Logo Studenta
¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
El agresor disfórico–límite y su relación con la violencia de género. Análisis del Programa de Intervención para el Agresor (PRIA).
Autor/a: Rodrigo Martín Fernández.
Director/a: Alied Ovalles Rincón. 
5º Piscología y Criminología.
Madrid, 2020.
El agresor disfórico–límite y su relación con la violencia de género. Análisis del Programa de Intervención para el Agresor (PRIA).
Resumen: el presente trabajo describe la violencia de género que caracteriza al agresor del tipo disfórico-límite e intenta sugerir medidas en la intervención de su reincidencia y prevención, evaluando la eficacia del Programa de Intervención para el Agresor (PRIA) usado en los Centros Penitenciarios de España. Este tipo de agresor se caracteriza por ser pasivo-agresivo, inestable emocionalmente, y tener problemas de autocontrol. Se exploran las distintas teorías etiológicas y criminológicas que permiten explicar su comportamiento agresivo, destacando postulados sociales, culturales, ambientales, biológicos y psicológicos. Se analizan las once unidades de intervención que se aplican dentro del Programa PRIA para sugerir sobre ellas la intervención de este tipo de agresor, enfatizando en su aceptación, reconocimiento y responsabilidad por el daño causado e interviniendo de forma individualizada en su control de la ira, creencias distorsionadas sobre la mujer y la justificación de la violencia. Se concluye que es posible establecer un nuevo enfoque terapéutico-criminológico que permita la rehabilitación y reeducación acorde a las particularidades de estos infractores. 
Palabras clave: Violencia de género, agresor disfórico, tratamiento penitenciario, etiología criminológica, PRIA. 
 The dysphoric aggressor-limit and its relation with gender violence. Analysis of the Intervention Program for the Aggressor (PRIA).
Abstract: the present work describes the gender violence that the aggressor of the dysphoric- limit and it also tries to suggest measures in the intervention of their recidivism and prevention, evaluating the effectiveness of the Intervention Program for the Aggressor used in the penitentiary centers of Spain. This type of aggressor is characterized by being passive-aggressive, emotionally unstable, and having self-control problems. It explores the different etiological and criminological theories that allow to explain their aggressive behavior, underlining the social, cultural, environmental, biological and psychological postulates. The eleven intervention units that are within the PRIA Program are observed, suggesting about the intervention of this type of aggressor, emphasizing their acceptance, recognition and responsibility for the damage and individually intervening in their anger control, distorted beliefs on women and the justification of violence. It is concluded that it is possible to establish a new therapeutic-criminological approach that allows rehabilitation and reeducation according to the particularities of these offenders.
Key words: Gender-based violence, dysphoric aggressor, treatment in prison, criminological etiology, PRIA.
Índice 
1. Introducción …………………………………………………………………………..4 
2. Metodología ……………………………………………………………………...…...6
2.1 Justificación………………………………………………………………….6
2.2 Objetivos……………………………………………………………………..7
2.3 Tipo de trabajo……………………………………………………………….7
2.4 Método……………………………………………………………………….7
2.5 Análisis………………………………………………………………………8
3. Capítulos de contenido ……………………………………………………………….8 
3.1 La violencia………………………………………………………………….8
3.2 El agresor ……………………………………………………………………9
 3.2.1. Clasificación de los agresores de violencia de género…………………………9
4. Las teorías criminológicas y su relación con el agresor disfórico-límite…………....12
4.1 Teorías ambientales o contextuales………………………………………...13
4.2Teorías sociales……………………………………………………………...15
4.3. Teorías psicológicas – individuales…………………..................................16
5. El Programa de Intervención con Agresores (PRIA)………………………………..19
5.1 Breve descripción del Programa…………………………………………....19
5.2Material inicial para el terapeuta……………………………………………20
5.3 Evaluación de la intervención del Programa……………………………….20
5.4 Unidades de intervención terapéutica………………………………………21
6. Discusión…………………………………………………………………………….23
7. Referencias bibliográficas………………………………………………………...…29
1. Introducción
El tema que se va a tratar pretende destacar la relación entre la violencia de género y el agresor del tipo disfórico-límite (límite). La selección de esta temática se debe a la gran repercusión que tiene la violencia sobre la mujer en nuestra sociedad (Bosh y Ferrer, 2000; 2003). A su vez, cabe destacar que el empleo del concepto se está expandiendo de forma descontrolada y desregulada, afectando a su verdadero contenido y a la importancia jurídico-social que conlleva su uso. (Espinar y Mateo, 2007). Por ello conviene diferenciar entre “género” y “sexo”. Este último se refiere a los rasgos biológicos y naturales de hombres y mujeres (Lamas, 1999); mientras que el primero hace referencia a la construcción sociocultural sobre la base biológica adquirida previamente, es decir, los roles, los comportamientos, las funciones, las actitudes y las identidades que cada sociedad atribuye a cada sexo. (Espinar y Mateo, 2007). 
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) considera la violencia de género como todo acto de violencia originado en la desigualdad de género y que acarrea consecuencias físicas, sexuales y/o psicológicas, tanto en la vida pública como en la privada. (Artículo 1. Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Naciones Unidas, 1993). Son tres los elementos jurídico–penales que hay que distinguir en este tipo de violencia: la intencionalidad del comportamiento; el daño físico, sexual o psicológico sobre la mujer; y la necesidad de que el victimario masculino mantenga o haya mantenido una vinculación sentimental con la víctima. 
En España, lo relacionado con la violencia de género se encuentra tipificado en la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (LIVG), que a pesar de que la define de la misma manera que la ONU, resalta la importancia de los actos privativos de libertad y su tipicidad delictiva. 
Asimismo, los organismos formales de control señalan el relevante interés por trabajar específicamente esta temática desde una perspectiva criminológica, en concreto, debido al alto número de afectadas durante el año 2019. Durante este hubo 55 víctimas mortales asesinadas por sus parejas o exparejas en España, que a su vez provocó la orfandad de 46 menores. Solo 11 de las víctimas mortales presentaron denuncia, y la mayoría de las asesinadas (65,5%) convivían con su agresor. (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, 2019). De estos datos se puede inferir que la intervención en esta materia no está siendo suficiente, por lo que se cree necesario insistir en la prevención o, por lo menos, evitar la reincidencia favoreciendo el análisis de los programas de tratamiento que se aplican en los Centros Penitenciarios.
Teniendo como base la clasificación de Holtzworth-Munroe (1994) se van a recoger las principales etiologías psicosociales de este agresor, dando especial importancia a problemas como la impulsividad, irascibilidad, inestabilidad emocional y una sintomatología cambiante. (Amor, Echeburúa y Loinaz, 2009). Asimismo, su prevalencia se encuentra entre el 15% y el 25% del total de victimarios clasificados por Holtzworth-Munroe y Stuart (1994). Por ello, es necesario establecer una evaluación y un tratamiento adecuado a sus demandas, para en la medida posible abordar la complejidad diagnóstica y evitar la repetición de conductas violentas una vez el agresor ha sido penado. En este sentido, los datos aportados por el Ministerio del Interior para el año 2017 señalan que la reincidencia de estos comportamientos violentos se sitúa en un 8.4% al año de la excarcelación, un 50% a los cinco años y un 60% pasados diez años.Por consiguiente, el trabajo se centra en el estudio descriptivo y etiológico del victimario disfórico-límite desde una perspectiva criminológica, utilizando teorías biológicas, sociales y psicológicas. La información de este se estructura de la siguiente manera: en primer lugar, la metodología, los objetivos, la justificación sobre la elección del tema y su importancia para la criminología y, por último, la metodología en la selección del Programa de Intervención para Agresores de Género (PRIA) creado por el Ministerio del Interior y orientado al tratamiento penitenciario. A continuación, se presentan los capítulos de contenido del trabajo como la fundamentación teórica; las tipologías de victimario y los principales factores causantes del tipo delictivo, destacando explicaciones ambientales, culturales, sociales (rol de género), las relaciones sistémicas, la teoría ecológica de Bronferbrenner; y las teorías psicológicas-individuales. Posteriormente, se realiza un análisis del Programa PRIA destacando debilidades y fortalezas, acompañado de posibles modificaciones que son favorables a la hora de intervenir con el agresor disfórico-límite. En último lugar, se mencionan las conclusiones extraídas de la investigación teórica.
