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LA FIESTA DE MOROS Y CRISTIANOS DE BENALAURÍA. UNA ACTUACIÓN DE
INGENIERÍA FESTIVA
Chapter · January 2007
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Salvador Rodríguez-Becerra
Universidad de Sevilla
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 1 
Publicado en Moros y Cristianos de Benalauría de J. A. Castillo 
Rodríguez, pp. 7-33. Editorial La Serranía. Ronda, 2007 
 
 
A modo de prólogo 
 
 
 
LA FIESTA DE MOROS Y CRISTIANOS DE BENALAURÍA 
UNA ACTUACIÓN DE INGENIERÍA FESTIVA 
 
 
 
 
 
Salvador Rodríguez Becerra 
Catedrático de Antropología Social 
Universidad de Sevilla 
 
 
 
 
La nueva edición del texto de la representación de moros y cristianos de 
Benalauría hizo pensar a José Antonio Castillo y Virgilio Enamorado, 
coordinadores de este libro, en la publicación de una serie de trabajos de 
reputados historiadores e investigadores que profundizaran en la comprensión 
del fenómeno histórico de la coexistencia en la Serranía de Ronda de dos 
etnias: cristianos y musulmanes, que tras la conquista cristiana entraron en 
contacto permanente y convivieron hasta comienzos del siglo XVII. Los 
coordinadores han querido y con acierto, contextualizar el texto dramático 
debido a la pluma de Jose Antonio Castillo, situándolo en el marco histórico, 
geográfico y antropológico en el que su autor lo concibió. Responde esta 
decisión, creo entender, a una concepción de la fiesta de moros y cristianos 
propia de un autor literario que, además, tiene experiencia científica, no en 
balde ostenta el máximo grado académico universitario, pues es doctor en 
Geografía por la Universidad de Sevilla (2000), a lo que une una dilatada 
experiencia como enseñante y un profundo conocimiento del medio geográfico 
y social de la Serranía de Ronda. De esta misma filosofía de la fiesta participa 
Virgilio Martínez Enamorado, doctor en Historia por la Universidad de Málaga 
(2000) que comparte la responsabilidad de construir esta obra que ahora 
presentamos, pues es un avezado medievalista y arabista, conocimientos 
necesarios para interpretar, evaluar y ensamblar los textos árabes y cristianos 
producidos por una y otra etnia en el período histórico de una Edad Media que 
se extinguía y los comienzos de la Edad Moderna, en un área de perfiles 
geográficos y culturales tan definidos como Ronda y su serranía. 
 
Como consecuencia, el texto publicado anteriormente como comedia de 
moros y cristianos (1996), se reedita ahora actualizado, tras la experiencia de 
varios años de activa participación de niños, jóvenes y mayores de ambos 
géneros en la puesta en escena de la pieza dramática de Benalauría. El texto, 
 
 2 
no es una pieza intemporal sino que el autor la ha incardinado en ciertos 
hechos históricos que tuvieron lugar hacia 1500 en la ciudad de Ronda y su 
comarca: la rebelión de los mudéjares marbellíes y rondeños como 
consecuencia de los intentos de aculturación forzada, de expolio de sus 
propiedades y de la marginación social a que fueron sometidos a pesar de los 
compromisos y promesas reales. Un oidor de la chancillería real de Ciudad 
Real, que poco después trasladaría su sede a Granada, en representación de 
los Reyes Católicos, restablecerá la paz, primero con la amnistía y luego 
ofreciendo el duro dilema de la conversión o la deportación. El autor buscaba el 
acercamiento a la realidad o al menos a la verosimilitud, huyendo del 
anacronismo y la extemporaneidad de los hechos históricos y de los valores 
coetáneos. La dificultad de los procesos de convivencia entre etnias diferentes 
es un dato que no debiéramos olvidar de cara al futuro, y así evitar caer en los 
mismos errores y situaciones de injusticia e indefensión de las minorías que 
tuvieron lugar en otros tiempos. 
 
La decisión de escribir un texto propio para Benalauría acabó con la 
orfandad y dependencia de este pueblo que durante mucho tiempo fue 
prestatario del viejo texto de su vecina Benadalid y que a diferencia de otros, 
escritos en la centuria decimonónica o vigésima, no esta escrito con el 
propósito de perpetuar, aunque sea simbólicamente, la dominación, aunque 
responde en su estructura a este tipo de comedias, en que unos terminan 
dominado a los otros. La narración contempla los hechos históricos, de los que 
las generaciones actuales no somos responsables, y acepta las situaciones 
irreversibles creadas por la conquista cristiana. La permanente reivindicación o 
la utópica vuelta atrás a la que algunos se entregan actualmente, no facilita el 
buen entendimiento entre los descendientes de ambos pueblos. 
 
