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JESÚS
EN	LAS	OFRENDAS	LEVÍTICAS
y	otros	Temas	importantes
EDER	CASTILLO
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ISBN:	978-1-6642-8873-7	(tapa	dura)
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Fecha	de	revisión	de	WestBow	Press:	01/11/2023
CONTENTS
Introduccion
Capitulo	1:				Jesus	En	El	Holocausto
Capitulo	2:				Jesus	En	La	Ofrenda	Vegetal
Capitulo	3:				Jesus	En	La	Ofrenda	De	La	Paz.
Capitulo	4:				Jesus	En	La	Ofrenda	Por	La	Culpa
Capitulo	5:				Jesús	En	La	Ofrenda	Por	El	Pecado
Capitulo	6:				El	Misterio	De	La	Vaca	Roja
Capitulo	7:				El	Sacerdocio	Según	La	Orden	De	Melquisedec
Capitulo	8:				El	Olivo	Frondoso	Develado	A	Pablo
Capitulo	9:				¿Quien	Es	El	Angel	De	Jehova?
Capitulo	10:		¿Quienes	Son	Las	Ovejas	Perdidas	De	La	Casa	De	Israel?
Capitulo	11:		¿Quien	Es	El	Hijo	Prodigo?
Capitulo	12:		Fariseos	Y	Saduceos	Ayer	Y	Hoy
Bibliografía
INTRODUCCION
Esta	investigación	nos	transportará	a	una	gran	aventura	de	experiencia	con	la
Persona	de	Jesucristo,	ya	que	el	entender	la	forma	en	que	los	israelitas	se
acercaban	a	Dios	por	medio	de	las	diferentes	ofrendas	nos	ayudará	hoy	a
entender	como	Jesús	cumplió	con	cada	una	de	esas	ofrendas	que	se	ofrecían	en
el	Antiguo	Testamento.
Esta	introducción	a	las	ofrendas	levíticas	nos	enseñara	a	valorar	lo	que	Jesús
hizo	al	cumplir	con	cada	una	de	las	ofrendas	en	su	padecimiento,	al	ser	llevado
fuera	de	Jerusalén	para	su	muerte	de	Cruz,	al	morir	como	el	cordero	pascual	y
resucitar	con	cuerpo	glorificado.
Esta	investigación	nos	introduce	a	reflexionar	acerca	de	la	persona	de	Jesús
como	la	ofrenda	que	Dios	escogió	para	que	cada	creyente	de	Jesús	pueda
disfrutar	del	perdón	de	pecados,	de	la	paz	que	nos	lleva	a	tener	comunión
nuevamente	con	el	Padre,	de	la	justificación	que	se	nos	otorga	por	medio	de	su
sacrificio	expiatorio	y	de	la	limpieza	de	nuestra	conciencia	que	Jesús	efectúa	en
cada	creyente.
CAPITULO	1
JESUS	EN	EL	HOLOCAUSTO
Levítico	1,	Levítico	6:	8	al	13.
Mi	intención	es	ocuparme	de	un	modo	sencillo,	tal	como	el	Señor	pueda
ayudarme,	de	algunas	de	las	ofrendas	mencionadas	en	el	Libro	de	Levítico,
porque	ellas	exponen	de	una	manera	especial	a	la	Persona	y	obra	de	nuestro
Señor	Jesucristo,	y	podemos	añadir	también,	las	bendiciones	que	han	llegado	a
ser	nuestras	por	medio	de	lo	que	Él	ha	hecho.	Leamos,	por	tanto,	los	versículos
en	Levítico	1	completo,	y	“la	ley	del	holocausto”	en	Levítico	6:	8	al	13.
⁸	habló	aún	Jehová	a	Moisés,	diciendo:
	manda	a	Aarón	y	a	sus	hijos,	y	diles:	Esta	es	la	ley	del	holocausto:	el
holocausto	estará	sobre	el	fuego	encendido	sobre	el	altar	toda	la	noche,	hasta	la
mañana;	el	fuego	del	altar	arderá	en	él.	¹ 	Y	el	sacerdote	se	pondrá	su	vestidura
de	lino,	y	vestirá	calzoncillos	de	lino	sobre	su	cuerpo;	y	cuando	el	fuego	hubiere
consumido	el	holocausto,	apartará	él	las	cenizas	de	sobre	el	altar,	y	las	pondrá
junto	al	altar.	¹¹	después	se	quitará	sus	vestiduras	y	se	pondrá	otras	ropas,	y
sacará	las	cenizas	fuera	del	campamento	a	un	lugar	limpio.	¹²	Y	el	fuego
encendido	sobre	el	altar	no	se	apagará,	sino	que	el	sacerdote	pondrá	en	él	leña
cada	mañana,	y	acomodará	el	holocausto	sobre	l,	y	quemará	sobre	él	las	grosuras
de	los	sacrificios	de	paz.	¹³	el	fuego	arderá	continuamente	en	el	altar;	no	se
apagará.
Probablemente	todos	los	que	están	aquí	presentes	son	conscientes	de	que	las
ofrendas	que	son	traídas	ante	nosotros	en	el	Libro	de	Levítico	son,	tal	como	yo
he	insinuado,	tipos	o	imágenes	presentadas	por	el	Espíritu	Santo	de	la	Persona	y
obra	del	Señor	Jesucristo,	y	también	de	qué	resultados	redundan	para	nosotros
por	medio	de	esa	obra,	gracias	a	Dios.	Pero	alguien	podría	decir,	«¿Está	usted
seguro	que	en	realidad	son	tipos?	¿O	está	solamente	en	la	imaginación	del
hombre	que	ellos	son	eso?»
Al	responder	esta	interrogante	nosotros	acudiremos	al	Nuevo	Testamento,	donde
aprenderemos	de	las	palabras	del	propio	Señor	Jesucristo,	así	como	de	las
inspiradas	palabras	de	un	apóstol,	que	las	ofrendas	del	Antiguo	Testamento	son
en	realidad	tipos	del	Salvador	y	Su	obra.
En	primer	lugar,	leeremos	un	pasaje	en	Lucas	24.	El	Señor	Jesús,	hablando	a
aquellos	dos	que	iban	a	Emaús,	dijo:
“¡Oh	insensatos	y	tardos	de	corazón	para	creer	todo	lo	que	los	profetas	han
dicho!	¿No	era	necesario	que	el	Cristo	padeciera	todas	estas	cosas	y	entrara	en	su
gloria?	Y	comenzando	por	Moisés	y	continuando	con	todos	los	profetas,	les
explicó	lo	referente	a	Él	en	todas	las	Escrituras.”	(Lucas	24:	25	al	27	–	LBLA).
La	expresión	“	comenzando	por	Moisés	y	continuando	con	todos	los	profetas”,
comprende	en	realidad	la	totalidad	del	Antiguo	Testamento.	“Comenzando	por
Moisés”,	es	decir,	los	cinco	libros	de	Moisés	Génesis,	Éxodo,	Levítico,
Números,	Deuteronomio	y	después	“por	todos	los	profetas”,	“les	explicó	lo
referente	a	Él	en	todas	las	Escrituras,	es	decir,	Las	Escrituras	del	Antiguo
Testamento).”
¿Han	leído	ustedes	alguna	vez	el	Libro	de	Levítico	y	aprendido	de	él	lo	que	del
Señor	Jesús	dice?	¿O	han	hecho	ustedes	lo	que	muchos	del	pueblo	del	Señor
hacen	hasta	este	día?	Ellos	comienzan	a	leer	la	Biblia,	pero	cuando	llegan	a
Levítico,	lo	pasan	por	alto.	Ellos	no	lo	leen	en	absoluto,	porque	piensan	que	es
solamente	un	libro	de	formas	y	ceremonias	judías	un	ritual	que	no	tiene
absolutamente	nada	que	ver	con	cristianos.	Pero	nosotros	aprendemos	de	este
pasaje	en	Lucas	que	el	Señor	explicó	a	esos	dos	viajeros	“en	todas	las	Escrituras
lo	que	de	Él	decían.
Un	poco	más	abajo	en	este	capítulo	de	Lucas	leemos,	“Estas	son	las	palabras	que
os	hablé,	estando	aún	con	vosotros:	que	era	necesario	que	se	cumpliese	todo	lo
que	está	escrito	de	mí	en	la	ley	de	Moisés,	en	los	profetas	y	en	los	salmos.”
(Lucas	24:44).
“La	ley	de	Moisés”	no	significa	meramente	los	diez	mandamientos,	sino	los
cinco	primeros	libros	de	la	Biblia.
“Entonces	les	abrió	el	entendimiento,	para	que	comprendiesen	las	Escrituras;	y
les	dijo:	Así	está	escrito,	y	así	fue	necesario	que	el	Cristo	padeciese,	y	resucitase
de	los	muertos	al	tercer	día.”	(Lucas	24:	45	y	46).
¡Oh,	que	maravillosa	exposición	debió	haber	sido	esa!	Fue	a	partir	de	las
Escrituras	del	Antiguo	Testamento	la	leyde	Moisés,	los	profetas	y	los	Salmos
que	Él	les	explicó	lo	que	de	Él	decían.	Cuán	maravilloso	llega	ser,	entonces,	este
libro	de	Levítico	para	nuestros	ojos	cuando	encontramos	que,	en	lugar	de	ser
solamente	algún	ritual	judío,	nosotros	tenemos	cosas	preciosas	en	él
concernientes	al	propio	Señor	Jesús.	Y	cuando	encontramos	que	cada	una	de
estas	ofrendas	nos	presenta	un	retrato	del	Señor	Jesús,	sea	en	Su	Persona	o	en	Su
obra,	¡cuán	interesante	ello	llega	a	ser!	Es	realmente	muy	misericordioso	por
parte	de	Dios	enseñarnos	de	esta	forma,	por	medio	de	tipos	o	retratos,	porque
nuestras	pobres	y	estrechas	mentes	no	podrían	aprender	de	inmediato	la	gloria	de
la	Persona	del	Señor	Jesús,	o	el	valor	de	Su	obra.	Por	consiguiente,	Dios
presenta	estos	tipos	para	que	podamos,	por	así	decirlo,	considerar	un	aspecto	de
la	Persona	u	obra	del	Señor	Jesús	a	la	vez.	Entonces,	habiendo	considerado	un
tipo,	nos	volvemos	a	otro,	lo	que	nos	presenta	un	aspecto	diferente.	Así,
reuniéndolos	todos,	nuestros	corazones	se	llenan	de	asombro,	adoración	y
alabanza,	mientras	aprendemos,	de	una	forma	en	que	no	podríamos	haber
aprendido	por	otra	parte,	cuál	es	la	gloria	de	Su	Persona	y	cuál	el	valor	de	Su
obra.
Nosotros	encontramos	en	este	Libro	de	Levítico	que	hubo	cuatro	ofrendas
principales.	El	primer	capítulo	presenta	el	holocausto;	el	segundo	capítulo,	la
oblación	u	ofrenda	vegetal,	el	tercer	capítulo,	el	sacrificio	de	paz;	y	el	cuarto
capítulo,	la	ofrenda	por	el	pecado.	Cuatro	ofrendas	son	traídas	ante	nosotros	por
el	Espíritu	Santo	con	el	fin	de	aclarar	a	nuestras	mentes	cuatro	diferentes
aspectos	de	la	Persona	y	obra	del	Señor	Jesucristo,	tal	como	en	el	Nuevo
Testamento	el	Espíritu	Santo	nos	ha	presentado,	en	los	cuatro	Evangelios,	cuatro
diferentes	aspectos	de	la	Persona	del	Señor.
Ahora	bien,	si	ustedes	van	a	hebreos	10,	encontrarán	mencionadas	estas	cuatro
ofrendas:
“Por	lo	cual	cuando	entra	en	el	mundo,	dice:	Sacrificio	y	ofrenda,	no	los	quisiste;
empero	un	cuerpo	me	has	preparado:	en	holocaustos	y	ofrendas	por	el	pecado	no
te	complaciste”	(hebreos	10:	5	y	6	VM).
“Sacrificio	y	ofrenda”,	en	el	versículo	5,	responderían	al	sacrificio	de	paz	y	a	la
oblación	u	ofrenda	vegetal,	y	en	el	versículo	6	tenemos	“	holocaustos	y	ofrendas
por	el	pecado.”	De	modo	que	nosotros	encontramos	todas	estas	cuatro	ofrendas
mencionadas.	Luego	en	hebreos	10:7	el	Señor	Jesús	es	visto	viniendo	a	cumplir
la	voluntad	de	Dios.
Es	muy	evidente,	a	partir	de	estos	versículos,	que	las	ofrendas	son	tipos	de	Aquel
que	dijo,	“He	aquí	que	vengo,	oh	Dios,	para	hacer	tu	voluntad,	es	decir,	del
Señor	Jesús.
Otra	Escritura	que	puede	ser	mencionada	está	en	hebreos	9:
“Y	así	dispuestas	estas	cosas,	en	la	primera	parte	del	tabernáculo	entran	los
sacerdotes	continuamente	para	cumplir	los	oficios	del	culto;	pero	en	la	segunda
parte,	sólo	el	sumo	sacerdote	una	vez	al	año,	no	sin	sangre,	la	cual	ofrece	por	sí
mismo	y	por	los	pecados	de	ignorancia	del	pueblo;	dando	el	Espíritu	Santo	a
entender	con	esto	que	aún	no	se	había	manifestado	el	camino	al	Lugar
Santísimo,	entre	tanto	que	la	primera	parte	del	tabernáculo	estuviese	en	pie.”
(hebreos	9:	6	al	8).
Entonces;	mediante	Aarón	entrando	sólo	una	vez	al	año	en	el	lugar	santísimo,	el
Espíritu	Santo	quiere	decir	algo.	De	hecho,	el	acto	era	típico;	todo	el	ritual	lo	era.
Nosotros	encontramos	realmente,	de	la	lectura	de	hebreos	9:23,	que	el
tabernáculo	y	las	cosas	que	estaban	en	él	fueron	llamados	“representaciones	de
las	cosas	en	los	cielos”	(hebreos	9:23	LBLA).
Hasta	ahora	hemos	visto	lo	suficiente	del	Nuevo	Testamento	para	mostrarnos
claramente	que	todas	estas	ofrendas	son	realmente	tipos	del	Señor	Jesús	mismo
presentados	a	nosotros	por	el	Espíritu	Santo.	Regresaremos	por	tanto	a	nuestro
tema.
Es	muy	útil	conectar	el	final	de	Éxodo	con	el	comienzo	de	Levítico.	Esto	no	se
lleva	a	cabo	a	menudo,	pero	yo	creo	que	podemos	sufrir	pérdida	no	haciéndolo,
y	es	la	razón	por	la	cual	yo	leo	esos	versículos	finales.