2. Metodología.
2.1 Justificación.
Como complemento a una primera parte descriptiva de la relación entre agresor disfórico y la violencia de género, se realiza un detallado análisis de la principal herramienta terapéutica (PRIA) propuesta por Instituciones Penitenciarias, con el fin de comprender el origen, la razón y los distintos enfoques rehabilitadores de dicho comportamiento. 
La tipología de victimario propuesta por Holtzworth-Munroe y Stuart (1994) se sigue tomando en consideración y es el eje de clasificación sobre el que gira el trabajo, centrándose especialmente en el perfil disfórico por las siguientes razones:
1. Por la imprevisibilidad de sus ataques agresivos dirigidos hacia su núcleo de convivencia, lo que hace complicado establecer un patrón que permita analizar sus comportamientos. Además de ser un victimario al que no se le ha prestado la suficiente atención debido a su dificultad diagnóstica.
2. Por la peculiaridad del agresor disfórico-límite (inestabilidad afectiva, decisiones maniqueas, desregulación interpersonal, etc.) es fundamental revisar exhaustivamente el programa de intervención PRIA y comprobar que su impartición se ajusta a esta tipología en concreto y a las demandas sociales para su reeducación y reinserción.
Desde la perspectiva victimológica, este tipo de agresor no solo es un factor de riesgo para la mujer, sino que expande su afectación a terceras personas y a los sistemas de control. Su personalidad desestructurada hace tremendamente compleja su intervención y ocasiona un pronóstico incierto debido a su falta de consistencia. (Amor, Echeburúa y Loinaz, 2009). Por otro lado, el tipo de agresión (confusa y desestabilizante) genera en la víctima sentimientos de ambivalencia, que repercuten directamente en su salud psicológica y familiar. (Águila, Hernández y Hernández, 2016).
De igual manera, a nivel de política criminal se requiere que el órgano competente del Estado conozca las características específicas del victimario disfórico y en base a esta comprensión actúe en consecuencia, con medidas legislativas y penales que favorezcan su desarrollo y mejoría. 
2.2 Objetivos.
El objetivo principal del trabajo consiste en analizar el Programa de Intervención para Agresores (PRIA) y sugerir medidas que favorezcan la resocialización del agresor disfórico-límite. También se propone:
- Describir la relación entre el agresor disfórico-límite y la violencia de género.
- Determinar los factores criminógenos del agresor disfórico- límite.
- Formular medidas de intervención para evitar la reincidencia en los agresores del tipo disfórico-límite. 
2.3 Tipo de trabajo.
El trabajo cumple todos los elementos del tipo de investigación cualitativa, es decir, se usa como método, principalmente, la recopilación de información documental que permite la comprensión del comportamiento agresivo. Lo ideal sería realizar un trabajo con metodología mixta, desarrollando una parte empírica, para que, de forma fiable y con validez estadística, se puedan sugerir mejoras en los programas de intervención de agresores, pero el tiempo y los permisos burocráticos necesarios para implementar este tipo de método no son favorables.
2.4 Método.
Para conocer el contenido del Programa PRIA, primeramente, se ha accedido a la Web del Ministerio del Interior y, del contenido de este, se han seleccionado las variables terapéuticas relevantes relacionadas con la intervención con agresores disfóricos-límites. De igual forma y por la misma Web, se revisan las cifras de reincidencia de este tipo de agresor en comparación con un grupo control que recibió el tratamiento PRIA, así como el análisis de las reincidencias señaladas en el Anuario Estadístico del Ministerio del Interior. Además, se han utilizado buscadores como PsycINFO, Psicodoc, Scopus y Aranzadi, utilizando palabras clave como: violencia de género, agresor disfórico, tratamiento penitenciario y teorías criminológicas.
 
2.5 Análisis.
Los análisis cualitativos que se realizan del Programa PRIA se presentan en el punto de las discusiones y están relacionados con las sesiones terapéuticas ahí establecidas y su efecto en la intervención del agresor disfórico. 
3. Capítulos de contenido.
A partir de este inciso se van a abordar las bases teóricas que dan soporte al contenido del trabajo, centrándose en dos temáticas: la violencia y sus modalidades, y la clasificación de agresores de género propuesta por Holtzworth-Monroe y Stuart.
3.1. La violencia.
 La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2002), la define como el uso intencional de la fuerza o poder físico (de hecho o amenaza) contra uno mismo, otra persona, grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastorno del desarrollo o privaciones. Existen diversas modalidades de ella, como son: la violencia institucional, en los medios de comunicación, infantil, de género, sexual, estructural, económica y verbal, entre otras. Sin embargo, nos centraremos en la violencia de género, que la misma OMS la divide en tres tipos
1. Violencia física, es la forma de agresión más notoria. Su principal característica es el daño material-físico sobre la mujer, especialmente ocasionado por conductas agresivas. (Torres, 2001). 
2. Violencia psicológica, es el conjunto de humillaciones, degradaciones, amenazas, coacciones, intimidaciones y devaluaciones que lleva a cabo el hombre sobre la mujer. (Echeburúa, Corral y Amor, 2004). 
En 1999, el Instituto de la Mujer estableció una diferenciación para detectar mejor los indicadores de violencia psicológica, dividiéndolos en: desvalorizaciones, que engloba cualquier acto comunicativo, conductual, emocional, relacional o cultural donde la mujer adquiera una valía inferior a la humana; y prohibiciones-control, haciendo referencia al control de las actividades y relaciones de la mujer a nivel económico, personal y doméstico. (Alberdi y Matas, 2002). 
Cabe resaltar que la violencia psicológica es más habitual que la física. Sin embargo, ambas generan consecuencias igual de graves en la víctima (Amor, Echeburúa, de Corral, Zubizarreta y Sarasua, 2002), teniendo en cuenta la dificultad de detectar las primeras.
 3. Violencia sexual, considerada por la OMS (2002) como cualquier tipo de comentario o insinuación no deseado, comportamientos sexuales sin aceptación mutua y cualquier método de comercialización y coacción sobre la libertad sexual de la mujer.
3.2 El agresor.
El victimario (o agresor) se entiende como la persona que ejerce un daño o perjuicio a otra, es decir, es aquel que comete un delito en el que existe una víctima directa. (Corral, 2011). 
3.2.1. Clasificación de los agresores de violencia de género, Holtzworth-Monroe y Stuart (1994) distinguieron tres tipos de agresores:
1. Agresorfamiliar, es el menos violento de todos, con poco consumo de sustancias y alcohol, escasos conflictos legales, su núcleo familiar es estable y del cual es muy dependiente. (Coral, 2011). En su infancia ha presenciado experiencias de agresión, siente remordimiento tras las conductas violentas. Tiene un carácter pasivo-dependiente, depresivo-evitativo y busca la continúa aprobación. (Holtzworth-Munroe y Stuart, 1994).
Es el agresor de género “normalizado” y en un primer momento no llama la atención. Stith, Jester y Bird (1992) denominan a este conjunto como amantes de la seguridad, ya que tiene una excesiva obsesión con la idea de pertenencia y núcleo familiar, lo que normalmente deriva en comportamientos paranoides. La violencia en estos casos tiende a enmascararse y pasar desapercibida, generando en muchos casos situaciones de indefensión aprendida. (Seligman y Maier, 1967). 
2. Agresor disfórico-límite, este agresor presenta un nivel de violencia moderado, ocurriendo habitualmente en el núcleo familiar. Destaca por tener problemas psicológicos, en concreto de tipo emocional, como depresión, problemas de autocontrol (ira e impulsos), celos, ansiedad, labilidad afectiva, inestabilidad relacional y miedo al rechazo. (Calvete y Orue, 2008). Su método de comunicación es pasivo-agresivo, generando desconcierto e incomprensión en sus relaciones. Muchos de sus síntomas coinciden con el Trastorno Límite de la Personalidad, establecido en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Desórdenes Mentales. (DSM-V).
