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TERAPIA DE ACEPTACION Y COMPROMISO EN CONDUCTAS DIRIGIDAS A 
VALORES, NIVELES DE INSATISFACCIÓN CORPORAL E INFLEXIBILIDAD 
PSICOLÓGICA 
 
 
 
 
ESTEFANIA JUNCA AGUIRRE 
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA 
FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
 
 
 
TRABAJO PRESENTADO PARA OPTAR AL TÍTULO DE MAGÍSTER EN 
PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
DIRECTOR 
YORS GARCIA 
 
 
 
BOGOTÁ, MAYO DE 2023 
 
 
Resumen 
El objetivo de este trabajo fue evaluar el efecto de una intervención basada en la matriz 
de la terapia de aceptación y compromiso (ACT) en el aumento de conductas dirigidas a valores 
de cuatro mujeres con altos niveles de insatisfacción corporal. Se realizó un diseño de línea de 
base múltiple no concurrente a través de participantes. Los hallazgos respaldan evidencia a favor 
del uso de ACT en el aumento de conductas dirigidas a valores en población femenina con altos 
niveles de insatisfacción corporal. La variabilidad en las medidas indirectas refleja los retos de 
intervenir población adolescente, población con historial clínica de patología de la conducta 
alimentaria, y población con niveles altos y crónicos de insatisfacción corporal. 
Palabras clave: Insatisfacción corporal, terapia de aceptación y compromiso, flexibilidad 
psicológica, valores, matriz de ACT. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Abstract 
The main purpose of this study was to evaluate the effect of an adapted ACT matrix 
protocol in the increase of the frequency of value-driven behaviors of four women reporting high 
levels of body dissatisfaction. A randomized non-concurrent multiple baseline design across 
participants was conducted. Results supported current evidence on the application of ACT 
interventions to increase value-driven behaviors in female populations with high level of body 
dissatisfaction. Variability of the results on the indirect measures hallmark the challenges of 
intervening adolescent women, women with prior eating disorder clinical history, and women 
with chronic high levels of body dissatisfaction. 
Key words: Body dissatisfaction, acceptance and commitment therapy, psychological flexibility, 
values, ACT matrix. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Planteamiento del Problema 
La insatisfacción corporal, entendida como la evaluación negativa subjetiva del propio 
cuerpo (Stice & Shaw, 2002), se ha reconocido como un importante factor predisponente y 
mantenedor de diagnósticos como la anorexia nerviosa (AN) o la bulimia nerviosa (BN; Stice 
et al., 2017). Los índices de mortalidad en personas diagnosticadas con algún trastorno de la 
conducta alimentaria son el doble que los de la población normal, y aproximadamente seis veces 
más altos para quienes son diagnosticados con AN (Schmidt et al., 2016). De hecho, la anorexia 
nerviosa es el trastorno psiquiátrico con los índices más elevados de mortalidad (Arcelus et al., 
2011). Además, se ha determinado que la insatisfacción corporal aumenta la probabilidad de ser 
diagnosticado con otros trastornos mentales como depresión o ansiedad (Griffiths et al., 2018). 
Esto significa que intervenir la insatisfacción corporal puede ayudar a prevenir o mejorar el 
pronóstico de diversas problemáticas psicológicas y psiquiátricas (Ghaderi, 2001; Selvi et al., 
2021). 
En relación con lo anterior, la insatisfacción corporal se ha relacionado además con 
alteraciones en múltiples áreas del funcionamiento vital de las personas. Varias investigaciones 
han encontrado que aquellas personas que reportan altos niveles de insatisfacción corporal se 
sienten menos satisfechas en sus relaciones afectivas y sexuales (Carvalheira et al., 2017; Stiles 
et al., 2022), tienen baja autoestima (Cruz-Sáez et al., 2020), alteran sus patrones de dieta y 
cuidado (Neumark-Sztainer et al., 2006), y muestran mayores niveles de depresión, ansiedad y 
estrés (McLean et al., 2022). 
La insatisfacción corporal se ha estudiado mayormente en población femenina, 
principalmente mujeres adolescentes o adultas jóvenes, debido a que atraviesan por etapas donde 
las creencias y estereotipos sociales afectan en gran medida su desarrollo psicológico (Coker & 
 
 
Abraham, 2014). Vale la pena enfatizar en que la insatisfacción corporal tiene un componente 
social altamente importante; se ha determinado que es en relación con los modelos y expectativas 
sociales que se desarrolla la insatisfacción corporal (Kirsch et al., 2016; Morken et al., 2019). 
Dada esta problemática, se han venido desarrollando con el tiempo diferentes 
aproximaciones terapéuticas (Lewis-Smith et al., 2016) que permitan intervenir la insatisfacción 
corporal en diferentes poblaciones algunas de ellas ya diagnosticadas con algún trastorno 
psiquiátrico, principalmente algún trastorno de la conducta alimentaria, o población no 
diagnosticada que reporte altos niveles de insatisfacción corporal. Se ha encontrado que la 
insatisfacción corporal responde adecuadamente a intervenciones psicoterapéuticas, y que 
además su intervención favorece la disminución de otros síntomas o variables problema tales 
como síntomas depresivos, ansiosos, de la conducta alimentaria o de la calidad de vida (Carrard 
et al., 2021). 
Una de las aproximaciones terapéuticas que se ha explorado para la intervención en 
problemas de insatisfacción corporal es la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT; por sus 
siglas en inglés Acceptance and Commitment Therapy; Hayes, 2016; en adelante se usara este 
acrónimo para referirse a esta terapia). La ACT hace parte del grupo de terapias de tercera 
generación, y ha demostrado su efectividad en el tratamiento de múltiples problemáticas como 
depresión (Bai et al., 2020), ansiedad (Haller et al., 2021), y uso de sustancias (Yıldız, 2020), por 
mencionar algunas. Su énfasis es en el aumento de la flexibilidad psicológica como objetivo 
último de intervención. La flexibilidad psicológica se define como la tendencia a responder ante 
situaciones en formas que faciliten un acercamiento a los valores personales, principalmente en 
medio de momentos retadores y generadores de malestar (Doorley et al., 2020). Esta ofrece una 
perspectiva diferente en la forma de aproximarse a los problemas psicológicos: ya no se 
 
 
interviene en el contenido de los eventos privados (pensamientos, sentimientos, emociones), sino 
en la relación funcional entre el contexto y los eventos privados (Hayes, 2016). Desde esta 
mirada, esto significa que desde ACT se reconoce la relevancia de la insatisfacción corporal y la 
posibilidad de intervenirla a través de los lentes de la flexibilidad psicológica (Onnink et al., 
2022) 
Una de las problemáticas que se ha visto beneficiada de la aproximación de ACT es, en 
efecto, la insatisfacción corporal. Estudios en varios países, han mostrado un impacto positivo de 
ACT en la insatisfacción corporal de población principalmente femenina diagnosticada y no 
diagnosticada con algún trastorno de la conducta alimentaria (TCA; (Fogelkvist et al., 2016; 
Habibollahi & Soltanizadeh, 2015; Rezaeisharif et al., 2021; Selvi et al., 2021). A pesar de esta 
evidencia empírica, aun no existe estudios empíricos en Colombia utilizado ACT para intervenir 
en la insatisfacción corporal. Esto resulta alarmante ya que estudios realizados en el país 
identifican una alta prevalencia de insatisfacción corporal principalmente en población escolar y 
universitaria (Barrera et al., 2013; Borda Pérez et al., 2015; Hernández-Cortés & Londoño Pérez, 
2013; Piñeros et al., 2010), y hacen un llamado a su intervención temprana para evitar el 
desarrollo de otras patologías más difíciles de intervenir. 
Justificación de la investigación 
Las investigaciones hasta el momento realizadas para evaluar la efectividad de ACT en la 
insatisfacción corporal se ha hecho con poblaciones muy amplias (Margolis & Orsillo, 2016; 
Merwin et al., 2013; Selvi et al., 2021), pero ninguna hasta el momento ha evaluado la 
efectividadde ACT en esta problemática a través de un diseño de caso único. Los diseños de 
caso único permiten demostrar causalidad mediante la manipulación repetitiva de la variable 
independiente efectuando cambios en la variable dependiente, al tiempo que se eliminan 
 
 
variables extrañas que pudiesen servir de explicación para el cambio observado (Wong, 2010). A 
su vez, los diseños de caso único son diseños que requieren un menor número de muestra y que 
se consideran actualmente como una muy buena alternativa para determinar la efectividad de un 
tratamiento en el cliente individual (Kazdin, 2018). Debido a que uno de los objetivos principales 
de ACT es aumentar las conductas dirigidas a valores, los diseños de caso único proporcionan 
una aproximación idónea para medir los cambios en las conductas dirigidas a valor (Onnink 
et al., 2022). 
En resumen, hasta el momento se sabe que la insatisfacción corporal es una problemática 
que predispone y mantiene diagnósticos tan graves como la anorexia nerviosa (AN). 
Investigaciones realizadas en otros países identifican la utilidad de ACT para intervenir este 
problema; hoy día incluso se cuenta con un manual para clínicos para abordar la insatisfacción 
corporal desde ACT (Pearson et al., 2010). A pesar de que la efectividad de ACT en mejorar la 
insatisfacción corporal se ha demostrado a través de diseños aleatorizados y cuasiexperimentales, 
hasta el momento aún se tiene dos vacíos investigativos que merecen la pena ser abordados. El 
primero hace referencia a que en Colombia no se tienen estudios publicados en revistas 
indexadas que muestren la efectividad de ACT en el abordaje de la insatisfacción corporal en 
población nacional. Segundo, no existen registros de investigaciones utilizando un diseño de 
caso único para evaluar la efectividad de este tipo de terapia en la insatisfacción corporal. 
Lo anterior significa que este podría ser uno de los primeros proyectos encaminados a 
conocer la efectividad de ACT en el tratamiento de población colombiana que reporta altos 
niveles de insatisfacción corporal. La estrecha relación de la insatisfacción corporal con el 
desarrollo de algún TCA permitiría actuar de manera preventiva para el desarrollo de una de 
estas problemáticas. A su vez, supondría una futura línea de investigación en relación con la 
 
