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JESÚS EN LAS OFRENDAS LEVÍTICAS y otros Temas importantes EDER CASTILLO Derechos reservados © 2023 Eder Castillo. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida por cualquier medio, gráfico, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabación o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información sin el permiso por escrito del editor excepto en el caso de citas breves en artículos y reseñas críticas. WestBow Press A Division of Thomas Nelson & Zondervan 1663 Liberty Drive Bloomington, IN 47403 www.westbowpress.com 844-714-3454 Debido a la naturaleza dinámica de Internet, cualquier dirección web o enlace contenido en este libro puede haber cambiado desde su publicación y puede que ya no sea válido. Las opiniones expresadas en esta obra son http://www.westbowpress.com exclusivamente del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor quien, por este medio, renuncia a cualquier responsabilidad sobre ellas. ISBN: 978-1-6642-8871-3 (tapa blanda) ISBN: 978-1-6642-8873-7 (tapa dura) ISBN: 978-1-6642-8872-0 (libro electrónico) Library of Congress Control Number: 2023900357 Las personas que aparecen en las imágenes de archivo proporcionadas por Getty Images son modelos. Este tipo de imágenes se utilizan únicamente con fines ilustrativos. Ciertas imágenes de archivo © Getty Images. Sino marcado del contrario, todo el texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina- Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960™ es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia. Escrituras indicada con LBLA son tomadas de La Biblia de las Américas® (LBLA®), Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usadas con permiso. Las citas bíblicas marcadas como VM están tomadas de La Biblia Versión Moderna. Usado por permiso de la Sociedad Bíblica Americana. Las citas bíblicas marcadas JND se toman de la BIBLIA DARBY, publicada en 1867, 1872, 1884, 1890; dominio publico. Fecha de revisión de WestBow Press: 01/11/2023 CONTENTS Introduccion Capitulo 1: Jesus En El Holocausto Capitulo 2: Jesus En La Ofrenda Vegetal Capitulo 3: Jesus En La Ofrenda De La Paz. Capitulo 4: Jesus En La Ofrenda Por La Culpa Capitulo 5: Jesús En La Ofrenda Por El Pecado Capitulo 6: El Misterio De La Vaca Roja Capitulo 7: El Sacerdocio Según La Orden De Melquisedec Capitulo 8: El Olivo Frondoso Develado A Pablo Capitulo 9: ¿Quien Es El Angel De Jehova? Capitulo 10: ¿Quienes Son Las Ovejas Perdidas De La Casa De Israel? Capitulo 11: ¿Quien Es El Hijo Prodigo? Capitulo 12: Fariseos Y Saduceos Ayer Y Hoy Bibliografía INTRODUCCION Esta investigación nos transportará a una gran aventura de experiencia con la Persona de Jesucristo, ya que el entender la forma en que los israelitas se acercaban a Dios por medio de las diferentes ofrendas nos ayudará hoy a entender como Jesús cumplió con cada una de esas ofrendas que se ofrecían en el Antiguo Testamento. Esta introducción a las ofrendas levíticas nos enseñara a valorar lo que Jesús hizo al cumplir con cada una de las ofrendas en su padecimiento, al ser llevado fuera de Jerusalén para su muerte de Cruz, al morir como el cordero pascual y resucitar con cuerpo glorificado. Esta investigación nos introduce a reflexionar acerca de la persona de Jesús como la ofrenda que Dios escogió para que cada creyente de Jesús pueda disfrutar del perdón de pecados, de la paz que nos lleva a tener comunión nuevamente con el Padre, de la justificación que se nos otorga por medio de su sacrificio expiatorio y de la limpieza de nuestra conciencia que Jesús efectúa en cada creyente. CAPITULO 1 JESUS EN EL HOLOCAUSTO Levítico 1, Levítico 6: 8 al 13. Mi intención es ocuparme de un modo sencillo, tal como el Señor pueda ayudarme, de algunas de las ofrendas mencionadas en el Libro de Levítico, porque ellas exponen de una manera especial a la Persona y obra de nuestro Señor Jesucristo, y podemos añadir también, las bendiciones que han llegado a ser nuestras por medio de lo que Él ha hecho. Leamos, por tanto, los versículos en Levítico 1 completo, y “la ley del holocausto” en Levítico 6: 8 al 13. ⁸ habló aún Jehová a Moisés, diciendo: manda a Aarón y a sus hijos, y diles: Esta es la ley del holocausto: el holocausto estará sobre el fuego encendido sobre el altar toda la noche, hasta la mañana; el fuego del altar arderá en él. ¹ Y el sacerdote se pondrá su vestidura de lino, y vestirá calzoncillos de lino sobre su cuerpo; y cuando el fuego hubiere consumido el holocausto, apartará él las cenizas de sobre el altar, y las pondrá junto al altar. ¹¹ después se quitará sus vestiduras y se pondrá otras ropas, y sacará las cenizas fuera del campamento a un lugar limpio. ¹² Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana, y acomodará el holocausto sobre l, y quemará sobre él las grosuras de los sacrificios de paz. ¹³ el fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará. Probablemente todos los que están aquí presentes son conscientes de que las ofrendas que son traídas ante nosotros en el Libro de Levítico son, tal como yo he insinuado, tipos o imágenes presentadas por el Espíritu Santo de la Persona y obra del Señor Jesucristo, y también de qué resultados redundan para nosotros por medio de esa obra, gracias a Dios. Pero alguien podría decir, «¿Está usted seguro que en realidad son tipos? ¿O está solamente en la imaginación del hombre que ellos son eso?» Al responder esta interrogante nosotros acudiremos al Nuevo Testamento, donde aprenderemos de las palabras del propio Señor Jesucristo, así como de las inspiradas palabras de un apóstol, que las ofrendas del Antiguo Testamento son en realidad tipos del Salvador y Su obra. En primer lugar, leeremos un pasaje en Lucas 24. El Señor Jesús, hablando a aquellos dos que iban a Emaús, dijo: “¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera todas estas cosas y entrara en su gloria? Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras.” (Lucas 24: 25 al 27 – LBLA). La expresión “ comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas”, comprende en realidad la totalidad del Antiguo Testamento. “Comenzando por Moisés”, es decir, los cinco libros de Moisés Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio y después “por todos los profetas”, “les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras, es decir, Las Escrituras del Antiguo Testamento).” ¿Han leído ustedes alguna vez el Libro de Levítico y aprendido de él lo que del Señor Jesús dice? ¿O han hecho ustedes lo que muchos del pueblo del Señor hacen hasta este día? Ellos comienzan a leer la Biblia, pero cuando llegan a Levítico, lo pasan por alto. Ellos no lo leen en absoluto, porque piensan que es solamente un libro de formas y ceremonias judías un ritual que no tiene absolutamente nada que ver con cristianos. Pero nosotros aprendemos de este pasaje en Lucas que el Señor explicó a esos dos viajeros “en todas las Escrituras lo que de Él decían. Un poco más abajo en este capítulo de Lucas leemos, “Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.” (Lucas 24:44). “La ley de Moisés” no significa meramente los diez mandamientos, sino los cinco primeros libros de la Biblia. “Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día.” (Lucas 24: 45 y 46). ¡Oh, que maravillosa exposición debió haber sido esa! Fue a partir de las Escrituras del Antiguo Testamento la leyde Moisés, los profetas y los Salmos que Él les explicó lo que de Él decían. Cuán maravilloso llega ser, entonces, este libro de Levítico para nuestros ojos cuando encontramos que, en lugar de ser solamente algún ritual judío, nosotros tenemos cosas preciosas en él concernientes al propio Señor Jesús. Y cuando encontramos que cada una de estas ofrendas nos presenta un retrato del Señor Jesús, sea en Su Persona o en Su obra, ¡cuán interesante ello llega a ser! Es realmente muy misericordioso por parte de Dios enseñarnos de esta forma, por medio de tipos o retratos, porque nuestras pobres y estrechas mentes no podrían aprender de inmediato la gloria de la Persona del Señor Jesús, o el valor de Su obra. Por consiguiente, Dios presenta estos tipos para que podamos, por así decirlo, considerar un aspecto de la Persona u obra del Señor Jesús a la vez. Entonces, habiendo considerado un tipo, nos volvemos a otro, lo que nos presenta un aspecto diferente. Así, reuniéndolos todos, nuestros corazones se llenan de asombro, adoración y alabanza, mientras aprendemos, de una forma en que no podríamos haber aprendido por otra parte, cuál es la gloria de Su Persona y cuál el valor de Su obra. Nosotros encontramos en este Libro de Levítico que hubo cuatro ofrendas principales. El primer capítulo presenta el holocausto; el segundo capítulo, la oblación u ofrenda vegetal, el tercer capítulo, el sacrificio de paz; y el cuarto capítulo, la ofrenda por el pecado. Cuatro ofrendas son traídas ante nosotros por el Espíritu Santo con el fin de aclarar a nuestras mentes cuatro diferentes aspectos de la Persona y obra del Señor Jesucristo, tal como en el Nuevo Testamento el Espíritu Santo nos ha presentado, en los cuatro Evangelios, cuatro diferentes aspectos de la Persona del Señor. Ahora bien, si ustedes van a hebreos 10, encontrarán mencionadas estas cuatro ofrendas: “Por lo cual cuando entra en el mundo, dice: Sacrificio y ofrenda, no los quisiste; empero un cuerpo me has preparado: en holocaustos y ofrendas por el pecado no te complaciste” (hebreos 10: 5 y 6 VM). “Sacrificio y ofrenda”, en el versículo 5, responderían al sacrificio de paz y a la oblación u ofrenda vegetal, y en el versículo 6 tenemos “ holocaustos y ofrendas por el pecado.” De modo que nosotros encontramos todas estas cuatro ofrendas mencionadas. Luego en hebreos 10:7 el