Las tres características que mejor describen a este agresor son: 
a. Inestabilidad emocional, su sensibilidad emocional es volátil y lábil, vive de forma más intensa y emotiva todos los sucesos, generándole un constante cambio de emoción, inestabilidad, descontrol e incontinencia afectiva.
b. Impulsividad, su comportamiento se origina por la necesidad de liberar tensión y estrés, lo que produce conductas descontroladas y compulsivas, sobre las que no median la premeditación ni la consciencia de las consecuencias. (Squillace, Picón, y Schmidt, 2011). La desinhibición conductual y la falta de control ante circunstancias externas viene determinada, en muchas ocasiones y como complemento de condiciones psicofisiológicas, por el proceso madurativo en el cual el individuo va incorporando aspectos relacionados con la cultura de la violencia, la legitimidad de esta, la posición de desigualdad de la mujer, la justificación de un sistema patriarcal y el aprendizaje de modelos desadaptativos. (Etxebarría, 2003).
c. Irascibilidad, es la predisposición del sujeto a un estado de enfado, ira, descontento, alteración, frustración y enemistad. En el caso del agresor disfórico-límite se da como un rasgo de personalidad, es decir, como una característica estable y continua, mientras que en otros casos se da como estado, siendo algo momentáneo y causado por el contexto. (Spielberger, 2009). Esta diferenciación es esencial para distinguir comportamientos violentos, ya que es una característica egodistónica para el propio sujeto y se diferencia de la violencia instrumental que utiliza el agresor antisocial.
Además, se distinguen otras características como: el histrionismo y personalidad depresiva (Greene, Coles y Johnson, 1994, citado por Boira, 2010); patrón de conducta pasivo-agresivo/dependiente (Hamberger et al., 1996); Trastorno Narcisista de la Personalidad, obsesión sexual y presencia de rasgos paranoides. (White y Gondolf, 2000); maltratadores con problemas psicológicos crónicos, violencia reactiva y de gravedad media (Cavanaugh y Gelles, 2005); bajo control y escasa regulación emocional, especialmente de la ira. (Murphy, Taft y Eckhardt, 2007).
Para Corral (2011) y Amor et al., (2009), la correcta intervención sobre este tipo de agresor debe estar centrada en la aceptación y en el reconocimiento del daño generado, en el reforzamiento cognitivo de sus conductas y en la responsabilidad de los daños causados. Se deben crear estrategias de control de la ira, afrontar sus ideas irracionales y opiniones distorsionadas sobre la mujer y la violencia, hay que facilitar las herramientas y las estrategias para la solución de problemas, así como promover el trabajo cognitivo y emocional sobre los celos patológicos y la dependencia emocional.
3. Agresor violento/antisocial, destaca por un nivel elevado de violencia física, psicológica y sexual. En su mayoría está compuesto por hombres con un Trastorno Antisocial de la Personalidad (DSM-V), lo que significa numerosos arrestos, conductas criminales, desadaptación social y actuación intra y extrafamiliar. Corral (2011) afirma que conciben la violencia como medio de acceso a sus metas (violencia instrumental) y no tienen ningún sentimiento de culpa, responsabilidad o remordimiento una vez cometidos los hechos. 
Para sustentar esta clasificación Holtzworth-Monroe y Stuart (1994) presentaron una serie de dimensiones y correlatos que permiten determinar las características de las tres tipologías de victimario. Como dimensiones:
· Severidad de la violencia, aquí se evalúan los tipos de agresiones (psicológica, física y sexual) y la frecuencia con la que son emitidas sobre la mujer.
· Generalización de la violencia, se debe diferenciar si es violencia intrafamiliar o la conducta se realiza fuera del núcleo familiar. 
· Psicopatología presentada por el agresor, evalúa cuatro aspectos fundamentales: trastorno de la personalidad, abuso de alcohol y sustancias ilegales, depresión e ira.
Estas dimensiones permiten hacer una evaluación de la problemática, lo que posibilita determinar aquellos factores que inciden directamente en la violencia sobre la mujer y su posterior detección. También aporta claridad al tipo de tratamiento que debe recibir el victimario, ya que no es lo mismo una violencia psíquica e incluso física debida a problemas de agresividad/ansiedad que una conducta sexual violenta provocada por un trastorno de la personalidad y un consumo reiterado de sustancias ilegales.
Y los correlatos propuestos por estos autores son:
· Correlatos distales, engloban las experiencias de la infancia y su determinación e importancia en la actualidad. Aquí podemos apreciar: la herencia genética, esto es, el traspaso generacional de impulsividad y/o tendencia a la conducta violenta; las experiencias familiares en la infancia, dando especial importancia a la violencia descendente (de los padres hacia el infante) y el abuso o rechazo infantil; además de resaltar la relación con los iguales, especialmente conductas desviadas respecto a la normalidad e inicios en conductas criminales. (Corral, 2011).
· Correlato proximal, centrado en el momento de la conducta agresiva, se evalúan las características adultas, algunas de ellas precedidas por experiencias tempranas como: el estilo de apego maduro/adulto, importante para valorar los vínculos emocionales y relacionales (esta variable adquiere relevancia en el agresor disfórico-límite, su inestabilidad se origina en conflictos relacionales precoces, relacionado con el correlato distal); la dependencia y el factor empatía; la impulsividad, las habilidades sociales y, por último, la actitud de los hombres frente a las mujeres y la violencia.
4. Las teorías criminológicas y su relación con el agresor disfórico-límite.
La criminología como ciencia que estudia la conducta delictiva y antisocial, los mecanismos de control social del delito, la prevención de la criminalidad, el tratamiento del infractor y la reparación de la víctima. (Akers, 2000; Buil, 2016), debe abordar esta problemática desde una perspectiva bio-psico-social sobre el agresor disfórico-límite, para entender mejor el fenómeno de la violencia de género como conducta delictiva y poder así intervenir en cuanto a su detección, control y prevención. A continuación brevemente describimos algunas de las teorías relacionadas.
4.1 Teorías ambientales o contextuales.
a) La dinámica patriarcal, la mujer es sometida a una institucionalización y dominio del poder por parte del hombre. Afirman Facio y Fries(2005) que se trata de una constante subordinación social, individual y cultural de la mujer, añadiéndose la violencia, en sus diferentes formas, como mecanismo de dominación y mantenimiento de roles y estereotipos de género.
b) Triada de la violencia, según Corral (2011) denominada de esta forma, porque la violencia masculina puede dirigirse a tres tipos de sujetos distintos 
Mujeres y niños, la violencia ocurre en el microsistema, es decir, en el ámbito intrafamiliar y doméstico. La violencia es un mecanismo constante dentro de la familia, presentándose como agresiones físicas y verbales. Aquí se presenta la cosificación de la mujer, la subordinación social femenina, la instrumentalización de las conductas sexuales y los continuos comportamientos y actitudes vejatorias hacia las mismas provocan el aumento de la violencia sexual que en algunas ocasiones, se desplaza hacia la descendencia. (Hesise, 1994; Del Moral, 2017). En este grupo de víctimas se puede apreciar la participación del agresor disfórico-límite, ya que su inestabilidad le lleva a generar situaciones de tensión y ansiedad que gestionan mediante la violencia y la expresión desregulada de la ira en su familia
Hacia otros hombres, la masculinidad representa un factor de riesgo para el propio hombre. Esto es, que los hombres son la mayor fuente de victimización para los propios hombres. 
Hacia sí mismo, el uso de alcohol y drogas favorece la aparición de estados prodrómicos y enfermedades crónicas. A nivel biológico existe una mayor tendencia o predisposición hacia sentimientos de ira y enfado, provocando conductas antisociales y dañinas tanto para los demás como para uno mismo. (Garduño, 1994).
c) Triángulo de la Violencia, Galtung (1990) compone una teoría explicativa de la violencia basada en tres vértices:
Violencia directa, consiste en los comportamientos que atacan directamente las necesidades básicas del colectivo femenino, entre las que se pueden destacar: necesidad de supervivencia, necesidad de bienestar, necesidad de intimidad, la alienación de la identidad por una imposición de roles y la privación de la libertad individual. (Calderón, 2009). Las conductas disfóricas en su mayoría inciden en aspectos relacionados con la dependencia hacia la mujer y la negación de sus derechos individuales y en estados emocionales intensos la violencia se canaliza mediante agresiones físicas.
Violencia estructural, la dominación se convierte en el eje central sobre el que gira este tipo. Todas las disposiciones de ámbito social (estereotipos, discriminación, minusvaloración, emotividad femenina, cuidado de los hijos, etc.) laboral-económica (accesibilidad al empleo, remuneración económica, posición laboral, etc.) y política (desvalorización en la toma de decisiones, responsabilidades inferiores, etc.) genera un clima en el que la feminidad debe sufrir continuas agresiones. (Tortosa, 2002). Desde el punto de vista individual del agresor disfórico se genera un patrón de relación basado en la desigualdad entre hombres y mujeres, provocando un ambiente de inestabilidad a nivel interno y externo que descoloca y afecta a su comportamiento y relaciones con el otro sexo.
