecerla. 2) “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen”. Seguir al Señor Jesucristo, es igual a decir que andamos en sus caminos. Cuando el Señor Jesucristo estuvo aquí en la tierra, ninguna cosa le preocupó más que fue el hacer la voluntad de su Padre. El cristiano que sigue a Jesucristo es el que se esfuerza por hacer cada día, cada hora y cada minuto, la voluntad de Dios. A estos que oyen Su voz y le siguen Él ha prometido darles vida eterna y les garantiza que nadie los arrebatará de su mano. Nadie se engañe haciendo una profesión de fe mentirosa para luego volver al mundo a revolcarse como el cerdo en el fango del pecado, creyendo que ya su salvación está segura. El que esto hace, demuestra con sus hechos que no es una oveja en el redil de Cristo. Cuando el Señor habla sobre el juicio de las naciones dice: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:31-34). A la izquierda estarán los cabritos. Éstos son los que van brincando de un lugar a otro y nunca hicieron la voluntad de Dios. Para ellos dice: “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo o en la cárcel, y te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:41-16). YO SOY la Resurrección y la Vida “Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.) Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro” (Juan 11:1-5). El tener un hogar amigo, donde se puede llegar en cualquier día y a cualquier hora para reposar, donde se encuentra respeto, comprensión y amor, lo contamos como una bendición. En el caso del Señor Jesucristo, Él mismo declara que “no tenía ni donde recostar su cabeza”, pero encontró ese hogar amigo en casa de los tres hermanos: Lázaro, Marta y María, en la aldea de Betania. Cuando Jesús recibió la noticia de la enfermedad de Lázaro, nos dice el texto que Jesús dijo: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (Juan 11:4, énfasis añadido). Esto era cierto y Jesús lo sabía de antemano pues Él es Dios. Además nos dice el relato que se quedó dos días predicando, enseñando y haciendo sanidades. Finalmente invita a sus discípulos a volver a Betania, para despertar a Lázaro quien había muerto hacía ya cuatro días. “Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios; y muchos de los judíos habían venido a Marta y María, para consolarlas de su hermano. Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:17-26). Qué quiso decir o enseñarnos el Señor Jesucristo cuando dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá” 1. El Señor Jesús no Está Pensando en Términos de la Vida Física. Sabemos, por experiencia, que todo cristiano creyente en el Señor Jesucristo, igual que cualquier otro ser humano, por el hecho de ser creyente no va a vivir en este planeta tierra para siempre. Todos los seres humanos tenemos un tiempo en que nacemos y otro tiempo para dejar de existir. Y es dentro de ese tiempo, que tenemosla oportunidad de hacer la decisión dónde queremos pasar la eternidad. En el cielo ó en el infierno. 2. El Señor Jesús se Refiere a la Muerte Espiritual. La muerte espiritual es la separación que el pecado produce entre Dios como el Creador y el hombre como su criatura. De esta clase de hombres y mujeres están llenos nuestros campos y ciudades. Muertos que andan. Bien lo expresó el poeta Rubén Darío, cuando dijo: <No son los muertos los que en dulce calma su paz disfrutan en la tumba fría, muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía> Cierro la cita. 3. El Señor Afirma: Los Muertos Espiritualmente, si Creen en Él, Reciben Vida Eterna Jesucristo afirma que todos los que están muertos espiritualmente, si creen en Él, reciben la vida eterna en su existencia. Jesucristo es la fuente de la vida eterna. El que cree en el Señor Jesucristo recibe la vida eterna. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Como dije en el capítulo siete: Debemos entender esta importante verdad. La vida cristiana victoriosa, sólo podemos vivirla en Cristo. Él es el vencedor del mundo, vencedor del pecado, vencedor de Satanás, vencedor de la muerte. Jesucristo es la resurrección y la vida. “Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:26). YO SOY el Camino, la Verdad y La Vida “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:1-6 énfasis añadido). El cielo es un tema que, a través de todos los siglos, ha interesado a todos los hombres. En última instancia, el cielo es la esperanza de todos los mortales. Por eso es muy importante que sepamos, cuál es el verdadero camino al