En	ellos	encontramos	esta	expresión	dos	veces:	“la	gloria	de	Jehová	llenó	el
tabernáculo.	(Éxodo	40:	34	y	35).	Moisés	no	se	atrevió	a	entrar	debido	a	la	gloria
que	estaba	allí.
Leamos	ahora	Levítico	1:1:	“Llamó	Jehová	a	Moisés,	y	habló	con	él	desde	el
tabernáculo	de	reunión,	diciendo	…	“Fue	desde	el	interior	del	tabernáculo	que
Jehová	habló.	Él	no	habló	desde	el	monte	Sinaí,	donde	Él	dio	la	ley.	No.	La
gloria	de	Jehová	llenó	el	tabernáculo,	y	de	esa	gloria	Él	habló	a	Moisés	y	dijo,
“Habla	a	los	hijos	de	Israel	y	diles:	Cuando	alguno	de	entre	vosotros	ofrece
ofrenda	a	Jehová	…	“	Él	divulgó	todas	esas	instrucciones,	no	acerca	de	guardar
la	ley,	sino	acerca	de	las	ofrendas.
¿No	es	eso	significativo?	En	primer	lugar,	nosotros	encontramos	la	gloria
llenando	el	tabernáculo,	y	luego	a	Dios	hablando	desde	esa	gloria	en	cuanto	a	la
manera	en	que	un	pecador,	como	usted	y	yo,	podía	ser	hecho	apto	para	morar
toda	la	eternidad	en	esa	gloria.	¡Cuán	sencillamente,	cuán	hermosamente,	ello	es
sacado	a	luz	en	este	capítulo!	El	holocausto	está	primero,	porque	muestra	de	qué
manera	un	pecador	por	naturaleza	puede	ser	aceptado	delante	de	un	Dios	santo
en	el	terreno	de	la	ofrenda.
Pues	bien,	¿de	qué	habla	este	holocausto?	Usted	dice,	“de	la	obra	de	Cristo.”
Pero	¿qué	aspecto	de	la	obra	de	Cristo?	Bueno,	la	ofrenda	por	el	pecado,	que	es
la	última	en	el	orden,	habla	por	sí	misma.	Eso	es	un	tipo	de	Cristo	llevando
nuestros	pecados,	lo	que	hemos	hecho,	quitándolos	para	siempre.	Pero	¿qué	es	el
holocausto?	El	holocausto	es	aquello	que	tipifica	a	Cristo	viniendo	a	hacer	la
voluntad	de	Dios,	a	toda	costa	para	Él,	a	pesar	de	todo	ese	padecimiento	y
agonía	terribles	de	la	cruz.	Él	vino	a	cumplir	la	voluntad	de	Dios	y	a	glorificarle
a	Él	en	la	muerte.	Gracias	a	Dios,	fue	por	nosotros	también.	La	voluntad	de	Dios
fue	nuestra	salvación,	así	el	Señor	Jesús,	al	venir	a	cumplir	la	voluntad	de	Dios,
vino	también	a	consumar	nuestra	salvación.	Supongan	que	yo	planteara	esta
pregunta	al	pueblo	del	Señor	de	manera	general:	«¿Cuál	piensan	ustedes	que	fue
el	primer	objetivo	del	Señor	Jesús	al	venir	a	este	mundo?»	¿Qué	respuesta
piensan	ustedes	que	ellos	darían?	Nueve	de	diez	dirían	que	el	primer	objetivo	fue
a	salvar	pecadores,	obviamente.	Sin	embargo,	ese	no	fue	el	primer	objetivo.	Ello
fue	un	objetivo.	Pero	¿cuál	fue	el	primer	objetivo	del	Señor	al	venir	a	este
mundo?	¿Acaso	no	hemos	leído	recién	de	hebreos	10?
“Por	lo	cual	cuando	entra	en	el	mundo,	dice:	Sacrificio	y	ofrenda,	no	los	quisiste;
empero	un	cuerpo	me	has	preparado:	en	holocaustos	y	ofrendas	por	el	pecado	no
te	complaciste:	entonces	dije:	He	aquí	yo	vengo	…	para	hacer,	oh	Dios,	tu
voluntad.”	(hebreos	10:	5	al	7).
El	primer	objetivo	que	el	Señor	Jesús	tuvo	al	venir	a	este	mundo	fue	cumplir	la
voluntad	de	Dios	y	glorificarle.	¿Y	cuándo	fue	esta	obediencia	perfecta	a	la
voluntad	de	Dios	más	perfectamente	expresada	que	cuando	Él	por	nosotros	fue
hecho	pecado	en	la	cruz?	¿Cuándo	descendió	Él	a	la	muerte	para	hacer	la
voluntad	de	Dios,	y	eso	por	nosotros?	Fue	cuando	Él	tomó	nuestros	pecados
sobre	Él	y	fue	hecho	pecado	que	Dios	adquirió	Su	más	elevada	y	mayor	gloria
(Juan	13:	31	al	32).	Es	muy	importante	entender	eso.
Por	consiguiente,	El	holocausto	viene,	de	manera	muy	natural,	en	primer	lugar,
porque	representa	a	Cristo,	no	tanto	como	tomando	nuestros	pecados,	sino	como
ofreciéndose	Él	mismo	sin	mancha	a	Dios,	para	cumplir	la	voluntad	de	Dios	y
glorificarle,	y	eso	en	muerte.
Si	ustedes	acuden	a	Efesios	5:2	encontrarán	que	hay	dos	aspectos	de	la	obra	de
Cristo	presentados	a	nosotros	en	un	versículo:
“andad	en	amor,	como	también	Cristo	nos	amó,	y	se	entregó	a	sí	mismo	por
nosotros”;	ese	es	nuestro	aspecto:
“ofrenda	y	sacrificio	a	Dios	en	olor	fragante”;	ese	es	el	otro	aspecto,	y	ese	es	el
aspecto	que	es	presentado	en	el	holocausto	ofrenda	y	sacrificio	a	Dios,	como
fragante	aroma.	Yo	estoy	seguro	de	que	nosotros	perdemos	mucho	en	nuestras
almas	por	no	considerar	ese	aspecto	del	sacrificio	de	Cristo	lo	que	es	para	Dios,
y	no	meramente	lo	que	es	para	nosotros.	Nosotros	obtenemos	unapaz	mucho
más	profunda	considerándolo	de	ese	modo.	Nos	beneficiamos	inmensamente
mediante	ello.	Permítanme	preguntarles,	¿Han	contemplado	ustedes	alguna	vez
ese	aspecto	de	la	muerte	del	Señor	Jesús?	Yo	confío	que	todo	el	que	está	aquí
puede	decir	desde	el	corazón,	«El	Señor	Jesús	murió	por	mí;	en	el	amor	de	Su
corazón	Él	se	entregó	por	mí.»	¡Hecho	maravilloso	y	bienaventurado!	Nosotros
jamás	lo	olvidaremos	a	través	de	toda	la	eternidad.	Pero	permítanme
preguntarles,	¿Han	pensado	ustedes	de	manera	insistente	en	lo	que	esa	obra	de
Cristo	fue	para	Dios?	¿Han	considerado	ustedes	alguna	vez	cuales	fueron	los
pensamientos	de	Dios	con	respecto	a	Aquel	bendito	cuando	Él	se	ofreció	así	sin
mancha?	Regresando	a	Levítico	1	leemos:
“Si	fuere	su	oblación	holocausto	tomado	de	la	vacada,	presentará	a	este	efecto	un
macho	sin	tacha:	a	la	entrada	del	Tabernáculo	de	Reunión	lo	presentará;	para	que
sea	acepto	en	favor	suyo	(esta	es	la	lectura	correcta)	delante	de	Jehová.”
(Levítico	1:3	–	VM).
Presten	atención:	el	animal	no	es	inmolado	aún.	Es	traído,	o	presentado	en
primer	lugar,	sin	defecto,	para	la	aceptación	del	oferente	delante	de	Jehová.	Un
animal	imperfecto	no	podía	ser	aceptado.	Vayan	solamente	a	un	pasaje	en
Levítico	22.
“Habla	a	Aarón	y	a	sus	hijos,	y	a	todos	los	hijos	de	Israel	y	diles:	Cualquier
hombre	de	la	casa	de	Israel,	o	de	los	extranjeros	residentes	en	Israel,	que	quisiere
presentar	su	oblación,	por	cualquier	voto	suyo,	o	por	cualquiera	ofrenda
voluntaria	suya,	de	las	que	suelen	presentar	a	Jehová	como	holocausto,	a	fin	de
que	sea	acepto	por	vosotros”,	(o	“para	que	vosotros	podáis	ser	aceptados”,	véase
la	‘Version	revisada’	en	Inglés),	“habrá	de	ser	macho	sin	tacha,	ora	sea	de	la
vacada,	ora	de	las	ovejas	o	de	las	cabras.	No	podréis	presentar	ninguna	cosa	que
tuviere	defecto;	porque	no	será	acepto	de	vosotros.	Asimismo,	en	cuanto	a
cualquier	hombre	que	quisiere	presentar	sacrificio	de	paces	a	Jehová,	por
cumplir	un	voto	o	por	ofrenda	voluntaria,	ya	sea	de	la	vacada	ya	del	rebaño,	ha
de	ser	perfecto	para	que	sea	acepto;	ningún	defecto	ha	de	haber	en	él.”	(Levítico
22:	18	al	21	VM).
En	primer	lugar,	la	ofrenda	tenía	que	ser	perfecta	para	ser	aceptada.	Si	hubiese
habido	una	sola	mancha,	una	sola	imperfección,	en	ese	becerro,	no	podía	haber
sido	aceptado,	y	si	el	becerro	no	había	sido	aceptado,	el	oferente	no	habría	sido
aceptado,	porque	el	animal	era	ofrecido	para	que	él	fuese	aceptado.	¿A	qué
señala	esto?	A	la	Persona	santa	del	Señor	Jesús,	nacido	en	este	mundo,	nacido	de
mujer,	nacido	bajo	la	ley,	Aquel	que	no	estimó	el	ser	igual	a	Dios	(Filipenses	2)
como	cosa	a	que	aferrarse,	sino	que	se	despojó	a	sí	mismo,	viniendo	a	este
mundo,	no	como	un	hombre	adulto	como	Adán,	sino	como	un	niño	recién
nacido,	y	pasando	después	a	través	de	este	mundo	como	Uno	santo,	inmaculado
y	ofreciéndose	sin	mancha	a	Dios.	La	totalidad	de	esa	vida	bienaventurada,
inmaculada	(sobre	lo	cual	no	me	detengo	ahora,	porque	ello	está	tipificado	en	la
oblación	u	ofrenda	vegetal),	la	totalidad	de	esa	vida,	toda	palabra	que	Él	habló,
toda	acción	que	Él	llevó	a	cabo,	ascendió	a	Dios	como	fragante	aroma.	Y
encontramos	después	que	Él	fue	a	la	muerte.
La	obediencia	que	Le	caracterizó	en	Su	vida	sólo	fue	perfeccionada,	por	así
decirlo,	en	Su	muerte.	O,	tal	como	leemos	en	Filipenses	2,	Él	fue	obediente	hasta
la	muerte,	y	muerte	de	cruz.	Nosotros	conocemos	los	pensamientos	de	Dios
acerca	de	Aquel	bendito.	Los	cielos	fueron	abiertos	dos	veces,	y	la	voz	del	Padre
fue	oída,	“Este	es	mi	Hijo	amado,	en	quien	tengo	complacencia”,	o,	“en	quien
hallo	mi	delicia”	(JND).	Todo	pensamiento	de	Su	corazón	fue	para	Dios	un
fragante	aroma.	Vino	después	la	hora	terrible	en	el	huerto	de	Getsemaní,	cuando
fue	traído	ante	el	Señor	Jesús	todo	aquello	a	través	de	lo	cual	Él	tendría	que
pasar	si	Él	persistía	en	esa	bienaventurada	senda	de	obediencia	por	lo	que	Él
tendría	que	pasar	si	Él	llevaba	a	cabo	la	voluntad	de	Dios	perfectamente.	Todo
fue	traído	de	tal	manera	ante	Él	que	el	Señor	dijo,	“Padre	mío,	si	es	posible,	pase
de	mí	esta	copa;	pero	no	sea	como	yo	quiero,	sino	como	tú.”	(Mateo	26:39).	Así
que	Él	va	a	la	cruz	en	obediencia	perfecta	y	bienaventurada	y	Él	mismo	se	ofrece
como	una	víctima	voluntaria,	para	cumplir	la	voluntad	de	Dios.
Yo	no	les	pregunto,	amados	amigos,	cuál	es	el	pensamiento	que	ustedes	albergan
acerca	de	este	hecho	maravilloso,	ese	hecho	de	obediencia	y	consagración
bienaventuradas	a	la	gloria	del	Padre,	sino,	¿han	considerado	ustedes	alguna	vez
cuál	es	el	pensamiento	de	Dios	acerca	de	Aquel	bendito	y	Su	obediencia	hasta	la
muerte?	Si	el	Padre	pudo	decir	acerca	de	Él	durante	Su	vida	aquí,	“Este	es	mi
Hijo	amado,	en	quien	tengo	complacencia”,	cuánto	más	ahora	que	Él	ha	ido	a	la
muerte	misma,	por	obediencia	y	amor	al	Padre.	En	Juan	14:31	nosotros
encontramos	dos	cosas,	Su	amor	y	Su	obediencia	al	Padre,	ambas	cosas
mostradas	al	ir	Él	a	la	muerte.	“Más	para	que	el	mundo	conozca	que	amo	al
Padre,	y	como	el	Padre	me	mandó,	así	hago.	Levantaos,	vamos	de	aquí.”	Él	se
levantó	de	la	cena	para	ir	a	la	cruz.
Suponiendo	que	un	amigo	al	cual	amamos	mucho	pasara	a	través	de	gran
tribulación	y	padecimiento	para	hacer	algo	que	nosotros	deseásemos	que	sea
hecho,	¿no	deberíamos	apreciar	su	consagración	a	nosotros?	Piensen	entonces	en
el	Señor	Jesucristo,	a	todo	costo	para	Él	mismo,	a	expensas	de	esa	horrible
agonía	de	la	cruz,	en	obediencia	perfecta	viniendo	a	hacer	la	voluntad	de	Dios;
como	Él	dijo,	“	Mi	comida	es	que	haga	la	voluntad	del	que	me	envió,	y	que
acabe	su	obra.”	(Juan	4:34).	El	Padre	tuvo	siempre	Su	complacencia	en	Él.	Pero
Él	iba	ahora	a	poner	Su	vida	en	amor	y	obediencia	al	Padre	y	dice;	“Por	eso	me
ama	el	Padre,	porque	yo	pongo	mi	vida,	para	volverla	a	tomar.”	(Juan	10:17).