Violencia cultural, predominando la hegemonía masculina. La visión simbólica de la mujer (como objeto de deseo pasivo y no activo, como objeto de mirada artística y no autora creativa) e ideológica (minusvaloración femenina religiosa, política, científica) han permitido el mantenimiento de su desvalorización. (Tortosa, 2002). De esta manera el agresor disfórico se desarrolla evolutivamente proyectando mensajes distorsionados sobre la mujer, que afectan a su propia estabilidad y regulación, además de precipitar ciertos tipos de relaciones disfuncionales.
d) Teoría ecológica, propuesta por Bronfenbrenner en 1979, parte de una atribución de importancia similar a las causas individuales y contextuales como explicaciones del comportamiento. De igual forma, Heise (1998) recoge este principio teórico y aplica la perspectiva multidimensional al fenómeno de la violencia de género. Establece distintas dimensiones: 
 Microsistema, incluye aspectos relacionados con valores culturales y sociales, como pueden ser la prioridad de la violencia como método resolutivo de conflictos, la extrema rigidez de los roles de género, los estereotipos y prejuicios de género o las características de una sociedad patriarcal.
 Exosistema, hace referencia a un nivel comunitario de convivencia y se incluyen aspectos tanto formales como informales.
 Microsistema, son todos aquellos ámbitos que rodean de forma directa a la persona. Podemos incluir la escuela, el lugar de trabajo, el grupo religioso o los servicios sociales. Sin embargo, el microsistema más influyente es la familia, por su relación con el desarrollo conductual y emocional del individuo. 
A nivel macrosistémico, el agresor disfórico-límite, generalmente, se desarrolla en una cultura dominada por la desigualdad de género, con roles rígidos e inflexibles, dificultando la elaboración de una adecuada identidad. A nivel microsistémico estos agresores suelen establecer una peor vinculación social y laboral, aparte de que su familia suele ser un factor estresor.
4.2 Teorías sociales.
a) Teoría de la anomia, considerada como el proceso por el cual un grupo o colectivo dominante no ofrece ni provee a determinados individuos las herramientas para cumplir tanto con los logros sociales como las metas individuales. Ante esta impotencia el grupo sumiso opta por tomar direcciones y caminos que le permitan obtener lo que desea, principalmente mediante el delito y la infracción normativa impuesta. (Durkheim, 1893). Agrega Merton (1949) a este concepto, que son las estructuras sociales las que someten a una presión definitiva a ciertos sectores de la sociedad, provocando una conducta de inconformismo e insatisfacción.
Visto así, la incongruencia que se da entre la competencia delegada a un individuo y la posibilidad de cumplir con sus propias expectativas genera un estado de alienación e indecisión que favorece la aparición de conductas desviadas para lograr los objetivos restringidos. (Aguilar, 2012). Un hombre que no ve satisfechas sus necesidades básicas actuará desde la vejación, intimidación, minusvaloración y la agresión para conseguir sus propósitos, generando una conducta alternativa y desviada de lo establecido. (O’Leary y Woodin, 2009). Perfil que responde al tipo de agresor disfórico, quien bajo el descontrol de sus impulsos e ira, produce una conducta “tipificada como delito” para obtener sus metas y se caracteriza por una baja tolerancia a la frustración, la cual es una causa directa de la alienación.
b) La asociación diferencial, Sutherland (1939), explica que la conducta delictiva se debe a patrones conductuales y comportamentales aprendidos por medio del aprendizaje vicario y el modelado. La explicación posible para el agresor disfórico-límite estaría en la unión entre habilidades no aprendidas y estrategias adquiridas inadecuadas. Por un lado, este agresor muestra un déficit en la regulación emocional y relacional derivado de la inexistencia de una figura modeladora que le refleje las capacidades necesarias; y, por otro lado, mediante la exteriorización de la ira y la desinhibición conductual, lo que le ha permitido aprender erráticamente a obtener sus propósitos y controlar las situaciones. (Holtzworth-Munroe y Stuart, 2005).
4.3 Teorías psicológicas–individuales.
 Según Corral (2011), existen multitud de teorías explicativas sobre el origen psicológico e individual del agresor de género. Sin embargo, mencionamos aquellas que tienen una relación directa con la estructura disfórica:
a) Biológicas/genéticas, estas teorías permiten destacar las causas orgánicas de la violencia sobre la mujer. Bonilla y Fernández-Guinea (2006) afirman que hay estructuras cerebrales directamente relacionadas con la violencia como, por ejemplo, una amígdala hiperactiva se asocia con altos niveles de ira y ansiedad; un mal desarrollo del hipocampo y ciertas alteracionesneurobiológicas en el córtex prefrontal precipitan el tipo de agresiones disfóricas. También se puede afirmar que a nivel hormonal hay procesos endocrinológicos relacionados con la segregación de testosterona que provocan un estado de excitación y desinhibición facilitando las conductas disruptivas (Bechara, et al., 1999). 
b) Rasgos de personalidad, se constituye mediante múltiples factores (interpersonales, cognitivos, psicodinámicos y biológicos), los cuales compartimos todos. (Torres, Lemos-Giráldez y Herrero, 2013). Los mismos rasgos que componen la normalidad componen la patología, es decir, todos presentamos en mayor o menor medida e intensidad las mismas características de personalidad. (Millon, 1981). Sin embargo, los agresores disfóricos destacan por una ausencia de estructura de personalidad (relacionado con el Trastorno Límite de Personalidad) dominada por la impulsividad y la inestabilidad emocional (neuroticismo). 
c) Apego, Mikulincer y Shaver (2011) concluyeron que, hay relación entre el estilo de apego adulto y la agresión de género. Encontraron que aquellos individuos con apego inseguro son más vulnerables a los sentimientos de abandono (concretamente el apego inseguro miedoso), lo que provoca una mayor necesidad de dominio y control sobre la pareja. El estilo desorganizado justifica la agresión desde la activación desproporcionada de la conducta de apego y de seguridad, combinada con momentos de irascibilidad y disfuncionalidad que surgen de las vivencias de separación y abandono, tanto físico como psicológico. Por último, el apego ansioso, en el que sus conductas vienen determinadas por coacciones y amenazas generando (falsa) sensación de control que permite reducir la sintomatología ansiosa.
En este orden de ideas, cuando encontramos un estilo de apego desorganizado en el hombre y un estilo de apego ansioso en la mujer, la probabilidad de que exista violencia de género aumenta, ya que ambos perfiles se retroalimentan y mantiene la dinámica destructiva. (Lawson y Brossart, 2009). Los estilos de apego ansioso y desorganizado explican muchas de las dinámicas relacionales presentes en el agresor disfórico, como la ambivalencia emocional, la inconsistencia en las relaciones, la bipolaridad anímica y la excesiva emocionalidad. La escasa autoestima, la desconfianza y la inseguridad (externa e interna) son consecuencias de estos patrones relacionales.
d) Distorsiones cognitivas, muchos agresores de género justifican sus acciones mediante la generalización, siendo particularmente notorio en el agresor disfórico, ya que debido a la falta de autoestima que presenta necesita creer que se trata de una conducta extendida y habitual. El componente límite tan característico también se ve reflejado a nivel cognitivo, presentando distorsiones de tipo inferencia arbitraria que conducen a conclusiones negativas sin una base empírica que la sustente (“no me ha saludado cuando me la he encontrado por la calle, está claro que hay alguien más”), (Corral, 2011).
La inestabilidad afectiva y la ambivalencia relacional tienen como causa y consecuencia un pensamiento dicotómico en el que la bipolaridad de las cogniciones y emociones le impide al agresor estabilizar sus conductas interpersonales. (Loinaz, 2014). También se dan desplazamientos de la responsabilidad, culpando a la mujer o a factores externos de las conductas emitidas. Por otro lado, utilizan atribuciones continuamente, proyectando pensamientos e ideas irracionales en la mujer, a la vez que minimizan su conducta y magnifican la conducta errónea de la víctima (locus de control externo). 
e) Teoría del Aprendizaje Social, Bandura (1973) explica que la conducta violenta se aprende por medio de las experiencias vividas en épocas infantiles durante el proceso de socialización y experiencias púberes en el comienzo de las relaciones con iguales. Además, añade que durante las distintas etapas del desarrollo de la persona se van adquiriendo modelos de referencia externos, los cuales se imitan y favorecen el aprendizaje de mecanismos de acción y de defensa que se introyectan de manera automática en el repertorio conductual. En resumen, esta teoría predica que aquellos que hayan vivido experiencias violentas durante su desarrollo tendrán una mayor probabilidad de imitar dichos comportamientos. (Gil-González, et al., 2008).
f) Teoría sistémica relacional, la Terapia Estructural de Minuchin (1982) destaca el concepto de estructura, dando a entender que se trata de una organización familiar-sistémica, originada en los vínculos y las relaciones entre todos los integrantes del núcleo, y que favorece la autorregulación y homeostasis del sistema familiar. Cuando el patrón relacional en una pareja o en una familia es asimétrico y la mujer sufre violencia por parte del hombre, independientemente de las formas de violencia, se genera una regulación (imperceptible aparentemente) que favorece el mantenimiento y agravación de la situación, hasta que entre un factor externo o interno que genera un cambio en la estructura.
