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ARQUEO LOGIA COMO ARQUEOLOGIA 
Propuesta para una terminología operativa (*) 
Jordi Estévez, Pepa Gasull, Vicente Lull, M.a Encarna Sanahuja, Assumpció Vila* 
El objetivo de esta ponencia no es tan instrumental como podría inferirse del título. 
Es más, nos atrevemos a decir que sólo puede resultar instrumental si se aceptan las 
coordenadas teóricas en las que se inspira. Ofrecer herramientas sin cuestionar el objeto de 
trabajo resulta científicamente un absurdo. 
Por este motivo, nuestra contribución no pretende únicamente ofrecer un léxico útil 
que reafirme el entusiasmo descriptivo de los arqueólogos y facilite de este modo la 
posterior tendencia a las tipologías y a las cuantificaciones. Definir un término arqueoló­
gico es algo más que ordenar las técnicas de nuestra disciplina. Es el producto de una 
actitud investigadora que persigue unos fines explicativos a través de los cuales el citado 
término, en su discusión concreta y en su estructuración metodológica con el resto de las 
categorías, se convierte en un elemento útil y operativo que actúa al interrelacionarse en la 
ecuación arqueológica. 
Es necesario que la arqueología construya su entramado teórico si quiere ocupar un 
lugar concreto entre las ciencias sociales y ello debería ser el objetivo principal de los 
presentes en esta reunión y de todos los profesionales de nuestra disciplina. 
Discutir acerca de las técnicas y de los métodos instrumentales sin abordar primero el 
tema de las concepciones y de los métodos de conocimiento que definen la arqueología, el 
objeto de ésta, sus objetivos y su ordenación científica en el campo de las ciencias sociales, 
nos parece un desprecio hacia la reflexión esencial de nuestra profesión. Seguir trabajando 
en este caos técnico conlleva, por un lado, a que las tareas individuales no aporten nada o 
casi nada y, por otro, y ello es más grave, ni siquiera permite definir nuestra disciplina 
como ciencia y todos los que trabajamos en ella no sabemos con seguridad si los datos que 
conocemos a través de los materiales que extraemos con nuestras técnicas exigen nuestra 
lectura o si ha de ser el prehistoriador -supuesto científico por excelencia- quien diga la 
última palabra. Gran falacia, por otra parte, pues los entusiastas lectores de lo subjetivo 
sólo engendran subjetividades. ¿Es el arqueólogo únicamente el «go-betweem, que trans­
mite los datos para que los científicos historiadores o antropólogos los utilicen a fin de 
elevarlos a la categoría de ciencia? El arqueólogo debe definirse como científico y, por lo 
tanto, elevar su disciplina al nivel que se exige. Ha de ordenar los datos según leyes o 
principios generales, crear una teoría y matizar cuáles son el objeto y los fines que pre­
tende, para aplicar los métodos instrumentales y las técnicas necesarias a fin de lograr un 
mayor conocimiento de la realidad. 
("') Empezamos las discusiones sobre este tema hace tiempo y un esbozo de ellas fue publicado en (¡Estudios sobre 
Historia de España) (Homenaje a Tufióo de Lara), tomo 1. Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Madrid, 1981. En 
este artículo, (¡La investigación en Prehistoria: estado de la cuestión» (págs. 17-24), la elaboración se articuló siguiendo los 
tres niveles propuestos por Clarke (Spalia/lnforma/ion in Archaeology, págs. 1-28 en Spatial Archaeology, Londres, 1977), 
niveles que hemos abandonado por resultar poco operativos . 
• Universidad Autónoma de Barcelona 
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Por todo lo dicho resulta imprescindible que distingamos con claridad quiénes son los 
que desean que la arqueología no constituya una ciencia y por qué nos reducen a ser meros 
transmisores de la información, en una palabra, meros tecnócratas. 
Alimentamos de datos a los prehistoriadores y, paradójicamente, nosotros, arqueólo­
gos, también nos consideramos prehistoriadores, debido a la concepción tradicional de 
etiquetar a la prehistoria como ciencia y a la arqueología como método o técnica. 
