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Inteligencia emocional enmarcada en la formación docente Dra. María Elena Sinclair Baró, Directora Académica del Instituto Superior para la Educación Integral de Monterrey, Nuevo León, México Doctora en Ciencias pedagógicas, “Instituto Central de Ciencias Pedagógicas” (ICCP), La Habana, Cuba. Janny Flores Sinclair, docente del Instituto Superior para la Educación Integral de Monterrey, Nuevo León, México Máster en Educación Comparada, Universidad de Ciencias Pedagógicas "Enrique José Varona", La Habana, Cuba. Índice Pág. Introducción ........................................................................................................ 1 1. Necesidad de la educación emocional en México ....................................... 3 2. Rol de la escuela y el docente en la educación emocional .......................... 7 2.2 La inteligencia emocional y competencias emocionales ............................ 11 3. Recorrido histórico de la educación emocional en México ........................ 17 3.1 Investigaciones relacionadas con la educación emocional en México ....... 24 4. Formación docente en México ................................................................... 28 4.1 Formación inicial ........................................................................................ 30 4.2 Formación permanente .............................................................................. 32 5. Naturaleza y finalidad de la formación docente en el ISEIM ...................... 39 6. La investigación como método pedagógico para la formación del docente 45 7. Estrategia para la formación docente en inteligencia emocional mediante la investigación en el universo del ISEIM ............................................................. 52 Conclusiones .................................................................................................... 78 Referencias ...................................................................................................... 80 1 Introducción Hoy vivimos en un mundo diverso que presenta retos, desigualdades y problemas a los que se debe hallar las posibles soluciones. Asimismo, muchas veces se pone el énfasis en los resultados y en la competitividad, en ocasiones, sin tener en cuenta las relaciones afectivas y humanizantes. En tal sentido, la educación es un componente fundamental para lograr el desarrollo de seres humanos capaces, no sólo con aptitudes cognitivas, sino también las de convivencia, que puedan expresar sentimientos y emociones, proteger la propia integridad bajo presión y forjar un comportamiento positivo. Las emociones son el origen y el motor de nuestras acciones como seres humanos. Es decir, somos lo que sentimos y las emociones tienen gran poder en nuestros conocimientos y comportamiento. También influyen en nuestras motivaciones, proyectos de vida y aspiraciones. Son la clave de nuestro propio conocimiento y crecimiento personal. Sentir emociones tanto positivas como negativas es algo normal en todo ser humano. Lo importante es el equilibrio que existe entre nuestras emociones: qué nivel de cada tipo de emoción, positiva o negativa, experimentamos. Cuando sentimos más emociones positivas que negativas, las situaciones difíciles son más fáciles de manejar. Las emociones positivas mejoran nuestra resiliencia, amplían nuestra conciencia y nos permiten ver más alternativas para resolver problemas. La educación en inteligencia emocional es una tarea que se atiende durante toda la vida e intervienen muchas personas, sin importar el contexto en el que se desarrollan. Teniendo en cuenta que parte importante de los años de nuestras vidas suelen ocurrir en el contexto escolar, las instituciones educativas se constituyen en un espacio privilegiado para la consecución de este propósito. Los estudiantes aprenden mejor cuando están motivados y cuando sienten emociones positivas en torno a su aprendizaje. Por tanto, estimular emociones positivas o desarrollar habilidades emocionales implica mejores resultados cognitivos. En este sentido, el rol tradicional del maestro, centrado en la transmisión de conocimientos, está cambiando. 2 Se ha evidenciado que el sano desarrollo emocional y afectivo de los docentes incide en la forma que realiza su tarea y las relaciones que establecen con sus estudiantes. Si un maestro se siente realizado, feliz y le encuentra sentido y significado a lo que hace, logrará un equilibrio entre sus competencias emocionales y la profesionalización exigida, será consciente de quién es él y quiénes son los estudiantes a su cargo, favorecerá climas y relaciones sanas y constructivas (Hernández, 2017). Sin embargo, en la práctica educativa, los docentes consideran tener una insuficiente formación inicial para abordar el desarrollo socioemocional de sus estudiantes y no siempre presentan emociones placenteras respecto a su rol profesional (Cuadra, et al., 2018). Asimismo, un estudio realizado en México evidenció que las competencias socioemocionales de los docentes pueden ser consideradas como un poderoso factor predictor de tipo negativo del burnout, y que, de manera discreta, son también las creencias de autoeficacia (Torres, 2018). Las investigaciones en el campo de la neurociencia y la psicología confirman la importancia que tienen las emociones en la salud física y mental de las personas, así como su influencia en la vida social y en el clima emocional (Goleman, 2006). Por ello, es necesario contemplar la inteligencia emocional en la formación inicial y permanente de los docentes en los diferentes niveles educativos, como acción estratégica para el desarrollo de las habilidades para la vida. La formación permanente de docentes constituye un factor esencial para lograr tales propósitos, pues los maestros deben poseer las capacidades necesarias para formar individuos, que desempeñen un papel protagónico y contribuyan a encontrar soluciones a los problemas actuales. En este orden de ideas, la investigación adquiere un rol importante en la preparación y capacitación de los docentes porque contribuye a estimular el interés por el conocimiento, incentiva la curiosidad y capacidad de hacerse preguntas sobre algún aspecto de la realidad, lo cual facilita la transformación y mejora de la acción educativa. Es evidente entonces, que el vínculo entre la 3 docencia y la investigación contribuye a la superación de la actividad docente y a la calidad de la formación de los estudiantes. Dicho todo lo anterior, es posible visualizar la relación esencial que existe entre la educación emocional y los procesos de mejora de la calidad educativa. Por ello, en este documento, se expone cómo se fomenta la inteligencia emocional enmarcada en la formación docente mediante una estrategia pedagógica en la Maestría en Educación para la Enseñanza por Competencias, en el Instituto Superior para la Educación Integral de Monterrey (ISEIM). De esta forma, los maestros, a su vez, contribuyen al bienestar personal y las relaciones socio-afectivas con los propios estudiantes, compañeros de trabajo, padres de familia y comunidad educativa en general. 1. Necesidad de la educación emocional en México En México existen factores sociales, económicos y de dispersión geográfica que representan un reto a los esfuerzos por garantizar la educación socioemocional, sobre todo para la población que sufre pobreza y marginación, pero también para quienes se hallan en situaciones de vulnerabilidad, los que tienen un riesgo mayor de abandonar la escuela (UNICEF, 2016). También prevalecen otras condiciones referidas a la institución educativa que inciden en el desempeño socioemocional, pues no siempre, desde la escuela se fomenta la reflexión y la empatía yno hay claridad con respecto a las estrategias que se deben utilizar para hacer frente a conductas inapropiadas. Según la Secretaría de Educación Pública (SEP), los jóvenes enfrentan realidades adversas, 3 de 10 jóvenes en México viven en situación de violencia, un 13.5% consumen drogas, 25% no utilizó ningún método anticonceptivo en su primera relación, 56% se sienten tristes, 26% piensan que su vida ha sido un fracaso, 44% se sienten solos y, una de las cifras más relevantes referentes al ámbito escolar, el 32% sienten que los profesores no los valoran (SEP, 2017). Además, se debe destacar el bullying que es la intimidación, el abuso, el maltrato físico y psicológico. Este aspecto, incluye una serie de acciones negativas de distinta índole, como bromas, burlas, golpes, exclusión, conductas de abuso con connotaciones sexuales y, desde luego, agresiones físicas 4 (Melendro, et al., 2014). El término deriva de una palabra inglesa, aceptada a nivel mundial para referirse al acoso entre compañeros, y definido como una forma ilegítima de confrontación de intereses o necesidades en la que uno de los protagonistas –persona, grupo, institución– adopta un rol dominante y obliga por la fuerza a que otro se ubique en uno de sumisión, causándole con ello un daño que puede ser físico, psicológico, social o moral. En este caso, México ha sido en los últimos años, uno de los países con más altos niveles de violencia escolar, Valadez citado en (Madrueño, et al., 2018), informa que es el primer lugar de bullying a escala internacional, de acuerdo con cifras de la UNAM. Informa que el 40% de los estudiantes declaró haber sido víctima de acoso; 25% haber recibido insultos y amenazas; 17% haber sido golpeado; y 44% dijo haber atravesado por algún episodio de violencia verbal, psicológica, y ahora a través de las redes sociales. Algunas investigaciones (Fierro & Tapia, 2013; Juárez, 2014) revelaron, que los problemas de la indisciplina, incivilidades y violencia han aumentado lo cual pone de manifiesto la importancia de exigir a las instituciones educativas a repensar la manera en que están desempeñando su labor. Por otra parte, Berumen et al. (2016), señalaron que: No es fortuito observar en el interior de las escuelas la falta de disposición de parte de los estudiantes que se manifiesta en comportamientos violentos, aburrimiento, estrés, depresión, indisciplina, todas ellas conductas de riesgo que pueden estar asociadas a las relaciones familiares, sociales, el contacto con los medios de comunicación y sobre todo a relaciones escolares poco motivantes que en gran medida son generadas por profesores que no cuentan con una formación adecuada en competencias emocionales. (p. 488) De igual forma, existen índices elevados de fracaso escolar, dificultades de aprendizaje, estrés ante los exámenes, abandonos en los estudios, aburrimiento, indisciplina escolar y otros fenómenos relacionados con el fracaso escolar. Estos hechos provocan estados negativos relacionados con déficits en la madurez y el equilibrio socioemocional. 