 
validación y desarrollo de protocolos de intervención desde ACT específicos para población 
colombiana con problemas de imagen corporal. 
Marco Teórico 
Insatisfacción Corporal 
La imagen corporal se puede definir como un constructo multidimensional que representa 
la manera en la que los individuos piensan, sienten y se comportan con respecto a sus propios 
atributos físicos (Muth & Cash, 1997). Se ha propuesto que el concepto de insatisfacción 
corporal refleja los componentes cognitivo-afectivos del constructo de imagen corporal 
(Karazsia et al., 2017). Más aún, varios autores han establecido la noción de que la insatisfacción 
corporal no solo configura un factor de riesgo, sino también un factor mantenedor de una gran 
variedad de trastornos clínicos (Paterna et al., 2021), así como criterio diagnóstico de dos 
ampliamente conocidos y estudiados trastornos de la conducta alimentaria, anorexia nerviosa 
(AN) y bulimia nerviosa (BN; Karazsia et al., 2017). 
De acuerdo con la literatura, hoy en día se pueden identificar dos subtipos de 
insatisfacción corporal: la insatisfacción corporal orientada a la delgadez, y la insatisfacción 
corporal orientada a la musculatura, siendo la primera mayormente asociada con mujeres, y la 
segunda con hombres (Karazsia et al., 2017). En línea con esto, Paterna et al. (2021) hablan 
sobre la Internalización de Ideales de la Figura Corporal (IIFC) como mecanismo psicológico a 
través del cual se podría explicar la aparición de la insatisfacción corporal en las personas; es 
decir, la IIFC como precursor de la insatisfacción corporal. La IIFC se compone de tres tipos de 
ideales sociales: el ideal de la delgadez, el ideal de la musculatura/figura atlética y el ideal del 
atractivo general (enfocado en la apariencia global sin aludir a características físicas específicas). 
En su metaanálisis, los autores evaluaron la relación entre la IIFC y la insatisfacción corporal. Se 
 
 
encontró que adherirse a ideales socialmente prescritos sobre la figura corporal predice la 
aparición de la insatisfacción con el propio cuerpo. Esta relación no fue mediada por el sexo, 
pero sí fue más fuerte en población joven. Los hallazgos de este estudio, tal como lo mencionan 
Paterna et al. (2021), son un llamado de alerta sobre cómo los ideales sociales impactan de forma 
negativa el desarrollo de la insatisfacción corporal. A modo general, lo hasta el momento 
descrito permite identificar dos ideas centrales: 1) la insatisfacción corporal se ha identificado 
como un precursor para el desarrollo de importantes problemáticas clínicas, y 2) los ideales 
sociales internalizados sobre la imagen corporal configuran un precursor importante en el 
desarrollo de la insatisfacción corporal. 
Ahora, además de la IIFC, también se han identificado otros precursores importantes en 
el desarrollo de la insatisfacción corporal. Un estudio encontró que en hombres y mujeres 
cisgénero, entre 18-34 años, la actividad física de tiempo libre (AFTL) en mujeres, y la actividad 
física percibida tanto en hombres como en mujeres se configuran como antecedentes de la 
insatisfacción corporal (Molina-García et al., 2019). Otra investigación encontró como 
importantes predictores de insatisfacción corporal en mujeres y hombres jóvenes, síntomas 
depresivos, la autoestima, la comunicación y cuidado parental, conductas de dieta en pares y 
matoneo por peso (Wang et al., 2019). 
Otra investigación, logró determinar que la insatisfacción corporal en padres es predictora 
de la insatisfacción corporal en hijos (Solano-Pinto et al., 2021). Más específicamente, los 
autores reportan que, para los hombres, las variables maternales de deseos de delgadez, 
insatisfacción corporal y aproximación al cambio fueron predictores de insatisfacción corporal; 
en contraste, para mujeres, solamente la variable materna de deseos de delgadez fue predictora 
de insatisfacción corporal. Ninguna variable paterna fue significativa. Por consiguiente, tanto 
 
 
esta investigación como la realizada por Wang et al. (2019) permiten concluir que hay factores 
familiares, sociales, y psicológicos que juegan un papel precursor en el desarrollo de la 
insatisfacción corporal tanto en hombres como en mujeres. 
En cuanto a prevalencia de insatisfacción corporal, hasta el momento no se tiene ningún 
estudio acerca de la epidemiología de esta problemática en población latina representativa. Un 
estudio evaluó la presencia de la insatisfacción corporal en una muestra latina conformada por 
mujeres procedentes de México, Cuba y Puerto Rico (Quiñones et al., 2022), reportando mayores 
niveles de insatisfacción corporal en mujeres mexicanas. Por otra parte, una revisión realizada 
por Kolar y Mebarak (2022), determinó que en Latinoamérica se han estudiado de forma escasa 
la prevalencia de la anorexia nerviosa (AN), bulimia nerviosa (BN) y trastorno por atracones, 
siendo los dos últimos lo más prevalentes en esta población, con rangos comparables a los 
determinados en otros países de occidente (Kolar & Mebarak, 2022). 
Por el contrario, un estudio de prevalencia de la insatisfacción corporal en niños y niñas 
de Australia encontró que el 19.6% de la muestra femenina (n=368) y el 6.8% de la muestra 
masculina (n=367) reportaban niveles clínicamente significativos de insatisfacción corporal, y el 
37.9% de niñas y el 20.7% de niños reportaron niveles moderados de insatisfacción corporal 
(McLean et al., 2010). Por su parte, una revisión sistemática interesada en evaluar prevalencia de 
insatisfacción corporal reportada en investigaciones de variospaíses, concluyó que la prevalencia 
de insatisfacción corporal es alta, principalmente en mujeres (Martini et al., 2023). 
Resumiendo, la insatisfacción corporal se entiende hoy en día como una problemática de 
alto interés e importancia por su relación con varios diagnóstico en salud mental, principalmente 
los TCA. En poblaciones de otros países se ha logrado establecer la prevalencia de este problema 
en muestras jóvenes de ambos sexos, no obstante, aún en Colombia no se cuenta con los datos 
 
 
epidemiológicos suficientes sobre insatisfacción corporal, a pesar de que se reconozca como un 
factor importante de ser investigado, tal como se verá en la próxima sección. 
Investigación en Colombia sobre Insatisfacción Corporal 
En Colombia se tiene la Encuesta Nacional de Salud Mental (Ministerio de Salud, 2015) 
como fuente principal de estadísticas de prevalencia de diferentes diagnósticos psiquiátricos. En 
el documento no se reportan estadísticas específicas a la prevalencia de la insatisfacción corporal 
en la población. De acuerdo con el documento, “junto a la presión social por la delgadez, la 
interiorización de un ideal delgado y la insatisfacción corporal, las conductas de dieta pueden 
contribuir a la aparición de un TCA o a su mantenimiento en el tiempo” (Ministerio de salud, 
2015, p. 191). A modo similar, algunas investigaciones no relacionadas con la encuesta de salud 
mental estiman la prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en muestras 
pequeñas no representativas de la población general del país, más no de la insatisfacción corporal 
(J. J. C. Castrillón et al., 2012, 2012; Deossa et al., 2015). A continuación, se presentará a mayor 
profundidad una revisión de la investigación interesada en insatisfacción corporal en Colombia. 
Uno de los estudios más recientes fue el realizado por Monsalve-Jaramillo et al. (2021), 
donde se evaluó la relación existente entre el índice de masa corporal (IMC), apreciación 
corporal y el autoconcepto físico en personas mayores de 60 años residentes de la ciudad de 
Tunja. Los resultados mostraron que la población incluida presenta un autoconcepto físico y 
apreciación corporal favorables. Además, se observó que la muestra no lograba una estimación 
precisa de su peso actual, pero tampoco reflejaba un interés significativo por esto. 
Adicionalmente, se observó que el IMC se relaciona negativamente tanto con el autoconcepto 
físico como con la apreciación corporal, teniendo con la primera una correlación negativa media 
estadísticamente significativa, y con la segunda una correlación negativa débil no 
 
 
estadísticamente significativa. Uno de los resultados más relevantes fue el de la relación entre la 
percepción de funcionalidad y la apreciación corporal. Esta población mostró que, a mayor 
percepción de funcionalidad, mejor apreciación corporal, y mayor subestimación del peso 
(Monsalve-Jaramillo et al., 2022). 
Otro estudio realizado en el año 2017 (Aguirre-Loaiza et al., 2017) se centró en población 
masculina y femenina usuaria de gimnasios para evaluar la relación entre la imagen corporal, las 
dimensiones de la composición corporal (IMC y porcentaje de grasa), y frecuencia y duración de 
ejercicio físico realizado. Adicionalmente este estudio identificó posibles diferencias en imagen 
corporal entre sexos. Para la evaluación de la imagen corporal se utilizó el modelo de siluetas 
(Collins, 1991). Como resultado más importante se encontró que las dimensiones corporales 
(masa, talla, IMC y grasa corporal) tuvieron una relación significativa con las siluetas y las 
categorías de percepción y satisfacción de la imagen corporal de la prueba de siluetas. No 
obstante, se observó que las variables de frecuencia y duración del ejercicio físico no mostraron 
ninguna relación significativa con las medidas de imagen corporal. Sumado a esto, se 
encontraron mayores niveles de insatisfacción en las mujeres en comparación a hombres. 
En otra investigación, Borda-Perez et al. (2015) evaluaron factores de riesgos asociados 
al desarrollo de bulimia nerviosa en adolescentes escolarizados. Los autores encontraron que 
aquellos jóvenes que reportaban insatisfacción corporal tenían 30 veces más riesgo de desarrollar 
bulimia nerviosa. Se concluyó que la insatisfacción corporal se encuentra dentro de los factores 
de riesgo para el desarrollo de bulimia nerviosa en esa población adolescente, en conjunto con 
otros factores tales como el sobrepeso, saltar comidas con frecuencia, emplear diuréticos para 
bajar de peso, entre otros (Borda Pérez et al., 2015). 
 