Empecemos, pues, discutiendo la entidad científica dc la prehistoria para desentrafiar 
por fin que la simbiosis prehistoria/ciencia sólo consigue rebajar la categoría de nucstra 
disciplina: la arqueología. 
SOBRE LA PREHISTORIA Y LA ARQUEOLOGIA 
Se ha debatido y se sigue debatiendo sobre el concepto Arqueología. Algunos estu­
diosos la consideran como una técnica para el estudio de la prehistoria, otros como una 
más de las ciencias sociales. Una técnica o una ciencia que se integra, junto a otras 
(Etnología, Sociología ... ) en una metaciencia más general: la Historia (o Prehistoria) (1), 
una ciencia «per se» con sus propios métodos, dedicada al estudio de sus propios materia­
les y cuyo fin es el establecimiento de relaciones dI' causalidad histórica y el reconoci­
miento de leyes. 
La prehistoria es una etapa cronológica del pasado socioeconómico humano, de 
límites mal definidos como el resto de las fases propuestas por la historiografía. 
El término surgió hacia el afio 1825 acufiado por K. Levezow (2), aunque ya Hegel (3) 
habló de él para describir la fase previa a la escritura. 
Desde Levezow (1851) (4) hasta la actualidad, la prehistoria, considerada como una 
mera fase de la historia, pasó a convertirse en ciencia diferenciada, caracterizada por sus 
fuentes especiales de información (léase arqueología). La amplitud conceptual del término 
prehistoria, dotado de dos acepciones -fase histórica y ciencia- evitó el empleo del 
concepto arqueología. Por este motivo, la arqueología, que fue al principio el conoci­
miento de las cosas antiguas, según su etimología, se transformó en un método instrumen­
tal únicamente para hallarlas y clasificarlas sin más objetivos. 
La concepción de la prehistoria como ciencia, cuyo objeto es el estudio de las socieda­
des humanas ágrafas (5) en todas sus manifestaciones y relaciones económicas, sociales e 
ideológicas, sólo se cuestiona esporádicamente. Así, Laming-Emperaire (6), en 1963, escri­
be que resulta equívoco el término prehistoria tratado como una etapa cronológica y al 
(1) KLEJN, L.S.: Panorama de I'archéologie théorique en «L'archeologie aujourd'huÍl). Poitiers, 1980: 263~305, 
(2) En NARR, K.J.: Arqueología y prehistoria. Trad. casto Madrid, 1975: 91 de ccMarxismus ¡m Systevergleich;) en 
«Sowietsyste und Demokratische Gesellschaft)), Friburgo, ed. mano 
(3) En VIGIL, M.: Historia de Espafia Alfaguara, vol. I «Edad Antigua)), Madrid, 1973: 189. 
(4) El término fue utilizado tras Levezow por TOURNAL, M.: Annales de Chimieet de Physique. vol. 25, 1883, págs. 
161-181, utilizado con contenido especifico por WILSON, D.-en The Archaeology and Prehisloric Annals 01 Scotland, 1851 
y divulgado por LUBBOCK, J.: Prehistoric Times, as IIluslraled by Anden( Remains and (he Manners and Cuslorns 01 
Modern Savages, 1865. A medida que se difundía el término se fue ampliando su campo semántico y a principios de siglo la 
prehistoria no sólo designaba cronología, sino también era considerada disciplina científica. 
(5) Aunque se ha considerado que las sociedades prehistóricas dejan de serlo cuando utilizan la escritura, la realidad es 
que éstas se siguen desarrollando bajo las mismas relaciones de producción, consiguiendo, gracias al nuevo instrumento 
inspirado en la superestructura, reforzar el orden de las relaciones sociales preexistentes. De esta manera podríamos acordar 
que las sociedades civilizadas son aquéllas que logran institucionalizar la represión o, si se prefiere, aquéllas en las que se 
origina la explotación del hombre por el hombre, creando mecanismos para normalizarla. La escritura sólo es una nueva 
herramienta de poder, pero la aparición de un nuevo segmento cultural no basta por sí misma para determinar que una 
formación económico-social pase de un estadio a otro. 