5 En este sentido Schmelkes (2016), señala que se trata de un problema de mayor relevancia, que afecta a 20 por ciento de una generación de secundaria y a 40 por ciento de media superior. Uno de cada 3 adolescentes de 15 años se encuentra fuera de la escuela y una quinta parte de los jóvenes de 18 a 24 no terminan la secundaria. Por otro lado, el Censo de Población y Vivienda, indica que el 35.2% desertó de la escuela secundaria por causas de tipo familiar y el 37.4% desertó por rezago educativo (INEGI, 2018). Adicionalmente, según datos del Organización Mundial de la Salud [OMS], (2020), aproximadamente entre un 20% y 30% de los adolescentes se involucran en múltiples conductas de riesgo que afectan su salud física y mental; la depresión es una de las principales causas de enfermedad y discapacidad entre adolescentes a nivel mundial y, el suicidio es la tercera causa de muerte para los jóvenes de edades comprendidas entre los 15 y los 19 años. Se plantea que no abordar los trastornos mentales de los adolescentes tiene consecuencias que se extienden hasta la edad adulta, y que afectan tanto a la salud física como a la mental y limitan las oportunidades de llevar una vida adulta satisfactoria. En este ámbito se ha evidenciado que la atención a las emociones de los estudiantes es un elemento fundamental que determina la calidad en su educación integral. Unido a lo anterior, la pandemia por la COVID-19 impactó de distintas maneras a toda la población en el país. Es por ello, que UNICEF (2020) manifiesta las diferentes afectaciones en los adolescentes, tales como: (…) el distanciamiento social incrementó sus niveles de estrés y ansiedad afectando su salud mental y emocional, pues los adolescentes en esta etapa desarrollan aspectos relacionados con la independencia y la socialización, además construyen su confianza en sí mismos que es fundamental para la toma de decisiones que determinarán el comienzo de su vida adulta. (p. 57) La escuela y el docente tienen un papel importante en el desarrollo de la educación emocional de los niños, adolescentes y jóvenes. Tal y como señala la UNESCO (2015), un buen maestro parte del punto en el que encuentra a sus estudiantes y los ayuda a llegar lo más lejos posible tanto en el dominio de los conocimientos, habilidades, actitudes y valores planteados en los planes y 6 programas de estudio, como en el desarrollo de su potencial. Por ello, es necesario que en la formación inicial y permanente de los docentes se promueva sus habilidades para que tengan altas expectativas de sus alumnos y contribuya a educarlos para el conocimiento de sus propias emociones, el autocontrol y la capacidad de expresar sus sentimientos de forma adecuada. Teniendo en cuenta las problemáticas anteriores, cobra cada día mayor prioridad el desarrollo de habilidades socioemocionales de los docentes durante su formación inicial y permanente. Estos deben atender a los estudiantes en cada uno de los niveles educativos. Sin embargo, no siempre tienen esta preparación para que sean capaces de promover ambientes de aprendizaje incluyentes que favorezcan la convivencia y poner en marcha estrategias para fortalecer la educación socioemocional de los educandos” (SEP, 2017, p.5); así como “la apropiación de herramientas teóricas, conceptuales y metodológicas de la educación socioemocional para su desarrollo en el contexto escolar” (Ibíd., p. 7). En este sentido, Madrueño et al. (2018), señalan que el insuficiente desarrollo de habilidades socioemocionales se evidencia en dificultades para la convivencia armónica, el trabajo colaborativo, problemas en las relaciones interpersonales, dificultades en las comunicaciones, hasta agresiones verbales y emocionales, así como actitudes de exclusión y descalificación, lo que puede ser considerado como agresión pasiva. Por otra parte, se observan problemas de baja autoestima, manejo inadecuado de emociones, ansiedad, manejo inadecuado del estrés, depresión y la falta de un proyecto de vida y de desarrollo profesional. Tal como se ha visto, la educación no solo es un instrumento para el aprendizaje de contenidos y desarrollo de competencias cognitivas, sino también como un espacio que contribuye a la formación integral de los estudiantes. En este sentido, la escuela y los docentes deben favorecer la construcción y reforzamiento de valores, impulsar la convivencia pacífica y enseñar a llevar vidas emocionalmente más saludables. 7 2. Rol de la escuela y el docente en la educación emocional La escuela es el espacio natural donde deben establecerse relaciones interpersonales armónicas, basadas en el respeto a los derechos humanos y los valores. Desde las primeras edades, en el centro escolar, se debe enseñar a regular las emociones y loscomportamientos, así mismo a manejar los conflictos de manera pacífica. La institución es el centro de todo acto educativo, donde se debe instruir y educar para formar individuos que aprecien y respeten la diversidad, que se reconozcan a sí mismos como personas valiosas. Sin embargo, la educación tradicional se ha interesado y centrado en enseñar conocimientos enfatizando lo cognitivo con olvido de la dimensión socioafectiva y emocional. Es por ello que, internacionalmente, en el documento relacionado con las metas educativas se plantea: La escuela tiene un papel importante en el desarrollo de la autonomía moral de sus alumnos, en el cuidado de sus emociones y en la apertura de posibilidades para el ejercicio de un comportamiento moral consecuente. La integración social de todos los alumnos, el fortalecimiento de vínculos de amistad, el respeto de las diferencias y de los alumnos débiles, el cuidado de la alfabetización emocional, (…), son elementos necesarios para construir comunidades escolares basadas en la responsabilidad y en el comportamiento solidario. (Toro & Tallone, 2010, p. 14) En la actualidad se requiere que la escuela prepare adecuadamente a los niños, niñas y jóvenes para que puedan adaptarse a este mundo cada vez más cambiante. De esta forma, los docentes cumplen un papel importante en el bienestar del alumnado, es decir, poder prever, detectar e intervenir, cuando alguno de ellos está sufriendo una situación de riesgo o se están vulnerando sus derechos. De igual forma, las instituciones educativas deben ser entornos propicios para que los estudiantes expresen sus emociones, tomen conciencia de sus sentimientos y asuman actitudes de respeto hacia las emociones de los otros. Asimismo se debe enseñar a procesar información para que sea utilizada, a partir de valores y actitudes necesarios para la convivencia armónica y el fortalecimiento de la paz y la democracia. 8 En el orden de las ideas anteriores, el centro educativo, debe trazar nuevas metas a partir del modelo que asuma, teniendo claridad en los contenidos que trasmite y las actividades que realiza. Así, mediante un desarrollo sistemático de habilidades emocionales, dentro del marco de las competencias académicas, debe dejarse al descubierto la congruencia que se vive en materia de educación y socialización de niños, adolescentes y jóvenes. Como se ha expresado antes, los docentes contribuyen en la creación de ambientes emocionalmente adecuados en el aula, donde el alumnado se encuentre motivado y feliz y, por ende, favorezcan la educación emocional (Bisquerra, 2011). Para ello, en las aulas debe haber espacios y tiempos para el bienestar a través de la realización de actividades que fomenten las emociones positivas, siendo el profesor el artífice de crear un clima de seguridad en el que el alumnado se pueda sentir cómodo. El desarrollo de la responsabilidad y la implicación de los estudiantes pueden favorecerse mediante una organización flexible y democrática del aula durante el proceso de aprendizaje. Por ello se deben utilizar diversas maneras de organización tales como binas, equipos, disposición en forma de círculo o semicírculo, etc. En consecuencia, los docentes que tienen expectativas positivas, utilizan un lenguaje positivo y hablan más de oportunidades que de dificultades, aumentan el grado de satisfacción de los estudiantes durante su aprendizaje. Por las consideraciones anteriores, en los últimos años han crecido las investigaciones que destacan la importancia tanto de la inteligencia emocional como las competencias socioemocionales, pues constituyen una herramienta personal para lograr mayores niveles de adaptación personal, familiar, social, académica, vocacional y profesional. En este sentido, Bisquerra explica que la educación emocional es un “proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como 9 elemento esencial del desarrollo integral de la persona, con objeto de capacitarla para la vida” (Bisquerra, 2009 p. 56). De esta forma, el concepto está orientado hacia la formación integral del ser humano así como la inclusión del enfoque competencial. Desde la perspectiva biológica nace la neurociencia, fundamento sólido para el desarrollo de competencias emocionales, en consecuencia, se requiere de entrenamiento y gimnasia emocional desde la educación inicial (Bisquerra, 2016). En este sentido, el reto de los sistemas educativos va más allá del aprendizaje, al ser la emoción necesaria para convertir el conocimiento en experiencia personal y hacerlo transferible, así como también usarlo de manera solidaria y responsablemente. Bisquerra y Mateo (2019), consideran que gracias a esta perspectiva, actualmente se tienen currículos centrados en el estudiante, modelos educativos abiertos, flexibles y orientados hacia la educación a lo largo de toda la vida. Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores, una adecuada educación socioemocional ayuda a afrontar con mayor éxito los contratiempos cotidianos. En consecuencia, la educación socioemocional es un requerimiento para el ejercicio de la docencia porque las aulas son el modelo de enseñanza y aprendizaje socioemocional de mayor impacto para los alumnos. Entonces, se requiere que los docentes estén formados en un saber hacer con capacidad para tomar conciencia emocional y de regulación, para que tengan un efecto positivo sobre los estudiantes. El desempeño docente ha ido variando desde una posición de maestro tradicionalista, que era considerado como el único portador de conocimiento, a un maestro que también se interesa por garantizar la protección, el cuidado, y valores que favorezcan la sana convivencia. Es decir, el docente actual debe ser guía y acompañante del estudiante durante su proceso de aprendizaje. Por ello, además de especialista en su materia, educador y formador de niños, adolescentes y jóvenes, en su función de tutor centra su interés en la personalidad de los educandos desde un abordaje biopsicosocial. 10 En efecto, se espera que el docente sea capaz de desempeñarse como observadores críticos de posibles circunstancias que se generen en el proceso de formación de sus estudiantes. En este sentido, tienen las funciones de planificar, asesorar, programar, organizar e intervenir. También es necesario que diagnostique, coordine, conozca, forme e informe. Además, integre otras actividades de orientador y comunicador y, por tanto, estar dotado de estrategias de prevención en posibles casos que puedan ocurrir. En el proceso de educación socioemocional, el docente contribuye a que los estudiantes desarrollen habilidades, comportamientos, actitudes y rasgos de la personalidad que les permiten aprender a conocerse a sí mismos, cultivar la atención, tener sentido de autoeficacia y confianza en sus capacidades, entender y regular sus emociones, establecer y alcanzar metas positivas, tomar decisiones responsables, mostrar empatía hacia los demás, establecer y mantener relaciones interpersonales armónicas (SEP, 2017). Unido a lo anterior, los docentes deben conocer el plan de estudios para utilizar los mecanismos que les permitan contribuir a la prevención de los comportamientos de riesgo de sus alumnos. Debe atender los indicadores que generan ausentismo y abandono en los estudiantes, tales como: problema de abuso de cualquier tipo, depresión o adicciones. Es por lo que, los docentes, deben ser capaces no solo de poder identificar las señales, sino, además, realizar la canalización adecuada a fin de poder dar una respuesta efectiva y así solucionar las diferentes situaciones que enfrentan los estudiantes. Tal como se ha visto, en el proceso de educación socioemocional, el docente debe distinguirse por ciertas habilidades, entre las que se menciona: la empatía,análisis del contexto, búsqueda de nuevas vías de solución ante los obstáculos, utilización de aspectos novedosos para interesar a los estudiantes en un ambiente psicológico moral, teniendo en cuenta los intereses y necesidades de los alumnos. 11 2.1 La inteligencia emocional y competencias emocionales En las investigaciones que abordan la educación emocional, algunos autores abordan el término inteligencia emocional y otros utilizan competencias emocionales para referirse al mismo concepto. Por ello consideramos oportuno abordar el análisis que realiza Fragoso (2015) para diferenciar ambos términos. Según esta autora, la evolución del concepto inteligencia emocional se ha dividido para su estudio en cinco fases: Primera fase: comenzó en 1900 hasta los años setenta, se tiene una concepción de inteligencia y emoción como conceptos separados. Esta época coincide con el surgimiento del enfoque psicométrico de la inteligencia humana donde se comienzan a emplear instrumentos para medir el razonamiento abstracto. Segunda fase: es evidente la influencia del paradigma cognitivo y del procesamiento de información. Esta etapa se desarrolla aproximadamente entre 1970 a 1990; surgen dos autores clave Howard Gardner, creador de la teoría de las inteligencias múltiples y Robert Sternberg, autor de la teoría tríadica de la inteligencia basada en el procesamiento de información. Tercera fase: periodo en el que Mayer y Salovey (1993), en compañía de otros colaboradores, publican una serie de artículos sobre inteligencia emocional, mostrando que se integra con tres habilidades: la percepción y apreciación emocional, la regulación emocional y la utilización de la inteligencia emocional. Cuarta fase: la inteligencia emocional comienza a difundirse rápidamente tanto en círculos académicos como no académicos gracias al best seller del mismo nombre escrito por Daniel Goleman en 1995. 12 Quinta fase: se produce un refinamiento del constructo por parte de Salovey y Mayer (1990), quienes pasan de un modelo de tres habilidades básicas a uno de cuatro Mayer, Caruso y Salovey, (citados en Fragoso, 2015): percepción y valoración emocional; facilitación emocional; comprensión emocional, y regulación reflexiva de las emociones. Además se crean nuevos instrumentos de medición, crece el número de investigaciones sobre la temática a la par que el constructo comienza a relacionarse con otras variables. Otro aspecto importante desarrollado por Fragoso (2015) son los principales modelos de inteligencia emocional. En este sentido revela que estos pueden clasificarse en los modelos mixtos y el modelo de habilidad. Los modelos mixtos aglutinan diversas habilidades, destrezas, objetivos, rasgos de personalidad, competencias y disposiciones afectivas. En este caso, en el modelo de Goleman se concibe la inteligencia emocional como un conjunto de características clave para resolver con éxito los problemas vitales entre las que destacan: el conocimiento de uno mismo, la autorregulación, conciencia social, la regulación de relaciones interpersonales (Fragoso, 2015). Otro modelo mixto es el de Bar-On, en el cual se concibe la inteligencia socioemocional como el conjunto de competencias y habilidades que determinan cuán efectivamente los individuos se entienden, comprenden a otros, expresan sus emociones y afrontan las demandas de la vida cotidiana. Entre estas habilidades se encuentran: intrapersonal, interpersonal, manejo del estrés, adaptabilidad y humor (Fragoso, 2015). El modelo de habilidad se focaliza en el enfoque cognitivo, que concibe a la mente humana dividida en tres esferas: cognición, afecto y motivación. Dentro de la esfera cognitiva uno de sus conceptos más representativos es el de inteligencia, que es la habilidad para emplear funciones juntas o separadas como la memoria, el razonamiento, el juicio y la capacidad de abstracción. Perteneciente a la esfera afectiva se encuentran constructos como estados de ánimo, sentimientos y emociones. La esfera motivacional se integra con la capacidad que tiene el individuo para formular y conseguir metas y está 13 compuesta de habilidades como el autocontrol, el entusiasmo, la persistencia y la automotivación (Fragoso, 2015). Esta autora señala que en una etapa más madura, Mayer y Salovey definen la inteligencia emocional como “una característica de la inteligencia social que incluye un conjunto de capacidades que explican las diferencias individuales en el modo de percibir y comprender las emociones. Dichas capacidades son las de supervisar los sentimientos y las emociones propias así como las de los demás, de discriminar entre ellas, y usar la información para guiar el pensamiento y las acciones” (Fragoso, 2015, p. 118). De esta definición se desprenden las cuatro habilidades básicas de la inteligencia emocional: Percepción, valoración y expresión de las emociones. Es la habilidad más básica y se refiere a la certeza con la que las personas pueden identificar las emociones y el contenido emocional en ellos mismos y otras personas. Incluye el registro, la atención y la identificación de los mensajes emocionales, su manifestación se observa en expresiones faciales, movimientos corporales, posturas, tonos de voz, etcétera. Este modelo se conforma de cuatro sub habilidades: a) habilidad para identificar emociones en las sensaciones, estados físicos y pensamientos propios; b) habilidad para identificar emociones en otras personas, formas de arte, lenguaje, sonidos, apariencia y comportamiento; c) habilidad para expresar emociones adecuadamente y para expresar necesidades relacionadas con esos sentimientos y d) habilidad para discriminar la adecuada o inadecuada, honesta o deshonesta expresión de los sentimientos (Fragoso, 2015). Como se puede apreciar en los modelo Mayer y Salovey (citados por Fragoso, 2015), dentro de los modelos mixtos de inteligencia emocional, el límite con el término de competencias emocionales se enfoca en habilidades de procesamiento de información que se encargan de estudiar de manera específica cómo las emociones influyen en el pensamiento y acciones, por lo que las competencias no se encuentran contempladas e incluso se establece una marcada separación. 