cielo. Todos tenemos una variada concepción de los cielos: Un día que miramos hacia arriba y no vemos nubes en esa gran bóveda celeste, decimos: ¡Qué azul está el cielo! Una noche clara cuando sólo podemos contemplar la luna y las estrellas decimos: ¡Qué estrellado está el cielo! Morris Mondel, el hombre que dedicó su vida a los estudios astrológicos, nos dice: <El sol es tan grande que, puede acomodar más de un millón de planetas del tamaño de la tierra. Hay estrellas en el espacio tan grandes que podrían acomodar 500 millones de soles del tamaño de nuestro sol. Hay cerca de 100 mil millones de galaxias promedio, y por lo menos 100 millones de galaxias en el espacio conocido>. Cierro la cita. Así que cuando hablamos de la casa del Padre, su habitación celestial, decimos que está en los cielos, mucho más allá de ese gran vacío que llamamos cielo azul. Mucho más allá de donde está el sol, la luna y las estrellas y todas sus galaxias. Lo que hoy sabemos respecto al cielo y el camino que nos conduce a él, lo hemos aprendido de un testigo ocular, el Señor Jesucristo. El Señor va en camino a Jerusalén y los discípulos creen que en cualquier día de la fiesta de la Pascua, el Señor se proclamaría Rey. Es precisamente en esos momentos cuando el Señor les dice que al llegar a la ciudad de Jerusalén, Él va a ser apresado por los príncipes del pueblo, los escribas y fariseos, y sentenciado a muerte. Ante este anuncio toda la esperanza de los discípulos se desplomó. Y es en ese mismo momento cuando el Señor pronunció, a sus discípulos, estas palabras llenas de esperanza y de consuelo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2). Esta promesa del Señor Jesús fue suficiente para los discípulos en aquellos momentos de angustia y soledad que sufrirían cuando el Señor fuera crucificado. Y lo es hoy en día para todo aquel que cree en Dios Padre y en su Hijo Jesucristo. 1. Yo soy el CAMINO “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:3-6, énfasis añadido). Es lógico, que si vamos como viajeros camino a la casa de nuestro Padre, el cielo, tenemos que conocer el camino que nos conduce al lugar de nuestro destino. La respuesta de Tomás fue: “no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” No pudiendo, Tomás, comprender las palabras de su Maestro acerca de la casa de su Padre, naturalmente cree que no sabe nada del camino a ella. Regularmente, el conocimiento de algún lugar, incluye el conocer el camino que nos conduce a él. El Señor les dice: “Yo Soy el Camino”. Muchos confían en la religión como el camino para llegar al reino de los cielos. Los hombres han inventado muchas religiones, pero esto no quiere decir que hay muchos caminos por los cuales se puede llegar al reino de Dios. El Señor Jesucristo dijo: “Yo Soy el Camino”. No dijo, yo soy uno de los caminos, porque camino al cielo no hay sino uno. Jesucristo el Hijo de Dios. Entramos en el reino de Dios por la fe que profesamos en Él y la obediencia a su Evangelio. Por cuanto ninguna religión puede pagar el precio exigido para la salvación de tu alma, está imposibilitada para salvar al hombre. Sólo Jesucristo pagó el precio, tomando nuestro lugar, en la cruz del Calvario. La Escritura dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:27-28). Hay miles de personas que confían en la iglesia como el arca de su salvación. Pretenden acallar la voz de su conciencia diciendo: La iglesia responderá por mí. Esta no es una decisión sabia, tampoco correcta. Hoy hay agrupaciones que se apellidan iglesias de Cristo, pero no lo son. Sabemos que hoy existen más de 5.000 religiones en el mundo. Para conocer más de las distintas religiones, pueden consultar libros como: Guía Holman de Religiones del Mundo por George Braswell. Las Religiones del Mundo por Norman Anderson, y otros libros más. La iglesia, como institución, no puede salvar al pecador. La iglesia fue establecida para proclamar el Evangelio, el mensaje de salvación. Otros dicen: <yo confío en las buenas obras>. Esto simplemente es otro falso camino por el cual Satanás hace que muchos caminen equivocadamente. El profeta Isaías nos dice: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Isaías 64:6). La Escritura dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9, énfasis añadido). Con esto no pretendo restar importancia a las acciones rectas, inspiradas por el supremo amor a Dios y el sincero amor a nuestro prójimo. Lo que quiero es que se entienda, que aún las buenas obras de los