(6) LAMING-EMPERAIRE, A.: L'ArchéoJogie Préhistorique. Paris, 1963: 5. 
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mismo tiempo una ciencia, y denuncia que (da prehistoria carece de problemas y de 
m~todos propios, ya que su problemática es la dela historia y sus métodos los de la 
arqueología». De esta convicción nace el vocablo arqueología prehistórica, definida como 
una técnica para conocer el pasado de la humanidad a través del estudio de los vestigios 
materiales. El resultado de todo ello fue un intento de matización de conceptos, pero no se 
puso en cuestión si la prehistoria debía seguir siendo clasificada como ciencia, ya que era 
entendida como una parte de la ciencia «madre» -la historia-, con sus problemas com­
partidos y auxiliada por multitud de métodos y técnicas procedentes de la geología, de la 
paleontología, de la etnografía y de la arqueología, las tres primeras elevadas a la categoría 
de ciencia y la última, sólo de método. 
Lejos de solucionarse, la cuestión se ha ido complicando cada vez más, hasta el 
extremo de que Rouse (1972), investigador clasificable entre los (muevas arqueólogos», 
afirma que <da arqueología es una disciplina tópica como la historia de la tecnología y la 
historia del arte, limitadas a los rasgos materiales supervivientes de la humanidad». La 
prehistoria, en cambio, según Rouse, es una disciplina a la que corresponde la totalidad de 
los rasgos humanos, incluidas las estructuras sociales y las lenguas, las cuales, normal­
mente, no están representadas entre los restos arqueológicos (7). 
Según Hale y Heizer (8), la prehistoria es considerada en EE. VV. como una subdivi-­
sióri -de la Antropología, y la arqueología, por su parte, estudia al hombre del pasado y su 
objeto de preocupación principal es la cultura. Sin embargo los mismos autores aducen 
que los prehistoriadores no sólo se ocupan de los aspectos culturales, sino que deben de 
colaborar con geólogos, paleontólogos, físicos, químicos, botánicos, astrónomos .... cuya 
aportación contribuye al entendimiento de la prehistoria humana. Lo que no nos dicen 
Hale y Heizer es qué tarea ha de desempeñar el prehistoriador, es decir, cuál es el objeto de 
su estudio y qué métodos utiliza. Por otro lado, tampoco definen el concepto de cultura. 
¿Acaso los datos aportados por la geología, la paleontología o la botánica son 
«aculturales» ? 
Si el objeto de los geólogos es el estudio de las formaciones naturales, el de los 
paleontólogos el estudio de los animales del pasado, el de los paleo botánicos el estudio de 
las plantas antiguas y el de los arqueólogos el estudio de la cultura del hombre del pasado, 
y si la cultura debe entenderse como la interacción del grupo con el medio, es fácil 
comprender que la arqueología sea la ciencia responsable de elaborar los métodos y las 
técnicas de lectura con el fin de ordenar todo lo concerniente al hombre cultural del 
pasado y, por lo tanto, a la dialéctica hombre/medio. Para ello la arqueología aprovecha 
los datos que le proporciona la física, la química o la astronomia, permitiéndole ajustar 
más a la realidad el binomio ser humano/pasado. ¿Dónde tiene cabida la prehistoria en 
toda esta dialéctica científica? Hale y Heizer demuestran sus propias contradicciones al 
abandonar el término prehistoria y alinearse entre los defensores de la arqueología 
prehistórica. 
La prehistoria es únicamente una fase cronológica y no constituye una ciencia, entre 
otros motivos, porque carece de objeto y de fines. Sus fines son investigados por otras 
ciencias -arqueología, geología, paleontología, etc.--. Resulta, pues, paradójico el interés 
en que la arqueología, de entre todas las disciplinas citadas, sea la única considerada como 
un método y no una ciencia, cuando todos los que trabajamos en arqueología utilizamos 
diversos métodos y un rosario interminable de técnicas para explicar las sociedades a 
partir del estudio de los restos materiales. 