14 En correspondencia con el término competencias emocionales Fragoso (2015), Saarni (1999, 1997) es reconocida por ser la primera en acuñar el constructo con una base sólida, separándolo definitivamente del de inteligencia emocional. Igualmente en otras investigaciones se menciona a Bisquerra (2009) como un autor relevante con un modelo propio de competencias emocionales. Saarni (citada en Fragoso, 2015), define las competencias emocionales como un “conjunto articulado de capacidades y habilidades que un individuo necesita para desenvolverse en un ambiente cambiante y surgir como una persona diferenciada, mejor adaptada, eficiente y con mayor confianza en sí misma” (p. 120). Este modelo se relaciona con el desarrollo humano y teorías cognitivas de la emoción, con lo que se separa definitivamente de las teorías de la inteligencia emocional. En el modelo de competencias emocionales de Bisquerra, se considera que dichas competencias son el “conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes necesarias para tomar conciencia, comprender, expresar y regular de forma apropiada los fenómenos emocionales cuya finalidad es aportar un valor añadido a las funciones profesionales y promover el bienestar personal y social” (Fragoso, 2015, p. 122). A partir de la construcción de su definición, Bisquerra (2007, 2019), formula un modelo de competencias emocionales con los elementos siguientes: 1. Conciencia emocional. Definida como la capacidad para tomar conciencia de las propias emociones incluyendo la habilidad para captar el clima emocional de un contextodeterminado. Se integra de cuatro microcompetencias: adquirir conciencia de las propias emociones, dar nombre a las emociones, comprender las emociones de los demás y tomar conciencia de la interacción entre emoción- cognición y comportamiento. 2. Regulación emocional. Esta competencia se emplea para utilizar las emociones de forma adecuada, lo que supone tomar conciencia de la relación entre emoción, cognición y comportamiento, tener buenas estrategias de afrontamiento y capacidad para autogenerar emociones positivas. Se conforma de cuatro microcompetencias: expresión emocional apropiada, regulación de 15 emociones y conflicto, desarrollo de habilidades de afrontamiento y competencia para autogenerar emociones positivas. Figura 1. Modelo pentagonal de competencias emocionales 3. Autonomía emocional. Incluye un conjunto de características relacionadas con la autogestión emocional, entre las que se encuentran la autoestima, actitud positiva en la vida, responsabilidad, capacidad para analizar críticamente las normas sociales, capacidad para buscar ayuda y recursos, así como la autoeficacia personal. Se integra de siete microcompetencias: autoestima, automotivación, autoeficiencia, responsabilidad, actitud positiva, análisis crítico de normas sociales y resiliencia. 4. Competencia social. Se refiere a la capacidad para mantener buenas relaciones con otras personas. Esto implica dominar las habilidades sociales básicas, comunicación afectiva, respeto, actitudes sociales, asertividad, etcétera. Se compone de nueve microcompetencias: dominar habilidades sociales básicas, respeto a los demás, practicar la comunicación receptiva, practicar la comunicación expresiva, compartir emociones, mantener un comportamiento pro-social, cooperación, asertividad, prevención y solución de conflictos, y capacidad para gestionar situaciones emocionales. 16 5. Competencias para la vida y el bienestar. Representan la capacidad para adoptar comportamientos apropiados y responsables para la solución de problemas personales, familiares, profesionales y sociales, orientados hacia la mejora del bienestar de vida personal y social. Se integra de seis microcompetencias: fijar objetivos adaptativos, toma de decisiones, buscar ayuda y recursos, ciudadanía activa, bienestar emocional y la capacidad de fluir. Es la habilidad para generar experiencias positivas en la vida personal, profesional y social (Pérez, et al., citado en Fragoso, 2015). A continuación en la figura 1, se presenta la topología de las emociones (Bisquerra & Mateo, 2019). En este esquema en forma de pirámide se ilustra cómo participa el aprendizaje en el desarrollo competencial. Figura 2. Topología de las competencias En una primera fase el sujeto adquiere los conocimientos específicos, indispensables para la construcción de las competencias. En una segunda fase el conocimiento debe ser interpretado y comprendido a profundidad, lo cual se demuestra cuando se dialoga o se explica el concepto. Estas dos primeras fases permiten desarrollar los fundamentos para la construcción de la competencia. En la tercera fase el conocimiento debe ser aplicado en la resolución de diversas situaciones más o menos complejas. Esta interacción obliga al sujeto a Saber justificarlas (why) Saber aplicarlas (whar for) Saber explicarlas (how) Saber cosas (what) 17 participar en la lógica disciplinar y de la realidad, lo que significa que el sujeto sabe el conocimiento, lo utiliza y tiene conciencia sabe por qué lo hace. En la cuarta y última fase se llevan a cabo los procesos de justificación, se incorpora todo lo aprendido a la experiencia personal, se tiene conciencia de lo que sabe y es capaz de transferirlo a realidades y contextos nuevos (Bisquerra & Mateo, 2019). Se contempla desde un enfoque de ciclo vital, ya que se trata de un aprendizaje que se desarrolla a lo largo de la vida. Un ámbito central de aplicación de la educación emocional es la educación formal. Ahora bien, la educación emocional no se concentra solo en este ámbito, sino que también se extiende a los medios socio comunitarios y a las organizaciones (Bisquerra & Pérez, 2007). El profesorado, por tanto, es su principal destinatario. Así pues, la formación de educadores emocionalmente inteligentes debería ser uno de los objetivos de la formación inicial y permanente del profesorado (Bisquerra et al., 2015). 3. Recorrido histórico de la educación emocional en México El reto de los sistemas educativos actuales va más allá del aprendizaje, supone consolidar una identidad, promover un desarrollo basado en principios de respeto por la dignidad humana, la igualdad de derechos, la justicia social, la diversidad cultural, la solidaridad y un sentido de la responsabilidad hacia los demás en un mundo cada vez más cambiante. Bajo esta perspectiva, la educación emocional cobra un importante valor, debe tener una visión abierta y flexible del aprendizaje, el cual debe ser una actividad permanente, asociada a la realización de la persona y la posibilidad de alcanzar la plena conciencia de uno mismo. La incorporación de México a diversos organismos internacionales abrió las puertas a la generación de nuevos enfoques y metodologías en el sistema 18 educativo. El enfoque por competencias fue uno de los más destacados y que perdura hasta el programa de estudios actual. Es un hecho que el principal antecedente de la incorporación de México al enfoque por competencias sea el proyecto Alfa Tuning América Latina llevado a cabo entre 2004 y 2007, enfocado hacia la educación superior y donde se establecieron vínculos políticos, económicos y culturales entre países a favor de formar ciudadanos competentes(Castellanos, et al., 2012).. De esta forma, se determinó las estructuras y contenidos de los programas educativos de las instituciones de educación superior y el nacimiento de las competencias genéricas, necesarias para todas las disciplinas profesionales, y las específicas, propias de cada profesión. Hacia el año 2000 se aplica por primera vez en México y otros 31 países el instrumento de evaluación Programa Internacional para la Evaluación de los Estudiantes (PISA), proyecto desarrollado por la OCDE con el fin de evaluar las habilidades y conocimientos para enfrentar los retos de la vida actual. A partir de esta y las aplicaciones posteriores, la OCDE comenzó a desarrollar recomendaciones para la mejora del Sistema Educativo Mexicano. En consecuencia a lo anterior, México inicia una reforma educativa bajo el enfoque de competencias, que dio pauta a la creación del Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012, con el cual dio origen a reformas educativas basadas en las competencias. Como resultado, se origina un cambio en los planes y programas en educación básica: preescolar en el 2004, secundaria en el 2006 y primaria en el 2009 (Castellanos et al., 2012). En el año 2007, la SEP diseñó un Programa de Prevención de Riesgos en la Educación Media Superior (PPREMS), el cual buscaba enfrentar el abandono escolar y situaciones de riesgo a las que se exponían los estudiantes e influir en el clima de convivencia escolar. En el 2008 que nace el programa “Construye T” (antes llamado Apoyo a los y las jóvenes del nivel medio superior para el desarrollo de su proyecto de vida y la prevención de riesgos), con la intención de reducir el abandono escolar y realizando actividades para creación de proyecto de vida de los jóvenes de educación media superior. 