Etxebarría (2003) recoge la importancia de la culpa como factor mantenedor de la dependencia interpersonal, siendo este estado afectivo una de las principales consecuencias emocionales de la violencia sobre la mujer, junto con sentimientos de responsabilidad y vergüenza. La primera emoción, hace que el vínculo con el agresor, por muy tóxico y dañino que sea, se mantenga y magnifique, reduciendo las posibilidades de relaciones sociales por una incapacitación emocional originada en la dependencia. Para Escudero (2001), la vergüenza es una emoción con un alto contenido social, es por ello, que las mujeres maltratadas se ruborizan ante su situación, debido al miedo del juicio social, el etiquetado y la estigmatización del maltrato, generando en ella, una situación de aislamiento.
5. El Programa de Intervención para Agresores (PRIA).
5.1 Breve descripción del Programa.
El Programa de Intervención para Agresores (PRIA, 2010)[footnoteRef:1] surge como respuesta al artículo 42 de la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, en el que se determina la implementación de Programas específicos de intervención y tratamiento para los condenados por delitos relacionados con la violencia de género. Este Programa intenta subsanar las necesidades que presentó el Programa de Tratamiento en Prisión para Agresores en el Ámbito Familiar anteriormente establecido por la Secretaria General de Instituciones Penitenciarias (SGIP). El nuevo enfoque aborda desde el punto de vista clínico-educativo-emocional la problemática de la agresión sobre la mujer de una forma integral, con el propósito de extinguir cualquier conducta violenta hacia la pareja y/o modificar actitudes y creencias de tipo sexista de los condenados. [1: Para más información sobre el Programa puede consultarlo en: http://www.institucionpenitenciaria.es/web/export/sites/default/datos/descargables/publicaciones/Doc_Penitenc_7_Violencia_de_gxnero_Acc.pdf] 
El Programa PRIA tiene como base las referencias de proyectos anteriores, tanto nacionales como internacionales, con la pretensión de mejorar la intervención. Como son el Programa de Intervención para Maltratadores dentro de Prisión, desarrollado entre 2001 y 2002; el Programa de Tratamiento en Prisión para Agresores en el Ámbito Familiar (2005), o el Programa Galicia de Reeducación para Maltratadores de Género (2005). A nivel internacional recoge aspectos del The Abusive Men Exploring New Directions (AMEND, 1977) aplicado en Estados Unidos y de los Programas “RESPECT, 2004” y “CHANGE, 1989” en Europa.
Respecto a la tipología de maltratadores, el Programa parte del hecho de que no existe un perfil único y determinado de maltratador, sin embargo, intenta delimitar las categorías más representativas como método orientativo, destacando la clasificación propuesta por Dutton y Golant (1997) quienes clasifican los agresores en: maltratadores psicopáticos, hipercontrolado y borderline; o los perfiles propuesto por Jonsonet. al., (2006), divididos en: baja patología, borderline, narcisista y antisocial; y aborda la clasificación de Holtzworth-Munroe y Stuart (1994), ya desarrollada en el trabajo. Esta exposición únicamente se hace a nivel teórico, prescindiendo del enriquecimiento que supondría establecer diferencias tipológicas en la dimensión práctica. Y es aquí a nuestro juicio, donde surge un primer inconveniente relacionado con la falta de ajuste individual o grupal-tipológico en el Programa de tratamiento.
La intervención se realiza en cuatro fases: la primera relacionada con el pretratamiento, aplicándose entrevistas (anamnesis o psicosocial); posteriormente se hace la intervención terapéutica, relacionada con los rasgos de personalidad, actitudes, distorsiones cognitivas, emociones y conductas (once unidades); a continuación, el postratamiento y finalmente el seguimiento. Su duración va desde los seis meses a un año, y el formato queda a criterio del terapeuta (individual o grupal, siendo el segundo el más habitual). Los objetivos de la intervención están destinados a desarrollar estrategias que permitan controlar la ira, la violencia y los malos tratos dirigidos hacia mujeres con las que mantienen o mantendrán un vínculo afectivo, y por extensión, hacia cualquier persona o familiar; en definitiva, pretende evitar la reincidencia (variable criminológica con mayor relevancia).
5.2 Material inicial para el terapeuta.
El Programa engloba una serie de conceptos y postulados explicativos que permiten al profesional ajustarse y conocer la realidad de la violencia de género desde una perspectiva teórica. Asimismo, especifica factores que podrían desencadenar la violencia (como la diferencia de roles), realiza un examen exhaustivo de terminología específica (como la identidad de género) y recoge aspectos fundamentales en la génesis de esta (como el sistema patriarcal). Por último, introduce variables que favorecen la desigualdad entre géneros, destacando la familia, la comunidad, la política, la educación, el trabajo (accesibilidad y remuneración), la inseguridad y la ausencia de reconocimiento social.
5.3 Evaluación de la intervención del Programa.
El Programa PRIA describe y analiza las características psicosociales y criminógenas de los infractores de género para poder brindar la atención y el Programa de rehabilitación acorde a ellas. La eficacia de la evaluación y el nivel de reincidencia de este Programa se someten a la evaluación del Manual para la valoración del riesgo de violencia contra la pareja (Spousal Abuse Risk Assessment, S.A.R.A) que permite detectar el porcentaje de los reincidentes y los no reincidentes. Algunos datos de esa evaluación señalan que hay una considerable tasa de abandono y rechazo de la terapia, aunque el 88% de los agresores que la finalizan lo hacen con éxito terapéutico; y mantiene buenos resultados durante el período de seguimiento. (Echeburúa y Fernández-Montalvo, 2009). 
5.4 Unidades de intervención terapéutica.
Durante este apartado se va a hacer una breve descripción e las once unidades terapéuticas que se incluyen en el Programa PRIA.
Unidad 1. Presentación y motivación al cambio, aquí se presentan las etapas de la violencia de género (precontemplación, contemplación, acción y mantenimiento) del Modelo Transteórico del Cambio (Porchaska, DiClemente y Norcross, 1992). La estrategia terapéutica se centra en el establecimiento de vínculos entre el profesional y el interno, además de asentar las normas de comportamiento y fijar la asimetría terapéutica requerida. Y el contenido psicoeducativo se agrupa en dinámicas comunicativas, grupales y motivacionales. 
Unidad 2. Identificación y expresión de emociones, el tratamiento terapéutico se centra en lo que sienten, del porqué y para qué lo sienten y de la expresión emocional del agresor, puesto que se ha observado que, la mayoría de los agresores presentan un déficit en el control de las respuestas emocionales, desconocen el origen y el fin del estado emocional, su regulación y la expresión saludable del mismo. (Corral, 2011). Estas carencias junto con un alto nivel de ansiedad, tanto fisiológica, como cognitiva, predispone al agresor a una irritabilidad continua y un inadecuado control de impulsos. A nivel psicoeducativo se trabajan las emociones, sus características, la conciencia emocional, las emociones positivas y negativas, el desbordamiento y la expresión verbal de las mismas, la baja autoestima, la dependencia emocional y el miedo al abandono.
Unidad 3. Distorsiones cognitivas y creencias irracionales, esta unidad tiene como propósito eliminar y sustituir esquemas disfuncionales (creencias, actitudes y estereotipos) causantes de la violencia sobre la mujer, y en muchos casos, del propio malestar. Las dinámicas de intervención psicoeducativa se centran en el pensamiento (racional e irracional, las distorsiones cognitivas y los pensamientos automáticos) y su relación directa con las emociones y el comportamiento. 
