Vista previa del material en texto
Imágenes en blanco y negro, calles desbastadas, cruces de gris y metralleta, cascotes, cientos de casquillos de bala, restos de sangre en el asfalto. ¿Es Londonderry, Beirut, Sarajevo?.., no, es Vitoria, España, 3 de Marzo de 1976. Y es una guerra, contra los obreros y las clases populares; una ciudad asediada, ocupada con las armas en la mano, cientos de heridos en los hospitales y cinco féretros que, al día siguiente, desde la Cuchillería y su catedral, recorrerán en comitiva las calles atestadas de gentes y vigiladas por los infames que los llevaron al sepulcro. No sin antes, retumbar en el espacio gótico, la voz de Chuso Fernández Naves en representación de obreros y ciudadanos vitorianos, clamando ¡Justicia! Cinco asesinados, a los que se suman dos más en la huelga general de protesta por estos hechos en Euskadi y en otros puntos del país, como Tarragona. Cuarenta y cuatro años después y tras largos recorridos judiciales, seguimos pidiendo Justicia que, en la esperanza de la “Querella Argentina” nuevamente ha tenido el revés de negar el Gobierno, primero la extradición y luego el interrogatorio del exministro, junto a Fraga, responsable. Más allá de la masacre que vivió Vitoria ese día, claramente reflejada en las comunicaciones policiales grabadas; es necesario transcurrido el tiempo, transmitir lo vivido para que ese año trágico, 1976, que marcan como inicio de la modélica Transición española, sirva de referencia real para valorar un período marcado por la violenta represión de todo movimiento popular ajeno a los estrechos cauces pactados por las élites del Franquismo y la Oposición domesticada. Aviso de navegantes, a la sangre derramada en Vitoria le siguió más de un centenar de víctimas del llamado Tardofranquismo, terrorismo de estado, ya fueran bandas fascistas amparadas policial y judicialmente o fuerzas represivas institucionales. Sin que pueda establecerse con claridad el fin de un período, al que le sucedió la “guerra sucia” que practicaron los Gobiernos de UCD y del PSOE, quizás la salvaje tortura y asesinato de tres jóvenes por la Guardia Civil en Almería en mayo de 1981, definan esta violencia, cuyas víctimas nunca han sido reconocidas, ni entraron en el cenáculo oficial de Víctimas del Terrorismo. Para estudiosos poco avezados, sorprenderá un año, 1976, donde siendo ilegales y en Madrid, el PSOE y la UGT, celebran su XXVII y XXX Congresos, respectivamente; hay actividad semiclandestina del mayor grupo de oposición, el PCE, cuyo líder, Santiago Carrillo, junto a sus homónimos del PCF y PCI proclaman el “Eurocomunismo” y se prodigan en las portadas de los noticieros internacionales. Sin embargo, el llamado “Espíritu del 12 de Febrero” de Arias Navarro ( “Carnicerito de Málaga”) y la Apertura a la Democracia de su sucesor, Adolfo Suarez, antiguo Secretario General del Movimiento, a lo largo de los meses, no nos dejaron lugar a dudas que las esperanzas de un cambio real en España, no pasarían de un cambio formal homologable, pero con los moldes de la Dictadura, impresos a fuego en la cubierta de los ejemplares de la Constitución de 1978. Represión, Integración, Clientelismo Romanones y, tras las balas rebotadas en las nubes, un reguero de cadáveres y muertos vivientes entre la juventud de los barrios populares tras la sospechosa y teledirigida proliferación de heroína en ellos. En Vitoria, no solo asesinaron jóvenes obreros, también una forma de organización autónoma y asamblearia, las Comisiones representativas de fábricas en lucha. El sindicalismo vertical, la CNS, herido de muerte, dejaba sus despojos a aquellos que olvidando sus orígenes, pasaban a ser uno de los puntales de eso que llamamos “Régimen del 78”. Proliferaron posibles alternativas, la CNT, la histórica y la renovada, no superaron ni su V Congreso, ni el Caso Scala. Y hoy, la imagen de la mano derecha de Suarez, Carmen Díaz de Rivera, emparentada con el “cuñadísimo” Serrano Suñer (la Dictadura fascista en estado puro) y la Enric Nadal (Secretario General de la CNT renovada), cuyo periplo novela Javier Cercás en “El impostor”, para mí reflejan, en este día de trágica memoria, gran parte de esa memoria que estamos obligados a transmitir, para que aquellos que tomaron el relevo, no olviden una parte del pasado de la lucha obrera y popular. Para que la niebla de la mentira no les impida ver el brillo de la verdad. Y me quedo con Lucio Urtubia, el anarquista español autor de uno de los mayores quebrantos al capitalismo financiero americano. Madrid, 3 de marzo de 2.020. Fdo. José Murillo Torrero. DNI 50.677.177N Con el recuerdo de Jesús (“Chuso”) Fernández Naves (ya fallecido) e Inmanol Solabarría, curas obreros que dieron ejemplo de vida consecuente y comprometida, frente a esa Iglesia que hoy denuncia en los tribunales la blasfemia, mientras el 3 de marzo de 1976, calló en el silencio infame, el asalto y gaseamiento de los varios millares de personas que se encontraban en la iglesia de S. Francisco del barrio de Zaramaga. El templo cristiano es santuario y refugio solo para nazis genocidas, dictadores bajo palio o ladrones de guante blanco escondidos tras sus crucifijos.