19 El programa continuó con ese objetivo hasta el 2013, basado en actividades como conocimiento de sí mismo, vida saludable, escuela y familia, cultura de paz y no violencia, participación juvenil y construcción de proyecto de vida. En 2014 se refuerza el diseño del programa y es incluido en el nuevo modelo educativo. Hacia el año2015, la OCDE continúa su estudio de evaluación, pero ahora agregando la prueba sobre habilidades sociales y emocionales, en donde plantea identificar las condiciones y prácticas que incentivan u obstaculizan el desarrollo de las competencias sociales y emocionales fundamentales. De esta manera, surge una nueva perspectiva integradora que ahora no sólo considera los conocimientos, las habilidades y actitudes disciplinarias, sino además el desarrollo emocional y social de los niños, adolescentes y jóvenes (OCDE, 2015). En este mismo año, la UNESCO estableció en el informe Replantear la educación: ¿hacia un bien común mundial?, que la finalidad de la educación en el siglo XXI debería ser el apoyo y aumento de la dignidad, la capacidad y el bienestar de las personas en relación con los demás y con la naturaleza (UNESCO, 2015). Ello implicaba orientar los contenidos y procedimientos formativos y curriculares de los sistemas educativos de todo el mundo, impulsando a poner énfasis en aquellos aspectos emocionales del desarrollo de niños y jóvenes. Lo anterior, deriva a la necesidad de incorporar la recientemente llamada educación socioemocional en el ámbito de la formación escolarizada y profesional, donde se desarrollen emocionalmente tanto educadores como estudiantes. Por lo tanto, puede definirse la educación socioemocional como el “proceso educativo y preventivo articulado sobre programas cuyo cometido es desarrollar la inteligencia emocional y/o las competencias emocionales o socioemocionales” (Pérez & Pena, 2011, p. 32). En concordancia, este término compuesto está siendo utilizado hacia los procesos educativos incorporando las habilidades sociales y emocionales, pues se busca que los estudiantes desarrollen sus emociones a partir de la vida en sociedad. En este sentido, Bisquerra (2013), afirma que la educación emocional 20 incluye todos los conceptos, teorías y prácticas procedentes de diversos campos del conocimiento, tales como la psicología, la pedagogía y el desarrollo humano, por medio de las intervenciones educativas orientadas, por ejemplo, a la resolución de conflictos, la educación para la paz, o a la capacitación de habilidades blandas, habilidades emocionales, sociales y para la comunicación y el liderazgo. En correspondencia con el programa “Construye T”, este se compone de habilidades socioemocionales, tales como: autoconocimiento, autorregulación, conciencia social, colaboración, toma de decisiones responsables y perseverancia. En este sentido, la SEP pone a disposición del docente guías de implementación y de actividades, talleres virtuales y vídeos sobre el tema. En cada uno de los semestres de la educación media superior, se trabaja una categoría que agrupa habilidades socioemocionales. La SEP (2017), define a la educación socioemocional como “un proceso de aprendizaje a través del cual los niños y adolescentes trabajan e integran en su vida los conceptos, valores, actitudes y habilidades que les permiten: comprender y manejar sus emociones, construir una identidad, mostrar atención y cuidado hacia los demás, colaborar, establecer relaciones positivas, tomar decisiones responsables, aprender a manejar situaciones retadoras, de manera constructiva y ética” (p. 519). En el ciclo escolar 2018-2019, la SEP de gobierno de México pone en marcha el programa de estudios titulado Aprendizajes clave, el cual plantea una educación integral, marca la importancia del desarrollo de habilidades socioemocionales englobado en una nueva materia llamada Educación socioemocional. De esta manera, México se convirtió en el primer país que lleva a cabo una verdadera propuesta de educación emocional que inclusive es fundamentada con medidas legislativas. La iniciativa propuesta por la Cámara de Diputados, sometió a consideración reformas en la Ley General de Educación, en donde incluyó el desarrollo de habilidades socio-emocionales como parte del currículum obligatorio en educación básica. Dicha modificación a la ley tuvo tres objetivos 21 principales: a) Prevención de situaciones de riesgo psicosocial, b) Corrección y aprendizaje de normas sociales y c) Contención y regulación emocional Por ello, se reforma el artículo 7 en donde se introduce que los planes y programas de estudio para la educación básica deben contener el desarrollo de habilidades emocionales, que permitan que los estudiantes desde el preescolar hasta la educación superior, interactúen a nivel personal, social y ambiental. Además, se reforma el artículo 8, el cual incluye la contribución del desarrollo de habilidades socio-emocionales en el aprecio para la dignidad humana. Finalmente se reforma el artículo 12, en donde se informa que le corresponde a la autoridad educativa determinar planes y programas de estudio que refrendan el desarrollo emocional en toda la educación básica. También, se orienta mantener en constante actualización a docentes por medio del Servicio Profesional Docente (Diario Oficial de la Federación, 2017). En síntesis, algunas de las acciones establecidas para el desarrollo de habilidades socioemocionales y la atención de la dimensión socio afectiva de los estudiantes en México, han sido: Plan nacional de acción para la prevención social de la violencia y el fortalecimiento de la convivencia escolar (SEP-SEGOB, 2017) Programa Nacional de Convivencia Escolar (PNCE) para las escuelas de educación básica (SEP, 2016) Programa Construye T (SEP, 2014), para alumnos de educación media superior En este contexto, la propuesta curricular para la educación básica obligatoria del nuevo modelo educativo (SEP, 2017) y el documento de los Aprendizajes clave para la educación integral incluyen en sus planteamientos atender la dimensión del desarrollo personal y social enfatizando el desarrollo emocional; la formación de habilidades socioemocionales y proyecto de vida; la colaboración y el trabajo en equipo; y la convivencia y ciudadanía. La materia es impartida por los docentes de cada grado y se reafirma el apoyo de orientadores educativos y trabajadores sociales, que coordinan el trato con padres de familia y la escuela. En el caso de la educación primaria esta 22 materia es impartida una vez a la semana con una duración de 30 minutos por sesión, sin embargo se espera una transversalidad con otras materias. Se fundamenta en cinco dimensiones emocionales: autoconocimiento, autorregulación, autonomía, empatía y colaboración; las cuales son representadas mediante las fichas didácticas que son la metodología fundamental de la materia. Se evalúa mediante guías de observación, evidencias de los estudiantes y una escala de valoración para determinar si han adquirido los indicadores de logro de cada dimensión (SEP, 2017). Recientemente, en el año 2019, surge el documento Marco para la Convivencia Escolar, el cual guía a las instituciones de educación básica en el funcionamiento y organización en materia de disciplina escolar, considerando los Derechos del niño así como la Ley para la Protección de niñas, niños y adolescentes. Cabe agregar que Bisquerra (2010), presenta algunos los objetivos de la educación emocional para el desarrollo de la inteligencia emocional, tales como: Adquirir un mejor conocimiento de las propias emociones. Identificar las emociones de los demás. Denominar las emociones correctamente. Desarrollar la habilidad para regular las propias emociones. Subir el umbral de tolerancia a la frustración. Prevenir los efectos nocivos de las emociones negativas. Desarrollar la habilidad para generar emociones positivas. Desarrollar la habilidad de automotivarse. Adoptar una actitud positiva ante la vida. Aprender a fluir. Por ello, en el perfil de egreso de la educación básica se plantea que los estudiantes asuman responsabilidad sobre su bienestary el de los otros y lo exprese al cuidarse a sí mismo y a los demás; apliquen estrategias para procurar su bienestar en el corto, mediano y largo plazo; analicen los recursos que le permiten transformar retos en oportunidades; comprendan el concepto de proyecto de vida para el diseño de planes personales. De igual forma, se aspira que los jóvenes que concluyan la educación media superior sean 23 autoconscientes y determinados; cultiven relaciones interpersonales sanas, se autorregulen, tengan capacidad de afrontar la adversidad; actúen con efectividad y reconozcan la necesidad de solicitar apoyo; tengan la capacidad de construir un proyecto de vida con objetivos personales; fijen metas y busquen aprovechar al máximo sus opciones y recursos; tomen decisiones que le generen bienestar y sepan lidiar con riesgos futuros. (SEP, p. 50). Para lograr estos rasgos del perfil de egreso de la educación básica, la SEP propone apoyarse en el enfoque humanista y en la educación socioemocional que busca “propiciar que los alumnos aprendan a regular sus emociones ante distintas circunstancias de la vida para relacionarse de manera sana, autónoma y productiva” (SEP, 2017, p. 298). Para tener una implementación exitosa de la educación emocional, Bisquerra vislumbró tres requisitos básicos: Primero, una sensibilización del profesorado, de las familias y de la sociedad en general de la importancia que esto tiene para la vida, para la convivencia, para el rendimiento y para el bienestar. Después de la sensibilización, hace falta una formación bien fundamentada, teórica y sobretodo práctica, donde el primer necesitado de desarrollo de competencias es el profesorado; en segundo lugar, las familias, y la relación de éstas con el profesorado hará posible el desarrollo de los estudiantes. El tercer paso, añadió, es la puesta en práctica de programas estructurados de educación emocional con todos los requisitos del modelo de programas, teniendo claro qué es lo que se pretende, dedicándole el tiempo necesario, con las estrategias y técnicas apropiadas (Educaweb, 2020). 