Unidad 4. Asunción de responsabilidad y mecanismos de defensa, el abordaje práctico de conceptos como la disonancia cognitiva, la desconexión moral y el locus de control son esenciales para conocer de qué manera se defiende uno mismo ante circunstancias aversivas, tanto internas como externas. La idea central consiste en que el individuo elimine las excusas y justificaciones, convirtiéndose en responsable de sus actos, y que aprenda a diferenciar entre culpa (parálisis y estancamiento) y la responsabilidad (movilización y madurez) para favorecer el cambio. Las dinámicas psicoeducativas se basan en el cambio del registro lingüístico, los mecanismos de defensa y la evaluación de dilemas morales. 
Unidad 5. Empatía con la víctima, siendo el objetivo principal la empatía con la víctima, las exposiciones psicoeducativas se centran en definir dicha capacidad y mostrar su funcionalidad tanto con la víctima como con terceros (hijos). Para reforzar el desarrollo de esta habilidad las actividades se centran en la escucha activa, el reconocimiento emocional (adquirido previamente) y la evaluación de futuras situaciones. Esta sesión, junto con el trabajo emocional, es fundamental en el tratamiento disfórico porque si la desregulación de su capacidad emocional consigue trabajarse y canalizarse tienen especial facilidad para empatizar debido a su alta sensibilidad afectiva.
Unidad 6. Violencia física y control de la ira, en estas sesiones el propósito es identificar las señales conductuales, emocionales y cognitivas que puedan alertar sobre la escalada de la violencia, destacando las consecuencias personales, sociales y legales. Desde las necesidades disfóricas esta unidad es crucial porque aborda la relación entre ira y agresión, conociendo su funcionamiento y las estrategias de regulación, además, las herramientas psicoeducativas (detección estimular, control de la ira, etc.) son apropiadas para la intervención. 
Unidad 7. Agresión y coerción sexual en la pareja, la idea central de la intervención es identificar aquellos aspectos negativos de una conducta sexual inadecuada, concibiendo que su comportamiento sexual genera consecuencias físicas y emocionales en la pareja. Se emplean técnicas psicoeducativas en relación con el sexo (autobiografía sexual y consecuencias traumáticas en las víctimas), a la vez que se trabaja con la psico-afectividad y la autoestima. 
Unidad 8. Violencia psicológica, la unidad se divide en tres secciones. En la primera de ellas, se trabaja sobre la coacción, amenazas, intimidación y el abuso emocional con el propósito de fomentar conductas adaptativas y positivas en las relaciones. La intervención se hace en base a la identificación de la violencia psicológica, sus características y las consecuencias en la víctima. En la segunda sección se interviene sobre el aislamiento y sus tipos (laboral, social, familiar y personal), favoreciendo la toma de consciencia de las conductas de incomunicación que imponen en la mujer. La tercera sección se ocupa del abuso económico, donde la idea es concienciar alindividuo sobre su influencia en la vida económica de la mujer y su utilización como instrumento de control y abuso.
Unidad 9. Abuso e instrumentalización de los hijos, durante estas sesiones conviene destacar la importancia del aprendizaje vicario (Bandura, 1973) y el traspaso intergeneracional de la violencia, siendo los objetivos de la unidad la toma de conciencia de los hijos como víctimas de la violencia y la eliminación de los patrones de maltrato (evitando influencias presentes y futuras). Para ello, la intervención, además de centrarse en el efecto imitación que realizan los hijos de las conductas de los padres, trabaja la violencia como factor homeostático regulador del sistema familiar. 
Unidad 10. Género y Violencia de Género. El propósito de esta unidad consiste en que se conozca la perspectiva de género y sus implicaciones, se analice la realidad de la discriminación de la mujer y se instaure formas de comportamiento más igualitarias en la pareja. Para lograr esto se realiza una reformulación de los conceptos y estereotipos de género, entre otras variables, fomentando el insight en los agresores. (Corral, 2011).
Unidad 11. Prevención de recaídas, la idea principal es intentar conseguir que el individuo no se involucre de nuevo en el comportamiento problema, promoviendo estrategias de afrontamiento y de autocontrol. Desde el punto de vista psicoeducativo se trabajan las fases de la recaída como son: la abstinencia, las decisiones irrelevantes, las situaciones de alto riesgo, los fallos y los efectos de la recaída. 
6. Discusión.
En este apartado se intenta dar respuesta a los objetivos propuestos. Respecto al análisis del Programa de Intervención para Agresores (PRIA) y su relación con la intervención terapéutica desde la perspectiva disfórica encontramos algunas debilidades como:
La falta de precisión en la diferenciación entre los tipos de agresores, ya que aun compartiendo la tipicidad delictiva existe una gran diferencia individual y etiológica, refleja la indeterminación de los grupos terapéuticos. 
En la evaluación de la reincidencia quedan excluidas las conductas violentas producto de la cifra negra, los hechos no denunciados y las posibles recaídas conductuales más allá del tiempo de seguimiento que realiza el Programa. 
El Programa hace breve mención sobre las causas biopsicosociales de la agresión sobre la mujer, presentando únicamente algunas teorías de forma resumida y excluyente. A nuestro juicio no se incluyen explicaciones sociológicas ni criminológicas como las expuestas a lo largo del trabajo (Ej. Triángulo de la violencia de Galtung, Teoría de la anomia expuesta por Durkheim y la Asociación diferencial de Sutherland; o algunas no recogidas en el mismo como la Teoría de la elección racional y la importancia del etiquetamiento).
En lo referente a las unidades de intervención del Programa, podemos añadir que: 
Es necesario que el profesional tenga cierta práctica clínica con este tipo de agresores para generar respuestas diligentes y eficaces que continuamente demanda el perfil disfórico.
Respecto a la identificación y expresión de emociones, no se aborda con especial importancia la adaptación y desadaptación de los estados emocionales a la situación. Este enfoque permite un análisis completo de la manera de sentir con el exterior y con los propios estímulos internos, ayudando a entender la funcionalidad de los estados emocionales. Por ello, proponemos un nuevo enfoque teórico con la finalidad de identificar, usar, entender y regular las emociones. Como recurso principal destacamos la tipología de emociones establecida por Greenberg y Johnson, (1988); Elliott, Watson, Goldman, y Greenberg, (2004); Greenberg, (2006); Greenberg y Watson, (2006), donde se recogen los aspectos de adaptación e inadaptación de los estados emocionales. 
Conscientes de los períodos de tiempo a los que debe ajustarse el Programa, se cree necesario dedicar más sesiones a la relación entre el sistema emocional característico del agresor disfórico y la conceptualización y vivencia posterior que tiene de las relaciones románticas. Con este fin, se sugieren técnicas psicodramáticas y de role-play emocional, destacando la sensación sentida y la conexión directa con la emoción, sin la interrupción del aspecto cognitivo. Como ejercicio entre sesiones se plantean autorregistros emocionales mediante los cuáles sean capaces de identificar qué situaciones despiertan los estados emocionales, respondiendo al por qué y el para qué de los mismos.
Sobre la intervención en las distorsiones cognitivas y creencias irracionales, se debe matizar la importancia de explicar, describir, conceptualizar y ejemplificar las nociones desde un punto de vista más individualizado y ajustado al perfil disfórico, dando especial importancia al tipo razonamiento emocional y al pensamiento dicotómico. 
Respecto a la empatía el Programa recoge aspectos psicoeducativos sobre las consecuencias psicopatológicas de la víctima (aspecto imprescindible), pero no aborda aspectos consecuentes del ingreso en prisión del propio victimario que afecta directamente a su (pre)disposición terapéutica y futura reinserción social.
En lo referente a la violencia física y el control de la ira, es necesario hacer un mayor hincapié en la funcionalidad de la clasificación emocional ya que facilita que el agresor entienda cómo la ira normalmente es una respuesta desadaptativa a la situación y, cómo sus consecuencias tienden a ser negativas. También, cabe hacer una mayor puntualización sobre el control de los impulsos, debido a que muchos de estos agresores no tienen las habilidades suficientes para regular sus pulsiones y en algunos casos esta ausencia aumenta, por ejemplo, por el consumo de alcohol u otras sustancias. (Corral, 2011). 
La unidad relacionada con la agresión y coerción sexual en la pareja (Unidad 7), en materia de agresor disfórico, debería hacerse una mayor profundización (psicodinámica) sobre el origen de las conductas coercitivas y agresivas, trabajando con la génesis de la escasa autovaloración y autoconfianza que presentan, además del trabajo con el miedo al rechazo y al abandono. (Boira, 2010).