Señor Jesús es visto viniendo a cumplir la voluntad de Dios. Es muy evidente, a partir de estos versículos, que las ofrendas son tipos de Aquel que dijo, “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, es decir, del Señor Jesús. Otra Escritura que puede ser mencionada está en hebreos 9: “Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto; pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo; dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie.” (hebreos 9: 6 al 8). Entonces; mediante Aarón entrando sólo una vez al año en el lugar santísimo, el Espíritu Santo quiere decir algo. De hecho, el acto era típico; todo el ritual lo era. Nosotros encontramos realmente, de la lectura de hebreos 9:23, que el tabernáculo y las cosas que estaban en él fueron llamados “representaciones de las cosas en los cielos” (hebreos 9:23 LBLA). Hasta ahora hemos visto lo suficiente del Nuevo Testamento para mostrarnos claramente que todas estas ofrendas son realmente tipos del Señor Jesús mismo presentados a nosotros por el Espíritu Santo. Regresaremos por tanto a nuestro tema. Es muy útil conectar el final de Éxodo con el comienzo de Levítico. Esto no se lleva a cabo a menudo, pero yo creo que podemos sufrir pérdida no haciéndolo, y es la razón por la cual yo leo esos versículos finales. En ellos encontramos esta expresión dos veces: “la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. (Éxodo 40: 34 y 35). Moisés no se atrevió a entrar debido a la gloria que estaba allí. Leamos ahora Levítico 1:1: “Llamó Jehová a Moisés, y habló con él desde el tabernáculo de reunión, diciendo … “Fue desde el interior del tabernáculo que Jehová habló. Él no habló desde el monte Sinaí, donde Él dio la ley. No. La gloria de Jehová llenó el tabernáculo, y de esa gloria Él habló a Moisés y dijo, “Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguno de entre vosotros ofrece ofrenda a Jehová … “ Él divulgó todas esas instrucciones, no acerca de guardar la ley, sino acerca de las ofrendas. ¿No es eso significativo? En primer lugar, nosotros encontramos la gloria llenando el tabernáculo, y luego a Dios hablando desde esa gloria en cuanto a la manera en que un pecador, como usted y yo, podía ser hecho apto para morar toda la eternidad en esa gloria. ¡Cuán sencillamente, cuán hermosamente, ello es sacado a luz en este capítulo! El holocausto está primero, porque muestra de qué manera un pecador por naturaleza puede ser aceptado delante de un Dios santo en el terreno de la ofrenda. Pues bien, ¿de qué habla este holocausto? Usted dice, “de la obra de Cristo.” Pero ¿qué aspecto de la obra de Cristo? Bueno, la ofrenda por el pecado, que es la última en el orden, habla por sí misma. Eso es un tipo de Cristo llevando nuestros pecados, lo que hemos hecho, quitándolos para siempre. Pero ¿qué es el holocausto? El holocausto es aquello que tipifica a Cristo viniendo a hacer la voluntad de Dios, a toda costa para Él, a pesar de todo ese padecimiento y agonía terribles de la cruz. Él vino a cumplir la voluntad de Dios y a glorificarle a Él en la muerte. Gracias a Dios, fue por nosotros también. La voluntad de Dios fue nuestra salvación, así el Señor Jesús, al venir a cumplir la voluntad de Dios, vino también a consumar nuestra salvación. Supongan que yo planteara esta pregunta al pueblo del Señor de manera general: «¿Cuál piensan ustedes que fue el primer objetivo del Señor Jesús al venir a este mundo?» ¿Qué respuesta piensan ustedes que ellos darían? Nueve de diez dirían que el primer objetivo fue a salvar pecadores, obviamente. Sin embargo, ese no fue el primer objetivo. Ello fue un objetivo. Pero ¿cuál fue el primer objetivo del Señor al venir a este mundo? ¿Acaso no hemos leído recién de hebreos 10? “Por lo cual cuando entra en el mundo, dice: Sacrificio y ofrenda, no los quisiste; empero un cuerpo me has preparado: en holocaustos y ofrendas por el pecado no te complaciste: entonces dije: He aquí yo vengo … para hacer, oh Dios, tu voluntad.” (hebreos 10: 5 al 7). El primer objetivo que el Señor Jesús tuvo al venir a este mundo fue cumplir la voluntad de Dios y glorificarle. ¿Y cuándo fue esta obediencia perfecta a la voluntad de Dios más perfectamente expresada que cuando Él por nosotros fue hecho pecado en la cruz? ¿Cuándo descendió Él a la muerte para hacer la voluntad de Dios, y eso por nosotros? Fue cuando Él tomó nuestros pecados sobre Él y fue hecho pecado que Dios adquirió Su más elevada y mayor gloria (Juan 13: 31 al 32). Es muy importante entender eso. Por consiguiente, El holocausto viene, de manera muy natural, en primer lugar, porque representa a Cristo, no tanto como tomando nuestros pecados, sino como ofreciéndose Él mismo sin mancha a Dios, para cumplir la voluntad de Dios y glorificarle, y eso en muerte. Si ustedes acuden a Efesios 5:2 encontrarán que hay dos aspectos de la obra de Cristo presentados a nosotros en un versículo: “andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros”; ese es nuestro aspecto: “ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”; ese es el otro aspecto, y ese es el aspecto que es presentado en el holocausto ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma. Yo estoy seguro de que nosotros perdemos mucho en nuestras almas por no considerar ese aspecto del sacrificio de Cristo lo que es para Dios, y no meramente lo que es para nosotros. Nosotros obtenemos unapaz mucho más profunda considerándolo de ese modo. Nos beneficiamos inmensamente mediante ello. Permítanme preguntarles, ¿Han contemplado ustedes alguna vez ese aspecto de la muerte del Señor Jesús? Yo confío que todo el que está aquí puede decir desde el corazón, «El Señor Jesús murió por mí; en el amor de Su corazón Él se entregó por mí.» ¡Hecho maravilloso y bienaventurado! Nosotros jamás lo olvidaremos a través de toda la eternidad. Pero permítanme preguntarles, ¿Han pensado ustedes de manera insistente en lo que esa obra de Cristo fue para Dios? ¿Han considerado ustedes alguna vez cuales fueron los pensamientos de Dios con respecto a Aquel bendito cuando Él se ofreció así sin mancha? Regresando a Levítico 1 leemos: “Si fuere su oblación holocausto tomado de la vacada, presentará a este efecto un macho sin tacha: a la entrada del Tabernáculo de Reunión lo presentará; para que sea acepto en favor suyo (esta es la lectura correcta) delante de Jehová.” (Levítico 1:3 – VM). Presten atención: el animal no es inmolado aún. Es traído, o presentado en primer lugar, sin defecto, para la aceptación del oferente delante de Jehová. Un animal imperfecto no podía ser aceptado. Vayan solamente a un pasaje en Levítico 22. “Habla a Aarón y a sus hijos, y a todos los hijos de Israel y diles: Cualquier hombre de la casa de Israel, o de los extranjeros residentes en Israel, que quisiere presentar su oblación, por cualquier voto suyo, o por cualquiera ofrenda voluntaria suya, de las que suelen presentar a Jehová como holocausto, a fin de que sea acepto por vosotros”, (o “para que vosotros podáis ser aceptados”, véase la ‘Version revisada’ en Inglés), “habrá de ser macho sin tacha, ora sea de la vacada, ora de las ovejas o de las cabras. No podréis presentar ninguna cosa que tuviere defecto; porque no será acepto de vosotros. Asimismo, en cuanto a cualquier hombre que quisiere presentar sacrificio de paces a Jehová, por cumplir un voto o por ofrenda voluntaria, ya sea de la vacada ya del rebaño, ha de ser perfecto para que sea acepto; ningún defecto ha de haber en él.” (Levítico 22: 18 al 21 VM). En primer lugar, la ofrenda tenía que ser perfecta para ser aceptada. Si hubiese habido una sola mancha, una sola imperfección, en ese becerro, no podía haber sido aceptado, y si el becerro no había sido aceptado, el oferente no habría sido aceptado, porque el animal era ofrecido para que él fuese aceptado. ¿A qué señala esto? A la Persona santa del Señor Jesús, nacido en este mundo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, Aquel que no estimó el ser igual a Dios (Filipenses 2) como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, viniendo a este mundo, no como un hombre adulto como Adán, sino como un niño recién nacido, y pasando después a través de este mundo como Uno santo, inmaculado y ofreciéndose sin mancha a Dios. La totalidad de esa vida bienaventurada, inmaculada (sobre lo cual no me detengo ahora, porque ello está tipificado en la oblación u ofrenda vegetal), la totalidad de esa vida, toda palabra que Él habló, toda acción que Él llevó a cabo, ascendió a Dios como fragante aroma. Y encontramos después que Él fue a la muerte. La obediencia que Le caracterizó en Su vida sólo fue perfeccionada, por así decirlo, en Su muerte. O, tal como leemos en Filipenses 2, Él fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Nosotros conocemos los pensamientos de Dios acerca de Aquel bendito. Los cielos fueron abiertos dos veces, y la voz del Padre fue oída, “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”, o, “en quien hallo mi delicia” (JND). Todo pensamiento de Su corazón fue para Dios un fragante aroma. Vino después la hora terrible en el huerto de Getsemaní, cuando fue traído ante el Señor Jesús todo aquello a través de lo cual Él tendría que pasar si Él persistía en esa bienaventurada senda de obediencia por lo que Él tendría que pasar si Él llevaba a cabo la voluntad de Dios perfectamente. Todo fue traído de tal manera ante Él que el Señor dijo, “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.” (Mateo 26:39). Así que Él va a la cruz en obediencia perfecta y bienaventurada y Él mismo se ofrece como una víctima voluntaria, para cumplir la voluntad de Dios. Yo no les pregunto, amados amigos, cuál es el pensamiento que ustedes albergan acerca de este hecho maravilloso, ese hecho de