¡Por	eso!	¿Acaso	el	Padre	no	amó	siempre	al	Hijo?	No	obstante,	Él	dice,	“	Por
eso	me	ama	el	Padre,	porque	yo	pongo	mi	vida.”	Hubo	una	causa	nueva,	un
motivo	nuevo,	por	así	decirlo,	para	que	el	amor	del	Padre	fluya	hacia	el	Hijo;	y
cuando	en	la	cruz	el	Señor	fue	hecho	pecado,	Él	nunca	fue	más	el	Objeto	del
deleite	del	Padre	de	manera	personal.	El	haber	sido	Él	hecho	pecado	fue	la
perfección	de	Su	obediencia.	Él	fue	a	la	muerte	por	obediencia	a	Dios.	Él	fue
obediente	hasta	la	muerte,	y	muerte	de	cruz.	Oh,	amados	amigos,	¿qué	piensa
Dios	acerca	de	eso?	Ello	está	expresado	en	nuestro	capítulo	en	estas	palabras:
“Y	lavará	con	agua	los	intestinos	y	las	piernas,”	(es	decir,	el	sacrificio	era	hecho
limpio	para	mostrar	lo	que	Cristo	era	por	naturaleza	perfecto,	puro,	santo)	“y	el
sacerdote	hará	arder	todo	sobre	el	altar;	holocausto	es,	ofrenda	encendida	de	olor
grato	para	Jehová.”(Levítico	1:9).
“Ofrenda	encendida	de	olor	grato	para	Jehová.”	¿Qué	idea	comunican	esas
palabras	a	nuestras	mentes?	¿Acaso	no	es	un	olor	grato	algo	en	lo	cual	nosotros
nos	complacemos,	algo	que	es	agradable	a	nosotros?	Estas	son	las	palabras	que
el	Espíritu	Santo	usa	para	darnos	a	conocer	los	pensamientos	de	Dios	acerca	de
Aquel	bendito	y	Su	sacrificio.	“Ofrenda	encendida	de	olor	grato	para	Jehová.”
¿Qué	significa	“fuego”	en	la	Escritura?	Fuego	significa	generalmente	el	juicio
probatorio	de	Dios.	Fuego	y	olor	grato	van	juntos.	Consideren	a	Aquel	bendito
en	la	cruz.	Cuando	Él	estuvo	allí,	todas	las	ondas	y	las	olas	del	juicio	de	Dios
pasaron	sobre	Su	cabeza.	Cuando	Él,	el	que	no	conoció	pecado,	por	nosotros	fue
hecho	pecado;	cuando	Él	estuvo	allí,	cargando	con	todo	el	peso	de	nuestro	juicio,
en	Su	gracia	infinita,	¿qué	salió	a	luz?	Nada	más	que	perfección	infinita,	nada
más	que	un	olor	grato	para	Dios,	nada	más	que	aquello	en	lo	que	Dios	encontró
infinita	complacencia.	Probado	hasta	lo	sumo,	y	mientras	más	probado	más	olor
grato	salió.	Mientras	más	nosotros	somos	probados,	más	salen	a	relucir	nuestras
imperfecciones.	Mientras	más	fue	Él	probado,	más	salieron	a	relucir	Sus
perfecciones	más	olor	grato	salió	delante	de	Dios.	¡Cuán	bienaventurado	es
mirar	hacia	atrás	y	ver	al	Señor	Jesús	por	nosotros	hecho	pecado,	y	no	obstante
el	olor	grato	de	lo	que	Él	era	subiendo	a	Dios!	En	aquel	olor	gratonosotros	nos
encontramos	aceptados,	tal	como	veremos	más	adelante.
Hasta	este	momento	nosotros	hemos	estado	pensando	en	lo	que	Cristo	es	para
Dios;	y	si	preguntamos,	«¿Qué	piensa	Dios	acerca	del	sacrificio	maravilloso	del
Señor	Jesús?	¿Qué	piensa	Él	acerca	de	Aquel	bendito	que	fue	a	la	cruz	para
consumar	Su	gloria	a	todo	costo	para	Él	mismo?»	El	tema	es	tan	grande	que
nosotros	no	podemos	conocerlo	jamás	en	su	plenitud.	Pero	el	Espíritu	Santo	lo
ha	expresado	para	nosotros	en	estas	palabras:	“Ofrenda	y	sacrificio	a	Dios	en
olor	fragante.”	(Efesios	5:2).
Ahora	bien,	¿cuál	es	nuestra	parte	en	el	holocausto?	¿Dónde	entramos	nosotros?
Ha	sido	dicho	verdaderamente	que	el	holocausto	era	todo	para	Dios;	los
sacerdotes	tenían	que	hacer	arder	“todo	sobre	el	altar.”	Pero	debemos	recordar
que	se	habla	de	expiación,	se	habla	de	derramamiento	de	sangre;	y	Levítico	1:4
dice.
“Luego	pondrá	su	mano	sobre	la	cabeza	del	holocausto;	y	será	acepto	en	favor
suyo,	para	hacer	expiación	por	él”.
Esa	es	nuestra	parte	nuestra	obtención	del	beneficio	del	mismo,	por	así	decirlo.
Es	el	holocausto	lo	que	nos	dice	de	qué	manera	Cristo	“llevó	él	mismo	nuestros
pecados	en	su	cuerpo	sobre	el	madero.”	(1ª	Pedro	2:24).	Eso	se	relaciona	con	lo
que	nosotros	hemos	hecho.	El	holocausto	trata	más	con	la	cuestión	de	lo	que
nosotros	somos	de	nuestro	estado	delante	de	Dios	como	pecadores,	como	en
Romanos	5:19:	“por	la	desobediencia	de	un	hombre	los	muchos	fueron
constituidos	pecadores”	lo	que	nosotros	somos	por	naturaleza.	Esa	es	realmente
la	cuestión	a	resolver,	y	de	qué	manera	un	pecador	por	naturaleza	puede	ser
aceptado	delante	de	un	Dios	santo.	Esa	es	una	dificultad	para	miles	del	pueblo	de
Dios.	Muchos	dicen,	«Yo	no	tengo	ninguna	dificultad	acerca	de	mis	pecados;	yo
sé	que	el	Señor	los	llevó	todos.	No	obstante,	yo	no	puedo	decir	que	tengo	paz
estable	delante	de	Dios.»	¿Cómo	es	eso?	Usted	dice,	«Yo	veo	que	mis	pecados
están	perdonados,	pero	siento	que	no	alcanzo	lo	que	yo	debiese	ser	como
cristiano,	Me	parece	tener	tan	poco	amor	por	el	Señor	y	por	Su	Palabra.»
El	holocausto	representa	aquello	que	responde	plenamente	esta	pregunta,	porque
trata	más	con	nuestro	estado	por	naturaleza,	y	de	qué	manera	nosotros	somos
aceptados	delante	de	Dios.	Esta	no	es	la	primera	vez	que	leemos	acerca	de	un
holocausto	en	la	Escritura.	El	sacrificio	de	Abel	llevó	el	carácter	de	un
holocausto;	y	mediante	él	Abel	alcanzó	el	testimonio	de	que	él,	un	pecador	por
naturaleza	era	justo,	dando	Dios	testimonio	de	sus	ofrendas;	es	decir,	dando
testimonio	del	valor	del	sacrificio.	(hebreos	11:4).
Noé	ofreció	también	un	holocausto	después	del	diluvio.	Y	percibió	Jehová	olor
grato;	y	dijo	Jehová	en	su	corazón:	“No	volveré	más	a	maldecir	la	tierra”	aunque
“el	intento	del	corazón	del	hombre	es	malo	desde	su	juventud.”	(Génesis	8:21).
Además,	Job	ofreció	holocaustos	por	sus	hijos.	“Porque	decía	Job:	Quizá	habrán
pecado	mis	hijos,	y	habrán	blasfemado	contra	Dios	en	sus	corazones.”	(Job	1:5).
Ustedes	observarán	que	Levítico	1:4	dice,	“Pondrá	su	mano	sobre	la	cabeza	del
holocausto.”	La	acción	significa	que	el	oferente	era	identificado	con	todo	el
valor	del	sacrificio.	En	otras	palabras,	si	Dios	aceptaba	el	sacrificio,	Él	aceptaba
a	aquel	que	venía	con	él.	Si	Dios	encontraba	en	el	sacrificio	olor	fragante,	y
hallaba	complacencia	en	él,	Él	encontraba	la	misma	complacencia	en	aquel	que
venía	con	él.	El	oferente	era	identificado	plenamente	con	el	valor	del	sacrificio
delante	de	Dios.	Tal	como	leemos,	“y	será	aceptado”,	en	lugar	de	él.	¡Oh,	cuán
sencillo	y	bienaventurado	es	eso!	El	sacrificio	de	Cristo	aceptado	por	Dios	por
nosotros,	conforme	a	todo	el	valor	que	Él	le	confiere	Cristo	aceptado	en	lugar	de
nosotros.	En	vez	de	estar	delante	de	Dios	con	nuestros	pecados	y	nuestro
aborrecimiento	hacia	Él,	en	lugar	de	nuestra	desobediencia	y	falta	de
consagración,	nosotros	somos	aceptados	conforme	a	todo	el	valor	de	esa	obra	en
la	cruz,	donde	todos	nuestros	pecados	fueron	expiados,	y	donde	la	obediencia,	la
consagración	de	Cristo	y	Su	amor	al	Padre	fueron	manifestados	plenamente.
“Será	aceptado	para	expiación	suya.	(Levítico	1:4).
Con	independencia	de	lo	que	el	oferente	era,	fuese	él	consagrado	o	no;
cualesquiera	que	fuesen	sus	sentimientos,	sus	experiencias,	o	sus	pensamientos
en	cuanto	al	valor	del	sacrificio	todo	esto	no	tenía	nada	que	ver	con	su
aceptación.	Se	trataba	sólo	de	cuál	era	el	valor	de	la	ofrenda	a	la	vista	de	Dios.
El	oferente	podía	haber	dicho,	«Si	Dios	acepta	el	sacrificio,	yo	soy	aceptado;	si
Él	rechaza	el	sacrificio,	yo	soy	rechazado	también.	Si	Dios	encuentra
complacencia	en	el	sacrificio	que	traigo,	Él	encuentra	complacencia	en	mí
también.»	¡Cuán	sencillo	es	cuando	aplicamos	eso	a	nuestro	caso!	En	otras
palabras,	es	Cristo	y	Su	obra	aceptados	por	Dios	en	mi	lugar.	De	eso	se	trata
realmente.	Gracias	a	Dios,	si	una	vez	hemos	venido	como	pecadores	perdidos,	y
hemos	tomado	nuestro	verdadero	lugar	delante	de	Él,	nosotros	nos	encontramos
aceptados,	a	pesar	de	todo	lo	que	somos	nuestra	indignidad,	nuestra	falta	de
consagración,	y	nuestro	aborrecimiento	y	rebelión	contra	Dios;	aceptados	en	el
terreno	de	lo	que	Cristo	fue	para	Dios	cuando	Él	mismo	se	ofreció	como	un
sacrificio	voluntario	cuando	Él,	que	no	conoció	pecado,	por	nosotros	fue	hecho
pecado.	(2ª	Corintios	5:21).
¿Acaso	eso	no	lo	deja	claro?	Yo	estoy	cierto	de	que	nosotros	perdemos	mucho
por	no	pensar	con	insistencia	en	lo	que	esa	obra	fue	para	Dios.
Nosotros	debemos	recordar	que	estas	cosas	presentan	sólo	diferentes	aspectos	de
la	misma	obra.	Fue	cuando	el	Señor	por	nosotros	fue	hecho	pecado,	cargando
con	nuestro	juicio,	que	el	fragante	aroma	de	Su	sacrificio	subió	a	Dios.	¿Ha
cambiado	el	valor	de	ese	sacrificio	delante	de	Dios?	Gracias	a	Dios,	no	ha
cambiado.	El	valor	de	aquel	sacrificio	es	tan	nuevo	delante	de	Dios	como	el	del
día	en	el	cual	fue	ofrecido.
Consideraremos	solamente	“la	ley	del	holocausto”	en	Levítico	6	antes	de
finalizar.
“Manda	a	Aarón	y	a	sus	hijos,	y	diles:	Esta	es	la	ley	del	holocausto:	el
holocausto	estará	sobre	el	fuego	encendido	sobre	el	altar	(presten	atención	a	la
siguiente	expresión)	toda	la	noche,	hasta	la	mañana;	el	fuego	del	altar	arderá	en
él.”	(Levítico	6:9).
¡Esta	es	una	expresión	tan	hermosa!	Permanecía	quemándose	“toda	la	noche,
hasta	la	mañana.”	En	las	tinieblas	de	la	noche,	cuando	Israel	dormía,	o	quizás
estaban	murmurando	en	sus	tiendas;	en	medio	de	las	tinieblas	estaba	el	olor
grato	subiendo	delante	de	Dios.	¿Acaso	no	es	ahora	la	noche?	“La	noche	está
avanzada,	y	se	acerca	el	día.”	(Romanos	13:12).	¿Acaso	no	es	de	noche	durante
la	ausencia	del	Señor	Jesús,	hasta	que	Él	venga	como	la	estrella	resplandeciente
de	la	mañana?	Es	bienaventurado	pensar	que,	durante	la	larga	y	oscura	noche,
cuando	la	ruina	de	la	iglesia	profesante	está	llegando	a	ser	cada	vez	más
evidente,	y	en	medio	de	todo	el	fracaso	del	pueblo	de	Dios	por	todas	partes,	el
olor	fragante	del	sacrificio,	cuando	el	propio	Cristo	se	ofreció,	es	tan	nuevo
delante	de	Dios	como	en	aquel	momento	cuando	fue	ofrecido.	¿Acaso	no
podemos	aplicarlo	también	de	manera	personal?	Sí.	Si	nos	alejamos	del	Señor	en
corazón,	y	volvemos	a	deslizarnos	en	el	mundo,	y	en	las	cosas	del	mundo
separándonos	del	Señor	¿es	nuestra	aceptación	delante	de	Dios	cambiada?	No;
porque	el	olor	fragante	del	sacrificio	de	Cristo	delante	de	Dios	es	tan	nuevo
como	siempre,	y	en	eso	nosotros	somos	aceptados.	¿Es	alterado	ese	olor	fragante
alguna	vez?	Jamás.	Por	lo	tanto,	la	aceptación	del	creyente	nunca	sufre
alteración.	Nuestra	apreciación	de	ello	puede	alterarse;	¡lamentablemente!	sufre
alteración.	Tal	como	cantamos	a	menudo.