cristianos verdaderos no son la base meritoria de su salvación, sino simplemente los frutos y la evidencia de su entrega a Jesucristo, habiéndole aceptado como Señor de la vida y Salvador del alma. 2. Yo soy la VERDAD Muchos hombres y mujeres están confiando en la ciencia como el camino por el cual llegar al reino de los cielos. Pero la declaración del Señor Jesucristo es clara y categórica. “Yo soy elCamino, y la Verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (énfasis añadido). La ciencia tiene su propósito en el plan de Dios. Los adelantos de la ciencia forman parte integral del plan de Dios. Dios dotó al género humano hecho a Su imagen y semejanza en el paraíso terrenal. La voluntad de Dios es que el ser humano progrese, siendo fruto de este progreso, los inventos, los descubrimientos, la ciencia, el arte, los adelantos y los refinamientos de la civilización. Lo que Dios repudia a través de su palabra, no es la ciencia en sí, sino el rechazo de la verdad que es Jesucristo, para confiar en lo que el hombre de hoy llama ciencia. Lo que Dios rechaza es ese propósito de los hombres de ciencia, de hacer fijar la fe de la humanidad en algo que se halla en este lado del abismo que separa a Dios de la criatura. Convirtiendo lo celestial en lo terrenal. Humanizando el concepto de Dios. Deificando la inteligencia humana. Exaltando al hombre al declararse igual a su Creador. El Señor Jesucristo le dice a Tomás que Él es el camino que nos conduce al cielo, a la casa de nuestro Padre celestial. También le señaló que para estar en el camino correcto, es necesario conocer la verdad. En el capítulo 18 del Evangelio de Juan se nos narra el momento cuando después de apresar al Señor Jesucristo lo llevaron a la casa de Caifás, el sumo sacerdote, quien a su vez lo envió a Poncio Pilato, el gobernador romano, para que dictara la sentencia de muerte contra Jesús. “Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua. Entonces salió Pilato a ellos, y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado. Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie;... Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí? Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí... Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad?” (Juan 18:28-31; 33-38ª, énfasis añadido). El Señor acaba de afirmar ante Pilato que su Palabra es la verdad. Si la verdad es la que guía nuestros pasos, dicho de otra manera, si andamos de conformidad con las enseñanzas de la Palabra de Dios, entonces estamos en el camino correcto que es Jesucristo. Él nos conducirá a la casa de nuestro Padre Dios. 3. Yo soy la VIDA Jesucristo es el único Camino hacia Dios. La única revelación Verdadera de Dios. Y la única fuente de vida eterna. En esta enseñanza el Señor Jesucristo afirma diciendo que Él es la Verdad y la Vida. Jesucristo es Dios, y Dios no miente, por tanto, sella esta verdad diciendo que en Él está la vida. No está hablando de la vida terrenal que termina con la muerte. Él está hablando de la vida eterna. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36). “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). Para llegar a las moradas en la casa de nuestro Padre celestial, tenemos que estar en el camino correcto, el cual es Jesucristo. También tenemos que vivir en la verdad la cual es Jesucristo. Para recibir la vida eterna, es necesario vivir la vida cristiana tal cual el Señor nos lo ha revelado en Su Evangelio. La obediencia a Dios es un factor importante para llegar al reino de Dios. 4. Conclusión “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3). Esta es la razón por la cual a la iglesia del Señor Jesucristo, se le llama el pueblo de la esperanza. La iglesia del Señor sabe: 1) En quién ha creído. 2) Sabe que está en el camino correcto. 3) Que tiene la verdad, el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo 4) Porque sabe que el Evangelio es la verdad, lo cree, lo enseña, lo proclama y lo vive. No es extraño, entonces, que cuando el Apóstol Pedro habló a los príncipes de la nación de Israel, les dijera: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Volvemos nuevamente a hacernos la pregunta: ¿Cuál es el verdadero camino que nos conduce al reino de los cielos? Hemos visto que la ciencia es un falso camino para conducir al pecador al reino de Dios, por cuanto la ciencia no puede redimir. De igual manera la iglesia, la religión y las buenas obras. Todo esto carece de valor y poder para redimir y salvar