Sobre el tema de la violencia psicológica y el agresor disfórico-límite, este suele utilizar conductas de amenazas de suicidio o expresión descontrolada de sus emociones, siendo esencial el trabajo en prevención de conductas autolíticas y la regulación afectiva de la ira. (Calvete y Orue, 2008). Otras formas de comportamiento de este agresor se relacionan con los celos y las conductas obsesivas, las cuales pueden modificarse con el trabajo basado en técnicas de role-play, facilitando la experiencia directa de las emociones relacionadas con los celos, el control, el poder, la inseguridad, el desbordamiento emocional y los estados fisiológicos ansiógenos. (Canto, García y Gómez, 2009).
Por último, en cuanto a la prevención de las recaídas, en el caso del agresor disfórico hay que destacar la importancia de las circunstancias emocionales que avisan y predicen su violencia. Para este punto resulta esencial la asimilación de todo el material previo y un trabajo específico con la detección estimular, especialmente con los desencadenantes de la conducta violenta.
Adicionalmente el Programa podría mejorar si:
1. Los terapeutas añadieran teorías explicativas de la conducta del maltratador, como las relacionadas con la Teoría Ecológica de Bronfenbrenner (1979) y, en especial, el Modelo Ecológico de la Violencia de Género de Heise (1998), de manera que favorezca el análisis de las relaciones que tiene el interno con los distintos niveles sistémicos y cómo se podría intervenir con los factores de riesgo (consumo, ambiente delictivo, etc.) y con los factores de protección (resiliencia individual, apoyo sociofamiliar, etc.) a nivel biopsicosocial. 
2. Durante las sesiones se le diera especial importancia a la narrativa de vivencias personales de los internos, favoreciendo la apertura emocional y facilitando el trabajo terapéutico con una construcción adecuaday no distorsionada de la violencia contra la pareja. Relacionado con lo anterior, es fundamental conocer la historia de consumo de los participantes, estableciendo tratamientos paralelos relacionados con la reeducación y la desintoxicación, si es necesaria.
3. Se trabaja sobre la victimización secundaria, es decir, considerando los estados ansioso-depresivos presentes en el agresor disfórico, además de reforzar la conciencia de los estados emocionales del interno y la relación con lo ocurrido.
4. Se hace hincapié en el tipo de violencia que se presenta según cada perfil delictivo. En el caso del agresor disfórico se debe plantear una intervención diferente, pues se trata de un perfil de persona altamente inestable y desbordada emocionalmente. Con este tipo de tratamiento se fomentaría la ejecución del art. 62 de la LOGP, donde se vela por el tratamiento individualizado y relacionado con las características idiosincráticas del interno.
5. Se realiza un trabajo terapéutico profundo con el agresor disfórico, enfocándose en la dependencia psicoafectiva hacia la pareja, favoreciendo una individuación y diferenciación que le permita controlar su propio repertorio emocional. 
6. Se trabajan ciertas temáticas con el círculo sociofamiliar del agresor, ofreciendo apoyo y sostén a los más afectados y enseñando factores de protección ante posibles recaídas. En determinados casos también se puede hacer un abordaje familiar, siempre con el cuidado y respeto hacia las víctimas. 
Se considera fundamental realizar un seguimiento postratamiento con el propósito de conocer el alcance terapéutico del Programa, evaluando la eficacia de este, comparando las tasas de reincidencia entre grupo control y grupo experimental y valorando los estilos de vida de los participantes junto con las ayudas aportadas desde el Programa.
Definitivamente, es oportuno que sean los profesionales de la salud (psicólogos y psiquiatras) los encargados de implementar el Programa, lo que no excluye la necesidad de que se complemente la intervención con el aporte del criminólogo/a permitiendo incluir nuevos enfoques etiológicos y mantenedores de la problemática, además de favorecer la rehabilitación. Gracias a la conexión teórico-práctica este profesional podría actuar a nivel: sociocultural, trabajando sobre la transmisión intergeneracional de los estereotipos de género, vinculados muchos de ellos a los medios de comunicación; global, ocupándose del análisis pormenorizado de los datos que afectan a la violencia de género, partiendo de factores de protección y factores de riesgo, así como de la etiología en diversas dimensiones (social, cultural, económica, laboral, jurídica, educativa, familiar, comunitaria e individual, entre otras); y la valoración de la pertinencia y eficacia de los Programas que se imparten en los Centros Penitenciarios. 
Por otro lado, señalamos algunas sugerencias de intervención para el agresor disfórico-límite en los delitos de violencia contra la mujer. La vinculación de la relación con un agresor disfórico presenta matices tóxicos y patológicos, entonces creemos fundamental trabajar la preparación y el abordaje del reencuentro con los afectados por el delito; o en su defecto con potenciales víctimas. (Castillejo, 2010). Un problema que además colinda directamente con la rehabilitación penitenciaria es el posible contacto entre interno y víctima que ocurre durante el tratamiento, siendo una oportunidad favorecedora de la vinculación sana entre ambos. 
Desde la justicia restaurativa, resulta necesario estudiar la idoneidad de un proceso de mediación, en los casos en los que el trabajo psicológico ha sido realizado con ambas partes, donde ambos aceptan el encuentro y se enfoca como una herramienta pacificadora y reeducadora para el victimario (Barona, 2011), a la vez que permite un trabajo con la víctima (siempre respetando la voluntariedad, independencia y bienestar de ésta). Por último, cabe reafirmar la importancia de generar un espacio donde ambos, o en su caso la familia, tengan la oportunidad de escuchar y ser escuchados. 
Con estos matices y las necesidades expuestas creemos que se podría establecer un nuevo enfoque terapéutico que permita una rehabilitación y reducación acorde a las particularidades de los infractores. 
Por último, creemos conveniente que se realicen nuevas líneas de trabajo dirigidas a promover formas para evaluar la funcionalidad del programa a través de estudios de la reincidencia.
7. Referencias. 
Águila, Y., Hernández, V., y Hernández, V. (2016). Las consecuencias de la violencia de género para la salud y formación de los adolescentes. Revista Médica Electrónica, 38 (5), 697-710.
Aguilar, A., Regidor, C.B., Hern, G.M., Rockwell, N.M., Osorio, J. (2012). Las bases del crimen organizado y la violencia en México. Mexico City: Secretaria de Seguridad Pública.
Akers, R. (2000). Criminological Theories: Introduction, Evaluation, and Application. Third edition. Los Ángeles: Roxbury Publishing Co.
Alberdi, I., y Matas, N. (2002). La violencia doméstica Informe sobre los malos tratos a mujeres en España. Colección Estudios Sociales, 10. Fundación la Caixa, Barcelona.
American Psychiatric Association. (2016). Diagnostic and statistical manual of mental disorder (5ª ed.). Washington, D. C.: American Psychiatric Association.
Amor, P., Echeburúa, E., de Corral, P., Zubizarreta, I., y Sarasua, B. (2002). Repercusiones psicopatológicas de la violencia doméstica en la mujer en función de las circunstancias del maltrato. International Journal of Clinical and Health Psychology, 2, 227-246.
Amor, P.J., Echeburúa, E., Loinaz, I. (2009). ¿Se puede establecer una clasificación tipológica de los hombres violentos conta su pareja? International journal of clinical and health psychology, 9, 519-539.
Bandura, A. (1973). Aggression: A social learning problem. Estados Unidos de América: Prentice-Hal.
Barona, S. (2011). El movimiento de las ADR en el Derecho Comparado. Violencia de género, justicia restaurativa y mediación, 1,458.
Bechara, A., Damasio, H., Damasio, A., Gregory P. (1999). Different Contributions of the Human Amygdala and Ventromedial Prefrontal Cortex to Decision-Making. Departments of Neurology. California, U.S.
Boira, S. (2010). Hombres maltratadores. Historias de violencia masculina. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza.
Bonilla, J., y Fernández-Guinea, S. (2006). Neurobiología y neuropsicología de la conducta antisocial. Psicopatología Clínica, Legal y Forense, 6(1-2), 67-81.
Bosch, E., y Ferrer, V. (2003). Algunas consideraciones generales sobre el maltrato de mujeres en la actualidad. Anuario de Psicología, 34, 203-213.
Bosch, E., Ferrer, V.A. (2000). Violencia de género y misogínia: reflexiones psicosociales sobre un posible factor explicativo. Papeles del Psicólogo,75,13-19.