 
Sumado a los estudios ya mencionados, Hernández-Cortés & Londoño Pérez, (2013) 
realizaron un estudio que propuso un Modelo Predictivo de Riesgo de Padecer Trastorno de la 
Conducta Alimentaria (TCA). La población incluida fue muestra universitaria de dos ciudades 
principales del país: Bogotá e Ibagué. Dentro de los resultados encontrados, la insatisfacción 
corporal se propuso como una de las variables predictoras de desarrollo de algún TCA. En este 
mismo año, otros investigadores evaluaron la conducta alimentaria en población escolar (Barrera 
et al., 2013). Los resultados arrojaron una alta prevalencia de TCA en la muestra analizada. 
Además, se identificó la insatisfacción con la imagen corporal como “un elemento determinante 
que podría inclinar a los adolescentes hacia conductas alimentarias y nutricionales inadecuadas” 
(Barrera et al., 2013, p. 63). 
Finalmente, entre los años 2009 y 2011, se realizaron tres estudios interesados en 
determinar la relación entre la insatisfacción corporal y alteraciones en la conducta alimentaria o 
la obesidad. Gilbert-Diamond et al. (2009) encontraron que, en población obesa, el estrato 
socioeconómico y los niveles de educación están positivamente relacionados con mayores 
niveles de insatisfacción corporal. De acuerdo con los autores, esto puede explicarse debido a 
que mujeres de mayor estrato socioeconómico adoptan más tempranamente los ideales 
corporales de occidente (Gilbert-Diamond et al., 2009). Por su parte, Ortíz et al. (2010) se 
interesaron por factores de riesgo de los TCA en población escolar. Se encontró que la 
insatisfacción corporal hizo parte de las variables asociadas al inicio y mantenimiento de un 
probable TCA en el grupo estudiado (Piñeros et al., 2010). Finalmente, Carrion et al. (2011) 
evaluó el efecto mediador de la insatisfacción corporal de la relación entre desordenes de la 
conducta alimentaria y aceptación de la cirugía cosmética. Los autores encontraron una relación 
 
 
significativa entre altos niveles de insatisfacción corporal, problemáticas a nivel alimentario 
(p.e., restricción en la ingesta), y aceptación de cirugía cosmética (Carrion et al., 2011). 
Este número pequeño de estudios realizados en Colombia ha evaluado la relevancia de la 
insatisfacción corporal como factor de riesgo y predictor del desarrollo de trastornos de la 
conducta alimentaria en población estudiantil tanto escolar como universitaria en hombres y 
mujeres cisgénero, así como en la obesidad. Esto muestra que en pequeñas muestras de 
diferentes partes del país se ha podido establecer la importancia de la insatisfacción corporal en 
la comprensión del desarrollo trastornos psiquiátricos como la anorexia y la bulimia nerviosas. 
Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) 
La terapia de aceptación y compromiso (ACT) es una de las terapias de tercera 
generación enmarcada en los principios filosóficos del contextualismo funcional y principios del 
análisis de la conducta humana (Biglan & Hayes, 2016; Gifford & Hayes, 1999; Hayes, 2016). 
En ese sentido, ACT conceptualiza los eventos psicológicos como un grupo de interacciones 
continuas que ocurren entre organismos y los contextos históricos y actuales. Este tipo de 
modelo terapéutico basa sus principios empíricos en un modelo del lenguaje y la cognición 
humana denominado teoríadel marco relacional (RFT por sus siglas en inglés; Hayes et al., 
2001). 
Como objetivo clínico primario y general, ACT pretende minimizar el control del 
contenido verbal literal de la cognición que ocasiona el comportamiento de evitación y construir 
un contexto alternativo donde sea más probable que se dé un comportamiento alineado con los 
valores personales (Hayes, 2016; Hayes et al., 2012). Para lograr este objetivo, se promueve la 
flexibilidad psicológica. Esta se entiende como la habilidad de hacer aquello que funciona 
orientado hacia los valores personales aún en la presencia de eventos verbales con función 
 
 
aversiva (Polk et al., 2016). Desde ACT, la flexibilidad psicológica se consigue a través de seis 
habilidades diferentes: aceptación, defusión, atención al momento presente, yo-contexto, 
construcción de valores y acción comprometida. Es importante mencionar que se consideran 
habilidades, más que procesos, ya que lo que se enseña es un patrón de conducta enlazado a 
valores personales. A continuación, se describe brevemente cada uno de estos procesos que 
componen la flexibilidad psicológica. 
Aceptación 
La aceptación ha sido un término utilizado por un gran número de ramas de la psicología: 
psicología social, psicología clínica, por mencionar algunas (Williams & Lynn, 2010). 
Puntualmente, al proceso de aceptación en el mundo de la clínica se le ha llamado “aceptación 
experiencial”. Williams y Lynn (2010) realizan un breve recorrido histórico sobre la aceptación. 
Identifican algunos precursores y componentes de la aceptación desde la religión y la filosofía, 
dentro de los cuales se encuentran: el no-apego (nonattachment), la no-evitación, el no juzgar 
(nonjudgment), la tolerancia, y la disposición. La comprensión de estos conceptos y su relación 
con la aceptación resulta relevante para comprender lo que actualmente se entiende como 
aceptación desde una mirada clínica terapéutica. 
En la década de los años 20’s, de acuerdo con Williams y Lynn (2010), la aceptación, 
específicamente la autoaceptación, se comenzó a considerar como un objetivo terapéutico 
relevante desde la psicoterapia psicodinámica. A partir de los 60’s en adelante, la relación entre 
niveles de aceptación (propio y de otros), y la psicopatología comenzó a ser de alto interés para 
la investigación. Ya en los años 90’s, la aceptación, principalmente de la experiencia interna, se 
comenzó a identificar por diversos autores como un componente fundamental del cambio en 
diferentes enfoques terapéuticos (Ellis y Robb, 1994; Hayes et al., 1994; Linehan, 1994). 
 
 
Actualmente, se pueden identificar diferentes dominios de la aceptación: conciencia, no-apego, 
no juzgar, aceptación radical, tolerancia y disposición (Williams y Lynn, 2010). Además, se 
reconocen tres dominios frente a los cuales la aceptación puede ocurrir: pensamientos, 
sentimientos/emociones, y sensaciones físicas. 
Particularmente, para la terapia de conducta, la aceptación emergió como un objetivo 
terapéutico en respuesta a aquellas circunstancias clínicas en donde las estrategias comunes de 
cambio habían sido inefectivas o contraproducentes. Al respecto, Cordova (2001) ofrece una 
definición comportamental de la aceptación como el cambio en la conducta evocada por un 
estímulo con funciones de evitar, escapar o destruir, a conducta con función de mantener o 
buscar contacto. Es decir, la aceptación se define como un proceso que facilitaba el contacto con 
estímulos aversivos que normalmente generaban respuestas de evitación, escape o destrucción. 
Por ende, se recomienda utilizar en terapia estrategias que faciliten la aceptación de eventos 
privados cuando la función de la conducta involucrada esté relacionada con escape, evitación o 
destrucción de la fuente de estimulación aversiva. En contraparte, la aceptación no se 
recomienda cuando la evitación o el escape funcionan o no representan daño sustancial a la 
persona (Cordova, 2001). 
Ahora, desde ACT, la aceptación se entiende como la adopción voluntaria de una postura 
intencionalmente flexible, abierta, receptiva, y sin juzgar con respecto a la experiencia del 
momento a momento (Bordieri, 2021; Cordova, 2001). En otras palabras, la aceptación en ACT 
involucra una conducta de apertura y disposición a acoger pensamientos y emociones no 
deseados, permitiéndoles estar en el presente y por lo que son, sin rendirse ante ellos o intentar 
hacer que se vayan (Twohig et al., 2021). Por ejemplo, una persona que reporta altos niveles de 
malestar cuando va a reuniones sociales por miedo a comer y engordar, comenzaría a practicar la 
 
 
aceptación de ese malestar en dichos contextos porque reconoce que mantener contacto con sus 
amigos y familia es valioso para ella. Dentro del modelo de flexibilidad psicológica el proceso 
opuesto a la aceptación es la evitación experiencial. Esta se define como un proceso mediante el 
cual la persona no está dispuesta a experimentar ciertos eventos privados (p.e., emociones, 
pensamientos, sensaciones corporales) y realiza conductas encaminadas a reducir la forma o 
frecuencia en la que estos eventos se presentan y sus contextos (Bordieri, 2021). En resumen, el 
objetivo principal de ACT consiste en entrenar repertorios de aceptación frente a estímulos con 
función aversiva y disminuir la evitación experiencial de estos eventos privados. 
Hayes et al. (2015), explican tres maneras en las cuales las conductas de evitación ante 
estímulos privados con función aversiva representan un costo negativo para la persona. En 
primer lugar, mencionan que la evitación reduce el contacto con la historia personal de cada uno, 
lo que afecta la manera en la que utilizamos nuestra experiencia pasada para guiar decisiones 
presentes. Esto disminuye lo que los autores llaman “inteligencia vivencial”. En otras palabras, 
evitar nuestras experiencias presentes hace más difícil tomar una decisión basada en lo que nos 
funciona y lo que no nos funciona. Por ejemplo, una persona que tiene dificultades en aceptar las 
sensaciones corporales de hambre puede querer evitarlas lastimándose, tomando mucha agua o 
haciendo ejercicio exagerado, lo que a largo plazo altera su salud y bienestar físicos. 
Otro coste que identifican es que muchas veces la persona no se percata de que está 
evitando, lo que implica que la evitación en un punto deja de ser una decisión consciente: la 
persona deja de poder elegir cómo vivir su vida. Finalmente, el tercer impacto que mencionan es 
que “la evitación favorece los daños colaterales de la vida real porque impide la evolución de la 
conducta del individuo hacia estructuras más positivas y de mayor valor” (Hayes et al., 2015, p. 
322). Es decir, el evitar de manera recurrente experiencias internas desagradables, aleja 
 