“Mi	amor	es	a	menudo	bajo,
Mi	gozo	decae	y	fluye	aún,
Pero	la	paz	con	Él	permanece	la	misma:
Jehová	no	conoce	variación.”	[¹]
Hay	otro	asunto	bienaventurado	sacado	a	relucir	en	Levítico	6,	y	ese	es,	la
eficacia	y	el	valor	eternos	de	la	obra	de	Cristo.	“El	fuego	ha	de	arder
perpetuamente	sobre	el	altar;	nunca	se	apagará.	“	(Levítico	6:13).	Nunca	se
apagará.	¿Qué	implica	eso?	Cuando	nosotros	habremos	estadoen	la	gloria	de
Dios	por	edades	innumerables,	estaremos	allí	en	el	mismo	terreno	que	aquel
sobre	el	cual	somos	aceptados	ahora,	a	saber,	el	valor	de	la	obra	de	Cristo
delante	de	Dios.	Cuando	Dios	introduzca	los	cielos	y	la	tierra	nuevos,	en	los
cuales	mora	la	justicia,	el	fundamento	sobre	el	cual	reposará	toda	esta	escena	de
bienaventuranza	será	el	olor	fragante	del	sacrificio	de	Cristo,	cuando	Él	se
ofreció	a	Sí	mismo	sin	mancha	a	Dios.
Yo	no	conozco	una	verdad	más	dadora	de	paz	que	esta	de	la	cual	nosotros
estamos	hablando	tan	extensamente.	Si	alguien	pregunta,	«¿Sobre	qué	están
ustedes	construyendo?	¿Sobre	qué	están	ustedes	basándose	para	su	salvación
eterna?»,	nosotros	podemos	responder,	«Sobre	el	valor	que	Dios	adjudica	a	la
obra	de	Su	Hijo	amado.»	¡Qué	fundamento	seguro,	sólido	para	nuestras	almas!
Sólo	últimamente	yo	estuve	diciendo	a	algunos	cristianos,	«Es	una	gran	cosa	ver
que	ustedes	y	yo	somos	tan	aptos	para	el	cielo	como	lo	seremos	siempre	a	través
de	toda	la	eternidad.»	Al	principio	ellos	no	lo	pudieron	entender,	y	no	lo
creyeron	completamente.	Ellos	no	pudieron	respaldar	esa	afirmación.	Entonces
les	formulé	la	pregunta,	«¿Qué	nos	hace	aptos	para	morar	con	Cristo	en	gloria?»
Ellos	dijeron,	«Vaya,	la	obra	de	Cristo,	obviamente.»	Pero	¿será	la	obra	de	Cristo
de	más	valor	a	la	vista	de	Dios	cuando	nosotros	estemos	en	gloria	de	lo	que	es
ahora?	Ni	un	solo	átomo.	Por	consiguiente,	si	somos	creyentes,	la	verdad
bienaventurada	es	esta:	que	en	el	terreno	de	esa	obra	nosotros	somos	ahora	tan
aptos	para	la	gloria	como	lo	seremos	siempre	cuando	estemos	realmente	en	ella,
si	bien	libres	de	la	presencia	del	pecado	en	aquel	entonces,	y	con	un	cuerpo
glorificado	a	semejanza	del	de	Cristo.	Y	si	bien	nosotros	podemos	fracasar,	y
alejarnos	del	Señor,	y	nuestros	corazones	llegar	a	ser	tan	fríos	como	piedra;
aunque	la	iglesia	profesante	toda	se	haya	malogrado,	cuán	bienaventurado	es
pensar	en	el	holocausto	ardiendo	toda	la	noche;	su	olor	fragante	como	nuevo
delante	de	Dios	en	este	momento	como	el	día	cuando	el	sacrificio	fue	ofrecido.
Y	a	lo	largo	de	todas	las	incontables	edades	de	la	eternidad	será	aún	lo	mismo	lo
que	Cristo	fue	para	Dios	cuando	mediante	el	Espíritu	eterno	se	ofreció	a	Sí
mismo	sin	mancha	a	Dios	(hebreos	9:14).
Que	el	Señor	nos	conceda,	amados	amigos,	conocer	más	de	esa	obra	maravillosa
del	Señor	Jesús	en	la	cruz	lo	que	ella	es	para	Dios,	y	lo	que	ha	llevado	a	cabo
para	nosotros.
Este	será	nuestro	tema	de	alabanza	en	la	gloria,	cuando	conoceremos	tan
cabalmente	de	qué	manera	somos	conocidos	(1ª	Corintios	13:12	RVR1977).	El
mismo	bendito	Salvador	nos	ocupará	entonces,	y	sacará	a	relucir	la	acción	de
gracias	de	nuestros	labios,	y	la	adoración	de	nuestros	corazones.	Que	Dios	pueda
otorgar	que	ello	pueda	ser	así	cada	vez	más	ahora.
I.		El	holocausto,	un	tipo	de	la	devoción	de	Cristo.	Levítico	1:1-9	Un	estudio
de	estas	ofrendas	no	puede	sino	profundizar	nuestra	reverencia	por	la
Palabra	de	Dios,	y	magnificar	a	nuestro	Señor	y	Salvador	a	quien
representan.	Nunca	debemos	pasar	por	alto	el	hecho	de	que	todos	los
detalles	dados	con	respecto	a	estas	cinco	ofrendas,	que	revelan	tantos
diferentes	aspectos	de	la	vida	y	obra	de	Cristo,	fueron	dados	a	Moisés	por	el
mismo	Jehová,	quien	conocía	de	antemano	el	carácter	de	Cristo	y	sus
sufrimientos.	Este	holocausto	es	“una	ofrenda	de	allegamiento”	indicando	el
camino	a	Dios.
1.El	carácter	de	la	ofrenda.	Mucho	depende	de	su	carácter	y	la	manera	en	que
fue	ofrecido.
a.Debe	ser	sin	defectos	(Lev.	1:3).	No	solo	a	la	vista	del	hombre,	sino	en	la	vista
de	Dios.	Cristo,	como	el	Cordero	amado	de	Dios,	era	“sin	mancha	y	sin
contaminación”	(1	Pedro	1:19).	Un	pecado	en	pensamiento	o	sentimiento	lo
habría	convertido	a	él	en	un	sacrificio	manchado.	Cuando	el	Apóstol	Pablo	habla
a	los	romanos	en	capitulo	3:21-26	está	estableciendo	que	Dios	proveyó	la
justicia	mediante	la	fe	de	Jesús	el	Mesías,	para	todos	los	que	creen,	siendo
justificados	por	su	gracia,	sin	merecimiento	alguno	mediante	la	redención	que
tenemos	en	Cristo	Jesús	a	quien	Dios	ha	propuesto	públicamente	como	sacrificio
expiatorio	por	su	sangre	a	través	de	la	fe	como	evidencia	de	su	justicia,	es	decir
que	Jesús	es	la	ofrenda	perfecta,	sin	defectos	por	medio	del	cual	hoy	nos
acercamos	a	Dios.
b.Debía	ser	llevado	a	la	puerta	(Lev.	1:3).	La	puerta	de	acceso	a	Dios	ha	sido
bloqueada	por	el	pecado.	Sólo	puede	abrirse	a	través	del	sufrimiento	y	el
sacrificio.	Jesucristo	vino	para	este	propósito.	Ahora	él	dice.	“He	aquí,	he	puesto
delante	de	ti	una	puerta	abierta,	la	cual	nadie	puede	cerrar”	(Apocalipsis.	3:8).
c.Debe	ser	degollado	ante	el	Señor	(Lev.	1:5).	Una	vida	sin	culpa	no	es	suficiente
para	expiar	el	pecado	y	quitar	la	barrera	de	la	puerta.	Cristo	debe	morir,	y	él	debe
morir	ante	el	Señor.	Su	muerte	fue	obra	de	Jehová,	y	no	del	hombre.	“Con	todo
eso,	Jehová	quiso	quebrantarlo,	sujetándole	a	padecimiento”	(Isaías.	53:10).	La
expiación	tiene	que	ver	con	Dios.
d.Se	debe	ofrecer	en	orden	al	altar	(Lev.	1:8).	Todo	aquí	debe	estar	en	orden,	ya
que	todo	es	típico	de	Aquel	que	vino	a	hacer	la	voluntad	del	Padre.	El
enclavamiento	de	Cristo,	nuestro	sacrificio,	sobre	la	cruz	puede	estar	aquí	en
forma	de	figura.
e.Su	sangre	debe	ser	rociada	(Lev.	1:5).	El	“sin	mancha”	se	convierte	en	el	“sin
vida.”	La	sangre,	que	significa	vida,	debe	aplicarse	tanto	al	altar	como	al
corazón.	La	sangre	rociada	salvó	al	primogénito	en	Egipto	(Éxodo	12).	La
sangre	de	aspersión	todavía	habla	(hebreos.	12:24).
f.Su	interior	debe	ser	lavado	(Levitico.	1:9).	Los	interiores	pueden	sugerir	los
pensamientos	y	los	sentimientos,	las	intenciones	del	corazón,	que	deben	ser
limpios	ante	Dios.	Todo	fue	perfecto	en	el	Hijo	del	Altísimo	como	nuestro
Cordero	pascual.	Él	podría	decir:	“El	hacer	tu	voluntad,	Dios	mío,	me	ha
agradado,	y	tu	ley	está	en	medio	de	mi	corazón”	(Salmo.	40:8).
g.Todo	debe	ser	entregado	al	altar	(Levitico.	1:9).	Todo	fue	dado	a	Dios,	él	se
ofreció	a	sí	mismo	en	su	totalidad	y	de	forma	aceptable.	“Y	andad	en	amor,
como	también	Cristo	nos	amó,	y	se	entregó	a	sí	mismo	por	nosotros,	ofrenda	y
sacrificio	a	Dios	en	olor	fragante”	(Efesios.	5:2).
2.Algunas	cosas	sobre	el	ofrendante.	Aprendemos	de	esto	que:
a.Se	necesitaba	una	ofrenda	de	acercamiento.	Debido	al	pecado	el	hombre	ha
perdido	todo	derecho	y	aptitud	para	acercarse	a	Dios.	Jesús	es	el	Camino	(Juan.
14:6).	Jesús	dijo:	Yo	soy	el	camino,	y	la	verdad,	y	la	verdad;	nadie	viene	al
Padre,	sino	por	mí.
b.Esta	ofrenda	debe	ser	voluntaria	(Levítico.	1:3).	Nuestra	propia	voluntad	es
responsable	de	nuestra	aceptación	o	rechazo	de	la	gran	ofrenda	de	Dios	por
nuestros	pecados.	“Y	no	queréis	venir	a	mí	para	que	tengáis	vida”	(Juan.	5:40).
c.Debe	haber	identificación	personal	(Levítico.	1:4).	“Y	pondrá	su	mano	sobre	la
cabeza	del	holocausto	…”	Este	es	el	toque	de	apropiación,	es	el	toque	de	la	fe,	la
inclinación	de	un	corazón	creyente.
d.El	ofrendante	fue	aceptado	en	la	ofrenda	(Levítico.	1:4).	“	…y	será	aceptado
para	expiación	suya».	Él	“nos	hizo	aceptos	en	el	Amado”	(Efesios	1:6).	¡Qué
evangelio	glorioso,	que	por	nuestra	aceptación	de	su	ofrenda	nos	hace	aceptables
a	Dios!	Justificado	libremente	de	todas	las	cosas.	“Siendo	justificados
gratuitamente	por	su	gracia,	mediante	la	redención	que	es	en	Cristo	Jesús”
(Romanos.	3:24).
e.Este	privilegio	se	ofrece	a	todos	(Lev.	1:2).	“alguno	de	entre	vosotros”
(Levítico.	1:2).	Esta	es	una	puerta	ancha	abierta	por	la	infinita	misericordia	de
Dios.	La	salvación,	por	la	ofrenda	de	Cristo,	se	pone	al	alcance	de	cada	persona
que	ha	escuchado	la	grata	noticia.	“Y	él	es	la	propiciación	por	nuestros	pecados;
y	no	solamente	por	los	nuestros,	sino	también	por	los	de	todo	el	mundo”	(1	Juan
2:2).
[¹]N.	del	T.:	Traducción	libre	de	la	cuarta	estrofa	del	himno	“I	Hear	the	Words	of
Love”	Palabras	por	Horatius	Bonar	(1861),	música	por	Henry	Gauntlett	(1858).
CAPITULO	2
JESUS	EN	LA	OFRENDA
VEGETAL
Levítico	2;	Levítico	6:	14	al	18
Nosotros	estuvimos	diciendo	que	el	holocausto,	el	cual	viene	en	primer	lugar	en
el	libro	de	Levítico,	esun	tipo	del	Señor	Jesucristo	ofreciéndose	a	Sí	mismo	para
cumplir	la	voluntad	de	Dios,	a	toda	costa,	incluso	hasta	la	muerte.	Tenemos
derramamiento	de	sangre	y	expiación	en	aquella	ofrenda,	porque,	si	bien	el
Señor	Jesús	fue	a	la	muerte	en	obediencia	a	Dios,	ello	fue	a	causa	de	lo	que
nosotros	somos	por	naturaleza,	debido	a	nuestra	condición	como	hijos	perdidos
de	Adán.
El	caso	de	la	ofrenda	vegetal	es	bastante	diferente.	No	hay	aquí	derramamiento
de	sangre	alguno.	Esta	ofrenda	estaba	compuesta	de	flor	de	harina	(harina
molida	muy	fina),	o	podía	ser	de	espigas	verdes.	No	había	ninguna	muerte
relacionada	con	ella.	La	flor	de	harina	tenía	que	ser	mezclada	o	ungida	con
aceite,	e	incienso	tenía	que	ser	puesto	sobre	ella.	Parte	de	la	ofrenda	vegetal	“la
porción	memorial	de	ella”	(Levítico	2:2)	como	se	la	denomina	con	todo	el
incienso,	era	ofrecida	sobre	el	altar	como	ofrenda	encendida	de	olor	grato	para
Jehová.	Esta	ofrenda	era	así	muy	diferente	del	holocausto,	la	totalidad	del	cual
subía	a	Dios,	exceptuando	solamente	la	piel,	la	cual	el	sacerdote	la	tenía	para	sí
mismo.	El	resto	de	la	ofrenda	vegetal	lo	comían	Aarón	y	sus	hijos.