nuestra alma. ¿Cuál es el verdadero camino? Jesucristo dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”. ¿Desea usted entrar en el reino de los cielos? Ponga su fe en Jesucristo. Confiese a Él sus pecados, acéptele en su corazón como su único Señor y Salvador. El verdadero camino nos conduce a la verdad; y la verdad nos conduce a la vida. En Jesucristo usted halla el camino, la verdad y la vida eterna. Que Dios le bendiga. YO SOY la Vid Verdadera “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:1-5). Cuando el Señor presentó esta metáfora, sabía que su auditorio entendía perfectamente de qué les estaba hablando. En Palestina abundaban los viñedos por todas partes. Así, pues, al hablar el Señor de la planta de la vid y de sus pámpanos, estaba hablando de algo que aún los niños que le escuchaban podían entender. Lo primero que debemos aclarar en nuestro leguaje latinoamericano es que la vid es la planta que produce la uva; y los pámpanos son las ramas. En el Antiguo Testamento los profetas habían hecho referencia a la nación de Israel, como la viña—la vid de Dios—El profeta Isaías hablando en forma figurada dice: “Ciertamente la viña de Jehová de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá planta deliciosa suya. Esperaba juicio, y he aquí vileza; justicia, y he aquí clamor” (Isaías 5:7). Jeremías, profetizando sobre la apostasía de Israel dice: “Te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella; ¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña? (Jeremías 2:21). A quién se está refiriendo el Señor cuando habló de los pámpanos que no dan fruto. 1) Se está refiriendo a los judíos, que como viña del Señor, no habían producido los frutos esperados por Dios. 2) Se refiere a los cristianos en la Iglesia que son semejantes a ramas verdes llenas de hojas, pero sin ningún fruto. 1. Unidad Espiritual. “Yo Soy la Vid Verdadera y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (Juan 15:1-2). Jesús señala claramente su íntima relación con los suyos. Él, como la raíz de la vid, es de donde procede toda la vida para lossuyos y de donde surge toda fecundidad. Jesús presenta la figura de la vid y los pámpanos, para enseñar a sus discípulos; y en el día de hoy, a usted y a mí, la importancia de la unidad espiritual que debe existir entre el Señor Jesucristo y su Iglesia. La unión que debe existir entre Él como maestro y nosotros como sus discípulos. Esta unión debe ser una unión tan perfecta y plena como la que existe entre la vid y las ramas. “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador”. Es evidente que para que exista una viña, es necesario que primero haya un labrador. Aquí, Jesús se nos presenta como la vid y su Padre como el labrador. Esto es, su Padre como el que plantó la vid, el que la cuida, y el que la riega. Dios no sólo nos creó para que fuéramos pueblo suyo, sino que al ver al hombre sumido en pecado, le dio la promesa de redención. Cumplido el tiempo, envió a su Hijo Jesucristo. “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Es así como el Padre celestial, en el pleno ejercicio de su soberanía conserva esta vid y dirige su desarrollo aquí en la tierra. 2. Poda Espiritual “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (Juan 15:2). En esta alegoría, el Señor Jesús nos presenta una trilogía perfecta. Dios el Padre es el labrador. El Señor Jesucristo representa la planta de la vid. Y nosotros, los creyentes en Cristo, somos las ramas. “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11-12). Hay dos cosas indispensables en la poda para preservar la vid: 1) Cortar las ramas estériles. 2) Cuidar y limpiar las ramas fructíferas. De la misma manera como en la vid hay dos clases de ramas: las estériles y las fructíferas, así también hay dos clases de cristianos en la Iglesia de Cristo. Los primeros vamos a llamarles cristianos carnales, como los cristianos de la Iglesia de Corinto a los cuales el Apóstol Pablo escribe diciendo: De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo... porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? ¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor” (1 Corintios 3:1, 3-5). Esta clase de cristianos están expuestos a ser cortados por el labrador, por ser ramas estériles que no dan fruto en la viña del Señor. Los segundos son los cristianos espirituales. Los que están unidos al Señor Jesucristo por amor sincero, demostrado en una entrega incondicional de dedicación y servicio a Él. Estos son como ramas que dan fruto al 30 y al 60 y al 100 por uno. La pregunta importante es: ¿En cuál de estas dos clases de cristianos nos encontramos usted y yo? ¿En el primer grupo de los pámpanos sin fruto, que a la hora de la poda serán cortados? O ¿en el segundo grupo, representados por los pámpanos que dan fruto, y a la hora de la poda serán limpiados y abonados “para que lleven más fruto?” Dice el Señor en Juan 15:3: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”. Palabras consoladoras que salen del corazón de Jesús para animar a sus discípulos. Está diciéndoles que ellos eran reconocidos por Él como ramas fructíferas. 