 
paulatinamente a la persona de una vida valiosa, puesto que una vida guiada por valores no 
implica nunca experimentar sufrimiento o malestar. 
La aceptación, como alternativa a la evitación, se trabaja en el proceso terapéutico como 
proceso funcional individual y en el contexto de los otros procesos de ACT (Bordieri, 2021). El 
trabajar la aceptación como proceso implica aproximarse a esta de una forma más funcional 
(Bordieri, 2021), lo que implica intervenir la conducta funcionalmente durante la terapia y no se 
basa en guiones o en ejercicios y metáforas. Hayes et al. (2012) recuerdan que la aceptación 
desde ACT no se trabaja como una técnica. En este sentido, mencionan que “el terapeuta está 
abriendo la puerta de modo que el cliente pueda entrar en contacto de una forma directa con la 
experiencia personal” (p. 324). 
A modo de resumen, la aceptación se entiende como uno de los seis procesos 
fundamentales del modelo de flexibilidad psicológica, y como el proceso opuesto de la evitación 
experiencial. Desde ACT, la aceptación no se entiende como una técnica, sino como una función 
del comportamiento de la personaque pretende acercarla hacia lo que es importante para ella. 
Atención al Momento Presente 
El momento presente, o el ahora, es el contexto dentro del cual la aceptación y la 
defusión se hacen posibles y donde el compromiso con acciones valiosas adquiere mayor 
relevancia (Twohig et al., 2021). Entonces, fortalecer la atención al momento presente resulta 
clave en promover las estrategias alternativas que se ofrecen desde ACT (Herbert & Afari, 
2023). En pocas palabras, prestar atención al momento presente se refiere a la habilidad de notar 
aquello que aparece en el momento, no solamente pensamientos y emociones, sino también 
sensaciones corporales, y aquello que se puede percibir a través de los cinco sentidos (Polk et al., 
2016). 
 
 
Desde ACT, el prestar, “deliberadamente” atención al momento presente no significa 
negar la necesidad de pensar en lo que sucedió en el pasado o lo que sucederá en el futuro. 
Reflexionar y planear son muy importantes, tanto en proceso terapéutico como fuera de él. En 
cambio, lo que se enfatiza es que vivir una vida valiosa representa un alto grado de estar presente 
en el ahora, no en el pasado o futuro verbal (Herbert & Afari, 2023). Resulta relevante recordar 
que ha sido la evolución de la cognición humana la que permite la representación en el ahora de 
estímulos no presentes, y con esto, el potencial de reflexionar en la experiencia pasada o de 
construir un futuro imaginado (Herbert y Afari, 2023). De acuerdo con esto, dado que ni el 
pasado ni el futuro tienen una existencia tangible desde la perspectiva del momento presente, las 
estrategias que facilitan la atención al momento presente consisten principalmente en la 
capacidad de atender a los estímulos privados y públicos que están funcionalmente relacionados 
con la conducta actual, aquí y ahora (Hayes et al., 2021). 
Hayes, et al. (2012), identifican dos tipos de errores o dificultades en la práctica de la 
atención al momento presente. El primero se relaciona con deficiencias en la capacidad de 
centrar la atención. El segundo trata de un control rígido de la atención. De acuerdo con los 
autores, este segundo tipo de dificultades consisten en que el individuo tiene la capacidad de 
centrarse en el presente, pero no puede mantenerse allí porque algo desvía el foco de su atención. 
En el modelo de inflexibilidad-flexibilidad psicológica, el contacto con el momento presente se 
ubica como proceso opuesto a los procesos de pobre autoconocimiento y autoconcepto basado en 
el pasado y futuro. 
Teniendo en cuenta lo anterior, en ACT, el contacto o atención al momento presente 
promueve una respuesta flexible y deliberada de las experiencias propias, ubicadas tanto fuera 
como dentro de la propia piel, en la medida en la que van sucediendo (Wilson y DuFrene, 2009). 
 
 
Las experiencias ubicadas “dentro” de la persona, como los pensamientos, emociones y 
sensaciones corporales se consideran con frecuencia en terapia como los problemas centrales. 
Desde ACT se promueve que estas experiencias sean notadas sin la intención de modificarlas. 
Una de las razones para esto es que tratar de controlar las experiencias privadas consume 
inherentemente la atención y engancha aún más a la persona con el contenido literal del lenguaje. 
Por ejemplo, es difícil poder estar presente en un espacio familiar cuando se están combatiendo 
pensamientos de “me veo gorda” o “deben pensar que estoy horrible”. En otras palabras, es casi 
imposible estar presente durante actividades valiosas mientras se pretende controlar las 
experiencia privadas (Herbert & Afari, 2023). 
Por otra parte, se entiende a las experiencias externas, ubicadas “fuera” de la persona, 
como aquellos eventos donde habitan la mayor parte de los valores del individuo. Estas 
experiencias involucran más el “hacer” que el “pensar”. El momento presente aumenta la 
oportunidad de entrar en contacto con estas experiencias externas valiosas (Herbert & Afari, 
2023). Esto se debe a que estas experiencias externas valiosas se dan en el presente, por lo que el 
único momento de contactarlas es en el aquí y el ahora. 
Como se mencionó anteriormente, la experiencia interna de la persona se puede dividir en 
pensamientos, emociones y sensaciones corporales o interocepción. El contacto con el momento 
presente y su relación con cada uno de los estímulos que hacen parte de la experiencia interna es 
importante profundizarlo. Primero, los pensamientos pueden representar una barrera importante 
en la consecución de la flexibilidad psicológica, principalmente cuando se relacionan con 
conducta gobernada por reglas. La conducta gobernada por reglas se entiende como conducta 
dirigida por instrucciones verbales en lugar de estar regida por el contacto directo con 
contingencias (Törneke et al., 2008). Un ejemplo de conducta gobernada por reglas se da cuando 
 
 
una persona deja de comer por días bajo la instrucción verbal privada de “tienes que ser delgada 
por encima de todo”, en lugar de guiar su comportamiento por la contingencia de la sensación de 
hambre que envía su cuerpo. Dado que no es posible ejercer control sobre el pensar continuo que 
se experimenta diariamente, haciendo uso de la atención flexible al momento presente, el 
individuo puede notar el acto de pensar, escoger cómo responderá a esos pensamientos, y tomar 
decisiones basado en sus propios valores en oposición los impulsos o hábitos. Siguiendo el caso 
del ejemplo anterior, esta persona podría iniciar un proceso de percatarse de esas reglas verbales 
sobre el comer, y permitirse contactarse con las señales que le envía su cuerpo de apetito para 
mantener adecuados niveles de energía y en general una buena salud. 
En relación con la emociones o sentimientos, Herbert y Afari (2023) identifican tres 
puntos centrales en los cuales el contacto con el momento presente juega un rol importante. El 
primero tiene que ver con la posibilidad que brinda este proceso de observar los antecedentes de 
acciones no eficientes que son motivadas únicamente por la emoción del momento. Es decir, el 
momento presente permite hacer consciente los impulsos y nos da la oportunidad de tomar una 
decisión diferente. Segundo, el contacto presente con las emociones permite identificar puntos de 
elección para engancharse con los valores en lugar de recurrir a la evitación. Como tercer punto, 
el contacto con el momento presente permite una mayor comprensión experiencial del flujo de 
las emociones: permite comprender la temporalidad de las emociones, que en sí mismo puede 
resultar en una herramienta útil ante la experiencia de emociones displacenteras. 
En conclusión, el momento presente es otro proceso central en el modelo de flexibilidad 
psicológica que se ofrece desde ACT. Este proceso promueve en las personas la habilidad de 
mantenerse en contacto con el aquí y el ahora para tomar decisiones basadas en aquello que 
 
 
encuentran valioso para ellas, mientras se es consciente de los eventos internos que van 
surgiendo en el momento a momento. 
Defusión cognitiva 
La defusión, o defusión cognitiva, se entiende de manera simple como el proceso 
alternativo a su contraparte, la fusión cognitiva. De acuerdo con la evidencia empírica de la 
teoría de los marcos relacionales, esta sugiere que muchos estímulos pueden llegar a adquirir 
funciones discriminativas, motivacionales, reforzantes, aversivas, o respondientes mediante 
relaciones verbales derivadas. Esto significa que, en un gran porcentaje de las veces, las 
relaciones verbales llegan a controlar más el comportamiento que los procesos de aprendizaje 
por contacto directo con las contingencias (Assaz et al., 2018, 2022; Snyder et al., 2011). Es 
decir, los humanos aprendemos rápidamente a través de contacto indirecto con las contingencias 
de reforzamiento, por ejemplo, reglas, instrucciones, mensajes, propaganda, dichos, y 
observación de otras personas contactandocualquier tipo de consecuencia. Este tipo de 
aprendizaje genera un efecto colateral: insensibilidad al cambio de contingencias (Kissi et al., 
2017; Monestès et al., 2017). Por ejemplo, un individuo aprende a través de diferentes medios de 
comunicación o amigos que estar delgado atrae la atención de muchas personas o que se ajusta a 
las normas socialmente establecidas de delgadez. Sin embargo, esas reglas obtenidas a través de 
experiencia indirecta contribuye en generar insensibilidad a las contingencias actuales, perdida 
excesiva de peso, enfermedad, desajuste hormonal, entre otras. Dicho de otra forma, a pesar de 
los efectos nocivos en el bienestar físico y psicológico que produce la perdida excesiva de peso, 
un individuo puede persistir en seguir comiendo menos, y hacer ejercicio diario en parte por 
seguir respondiendo a la coherencia de reglas inadecuadas como “me veo gorda” o “nadie me va 
a querer gorda”, más que a su condición física (Kissi et al., 2017). 
 