Ahora	bien,	mientras	que	el	holocausto	tipifica	a	Cristo	ofreciéndose	a	Sí	mismo
a	Dios	como	olor	grato	en	Su	muerte	obediente	hasta	la	muerte,	la	ofrenda
vegetal	nos	habla	de	la	humanidad	perfecta,	sin	pecado,	del	Señor	Jesús	lo	que
Él	fue	como	un	hombre	en	la	tierra,	pero	como	ofrecido	a	Dios;	“una	ofrenda”,
como	lo	declara	aquí	Levítico	2,	“encendida”	(o	presentada	por	fuego).	Este
fuego,	como	ustedes	saben,	representa	el	juicio	probatorio;	y	ciertamente	el
bendito	Señor	fue	probado	en	toda	Su	senda	a	través	de	este	mundo,	y	en	la	cruz
también,	y	mediante	la	muerte	misma.	Pero	mientras	más	Él	era	probado,	más
era	sacada	a	relucir	Su	perfección	infinita	delante	de	Dios.	Cada	pensamiento,
cada	palabra,	cada	acción	era	un	olor	grato	para	Dios.	El	Señor	fue	perfecto	en
cada	paso	de	Su	camino	a	través	de	este	mundo	perfecto	en	obediencia,	perfecto
en	dependencia,	perfecto	en	mansedumbre,	perfecto	en	compasión,	perfecto	en
humildad;	de	hecho,	no	hay	una	sola	gracia	en	la	cual	ustedes	pueden	pensar	que
el	Señor	Jesús	no	exhibió	en	toda	Su	perfección	durante	Su	vida	en	la	tierra.	La
ofrenda	vegetal	tipifica	esto.	Todo	el	incienso	tenía	que	ser	quemado	con	la
ofrenda	vegetal,	y	el	aroma	fragante	de	ese	incienso	nos	habla	de	todas	las
gracias	del	Señor	Jesús,	todo	siendo	perfectamente	aceptable	para	Dios	un	olor
grato.
Algunos	podrían	preguntar	por	qué	el	holocausto	viene	en	primer	lugar,	puesto
que	la	vida	del	Señor,	como	un	asunto	de	tiempo,	vino	antes	de	Su	muerte.	Pero
la	sabiduría	divina	es	mostrada	presentándonos	el	holocausto	antes	de	la	ofrenda
vegetal,	porque	si	el	Señor	hubiese	desistido	de	la	muerte,	y	de	cargar	con	el
juicio	como	por	nosotros	hecho	pecado;	si	Él	hubiese	fracasado	cuando
sobrevino	la	última	prueba	cuando,	en	el	huerto	de	Getsemaní,	fue	traído	ante	el
Señor	todo	el	terrible	padecimiento	por	el	cual	Él	tendría	que	pasar	al	sobrellevar
el	juicio	de	Dios	si	Él	asumía	nuestro	caso	si	Él	hubiese	dicho	entonces,	«Ello	es
demasiado;	yo	no	puedo	continuar	hasta	eso	en	obediencia	a	Dios»,	Su
obediencia	no	habría	sido	perfecta.	Por	consiguiente,	tenemos	en	Filipenses	2,
que	Él	se	hizo	“obediente	hasta	la	muerte.”	La	perfección	de	Su	obediencia	llegó
hasta	la	muerte	[²]
La	obediencia	que	Le	caracterizó	durante	toda	Su	vida	fue	llevada	a	su	prueba
más	severa	en	Su	muerte.	Entonces	esa	obediencia	fue	perfeccionada	al	dar	Él
Su	vida	en	expiación.	Nosotros	encontramos,	por	tanto,	en	primer	lugar,	la
muerte	del	Señor	sacada	a	relucir	en	el	holocausto,	puesto	que	eso	era	el
fundamento	de	todo.	Después,	en	la	ofrenda	vegetal,	Nosotros	encontramos	que
Él	fue	un	hombre	aquí	en	la	tierra	Su	vida	aquí,	pero	como	ofrecida	a	Dios.
Es	un	tema	realmente	muy	bienaventurado,	pero	uno	se	siente	totalmente
incapaz	de	hablar	extensamente	y	sin	prisa	de	las	perfecciones	del	Señor	Jesús
en	Su	vida	aquí	abajo.	¡Ojalá	uno	pudiese	mejorar!	Hay,	sin	embargo,	un	aspecto
muy	práctico	para	que	consideremos;	y	nosotros	siempre	nos	beneficiamos
conociendo	los	pensamientos	de	Dios	con	respecto	a	la	Persona	de	Cristo,	sea
ello	en	Su	vida	o	en	Su	muerte.
Cuando	estuvimos	considerando	Su	muerte,	y	el	valor	de	ella,	nosotros	vimos
cuán	infinitamente	aceptable	todo	fue	para	Dios.	Todo	fue	un	olor	grato.
Nosotros	vimos	que	cada	creyente	en	Cristo	es	aceptado	delante	de	Dios	en
aquel	mismo	olor	grato.	Eso	muestra	de	qué	manera	nos	beneficiamos
conociendo	los	pensamientos	de	Dios	acerca	de	la	muerte	del	Señor.	De	modo
que	cuando	el	pensamiento	de	Dios	acerca	de	la	vida	de	Cristo	en	la	tierra	es
conocidos	por	nosotros,	nosotros	somos	grandes	beneficiados.	Vemos	la
complacencia	que	Dios	halla	en	Él,	y	podemos	decir,	como	creyentes,	que	somos
aceptados	en	Aquel	bendito.	Nosotros	pudimos	estar	en	Él	después	de	Su	muerte
y	resurrección,	obviamente;	pero	Aquel	mismo	en	Quien	nosotros	somos
aceptados	fue	el	Objeto	de	la	complacencia	de	Dios	aquí	abajo.	Mientras	más
conocemos	los	pensamientos	de	Dios	acerca	de	Cristo,	mejor	conocemos	los
pensamientos	de	Dios	acerca	de	nosotros,	los	que	estamos	en	Cristo.	Según	ese
versículo	en	1ª.	Juan	4:17,	“como	él	es,	así	somos	nosotros	en	este	mundo”,	no
hay	una	sola	gracia,	ni	una	sola	hermosura,	ni	una	sola	perfección	del	Señor
Jesús	que	nosotros	vemos	sacada	a	relucir	en	los	evangelios	respecto	a	las	cuales
nosotros,	como	creyentes,	no	podamos	decir,	«Eso	es	mío.»	Ustedes	preguntan,
¿cómo	puede	ser	eso?	Yo	respondo,	¿acaso	no	es	Cristo	la	vida	de	ustedes?
“Cuando	Cristo,	vuestra	vida,	se	manifieste”	(Colosenses	3:4).	¿Quieren	ver	lo
que	la	vida	de	ustedes	es	en	su	perfección?	Ustedes	no	deben	considerarse	a
ustedes	mismos,	o	a	su	prójimo	cristiano;	ustedes	deben	considerar	a	Cristo	aquí
en	la	tierra.	“porque	la	vida	fue	manifestada”	demostrada	(1ª	Juan	1:2).	¿Qué
vida?	La	vida	eterna.	Esa	es	la	vida	que	ustedes	y	yo	poseemos	como	creyentes.
¡Cuán	a	menudo	ese	bienaventurado	y	aun	así	sencillo	versículo,	el	último
versículo	de	Juan	3,	es	citado	y	se	predica	a	partir	de	él!	¡Y	cuántos	miles	de
almas	han	obtenido	paz	de	ello!
“El	que	cree	en	el	Hijo	tiene	vida	eterna.”	(Juan	3:36).
Muchos,	creyendo	en	aquel	versículo,	han	conocido	que	son	salvos;	pero	cuando
llegamos	a	inquirir,	«¿Cuál	es	esa	vida	eterna	que	poseemos?»,	nosotros	hemos
hecho	referencia	un	asunto	mucho	más	profundo	que	el	de	la	salvación	del	alma.
Yo	digo,	«Bueno,	ustedes	no	deben	mirar	a	mí	para	averiguarlo,	porque	muy	a
menudo,	una	gran	cantidad	de	lo	que	sale	a	relucir	no	es	la	vida	de	Cristo;	muy	a
menudo	el	pecado,	la	naturaleza	Adánica,	se	muestra	a	sí	misma.	No;	si	ustedes
desean	ver	la	vida	eterna	que	yo	poseo	manifestada	perfectamente,	ustedes	deben
mirar	al	Señor	Jesucristo	como	un	hombre	en	la	tierra.»
La	ofrenda	vegetal	expone	la	vida	de	Jesús	como	un	hombre	en	la	tierra,	no
obstante,	como	ofrecida	a	Dios.	Él	es	ahora	nuestra	vida	como	resucitado	de	los
muertos;	¿y	acaso	no	fue	esa	vida	manifestada	en	Su	Persona	aquí	en	la	tierra?
La	mayoría	de	ustedes	recordarán	ese	versículo	en	2ª	Corintios,	donde
encontramos	la	expresión	misma,	“la	vida	de	Jesús.”
Consulten	por	un	momento	2ª	Corintios	4:10:
“Llevando	en	el	cuerpo	siempre	por	todas	partes	la	muerte	de	Jesús.”
Ahora	bien,	esta	es	la	parte	a	la	cual	yo	tenía	la	intención	de	llamar	a	prestar	su
atención:
“Para	que	también	la	vida	de	Jesús	se	manifieste	en	nuestro	cuerpo.”
La	Escritura	no	proporciona	relato	alguno	de	la	vida	del	Señor	en	gloria,	donde
Él	está	ahora.	Nosotros	sabemos	solamente	que	Él	está	allí,	y	está	allí	para
interceder	por	nosotros	(hebreos	7:25).	Pero	Dios	nos	ha	presentado	en	los
evangelios	un	relato	de	la	vida	del	Señor	Jesús	en	la	tierra	en	cuatro	aspectos
diferentes,	tal	como	hay	cuatro	grandes	ofrendas	típicas	en	el	Libro	de	Levítico,
como	observamos	cuando	estuvimos	hablando	del	holocausto.	Y	la	vida	de
Jesús,	esa	vida	eterna,	que	estaba	con	el	Padre,	fue	manifestada,	o	demostrada.
El	Señor,	habiendo	muertoahora,	y	habiendo	llevado	nuestros	pecados,	hecho
por	nosotros	pecado,	todo	ello	resulta	en	que	hay	un	final	de	lo	que	nosotros
éramos	como	hijos	de	Adán,	y,	como	resucitado	de	la	muerte,	el	Señor	nos
comunica	Su	vida	de	resurrección.	Tal	como	leemos	en	Juan	20:22,	Él	sopló
sobre	los	discípulos	y	les	dijo,	“Recibid	el	Espíritu	Santo”,	es	decir,	Él	impartió
vida	en	resurrección	en	el	poder	del	Espíritu	Santo.	¿No	hace	esto	que	sea	más
interesante	cuando	nosotros	recordamos	esto	al	considerar	la	vida	del	Señor
Jesús	aquí	en	la	tierra?
Volviendo	a	nuestro	capítulo,	leemos:
“Cuando	alguna	persona	ofreciere	oblación	a	Jehová,	su	ofrenda	será	flor	de
harina”	(Levítico	2:1).	La	flor	de	harina	es	un	tipo	de	la	humanidad	sin	mancha,
sin	pecado,	del	Señor	Jesús.	El	Señor	habla	de	Él	mismo	una	o	dos	veces,	a	lo
menos,	en	los	evangelios,	como	trigo,	y	pan	también.	Un	ejemplo	está	en	Juan	6:
“Porque	el	pan	de	Dios	es	aquel	que	descendió	del	cielo	y	da	vida	al
mundo.”	(Juan	6:33).
Ustedes	ven	allí	un	Cristo	humillado	Aquel	que	descendió	es	llamado	“el	pan	de
Dios.”
Y	Juan	12:24	dice,	“De	cierto,	de	cierto	os	digo,	que,	si	el	grano	de	trigo	no
cae	en	la	tierra	y	muere,	queda	solo.”
El	Señor	habla	allí	de	Él	mismo	como	un	grano	de	trigo.	En	Juan	6,	tal	como
vimos,	Él	habla	de	Él	mismo	como	el	pan	de	Dios.	Así,	no	es	muy	difícil
entender	el	lenguaje	de	los	tipos	cuando	acudimos	al	libro	de	Levítico	con	la	luz
del	Nuevo	Testamento.	Nosotros	encontramos	que	una	de	las	ofrendas,	que
nosotros	sabemos	que	tipifica	a	Cristo,	está	compuesta	de	flor	de	harina	o	harina
fina.	Esta	representa	a	Aquel	que	descendió	del	cielo,	el	hombre	Jesucristo,	en
Su	humanidad	sin	mancha,	sin	pecado,	aquí.	¡Y	cuán	hermosa	es	la	flor	de
harina!	Cuando	nosotros	pasamos	nuestra	mano	a	través	de	ella	no	hay	aspereza
alguna,	ninguna	desigualdad;	todo	es	perfectamente	suave.	Es	así	en	el	Señor
Jesús.	No	hubo	desigualdad	alguna	en	Él;	no	hubo	nada	en	Aquel	bendito	sino	lo
que	era	absolutamente	conforme	a	los	pensamientos	de	Dios.	En	algunos	casos
la	flor	de	harina	era	amasada	con	aceite;	en	otros	casos	ella	era	untada	con
aceite.	“Más	si	ofrecieres	ofrenda	de	sartén,	será	de	flor	de	harina	sin	levadura,
amasada	con	aceite.”	(Levítico	2:5).
“Amasada	con	aceite.”	¿De	qué	nos	habla	ello?	Bueno,	nosotros	sabemos	que	el
bendito	Señor	Jesús	fue	concebido	por	el	Espíritu	Santo,	tal	como	el	ángel
anunció	a	María.	“El	Espíritu	Santo	vendrá	sobre	ti,	y	el	poder	del	Altísimo	te
cubrirá	con	su	sombra;	por	lo	cual	también	el	Santo	Ser	que	nacerá,	será	llamado
Hijo	de	Dios.”	(Lucas	1:35).
Por	lo	tanto,	en	Su	naturaleza	como	un	hombre,	Él	fue	concebido	por	el	Espíritu
Santo,	y	todo	lo	que	Él	hizo	fue	mediante	el	poder	del	Espíritu	Santo.	El
amasado	con	aceite	nos	habla	de	eso,	sin	duda.