3. Permanencia en Cristo “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Juan 15:4). “Permaneced en mí y yo en vosotros”. El Señor Jesús da por sentada la existencia de una relación íntima entre Él y sus verdaderos seguidores. El Apóstol Pablo, hablando acerca de esta experiencia que debe ser una realidad en la vida de cada cristiano, dice: “Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (Efesios 3:17a). La unión con Cristo es indispensable para ser útil en su servicio. La corriente de agua tiene que venir de la verdadera fuente, pues, de otra manera se secará. Es cierto que no todos los cristianos pueden llegar a tener ministerios fructíferos como Billy Graham, pero sí todos debemos trabajar para llevar fruto en la viña del Señor. Hay grados de unión con Cristo; y el fruto se aumenta a medida que la unión se hace más íntima. Cuando el Señor Jesucristo y usted lleguen a ser uno en pensamiento, en deseos y propósitos, abundarán frutos a la gloria de Dios y en proporción a su obediencia a Cristo, será la abundancia de sus frutos. Dicho de manera más clara, el estar en Cristo es la condición para que usted pueda llevar fruto más fruto y mucho fruto. Si el cristiano no permanece en Cristo, lo primero que le sucede es que no puede dar fruto. Segundo, será echado fuera y se secará porque ya no recibe vida de Cristo. “porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5b). Esta es la nueva relación con Cristo: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me elegiste vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Esto os mando: Que os améis unos a otros” (Juan 15:15-17). El Dr. Scofield nos presenta tres condiciones para el creyente que acepta al Señor Jesucristo como su Señor y Salvador, y pueda llevar fruto, más fruto, y mucho fruto: 1) Creerle a Dios – Obediencia 2) Permanecer en Cristo – Sumisión 3) Poner la vida bajo el Señorío de Dios - Humildad. Capítulo 2 Última Semana del Señor Jesús en Jerusalén La aldea de Betania está íntimamente ligada con la vida y ministerio del Señor Jesucristo. En las giras que el Señor Jesucristo hizo, con sus discípulos, predicando en Betania y sus alrededores, muchas veces se hospedó en casa de los hermanos Lázaro, Marta y María. En el capítulo once del Evangelio de Juan se nos narra la muerte de Lázaro en Betania y el milagro de la resurrección de Lázaro efectuado por el Señor Jesucristo. 1. El Señor Jesús es Ungido en Betania El capítulo doce del Evangelio de Juan comienza diciendo: “Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaba sentado a la mesa con él (Jesús). Entonces María tomó una libra de perfuma de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume” (Juan 12:1-3). 1) En Palestina se acostumbraba que cuando una persona importante era invitada a comer, al llegar a la casa, el anfitrión se acercaba a su huésped de honor, ponía su mano en el hombro y le daba el beso de la paz. 2) Como los caminos eran polvorientos, se le lavaba los pies con agua. 3) Finalmente, se derramaba unas gotas de perfume sobre su cabeza, y el invitado entraba a la casa. Según la narración que hallamos en el Evangelio de Lucas 7:36-48, el Señor Jesús es ungido en casa de un fariseo de nombre Simón. Mateo y Marcos lo identifican como Simón el leproso. En esta ocasión el Señor Jesús es ungido por una mujer a la cual tildan de mujer pecadora, mujer de vida licenciosa, que vivía en la ciudad. La segunda vez, el Señor es ungido en Betania en casa de Lázaro, Marta y María. Nos dice el relato que Marta servía la cena. Lázaro estaba sentado a la mesa con el Señor. Y María fue la que tomó el perfume y ungió al Señor. María, la hermana de Lázaro, en ningún momento nos es presentada en los evangelios como una mujer de vidalicenciosa. Por el contrario, se nos presenta como una mujer virtuosa, que siempre estuvo dispuesta a sentarse a los pies del