 
Cuando una persona responde casi que exclusivamente a las funciones verbales de un 
estímulo, y no a las contingencias actuales de reforzamiento o control estimular no verbal, este 
proceso se conoce como fusión cognitiva (Assaz et al., 2022; Hayes & Strosahl, 2011). Es 
importante aclarar que la fusión cognitiva es en todo caso un proceso que se debe intervenir 
cuando este afecta directamente la ejecución de conductas adaptativas. Resulta perjudicial 
únicamente cuando conlleva a patrones conductuales desadaptativos y rígidos (Assaz et al., 
2018). 
Ahora, desde ACT, la defusión cognitiva se puede definir como un proceso terapéutico 
que pretende cambiar el contexto del lenguaje, separando así las funciones emocionales de los 
referentes de ese lenguaje (López de Uralde-Selva & Valero-Aguayo, 2021). Es decir, romper la 
relación entre funciones verbales del estímulo y funciones directas del estímulo. Por ejemplo, el 
proceso de defusión ayudaría a una persona que le gusta la ropa escotada pero que se guía por el 
pensamiento de “solo puedo ponerme ropa ancha para que no vean mi cuerpo”, a entender ese 
pensamiento como solo un pensamiento, y guiar su comportamiento no por ese contenido sino 
por sus valores personales, permitiéndose poner la ropa de su gusto. 
 Más aún, el objetivo de este proceso no es alterar el contenido de las verbalizaciones 
construidas mediante la relaciones derivadas arbitrarias, sino disminuir su efecto en la conducta 
(Blackledge, 2007; Hayes et al., 2012). Dentro de las estrategias que se utilizan para trabajar la 
defusión cognitiva en el contexto terapéutico, se encuentran: el juego de palabras, el 
cuestionamiento de la coherencia verbal, la interrupción pensamiento-acción, el observar el 
proceso de responder relacionalmente, el identificar las respuestas relacionales, y el convertir en 
objetos físicos (atribuir características físicas a los pensamientos). 
 
 
En conclusión, la defusión cognitiva es otro proceso primordial en el modelo de 
flexibilidad psicológica, y promueve en la persona el “desprendimiento” de sus pensamientos, 
permitiéndole desligarse del contenido de estos y guiar su conducta hacia aquello o aquellos que 
identifica como importantes para ella. 
Yo como contexto o toma de perspectiva 
Desde una perspectiva de ACT, la manera en la que nos relacionamos con nosotros 
mismos es usualmente limitada y falla en capturar la totalidad de quienes somos (Stapleton & 
McHugh, 2021). Esto se debe a que con frecuencia nos vemos a nosotros mismos como una 
colección de etiquetas, evaluaciones, descripciones, y experiencias. El yo como contexto se 
ofrece como alternativa al proceso de “apego al yo conceptualizado” incluido en el modelo de 
inflexibilidad psicológica. De acuerdo con esto, se puede definir al yo como contexto como una 
perspectiva estable a través de la cual todos los procesos relevantes del yo pueden ser observados 
(Stapleton y McHugh, 2021). 
El yo contexto se puede definir desde el concepto de marcos deícticos o toma de 
perspectiva de la RFT. Existe tres componentes de los marcos deícticos, YO versus TU 
(persona), AQUÍ versus ALLÁ (lugar), AHORA versus ENTONCES (tiempo). Estos tres pares 
de guías contextuales sirven para establecer un adecuado reporte de los comportamientos y 
hechos que han ocurrido, están ocurriendo y van a ocurrir (Zettle, 2016). Teniendo esto en 
cuenta, un sentido del “yo” nace al aprender a hablar desde la perspectiva propia en relación con 
la perspectiva de los otros. Cabe recordar que, desde la perspectiva conductual, se entiende al yo 
como una acción (responder a la propia forma de responder), y no como un constructo hipotético 
(McHugh y Stapleton, 2021). A su vez, se identifican tres repertorios funcionalmente diferentes 
 
 
del “yo”: (1) el yo como contenido, (2) el yo como proceso, y (3) el yo como contexto (McHugh 
y Stapleton, 2021). 
A continuación, se hará una descripción y definición de los tres repertorios del yo a partir 
de lo escrito por McHugh y Stapleton (2021). En primer lugar, se tiene el yo como contenido, el 
cual se entiende como las descripciones, etiquetas y evaluaciones que construye el individuo 
sobre sí mismo y su historia a lo largo del tiempo. Por ejemplo, un individuo asocia una multitud 
de categorías emocionales, sentimientos, sensaciones, preferencias, habilidades, pensamientos, 
interacciones tanto históricos como actuales de sí mismo. En otras palabras, esa categorías dan 
sentido a cómo se percibe a sí mismo. Si una persona se define como inteligente o asertivo, esas 
categorías ejercen control discriminativo sobre el tipo de respuesta que ejecuta socialmente. De 
acuerdo con los marcos deícticos anteriormente mencionados, las autoevaluaciones basadas en la 
perspectiva de yo como contenido, siempre son hechas en el aquí y ahora sobre comportamientos 
actuales y previos. El problema con estas autoevaluaciones es que ante estos productos del 
enmarcamiento relacional (pensamientos, etiquetas, juicios) se responde como si fueran 
verdaderos e inherentes al mundo real. Por ejemplo, una persona que piensa “nunca se van a fijar 
en mí, siempre he sido muy fea”, puede que guíe su comportamiento con base en esas 
descripciones y se limite de interactuar con otras personas atractivas e importantes para ella. 
En segundo lugar, se encuentra el yo como proceso, este consiste en la discriminación 
verbal continua de los eventos psicológicos que experimenta un individuo cuando interactúa con 
su contexto. Es decir, hace referencia a la descripción verbal de las acciones que ejecuta un 
individuo a medida que va interactuando con su contexto de referencia. Por ejemplo, en estos 
momentos puedo decir que, “yo estoy escribiendo estas líneas”, y que la conducta de escritura 
está siendo reportada desde mi perspectiva de escritor a medida que voy escribiendo. Se trata del 
 
 
reporte continuo de mis acciones. Algunas frases que reflejan este repertorio son “yo siento… yo 
pienso…”. 
El yo como proceso es muy importante y útil para que el individuo se relacione de 
manera efectiva en la comunidad socio-verbal. Esto es porque permite predecir el 
comportamiento de la persona sin necesariamente conocer su historia particular de aprendizaje. 
Por ejemplo, el yo como proceso permite predecir que, si una persona tiene miedo, es posible 
que sus conductas reflejen la evitación o el escape. Además, el yo como proceso sirve como guía 
para el propio individuo también: para poder responder efectivamente ante la propia forma de 
responder, se debe ser consciente de la respuesta y su impacto. Por ejemplo, percatarse que se 
está pensando “me estoy sintiendo ansiosa, estoy comenzando a sudar y a sentir mareo”, refleja 
el papel del yo como proceso. También, el yo como proceso, permite que la reglas verbales sean 
más efectivas en guiar el comportamiento en situaciones de vida importantes. Por ejemplo, una 
persona que piensa“estoy comenzando a sentir mucha ansiedad de tener que comerme eso”, 
puede tener la regla de “debo comer bien para poder volver a nadar”, y actuar acorde a ese valor 
que identificó. 
Finalmente, el yo como contexto hace referencia a la perspectiva personal, temporal y 
espacial desde donde ocurren y se reportan las acciones particulares (McHugh y Stapleton, 
2021). El yo como contexto permite desligarse de las autoevaluaciones y autodescripciones. Es 
decir, el yo como contexto permite que la persona se reconozca como el que piensa y no como 
sus pensamientos, como el que siente y no como sus sentimientos. Por ejemplo, “estoy pensando 
que no soy capaz”; “estoy sintiendo mucha preocupación”. En ese sentido, el yo como contexto 
se puede ver como la trascendencia del contenido psicológico que permite la aceptación de dicho 
contenido. En otras palabras, este proceso hace referencia a la toma de perspectiva del individuo, 
 
 
separando la experiencia de quien observa esa experiencia. Tomar perspectiva es la habilidad de 
observar y distinguir entre el observador de esos eventos (YO) y el contenido de eso eventos 
(sentirse triste, frustrado, emocionada; Twohig et al., 2021). 
Valores y acción comprometida 
Los valores, desde ACT “se eligen libremente y son consecuencias elaboradas 
verbalmente de patrones de actividad en curso, dinámicos y en desarrollo que determinan los 
reforzadores principales de tal actividad y son intrínsecos a la implicación en la propia pauta de 
conducta valiosa” (Dahl, 2015, p.43). 
En línea con lo anterior, Paliliunas (2021) encuentra importante profundizar en cada uno 
de los componentes de la definición mencionada. Primero, el mencionar que los valores se 
“eligen libremente” hace referencia a que los valores son reforzadores que los individuos eligen 
sin estar bajo control aversivo o establecidos por otras personas. Segundo, al hacer referencia a 
“patrones de actividad en curso”, se indica la naturaleza continua del comportamiento que 
produce reforzamiento de gran valor. Esto es relevante ya que los valores no son lo mismo que 
las metas. Las metas se definen como “consecuencias de acción concretas que pueden ser 
alcanzadas o terminadas” (Chase et al., 2013, 79). Tercero, el hablar de “implicación en la propia 
pauta de conducta valiosa”, destaca la importancia de la validez social de los valores 
identificados para el individuo, como también destaca la clara naturaleza verbal de estos. 
Una de las características que más se destacan de los valores, es que son intrínsecos a la 
persona. Este término indica que los reforzadores sobre los cuales los valores verán su poder 
motivacional ya han sido determinados como reforzadores consistentes en la historia de la 
persona (p. 94). Si los valores no facilitan el contacto con estos reforzadores intrínsecos, es poco 
probable que se mantengan en el tiempo (Plumb et al., 2009). 
 