 
Algunos presupuestos metodológicos 
 
Las fiestas de moros y cristianos aunque en su origen tuvieran el sentido 
de escenificación recurrente del estado de dominio de la etnia cristiana sobre la 
musulmana y la función de neutralizar el miedo de los primeros a los 
esporádicos desembarcos y saqueos de los corsarios berberiscos, más tarde, 
al vincularse a las fiestas patronales y desaparecer este peligro, conformaron el 
imaginario colectivo y la identidad de las poblaciones locales. Con el transcurso 
del tiempo estas fiestas, probablemente carentes de función y sentido, fueron 
desapareciendo de todas las ciudades y de numerosas villas conservándose 
exclusivamente en poblaciones menores y aisladas, en donde los testimonios 
materiales, la memoria colectiva y las leyendas recordaban más 
fehacientemente el pasado musulmán. En la actualidad, las fiestas se 
mantienen e incluso se han recuperado en algunas de estas poblaciones en 
una búsqueda por su singularidad e identidad, aunque han perdido su sentido 
originario; en algún caso aislado se esta utilizando como reivindicación de un 
pasado islámico como si los actuales vecinos supuestamentefueran sus 
herederos. 
 
Reflexionar sobre las sociedades y culturas y sus manifestaciones, 
incluidas las festivas, requiere un entrenamiento que neutralice el sectarismo y 
 
 3 
permita acercarse a la objetividad de los hechos, sin hacer de éstos verdades 
ni categorías absolutas, ni de la búsqueda de la verdad científica un logro 
ideológico. También requiere grandes dosis de honestidad, cierto 
distanciamiento de los hechos –lo del aislamiento de la torre de marfil tiene 
también ventajas-, modulación de la personalidad autoritaria, concesión al 
oponente de parte de la verdad y una gran dosis de relativismo. Ello no obsta 
para que se desee hacer pública la verdad científica alcanzada tras la 
necesaria observación, entrevistas, encuestas y la lectura de textos; esta 
verdad por supuesto, no es la absoluta que preconizan otros sino la verdad 
contingente y humana que proporciona la ciencia y a la que nos adherimos 
mientras no sea superada por otra más afinada y explicativa de la realidad. 
 
No puede justificarse ni ayuda a la investigación y por tanto a la 
comprensión del pasado y del presente aplicar criterios y valores actuales a 
situaciones del pasado o a sociedades y culturas del presente ajenas a la 
tradición cristiano-occidental, porque aunque viven en el mismo tiempo 
cronológico no están en el mismo tempo. La aplicación de conceptos, valores y 
criterios generados a lo largo de siglos en el mundo occidental es inadecuada a 
otros pueblos y circunstancias porque se descontextualizan los hechos 
históricos y antropológicos. Igualmente, no es metodológicamente aceptable 
comparar etapas y períodos diferentes. Lo que es válido para una etapa puede 
no serlo para otra, y recordemos que el contacto entre cristianos y moros 
duraría ochocientos años. También es confuso y no ayuda a la comprensión 
utilizar términos anacrónicos y conceptos etnocéntricos: así, hablar de España 
en este período en lugar de utilizar el de corona de Castilla; o hablar del califato 
almohade referido exclusivamente a al-Andalus, cuando este territorio no era 
sino una provincia de aquel inmenso imperio. 
 
Conviene así mismo, no olvidar que los mitos forman parte constitutiva 
de las culturas de las sociedades, pero hacer ciencia de la sociedad y la cultura 
exige desmitificar. A modo de ejemplo, habría que evaluar, como lo está 
haciendo la nueva historiografía y la antropología, afirmaciones del tipo de que 
en los territorios conquistados por los musulmanes se dio siempre la dura 
opresión por el hecho de ser cristianos, o que tras la conquista castellana 
existía una relación armónica entre la mayoritaria etnia cristiana, detentadora 
del poder, y las minorías étnicas de judíos y musulmanes. De ser así, no se 
hubiesen levantado en las ciudades conquistadas muros que separaban y 
aislaban a modo de guetos, los espacios de convivencia de judíos, moros y 
cristianos, creando juderías y morerías. 
 
Otra situación que conduce a serios equívocos es aceptar sin mayor 
crítica que las normas, derechos y deberes de los dominadores eran arbitrarios 
y la vida y haciendas de las gentes estaban expuestas a las acciones 
desaprensivas de los poderosos, en otras palabras, que no existía ley. Por el 
contrario, tanto los reinos cristianos como los musulmanes constituían estados 
de derecho en los que existían leyes y jueces que interpretaban los códigos y 
normas jurídicas. Sin embargo, conceptos como los de igualdad ante la ley o 
tolerancia con el enemigo eran ajenos, aunque con diferencias, al 
ordenamiento jurídico y al sistema de valores de ambas civilizaciones; entre 
cristianos por el sistema estamental que establecía privilegios exclusivos para 
 
 4 
la nobleza, y entre musulmanes por la importancia de los linajes en la 
conformación de la sociedad. Ambas sociedades usaban el botín y el rescate, 
producto de correr el campo, según la terminología del época, como una forma 
de enriquecimiento y pago a las mesnadas. 
 