Bronfenbrenner, U. (1979). The ecology of human development. Harvard University Press: Cambridge, Massachusetts.
Buil, D. (2016). Nuevas tendencias de la Criminología Global: avanzando hacia el cosmopolitismo crítico. La Criminología de hoy y (del) mañana. Madrid.
Calderón, P. (2009). Teoría de conflictos de Johan Galtung. Revista paz y conflictos, 2. 
Calvete, E. y Orue, I. (2008). Ansiedad social y esquemas cognitivos disfuncionales. Revista internacional de psicología clínica y de la salud, 1, 5-22.
Canto, J. M., García, P., Gómez, L. (2009) Celos y emociones: Factores de la relación de pareja en la reacción ante la infidelidad. Athenea Digital. Revista de Pensamiento e Investigación Social, 15, 39-55.
Cavanaugh, M., & Gelles, R. (2005). The Utility of Male Domestic Violence Offender Typologies New Directions for Research, Policy, and Practice. Journal of Interpersonal Violence, 20(2), 155-66.
Castillejo, R. (2010). El nuevo proceso penal. La mediación. Revista de Derecho y proceso penal, 23, 80-81.
Corral, C. (2011). Experiencias de crianza, esquemas disfuncionales y trastornos de la personalidad en agresores de pareja (Tesis de máster). Universidad de Deusto, Bilbao, España. 
Del Moral, M. (2017).Influencia de variables de personalidad en la ocurrencia de violencia de pareja en adolescentes y jóvenes adultos. (Trabajo Fin de Grado). Universidad de Sevilla.
Delegación de Gobierno para la Violencia de Género. Ministerio de Igualdad. 2019. Mujeres víctimas mortales por violencia de género en España a manos de sus parejas o exparejas 
Durkheim, E. (1897). El suicidio. Akar: Madrid.
Dutton, D., y Golant, S. (1997). El golpeador. Un perfil psicológico. Buenos Aires: Paidós.
Echeburúa, E., De Corral, P., y Amor, P. (2004). Evaluación del daño psicológico en las víctimas de delitos violentos. Psicopatología Clínica, Legal y Forense, 4, 227-244.
Echeburúa, E., y Fernández-Montalvo, J. (2009). Evaluación de un programa de tratamiento en prisión de hombres condenados por violencia de grave contra la pareja. International Journal of Clinical Health Psychology, 9 (1), 5-20.
Elliott, R., Watson, J. C., Goldman, R. N., Greenberg, L. S. (2004). Learning emotion-focused therapy: The process-experiential approach to change. American Psychological Association.
Escudero, V. (2011). Guía de intervención: Impacto de la violencia de género en niños, niñas y adolescentes, en colaboración con la Unidad de Investigación en Intervención y Cuidado Familiar de la UDC. España.
Espinar, E., y Mateo, M. (2007). Violencia de género: reflexiones conceptuales, derivaciones prácticas. Papers, 86, 189-201.
Etxebarría, I. (2003). Las emociones autoconscientes: culpa, vergüenza y orgullo. Emoción y motivación, 1 ,369-393. 
Facio, A., y Fries, L. (2005). Feminismo, género y patriarcado. Revista sobre enseñanza del derecho de Buenos Aires, 6, 259-294.
Galtung, J. (1990). Cultural Violence. Journal of Peace Research, 27(3), 291–305.
Garduño, A. (1994). Determinación genérica de la mortalidad masculina. Congreso de Investigación del INSP. Mimeo: Cuernavaca.
Gil-González, D., Vives-Cases, C., Ruiz-Cantero, M. T., Carrasco-Portiño, M. & Álvarez-Dardet, C. (2008). Childhood experiences of violence in perpetrators as a risk factor of intimate partner violence: A systematic review. Journal of Public Health, 30(1), 14-22.
Greenberg, L. (2006). Emotion-Focused Therapy: A Synopsis. J Contemp Psychother 36, 87–93.
Greenberg, L. S., Johnson, S. M. (1988). Emotionally focused therapy for couples. Guilford Press.
Greenberg, L. S., Watson, J. C. (2006). Emotion-focused therapy for depression. American Psychological Association.
Hamberger, L., Lohr, J., Bonge, D., & Tolin., D. (1996). A Large Sample Empirical Typology of Male Spouse Abusers and Its Relationship to Dimensions of Abuse. Violence and Victimis, 11.
Heise, L. (1998). Violence against women. Violence Against Women, 4(3), 262-290.
Heise, L. (1994). Violence against women: the hidden health burden.  Organización Panamericana de la Salud, Programa Mujer, Salud y Desarrollo. Washington.Holtzworth-Munroe, A. & Stuart, G. (1994). Typologies of male batterers: Three subtypes and the differences among them. Psychological Bulletin, 116, 476-497.
Jonson, R., Gilchrist, E., Beech, A.R., Weston, S., Takriti, R. y Freeman, R. (2006). A Psychometric Typology of U.K. Domestic Violence Offenders. Journal of Interpersonal Violence, 21 (10), 1270-1285.
Lamas, M. (1999). Usos, dificultades y posibilidades de la categoría género. Papeles de Población, 5.
Lawson, D., & Brossart, D. (2012). Attachment, interpersonal problems, and treatment outcome in group therapy for intimate partner violence. Psychology of Men & Masculinity, 10, 288-301.
Ley Orgánica 1/1979 General Penitenciaria. (BOE, núm. 239, de 05 de octubre de 1979).
Ley Orgánica 1/2004, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. (BOE, núm. 313, de 29 de diciembre de 2004).
Loinaz, I. (2014). Distorsiones cognitivas en agresores de pareja: análisis de una herramienta de evaluación. Cognitive distortions among partner-violent men: Analyzing an assessment tool. Terapia psicológica, 32, 5-17. 
Merton, R. (1964). Anomie, anomia and social interaction: contexts of deviant behavior. Akar: Madrid.
Mikulincer, M. y Shaver, P. R. (2011).  Herzilya series on personality and social psychology. Human aggression and violence: Causes, manifestations, and consequences. American Psychological Association. 
Millon, T. (1981). Disorders of personality: DSM-III, axis II. New York: John Wiley & Sons.
Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (2019). Informe Annual del Sistema Nacional de Salud 2019. 
Minuchin, S. (1982). Familias y terapia familiar. Buenos Aires: Gedisa.
Murphy, C., Taft, C., & Eckhardt, C. (2007). Anger profiles among partner violent men: Differences in clinical presentation and treatment outcome. Journal of Counseling Psychology, 54(2), 189–200.
Organización Mundial de la Naciones Unidas. (1993). Declaración de la eliminación de la violencia contra la mujer.
Organización Mundial de la Salud. (2002). Informe mundial sobre la violencia y la salud.
O'Leary, D., Woodin, E. (2009). Psychological and physical aggression in couples: Causes and interventions. American Psychological Association.
Prochaska, J., DiClemente, C., & Norcross, J. (1992). In search of how people change. Applications to addictive behaviour. American Psychologist, 47, 1102-1114.
Seligman, M., & Maier, S. (1967). Failure to escape traumatic shock. Journal of Experimental Psychology, 74(1), 1–9,
Spielberger, C. (2009). STAXI-2: Inventario de expresión de ira estado-rasgo. 
Squillace, M., Picón, J., Schmidt, V. (2011). El concepto de impulsividad y su ubicación en las teorías psicobiológicas de la personalidad. Revista Neuropsicologia Latinoamericana, 3, 8-18. 
Stith, S., Jester, S., & Bird, G. (1992). A typology of college students who use violence in their dating relationships. Journal of College Student Development, 33, 411-421.
Sutherland, E. H. (1939). Principles of criminology. Chicago, Philadelphia: J.B. Lippincott Company.
Torres, A., Lemos-Giráldez, S., y Herrero. J. (2013). Violencia hacia la mujer: características psicológicas y de personalidad de los hombres que maltratan a su pareja. Anales de psicología, 29.
Torres, M. (2001). La violencia en casa. México, DF: Paidós Mexicana. 
Tortosa, J. M. (2002). Recomendaciones para el estudio de las violencias. Universidad de Alicante. Escuela Universitaria de Trabajo Social.
White, R. J. y Gondolf, E. W. (2000). Implications of personality profiles for batterer treatment. Journal of Interpersonal Violence, 15(5), 467–486.
33
image1.jpeg