 
En el contexto terapéutico de ACT, el objetivo último del proceso es que el 
comportamiento de la persona vaya en coherencia con sus valores personales. La razón para esto 
es porque los valores, en últimas, son los que determinan la función del comportamiento. Dado 
que desde ACT se mantiene una postura pragmática y contextual, son los valores individuales los 
que definen si determinado comportamiento es funcional o no para cada persona. Lo anterior se 
puede ilustrar con la acción de hacer ejercicio. Una persona A hace ejercicio todos los días 
porque mantenerse saludable y ser una persona activa son cosas importantes para ella, mientras 
que una persona B hace ejercicio todos los días porque le dijeron que “tenía unos kilos de más”. 
Es la misma acción, no obstante, para la persona A es funcional porque va en coherencia con sus 
valores, mientras que para la persona B no es funcional porque no representa sus valores 
personales. 
De la mano con los valores, se encuentra el proceso de acción comprometida. Este 
proceso, al que usualmente se hace referencia como “compromiso”, se relaciona con el objetivo 
de ACT de construir patrones más amplios de respuesta flexible y efectiva, mediante la 
disminución de los efectos limitantes de la fusión cognitiva y evitación experiencial, y 
promoviendo patrones deliberados de acción que reflejan los valores escogidos (Hayes, 2016). 
En palabras más simples, la acción comprometida hace referencia al comportamiento 
encaminado a quienes, y a lo que es importante para el individuo, incluso en la presencia de 
obstáculos (Polk et al., 2016). 
La acción comprometida involucra el establecimiento de metas y en ocasiones se vale de 
métodos conductuales que ayudan a garantizar que los clientes sean exitosos en el cumplimiento 
de sus objetivos (algunos métodos, por ejemplo, incluyen la activación conductual o la 
exposición gradual). A su vez, la acción comprometida se utiliza como una herramienta para 
 
 
guiar las metas de la terapia y prevenir recaídas, enfocando el proceso en la construcción de 
patrones de actividad valiosa en el tiempo y regresando a los compromisos cuando la persona se 
desvía del camino (Twohig, Levin, y Ong, 2021, p. 14). 
En conclusión, desde ACT se propone el proceso terapéutico para promover el aumento 
de la inflexibilidad psicológica a través del trabajo en seis procesos: aceptación, atención al 
momento presente, defusión cognitiva, yo como contexto, valores y acción comprometida. 
Teniendo esto en cuenta, Polk et al. (2016), formularon una herramienta llamada la matriz de 
flexibilidad psicológica, que tiene como objetivo simplificar y hacer más transparente el trabajo 
de los seis procesos, tanto para el terapeuta como para el cliente (Polk et al., 2016, p. 2). A 
continuación, se hará una breve descripción de la matriz, los seis pasos y la evidencia empírica a 
favor de su aplicación. 
Matriz de ACT 
La matriz de ACT creada por Polk et al. (2016) es una herramienta que facilita el proceso 
terapéutico porque permite abordar los seis procesos fundamentales de una manera visual y 
práctica tanto para el terapeuta como para el cliente. De acuerdo con el manual para intervenir a 
través de la matriz, existen cuatro pasos principales y dos pasos extra para aquellos momentos 
donde el terapeuta identifica que el cliente requiere de mayor acompañamiento. A continuación, 
se hará un breve resumen de cada uno de los pasos que proponen los autores. 
Introducir el punto de vista. En esta primera sesión se presenta el punto de vista de 
flexibilidad psicológica al cliente y se completan los cuatro cuadrantes de la matriz. Se inicia 
dibujando el eje horizontal que representa la dirección en la cual se puede dar la conducta de la 
persona: hacia lo que es importante para ella (derecha, reforzamiento positivo) o lejos de lo que 
le genera malestar (izquierda, reforzamiento negativo). Posterior a esto, se dibuja la línea 
 
 
horizontal para demarcar los cuadrantes. Luego, se completan los cuadrantes, comenzando por el 
inferior derecho, seguido del inferior izquierdo, seguido del superior izquierdo y finalizando con 
el superior derecho. 
En el cuadrante inferior derecho se identifican los valores del cliente, personas y cosas 
que ella reconozca como valiosas e importantes. En el cuadrante inferior izquierdo, se identifican 
aquellas cosas de la experiencia interna (pensamientos, emociones, sensaciones) que alejen a la 
persona de sus valores. En el cuadrante superior izquierdo se ubican las acciones observables que 
la persona realiza cuando emergen las experiencias internas displacenteras, y finalmente en el 
cuadrante superior derecho, se identifican las acciones que la persona podría hacer para dirigirse 
a los valores que identificó en el primer cuadrante. La tarea asignada de esta primera sesión es 
que la persona note o se dé cuenta de sus conductas de acercarse o de alejarse. 
Comprender la efectividad de las conductas de alejarse. En esta segunda sesión se 
vuelve atrabajar directamente sobre la matriz y se favorece la identificación de la efectividad a 
corto y largo plazo de las conductas de alejarse del cliente. También, se identifica la efectividad 
de estas conductas en acercarlo hacia lo que ha identificado como importante. En este proceso, se 
identifican los círculos viciosos en los que el cliente se ha mantenido a lo largo del tiempo. En 
oposición a la primera sesión, en esta sesión se propone el uso de la metáfora del hombre en el 
hoyo para comprender lo identificado en sesión. 
Como tarea de esta sesión, se deja al cliente que note o se dé cuenta de la efectividad de 
sus conductas de alejarse en el momento en el que suceden. Dado que las tareas de la matriz son 
sumatorias, también se promueve que siga realizando la tarea dejada en el primer encuentro. 
Los anzuelos y el problema de los intentos de control. Esta tercera sesión se enfoca 
principalmente en promover la defusión cognitiva mediante la introducción de la metáfora de los 
 
 
anzuelos y el uso de un formato específico para que la persona realice de manera práctica lo que 
se dialogó en sesión. La tarea dejada en esta sesión es que la persona note o se dé cuenta de los 
momentos en los que muerde el anzuelo y su actuar posterior, así como seguir practicando las 
tareas dejadas en las dos sesiones anteriores. 
Aikido Verbal. Esta sesión la identifican los autores como la sesión central del proceso 
de la matriz. Aquí, se presenta la analogía con el marcial Aikido, y se presenta un formato con 
siete preguntas que pretende ayudar a las personas a “sortear” su experiencia. Las preguntas son: 
(a) ¿Qué notaste con tus cinco sentidos?, (b) ¿Qué anzuelos notaste? (c) ¿Cómo se siente(n) 
ese(esos) anzuelo(s)? ¿Dónde se siente en tu cuerpo? (d) ¿Qué se te puede ver haciendo cuando 
muerdes el anzuelo? (e) ¿Qué veríamos hacer a la persona que quieres ser? (f) ¿Porqué o por 
quién es importante que hagas eso? (g) ¿Cómo se siente esa importancia? ¿Dónde se siente en tu 
cuerpo? (h) A lo largo de la sesión se realizan de dos a tres rondas de Aikido Verbal guiado por 
el terapeuta. La tarea central es que el cliente logre practicar estas preguntas con su experiencia 
de momento. 
Entrenando la autocompasión. Esta sesión se ofrece como comodín en caso de que el 
terapeuta considere necesario entrenar al cliente en otras habilidades. A través de la metáfora de 
la mamá gato, se promueve una postura compasiva por parte del cliente hacia aquellos 
componentes de su experiencia interna que le generan malestar. La tarea de esta sesión consiste 
en practicar esta postura con la experiencia negativa que surja en el momento. 
Aprovechando el poder de la toma de perspectiva. En esta última sesión, se realiza lo 
que los autores nombran como la “entrevista de la toma de perspectiva”. En esta entrevista se 
tiene como propósito “preparar” al consultante para una situación futura altamente probable, 
“teletransportarlo” allí y permitir que se genera un diálogo entre el consultante y su “yo” de esa 
 