Una última reflexión metodológica. Un estudioso de la sociedad, ya sea 
del pasado o del presente no ha de tener temor a las conclusiones a que el 
análisis de la información le lleve, aunque éstas no sean aceptables por la 
sociedad o los poderes establecidos; su deber y responsabilidad esta en utilizar 
los datos necesarios y suficientes y las técnicas y métodos apropiados y 
publicar los resultados. Frecuentemente, las ciencias sociales y humanísticas 
no gozan de la debida consideración porque están demasiado afectadas por el 
subjetivismo, las ideologías y los intereses de grupo. 
 
 
La fiesta de moros y cristianos 
 
El origen de las fiestas de moros y cristianos hay que buscarlo en la ideología 
de la conquista cristiana. Esta es una fiesta, que responde al modelo de 
enfrentamiento ritual y lúdico entre bandos del mismo signo o de signo 
contrario, que era practicado por los cristianos al menos desde tiempos 
bajomedievales. Existen testimonios de como el condestable Lucas de Iranzo 
organizó en Jaén donde residía, una de estas fiestas en 1463. En todo caso, 
las fiestas de cañas que se celebraban en la Edad Media y durante el Antiguo 
Régimen no eran sino la lucha incruenta entre caballeros de bandos 
enfrentados como juego competitivo que, si hemos de creer a Pérez de Hita, se 
celebraban tanto entre musulmanes como cristianos. Éstos celebraban justas 
con cañas en lugar de lanzas, rememorando así viejas batallas de manera 
incruenta. Las luchas ritualizadas entre moros y cristianos solo se han 
conservado, que sepamos, entre los vencedores, aunque en la América 
hispana, sin embargo, la han mantenido los pueblos indios. Probablemente, 
estemos ante un caso de aculturación profunda que les llevó a incorporar a su 
propia cultura, por razones de éxito del propio ritual, olvidando su primitivo 
significado de dominación que debía tener para los castellanos. 
 
Toda acción bélica o de conquista necesita, aparte de unos objetivos y 
unos medios materiales y humanos, un soporte ideológico que justifique y de 
sentido al esfuerzo que se realiza. En el caso de la conquista cristiana y 
posterior poblamiento de al-Andalus, la ideología de los cristianos se 
fundamentaba en la consideración de que el Islam era una religión impía y 
errónea que había ocupado un territorio cristiano del que había que desalojarlo, 
de ahí el nombre de reconquista dado a esta lucha secular entre cristianos y 
moros. Lucha que no fue continua, ni siempre entre los mismos grupos étnicos 
y políticos, aunque si de la misma religión, aseveración sólo aceptable, si las 
tomamos a ambas a grandes trazos, pues las diferencias por causa del tiempo 
y la cultura no permitirían hablar con propiedad de sólo dos religiones. Desde la 
óptica musulmana, unos bárbaros de religión cristiana trataban de desalojarlos 
de su territorio donde vivían desde generaciones. 
 
 
 5 
La dramatización festiva de la lucha entre musulmanes y cristianos, 
contendientes en la lucha por la conquista / defensa del territorio, no era sino el 
trasunto festivo de la realidad que les envolvía. Un hecho incuestionable, la 
geografía festiva actual de este tipo de representaciones coincide casi 
exactamente con las dos grandes áreas geográficas andaluzas: el valle del 
Guadalquivir, de donde la fiesta ha desaparecido, y la Penibética, en la que se 
ha perpetuado hasta nuestros días, con especial incidencia en Granada y 
Almería. La historia ayuda a comprender el resultado de este hecho dispar que 
tanto contrasta entre la Andalucía oriental y occidental: la incorporación de los 
emiratos de Córdoba, Jaén y Sevilla a la corona de Castilla tuvo lugar en el 
siglo XIII, y la del emirato de Granada dos siglos y medio después; tampoco 
puede obviarse la cuestión morisca y la amenazante presencia turca en el 
Mediterráneo, que no dejó de ser una cuestión vital hasta finales del siglo XVII. 
Para los reinos occidentales de la corona de Castilla estos acontecimientos 
eran ya algo muy distante en el tiempo y en el espacio.Las luchas rituales entre dos bandos son uno de los complejos festivos 
más extendidos por todas las culturas en la historia de la humanidad, tanto 
entre sociedades preliterarias como sociedades históricas. Las de moros y 
cristianos no son sino una de ellas. Recuérdense las pugnas institucionalizadas 
entre bandos de caballeros en las fiestas de cañas, o entre hermandades y 
cofradías representativas de mitades sociales y/o ceremoniales de muchas 
poblaciones, e incluso las rivalidades casi eternas entre pueblos cercanos y 
semejantes. En este inmenso universo festivo se expresa la al parecer 
necesaria oposición entre segmentos sociales o territoriales con hondas raíces 
psicológicas e históricas y de la propia dramatización que gana con este 
enfrentamiento ritual. De entre todos ellos, los combates entre moros y 
cristianos, fueron desde la Edad Media la diversión por antonomasia, llegando 
a su apogeo en tiempos de Felipe II para ir paulatinamente desapareciendo, en 
los tiempos modernos aunque todavía quedan cientos de estas celebraciones 
tanto en la Península como en América y desde luego en Andalucía. 
 