obediencia y consagración bienaventuradas a la gloria del Padre, sino, ¿han considerado ustedes alguna vez cuál es el pensamiento de Dios acerca de Aquel bendito y Su obediencia hasta la muerte? Si el Padre pudo decir acerca de Él durante Su vida aquí, “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”, cuánto más ahora que Él ha ido a la muerte misma, por obediencia y amor al Padre. En Juan 14:31 nosotros encontramos dos cosas, Su amor y Su obediencia al Padre, ambas cosas mostradas al ir Él a la muerte. “Más para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos de aquí.” Él se levantó de la cena para ir a la cruz. Suponiendo que un amigo al cual amamos mucho pasara a través de gran tribulación y padecimiento para hacer algo que nosotros deseásemos que sea hecho, ¿no deberíamos apreciar su consagración a nosotros? Piensen entonces en el Señor Jesucristo, a todo costo para Él mismo, a expensas de esa horrible agonía de la cruz, en obediencia perfecta viniendo a hacer la voluntad de Dios; como Él dijo, “ Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.” (Juan 4:34). El Padre tuvo siempre Su complacencia en Él. Pero Él iba ahora a poner Su vida en amor y obediencia al Padre y dice; “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.” (Juan 10:17). ¡Por eso! ¿Acaso el Padre no amó siempre al Hijo? No obstante, Él dice, “ Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida.” Hubo una causa nueva, un motivo nuevo, por así decirlo, para que el amor del Padre fluya hacia el Hijo; y cuando en la cruz el Señor fue hecho pecado, Él nunca fue más el Objeto del deleite del Padre de manera personal. El haber sido Él hecho pecado fue la perfección de Su obediencia. Él fue a la muerte por obediencia a Dios. Él fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Oh, amados amigos, ¿qué piensa Dios acerca de eso? Ello está expresado en nuestro capítulo en estas palabras: “Y lavará con agua los intestinos y las piernas,” (es decir, el sacrificio era hecho limpio para mostrar lo que Cristo era por naturaleza perfecto, puro, santo) “y el sacerdote hará arder todo sobre el altar; holocausto es, ofrenda encendida de olor grato para Jehová.”(Levítico 1:9). “Ofrenda encendida de olor grato para Jehová.” ¿Qué idea comunican esas palabras a nuestras mentes? ¿Acaso no es un olor grato algo en lo cual nosotros nos complacemos, algo que es agradable a nosotros? Estas son las palabras que el Espíritu Santo usa para darnos a conocer los pensamientos de Dios acerca de Aquel bendito y Su sacrificio. “Ofrenda encendida de olor grato para Jehová.” ¿Qué significa “fuego” en la Escritura? Fuego significa generalmente el juicio probatorio de Dios. Fuego y olor grato van juntos. Consideren a Aquel bendito en la cruz. Cuando Él estuvo allí, todas las ondas y las olas del juicio de Dios pasaron sobre Su cabeza. Cuando Él, el que no conoció pecado, por nosotros fue hecho pecado; cuando Él estuvo allí, cargando con todo el peso de nuestro juicio, en Su gracia infinita, ¿qué salió a luz? Nada más que perfección infinita, nada más que un olor grato para Dios, nada más que aquello en lo que Dios encontró infinita complacencia. Probado hasta lo sumo, y mientras más probado más olor grato salió. Mientras más nosotros somos probados, más salen a relucir nuestras imperfecciones. Mientras más fue Él probado, más salieron a relucir Sus perfecciones más olor grato salió delante de Dios. ¡Cuán bienaventurado es mirar hacia atrás y ver al Señor Jesús por nosotros hecho pecado, y no obstante el olor grato de lo que Él era subiendo a Dios! En aquel olor gratonosotros nos encontramos aceptados, tal como veremos más adelante. Hasta este momento nosotros hemos estado pensando en lo que Cristo es para Dios; y si preguntamos, «¿Qué piensa Dios acerca del sacrificio maravilloso del Señor Jesús? ¿Qué piensa Él acerca de Aquel bendito que fue a la cruz para consumar Su gloria a todo costo para Él mismo?» El tema es tan grande que nosotros no podemos conocerlo jamás en su plenitud. Pero el Espíritu Santo lo ha expresado para nosotros en estas palabras: “Ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.” (Efesios 5:2). Ahora bien, ¿cuál es nuestra parte en el holocausto? ¿Dónde entramos nosotros? Ha sido dicho verdaderamente que el holocausto era todo para Dios; los sacerdotes tenían que hacer arder “todo sobre el altar.” Pero debemos recordar que se habla de expiación, se habla de derramamiento de sangre; y Levítico 1:4 dice. “Luego pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto; y será acepto en favor suyo, para hacer expiación por él”. Esa es nuestra parte nuestra obtención del beneficio del mismo, por así decirlo. Es el holocausto lo que nos dice de qué manera Cristo “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero.” (1ª Pedro 2:24). Eso se relaciona con lo que nosotros hemos hecho. El holocausto trata más con la cuestión de lo que nosotros somos de nuestro estado delante de Dios como pecadores, como en Romanos 5:19: “por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores” lo que nosotros somos por naturaleza. Esa es realmente la cuestión a resolver, y de qué manera un pecador por naturaleza puede ser aceptado delante de un Dios santo. Esa es una dificultad para miles del pueblo de Dios. Muchos dicen, «Yo no tengo ninguna dificultad acerca de mis pecados; yo sé que el Señor los llevó todos. No obstante, yo no puedo decir que tengo paz estable delante de Dios.» ¿Cómo es eso? Usted dice, «Yo veo que mis pecados están perdonados, pero siento que no alcanzo lo que yo debiese ser como cristiano, Me parece tener tan poco amor por el Señor y por Su Palabra.» El holocausto representa aquello que responde plenamente esta pregunta, porque trata más con nuestro estado por naturaleza, y de qué manera nosotros somos aceptados delante de Dios. Esta no es la primera vez que leemos acerca de un holocausto en la Escritura. El sacrificio de Abel llevó el carácter de un holocausto; y mediante él Abel alcanzó el testimonio de que él, un pecador por naturaleza era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; es decir, dando testimonio del valor del sacrificio. (hebreos 11:4). Noé ofreció también un holocausto después del diluvio. Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: “No volveré más a maldecir la tierra” aunque “el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud.” (Génesis 8:21). Además, Job ofreció holocaustos por sus hijos. “Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones.” (Job 1:5). Ustedes observarán que Levítico 1:4 dice, “Pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto.” La acción significa que el oferente era identificado con todo el valor del sacrificio. En otras palabras, si Dios aceptaba el sacrificio, Él aceptaba a aquel que venía con él. Si Dios encontraba en el sacrificio olor fragante, y hallaba complacencia en él, Él encontraba la misma complacencia en aquel que venía con él. El oferente era identificado plenamente con el valor del sacrificio delante de Dios. Tal como leemos, “y será aceptado”, en lugar de él. ¡Oh, cuán sencillo y bienaventurado es eso! El sacrificio de Cristo aceptado por Dios por nosotros, conforme a todo el valor que Él le confiere Cristo aceptado en lugar de nosotros. En vez de estar delante de Dios con nuestros pecados y nuestro aborrecimiento hacia Él, en lugar de nuestra desobediencia y falta de consagración, nosotros somos aceptados conforme a todo el valor de esa obra en la cruz, donde todos nuestros pecados fueron expiados, y donde la obediencia, la consagración de Cristo y Su amor al Padre fueron manifestados plenamente. “Será aceptado para expiación suya. (Levítico 1:4). Con independencia de lo que el oferente era, fuese él consagrado o no; cualesquiera que fuesen sus sentimientos, sus experiencias, o sus pensamientos en cuanto al valor del sacrificio todo esto no tenía nada que ver con su aceptación. Se trataba sólo de cuál era el valor de la ofrenda a la vista de Dios. El oferente podía haber dicho, «Si Dios acepta el sacrificio, yo soy aceptado; si Él rechaza el sacrificio, yo soy rechazado también. Si Dios encuentra complacencia en el sacrificio que traigo, Él encuentra complacencia en mí también.» ¡Cuán sencillo es cuando aplicamos eso a nuestro caso! En otras palabras, es Cristo y Su obra aceptados por Dios en mi lugar. De eso se trata realmente. Gracias a Dios, si una vez hemos venido como pecadores perdidos, y hemos tomado nuestro verdadero lugar delante de Él, nosotros nos encontramos aceptados, a pesar de todo lo que somos nuestra indignidad, nuestra falta de consagración, y nuestro aborrecimiento y rebelión contra Dios; aceptados en el terreno de lo que Cristo fue para Dios cuando Él mismo se ofreció como un sacrificio voluntario cuando Él, que no conoció pecado, por nosotros fue hecho pecado. (2ª Corintios 5:21). ¿Acaso eso no lo deja claro? Yo estoy cierto de que nosotros perdemos mucho por no pensar con insistencia en lo que esa obra fue para Dios. Nosotros debemos recordar que estas cosas presentan sólo diferentes aspectos de la misma obra. Fue cuando el Señor por nosotros fue hecho pecado, cargando con nuestro juicio, que el fragante aroma de Su sacrificio subió a Dios. ¿Ha cambiado el valor de ese sacrificio delante de Dios? Gracias a Dios, no ha cambiado. El valor de aquel sacrificio es tan nuevo delante de Dios como el del día en el cual fue ofrecido. Consideraremos solamente “la ley del holocausto” en Levítico 6 antes de finalizar. “Manda a Aarón y a sus hijos, y diles: Esta es la ley del holocausto: el holocausto estará sobre el fuego encendido sobre el altar (presten atención a la siguiente expresión) toda la noche, hasta la mañana; el fuego del altar arderá en él.” (Levítico 6:9). ¡Esta es