 
situación. Esto tiene como principal objetivo favorecer una postura de aceptación y 
autocompasión mediante el diálogo que el consultante pueda utilizar cuando deba atravesar ese 
momento. La tarea principal consiste en que el cliente realice dicho diálogo en la situación 
elegida. 
Evidencia Empírica Matriz de ACT 
 La evidencia a favor del uso de la matriz de ACT para intervenir múltiples 
problemáticas en este momento es altamente favorable. Un estudio piloto realizado por Levin, 
Pierce, y Schoendorff (2017), evaluó la efectividad inicial de la matriz en el aumento de 
conductas dirigidas a cambiar hábitos de dieta y el ejercicio. La intervención tuvo una duración 
de dos semanas, a través de una aplicación móvil para celular. La idea de la intervención era 
favorecer la discriminación entre conductas de evitación y conductas dirigidas a valores 
mediante tres recordatorios diarios. La aplicación enviaba tres recordatorios diarios en horarios 
aleatorios entre las 9am y las 9pm. Los participantes debían elegir entre las opciones “hacia” o 
“lejos de”; en caso de reportar una conducta “hacia”, debían ranquear entre “fácil”, 
“relativamente difícil” y “muy difícil” la dificultad que les había representado realizarla. Los 
resultados permitieron concluir que la matriz de ACT administrada virtualmente aumenta la 
conductas dirigidas a valores y disminuye las conductas de evitación experiencial con el paso del 
tiempo, principalmente en personas que mostraron mayor facilidad en la identificación de 
valores personales previo al uso de la aplicación. 
En un segundo estudio, Krafft et al. (2017), evaluaron la efectividad de la matriz en dos 
versiones distintas (una simple y la otra compleja), incluyendo dos tipos de participantes 
(personas buscando ayuda, y personas que recibía crédito por utilizar la plataforma SONA). La 
primera versión fue idéntica a la utilizada en el estudio previamente mencionado, no obstante, la 
 
 
dificultad de realizar una conducta dirigida a valores se evaluó valor en una escala de 1(fácil) – 
100 (muy difícil). La segunda incluyó las mismas características de la primera versión, y junto 
con esto incluyó un recordatorio de revisión diaria a las 8pm que pedía a los participantes evaluar 
su habilidad de haberse dirigido a sus valores, el nivel de obstáculos internos experimentados, y 
su habilidad para dirigirse hacia lo que era importante ese día. Adicional a esto, había la opción 
de identificar metas diarias, y actividades rápidas de valores, aceptación y mindfulness que los 
participantes podían acceder en cualquier momento del día. Los resultados indicaron que las 
personas que buscaron ayuda y fueron asignadas a cualquiera de las versiones de la aplicación, 
mostraron mayor aumento de conductas dirigidas a valores, y disminución de síntomas de 
ansiedad, depresión, malestar y estrés. 
Tres estudios adicionales evaluaron la efectividad de la matriz en niveles de ansiedad y 
calidad de vida de pacientes con síndrome del intestino irritable (Mirsharifa et al., 2019), y en 
conductas relacionadas con salud (Barreto et al., 2019; Barreto & Gaynor, 2019). En el primer 
estudio se realizaron las seis sesiones propuestas de Polk et al. (2016), cada una de duración de 
90 minutos. Los resultados mostraron alta efectividad de la matriz en disminuir niveles de 
ansiedad y aumentar niveles de calidad de vida percibida. Las segunda investigación consistió en 
la aplicación de la matriz de ACT utilizando un diseño de caso único con cuatro participantes. La 
intervención se basó únicamente en una sesión. Los autores reportaron resultados favorables para 
tres de los cuatro participantes. Por su parte, la tercera investigación fue una continuación de la 
segunda, con el objetivo de evaluar la efectividad de esta modalidad de aplicación de la matriz, 
en un ensayo clínico abierto con 40 participantes. Los resultados mostraron que, posterior a la 
intervención, los participantes reportaron mayor seguridad en poder realizar un cambio 
conductual orientado a la salud, y al seguimiento mensual, manifestaron cambios puntuales 
 
 
relacionados con la salud y autocuidado, así como mayores niveles de satisfacción. En conjunto, 
estas investigaciones continúan respaldando el uso de la matriz en diversas poblaciones con 
diversas problemáticas. 
Finalmente, Levin et al. (2020) se interesaron por ver la efectividad de la matriz en el 
aumento de conductas dirigidas a la salud mediante una aplicación móvil. Los resultados 
mostraron resultados preliminares sobre la utilidad de la matriz en promover conductas 
saludables (Levin et al., 2020). Por su parte, Khaledinia et al. (2021), compararon la efectividad 
de la matriz y la efectividad de la activación conductual en depresión y calidad de vida de 
estudiantes. Los resultados mostraron efectividad de las dos aproximaciones en la disminución 
de síntomasdepresivos y aumento de calidad de vida (Khaledinia et al., 2021). Por último, 
Kurumiya et al. (2022), evaluaron la efectividad del protocolo de seis sesiones de la matriz 
versión online en el aumento de conductas dirigidas a valores de madres, adherencia a la 
intervención, estrés parental y flexibilidad psicológica de japonesas viviendo en Estados Unidos. 
Los resultados mostraron que la matriz administrada vía online fue efectiva en mejorar las cuatro 
variables (Kurumiya et al., 2022). 
En resumen, a pesar de ser una intervención relativamente reciente, la matriz ha 
despertado el interés de la comunidad investigativa en evaluar su utilidad y efectividad en el 
tratamiento de múltiples problemáticas. Todos los estudios aquí reportados sumaron evidencia a 
favor del uso de la matriz de ACT para utilizarse como protocolo de intervención. 
Aspectos conceptuales de ACT en la insatisfacción corporal 
La insatisfacción corporal actualmente, desde ACT, se define como un constructo 
complejo que consiste en la evaluación negativa del peso y la figura propios (Pearson et al., 
2010). Teniendo esto en cuenta, la intervención de la insatisfacción corporal desde ACT se 
 
 
focaliza en favorecer que las personas observen y acepten sus experiencias internas en relación 
con su insatisfacción corporal, y pueda redireccionar su comportamiento hacia sus valores 
(Griffith, 2015). Una de las propuestas específicas de ACT para el tratamiento de la 
insatisfacción corporal se llama exposición al espejo basada en la conciencia plena (Delinsky & 
Wilson, 2006). Esta técnica permite a la persona dar cuenta de los pensamientos que tienen hacia 
sus cuerpos y verlos como “solo pensamientos” en lugar de la “verdad”, facilitando el proceso de 
defusión (Pearson et al., 2010). 
Sumado a lo anterior, desde ACT se habla sobre el concepto de flexibilidad de la imagen 
corporal (Linardon et al., 2021; Webb, 2015). Este concepto se ha definido como la 
discriminación y aceptación de las sensaciones, percepciones, sentimientos, pensamientos y 
creencias que comprenden la experiencia corporal en un momento determinado, mientras se 
orienta el comportamiento hacia dominios de vida valiosos para la persona (Sandoz et al., 2019). 
Dado que este término se introduce desde el marco de ACT, encuentra sus raíces en el ya 
mencionado concepto de la flexibilidad psicológica (Sandoz et al., 2019). En el marco de la 
flexibilidad psicológica, se ha construido un instrumento específico para poder medir en la 
investigación e intervención el constructo de la flexibilidad de la imagen corporal llamado 
Cuestionario de Aceptación y Acción de la Imagen Corporal (BI-AAQ por sus siglas en inglés; 
Sandoz et al., 2013). Este cuestionario incluye 12 preguntas encaminadas a evaluar el espectro de 
la inflexibilidad-flexibilidad psicológica relacionadas con la imagen corporal. 
Sandoz et al. (2019) ofrecen una breve revisión de estos estudios que, utilizando el BI-
AAQ, han logrado determinar que la flexibilidad de la imagen corporal se relaciona 
positivamente con otros constructos asociados a la imagen corporal positiva. Los resultados de 
estas investigaciones han mostrado que adecuados niveles de flexibilidad de la imagen corporal 
 
 
se relaciona con la compasión hacia el propio cuerpo (Altman et al., 2020), la alimentación 
intuitiva (Webb & Hardin, 2016), y la flexibilidad psicológica (Sandoz et al., 2013) por 
mencionar algunos. Por el contrario, bajos niveles de flexibilidad de la imagen corporal se han 
visto asociados a mayores niveles de insatisfacción corporal (Lee et al., 2017), vergüenza de la 
figura (Webb & Hardin, 2016), deseos por adelgazar (Ferreira et al., 2011), y preocupación por 
el peso y la comida (Sandoz et al., 2013). 
Lo anterior ha permitido concluir que la flexibilidad de la imagen corporal se configura 
como un factor protector para el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) 
(Sandoz et al., 2019). En la siguiente sección se expondrán a mayor detalle varios estudios 
interesados en intervenir la insatisfacción corporal utilizando ACT, algunos de ellos teniendo 
dentro de sus objetivos principales el aumento de la flexibilidad de la imagen corporal. 
Terapia de aceptación y compromiso en la insatisfacción corporal: Diseños de grupo 
Múltiples investigaciones aplicando ACT se han interesado por intervenir la 
insatisfacción corporal. Por ejemplo, Merwin et al., (2023) evaluó la relación entre los cambios 
en la flexibilidad de la imagen corporal (FIC) y los resultados de intervención en un grupo que 
recibió una terapia digital temprana para los TCA basada en ACT, en comparación a un grupo en 
lista de espera. Las variables de interés fueron la preocupación por el peso, la severidad de 
síntomas de TCA, y la flexibilidad con la imagen corporal. Los resultados de la investigación 
mostraron una disminución significativa en la preocupación por el peso en el grupo que recibió 
la intervención en comparación al grupo de la lista de espera. Además de esto, se observó que 
una mayor flexibilidad de la imagen corporal (FIC) es un proceso mediante el cual la 
sintomatología de los TCA mejora en mujeres intervenidas con ACT. Aún más, los resultados 
indicaron un efecto mediador de la FIC entre la adherencia a la intervención y las mejores con la 
 