La exuberancia de este ritual festivo, con multitud de variantes 
(personajes, motivos, épocas, actitudes, vestimentas, decorados, parlamentos) 
la hacen muy difícilmente clasificable. Y sin embargo, para conocer a fondo 
cualquier material, es necesario ordenarlo según sus semejanzas y 
divergencias, agrupándolo en el menor número de conjuntos lo más 
homogéneos posible. Todos los autores que han tratado las fiestas de moros y 
cristianos en España, aun admitiendo su unidad básica, están de acuerdo en 
aceptar la existencia de tres áreas fundamentales diferenciadas: Levante, 
Aragón y Andalucía; dejando aparte las que de forma diseminada se dan en 
otras regiones y en América. Las fiestas del País valenciano, las más 
conocidas y popularizadas, se caracterizan por celebrarse en ciudades medias, 
contar con numerosos grupos o asociaciones que desfilan disfrazados con 
lujosos y llamativos vestidos al tiempo que derrochan pólvora. Sobre la base de 
dos bandos antagónicos se agrupan comparsas de mujeres, niños, 
contrabandistas, beduinos, etc. La disputa se centra en el castillo que 
alternativamente conquistan el bando cristiano y el moro, separados por dos 
actos o jornadas y termina con la conversión del jefe moro y su ejército. En 
Aragón, la fiesta de moros y cristianos forma parte de un complejo más amplio 
 
 6 
denominado dance en las que el baile ocupa un lugar predominante. En estas 
representaciones, aunque con variantes, los grupos no suelen ser numerosos, 
y el bando moro no aparece en el mismo plano de igualdad que el cristiano. 
 
En la actual provincia de Granada existen dos grandes familias 
tipológicas, según establece Brisset: Las de cautiverio y rescate de la imagen, 
con intervenciones sobrenaturales, una sola batalla y documento falsificado por 
el demonio, y las relaciones de Granada, subdividas en a) escaramuzas de la 
Alpujarra, con el desembarco de los turcos y la conquista del castillo y la 
imagen del santo, con su derrota y conversión en la segunda parte y b) toma 
del castillo, con superposición de temas narrativos, esquema dual de batallas y 
ausencia de intervenciones sobrenaturales. Las comedias granadinas que otros 
denominan alpujarreñas, se caracterizan por su ruralidad, sencillez de recursos 
y medios, acción dramática en dos partes: vencen los moros en la primera y 
recobran el castillo o la imagen perdida los cristianos en la segunda, 
terminando con la conversión de los musulmanes. No faltan casos en los que 
en la misma zona pueden coexistir modelos distintos, así como tampoco es 
desdeñable la expansión del modelo alcoyano de las filaes típicamente 
valencianos que encontramos en fiestas de Almería y Granada. 
 
En Andalucía, la fiesta de moros y cristianos se celebra o ha celebrado 
en un amplio conjunto de entidades de población agrupadas en su inmensa 
mayoría en los macizos montañosos de la Penibética: Alpujarra, altiplanicie de 
Guadix-Baza-Huéscar, valle superior del Almanzora y Sierra de Filabres, en las 
provincias de Granada y Almería, y algunos otros lugares de Sierra Mágina en 
la provincia de Jaén. El caso de la Axarquía y el pequeño núcleo de la Serranía 
de Ronda en la provincia de Málaga es el más aislado y occidental, en el que 
debe incluirse Benamahoma (Cádiz), ligado geográfica pero no históricamente 
a dicha serranía. 
 
La fiesta tiene o ha tenido lugar en setenta y tres poblaciones, según 
establecía en una primera publicación (1984), la mayoría pequeños pueblos, 
aldeas y cortijadas, muy aislados de las vías de comunicación. Son 
excepcionales los núcleos de población superiores a los cinco mil habitantes. 
La modestia, e incluso la pobreza, características de estos núcleos serranos se 
advertían en el atuendo tanto del bando moro como del cristiano. Unas 
sábanas y toallas y alguna colcha de vivos colores constituían el disfraz de los 
moros; prendas de uniforme de los ejércitos regulares ya desechadas, en algún 
caso prendas de época y otras que imitan los uniformes medievales o de 
épocas posteriores, conforman el atavío de los cristianos. Las escopetas de 
caza y los arcabuces y algún sable arman a ambos grupos, que con disparos 
de salvas atruenan la fiesta. 
 