Algunas	de	las	ofrendas	vegetales	eran	untadas	con	aceite,	lo	cual	habla	por	sí
mismo.	La	mayoría	de	nosotros	estamos	familiarizados	con	el	versículo,	“Cómo
Dios	ungió	con	el	Espíritu	Santo	y	con	poder	a	Jesús	de	Nazaret.”	(Hechos
10:38).	El	Señor	fue	ungido	con	el	Espíritu	Santo	cuando	Él	tenía	unos	treinta
años.	En	el	bautismo	de	Juan	el	Espíritu	Santo	descendió	sobre	Jesús	en	la	forma
de	una	paloma,	y	vino	sobre	Él.	Allí	fue	el	ungimiento.
Hay	otra	cosa	que	debe	ser	mencionada	en	esta	ofrenda,	y	es	la	ausencia	total	de
levadura.	Ninguna	de	estas	ofrendas	debía	tener	levadura.
“Ninguna	ofrenda	que	ofreciereis	a	Jehová	será	con	levadura;	porque	de	ninguna
cosa	leuda,	ni	de	ninguna	miel,	se	ha	de	quemar	ofrenda	para	Jehová.”	(Levítico
2:11).	La	levadura	es	en	la	Escritura	un	tipo	o	símbolo	del	mal.	No	hay	un	solo
lugar	en	la	Escritura	donde	ella	tipifica	algo	bueno.
Cada	vez	que	la	palabra	levadura	es	encontrada,	ella	se	refiere	al	mal.	Será
suficiente	citar	dos	pasajes.	En	1ª.	Corintios	5:8	nosotros	leemos,	“la	levadura	de
malicia	y	de	maldad”;	y	en	Lucas	12:1	el	Señor	dijo,	“Guardaos	de	la	levadura
de	los	fariseos,	que	es	la	hipocresía.”	En	este	mismo	Evangelio	de	Mateo	(Mateo
16:12)	el	Señor	muestra	a	Sus	discípulos	que,	cuando	Él	les	mandó	guardarse	de
la	levadura	de	los	Fariseos	y	de	los	Saduceos,	Él	se	refería	la	doctrina	de	ellos.
Todo	es	sencillo	y	claro.	No	debía	haber	levadura	alguna	en	ninguna	ofrenda
para	Jehová.	Eso	habla	por	sí	mismo.	En	la	Persona	del	bendito	Señor	Jesús,	no
hubo	pecado	alguno;	“el	Santo	Ser	que	nacerá,	será	llamado	Hijo	de	Dios.”
(Lucas	1:35).	Y	la	excepción	en	el	versículo	12	de	nuestro	capítulo	(Levítico	2)
solamente	saca	a	relucir	de	manera	más	sorprendente	la	maravillosa	exactitud
del	Espíritu	de	Dios	al	usar	estos	tipos,	y	muestra	que	los	registros	son
inspirados	por	Dios	de	una	forma	muy	admirable.
Estas	cosas	las	podréis	presentar	a	Jehovah	como	ofrenda	de	los	primeros	frutos,
pero	no	serán	puestas	sobre	el	altar	como	ofrenda	de	grato	olor.	(Levítico	2:12).
Los	pormenores	de	la	oblación	de	primeros	frutos	son	presentados	en	Levítico
23:15	al	21.	La	ofrenda	vegetal	a	la	cual	se	hace	referencia	allí	es	un	tipo	de	la
Iglesia,	de	los	cristianos	como	un	cuerpo,	santificados	por	el	Espíritu	Santo	de
Dios	y	aceptados	en	todo	el	valor	de	la	obra	de	Cristo.	La	levadura	iba	a	estar
presente	solamente	en	ese	caso.	¡Qué	hermosamente	precisa	es	la	Escritura!
Solamente	en	este	tipo,	el	cual	nos	representa	como	creyentes	en	Cristo,	iba	a
estar	presente	la	levadura,	debido	a	que,	si	bien	nosotros	estamos	delante	de	Dios
según	todo	el	valor	de	la	obra	de	Cristo,	aún	tenemos	pecado	en	nosotros.	Si	un
hombre	no	inspirado	hubiese	escrito	el	libro	de	Levítico,	¿habría	él	incluido	una
cosa	de	este	tipo?	Imposible.	Estas	son	imágenes	presentadas	por	Dios	el
Espíritu	Santo	de	las	cosas	celestiales	y	de	Aquel	que	estaba	por	venir.
Asimismo,	el	sacrificio	no	debía	llevar	miel	alguna.	Se	entiende	que	la	miel
tipifica	aquello	que	es	dulce	para	nosotros	como	hombres	aquí	el	afecto	familiar
y	cosas	semejantes,	pero	cuando	se	trataba	de	estar	completamente	consagrado	a
Dios,	u	ofrecido	a	Él,	como	en	el	lenguaje	de	nuestro	tipo,	todo	esto	tenía	que	ser
desechado.	El	bendito	Señor	cuando	estuvo	en	la	tierra	reconoció	plenamente	las
relaciones	naturales,	pero	(para	usar	el	lenguaje	de	otro),	Él	pudo	decir,	“Mujer,
he	ahí	tu	hijo”,	y	al	discípulo,	“He	ahí	tu	madre”	(Juan	19:	26	y	27)	incluso	en	el
terrible	momento	de	la	cruz,	cuando	todo	fue	consumado,	y	pudo	decir	también,
“Qué	tienes	conmigo,	mujer?”	cuando	Él	estaba	en	la	realización	más	sencilla	de
Su	servicio	(Juan	2:4).
Muy	poco	se	dice	acerca	de	la	vida	del	Señor	antes	de	Su	ministerio	público.
Nosotros	tenemos	solamente	una	mención	de	Él	cuando	tuvo	doce	años.	Él
estaba	en	el	templo	con	los	doctores	de	la	ley,	oyéndolos	y	preguntándoles.	Fue
entonces	que	Él	dijo	a	Su	madre,	“¿No	sabíais	que	en	los	negocios	de	mi	Padre
me	es	necesario	estar?”	(Lucas	2:41	al	52).	Él	era	el	Hijo	del	Padre	de	manera
consciente;	sin	embargo,	el	siguiente	versículo	mismo	dice	que	Él	volvió	con
Sus	padres,	y	estaba	sujeto	a	ellos	(Lucas	2:51).	Eso	muestra	la	perfección	de	lo
que	Él	era,	incluso	a	los	doce	años	un	Hijo	sujeto	a	Sus	padres	terrenales.	¡Cuán
hermosamente	las	perfecciones	del	Señor	salieron	a	relucir	en	cada	paso	del
camino!	Lo	que	sucedió	desde	el	tiempo	en	que	Él	tuvo	doce	años	hasta	que	tuvo
treinta,	el	Espíritu	Santo	no	nos	lo	revela,	pero	todo	ese	tiempo	los	ojos	del
Padre	estuvieron	sobre	Él;	y	todos	Sus	pensamientos,	hechos,	palabras,	y
oraciones,	estuvieron	subiendo	a	Dios	como	olor	grato.
Con	respecto	al	comienzo	de	Su	ministerio	público,	nosotros	leemos	en	Mateo	2,
“Y	Jesús,	después	que	fue	bautizado,	subió	luego	del	agua;	y	he	aquí	los	cielos	le
fueron	abiertos,	y	vio	al	Espíritu	de	Dios	que	descendía	como	paloma,	y	venía
sobre	él.	Y	hubo	una	voz	de	los	cielos,	que	decía:	Este	es	mi	Hijo	amado,	en
quien	tengo	complacencia.”	(Mateo	3:16	y	17).
¿Han	entendido	ustedes	alguna	vez	la	fuerza	de	esa	expresión	“le	fueron
abiertos”?	No	dice	que	los	cielos	fueron	abiertos	sobre	Él,	sino	“los	cielos	le
fueron	abiertos”,	lo	cual	significa	que	Él	mismo	era	el	Objeto	en	la	tierra	sobre	el
cual	loscielos	miraron	abajo.	“Los	cielos	le	fueron	abiertos”,	y	entonces	el
Espíritu	Santo	descendió	en	una	forma	corporal,	en	la	forma	de	una	paloma,	y
reposó	sobre	Él.	Nunca,	desde	el	momento	que	Adán	pecó	y	deshonró	a	Dios,
nunca	hasta	este	momento	hubo	un	hombre	aquí	en	la	tierra	en	quien	Dios	pudo
encontrar	perfecta	complacencia.	Nunca	hubo	un	hombre	sin	pecado	aquí	en	la
tierra,	un	hombre	en	quien	Dios	pudo	encontrar	Su	deleite.	Por	lo	tanto,	los
cielos,	por	así	decirlo,	deben	abrirse,	y	la	voz	del	Padre	declarar,	“	Este	es	mi
Hijo	amado,	en	quien	tengo	complacencia.”
Estas	palabras	fueron	repetidas	en	el	monte	de	la	transfiguración,	más	adelante
en	el	ministerio	del	Señor,	más	cerca	de	Su	muerte.	La	voz	vino	nuevamente
desde	la	magnífica	gloria,	tal	como	el	Apóstol	Pedro	nos	dice:	“Este	es	mi	Hijo
amado,	en	el	cual	tengo	complacencia	(o,	“he	encontrado	mi	deleite”),	(2ª	Pedro
1:17	y	18).	El	Padre	dice,	Yo	he	encontrado	Mi	deleite	en	Él.	Es	maravilloso	y
bienaventurado	pensar	acerca	del	deleite	que	el	Padre	encontró	en	Él.	El	mundo
no	Le	conoció;	ellos	Le	rechazaron.	Le	vieron	solamente	como	el	hijo	del
carpintero.	Le	llamaron	Beelzebú	(Mateo	10:25).	“Ellos	decían:	Demonio	tiene,
y	está	fuera	de	sí;	¿por	qué	le	oís?”	(Juan	10:20).	Ellos	no	conocieron	quién	era
Él,	pero	el	Padre	Le	conocía.	“Este	es	Mi	Hijo	amado,	en	el	cual	Yo	he
encontrado	Mi	deleite.”
Muchos	no	tienen	claridad	acerca	de	la	vida	del	Señor	Jesús	en	la	tierra.
Nosotros	sabemos	que	muchos	miles	de	cristianos	creen	que	Su	vida	en	la	tierra,
perfecta	y	sin	mancha,	les	es	contada	por	justicia.	El	pensamiento	de	ellos	es	que
Él	guardó	la	ley	durante	Su	vida,	y	en	la	cruz	llevó	sus	pecados,	y	que	la	justicia
de	Su	vida	les	es	contada	a	los	que	creen.	Pero	no	hay	Escritura	alguna	que
muestra	que	Cristo	guardó	la	ley	por	nosotros,	o	que	Su	vida	justa	en	la	tierra	es
imputada	al	creyente.	Dios	Le	hizo	para	nosotros	sabiduría	(1ª	Corintios	1:30),	y
nosotros	hemos	sido	hechos	justicia	de	Dios	en	él	(2ª	Corintios	5:21);	pero	esto
es	solamente	en	resurrección.
Por	otra	parte,	nosotros	tenemos	la	tendencia	de	ir	al	otro	extremo,	y	adjuntar
poca	importancia	a	la	vida	del	Señor.	No	obstante,	es	muy	evidente	que	Su	vida
no	es	para	nuestra	justificación,	y	no	podemos	ser	demasiado	claros	acerca	de
ello;	porque	si	Él	hubiese	vivido	aquí	abajo	diez	mil	años,	y	no	hubiese	muerto,
nosotros	no	podríamos	haber	entrado	nunca	en	la	gloria	de	Dios.	Jamás.	Por
consiguiente,	podemos	decir	con	toda	confianza	que	la	vida	del	Señor	en	la	tierra
no	quitó	nuestros	pecados.	Solamente	Su	muerte	y	derramamiento	de	su	sangre
pudieron	hacer	eso.
Si	se	pregunta,	«¿Cuál	fue	el	objetivo	de	Su	vida	en	la	tierra?»	Yo	respondo	que
en	todas	las	cosas	nosotros	tenemos	la	tendencia	a	pensar	en	nuestro	propio
aspecto,	y	en	los	beneficios	que	nosotros	obtenemos	de	lo	que	Cristo	ha	hecho.
¿Han	considerado	ustedes	alguna	vez	que	por	4.000	años	la	historia	del	mundo,
desde	la	época	en	que	Adán	pecó	hasta	que	el	Señor	vino,	es	una	historia	de
pecado,	de	deshonra	hecha	a	Dios,	de	rebelión	contra	Él,	de	independencia	y
voluntad	propia	en	todas	las	formas	imaginables?	Solamente	tenemos	que	leer	el
Antiguo	Testamento	para	encontrar	que	este	fue	el	caso,	tanto	antes	del	diluvio
como	después	de	él.	Todo	es	la	misma	historia	nada	más	que	una	historia	del
pecado	del	hombre,	su	rebelión,	y	su	independencia	de	Dios,	excepto	cuando
hubo	fe	verdadera	obrada	por	el	Espíritu	de	Dios.	¿Y	se	ha	de	permitir	que	todo
esto	suceda	sin	que	se	le	preste	atención	alguna?	No.	Es	muy	interesante	ver	que
el	Señor	Jesús,	en	Su	vida	aquí	abajo,	se	ocupó,	y	glorificó	a	Dios,	en	cada
cuestión	en	que	el	primer	Adán	y	su	raza	fracasaron.	Es	muy	bienaventurado	ver
que	Adán	y	toda	su	raza	se	caracterizan	por	la	desobediencia.	“Por	la
desobediencia	de	un	hombre	los	muchos	fueron	constituidos	pecadores.”
(Romanos	5:19).	¿Qué	caracterizó	al	Señor	Jesús?	Obediencia,	y	obediencia
perfecta.	La	independencia	caracterizó	al	primer	Adán	y	a	toda	su	raza	desde	él
hacia	abajo.	Consideren	la	torre	de	Babel,	por	ejemplo.	¡Qué	expresión	fue	eso
de	independencia!	Ellos	dijeron,	“Vamos,	edifiquémonos	una	ciudad	y	una	torre,
cuya	cúspide	llegue	al	cielo;	y	hagámonos	un	nombre,	…	Y	dijo	Jehová:	…	y
nada	les	hará	desistir	ahora	de	lo	que	han	pensado	hacer.”	(Génesis	11:4	al	6).
Estaba	allí	la	auto	exaltación	del	hombre	en	la	tierra	en	independencia	de	Dios.