una expresión tan hermosa! Permanecía quemándose “toda la noche, hasta la mañana.” En las tinieblas de la noche, cuando Israel dormía, o quizás estaban murmurando en sus tiendas; en medio de las tinieblas estaba el olor grato subiendo delante de Dios. ¿Acaso no es ahora la noche? “La noche está avanzada, y se acerca el día.” (Romanos 13:12). ¿Acaso no es de noche durante la ausencia del Señor Jesús, hasta que Él venga como la estrella resplandeciente de la mañana? Es bienaventurado pensar que, durante la larga y oscura noche, cuando la ruina de la iglesia profesante está llegando a ser cada vez más evidente, y en medio de todo el fracaso del pueblo de Dios por todas partes, el olor fragante del sacrificio, cuando el propio Cristo se ofreció, es tan nuevo delante de Dios como en aquel momento cuando fue ofrecido. ¿Acaso no podemos aplicarlo también de manera personal? Sí. Si nos alejamos del Señor en corazón, y volvemos a deslizarnos en el mundo, y en las cosas del mundo separándonos del Señor ¿es nuestra aceptación delante de Dios cambiada? No; porque el olor fragante del sacrificio de Cristo delante de Dios es tan nuevo como siempre, y en eso nosotros somos aceptados. ¿Es alterado ese olor fragante alguna vez? Jamás. Por lo tanto, la aceptación del creyente nunca sufre alteración. Nuestra apreciación de ello puede alterarse; ¡lamentablemente! sufre alteración. Tal como cantamos a menudo. “Mi amor es a menudo bajo, Mi gozo decae y fluye aún, Pero la paz con Él permanece la misma: Jehová no conoce variación.” [¹] Hay otro asunto bienaventurado sacado a relucir en Levítico 6, y ese es, la eficacia y el valor eternos de la obra de Cristo. “El fuego ha de arder perpetuamente sobre el altar; nunca se apagará. “ (Levítico 6:13). Nunca se apagará. ¿Qué implica eso? Cuando nosotros habremos estadoen la gloria de Dios por edades innumerables, estaremos allí en el mismo terreno que aquel sobre el cual somos aceptados ahora, a saber, el valor de la obra de Cristo delante de Dios. Cuando Dios introduzca los cielos y la tierra nuevos, en los cuales mora la justicia, el fundamento sobre el cual reposará toda esta escena de bienaventuranza será el olor fragante del sacrificio de Cristo, cuando Él se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios. Yo no conozco una verdad más dadora de paz que esta de la cual nosotros estamos hablando tan extensamente. Si alguien pregunta, «¿Sobre qué están ustedes construyendo? ¿Sobre qué están ustedes basándose para su salvación eterna?», nosotros podemos responder, «Sobre el valor que Dios adjudica a la obra de Su Hijo amado.» ¡Qué fundamento seguro, sólido para nuestras almas! Sólo últimamente yo estuve diciendo a algunos cristianos, «Es una gran cosa ver que ustedes y yo somos tan aptos para el cielo como lo seremos siempre a través de toda la eternidad.» Al principio ellos no lo pudieron entender, y no lo creyeron completamente. Ellos no pudieron respaldar esa afirmación. Entonces les formulé la pregunta, «¿Qué nos hace aptos para morar con Cristo en gloria?» Ellos dijeron, «Vaya, la obra de Cristo, obviamente.» Pero ¿será la obra de Cristo de más valor a la vista de Dios cuando nosotros estemos en gloria de lo que es ahora? Ni un solo átomo. Por consiguiente, si somos creyentes, la verdad bienaventurada es esta: que en el terreno de esa obra nosotros somos ahora tan aptos para la gloria como lo seremos siempre cuando estemos realmente en ella, si bien libres de la presencia del pecado en aquel entonces, y con un cuerpo glorificado a semejanza del de Cristo. Y si bien nosotros podemos fracasar, y alejarnos del Señor, y nuestros corazones llegar a ser tan fríos como piedra; aunque la iglesia profesante toda se haya malogrado, cuán bienaventurado es pensar en el holocausto ardiendo toda la noche; su olor fragante como nuevo delante de Dios en este momento como el día cuando el sacrificio fue ofrecido. Y a lo largo de todas las incontables edades de la eternidad será aún lo mismo lo que Cristo fue para Dios cuando mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios (hebreos 9:14). Que el Señor nos conceda, amados amigos, conocer más de esa obra maravillosa del Señor Jesús en la cruz lo que ella es para Dios, y lo que ha llevado a cabo para nosotros. Este será nuestro tema de alabanza en la gloria, cuando conoceremos tan cabalmente de qué manera somos conocidos (1ª Corintios 13:12 RVR1977). El mismo bendito Salvador nos ocupará entonces, y sacará a relucir la acción de gracias de nuestros labios, y la adoración de nuestros corazones. Que Dios pueda otorgar que ello pueda ser así cada vez más ahora. I. El holocausto, un tipo de la devoción de Cristo. Levítico 1:1-9 Un estudio de estas ofrendas no puede sino profundizar nuestra reverencia por la Palabra de Dios, y magnificar a nuestro Señor y Salvador a quien representan. Nunca debemos pasar por alto el hecho de que todos los detalles dados con respecto a estas cinco ofrendas, que revelan tantos diferentes aspectos de la vida y obra de Cristo, fueron dados a Moisés por el mismo Jehová, quien conocía de antemano el carácter de Cristo y sus sufrimientos. Este holocausto es “una ofrenda de allegamiento” indicando el camino a Dios. 1.El carácter de la ofrenda. Mucho depende de su carácter y la manera en que fue ofrecido. a.Debe ser sin defectos (Lev. 1:3). No solo a la vista del hombre, sino en la vista de Dios. Cristo, como el Cordero amado de Dios, era “sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:19). Un pecado en pensamiento o sentimiento lo habría convertido a él en un sacrificio manchado. Cuando el Apóstol Pablo habla a los romanos en capitulo 3:21-26 está estableciendo que Dios proveyó la justicia mediante la fe de Jesús el Mesías, para todos los que creen, siendo justificados por su gracia, sin merecimiento alguno mediante la redención que tenemos en Cristo Jesús a quien Dios ha propuesto públicamente como sacrificio expiatorio por su sangre a través de la fe como evidencia de su justicia, es decir que Jesús es la ofrenda perfecta, sin defectos por medio del cual hoy nos acercamos a Dios. b.Debía ser llevado a la puerta (Lev. 1:3). La puerta de acceso a Dios ha sido bloqueada por el pecado. Sólo puede abrirse a través del sufrimiento y el sacrificio. Jesucristo vino para este propósito. Ahora él dice. “He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar” (Apocalipsis. 3:8). c.Debe ser degollado ante el Señor (Lev. 1:5). Una vida sin culpa no es suficiente para expiar el pecado y quitar la barrera de la puerta. Cristo debe morir, y él debe morir ante el Señor. Su muerte fue obra de Jehová, y no del hombre. “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento” (Isaías. 53:10). La expiación tiene que ver con Dios. d.Se debe ofrecer en orden al altar (Lev. 1:8). Todo aquí debe estar en orden, ya que todo es típico de Aquel que vino a hacer la voluntad del Padre. El enclavamiento de Cristo, nuestro sacrificio, sobre la cruz puede estar aquí en forma de figura. e.Su sangre debe ser rociada (Lev. 1:5). El “sin mancha” se convierte en el “sin vida.” La sangre, que significa vida, debe aplicarse tanto al altar como al corazón. La sangre rociada salvó al primogénito en Egipto (Éxodo 12). La sangre de aspersión todavía habla (hebreos. 12:24). f.Su interior debe ser lavado (Levitico. 1:9). Los interiores pueden sugerir los pensamientos y los sentimientos, las intenciones del corazón, que deben ser limpios ante Dios. Todo fue perfecto en el Hijo del Altísimo como nuestro Cordero pascual. Él podría decir: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón” (Salmo. 40:8). g.Todo debe ser entregado al altar (Levitico. 1:9). Todo fue dado a Dios, él se ofreció a sí mismo en su totalidad y de forma aceptable. “Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Efesios. 5:2). 2.Algunas cosas sobre el ofrendante. Aprendemos de esto que: a.Se necesitaba una ofrenda de acercamiento. Debido al pecado el hombre ha perdido todo derecho y aptitud para acercarse a Dios. Jesús es el Camino (Juan. 14:6). Jesús dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la verdad; nadie viene al Padre, sino por mí. b.Esta ofrenda debe ser voluntaria (Levítico. 1:3). Nuestra propia voluntad es responsable de nuestra aceptación o rechazo de la gran ofrenda de Dios por nuestros pecados. “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan. 5:40). c.Debe haber identificación personal (Levítico. 1:4). “Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto …” Este es el toque de apropiación, es el toque de la fe, la inclinación de un corazón creyente. d.El ofrendante fue aceptado en la ofrenda (Levítico. 1:4). “ …y será aceptado para expiación suya». Él “nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:6). ¡Qué evangelio glorioso, que por nuestra aceptación de su ofrenda nos hace aceptables a Dios! Justificado libremente de todas las cosas. “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos. 3:24). e.Este privilegio se ofrece a todos (Lev. 1:2). “alguno de entre vosotros” (Levítico. 