24 Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores, el quehacer de la escuela y los docentes son claves para ayudar a los estudiantes a reconocer sus propias emociones y para expresarlas, autorregularlas y saber cómo influyen en sus relaciones y su proceso educativo. A partir de la importancia que tiene el tema, en las últimas dos décadas se han desarrollado algunas investigaciones que analizan los beneficios de la educación socioemocional en el entorno escolar. A continuación se abordan algunas investigaciones que se han realizado sobre la educación emocional en México, tanto en los diferentes niveles educativos, como en la formación docente. 3.1 Investigaciones relacionadas con la educación emocional en México En la actualidad se evidencia el imperativo de repensar el rol de las escuelas como organizaciones inclusivas, que puedan ofrecer una respuesta pertinente y relevante desde la dimensión socioemocional a los estudiantes, en el espacio educativo. En ese orden de ideas, la revisión de la literatura arroja un grupo de investigaciones y propuestas para atender la educación socioemocional en México. En la educación básica, el estudio de Alejandre (2019), comprobó la relación de las competencias emocionales con la autoestima y cómo ésta última es favorable para los adolescentes. Asimismo, Castillo (2019) en su estudio exploratorio analizó la relación de la inteligencia emocional con el acoso escolar y por medio de un taller psicopedagógico, desarrolló competencias emocionales en estudiantes del segundo grado de primaria. Sobre la problemática del bullying, Vázquez (2018), halló que la actitud de la víctima se ve mermada por las manifestaciones de violencia que pudo experimentar, en algún momento durante su trayectoria escolar por lo que el bullying incide en las relaciones, interacciones y en el aprovechamiento escolar de los estudiantes, principalmente en quienes son víctimas de la situación, manifestando bajas calificaciones y aislamiento. De igual forma, Martínez et al. (2017), realizaron una investigación con el objetivo de evaluar el impacto de un programa de competencias emocionales sobre las puntuaciones de cyberbullying en una muestra de bachilleres. Para 25 ello, se aplicó un estudio cuasiexperimental, con grupo control, en 82 alumnos mexicanos de bachillerato. En el pretest y el postest se aplicó el Cyberbullying Questionnaire y para la intervención se diseñó un programa de competencias emocionales. Como resultado, se confirmó la disminución de la victimización, por lo que se evidenció la eficacia en la prevención e intervención. En la educación superior, Sánchez et al. (2015), realizaron una investigación para conocer el grado de correlación entre las escalas de inteligencia emocional y de bienestar psicológico a 90 estudiantes de licenciatura. Los resultados arrojan que los alumnos de promedios más bajos muestran una actitud positiva hacia las exigencias de la vida cotidiana, con una visión positiva de la vida y con reconocimiento de sus logros, sin embargo, fue totalmente opuesta en los alumnos que obtuvieron las calificaciones más altas. Se puede observar que un perfil de buena autoestima, reconocimiento de logro y visión positiva de la vida no son parámetros suficientes para garantizar buenas calificaciones escolares. Tampoco las calificaciones altas garantizan el bienestar o el sentimiento de felicidad y satisfacción de los alumnos. De igual forma, Estrada, et al. (2016), llevaron a cabo una investigación con el propósito de comparar la inteligencia emocional en cuanto al sexo en estudiantes universitarios mexicanos. Se utilizó el Trait Meta Mood Scale (TMMS24), elaborada por Salovey y Mayer; traducido por Fernández, Extremera y Ramos, y validado en México. Los resultados obtenidos muestran que los estudiantes universitarios presentan una media más alta en el factor de reparación, seguido por el factor claridad, se considera los tres factores una adecuada percepción de los estados emocionales. Al realizar la comparación por sexo se encontró diferencia estadísticamente significativa en el factor reparación, los hombres tienden a regular correctamente los estados emocionales. Por otra parte, Gaeta y López (2013), llevaron a cabo un estudio para valorar la relación que guardan las competencias emocionales y el rendimiento académico en estudiantes universitarios mexicanos. Se utilizaron el Trait Meta- Mood Sacale (TMMS-24), la Escala de Habilidades Sociales (EHS) y el promedio académico final. Participaron 101 estudiantes de pre-medicina. Los resultados muestran niveles adecuados en la percepción y comprensión emocional de los 26 estudiantes, pero no en su regulación. Existe una correlación significativa negativa entre el rendimiento académico y las interacciones sociales. Se enfatiza la relevancia de desarrollar competencias emocionales en los estudiantes, que contribuyan a su bienestar y equilibrio emocional. En la actualidad, se incrementa las competencias exigidas en la formación de los docentes para elevar la calidad en los resultados educativos. En consecuencia, también aumenta la tensión emocional en el proceso de enseñanza aprendizaje y se revelan que aquellos docentes que poseen un buen desarrollo de la competencia emocional, mantienen adecuadas relaciones interpersonales, activan los aprendizajes significativos en los estudiantes y manifiestan sentimientos de satisfacción con el trabajo realizado. Aunque todavía son escasos los estudios en México que se orientan a los docentes, las investigaciones realizadas, constatan que conforme aumentan los niveles de inteligencia emocional de los docentes, también lo hacen los niveles de satisfacción en la enseñanza. En este sentido, a continuaciónse exponen algunos resultados. El estudio de Espinosa (2013), tuvo como objetivo analizar la relación que existe entre la inteligencia emocional de docentes de Química del nivel medio superior y el desempeño académico de sus alumnos. Se llevó a cabo en dos escuelas del municipio de Metepec, estado de México en la que se aplicó a los docentes los instrumentos para medir su inteligencia emocional y el ambiente de aprendizaje que generaban. Entre los principales resultados, emergen factores de éxito laboral del docente no relacionados con su inteligencia emocional, pero de mayor repercusión en el desempeño académico de los alumnos, tal es el caso de las prácticas en el aula, la vocación para trabajar con jóvenes, y hasta la etapa en la que se encuentra el docente en su labor profesional. A partir de la detección de incidentes críticos de convivencia escolar en la Escuela Normal en Baja California, tales como: conflictos interpersonales, faltas de respeto, dificultades de comunicación, Madrueño et al. (2019), realizaron una investigación cualitativa dirigida a mejorar las habilidades de convivencia a través de la educación socioemocional. La intervención se aplicó en un grupo de 27 31 estudiantes de 5º semestre de la licenciatura en educación secundaria. Al concluir la intervención psicopedagógica se observaron aprendizajes significativos en torno al desarrollo de habilidades socioemocionales, los estudiantes reportaron sentirse comprendidos, se mostraban solidarios, empáticos, dispuestos al trabajo colaborativo y al apoyo mutuo. Por otra parte, Fragoso (2019), realizó un estudio de caso con el objetivo de indagar en las prácticas que los docentes universitarios emplean, dentro de los salones de clase, para desarrollar la inteligencia emocional de los estudiantes. Con la finalidad de cumplir dicho propósito se estructuró cinco grupos focales con alumnos próximos a finalizar la licenciatura de psicología en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Los resultados arrojaron que si el profesorado no tiene una sólida preparación en los conocimientos propios de su disciplina y en habilidades socioemocionales, les será imposible instrumentar prácticas que promuevan la inteligencia. Palomera, et al. (2008), se interesaron por analizar la relación entre la inteligencia emocional, el ajuste personal y el bienestar del docente. Asimismo, Livia y García (2015), estudiaron en diferentes investigaciones los aspectos psicosociales referidos a las competencias socioemocionales y los recursos para afrontar la adversidad con éxito en futuros docentes. Por último, Álvarez (2019), halló en su investigación que los docentes reconocen la importancia de las competencias emocionales en la escuela, sin embargo tienden a considerarlas solo con un fin instrumental para controlar al grupo y sobrellevar el estrés, y no como una competencia básica que contribuye a su desarrollo profesional y humano. Por ello, fundamenta la pertinencia de la competencia emocional en el perfil profesional de los docentes, en virtud de su expresión en la formación de los estudiantes y el bienestar de los maestros. Esta autora hace énfasis en la necesidad de fortalecer las competencias emocionales de los docentes mexicanos en la formación inicial y permanente, en correspondencia con los planteamientos del nuevo modelo educativo. La educación emocional, como vía para el desarrollo de la inteligencia emocional, potencia el crecimiento integral de personas capaces de convivir 28 armónicamente consigo mismas y su entorno, y de enfrentar con asertividad las diversas situaciones y obstáculos que se le presenten en el quehacer cotidiano del aula y de la vida. Por ello, a continuación se aborda cómo es el proceso de formación inicial y permanente del docente en México y su preparación con respecto a la educación emocional. 