El desarrollo de la fiesta en Andalucía gira fundamentalmente en torno a 
la posesión de la imagen del patrón: Cristo, la Virgen o algún santo; en el caso 
de Benalauría pugnan por la imagen de santo Domingo de Guzmán. Ésta es 
sacada procesionalmente de la parroquia o ermita custodiada y portada por el 
bando cristiano que en el camino es sorprendido por el bando moro; éstos tras 
una primera o posteriores intentonas se apoderan de la imagen, quedando bajo 
su custodia. La imagen del santo suele depositarse en la ermita, el 
 
 7 
ayuntamiento o casa particular, en nuestro caso en el vestíbulo de una casa 
colindante al lugar en donde tiene lugar el grueso de la representación teatral, 
hasta el día siguiente en que los moros perderán la custodia del paso o trono, 
bien por la fuerza de las armas propias o con la ayuda de un ser sobrenatural. 
Los moros terminan por aceptar su inferioridad y “su error” hasta el punto que 
piden el bautismo y en algún caso, mueren en la última escaramuza. 
 
Los encuentros armados van precedidos de parlamentos o embajadas 
en los que los jefes, capitanes o embajadores recitan versos que en algunos 
casos presentan grandes similitudes con las comedias de moros y cristianos 
propias de los siglos XVI y XVII. Los textos que se conservan, en algunos 
casos, son copias muy estragadas en las que al discurrir de los tiempos se han 
interpolado fragmentos de otras comedias y versos creados por poetas 
populares, dándose a veces casos de pintorescos anacronismos. Téngase en 
cuenta que los textos se transmitían de viva voz hasta que fueron fijadas por 
algún copista o tuvieron la suerte de ir a la imprenta, aunque mayoritariamente 
se trasmitía por copias manuscritas. Algunos de los textos publicados han sido 
recogidos de boca de viejos protagonistas que han celebrado hasta hace unas 
décadas la fiesta. En otros casos los textos han sido censurados y filtrados por 
el lenguaje o los contenidos cuando no se consideraban acordes con los 
tiempos, y las buenas maneras, de otros se conoce la autoría de los mismos. 
 
El escenario donde se desarrollan estas fiestas, que por si solas no 
suelen llenar todo el programa festivo, lo constituye el propio pueblo y sus 
cercanías. La iglesia, la ermita, la plaza, las calles, el ayuntamiento, así como 
el ejido, las colinas y cerros próximos y en algún caso una vieja ruina de 
castillo. La participación de los vecinos del pueblo es amplia aunque la acción 
directa la llevan a cabo los hombres jóvenes, sobre los que suele recaer el 
desarrollo de muchas fiestas, aparte de que los enfrentamientos, las 
cabalgadas e, incluso, la lucha cuerpo a cuerpo hacen más necesaria su 
participación.Esta activa participación de los jóvenes no nos puede inducir a 
pensar que el resto de la población es simple espectadora. En algunos casos, 
tal como ocurría en Benalauría, Benamocarra y Benadalid, uno de los grupos 
se dedica a hacer prisioneros a los vecinos, especialmente a las mujeres 
jóvenes, o a obligarlos a visitar al santo, teniendo que pagar un rescate para 
quedar libres. Los chicos en algún caso proveen de pólvora a los escopeteros. 
 
 
Reflexiones sobre un proceso de asimilación cultural 
 
La Andalucía actual no puede considerarse heredera cultural y social de 
los musulmanes andalusíes que vivieron en la Península Ibérica durante ocho 
siglos. Si dejamos de lado apasionamientos y prejuicios ideológicos, creo que 
esta posición defendida por los islamistas no se sostiene. Esta última línea 
argumental, defendida por reputados historiadores se fundamenta en el hecho 
de que la conquista cristiana supuso, en algunos casos de forma inmediata o 
poco tiempo después, la expulsión de los musulmanes de las ciudades y el 
campo conquistados, y desde luego, y esto es lo que más nos interesa en este 
caso, supuso un cambio radical de signo en la sociedad y cultura de este 
territorio. Los detentadores de la cultura musulmana, mudéjares o moriscos, 
 
 8 
fueron dominados, marginados, perseguidos, expulsados y, finalmente, 
asimilados. Su cultura siguió la misma suerte salvo en aquellas soluciones de 
tipo práctico como técnicas agrícolas, alimentos, reutilización de edificios y 
obras hidráulicas y algunas más cuya utilización resultó funcional a los 
cristianos. 
 
Los numerosos testimonios materiales y toponímicos de la cultura 
musulmana que encontramos por doquier en Andalucía pueden explicarse por 
el hecho de que las obras materiales y de infraestructura y los recursos 
lingüísticos son reutilizadas por las diferentes sociedades que comparten un 
mismo territorio y unas mismas necesidades básicas: sistemas de riego, 
viviendas, caminos, puentes, palacios, fortalezas, etc. Recuérdese que una de 
las primeras acciones que realizaban los ejércitos conquistadores cristianos era 
la de cristianizar o “bautizar” las mezquitas y ocupar los lugares de defensa, 
actos simbólicos de clara connotación de dominio. Dicho de otra manera, los 
andaluces actuales son herederos del patrimonio creado y conservado por la 
sociedad andalusí, que a su vez lo heredará al menos en parte, de la sociedad 
hispanovisigoda, pero no de su cultura, que corresponde a cada momento 
histórico. 
 