1:2). Esta es una puerta ancha abierta por la infinita misericordia de Dios. La salvación, por la ofrenda de Cristo, se pone al alcance de cada persona que ha escuchado la grata noticia. “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2). [¹]N. del T.: Traducción libre de la cuarta estrofa del himno “I Hear the Words of Love” Palabras por Horatius Bonar (1861), música por Henry Gauntlett (1858). CAPITULO 2 JESUS EN LA OFRENDA VEGETAL Levítico 2; Levítico 6: 14 al 18 Nosotros estuvimos diciendo que el holocausto, el cual viene en primer lugar en el libro de Levítico, esun tipo del Señor Jesucristo ofreciéndose a Sí mismo para cumplir la voluntad de Dios, a toda costa, incluso hasta la muerte. Tenemos derramamiento de sangre y expiación en aquella ofrenda, porque, si bien el Señor Jesús fue a la muerte en obediencia a Dios, ello fue a causa de lo que nosotros somos por naturaleza, debido a nuestra condición como hijos perdidos de Adán. El caso de la ofrenda vegetal es bastante diferente. No hay aquí derramamiento de sangre alguno. Esta ofrenda estaba compuesta de flor de harina (harina molida muy fina), o podía ser de espigas verdes. No había ninguna muerte relacionada con ella. La flor de harina tenía que ser mezclada o ungida con aceite, e incienso tenía que ser puesto sobre ella. Parte de la ofrenda vegetal “la porción memorial de ella” (Levítico 2:2) como se la denomina con todo el incienso, era ofrecida sobre el altar como ofrenda encendida de olor grato para Jehová. Esta ofrenda era así muy diferente del holocausto, la totalidad del cual subía a Dios, exceptuando solamente la piel, la cual el sacerdote la tenía para sí mismo. El resto de la ofrenda vegetal lo comían Aarón y sus hijos. Ahora bien, mientras que el holocausto tipifica a Cristo ofreciéndose a Sí mismo a Dios como olor grato en Su muerte obediente hasta la muerte, la ofrenda vegetal nos habla de la humanidad perfecta, sin pecado, del Señor Jesús lo que Él fue como un hombre en la tierra, pero como ofrecido a Dios; “una ofrenda”, como lo declara aquí Levítico 2, “encendida” (o presentada por fuego). Este fuego, como ustedes saben, representa el juicio probatorio; y ciertamente el bendito Señor fue probado en toda Su senda a través de este mundo, y en la cruz también, y mediante la muerte misma. Pero mientras más Él era probado, más era sacada a relucir Su perfección infinita delante de Dios. Cada pensamiento, cada palabra, cada acción era un olor grato para Dios. El Señor fue perfecto en cada paso de Su camino a través de este mundo perfecto en obediencia, perfecto en dependencia, perfecto en mansedumbre, perfecto en compasión, perfecto en humildad; de hecho, no hay una sola gracia en la cual ustedes pueden pensar que el Señor Jesús no exhibió en toda Su perfección durante Su vida en la tierra. La ofrenda vegetal tipifica esto. Todo el incienso tenía que ser quemado con la ofrenda vegetal, y el aroma fragante de ese incienso nos habla de todas las gracias del Señor Jesús, todo siendo perfectamente aceptable para Dios un olor grato. Algunos podrían preguntar por qué el holocausto viene en primer lugar, puesto que la vida del Señor, como un asunto de tiempo, vino antes de Su muerte. Pero la sabiduría divina es mostrada presentándonos el holocausto antes de la ofrenda vegetal, porque si el Señor hubiese desistido de la muerte, y de cargar con el juicio como por nosotros hecho pecado; si Él hubiese fracasado cuando sobrevino la última prueba cuando, en el huerto de Getsemaní, fue traído ante el Señor todo el terrible padecimiento por el cual Él tendría que pasar al sobrellevar el juicio de Dios si Él asumía nuestro caso si Él hubiese dicho entonces, «Ello es demasiado; yo no puedo continuar hasta eso en obediencia a Dios», Su obediencia no habría sido perfecta. Por consiguiente, tenemos en Filipenses 2, que Él se hizo “obediente hasta la muerte.” La perfección de Su obediencia llegó hasta la muerte [²] La obediencia que Le caracterizó durante toda Su vida fue llevada a su prueba más severa en Su muerte. Entonces esa obediencia fue perfeccionada al dar Él Su vida en expiación. Nosotros encontramos, por tanto, en primer lugar, la muerte del Señor sacada a relucir en el holocausto, puesto que eso era el fundamento de todo. Después, en la ofrenda vegetal, Nosotros encontramos que Él fue un hombre aquí en la tierra Su vida aquí, pero como ofrecida a Dios. Es un tema realmente muy bienaventurado, pero uno se siente totalmente incapaz de hablar extensamente y sin prisa de las perfecciones del Señor Jesús en Su vida aquí abajo. ¡Ojalá uno pudiese mejorar! Hay, sin embargo, un aspecto muy práctico para que consideremos; y nosotros siempre nos beneficiamos conociendo los pensamientos de Dios con respecto a la Persona de Cristo, sea ello en Su vida o en Su muerte. Cuando estuvimos considerando Su muerte, y el valor de ella, nosotros vimos cuán infinitamente aceptable todo fue para Dios. Todo fue un olor grato. Nosotros vimos que cada creyente en Cristo es aceptado delante de Dios en aquel mismo olor grato. Eso muestra de qué manera nos beneficiamos conociendo los pensamientos de Dios acerca de la muerte del Señor. De modo que cuando el pensamiento de Dios acerca de la vida de Cristo en la tierra es conocidos por nosotros, nosotros somos grandes beneficiados. Vemos la complacencia que Dios halla en Él, y podemos decir, como creyentes, que somos aceptados en Aquel bendito. Nosotros pudimos estar en Él después de Su muerte y resurrección, obviamente; pero Aquel mismo en Quien nosotros somos aceptados fue el Objeto de la complacencia de Dios aquí abajo. Mientras más conocemos los pensamientos de Dios acerca de Cristo, mejor conocemos los pensamientos de Dios acerca de nosotros, los que estamos en Cristo. Según ese versículo en 1ª. Juan 4:17, “como él es, así somos nosotros en este mundo”, no hay una sola gracia, ni una sola hermosura, ni una sola perfección del Señor Jesús que nosotros vemos sacada a relucir en los evangelios respecto a las cuales nosotros, como creyentes, no podamos decir, «Eso es mío.» Ustedes preguntan, ¿cómo puede ser eso? Yo respondo, ¿acaso no es Cristo la vida de ustedes? “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste” (Colosenses 3:4). ¿Quieren ver lo que la vida de ustedes es en su perfección? Ustedes no deben considerarse a ustedes mismos, o a su prójimo cristiano; ustedes deben considerar a Cristo aquí en la tierra. “porque la vida fue manifestada” demostrada (1ª Juan 1:2). ¿Qué vida? La vida eterna. Esa es la vida que ustedes y yo poseemos como creyentes. ¡Cuán a menudo ese bienaventurado y aun así sencillo versículo, el último versículo de Juan 3, es citado y se predica a partir de él! ¡Y cuántos miles de almas han obtenido paz de ello! “El que cree en el Hijo tiene vida eterna.” (Juan 3:36). Muchos, creyendo en aquel versículo, han conocido que son salvos; pero cuando llegamos a inquirir, «¿Cuál es esa vida eterna que poseemos?», nosotros hemos hecho referencia un asunto mucho más profundo que el de la salvación del alma. Yo digo, «Bueno, ustedes no deben mirar a mí para averiguarlo, porque muy a menudo, una gran cantidad de lo que sale a relucir no es la vida de Cristo; muy a menudo el pecado, la naturaleza Adánica, se muestra a sí misma. No; si ustedes desean ver la vida eterna que yo poseo manifestada perfectamente, ustedes deben mirar al Señor Jesucristo como un hombre en la tierra.» La ofrenda vegetal expone la vida de Jesús como un hombre en la tierra, no obstante, como ofrecida a Dios. Él es ahora nuestra vida como resucitado de los muertos; ¿y acaso no fue esa vida manifestada en Su Persona aquí en la tierra? La mayoría de ustedes recordarán ese versículo en 2ª Corintios, donde encontramos la expresión misma, “la vida de Jesús.” Consulten por un momento 2ª Corintios 4:10: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús.” Ahora bien, esta es la parte a la cual yo tenía la intención de llamar a prestar su atención: “Para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.” La Escritura no proporciona relato alguno de la vida del Señor en gloria, donde Él está ahora. Nosotros sabemos solamente que Él está allí, y está allí para interceder por nosotros (hebreos 7:25). Pero Dios nos ha presentado en los evangelios un relato de la vida del Señor Jesús en la tierra en cuatro aspectos diferentes, tal como hay cuatro grandes ofrendas típicas en el Libro de Levítico, como observamos cuando estuvimos hablando del holocausto. Y la vida de Jesús, esa vida eterna, que estaba con el Padre, fue manifestada, o demostrada. El Señor, habiendo muertoahora, y habiendo llevado nuestros pecados, hecho por nosotros pecado, todo ello resulta en que hay un final de lo que nosotros éramos como hijos de Adán, y, como resucitado de la muerte, el Señor nos comunica Su vida de resurrección. Tal como leemos en Juan 20:22, Él sopló sobre los discípulos y les dijo, “Recibid el Espíritu Santo”, es decir, Él impartió vida en resurrección en el poder del Espíritu Santo. ¿No hace esto que sea más interesante cuando nosotros recordamos esto al considerar la vida del Señor Jesús aquí en la tierra? Volviendo a nuestro capítulo, leemos: “Cuando alguna persona ofreciere oblación a Jehová, su ofrenda será flor de harina” (Levítico 2:1). La flor de harina es un tipo de la humanidad sin mancha, sin pecado, del Señor Jesús. El Señor habla de Él mismo una o dos veces, a lo menos, en los evangelios, como trigo, y pan también. Un ejemplo está en Juan 6: “Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.” (Juan 6:33). Ustedes ven allí un Cristo humillado Aquel que descendió es llamado “el pan de Dios.” Y Juan 12:24 dice, “De cierto, de cierto os digo, que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo.” El Señor habla allí de Él mismo como un grano de trigo. En Juan 6, tal como vimos, Él habla de Él mismo como el pan de Dios. Así, no es muy difícil entender el lenguaje de los tipos cuando acudimos al libro de Levítico con la luz del Nuevo Testamento. Nosotros encontramos que una de las ofrendas, que nosotros sabemos que tipifica a Cristo, está compuesta de flor de harina o harina fina. Esta representa a Aquel que descendió del cielo, el hombre Jesucristo, en Su humanidad sin mancha, sin pecado, aquí. ¡Y cuán hermosa es la flor de harina! Cuando nosotros pasamos nuestra mano a través de ella no hay aspereza alguna, ninguna desigualdad; todo es perfectamente suave. Es así en el Señor Jesús. No hubo desigualdad alguna en Él; no hubo nada en Aquel bendito sino lo que era absolutamente conforme a los pensamientos de Dios. En algunos casos la flor de harina era amasada con aceite; en otros casos ella era untada con aceite. “Más si ofrecieres ofrenda de sartén, será de flor de harina sin levadura, amasada con aceite.” (Levítico 2:5). “Amasada con aceite.” ¿De qué nos habla ello? Bueno, nosotros sabemos que el bendito Señor Jesús fue concebido por el Espíritu Santo, tal como el ángel anunció a María. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.” (Lucas 1:35). Por lo tanto, en Su naturaleza como un hombre, Él fue concebido por el Espíritu Santo, y todo lo que Él hizo fue mediante el poder del Espíritu Santo. El amasado con aceite nos habla de eso, sin duda. Algunas de las ofrendas vegetales eran untadas con aceite, lo cual habla por sí mismo. La mayoría de nosotros estamos familiarizados con el versículo, “Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret.” (Hechos 10:38). El Señor fue ungido con el Espíritu Santo cuando Él tenía unos treinta años. En el bautismo de Juan el Espíritu Santo descendió sobre Jesús en la forma de una paloma, y vino sobre Él. Allí fue el ungimiento. Hay otra cosa que debe ser mencionada en esta ofrenda, y es la ausencia total de levadura. Ninguna de estas ofrendas debía tener levadura. “Ninguna ofrenda que ofreciereis a Jehová será con levadura; porque de ninguna cosa leuda, ni de ninguna miel, se ha de quemar ofrenda para Jehová.” (Levítico 2:11). La levadura es en la Escritura un tipo o símbolo del mal. No hay un solo lugar en la Escritura donde ella tipifica algo bueno. Cada vez que la palabra levadura es encontrada, ella se refiere al mal. Será suficiente citar dos pasajes. En 1ª. Corintios 5:8 nosotros leemos, “la levadura de malicia y de maldad”; y en Lucas 12:1 el Señor dijo, “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.” En este mismo Evangelio de Mateo (Mateo 16:12) el Señor muestra a Sus discípulos que, cuando Él les mandó guardarse de la levadura de los Fariseos y de los Saduceos, Él se refería la doctrina de ellos. Todo es sencillo y claro. No debía haber levadura alguna en ninguna ofrenda para Jehová. Eso habla por sí mismo. En la Persona del bendito Señor Jesús, no hubo pecado alguno; “el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.” (Lucas 1:35). Y la excepción en el versículo 12 de nuestro capítulo (Levítico 2) solamente saca a relucir de manera más sorprendente la maravillosa exactitud del Espíritu de Dios al usar estos tipos, y muestra que los registros son inspirados por Dios de una forma muy admirable. Estas cosas las podréis presentar a Jehovah como ofrenda de los primeros frutos, pero no serán puestas sobre el altar como ofrenda de grato olor. (Levítico 2:12). Los pormenores de la oblación de primeros frutos son presentados en Levítico 23:15 al 21. La ofrenda vegetal a la cual se hace referencia allí es un tipo de la Iglesia, de los cristianos como un cuerpo, santificados por el Espíritu Santo de Dios y aceptados en todo el valor de la obra de Cristo. La levadura iba a estar presente solamente en ese caso. ¡Qué hermosamente precisa es la Escritura! Solamente en este tipo, el cual nos representa como creyentes en Cristo, iba a estar presente la levadura, debido a que, si bien nosotros estamos delante de Dios según todo el valor de la obra de Cristo, aún tenemos pecado en nosotros. Si un hombre no inspirado hubiese escrito el libro de Levítico, ¿habría él incluido una cosa de este tipo? Imposible. Estas son imágenes presentadas por Dios el Espíritu Santo de las cosas celestiales y de Aquel que estaba por venir. Asimismo, el sacrificio no debía llevar miel alguna. Se entiende que la miel tipifica aquello que es dulce para nosotros como hombres aquí el afecto familiar y cosas semejantes, pero cuando se trataba de estar completamente consagrado a Dios, u ofrecido a Él, como en el lenguaje de nuestro tipo, todo esto tenía que ser desechado. El bendito Señor cuando estuvo en la tierra reconoció plenamente las relaciones naturales, pero (para usar el lenguaje de otro), Él pudo decir, “Mujer, he ahí tu hijo”, y al discípulo, “He ahí tu madre” (Juan 19: 26 y 27) incluso en el terrible momento de la cruz, cuando todo fue consumado, y pudo decir también, “Qué tienes conmigo, mujer?” cuando Él estaba en la realización más sencilla de Su servicio (Juan 2:4). Muy poco se dice acerca de la vida del Señor antes de Su ministerio público. Nosotros tenemos solamente una mención de Él cuando tuvo doce años. Él estaba en el templo con los doctores de la ley, oyéndolos y preguntándoles. Fue entonces que Él dijo a Su madre, “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lucas 2:41 al 52). Él era el Hijo del Padre de manera consciente; sin embargo, el siguiente versículo mismo dice que Él volvió con Sus padres, y estaba sujeto a ellos (Lucas 2:51). Eso muestra la perfección de lo que Él era, incluso a los doce años un Hijo sujeto a Sus padres terrenales. ¡Cuán hermosamente las perfecciones del Señor salieron a relucir en cada paso del camino! Lo que sucedió desde el tiempo en que Él tuvo doce años hasta que tuvo treinta, el Espíritu Santo no nos lo revela, pero todo ese tiempo los ojos del Padre estuvieron sobre Él; y todos Sus pensamientos, hechos, palabras, y oraciones, estuvieron subiendo a Dios como olor grato. Con respecto al comienzo de Su ministerio público, nosotros leemos en Mateo 2, “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” (Mateo 3:16 y 17). ¿Han entendido ustedes alguna vez la fuerza de esa expresión “le fueron abiertos”? No dice que los cielos fueron abiertos sobre Él, sino “los cielos le fueron abiertos”, lo cual significa que Él mismo era el Objeto en la tierra sobre el cual loscielos miraron abajo. “Los cielos le fueron abiertos”, y entonces el Espíritu Santo descendió en una forma corporal, en la forma de una paloma, y reposó sobre Él. Nunca, desde el momento que Adán pecó y deshonró a Dios, nunca hasta este momento hubo un hombre aquí en la tierra en quien Dios pudo encontrar perfecta complacencia. Nunca hubo un hombre sin pecado aquí en la tierra, un hombre en quien Dios pudo encontrar Su deleite. Por lo tanto, los cielos, por así decirlo, deben abrirse, y la voz del Padre declarar, “ Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” Estas palabras fueron repetidas en el monte de la transfiguración, más adelante en el ministerio del Señor, más cerca de Su muerte. La voz vino nuevamente desde la magnífica gloria, tal como el Apóstol Pedro nos dice: “Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia (o, “he encontrado mi deleite”), (2ª Pedro 1:17 y 18). El Padre dice, Yo he encontrado Mi deleite en Él. Es maravilloso y bienaventurado pensar acerca del deleite que el Padre encontró en Él. El mundo no Le conoció; ellos Le rechazaron. Le vieron solamente como el hijo del carpintero. Le llamaron Beelzebú (Mateo 10:25). “Ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?” (Juan 10:20). Ellos no conocieron quién era Él, pero el Padre Le conocía. “Este es Mi Hijo amado, en el cual Yo he encontrado Mi deleite.” Muchos no tienen claridad acerca de la vida del Señor Jesús en la tierra. Nosotros sabemos que muchos miles de cristianos creen que Su vida en la tierra, perfecta y sin mancha, les es contada por justicia. El pensamiento de ellos es que Él guardó la ley durante Su vida, y en la cruz llevó sus pecados, y que la justicia de Su vida les es contada a los que creen. Pero no hay Escritura alguna que muestra que Cristo guardó la ley por nosotros, o que Su vida justa en la tierra es imputada al creyente. Dios Le hizo para nosotros sabiduría (1ª Corintios 1:30), y nosotros hemos sido hechos justicia de Dios en él (2ª Corintios 5:21); pero esto es solamente en resurrección. Por otra parte, nosotros tenemos la tendencia de ir al otro extremo, y adjuntar poca importancia a la vida del Señor. No obstante, es muy evidente que Su vida no es para nuestra justificación, y no podemos ser demasiado claros acerca de ello; porque si Él hubiese vivido aquí abajo diez mil años, y no hubiese muerto, nosotros no podríamos haber entrado nunca en la gloria de Dios. Jamás. Por consiguiente, podemos decir con toda confianza que la vida del Señor en la tierra no quitó nuestros pecados. Solamente Su muerte y derramamiento de su sangre pudieron hacer eso. Si se pregunta, «¿Cuál fue el objetivo de Su vida en la tierra?» Yo respondo que en todas las cosas nosotros tenemos la tendencia a pensar en nuestro propio aspecto, y en los beneficios que nosotros obtenemos de lo que Cristo ha hecho. ¿Han considerado ustedes alguna vez que por 4.000 años la historia del mundo, desde la época en que Adán pecó hasta que el Señor vino, es una historia de pecado, de deshonra hecha a Dios, de rebelión contra Él, de independencia y voluntad propia en todas las formas imaginables? Solamente tenemos que leer el Antiguo Testamento para encontrar que este fue el caso, tanto antes del diluvio como después de él. Todo es la misma historia nada más que una historia del pecado del hombre, su rebelión, y su independencia de Dios, excepto cuando hubo fe verdadera obrada por el Espíritu de Dios. ¿Y se ha de permitir que todo esto suceda sin que se le preste atención alguna? No. Es muy interesante ver que el Señor Jesús, en Su vida aquí abajo, se ocupó, y glorificó a Dios, en cada cuestión en que el primer Adán y su raza fracasaron. Es muy bienaventurado ver que Adán y toda su raza se caracterizan por la desobediencia. “Por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores.” (Romanos 5:19). ¿Qué caracterizó al Señor Jesús? Obediencia, y obediencia perfecta. La independencia caracterizó al primer Adán y a toda su raza desde él hacia