Pero	¿qué	caracterizó	al	Señor	Jesús?	La	dependencia	perfecta.	En	el	desierto	Él
tuvo	hambre;	y	cuando	el	diablo	vino	a	Él	y	dijo,	“Si	eres	Hijo	de	Dios,	di	que
estas	piedras	se	conviertan	en	pan”,	Él	respondió,	“Escrito	está:	No	sólo	de	pan
vivirá	el	hombre,	sino	de	toda	palabra	que	sale	de	la	boca	de	Dios.”	(Mateo	4:1
al	4).	Dependencia	perfecta,	obediencia	perfecta,	caracterizaron	al	Señor	Jesús
en	todas	las	maneras	posibles.	Él	trajo	gloria	infinita	a	Dios	en	el	lugar	mismo
donde	nada	más	que	la	deshonra	Le	había	sido	traída	por	el	primer	hombre	y	su
raza.	Es	muy	bienaventurado	pensar	acerca	de	que	Él	estaba	haciendo	la
voluntad	del	Padre	a	toda	costa	para	Él	mismo.	¿Piensan	ustedes	que	sufren
pérdida	al	contemplar	los	pensamientos	de	Dios	acerca	de	Cristo?	Yo	les
presentaré	un	ejemplo	de	lo	opuesto	a	esto.	Acudan	solamente	a	Juan	6:37	y	38.
“Todo	lo	que	el	Padre	me	da,	vendrá	a	mí;	y	al	que	a	mí	viene,	no	le	echo	fuera.”
¿Por	qué?
“Porque	he	descendido	del	cielo,	no	para	hacer	mi	voluntad,	sino	la	voluntad	del
que	me	envió.”
La	hermosura	de	aquel	bien	conocido	pasaje	“al	que	a	mí	viene,	no	le	echo
fuera”,	no	es	entendido	generalmente	por	el	hecho	de	no	leer	el	contexto;	porque
“al	que	a	mí	viene,	no	le	echo	fuera”	es	solamente	la	última	mitad	del	versículo.
El	versículo	completo	es	rara	vez	citado.	¡Cuán	hermosamente	la	obediencia	de
Cristo	es	sacada	a	relucir	aquí!	En	primer	lugar,	“Todo	lo	que	el	Padre	me	da,
vendrá	a	mí.”	Luego,	“y	al	que	a	mí	viene,	no	le	echo	fuera.	Porque	he
descendido	del	cielo,	no	para	hacer	mi	voluntad,	sino	la	voluntad	del	que	me
envió.”	¡Cuán	bienaventuradamente	confortante	eso	es!	Si	yo	pregunto	a
cualquier	alma	que	no	tiene	paz,	«¿Ha	venido	usted	a	Cristo?»	y	esa	alma
responde,	«Sí»,	yo	puedo	decir,	«Eso	muestra	que	usted	es	uno	que	el	Padre	ha
dado	a	Cristo;	porque	Él	dijo,	“Todo	lo	que	el	Padre	me	da,	vendrá	a	mí”,	y	usted
ha	venido	a	Él.	El	Señor	dice,	“al	que	a	mí	viene,	no	le	echo	fuera.	Porque	he
descendido	del	cielo,	no	para	hacer	mi	voluntad,	sino	la	voluntad	del	que	me
envió.”	El	Padre	envía	estas	ovejas	a	Cristo,	y	recibiéndolas,	Él	está	haciendo	la
voluntad	del	Padre.	¿Cómo	estaría	Él	haciendo	la	voluntad	del	Padre	si	Él	echase
fuera	aquellos	que	el	Padre	Le	ha	dado?	Recibiendo	a	ustedes	y	a	mí,	Él	está
haciendo	la	voluntad	del	Padre,	porque	el	Padre	nos	envió,	y	nosotros	vinimos.
Nosotros	no	lo	sabíamos	en	aquel	momento,	pero	lo	sabemos	ahora,	gracias	a
Dios.»	Este	es	un	ejemplo	de	la	manera	en	que	nosotros	obtenemos	beneficio	al
ver	que	el	Señor	estuvo	aquí	haciendo	la	voluntad	del	Padre	perfectamente.
Ciertamente	la	vida	del	Señor	Jesús	en	la	tierra	tuvo	utilidad,	si	bien,	como	yo
dije,	ninguna	utilidad	para	nosotros	como	pecadores.	Pero	ahora	que	somos
santos	de	Dios,	cuán	bienaventurado	es	mirar	hacia	atrás	a	la	vida	sin	mancha
del	Señor	Jesús	aquí	en	la	tierra,	leer	los	evangelios	en	la	luz	de	esta	ofrenda
vegetal,	y	ver	al	Hombre	Cristo	Jesús	pasando	a	través	de	este	mundo,	siendo	del
todo	un	aroma	fragante	para	Dios,	dejándonos	ejemplo,	para	que	sigamos	Sus
pisadas	(1ª	Pedro	2:21).
Ustedes	pueden	haber	notado	la	diferente	intensidad	de	las	pruebas	a	las	cuales
el	Señor	como	hombre	fue	sometido	aquí.	Esto	fue	tipificado	por	las	diferentes
maneras	en	que	la	ofrenda	vegetal	era	preparada.	En	un	caso	ella	era	cocida	en
horno	(Levítico	2:4).	En	otro	caso	ella	era	cocida	en	un	sartén	una	lámina	o
rodaja	plana	(Levítico	2:5).	En	un	tercer	caso	ella	era	cocida	en	una	cazuela
(Levítico	2:7).	Estos	modos	diferentes	de	ofrecer	la	ofrenda	vegetal	exponen,	sin
duda,	los	diferentes	grados	de	intensidad	en	las	pruebas	a	lascuales	el	Señor	fue
sometido	aquí.	El	“horno”	puede	referirse	a	la	senda	oculta	de	Su	vida,	aquello
que	los	hombres	no	podían	ver,	aquello	que	era	sólo	entre	Él	mismo	y	Dios.
¡Cuán	bienaventurado	es	que	se	nos	permita	entrar	en	todo	esto!	Será	el	gozo	de
nuestras	almas	en	aquel	día	de	gloria	que	está	por	venir	cuando	estemos	con	Él,
estar	repasando	y	rememorando	la	senda	de	aquel	bendito	Señor	el	cual	Se
humilló	tanto	en	este	mundo	Aquel	que,	al	venir	a	hacer	la	voluntad	de	Dios
también,	en	el	amor	y	gracia	de	Su	corazón,	se	entregó	a	Sí	mismo	por	nuestros
pecados,	haciéndose	hombre	para	hacerlo.
En	Levítico	2:13	nosotros	encontramos	otra	cosa:	a	saber,	la	sal	nunca	debía
faltar	en	la	ofrenda	vegetal,	o	en	realidad,	en	ninguna	ofrenda.	“Y	sazonarás	con
sal	toda	ofrenda	que	presentes,	y	no	harás	que	falte	jamás	de	tu	ofrenda	la	sal	del
pacto	de	tu	Dios;	en	toda	ofrenda	tuya	ofrecerás	sal.”
La	sal,	como	ustedes	saben,	es	un	conservante,	y	puede	hablarnos	aquí	de
aquello	que	es	eterno,	tal	como	leemos	en	Marcos	9:49:	“Porque	todos	serán
salados	con	fuego,	y	todo	sacrificio	será	salado	con	sal.”
[*]	Otro	ha	dicho,	«Todos	serán	juzgados	los	santos,	para	que	ellos	no	sean
condenados	con	el	mundo	el	resto	mediante	el	juicio	final;	pero	la	sal,	la
separación	del	mal,	pertenecía	a	sacrificios	presentados	así	a	Dios.	“Y	todo
sacrificio	será	salado	con	sal.”	A	los	que	fueron	consagrados	para	Dios,	cuya
vida	fue	una	ofrenda	para	Él,	no	les	debe	faltar	el	poder	de	la	gracia	santa	que
une	el	alma	a	Dios,	y	la	conserva	internamente	del	mal».	J.	N.	Darby.
La	condenación	eterna	es	la	porción	de	todos	los	hombres	que	mueren	en	sus
pecados.	Pero	en	el	caso	del	sacrificio,	la	eficacia	de	él	y	su	resultado	perdurarán
para	siempre.	Ella	es	“la	sal	del	pacto	de	tu	Dios”	en	la	cual	Dios,	por	así	decirlo,
se	obliga	a	Sí	mismo	a	bendecirnos	conforme	a	Su	propio	corazón	en	el	terreno
de	la	eficacia	eterna	del	sacrificio	del	Señor	Jesús.	En	relación	con	esta	ofrenda
vegetal,	el	olor	grato	de	lo	que	Cristo	fue	para	Dios	aquí	como	hombre	en	la
tierra	no	será	un	aroma	pasajero,	sino	que	permanecerá	por	toda	la	eternidad,	tal
como	lo	hará	también	nuestro	gozo	al	alimentarnos	de	Él	como	el	Hombre
humillado	en	la	tierra.
Sólo	nos	referiremos,	para	concluir,	a	“la	ley	de	la	ofrenda	vegetal”	(Levítico
6:14	al	18).	Este	pasaje	saca	a	relucir	nuestra	porción	en	esa	ofrenda.	Esa
ofrenda	vegetal	debía	ser	hecha	arder	sobre	el	altar	por	memorial	en	olor	grato	a
Jehová.
“Y	el	sobrante	de	ella	lo	comerán	Aarón	y	sus	hijos;	sin	levadura	se	comerá	en
lugar	santo;	en	el	atrio	del	tabernáculo	de	reunión	lo	comerán.	No	se	cocerá	con
levadura;	la	he	dado	a	ellos	por	su	porción	de	mis	ofrendas	encendidas;	es	cosa
santísima,	como	el	sacrificio	por	el	pecado,	y	como	el	sacrificio	por	la	culpa.”
(Levítico	6:	16	y	17).
Dios	dice,	“la	he	dado	a	ellos.”	¿Qué	les	ha	dado?	La	ofrenda	vegetal,	¿A
quiénes?	A	Sus	sacerdotes,	a	nosotros	“por	su	porción	de	mis	ofrendas.”	Era	la
ofrenda	de	Dios,	toda	ofrecida	a	Dios,	tal	como	la	vida	del	Señor	Jesús	aquí,
pero	nosotros	tenemos	nuestra	porción	en	ella.	Nosotros,	como	sacerdotes	de
Dios,	podemos	alimentarnos	de	Aquel	que	se	humilló;	nuestras	almas	se	pueden
alimentar	de	Él	y	deleitarse	en	Él	en	Su	perfección	como	un	hombre	pasando	por
este	mundo.	¡Qué	maravilloso	es	eso!	¿Y	acaso	no	es	muy	notable	el	hecho	de
que	cada	vez	que	estas	Escrituras	hablan	de	Aarón	y	sus	hijos	comiendo	de	esta
ofrenda,	se	dice,	“es	cosa	santísima”?	Lean	Levítico	2:3	“Y	lo	que	resta	de	la
ofrenda	será	de	Aarón	y	de	sus	hijos;	es	cosa	santísima	de	las	ofrendas	que	se
queman	para	Jehová.”	Levítico	2:10	también,	“Y	lo	que	resta	de	la	ofrenda	será
de	Aarón	y	de	sus	hijos;	es	cosa	santísima	de	las	ofrendas	que	se	queman	para
Jehová.”	Y	en	Levítico	6:17,	“No	se	cocerá	con	levadura;	la	he	dado	a	ellos	por
su	porción	de	mis	ofrendas	encendidas;	es	cosa	santísima,	como	el	sacrificio	por
el	pecado,	y	como	el	sacrificio	por	la	culpa.	“Debe	comerse	como	tortas	sin
levadura	en	lugar	santo.”	(Levítico	6:16).	¿Cuál	es	el	lugar	santo	para	nosotros?
La	presencia	de	Dios,	ciertamente.	La	porción	de	los	sacerdotes	debía	ser	comida
sin	levadura	en	el	lugar	santo;	como	tortas	sin	levadura,	es	decir,	la	ausencia	de
todo	pecado	permitido.	En	la	presencia	de	Dios,	con	la	carne	juzgada	y
mantenida	en	el	lugar	de	muerte;	solo	allí	y	así	nosotros	podemos,	como
sacerdotes	de	Dios,	alimentarnos	de	la	Persona	sin	mancha,	de	la	santa	Persona
del	Señor	Jesucristo	en	Su	vida	como	hombre	aquí	abajo.	La	ofrenda	vegetal	y	el
sacrificio	por	el	pecado	se	caracterizan	por	igual	por	el	hecho	de	ser	“cosa
santísima.”	Todos	los	esfuerzos	y	ataques	de	Satanás	contra	la	verdad,	en	casi
todas	las	falsas	doctrinas,	están	dirigidas,	directa	o	indirectamente,	a	la	Persona	u
obra	del	bendito	Señor	no	tanto	a	lo	que	Él	es	ahora	en	gloria,	como	a	lo	que	Él
fue	como	hombre	aquí	abajo	en	la	tierra.
Un	Cristo	humillado	parece	ser	el	objeto	del	ataque	del	enemigo	en	toda	falsa
doctrina.	Así	fue	en	el	principio.	Consideren	los	problemas	en	los	primeros	días
de	la	Iglesia	la	doctrina	Arriana	o	Arrianismo,	por	ejemplo,	dirigiendo	un	golpe
a	la	Persona	de	Cristo	y	la	doctrina	que	niega	el	castigo	eterno,	en	nuestro	día,
socavando	la	verdad	tanto	con	respecto	a	la	Persona	como	a	la	obra	de	Cristo.
Pero	nosotros	leemos,	en	primer	lugar,	que	los	sacerdotes	comerán	de	la	ofrenda
vegetal.	Solamente	una	persona	convertida	puede	comprender	y	alimentarse	del
Señor	Jesús	en	Su	senda	a	través	de	este	mundo.	En	segundo	lugar,	“debe
comerse	como	tortas	sin	levadura”	(Levítico	6:16).	Ningún	pecado	debe	ser
permitido	en	nosotros.	Si	el	pecado	estuviese	sin	juzgar	en	nosotros,	el	Espíritu
Santo	se	contristaría,	y	no	nos	podría	revelar	la	hermosura	del	Señor	Jesucristo
en	Su	humillación	en	la	tierra;	y	es	solamente	el	Espíritu	Santo	el	que	puede
hacer	eso.	Por	otra	parte,	nada	es	más	terrible	que	una	persona	no	convertida
criticando	y	juzgando	la	vida	del	Señor	Jesús	aquí	en	la	tierra,	o	el	ejercicio	de
los	pensamientos	de	un	corazón	no	renovado	en	cuanto	a	la	Persona	del	Hijo	de
Dios.	Los	sacerdotes	de	Dios	se	alimentan	de	un	Cristo	humillado	en	el	lugar
santo.
