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Literatura_fantastica

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Literatura
Sobre literatura fantástica se ha dicho…
Cuando hablamos de fantasía, inevitablemente nos viene a la mente algo mágico, imposible, misterioso o inalcanzable. Estamos deslizándonos hacia el terreno de lo sobrenatural.
Así como la literatura realista ahonda en el mundo que conocemos y recrea personajes y relatos perfectamente verosímiles, la fantástica nos lleva a los límites de este mundo conocido, real, palpable, y rompe fronteras, traspasa el espejo, para introducirnos en el campo del misterio.
¿Es la literatura fantástica escapismo, desahogo, expresión de deseos frustrados, ejercicio de libertad virtual frente al peso de una realidad cotidiana opresiva y gris?
¿Es vehículo que simboliza los grandes pasos en la evolución de una persona, una cultura, un pueblo?
¿Es una expansión tentativa de la realidad, mostrando su cara oculta?
Puede ser todo esto, y aún más.
Naturaleza agreste y admiración
En buena parte de la literatura fantástica hay un elemento siempre presente: la naturaleza. Ya sea exuberante, hostil, grandiosa o insólita, llega a ser en ocasiones, más que un escenario, el protagonista oculto de los relatos. Y en no pocos se hace patente el empeño de dominio de la naturaleza, la pugna contra ella o incluso la infracción de sus leyes, ya sea mediante la magia, un poder sobre-natural o la creación de otro sistema de leyes propias.
Explica Tolkien en su ensayo Sobre los cuentos de hadas:
Sentí muy pocas ganas de buscar tesoros escondidos o de luchar contra los piratas, y La isla del tesoro me dejaba frío. Prefería los pieles rojas: en esas historias había arcos y flechas (tuve y tengo aún un deseo del todo insatisfecho de manejar bien el arco), y extraños idiomas, y atisbos de un modo arcaico de vida, y sobre todo bosques. Pero aún me gustaba más el país de Merlín y Arturo. Y lo que por encima de todo prefería era el innominado Norte de Sigurd el Völsungo y el príncipe de todos los dragones. Hacia esas regiones miraban con preferencia mis deseos. (1)
Bosques. Armas primitivas. Formas arcaicas de vida. La magia de un Norte asociado a la naturaleza agreste, inhóspita, virgen. Mitologías que se pierden en la noche de los tiempos. La fantasía nos lleva a esa dimensión del mundo que el ser humano no puede estudiar, medir ni controlar. Nos lleva a la propia pequeñez enfrentada a la inmensidad de un universo que se despliega, bello y cruel, poderoso y reacio a ser desentrañado. Nos lleva a esa actitud de arrobo que debió embargar a los primeros hombres que cayeron de rodillas bajo un cielo estrellado y abrieron los labios para componer un poema, exclamado y nunca escrito. Nos lleva a la admiración. Y a la consciencia de la maravilla. Nótese que admiración y maravilla son palabras que pertenecen a la misma familia etimológica. Ambas proceden de la misma raíz indoeuropea, la que también da origen al verbo mirar y al sustantivo milagro.
Aristóteles dice en su Metafísica que la admiración es la que movió al hombre a filosofar. Posiblemente también encontremos en la admiración las raíces de la literatura. ¿Cómo explicar lo inefable si no es recurriendo al poema, a la metáfora, al mito, a la leyenda?
El arte y lo sagrado
Los orígenes de la literatura están estrechamente vinculados con lo sagrado. El primer teatro formaba parte de rituales religiosos vinculados a los misterios de la vida y de la muerte, de la fecundidad y la guerra. Los primeros poemas conocidos han sido relatos de dioses y hombres, del origen y del porqué, formas literarias de expresar la búsqueda de un sentido a la existencia, personal y comunitaria de un pueblo. La lírica nace como expresión de las pasiones más íntimas e indomables de la naturaleza humana. La narrativa es prolongación, ya en tiempos de la letra escrita, de los relatos que conforman la historia del hombre sobre la tierra. Y ¿cómo expresar una experiencia mística, si no es mediante la poesía? Toda la literatura primigenia de una cultura sería tachada, hoy, de fantástica. En los tiempos en que fue producida, posiblemente a nadie se le hubiera ocurrido considerarla como tal. Era, simplemente, su historia, su arte, su expresión. El vínculo entre lo sagrado y lo natural no se había roto.
Fernando Sánchez Dragó, en su conferencia impartida en 1994 en la Universidad de Lérida, decía que: «En el pasado, el hombre vivía fuera del tiempo, en el érase una vez, sumergido en el ser. Con la historia, el hombre va hacia el tener, deja de pertenecer a la naturaleza, dejar de ser […] El artista recurre a un lenguaje nuevo —el del arte— para transmitir lo inefable. Como el místico, percibe la unidad de lo creado… Un artista intenta reproducir el espíritu, el éxtasis».
Y, comentando a Borges, añadía: «El arte no es un reflejo del mundo, sino algo añadido al mundo». (2)
¿Cuándo se rompe esa unidad entre fantasía y realismo, entre natural y sobrenatural? Posiblemente con el desarrollo del pensamiento moderno, el racionalismo y el positivismo. El auge de lo pragmático y la preeminencia de la razón por encima de otras facultades llevan a un desdén por todo aquello que se aleje demasiado de la realidad. Sin embargo, el humano es mucho más que un ser racional y el vaivén de la historia hace rebrotar una y otra vez la fantasía, temas antiguos con nuevas formas, los mitos de siempre encarnados en lenguajes y estéticas diferentes. Necesitamos la literatura fantástica porque tenemos hambre de lo sagrado; no nos basta conocer el mundo, necesitamos abrazar el misterio.
La literatura contempla la realidad y excava en sus raíces por el simple placer de hacerlo. La creación literaria es gratuita, no necesaria, aparentemente no útil. La visión admirada del poeta no persigue la utilidad, sino el goce estético y, con él, un encuentro consigo mismo y una comunión con ese todo inmenso e inabarcable que es el universo.
· Montse de Paz
19 abril 2010
Notas
(1)	J. R. R. Tolkien, Sobre los cuentos de hadas. 1947.
(2)	Fernando Sánchez Dragó. Conferencia impartida el 8 de noviembre de 1994 en la Universidad de Lérida, dentro del ciclo «Lo sagrado a través del arte. Aproximación al arte a través de diversas culturas y movimientos».
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