(7) ROUSE, L: Introducci6n a la Prehistoria. Trad. cast. Barna. 1973: 7. Ed. Ing. 1972, 
(8) HOLE, F. y HEIZER, R.P.: Introducción a la arque%gfo prehistórica. Trad. cast. México, 1977: 14 SS., Ed. lng., 
1965. 
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La arqueología puede definirse como una ciencia social ya que su objetivo final es el 
conocimiento del comportamiento humano pasado y presente. Se distingue de las demás 
ciencias sociales porque estudia las sociedades y su desarrollo a través de sus restos 
materiales, sociedades y restos materiales tanto pasados como actuales. Lógicamente, para 
el estudio de algunas épocas, como por ejemplo los siglos XVIII y XIX, resulta poco 
productivo utilizar la ciencia arqueológica, ya que disponemos de información escrita, 
pero la poca productividad no significa que no se pueda llegar a conclusiones igualmente 
válidas para exponer el comportamiento social a través de aquélla. 
La arqueología tiene un objetivo común a todas las ciencias históricas: el conoci­
miento del desarrollo histórico y sus leyes. Se diferencia claramente de la historiografía 
porque las fuentes que utiliza para la reconstrucción del pasado son distintas. 
Así definida, la arqueología es la ciencia principal para estudiar algunos períodos y 
formaciones socio-económicas, sin embargo es secundaria para otros, en los que la histo­
riografía o la Etnología adquieren el papel predominante, 
Entre los estudiosos que consideran la arqueología como mera arqueografía descrip­
tiva y clasificatoria, más o menos intuitiva o rigurosa, y cuyo objetivo es aislar «culturas 
\ arqueológicas» -entidades particulares y sin reflejo concreto en las otras ciencias 
sociales- en el espacio yen el tiempo, y los investigadores que piensan que las descripcio­
nes y las clasificaciones son sólo el primer paso del trabajo y que la estructura de la 
formación económico-social queda reflejada en una determinada interrelación de los res­
tos que dejaron los seres humanos del pasado, nos inclinamos por estos últimos. 
--- La interrelación en el espacio no sólo nos informa de una estructuración diacrónica 
(estratigrafía), sino que nos habla de una relación espacial sincrónica entre objetos, con­
juntos de objetos y el entorno espacial. 
La técnica principal de acceso a los elementos de estudio de la arqueología es la 
excavación, motivo por el cual muchas veces se identifica la parte con el todo, la técnica 
con la ciencia. Evidentemente, la excavación debe inspirarse en una metodología y, por 
tanto, puede tratarse como un método instrumental: sistema ordenado de reglas destina­
das a alcanzar una serie de objetivos" objeto de estudio que debe responder al exigido por 
nuestra ciencia (los objetos materiales en sentido estricto y sus relaciones espaciales). 
Paralelamente y como consecuencia de este nuevo enfoque que se preocupa por las 
relaciones espaciales y por el entorno, resulta imprescindible, además de las excavaciones 
en extensión con la ubicación de los objetos en el espacio, un análisis del entorno 
geográfico. 
Para este tipo de estudio son necesarias unas técnicas y un sistema de instrumentos 
conceptuales (terminología) que sirvan para analizar y expresar la realidad y para cons­
truir posteriormente una teoría adecuada. Al actuar de este modo, entramos en contacto 
con otras ciencias sociales (antropología, geogralía humana ... ) o naturales ¡(etología terri­
torial, ecología, paleontología ... ). Ahora bien, con las primeras se difiere en el objeto de 
estudio, aunque se empleen algunas de sus técnicas y se coincida en objetivos parciales o 
totales. Con las segundas, si bien se coincide en ciertos elementos, se difiere fundamental­
mente en cuanto a su consideración y en el objetivo final, aunque también se aprovechen 
algunas de sus técnicas. Así, para el paleontólogo, los restos faunísticos representan esta­
dios de la evolución de una especie animal o un componente de, una tafocenosis represen­
tante de una antigua biocenosis y en cambio para el arqueológo son restos culinarios o 
desechos de alimentación o de caza, es decir, representan una actividad humana. Hay'una 
coincidencia en las técnicas utilizadas para determinar la especie, pero el análisis de toda 
una serie de caracteres morfométricos son vitales para el paleontólogo, mientras que al 
arqueólogo le resultaránvitales las fracturas de los restos óseos, las trazas,de cocción, el 
sexo y la edad de los animales ... 