abajo. Consideren la torre de Babel, por ejemplo. ¡Qué expresión fue eso de independencia! Ellos dijeron, “Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, … Y dijo Jehová: … y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer.” (Génesis 11:4 al 6). Estaba allí la auto exaltación del hombre en la tierra en independencia de Dios. Pero ¿qué caracterizó al Señor Jesús? La dependencia perfecta. En el desierto Él tuvo hambre; y cuando el diablo vino a Él y dijo, “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”, Él respondió, “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mateo 4:1 al 4). Dependencia perfecta, obediencia perfecta, caracterizaron al Señor Jesús en todas las maneras posibles. Él trajo gloria infinita a Dios en el lugar mismo donde nada más que la deshonra Le había sido traída por el primer hombre y su raza. Es muy bienaventurado pensar acerca de que Él estaba haciendo la voluntad del Padre a toda costa para Él mismo. ¿Piensan ustedes que sufren pérdida al contemplar los pensamientos de Dios acerca de Cristo? Yo les presentaré un ejemplo de lo opuesto a esto. Acudan solamente a Juan 6:37 y 38. “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.” ¿Por qué? “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.” La hermosura de aquel bien conocido pasaje “al que a mí viene, no le echo fuera”, no es entendido generalmente por el hecho de no leer el contexto; porque “al que a mí viene, no le echo fuera” es solamente la última mitad del versículo. El versículo completo es rara vez citado. ¡Cuán hermosamente la obediencia de Cristo es sacada a relucir aquí! En primer lugar, “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí.” Luego, “y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.” ¡Cuán bienaventuradamente confortante eso es! Si yo pregunto a cualquier alma que no tiene paz, «¿Ha venido usted a Cristo?» y esa alma responde, «Sí», yo puedo decir, «Eso muestra que usted es uno que el Padre ha dado a Cristo; porque Él dijo, “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”, y usted ha venido a Él. El Señor dice, “al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.” El Padre envía estas ovejas a Cristo, y recibiéndolas, Él está haciendo la voluntad del Padre. ¿Cómo estaría Él haciendo la voluntad del Padre si Él echase fuera aquellos que el Padre Le ha dado? Recibiendo a ustedes y a mí, Él está haciendo la voluntad del Padre, porque el Padre nos envió, y nosotros vinimos. Nosotros no lo sabíamos en aquel momento, pero lo sabemos ahora, gracias a Dios.» Este es un ejemplo de la manera en que nosotros obtenemos beneficio al ver que el Señor estuvo aquí haciendo la voluntad del Padre perfectamente. Ciertamente la vida del Señor Jesús en la tierra tuvo utilidad, si bien, como yo dije, ninguna utilidad para nosotros como pecadores. Pero ahora que somos santos de Dios, cuán bienaventurado es mirar hacia atrás a la vida sin mancha del Señor Jesús aquí en la tierra, leer los evangelios en la luz de esta ofrenda vegetal, y ver al Hombre Cristo Jesús pasando a través de este mundo, siendo del todo un aroma fragante para Dios, dejándonos ejemplo, para que sigamos Sus pisadas (1ª Pedro 2:21). Ustedes pueden haber notado la diferente intensidad de las pruebas a las cuales el Señor como hombre fue sometido aquí. Esto fue tipificado por las diferentes maneras en que la ofrenda vegetal era preparada. En un caso ella era cocida en horno (Levítico 2:4). En otro caso ella era cocida en un sartén una lámina o rodaja plana (Levítico 2:5). En un tercer caso ella era cocida en una cazuela (Levítico 2:7). Estos modos diferentes de ofrecer la ofrenda vegetal exponen, sin duda, los diferentes grados de intensidad en las pruebas a lascuales el Señor fue sometido aquí. El “horno” puede referirse a la senda oculta de Su vida, aquello que los hombres no podían ver, aquello que era sólo entre Él mismo y Dios. ¡Cuán bienaventurado es que se nos permita entrar en todo esto! Será el gozo de nuestras almas en aquel día de gloria que está por venir cuando estemos con Él, estar repasando y rememorando la senda de aquel bendito Señor el cual Se humilló tanto en este mundo Aquel que, al venir a hacer la voluntad de Dios también, en el amor y gracia de Su corazón, se entregó a Sí mismo por nuestros pecados, haciéndose hombre para hacerlo. En Levítico 2:13 nosotros encontramos otra cosa: a saber, la sal nunca debía faltar en la ofrenda vegetal, o en realidad, en ninguna ofrenda. “Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal.” La sal, como ustedes saben, es un conservante, y puede hablarnos aquí de aquello que es eterno, tal como leemos en Marcos 9:49: “Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.” [*] Otro ha dicho, «Todos serán juzgados los santos, para que ellos no sean condenados con el mundo el resto mediante el juicio final; pero la sal, la separación del mal, pertenecía a sacrificios presentados así a Dios. “Y todo sacrificio será salado con sal.” A los que fueron consagrados para Dios, cuya vida fue una ofrenda para Él, no les debe faltar el poder de la gracia santa que une el alma a Dios, y la conserva internamente del mal». J. N. Darby. La condenación eterna es la porción de todos los hombres que mueren en sus pecados. Pero en el caso del sacrificio, la eficacia de él y su resultado perdurarán para siempre. Ella es “la sal del pacto de tu Dios” en la cual Dios, por así decirlo, se obliga a Sí mismo a bendecirnos conforme a Su propio corazón en el terreno de la eficacia eterna del sacrificio del Señor Jesús. En relación con esta ofrenda vegetal, el olor grato de lo que Cristo fue para Dios aquí como hombre en la tierra no será un aroma pasajero, sino que permanecerá por toda la eternidad, tal como lo hará también nuestro gozo al alimentarnos de Él como el Hombre humillado en la tierra. Sólo nos referiremos, para concluir, a “la ley de la ofrenda vegetal” (Levítico 6:14 al 18). Este pasaje saca a relucir nuestra porción en esa ofrenda. Esa ofrenda vegetal debía ser hecha arder sobre el altar por memorial en olor grato a Jehová. “Y el sobrante de ella lo comerán Aarón y sus hijos; sin levadura se comerá en lugar santo; en el atrio del tabernáculo de reunión lo comerán. No se cocerá con levadura; la he dado a ellos por su porción de mis ofrendas encendidas; es cosa santísima, como el sacrificio por el pecado, y como el sacrificio por la culpa.” (Levítico 6: 16 y 17). Dios dice, “la he dado a ellos.” ¿Qué les ha dado? La ofrenda vegetal, ¿A quiénes? A Sus sacerdotes, a nosotros “por su porción de mis ofrendas.” Era la ofrenda de Dios, toda ofrecida a Dios, tal como la vida del Señor Jesús aquí, pero nosotros tenemos nuestra porción en ella. Nosotros, como sacerdotes de Dios, podemos alimentarnos de Aquel que se humilló; nuestras almas se pueden alimentar de Él y deleitarse en Él en Su perfección como un hombre pasando por este mundo. ¡Qué maravilloso es eso! ¿Y acaso no es muy notable el hecho de que cada vez que estas Escrituras hablan de Aarón y sus hijos comiendo de esta ofrenda, se dice, “es cosa santísima”? Lean Levítico 2:3 “Y lo que resta de la ofrenda será de Aarón y de sus hijos; es cosa santísima de las ofrendas que se queman para Jehová.” Levítico 2:10 también, “Y lo que resta de la ofrenda será de Aarón y de sus hijos; es cosa santísima de las ofrendas que se queman para Jehová.” Y en Levítico 6:17, “No se cocerá con levadura; la he dado a ellos por su porción de mis ofrendas encendidas; es cosa santísima, como el sacrificio por el pecado, y como el sacrificio por la culpa. “Debe comerse como tortas sin levadura en lugar santo.” (Levítico 6:16). ¿Cuál es el lugar santo para nosotros? La presencia de Dios, ciertamente. La porción de los sacerdotes debía ser comida sin levadura en el lugar santo; como tortas sin levadura, es decir, la ausencia de todo pecado permitido. En la presencia de Dios, con la carne juzgada y mantenida en el lugar de muerte; solo allí y así nosotros podemos, como sacerdotes de Dios, alimentarnos de la Persona sin mancha, de la santa Persona del Señor Jesucristo en Su vida como hombre aquí abajo. La ofrenda vegetal y el sacrificio por el pecado se caracterizan por igual por el hecho de ser “cosa santísima.” Todos los esfuerzos y ataques de Satanás contra la verdad, en casi todas las falsas doctrinas, están dirigidas, directa o indirectamente, a la Persona u obra del bendito Señor no tanto a lo que Él es ahora en gloria, como a lo que Él fue como hombre aquí abajo en la tierra. Un Cristo humillado parece ser el objeto del ataque del enemigo en toda falsa doctrina. Así fue en el principio. Consideren los problemas en los primeros días de la Iglesia la doctrina Arriana o Arrianismo, por ejemplo, dirigiendo un golpe a la Persona de Cristo y la doctrina que niega el castigo eterno, en nuestro día, socavando la verdad tanto con respecto a la Persona como a la obra de Cristo. Pero nosotros leemos, en primer lugar, que los sacerdotes comerán de la ofrenda vegetal. Solamente una persona convertida puede comprender y alimentarse del Señor Jesús en Su senda a través de este mundo. En segundo lugar, “debe comerse como tortas sin levadura” (Levítico 6:16). Ningún pecado debe ser permitido en nosotros. Si el pecado estuviese sin juzgar en nosotros, el Espíritu Santo se contristaría, y no nos podría revelar la hermosura del Señor Jesucristo en Su humillación en la tierra; y es solamente el Espíritu Santo el que puede hacer eso. Por otra parte, nada es más terrible que una persona no convertida criticando y juzgando la vida del Señor Jesús aquí en la tierra, o el ejercicio de los pensamientos de un corazón no renovado en cuanto a la Persona del Hijo de Dios. Los sacerdotes de Dios se alimentan de un Cristo humillado en el