En la conformación de Andalucía tal como la entendemos actualmente, 
es decir formada por el territorio de las ocho provincias, se hace necesario 
distinguir históricamente la Andalucía bética que comprendía los reinos de 
Jaén, Córdoba y Sevilla, donde tras las capitulaciones fernandinas los 
musulmanes perdieron el control político aunque siguieron viviendo en sus 
pueblos y ciudades hasta que Alfonso X los expulsara fuera de sus reinos. De 
esta suerte los musulmanes de la Bética abandonaron masivamente el territorio 
dirigiéndose a Granada y al norte de África; solo quedaron unos pocos en las 
morerías, pero éstos significaban un 1% de la población total de estos reinos. 
Es conveniente recordar que porcentajes muchos más altos de población 
islámica existieron hasta el siglo XVII en Aragón y Valencia. El 80-90 % de la 
población que se instala tras la conquista en estos reinos procede de Castilla, 
Asturias, Vascongadas, Francia y Génova. A mayor abundamiento, no existen 
pruebas de conversiones de musulmanes en masa ni de matrimonios mixtos 
durante las primeras décadas tras la conquista. 
 
De inmediato las ciudades conquistadas y su alfoz o territorios 
dependientes se organizaron sobre las bases administrativas de Castilla y 
culturales del cristianismo, cuyos principios regían la vida diaria, así por 
ejemplo, la ciudad de Sevilla recibió para su gobierno el fuero de Toledo. 
Surgirán nuevas respuestas institucionales como consecuencia de las nuevas 
situaciones y circunstancias: se crearán grandes señoríos civiles y eclesiásticos 
para pagar los servicios prestados en la conquista; se engrandecerán las 
ciudades de realengo y villas señoriales con cartas puebla que confirmaban los 
privilegios de los nuevos pobladores, se establecerán instituciones como el 
arzobispado de Sevilla y los obispados de Baeza-Jaén y Córdoba, poderosos 
cabildos municipales como los de Córdoba, Sevilla y Jerez, la Audiencia real 
con derechos y prerrogativas similares a las reales chancillerías, el Adelantado 
de la frontera, el Almirantazgo de Castilla, etc. 
 
 
 9 
En este mismo tiempo, el emirato de Granada, que comprendía toda la 
Andalucía penibética, estuvo gobernado por la dinastía nazarí (1237-1492) que 
se mantuvo inestablemente con pactos, guerras y vasallajes y protegido por un 
sistema defensivo de castillos y las montañas del sistema penibético. Fueron 
casi 250 años de vecindad fronteriza en casi permanente hostilidad con la 
corona de Castilla, pues aunque la lucha no era continua, la rivalidad era 
permanente: había continuas entradas o racias de unos y otros que mantenían 
la tensión entre ambas sociedades y por supuesto los sistemas defensivos 
fronterizos estuvieron activos permanentemente. Ello creó un modus vivendi a 
ambos lados de la banda fronteriza que permitía el lucro a los señores de la 
guerra. La irreductible oposición cultural entre moros y cristianos acentuaba las 
diferencias que debieron ser más sentidas en las capas populares que en las 
nobiliarias; recuérdese que en los romances caballerescos y fronterizos se 
exaltaban unos mismos ideales caballerescos a ambos lados de la frontera, 
aunque la literatura no responde siempre a la realidad. 
 
Puede decirse, como lo han afirmado ya otros, que Andalucía, la única 
Andalucía que conocemos, no al-Andalus ni la Bética, ha alcanzado su unidad 
territorial política y administrativa con el Estatuto de Autonomía (1981), tomó 
conciencia de su identidad en la larga etapa de frontera. Esta conciencia fue 
reforzada por las instituciones religiosas y los símbolos religiosos, 
especialmente la devoción a la virgen María, idea inaceptable en el Islam; la 
religión, sus preceptos doctrinarios y sus símbolos se utilizaron como vía de 
afirmación colectiva frente al adversario y de propaganda de conquista. Ello no 
era ni ha sido nunca obstáculo para la trasgresión de otros muchos principios y 
comportamientos reprobados por las instituciones eclesiásticas. 
 