4. Formación docente en México En el sistema educativo mexicano, los docentes son un componente fundamental porque constituyen el factor más importante para el mejoramiento de los aprendizajes de los estudiantes. Por ello, el Estado ha hecho un gran esfuerzo por formar a los docentes necesarios para atender los servicios de educación obligatoria en toda la república, en un contexto de crecimiento poblacional y progresión de la obligatoriedad de los niveles educativos (INEE, 2015). De igual forma, existen una serie de instrumentos legales que rigen la educación en México, tales como la Ley General del Servicio Profesional Docente, que regula el ingreso y permanencia de los docentes al sistema educativo. De esta manera, se define los mecanismos para el ingreso, la promoción, el reconocimiento y la permanencia de los maestros. Contribuye a seleccionar a los mejores maestros, motivar y acompañar a quienes están en servicio para la mejora de su práctica e impulsa la formación permanente, con la finalidad de garantizar la idoneidad del personal docente (SEP, 2017). El Servicio Profesional Docente señala la responsabilidad del Estado de proveer cursos, investigaciones aplicadas y estudios de posgrado al personal docente (Art. 59); con la intención de contribuir en la mejora de la calidad educativa, responder a las necesidades de desarrollo del profesorado y atender las necesidades de la escuela y de la zona escolar (Art. 60). Los docentes que laboran en distintos niveles, grados educativos y modalidades, tienen años de experiencia y desempeños diversos. El amplio espectro de la formación inicial de los docentes en México, depende del momento histórico, el lugar en el que se ha impartido y las necesidades de formación a las que ha respondido. En el caso de la educación media superior, 29 no todos los profesores en servicio cuentan con una preparación inicial que les haya introducido a la profesión. En la actualidad, para ingresar a este servicio es necesario participar en un concurso de oposición en el cual pueden tomar parte tanto egresados de las normales como de otras instituciones de educación superior. Para aquellos docentes que ya están en funciones, es necesario presentar evaluaciones periódicas sobre su desempeño a fin de definir su permanencia frente a grupo. Para ello, se establece el perfil del docente con los parámetros e indicadores que aparecen en la tabla 1. Tabla 1 Dimensiones en perfil del docente de la educación básica Dimensiones Contenido Dimensión 1 Conoce a sus alumnos, sabe cómo aprenden y lo que deben aprender. Dimensión 2 Organiza y evalúa el trabajo educativo, y realiza una intervención didáctica pertinente. Dimensión 3 Se reconoce como profesional que mejora continuamente para apoyar a los alumnos en su aprendizaje. Dimensión 4 Asume las responsabilidades legales y éticas inherentes a su profesión para el bienestar de los alumnos. Dimensión 5 Participa en el funcionamiento eficaz de la escuela y fomenta su vínculo con la comunidad para asegurar que todos los alumnos concluyan con éxito su escolaridad. Fuente. Tomado de SEP. (2018). Evaluación del Desempeño. Docentes y Técnicos Docentes. Ciclo Escolar 2018-2019. Perfil parámetros e indicadores para docentes y técnicos docentes. México: Secretaría de Educación Pública. 30 Elevar la calidad de la educación pasa necesariamente por conocer mejor al magisterio nacional, las condiciones de su formación y las realidades que circundan su desempeño, a fin de poder mejorar sus resultados. En este sentido, la Ley General de Educación de 2018, orienta a las autoridades educativas la constitución del Sistema Nacional de Formación, Actualización, Capacitación y Superación profesional docente que se encarga, entre otras acciones, del desarrollo de la investigación pedagógica y la difusión de la cultura educativa (Art. 20). En general, la formación de docentes se observa en tres momentos: a) la formación inicial,b) la formación permanente y la superación profesional, c) como extensión de la segunda. Cada momento constituye un escenario particular que refleja el qué, cómo y para qué de esta formación. 4.1 Formación inicial En México, la formación inicial de los futuros docentes de educación básica (preescolar, primaria y secundaria), se realiza en las denominadas escuelas normales. Esta formación está regida por los planes y programas de estudio de carácter nacional que proporciona la SEP. El estudio de la licenciatura se efectúa durante ocho semestres en donde los primeros seis se cumplen mediante actividades principalmente escolarizadas y los dos restantes en condiciones reales de trabajo. En los planes de estudio tanto de la licenciatura en educación primaria como en el de la licenciatura de educación preescolar, se propone un perfil de egreso del futuro docente, el cual está expresado en competencias agrupadas en cinco campos: habilidades intelectuales específicas, dominio de contenidos de enseñanza, competencias didácticas, identidad profesional y ética y, capacidad de percepción y respuesta a las condiciones de sus alumnos y las necesidades del entorno. El plan de estudios de la licenciatura en educación secundaria se ha centrado en formar para la docencia y en el desarrollo de competencias 31 didácticas, dominio de propósitos y contenidos de la educación básica, desarrollo de habilidades intelectuales, percepción y respuesta a las necesidades del entorno social y el desarrollo de la identidad y ética profesional (SEP, 1999). Para el control, gestión y administración de la formación inicial docente desde el gobierno nacional, en 1998 se creó la Dirección General de Educación Superior para profesionales de la Educación (DGESE). Teniendo en cuenta que la formación inicial docente ha sido foco de atención y respuesta por parte de las políticas educacionales, se han impulsado reformas educativas y medidas orientadas a fortalecer y mejorar la calidad de la formación inicial docente. Algunas de las medidas aplicadas, fueron las siguientes: Programa para la Transformación y el Fortalecimiento Académico de las Escuelas Normales (1996). Programa de Mejoramiento Institucional de las Escuelas Normales Públicas, PROMIN Plan Estatal de Fortalecimiento de la Educación Normal, PEFEN (2002). En el 2018, la SEP a través de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), presenta los Planes de Estudio para la formación inicial de los futuros profesores en Educación Básica. Estos están orientados por el enfoque basado en el desarrollo de competencias y una metodología centrada en el aprendizaje. Más aún, se incorporan elementos de flexibilidad académica que caracterizan a la Educación Superior para adaptar y construir trayectos formativos congruentes con un currículo vinculado con las necesidades de los estudiantes y con los distintos contextos en los que se encuentren situadas las Escuelas Normales. Existen otras instituciones formadoras de docentes, por ejemplo la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), que tiene 76 unidades y 208 subsedes académicas en el país y más de la tercera parte de los alumnos cursa la licenciatura en educación preescolar y primaria en el medio indígena. 32 De igual forma, otras instituciones de educación superior también forman para la docencia y en sus licenciaturas tienen inscritas carreras afines como Ciencias de la Educación o Pedagogía. Sin embargo, la mayor parte de los docentes de bachillerato se forman en carreras diversas que carecen de contenidos pedagógicos, lo que conlleva a que esta preparación deba proporcionarse mediante esquemas de inducción y de formación continua por parte de los subsistemas de este nivel educativo (INEE, 2015). 4.2 Formación permanente Teniendo en cuenta que los docentes no conforman una población homogénea, las autoridades deben ofrecer diversas modalidades de formación permanente que se orienten al aprendizaje de los estudiantes y a la solución de los problemas que se presentan en el aula. Esto es especialmente importante en la educación media superior, ya que no todos los docentes en servicio cuentan con una preparación inicial que les haya introducido a la profesión. Actualmente existen algunos mecanismos para la formación permanente, tales como: a) Aprovechamiento de la oferta con que cuentan las diferentes instancias para generar opciones educativas, que atiendan los problemas específicos de las escuelas y los maestros; b) Mecanismo de formación directamente en las escuelas en las cuales laboran; c) Superación profesional. Oferta de las diferentes instancias para generar opciones educativas La formación continua de docentes de educación básica se ha impartido primordialmente mediante cursos, en su mayoría ofrecidos por los Centros de Maestros. En el caso de la educación media superior, se destacan el Programa de Formación Docente (PROFORDEMS), con el objetivo de formar a los docentes de los planteles de Educación Media Superior para contribuir al alcance del perfil docente, establecido en la Reforma Integral de Educación Media Superior (RIEMS) y Programa de Certificación Docente del Nivel Medio Superior (CERTIDEMS). En este contexto, se ha tenido en cuenta el perfil y las competencias profesionales docentes como referentes para el mejoramiento de la calidad educativa. Es decir, para lograr que el docente sea innovador y capaz de 33 transformar su propio proceso de formación en un espacio de indagación, que utilice estrategias y recursos apropiados para la promoción de aprendizajes significativos en sus futuros estudiantes (Salazar & Tobón, 2018). Durante muchos años en México, cientos de miles de docentes se capacitaron conforme al Programa Nacional para la Actualización Permanente de los Maestros de Educación Básica en Servicio (PRONAP). Sin embargo, diversos estudios