lugar santo. Que el Señor pueda permitirnos alimentarnos de Él en el poder del Espíritu Santo. Ciertamente eso es de lo que el Señor nos habla en el mensaje a la iglesia en Pérgamo en Apocalipsis 2: “Al que venciere, daré a comer del maná escondido.” ¿Qué es el “maná escondido”? Allí en la gloria nosotros, en el poder del Espíritu Santo, miraremos atrás y entraremos plenamente en el deleite de Dios en las perfecciones del bendito Señor en Su humillación en la tierra; y, ciertamente, ello es ahora nuestra porción. Ciertamente Su humillación es mucho más maravillosa para nosotros que Su exaltación la humillación de Aquel que siendo en forma de Dios, se despojó a Sí mismo, se humilló a Sí mismo, descendió en obediencia perfecta “hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:6 al 8). Que el Señor pueda permitirnos, en Su gracia, estar alimentándonos de Él cada vez más. La oblación, ofrenda vegetal señala el carácter personal de Cristo. Levítico 2:1-6 Cuando alguna persona ofreciere oblación a Jehová, su ofrenda será flor de harina, sobre la cual echará aceite, y pondrá sobre ella incienso, ² y la traerá a los sacerdotes, hijos de Aarón; y de ello tomará el sacerdote su puño lleno de la flor de harina y del aceite, con todo el incienso, y lo hará arder sobre el altar para memorial; ofrenda encendida es, de olor grato a Jehová. ³ Y lo que resta de la ofrenda será de Aarón y de sus hijos; es cosa santísima de las ofrendas que se queman para Jehová. ⁴ Cuando ofrecieres ofrenda cocida en horno, será de tortas de flor de harina sin levadura amasadas con aceite, y hojaldres sin levadura untadas con aceite. ⁵ Mas si ofrecieres ofrenda de sartén, será de flor de harina sin levadura, amasada con aceite, la cual partirás en piezas, y echarás sobre ella aceite; es ofrenda. No hubo derramamiento de sangre en esta ofrenda, lo que significa que no seasociaba con el pensamiento de sufrimiento. Tenemos aquí Un tipo Del carácter y valor moral real de Jesús como el Hijo de Dios. Al considerar esta ofrenda observamos que fue: a.De flor de harina (Levitico. 2:1). La harina es un producto de la tierra, y puede referirse al parentesco de Cristo con el hombre. Era de flor de harina. Aunque Cristo era verdaderamente humano, era completamente libre, de la fibra de la mentalidad carnal. No había ningún defecto, ninguna aspereza de pasión o sentimiento, todo era perfectamente uniforme y sincero. La ofrenda de harina no sólo representaba el producto del trabajo del hombre, con la bendición de Dios, sino que tampoco había de ser presentada en su estado natural, es decir, simplemente cosechada. Había de ser molida, colada, tostada, y era agregada en pequeñas porciones, finalmente se cocinaba antes de presentarla. Por lo tanto, incluía trabajo extra de parte del oferente. Otro aspecto relevante de la ofrenda de harina fue que no consistía del producto total de su trabajo, sino solamente la consagración de una pequeña porción. Dios no exigía toda la cosecha, pero sí exige la dedicación de lo primero y mejor para Él. Pablo mostró cómo una pequeña parte que se consagra a Dios, puede representar el todo: «Si las primicias son santas, también lo es la masa restante. (Romanos 11.16). El primer elemento que se necesitaba era la «flor de harina» (Levítico 2.1-2). Esto es el grano ya limpio y molido. Aqui aparece una semejanza en que tanto el grano como Cristo, eran «molidos». Más tarde, en la profecía de Isaías 53, la imagen del Mesías sufrido era que había sido «molido por nuestros pecados» (Isaías 53.5). El versículo 10 dice: «Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento». El grano debe ser aplastado, para que dé lo mejor de sí. Eso es exactamente lo que hizo Jesús para que por medio de su padecimiento el ser humano recibiese la salvación. Una segunda semejanza la encontramos en que la harina refinada representaba su pureza y su uniformidad sin cascara y sin terrones, es decir; era la mejor. Jesus el Cristo no tuvo pecado y no habia defecto en él segun Hebreos 4:15. b.Amasada con aceite (Levitico. 2:1-7). en el versículo 1 dice que se “echará aceite sobre ella”. El aceite nos habla del Espíritu Santo. En los versículos 4 y 5 dice que la ofrenda sería “amasada con aceite”. En el versículo 6 dice, “echarás aceite sobre ella” y en el versículo 7, dice “con aceite”. La ofrenda estaba empapada en aceite. Así que vemos que el aceite era una parte muy importante de la ofrenda y era aplicado a la misma de diferentes maneras. La union del Espíritu Santo en la vida humana de Jesús fue muy visible. Vamos a compararle con la ofrenda y el aceite: El nació del Espíritu - “amasada con aceite”” (Lucas 1:35) Fue bautizado por el Espíritu - “aceite sobre ella” (Mateo 3:16 y 17) Impulsado por el Espíritu - “echarás aceite” (Marcos 1:12) Enseñó, realizó milagros y se ofreció a Sí mismo en el poder del Espíritu Santo - “con aceite” (Juan 3:34; Mateo 12:28). Si el Señor Jesús en Su perfecta humanidad necesitó al Espíritu Santo, seguramente tú y yo lo necesitamos incluso en un grado muchísimo mayor. No podemos hacer nada por nosotros mismos. El aceite es un emblema del Espíritu Santo. Como la harina se mezclaba con aceite, la presencia y el poder del Espíritu Santo impregnó cada acto y pensamiento de nuestro Señor Jesucristo. El proceso de mezclar lo humano y lo divino es un gran misterio. “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne” (1 Tim. 3:16). c.Ungido con aceite. “Sobre la cual echará aceite” (Levitico. 2:1). El aceite en él y el aceite sobre él sugieren la doble verdad que es la morada y la unción. El Espíritu Santo está en nosotros para guía y enseñanza, y sobre nosotros para poder y servicio. El Espíritu Santo estaba en Cristo desde su nacimiento, estaba sobre él después de su bautismo en el Jordán. Por tanto, él está en nosotros desde nuestro nuevo nacimiento, y sobre nosotros desde el día de nuestra consagración total al servicio de Dios. d.Cubierto con incienso (Levitico. 2:2-16). El incienso era “de olor grato a Jehová,” (Levitico. 2:2) y habla de la satisfacción que Dios halla en una vida que es ungida por el Espíritu y dirigida por el Espíritu. La vida de Jesús fue dirigida por el Espíritu y por el poder del Espíritu Santo, y por eso la vida de Jesús fue agradable para Dios. Cristo Jesús es esa ofrenda de olor fragante que a Dios le agradó como lo dice 2 Corintios 2:14-15 gracias a Dios, que nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesus, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento, porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan. e.Horneado en el horno. Las espigas verdes eran tostadas al fuego y se desmenuzaba el grano (Levitico. 2:14). El fuego y el desmenuzamiento son los emblemas más sugerentes de los sufrimientos de Aquel que fue el Santo, pero aun así el “varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isaias. 53:3). Pasó por el horno de fuego del calor en el huerto de Getsemaní. Fue gravemente azotado, fue hecho una ofrenda de oblación perfecta a través del sufrimiento. “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.” (Isaias. 53:4) f.Sin levadura o miel (Levitico. 2:11). Se prohibían estos dos elementos sobre el altar porque se utilizaban para ayudar a la fermentación. La levadura como un tipo de pecado representa el funcionamiento secreto del engaño, la corrupción, la descomposición, y a menudo simboliza la maldad. La miel al igual que la levadura provoca fermentación, por tal razón ni miel ni levadura podían están en ninguna ofrenda ofrecida a Dios. en Jesús No hubo engaño. Él ciertamente pudo decir, “Yo soy la verdad” (Juan. 14:6). g.Sazonada con sal (Levitico. 2:13). Sazona con sal todas tus ofrendas de grano, para acordarte del pacto eterno de Dios. Nunca te olvides de poner sal a las ofrendas de grano. La sal tiene una influencia conservadora, algo que se opone a la corrupción. Tal es el efecto de la verdad tal como se revela en Jesús sobre aquellos que entran en conocimiento de ella. El pacto eterno y la fidelidad inquebrantable de Cristo a la voluntad de Dios el Padre sin duda son enseñados por la sal. “Él permanece fiel” (2 Timoteo. 2:13). Tened sal en vosotros. h.Ofrecido al Señor (v. 2). Harina, aceite, incienso, estos tres; cuerpo, alma, y espíritu, todos presentados al Señor, y aceptados por él. Esta es la “ofrenda de acercamiento.” “Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Ef. 2:18). Debemos presentarnos nosotros mismos (Romanos. 12:1). i.Alimentos para el ofrendante (Levitico. 2:10). Una porción de esta ofrenda fue dada a Aarón y a sus hijos. “Es cosa santísima” (Levitico. 2:10). Era el pan de Dios y también del hombre. Hace falta lo más santo para satisfacer el corazón de Dios y el alma del hombre. Se convirtió en el alimento del ofrendante solo después de haberlo ofrecido a Dios. Solo Cristo puede satisfacer nuestras almas cuando le presentamos a Dios como nuestro Sustituto, y clamamos el mérito de su precioso nombre. Dios no permitirá que alimentemos nuestras almas con menos de lo que ha traído satisfacción infinita a su propio corazón. [²]Esto es visto también en la ofrenda vegetal; pero la diferencia es que en el holocausto se trata de la muerte, el derramamiento de sangre, y la expiación del Señor, mientras que en la ofrenda vegetal se trata de Su vida aquí en la tierra. Es Por esa razón que en la última no hay ningún derramamiento de sangre o expiación. CAPITULO 3 JESUS EN LA OFRENDA DE LA PAZ. Levítico 3: 16 Y 17, Levítico 3: 1 al 5; Levítico 7: 11 al 18; Levítico 3: 31 al 34. El término “sacrificio de paz” transmite un pensamiento erróneo acerca de la ofrenda de la cual se habla en las Escrituras que hemos leído. Muchas personas dan por cierto
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