El emirato granadino en los siglos XIV y XV tenía un densa población, 
producto de las sucesivas expulsiones y huidas desde los reinos cristianos, que 
tras la conquista cristiana disminuyó drásticamente. Este hueco se llenó con 
colonos procedentes del resto de Andalucía, Murcia. Castilla y Extremadura. 
Entre 1500-1550 se produjeron sublevaciones de mudéjares que no llevaron 
aparejada la expulsión, como consecuencia de la táctica política de los 
vencedores de intentar la conversión, que se hizo poco después forzada, lo que 
creó un nueva categoría social y étnica, los moriscos. Éstos tras la sublevación 
de 1570 son expulsados de Granada mayoritariamente y redistribuidos por 
otros reinos peninsulares hasta se produce la expulsión total y definitiva en 
tiempos de Felipe III, quedando el Reino de Granada vacío de musulmanes. El 
nuevo reino se organizará con poderosas instituciones castellanas: Virreinato y 
Capitanía General, establecida en el recinto y palacio de la Alhambra, 
Arzobispado, Universidad y Chancillería con una amplísima jurisdicción; se 
crearán pequeños señoríos sin jurisdicción plena en los núcleos rurales, de 
acuerdo con las posibilidades del territorio y los intereses de la corona, y se 
puebla con campesinos que reciben pequeños lotes de tierra. 
 
No hubo por tanto intercambios culturales significativos entre ambas 
sociedades, salvo de algunos rasgos secundarios que no configuran una 
cultura. Los procesos de aculturación casi nunca se dan ensituaciones de 
igualdad, sino de dominador -cristianos- a dominado -musulmanes-. Antes de la 
conquista en las dos mitades del territorio de la Andalucía se daba una 
 
 10 
situación cultural comparable: reafirmación de los valores y formas culturales 
propias por el inveterado enfrentamiento y comparación e intercambio en 
técnicas y soluciones neutras. Después de la conquista cristiana y en un 
proceso que durará decenios, coincidente con una nueva forma de concebir el 
estado, más uniforme y centralizado, se impondrá el sistema político, jurídico y 
administrativo de los castellanos, y de sus valores cristianos. Temporalmente 
se toleró a los musulmanes en sus creencias y costumbres, aunque viviendo 
separados en barrios o morerías. La presión sobre éstos no cesó en 
consonancia con el prurito ideológico de la época de hacer a los súbditos 
cultural y religiosamente homogéneos. Ello traerá como consecuencia, 
conversiones en masas, la aparición del concepto de cristianos nuevos y su 
contrapunto, el cristiano viejo y la limpieza de sangre que marcó a la sociedad 
española hasta casi el siglo XIX. 
 
 
La Antropología como ingeniería festiva 
 
La utilización del término ingeniería festiva, aunque no corresponde a 
una nueva ciencia sino más bien un juego de palabras, tiene el propósito de 
llamar la atención sobre la posibilidad / necesidad de intervenir sobre la 
sociedad y, en este caso, sus fiestas, desde el conocimiento y previendo sus 
resultados con el modus operandi de la ingeniería. Ésta no es sino el arte de 
aplicar los conocimientos científicos al perfeccionamiento de la técnica 
industrial. En nuestro caso se trataría de la intervención en sociedad y su 
problemática con los conocimientos científicos proporcionados por la 
Antropología social y cultural y las ciencias sociales. Esta actividad ya tiene 
nombre propio: la Antropología Aplicada, pero parece más contundente el 
término que aquí proponemos, porque creemos que sobre la sociedad puede y 
en ocasiones debe intervenirse para corregir o encauzar ciertas 
disfuncionalidades. Corresponde a los antropólogos, técnicos en esta materia, 
hacer las actuaciones o al menos programarlas, y si ello no es posible, al 
menos habrá que contar con un buen conocedor de la sociedad y la cultura de 
que se trate. Porque, ya sabemos que los arquitectos son los especialistas 
legalmente autorizados para diseñar, construir y rehabilitar casas, pero durante 
siglos y aún todavía, los buenos albañiles también las arreglan o amplían y las 
hacen nuevas. 
 
La intervención sobre las fiestas y los calendarios y ciclos festivos ha 
sido una constante, a pesar de que en la conciencia de los ciudadanos estos 
rituales permanecen inalterables en el curso del tiempo. Ya el maestro Luís de 
Hoyos Sainz (1868-1951), uno de los pioneros de la Antropología cultural en 
España que primero ser dedicaron al inventario y estudio de este fenómeno 
cultural, mostró en el primer tercio del pasado siglo, su preocupación por la 
homogenización que estaban sufriendo las fiestas en manos de las comisiones 
locales de festejos. Durante los últimos decenios hemos observado como 
ciertas ferias entraban en crisis tras el estallido de ofertas que aportaron los 
ayuntamientos democráticos de la llamada transición política. En el caso que 
nos ocupa, una fiesta tradicional, la de moros y cristianos de Benalauría, ha 
sido reinventada por un buen conocedor de la cultura local, que ha querido 
sacar a su pueblo de la dependencia, que además posee un buen dominio del 
 
 11 
lenguaje y de los textos históricos, aparte de cualidades literarias, y finalmente, 
y esto ha debido ser determinante, ha actuado en el momento oportuno. 
Benalauría, sus gentes, han querido salir de la postración, la dependencia y el 
olvido y ha querido ser protagonista de su futuro promoviendo el desarrollo 
endógeno. En esta dirección algunos hombres y mujeres han dado los pasos 
para conseguirlo: han creado un restaurante cuya cocina ha sobrepasado las 
fronteras provinciales, han montado una museo etnográfico en un viejo molino 
de aceite, han rehabilitado viviendas rurales, promueven la transformación de 
la castaña, cosecha base de la localidad, en varios productos apetitosos, y han 
reinventado su tradicional fiesta de moros y cristianos. 
 