sobre este programa concluyeron que las actividades de formación eran superficiales, de calidad muy heterogénea y de poca utilidad para mejorar la práctica docente (Santibáñez, Rubio, & Vázquez, 2018). Por ello, se optó por la experiencia de Carrera Magisterial, la cual demostró que cuando se liga la evaluación a la formación continua, los maestros sí se motivan y se responsabilizan por participar. El PRONAP fue remplazado por el Sistema Nacional de Formación Continua y Superación Profesional de Maestros en Servicio (SNFCSP), en 2008. Este sistema se diseñó y operó en la Dirección General de Formación Continua de Maestros en Servicio (DGFCMS) con la finalidad de brindar mayor autonomía a los docentes y a las entidades en materia de formación continua. Posteriormente en el 2014, se creó el Programa para el Desarrollo Profesional Docente el cual sustituyó a todos los programas anteriores, en el caso de la educación media superior, se modificó el esquema original del PROFORDEMS. Actualmente, los procesos de formación permanente en los que deben participar maestros y directivos que laboran en escuelas públicas están normados en la Ley General del Servicio Profesional Docente, donde se establecen diversos mecanismos de evaluación, formación y apoyo para docentes dependiendo de su condición. En este sentido, es de suma importancia la detección de las carencias y necesidades de aprendizaje, continuando con la oferta de un programa que le permita adquirir las competencias necesarias para su desempeño profesional, lo cual también incluye a la educación emocional. Fomentar en los docentes competencias socioemocionales contribuye a favorecer la formación integral de seres humanos con mayor creatividad, autonomía, empatía, sana afectividad y 34 sentido de bienestar (Pacheco, 2017). Esto, no solo beneficia al docente en su rol de enseñante y como persona, sino que también favorece al estudiantadoy a los propios procesos de mejora educativa. Es evidente entonces, que las estrategias actuales de formación permanente que establecen las diferentes instancias en México, deben atender las necesidades de los docentes y el currículo, así como las particularidades de los niveles educativos y sus distintas modalidades. En este caso, una oferta de formación continua, amplia y adecuada, permite a los maestros apropiarse del proceso y tomar decisiones hacia la materialización de la visión que el currículo plantea y alentarlos para que, a su vez, motiven e impulsen la superación de los estudiantes. Formación permanente en la escuela El segundo mecanismo de formación continua se centra en la escuela. El objetivo de esta estrategia consiste en que las escuelas se conviertan en comunidades de aprendizaje que hagan de la reflexión colectiva sobre la vida escolar y la práctica pedagógica, un trabajo inherente a la profesión docente y al quehacer diario de las escuelas (SEP, 2017). Esto, a través de reuniones presenciales de academias, círculos y grupos de estudio o consejo técnico para reflexión, contextualización y solución de dudas. En este mecanismo es de vital importancia el papel de los maestros y los directores, implica también la creación de propuestas didácticas integrales para la solución de las dificultades de aprendizaje de los estudiantes. De la misma manera se realiza un trabajo personal del maestro, respaldado por los Consejos Técnicos Escolares. Con respecto a la formación en la escuela, la SEP (2017), señala lo siguiente: Las escuelas deben contar con diferentes estrategias para desplegar una formación continua eficaz. El aprendizaje del docente debe partir de su propia práctica y las experiencias de sus pares, relacionadas con la enseñanza y la didáctica, así como de la actualización individual de conocimientos y competencias para su 35 mejora permanente. Como un reconocimiento a los maestros con alto nivel de desempeño, se les debe invitar a colaborar en actividades de tutoría y trabajo conjunto con sus pares, en la propia escuela o en la zona escolar. (p. 137) En las instituciones se orienta a los maestros mediante la Ruta de Mejora para proyectar el trabajo individual y enfrentar los retos educativos de la escuela. Por ello, se debe dar seguimiento a esta planeación y evaluar lo que se ha logrado, lo cual conlleva a un proceso de aprendizaje para el colectivo docente, que además puede derivar en la identificación de áreas de formación necesarias. Superación profesional, formación posgraduada El desarrollo de los programas de posgrados dirigidos a los profesores de la educación básica, encuentra su enclave en la década de los noventa en el contexto de las reformas para la educación básica y la formación de maestros como parte de los ajustes estructurales y educativos en varias regiones que replantearon la función docente y el papel de la escuela. Para la educación básica la reforma de 1993 consideró como principio orientador el atender las necesidades de aprendizaje, a partir de la articulación de los niveles que la integran. Estos aspectos plantearon nuevas necesidades profesionales en los docentes y han cuestionado el oficio de enseñar, las cuales pretenden satisfacer a través de las maestrías y por consiguiente contribuir a la profesionalización. Los primeros programas de posgrado en Ciencias de la Educación en México fueron ofrecidos por la Universidad Nacional en 1935, los cuales estaban relacionados con una maestría con el propósito de formar especialistas en educación y un doctorado, orientado a formar investigadores. Actualmente, los programas de posgrado en el área educativa que más cursan los docentes son la especialidad en docencia y la maestría en educación, convirtiéndose en la principal herramienta para la profesionalización del docente que le permitirá confrontar los desafíos de la educación en nuestro tiempo (Sandoval, 2015). 36 En la actualidad los estudios de posgrado en educación han pasado de ser una elección personal de formación, a un prerrequisito indispensable para el ejercicio docente en la educación superior, media y, en un futuro cercano, en educación básica. Para el CONACYT (2015), la demanda de estudios de posgrado se explica tanto por la elevación en requerimientos de mayor competitividad en el sector productivo, como por la mayor conciencia de la sociedad sobre el derecho a la educación y a una mejor calidad de vida. Según COMEPO (2015), en el Sistema Nacional de Educación Superior mexicano se ofrecen distintas modalidades de formación académica con el propósito de cubrir los intereses, objetivos y expectativas de los estudiantes. Estas se agrupan en dos grandes rubros: públicas y privadas. En el sector público se integran las instituciones públicas estatales, las instituciones de educación superior públicas federales, los institutos tecnológicos, los centros CONACYT, así como los centros de investigación federales. Por su parte, en la categoría de privadas se engloban a todas las instituciones de educación superior particulares. De esta forma, se observa que en el país el 59% corresponden a las privadas y el 41% restante a las públicas (COMEPO, 2015). En este contexto, el arribo al posgrado se realiza como la etapa más alta del desarrollo profesional docente, pues una vez concluida la licenciatura, algunos docentes se encuentran ante la decisión de continuar su formación ingresando a alguno de los programas de especialización, maestría y doctorado que se ofertan. En este sentido, continúan estudios en la superación profesional, entendida como aquella “formación destinada a quienes desean especializarse en campos diversos relativos al quehacer educativo y alcanzar mayores niveles de habilitación profesional y desarrollo, a través de estudios de especialización, maestría y doctorado, Cordero (citado en Cervantes, 2019). Los motivos de ingreso al posgrado son diversos, por ejemplo; el Programa Nacional de Carrera Magisterial, premiaba la participación de los docentes en procesos de formación permanente con estímulos económicos, por ello, el ingreso al posgrado significaba mayores ingresos y posibilidades de promoción. Sin embargo, todavía persiste la brecha entre la formación y la 37 transformación de la práctica docente, pues la práctica docente se mantiene inalterada (Cervantes, 2019). En el contexto nacional, se cuenta con una diversidad de posgrados en educación: de sostenimiento público o privado; pertenecientes a las instituciones formadoras de docentes u otras instituciones; en contextos presenciales o en línea; en modalidades escolarizadas o semiescolarizadas, adscritos o no al Programa Nacional de Posgrados de Calidad de Conacyt; para estudiantes de tiempo parcial o completo, entre otras. El contexto educativo universitario busca promover un proceso de formación académico integral en donde estén involucrados aspectos no solamente del saber académico, sino también de la formación humana y preparación para la vida laboral. De esta manera, “las relaciones de los posgrados con su entorno mediante diferentes modalidades de cooperación, estrategias y motivaciones específicas buscan, en general, contribuir al fortalecimiento institucional, al progreso científico y tecnológico, a la cooperación con los diferentes sectores de la sociedad y al desarrollo socioeconómico del país, en particular del lugar donde se ubican” (COMEPO, 2015, p. 113). Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores, la inteligencia emocional juega un papel fundamental en el terreno educativo; por ello, es un tema pertinente en las investigaciones que se realizan como parte de la formación posgraduada. En este sentido, muchos estudios a nivel internacional han demostrado que los docentes poseedores de un alto nivel de inteligencia emocional