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Aunque debe tenderse a una unificación o clasificación de conceptos con otras cien­
cias, en especial las sociales, al partir de bases materiales distintas y pretender objetivos 
asimismo diferentes, no se pueden adaptar y utilizar los mismos conceptos y términos sin 
una revisión crítica y una modificación. 
PROPUESTA PARA UNA TERMINOLOGIA OPERATIVA 
Se ha considerado el hallazgo como la unidad mínima de expresión arqueológica, 
entendiendo por hallazgo cualquier cosa que revista carácter de antigüedad. Para los que 
piensan así el factor temporal por sí sólo, prescindiendo de todos los demás, le otorga la 
dimensión arqueológica. En este caso la Arqueología responde a lo que implica su etimo­
logía, es decir, el estudio de las cosas antiguas. 
Al analizar el hallazgo en función del factor tiempo se logra conocerlo mejor y 
definirlo en sus diferentes manifestaciones a través del tiempo. 
Para ello es necesario describirlo y delimitarlo en el espacio. La descripción implica 
recurrir a la analogía: objetiva, por tanto discernible geométrica, aritmética y fisico­
químicamente, o subjetiva y, en este caso, apela a referentes morfológicos conocidos. La 
primera de ellas es objetiva por ser inherente a la cosa y por ello empíricamente verificable, 
cognoscible y mensurable. En cambio la segunda es subjetiva, ya que la analogía parte del 
supuesto de la identidad y por esta razón resulta contradictoria con la misma definición de 
hallazgo arqueológico, al prescindir del factor tiempo. 
Los arqueólogos que parten únicamente de esta base tienen como objetivo «científico» 
clasificar cronológicamente. Para ello han construido un sistema técnico de conocimiento 
basado en las tipologías. A través de él constatan sincrónicamente la variabilidad del 
objeto y diacrónicamente la evolución de cada variedad, pero siguen sin conocer el objeto, 
es decir, logran sólo una definición formal de su evolución morfológica. 
Los hallazgos presentan además una dinámica de presencia en el espacio. El siguiente 
paso será, según el análisis morfométrico (objetivo-subjetivo), distinguir sus diferentes 
manifestaciones 90tándolas además del factor espacio. Nace entonces el concepto de 
«cultura» arqueológica: cosas antiguas cuyo nexo de unión es bidimensional: en el espacio 
y en el tiempo. 
El objetivo de esta arqueología «bidimensionah> ya no es únicamente clasificar objetos 
desde el punto de vista cronológico y constatar su trasformación en el tiempo, sino poner 
en relación los hallazgos individuales para crear grupos de hallazgos denominados «cultu­
ras» que quedarán delimitadas en el espacio y en el tiempo. 
Se origina entonces la inquietud por conocer mejor la «cultura». Por tal razón se 
crean dos sistemas de trabaj o: buscar la relación espacial entre los hallazgos y con ello 
establecen un modelo descriptivo de la asociación y distribución de las cosas (arqueología 
espacial) o intentar definir la función de estos hallazgos (arqueología funcional). 
La arqueología espacial intenta descubrir un comportamiento o bien formular unas 
leyes de comportamiento de los hallazgos arqueológicos. Este intento no explica --ni lo 
pretende- las causas de esta relación espacio-temporal, al no tener en cuenta que los 
hallazgos no son productos naturales que se comportan siguiendo unas leyes propias sino 
fruto de una realidad socio-económica concreta y, por tanto, sometidos a las leyes. de 
'comportamiento de las formaciones económico-sociales que los produjeron. 