En este pequeño pueblo la fiesta de moros y cristianos, que se celebra 
desde tiempo inmemorial ha seguido hasta hace pocos años en la 
representación dramática el texto del cercano pueblo de Benadalid. Para evitar 
controversias y acabar con esta dependencia, el profesor José Antonio Castillo, 
natural de la localidad, ha creado ex novo un texto, que se reedita actualizado. 
El autor ha situado históricamente el cuadro escénico en el hecho de la 
sublevación de los moros de la Serranía de Ronda a poco de la conquista de la 
ciudad por el rey Fernando el Católico y en el espacio geográfico de las calles y 
plaza del propio núcleo y los pagos y poblaciones cercanas. Al hecho histórico 
el autor le ha dado una específica trama teatral versificada, un escenario 
abierto e, incluso, ha diseñado nuevos trajes más acordes con la época que 
los que se usaban antes. Así mismo, la fiesta ha sido dotada con adecuados 
medios técnicos de sonido que permiten a los actores desenvolverse fácilmente 
y a la par la cohetería esta controlada para evitar daños personales. Hasta el 
momento la fiesta cuenta con suficientes actores voluntarios, a los que se ha 
incorporado recientemente y con entusiasmo la mujer, el pueblo en su conjunto 
la sigue con gran aceptación y cuenta con una apreciable presencia de 
forasteros. 
 
¿Es posible y deseable actuar sobre una fiesta o el calendario festivo de 
una localidad o una comarca? Los nostálgicos que en este campo son legión, 
responderán negativamente y en el caso que nos ocupa hasta protestarán, 
arguyendo que se trata de un texto de moros y cristianos “inventado”, que no 
es tradicional ni popular. ¡Cómo si algún texto o embajada de moros y 
cristianos pudiera alegar que no ha sido inventado!, es decir, que no ha salido 
de la mente y de la pluma de un ser humano concreto. La diferencia entre este 
texto que hoy presentamos es que su autor tiene nombre y apellidos y es 
localizable en un domicilio concreto. Las intenciones y los mecanismos que 
movieron en su día a unos y ha movido recientemente a José Antonio Castillo, 
me los imagino muy semejantes. En este caso ha habido el intento por darle 
más rigor histórico y concordancia con los hechos que se representan, mejor 
gramática, unos valores adaptados al momento, una singularidad que recogiera 
las peculiaridades acumuladas en el curso del tiempo y una distinción de otros 
núcleos cercanos que también celebran la fiesta. Tarea para la que entiendo 
está totalmente legitimado, y buena prueba de ello es la calurosa aceptación 
con que cada año se refrenda la obra. 
 
 Si esta intervención en la fiesta de moros y cristianos de Benalauría va a 
ser duradera, y el ayuntamiento y los vecinos a través de una asociación ponen 
 
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todo el empeño en ello, es cosa que no podemos afirmar categóricamente. La 
fiesta, tendrá que superar entre otras, la prueba de la retirada activa del 
escenario del que ha sido su creador e impulsor durante muchos años, José 
Antonio Castillo. Asimismo, tendrá que superar la prueba de la consolidación 
de las acciones de desarrollo ya puestas en marcha, así como la posibilidad de 
seguir contando con la fuente de empleo de la Costa del Sol, y la de promover 
el desarrollo sostenible en todo el valle del Genal. 
 
Todo ello, aunque no sea aparente, esta íntimamente relacionado y contribuiría 
a la consolidación / debilitamiento / desaparición de la fiesta. Requeriría 
además la mejora de las vías de comunicación que hagan atractiva la vida en 
el pueblo, especialmente a las nuevas generaciones, y le permitan estar 
fácilmente conectados con el exterior. Todo apunta a que si las infraestructuras 
y estructuras económicas y socialesse mantienen e implementan, la población 
va a seguir manteniendo el fuerte sentimiento de identidad que hemos 
observado en Benalauría durante las agosteñas fiestas de moros y cristianos, 
que constituyen uno de los principales indicadores de su singularidad. Si así 
fuera, el pueblo no debe olvidarlo, se deberá al deseo de unas cuantas 
personas, que viviendo dentro o fuera de Benalauría, quieren para su pueblo lo 
mejor porque lo siguen considerando como propio. 
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