Que	el	Señor	pueda	permitirnos	alimentarnos	de	Él	en	el	poder	del	Espíritu
Santo.	Ciertamente	eso	es	de	lo	que	el	Señor	nos	habla	en	el	mensaje	a	la	iglesia
en	Pérgamo	en	Apocalipsis	2:	“Al	que	venciere,	daré	a	comer	del	maná
escondido.”	¿Qué	es	el	“maná	escondido”?	Allí	en	la	gloria	nosotros,	en	el	poder
del	Espíritu	Santo,	miraremos	atrás	y	entraremos	plenamente	en	el	deleite	de
Dios	en	las	perfecciones	del	bendito	Señor	en	Su	humillación	en	la	tierra;	y,
ciertamente,	ello	es	ahora	nuestra	porción.	Ciertamente	Su	humillación	es	mucho
más	maravillosa	para	nosotros	que	Su	exaltación	la	humillación	de	Aquel	que
siendo	en	forma	de	Dios,	se	despojó	a	Sí	mismo,	se	humilló	a	Sí	mismo,
descendió	en	obediencia	perfecta	“hasta	la	muerte,	y	muerte	de	cruz.”
(Filipenses	2:6	al	8).	Que	el	Señor	pueda	permitirnos,	en	Su	gracia,	estar
alimentándonos	de	Él	cada	vez	más.
La	oblación,	ofrenda	vegetal	señala
el	carácter	personal	de	Cristo.
Levítico	2:1-6	Cuando	alguna	persona	ofreciere	oblación	a	Jehová,	su	ofrenda
será	flor	de	harina,	sobre	la	cual	echará	aceite,	y	pondrá	sobre	ella	incienso,	²	y	la
traerá	a	los	sacerdotes,	hijos	de	Aarón;	y	de	ello	tomará	el	sacerdote	su	puño
lleno	de	la	flor	de	harina	y	del	aceite,	con	todo	el	incienso,	y	lo	hará	arder	sobre
el	altar	para	memorial;	ofrenda	encendida	es,	de	olor	grato	a	Jehová.	³	Y	lo	que
resta	de	la	ofrenda	será	de	Aarón	y	de	sus	hijos;	es	cosa	santísima	de	las	ofrendas
que	se	queman	para	Jehová.
⁴	Cuando	ofrecieres	ofrenda	cocida	en	horno,	será	de	tortas	de	flor	de	harina	sin
levadura	amasadas	con	aceite,	y	hojaldres	sin	levadura	untadas	con	aceite.	⁵	Mas
si	ofrecieres	ofrenda	de	sartén,	será	de	flor	de	harina	sin	levadura,	amasada	con
aceite,	 	la	cual	partirás	en	piezas,	y	echarás	sobre	ella	aceite;	es	ofrenda.
No	hubo	derramamiento	de	sangre	en	esta	ofrenda,	lo	que	significa	que	no	seasociaba	con	el	pensamiento	de	sufrimiento.	Tenemos	aquí	Un	tipo	Del	carácter
y	valor	moral	real	de	Jesús	como	el	Hijo	de	Dios.	Al	considerar	esta	ofrenda
observamos	que	fue:
a.De	flor	de	harina	(Levitico.	2:1).	La	harina	es	un	producto	de	la	tierra,	y	puede
referirse	al	parentesco	de	Cristo	con	el	hombre.	Era	de	flor	de	harina.	Aunque
Cristo	era	verdaderamente	humano,	era	completamente	libre,	de	la	fibra	de	la
mentalidad	carnal.	No	había	ningún	defecto,	ninguna	aspereza	de	pasión	o
sentimiento,	todo	era	perfectamente	uniforme	y	sincero.	La	ofrenda	de	harina	no
sólo	representaba	el	producto	del	trabajo	del	hombre,	con	la	bendición	de	Dios,
sino	que	tampoco	había	de	ser	presentada	en	su	estado	natural,	es	decir,
simplemente	cosechada.	Había	de	ser	molida,	colada,	tostada,	y	era	agregada	en
pequeñas	porciones,	finalmente	se	cocinaba	antes	de	presentarla.	Por	lo	tanto,
incluía	trabajo	extra	de	parte	del	oferente.	Otro	aspecto	relevante	de	la	ofrenda
de	harina	fue	que	no	consistía	del	producto	total	de	su	trabajo,	sino	solamente	la
consagración	de	una	pequeña	porción.	Dios	no	exigía	toda	la	cosecha,	pero	sí
exige	la	dedicación	de	lo	primero	y	mejor	para	Él.	Pablo	mostró	cómo	una
pequeña	parte	que	se	consagra	a	Dios,	puede	representar	el	todo:	«Si	las
primicias	son	santas,	también	lo	es	la	masa	restante.	(Romanos	11.16).
El	primer	elemento	que	se	necesitaba	era	la	«flor	de	harina»	(Levítico	2.1-2).
Esto	es	el	grano	ya	limpio	y	molido.	Aqui	aparece	una	semejanza	en	que	tanto	el
grano	como	Cristo,	eran	«molidos».	Más	tarde,	en	la	profecía	de	Isaías	53,	la
imagen	del	Mesías	sufrido	era	que	había	sido	«molido	por	nuestros	pecados»
(Isaías	53.5).
El	versículo	10	dice:	«Con	todo	eso,	Jehová	quiso	quebrantarlo,	sujetándole	a
padecimiento».	El	grano	debe	ser	aplastado,	para	que	dé	lo	mejor	de	sí.	Eso	es
exactamente	lo	que	hizo	Jesús	para	que	por	medio	de	su	padecimiento	el	ser
humano	recibiese	la	salvación.	Una	segunda	semejanza	la	encontramos	en	que
la	harina	refinada	representaba	su	pureza	y	su	uniformidad	sin	cascara	y	sin
terrones,	es	decir;	era	la	mejor.	Jesus	el	Cristo	no	tuvo	pecado	y	no	habia
defecto	en	él	segun	Hebreos	4:15.
b.Amasada	con	aceite	(Levitico.	2:1-7).	en	el	versículo	1	dice	que	se	“echará
aceite	sobre	ella”.	El	aceite	nos	habla	del	Espíritu	Santo.	En	los	versículos	4	y	5
dice	que	la	ofrenda	sería	“amasada	con	aceite”.	En	el	versículo	6	dice,	“echarás
aceite	sobre	ella”	y	en	el	versículo	7,	dice	“con	aceite”.	La	ofrenda	estaba
empapada	en	aceite.	Así	que	vemos	que	el	aceite	era	una	parte	muy	importante
de	la	ofrenda	y	era	aplicado	a	la	misma	de	diferentes	maneras.
La	union	del	Espíritu	Santo	en	la	vida	humana	de	Jesús	fue	muy	visible.	Vamos	a
compararle	con	la	ofrenda	y	el	aceite:
El	nació	del	Espíritu	-	“amasada	con	aceite””	(Lucas	1:35)
Fue	bautizado	por	el	Espíritu	-	“aceite	sobre	ella”	(Mateo	3:16	y	17)
Impulsado	por	el	Espíritu	-	“echarás	aceite”	(Marcos	1:12)
Enseñó,	realizó	milagros	y	se	ofreció	a	Sí	mismo	en	el	poder	del	Espíritu	Santo	-
“con	aceite”	(Juan	3:34;	Mateo	12:28).
Si	el	Señor	Jesús	en	Su	perfecta	humanidad	necesitó	al	Espíritu	Santo,
seguramente	tú	y	yo	lo	necesitamos	incluso	en	un	grado	muchísimo	mayor.	No
podemos	hacer	nada	por	nosotros	mismos.
El	aceite	es	un	emblema	del	Espíritu	Santo.	Como	la	harina	se	mezclaba	con
aceite,	la	presencia	y	el	poder	del	Espíritu	Santo	impregnó	cada	acto	y
pensamiento	de	nuestro	Señor	Jesucristo.	El	proceso	de	mezclar	lo	humano	y	lo
divino	es	un	gran	misterio.	“E	indiscutiblemente,	grande	es	el	misterio	de	la
piedad:	Dios	fue	manifestado	en	carne”	(1	Tim.	3:16).
c.Ungido	con	aceite.	“Sobre	la	cual	echará	aceite”	(Levitico.	2:1).	El	aceite	en	él
y	el	aceite	sobre	él	sugieren	la	doble	verdad	que	es	la	morada	y	la	unción.	El
Espíritu	Santo	está	en	nosotros	para	guía	y	enseñanza,	y	sobre	nosotros	para
poder	y	servicio.	El	Espíritu	Santo	estaba	en	Cristo	desde	su	nacimiento,	estaba
sobre	él	después	de	su	bautismo	en	el	Jordán.	Por	tanto,	él	está	en	nosotros	desde
nuestro	nuevo	nacimiento,	y	sobre	nosotros	desde	el	día	de	nuestra	consagración
total	al	servicio	de	Dios.
d.Cubierto	con	incienso	(Levitico.	2:2-16).	El	incienso	era	“de	olor	grato	a
Jehová,”	(Levitico.	2:2)	y	habla	de	la	satisfacción	que	Dios	halla	en	una	vida	que
es	ungida	por	el	Espíritu	y	dirigida	por	el	Espíritu.	La	vida	de	Jesús	fue	dirigida
por	el	Espíritu	y	por	el	poder	del	Espíritu	Santo,	y	por	eso	la	vida	de	Jesús	fue
agradable	para	Dios.
Cristo	Jesús	es	esa	ofrenda	de	olor	fragante	que	a	Dios	le	agradó	como	lo	dice	2
Corintios	2:14-15	gracias	a	Dios,	que	nos	lleva	siempre	en	triunfo	en	Cristo
Jesus,	y	que	por	medio	de	nosotros	manifiesta	en	todo	lugar	el	olor	de	su
conocimiento,	porque	para	Dios	somos	grato	olor	de	Cristo	en	los	que	se	salvan.
e.Horneado	en	el	horno.	Las	espigas	verdes	eran	tostadas	al	fuego	y	se
desmenuzaba	el	grano	(Levitico.	2:14).	El	fuego	y	el	desmenuzamiento	son	los
emblemas	más	sugerentes	de	los	sufrimientos	de	Aquel	que	fue	el	Santo,	pero
aun	así	el	“varón	de	dolores,	experimentado	en	quebranto”	(Isaias.	53:3).	Pasó
por	el	horno	de	fuego	del	calor	en	el	huerto	de	Getsemaní.	Fue	gravemente
azotado,	fue	hecho	una	ofrenda	de	oblación	perfecta	a	través	del	sufrimiento.
“Ciertamente	llevó	él	nuestras	enfermedades,	y	sufrió	nuestros	dolores;	y
nosotros	le	tuvimos	por	azotado,	por	herido	de	Dios	y	abatido.”	(Isaias.	53:4)
f.Sin	levadura	o	miel	(Levitico.	2:11).	Se	prohibían	estos	dos	elementos	sobre	el
altar	porque	se	utilizaban	para	ayudar	a	la	fermentación.	La	levadura	como	un
tipo	de	pecado	representa	el	funcionamiento	secreto	del	engaño,	la	corrupción,	la
descomposición,	y	a	menudo	simboliza	la	maldad.	La	miel	al	igual	que	la
levadura	provoca	fermentación,	por	tal	razón	ni	miel	ni	levadura	podían	están	en
ninguna	ofrenda	ofrecida	a	Dios.	en	Jesús	No	hubo	engaño.	Él	ciertamente	pudo
decir,	“Yo	soy	la	verdad”	(Juan.	14:6).
g.Sazonada	con	sal	(Levitico.	2:13).	Sazona	con	sal	todas	tus	ofrendas	de	grano,
para	acordarte	del	pacto	eterno	de	Dios.	Nunca	te	olvides	de	poner	sal	a	las
ofrendas	de	grano.	La	sal	tiene	una	influencia	conservadora,	algo	que	se	opone	a
la	corrupción.	Tal	es	el	efecto	de	la	verdad	tal	como	se	revela	en	Jesús	sobre
aquellos	que	entran	en	conocimiento	de	ella.	El	pacto	eterno	y	la	fidelidad
inquebrantable	de	Cristo	a	la	voluntad	de	Dios	el	Padre	sin	duda	son	enseñados
por	la	sal.	“Él	permanece	fiel”	(2	Timoteo.	2:13).	Tened	sal	en	vosotros.
h.Ofrecido	al	Señor	(v.	2).	Harina,	aceite,	incienso,	estos	tres;	cuerpo,	alma,	y
espíritu,	todos	presentados	al	Señor,	y	aceptados	por	él.	Esta	es	la	“ofrenda	de
acercamiento.”	“Porque	por	medio	de	él	los	unos	y	los	otros	tenemos	entrada	por
un	mismo	Espíritu	al	Padre”	(Ef.	2:18).	Debemos	presentarnos	nosotros	mismos
(Romanos.	12:1).
i.Alimentos	para	el	ofrendante	(Levitico.	2:10).	Una	porción	de	esta	ofrenda	fue
dada	a	Aarón	y	a	sus	hijos.	“Es	cosa	santísima”	(Levitico.	2:10).	Era	el	pan	de
Dios	y	también	del	hombre.	Hace	falta	lo	más	santo	para	satisfacer	el	corazón	de
Dios	y	el	alma	del	hombre.	Se	convirtió	en	el	alimento	del	ofrendante	solo
después	de	haberlo	ofrecido	a	Dios.	Solo	Cristo	puede	satisfacer	nuestras	almas
cuando	le	presentamos	a	Dios	como	nuestro	Sustituto,	y	clamamos	el	mérito	de
su	precioso	nombre.	Dios	no	permitirá	que	alimentemos	nuestras	almas	con
menos	de	lo	que	ha	traído	satisfacción	infinita	a	su	propio	corazón.
[²]Esto	es	visto	también	en	la	ofrenda	vegetal;	pero	la	diferencia	es	que	en	el
holocausto	se	trata	de	la	muerte,	el	derramamiento	de	sangre,	y	la	expiación	del
Señor,	mientras	que	en	la	ofrenda	vegetal	se	trata	de	Su	vida	aquí	en	la	tierra.	Es
Por	esa	razón	que	en	la	última	no	hay	ningún	derramamiento	de	sangre	o
expiación.
CAPITULO	3
JESUS	EN	LA	OFRENDA
DE	LA	PAZ.
Levítico	3:	16	Y	17,	Levítico	3:	1	al	5;
Levítico	7:	11	al	18;	Levítico	3:	31	al	34.
El	término	“sacrificio	de	paz”	transmite	un	pensamiento	erróneo	acerca	de	la
ofrenda	de	la	cual	se	habla	en	las	Escrituras	que	hemos	leído.	Muchas	personas
dan	por	cierto

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