Señor para oír la Palabra de Dios. En el relato que Juan nos presenta en el capítulo doce, María unge a Jesús porque Él es el huésped de honor en la cena. Ella lo hace en agradecimiento por haber vuelto a la vida a su hermano Lázaro. María nos enseña aquí una de las lecciones más importantes de lo que significa dar con liberalidad al Señor. El perfume que maría usó para ungir a Jesús fue valorado por uno de sus discípulos en $300.00 denarios. Según la parábola de la viña, el salario de un obrero estaba señalado en un denario al día. Si el perfume fue valorado en $300.00 denarios, equivalía a trescientos días de trabajo. María, al igual que la viuda, dio todo lo que tenía en ofrenda de amor, para ungir al Señor. Pero uno de los discípulos le reprochó a María este acto de amor. “Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella” (Juan 12:4-6). Judas se presenta como el abogado de los pobres. Censuró a María por haber usado un perfume de tanto valor para ungir al Señor. La Escritura nos dice que no lo dijo porque en verdad tuviera cuidado de los pobres, sino porque era ladrón. “Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis” (Juan 12:7-8). El Señor Jesucristo no está en contra de que se ayude a los pobres. Es uno de sus mandamientos: “Amar al prójimo como a nosotros mismos”. Lo que el Señor pretende es dejar bien claro que no se debe cambiar el orden en la escala de valores. Él nos enseñó que debemos dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Primero debemos amar a Dios con todo nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas y al prójimo como a nosotros mismos. Esto es un equivalente de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. De los cuatro Evangelios, sólo el Evangelio de Juan nos relata el ungimiento que María hizo en Betania, seis días antes de la pascua, cuando el Señor fue crucificado, donde muere como el Cordero de Dios para quitar el pecado del mundo. 2. La Entrada Triunfal en Jerusalén Cinco días antes de la crucifixión, el Señor Jesucristo hizo su entrada en la ciudad de Jerusalén, en medio de la aclamación del pueblo. 1) La entrada triunfal del Señor Jesucristo en Jerusalén, fue el cumplimiento de la profecía hecha por el profeta Zacarías 520 años antes del nacimiento de Cristo, cuando dice: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zacarías 9:9). 2) Nuestro Señor Jesucristo se había proclamado como el Mesías de Israel a través de sus enseñanzas, de sus señales, y de sus milagros. 3) Sabiendo el Señor que el monte Calvario era el lugar donde iba a consumar la redención del mundo. Donde Él vencería a Satanás Vencería la muerte, sacando la vida a la inmortalidad por el poder de la resurrección; afirmó su rostro para ir a Jerusalén. 4) A Jerusalén entró cabalgando sobre un asno entre las aclamaciones de júbilo de una inmensa multitud. Para el hombre de nuestro siglo veinte, el asno es un animal hasta cierto punto de muy poco valor. No así en Palestina, en los días de Jesús, era tenido en alta estima como animal noble. En el Oriente cuando un rey venía en misión de paz, entraba en la ciudad cabalgando en un asno. Cuando venía en son de guerra, entonces cabalgaba sobre un brioso corcel. El Señor Jesús hizo su entrada triunfal en la ciudad de Jerusalén cabalgando sobre un asno, porque así estaba escrito. Esto significaba que su entrada triunfal era una entrada de paz y no una declaración de guerra contra los romanos. La nación de Israel había esperado por largos años la llegada de su Mesías Rey. Según ellos, su Rey se sentaría en el trono de David. Se haría de numerosos ejércitos y los libertaría de la opresión del Imperio Romano. Cuando el pueblo, reunido en Jerusalén en la celebración de la Pascua, oye que Jesús, el profeta de Nazaret, viene hacia Jerusalén y que una gran multitud le sigue, creyeron que había llegado la hora cuando Jesús se iba a proclamar Rey. Entonces salen a recibirle con aclamaciones: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Le abren la puerta de la ciudad para que haga su entrada triunfal y se une a la multitud que viene cantando el himno, ¡Hosanna en las alturas! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Ciertamente, el pueblo de Israel le abrió las puertas de la ciudad para que hiciera su entrada triunfal. Pero no le abrieron la puerta de su corazón para que el Salvador del mundo hiciera su entrada triunfal en sus vidas. Le ofrecieron cánticos, ramos, palmas y mantos. Pero no su corazón. Razón por la cual, esta misma multitud que lo recibe con ¡hosannas! Tres días más tarde, ante Pilato está gritando: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! El cristianismo es algo más que ramos, ¡hosannas! templos, torres y campanas. El Evangelio es vida. Es Cristo morando en el corazón de los hombres y mujeres de buena voluntad. El Señor Jesucristo dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). Cuando el Apóstol Pablo escribe la Epístola a los Efesios nos dice: “Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (Efesios 3:17). La vida cristiana se hace realidad, cuando Cristo vive en nuestro corazón. El Señor Jesucristo, como Mesías de Israel, no vino para libertar a la nación de Israel del dominio de los romanos. Él vino para salvar al mundo de la esclavitud del pecado. Desde el huerto del Edén, Satanás había puesto a toda la raza humana bajo la esclavitud del pecado y la condenación de la muerte. Jesucristo vino para vencer al peor enemigo del hombre, al diablo y destruir la muerte. Esto fue lo que el Señor Jesucristo hizo, muriendo en la cruz del Calvario y sacando la vida a la inmortalidad por medio de la resurrección. 3. La Petición de los Griegos “Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús. Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:20-24). El pueblo pensó que Jesús estaba diciendo que había llegado la hora para proclamarse Rey. Pocas declaraciones como esta, hechas por el Señor Jesucristo, pueden haber sido más enigmáticas para sus oyentes. Comienza con una frase que todos esperaban: “Ha llegado la hora”, y termina con una serie de afirmaciones, hablándoles de su muerte en Jerusalén, que nadie imaginaba. ¿En qué consiste esta sorprendente paradoja que pronunciara el Señor Jesús? Jesús señala en esta verdad central, tres principios que son la médula de la fe cristiana. 1) Jesús ilustra la necesidad absoluta de su muerte, con una observación de lo que sucede en la naturaleza. Un grano de trigo debe primero ser enterrado. Debe morir como grano antes de poder producir una multitud de granos iguales a él. Cuando se siembra el trigo en la tierra y muere, nace una planta y luego viene la espiga y allí hay decenas de granos. Así también es la vida cristiana. Cuando el cristiano se entrega a Jesucristo de todo corazón y está dispuesto a morir por la fe en Cristo, él llevará frutos abundantes a la gloria de Dios. Suele suceder que el cristianollega a ser útil para Dios, sólo cuando abandona sus prioridades y deseos personales, y pone su vida bajo el señorío de Jesucristo. 2) El Señor Jesucristo nos está enseñando que sólo entregando la vida a Dios, la podemos multiplicar. El hombre que ama su vida está impulsado por el egoísmo y la búsqueda de la riqueza personal, y los placeres que el mundo ofrece, antes que servir a Dios y a su prójimo. Por lo tanto, está sentenciado a la muerte eterna. 3) El Señor Jesucristo también nos enseña, a través de esta sorprendente paradoja, que la grandeza sólo llega mediante el servicio a otros. Los hombres que el mundo recuerda con aprecio y con amor son aquellos que sus vidas fueron consumidas en amor a Dios sobre todas las cosas, y en el servicio al prójimo. Termina el Señor esta enseñanza diciendo: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará” (Juan 12:25). 4. Conclusión Para concluir el programa que el Señor Jesucristo se había trazado desarrollar en la última semana que pasaría en Jerusalén, antes de ir a la cruz a morir como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, el Señor Jesucristo presenta tres puntos importantes en su agenda: 1) El Señor muestra su autoridad como Maestro, sobre los escribas y fariseos. ¿Quiénes son los escribas y fariseos? Eran dos grupos de judíos. Los fariseos era un grupo muy riguroso con la Ley. Los saduceos eran opuestos a los fariseos. Eran de elevada aristocracia sacerdotal, influyentes y poseedores de las altas funciones públicas. Daban gran importancia a la tradición. En resumen estos dos grupos eran los más instruidos y se jactaban de saberlo todo. El Señor Jesús los llamó: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia” (Mateo 23:27). Los sepulcros blanqueados eran la élite intelectual (escribas y fariseos) a quienes no se podía cuestionar. En el día de hoy, también existe este grupo de Teólogos intelectuales quienes creen saberlo todo. Pero niegan los absolutos de Dios. 2) Sin vacilación alguna, el Señor Jesús afirma que Él era el Mesías de Israel, el que los profetas, desde Moisés hasta Malaquías, habían presentado a la nación, como el Cordero de Dios. Como su Mesías Rey. 3) Afirmó ante Pilato, y los escribas y fariseos, que su reino no era de este mundo. Su reino estaba en los cielos donde Él iría pronto a reinar con los suyos. “Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca. Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Así que, desde aquel día acordaron matarle” (Juan 11:47-53). Jesús reclamaba la autoridad que Él se merecía a través de sus enseñanzas y de sus hechos. Él no era un simple hombre. Él era Dios hecho Hombre. El Salvador del mundo. El Señor deja en claro que no estaba reclamando el trono del pueblo de Israel, sino el trono en el corazón de los hombres y mujeres de buena voluntad. Capítulo 3 La Obra Del Espíritu Santo “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros” (Juan 14:15-17). Al tratar el tema de la persona del Espíritu Santo, tenemos que reconocer, con toda humildad, que estamos frente a un tema sublime, sagrado y profundo. Ningún maestro podrá entender o explicar completamente la existencia del Espíritu Santo, sus perfecciones y su obra en la vida del creyente en Jesucristo. Personalmente podemos experimentar su poder transformador y ser testigos de su obra en otras vidas, pero, ni aún sabemos cómo trabaja el Espíritu Santo en nuestra vida. Por tanto, toda enseñanza sobre la persona y obra del Espíritu Santo, está restringida por los límites de la comprensión de nuestro conocimiento y sabiduría humana. Comenzaré este estudio formulando la siguiente pregunta: 1. La Persona del Espíritu Santo Comenzaré formulando la siguiente pregunta: ¿Es el Espíritu Santo una persona? Hay muchos que creen que el Espíritu Santo no es una persona, sino una fuerza, algo así como el viento; o la fuerza que genera la energía eléctrica. ¿Qué es lo que hace diferente al hombre de los animales? El hombre fue hecho a la imagen de Dios: d) Tiene intelecto. Por lo cual puede pensar. e) Tiene sentimiento. Esa facultad por medio de la cual siente alegría o tristeza, puede reír, llorar. f) Tiene voluntad propia. Por lo tanto, puede tomar decisiones. Si la facultad de pensar, sentir y tener voluntad propia, es lo que distingue al hombre de los animales y le da el calificativo de ser una persona, veamos si el Espíritu Santo tiene estas tres características, o atributos. 1) El Espíritu Santo Piensa. Si el Espíritu Santo es simplemente una fuerza como el viento o la energía eléctrica, no tiene intelecto o sea no puede pensar. Leamos lo que nos dice el Libro de los Hechos. “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado... Ellos entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre” (Hechos 13:2, 4). En este pasaje encontramos al Espíritu Santo hablando a los apóstoles: Apartadme a Bernabé y a Saulo para predicar el Evangelio entre los gentiles. El hablar, apartar, señalar una tarea, y enviar son funciones de una persona y no de una fuerza como el viento, o la electricidad. 2) El Espíritu Santo Tiene Sentimientos. “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados ara el día de la redención” (Efesios 4:30). La palabra contristar es sinónimo de entristecer. Una fuerza como el viento o la energía eléctrica, no se contrista o se entristece por faltas cometidas por los hombres. Solamente a una persona se le ofende y se le puede entristecer con una mala acción. “Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? Y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios” (Hechos 5:3-4). A una fuerza como el viento o la energía eléctrica no se le puede mentir. Se miente ante una persona. Este es el pecado de Ananías, que le mintió al Espíritu Santo. El texto termina diciendo, que Ananías no mintió a los hombres, sino a Dios. Esto nos lleva a una conclusión mucho más sublime y profunda, el Espíritu Santo no solo es una persona, Él es Dios. Así nos lo enseña la Palabra de Dios. 3) El Espíritu Santo Tiene Voluntad Propia “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hechos 20:28). La palabra “obispos” que aparece en este versículo es sinónimo de pastores. Hallamos al Espíritu Santo como el que asigna los pastores en la iglesia del Señor. Esta es función de un ser que piensa, tiene voluntad propia y por lo tanto, puede tomar decisiones. Hay muchas otras citas en la Biblia donde hallamos que el Espíritu Santo, al igual que el Hijo y el Padre, gozan de los atributos de
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