 
insatisfacción por el peso. También, los autores reportan interacción entre la FIC y el grupo de 
intervención, dado que se encontró una relación más fuerte entre la FIC y disminución en las 
preocupaciones por el peso en el grupo de ACT. Por último, se identificó que los cambios en la 
FIC predijeron mejoría en la gravedad de síntomas de TCA al seguimiento mensual. Teniendo en 
cuenta estos resultados, los autores concluyen que posiblemente una intervención que incrementa 
la FIC no solamente podría reducir preocupaciones por el peso, sino también prevenir el 
agravamiento de síntomas de TCA. 
En otro estudio, Fogelkvist et al., (2016) examino los predictores de los resultados de una 
intervención orientada a la imagen corporal basada en ACT en mujeres diagnosticadas con TCA. 
Las participantes fueron asignados aleatoriamente al grupo ACT o al grupo del tratamiento de la 
clínica (TAU). Los resultados arrojaron datos a favor de la efectividad de la intervención de ACT 
en los síntomas de TCA. Más específicamente, reportaron que aquellas mujeres participantes del 
grupo de ACT, en oposición a las que se mantuvieron en el TAU, mostraron una disminución 
significativa de síntomas al seguimiento. Otras características importantes de la población que 
mostró mejores resultados fueron la edad, el tiempo de tratamiento previo a la asignación 
aleatoria, y los puntajes de depresión (entre más jóvenes, menor tiempo de tratamiento previo y 
menores niveles de depresión indicados por la MADRS-S, mejores resultados). 
Por otra parte, Fang et al.,(2022) evaluó la relación entre la fusión/defusión cognitiva, la 
flexibilidad psicológica y la percepción negativa de la imagen corporal en población universitaria 
en China que recibieron psicoterapia basada en ACT en modalidad grupal. Los participantes 
fueron asignados de manera aleatoria al grupo ACT o a grupo control. En los resultados de pudo 
observar que tanto la fusión cognitiva como la inflexibilidad psicológica predijeron la 
insatisfacción corporal en los participantes con mayor imagen corporal negativa. También, los 
 
 
autores reportaron que la defusión cognitiva sirvió como predictor de mejoras en la imagen 
corporal negativa; a pesar de que la flexibilidad psicológica aumentó posterior a la intervención 
de ACT, la mejora en la actitud hacia la imagen corporal fue mediada por la defusión. Por 
último, se encontró que la intervención de ACT sí moduló el procesamiento implícito de los 
constructos de gordura y delgadez, que se identifican como especiales en la cultura china. 
Adicionalmente, Rezaeisharif et al.(2021) investigó si una intervención de ACT era efectiva en 
reducir los trastornos de la imagen corporal en niñas adolescentes. De acuerdo con los resultados 
del estudio, los autores concluyeron que la intervención basada en ACT es efectiva es reducir la 
insatisfacción física y el miedo a la evaluación negativa en niñas adolescentes con altos niveles 
de insatisfacción corporal (Rezaeisharif et al., 2021). 
Por su parte, Selvi et al. (2021) evaluó la eficacia de un curso educacional basado en 
ACT para la insatisfacción corporal en mujeres entre los 18-55 años. En el primer estudio los 
participantes se asignaron de manera aleatoria a una de cuatro condiciones: programa de 12 
semanas de autoayuda guiada, programa de 16 semanas de autoayuda guiada, programa de 16 
semana de autoayuda pura (no guiada), y lista de espera. Los autores reportaron efectividad de 
los tres formatos de autoayuda en reducir puntajes en figura corporal en comparación a la lista de 
espera. En cuanto a las demás variables medidas, se observó reducción en síntomas depresivos y 
aumento en satisfacción con la vida, autoestima y calidad de vida, no obstante, no se encontraron 
diferencias significativas entre las condiciones activas y el grupo de lista de espera. 
Adicionalmente, el grupo de 16 semanas no mostró mejores resultados en comparación al grupo 
de 12 semanas de autoayuda guiada. 
En el segundo estudio, Selvi et al. (2021) evaluaron la efectividad de un curso de 
autoayuda guiado de 12 semanas con y sin acceso a foros de discusión. En los resultados 
 
 
intragrupales se evidenció una disminución significativa en niveles de insatisfacción corporal y 
depresión, y aumento significativo en satisfacción con la vida y autoestima en ambos grupos. Sin 
embargo, no se observó diferencias significativas en cada grupo, significando que el acceso a 
foros de discusión no fue una variable que contribuyera a la eficacia del curso. A modo general, 
Selvi et al. (2021) concluyeron que un curso de autoayuda basado en ACT puede reducir niveles 
de insatisfacción corporal, a pesar de que su efecto en otras variables relevantes no sea tan claro 
aún. También, se concluyó que la duración, el tipo de formato y el acceso a otros espacios de 
discusión no fueron variables que influyeran en la efectividad de esta modalidad. 
Sumado a estos estudios, Tang et al. (2022) exploraron el papel mediador de la 
insatisfacción corporal y la flexibilidad de la imagen corporal en la relación entre el peso y la 
restricción alimentaria en adultos jóvenes de China. Como resultado principal, los autores 
reportaron un papel mediador tanto de la insatisfacción corporal como de la flexibilidad de la 
imagen corporal en la relación entre el IMC y la restricción alimentaria, siendo el modelo apto 
tanto para mujeres como para hombres. Se concluyó que tanto la insatisfacción corporal como la 
flexibilidad con la imagen corporal pueden ser mecanismos potenciales de tratamiento. 
Fogelkvist et al. (2020) indagaron sobre la efectividad de una intervención basada en ACT en la 
disminución de síntomas de TCA y problemas con la imagen corporal en pacientes mujeres con 
síntomas de la conducta alimentaria residuales. Esta investigación mostró que una intervención 
basada en ACT enfocada en la insatisfacción corporal y reducción de síntomas residuales de 
TCA fue efectiva. Las pacientes asignadas al grupo ACT mostraron disminución en todos los 
síntomas a excepción de restricción y autovaloración negativa, pero reportaron menor uso de 
servicios de salud especializados, lo que sugiere un efecto positivo al largo plazo de la 
intervención de ACT. 
 
 
Estudios adicionales evaluaron la efectividad de ACT o uno de sus componentes en la 
insatisfacción corporal (Fogelkvist et al., 2016; Mancuso, 2016; Margolis & Orsillo, 2016). El 
primer estudio, de Fogelkvist et al. (2016) evaluó de forma cualitativa la opinión de las 
participantes acerca de su imagen corporal. De acuerdo con los análisis, los autores encontraron 
que la percepción de la imagen corporal de las participantes antes y después del tratamiento se 
mantuvo similar. También, se encontró que la mayoría describió cambios en su imagen corporal 
posteriores a la intervención, o que seguían igual de insatisfechas pero que esto era menor 
importante y lograban dirigir su atención a otras áreas importantes. Finalmente, los autores 
reportaron que las participantes indicaban percepción de utilidad frente a las herramientas 
adquiridas en la intervención. Por otra parte, Margolis y Orsillo (2016) evaluaron la efectividad 
de una intervención breve basada en la aceptación para la insatisfacción corporal en mujeres 
universitarias. Los resultados mostraron que tanto la estrategia basada en aceptación como la 
estrategia de reestructuración cognitiva tienen el potencial para proteger a las estudiantes 
universitarias de incrementos en los niveles de insatisfacción corporal comunes a ese grupo 
poblacional. 
En esta misma línea, Mancuso (2016) quiso determinar si la inflexibilidad de la imagen 
corporal mediaba la relación entre la evaluación de la imagen corporal y estrategias 
desadaptativas de la imagen corporal (fijación en la apariencia y evitación experiencial) en 156 
mujeres universitarias. Los resultados de este estudio fueron similares a Tang et al. (2021). Es 
decir, se encontró que la inflexibilidad de la imagen corporal tiene un papel mediador en la 
relación entre la evaluación de la imagen corporal y estrategias de afrontamiento mal adaptativas. 
De acuerdo con Mancuso, estos resultados permitirían ver que aquellos individuos que están 
 
 
menos dispuestos a experimentar una autovaloración negativa de su apariencia tienen más 
probabilidades de realizar comportamientos mal adaptativos. 
Finalmente, Mandavia et al. (2015) aplicó una técnica de defusión cognitiva, repetición 
vocal rápida de la palabra “leche”, en el decremento de la función negativa de pensamientos 
sobre la imagen corporal. Los resultados mostraron que los participantes asignados a la primera 
condición reportaron menores niveles de malestar asociados al pensamiento negativo 
previamente identificado. También, los participantes asignados a la condición experimental 
mostraron menores niveles de credibilidad hacia el pensamiento que las otras cuatro condiciones. 
Como conclusiones generales, lo autores reportan la efectividad de la defusión cognitiva y más 
aún, la importancia de utilizar la repetición vocal rápida para cambiar el malestar, credibilidad, y 
favorecer el distanciamiento del pensamiento negativo. Por su parte, Pearson et al. (2012) 
realizaron un estudio piloto basado en ACT para la insatisfacción corporal y actitudes de 
trastornos alimentarios en mujeres con sobrepeso u obesidad. Los resultados mostraron que la 
intervención basada en ACT fue significativamente superior a la de lista en espera en la 
reducción de pensamientos negativos relacionados con trastornos alimentarios y ansiedad por el 
cuerpo. 
En resumen, todos los estudios descritos muestran que la insatisfacción corporal se 
reconoce como una variable relevante a intervenir en diferentes partes del mundo; a su vez, las 
investigaciones mencionadas reconocen las intervenciones basadas en ACT o en alguno de sus 
seis procesos, como efectivas y superiores en disminuir niveles de insatisfacción corporal, 
principalmente en población femenina. Esto permite suponer que ACT muestra significativa 
evidencia a favor para intervención en insatisfacción corporal. Resulta entonces importante 
 
 
evaluar otros protocolos basados en ACT para determinar su efectividad en la intervención de 
esta problemática. 
Terapia de aceptación y compromiso en la insatisfacción corporal: Diseños de caso único 
Hasta el momento el número de estudios de diseños de caso en insatisfacción corporal es 
prácticamente inexistente, sin embargo se han realizado varios estudios con este tipo