La arqueología funcional, al definir únicamente la función de las cosas, continúa 
siendo descriptiva por la misma razón expuesta en el caso de la arqueología espacial. 
Ambos sistemas de trabajo pueden ser más o menos objetivos según el grado de 
formalización o la amplitud de contrastación alcanzada. 
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En diversos países ha habido intentos de una <mueva arqueología». Esta reúne los 
logros de la arqueología espacial y de la funcional con la intención de objetivizar al 
máximo la Arqueología para poder definir grupos culturales y, al diferenciarlos, descubrir 
sus distintos procesos evolutivos (cambio cultural) y su funcionamiento interno. Sus 
seguidores se consideran antropólogos partidarios de una corriente antropológica definida 
y, debido a que aislan culturas y exploran procesos diferenciados sin establecer leyes de 
debido a que aislan culturas y exploran procesos diferenciados sin establecer leyes de 
cambio cultural generales, se pueden adscribir al neorrelativismo cultural multilineal que 
no concibe la existencia de una jerarquización económica-social e ideológica por conside­
rar las tres esferas como variables independientes o, en el mejor de los casos, como 
aleatoriamente determinantes. 
Creemos que debenjerarquizarse las tres esferas citadas a fin de establecer unas leyes 
generales del desarrollo social y, para contribuir a ello, la arqueología, como cualquier 
otra ciencia social, debe tener su propio marco teórico. 
Proponemos, pues, un cuerpo teórico y al mismo tiempo un método instrumental que 
nos permita su contrastación. 
Los objetos o elementos arqueológicos son considerados como la unidad mínima 
operativa cuando, en realidad, por sí solos, al no estar interrelacionados en su contexto, no 
pueden explicar nada exógeno a ellos, ya que constituyen una partícula de la realidad a la 
que se hallan adscritos. Partir, pues, exclusivamente del estudio de los distintos objetos 
resulta una labor inútil. 
La unidad es la expresión mínima de reunión de los elementos arqueológicos. Dicha 
reunión se expresa de una manera concreta en el espacio. Puede presentarse diferenciada 
espacialmente O sin diferenciar, es decir, compartiendo el mismo espacio que otras 
unidades. 
La naturaleza de la unidad queda definida por la interrelación significativa de sus 
elementos, interrelación que responde a un segmento de la realidad. Esta pertenece a las 
esferas económica, social e ideológica, de las que los elementos son sus manifestaciones. 
Por este motivo no hay que desligar la reunión de diversos elementos de su función, puesto 
que la estructuración espacial de los elementos no explica necesariamente la función a la 
que responden. 
Las unidades ideales" son aquellas en las que los elementos que dan a conocer un 
segmento concreto de la realidad ocupan un espacio diferenciado y exclusivo. A pesar de 
que pueden estar presentes en cualquier época, son muy frecuentes en las sociedades 
desarrolladas, porque en éstas se tiende a especializar el espacio. En el caso de que las 
unidades no estén delimitadas arquitectónicamente es muy fácil que hayan compartido el 
espacio con otras unidades, lo que sin una minuciosa excavación y una interpretación 
funcional resulta imposible distinguir. Por ejemplo, sin un análisis funéional de los útiles 
líticos no se puede separar una zona de talla de una zona de descuartizamiento, toda vez 
que es pueril considerar que las lascaS sean sólo restos de talla y no se hayan utilizado para 
ninguna otra actividad, como se ha demostrado en los últimos tiempos. 
Las unidades responden a diferentes realidades: 
Unidad base: espacio donde se reposa y se reproduce la futura fuerza de trabajo. 
Unidad de producción: espacio donde se realiza cualquier proceso de trabajo indivi-
dualizado, excepto la reproducción. 
Unidad de consumo alimentario: espacio relacionado exclusivamente con la ingéstión 
de alimentos. 
Unidad de almacenamiento: espacio dedicado al aprovisionamiento y a la 
distribución. 
Las unidades citadas son básicamente económicas, aunque en ellas se expresen tam-
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bién cierto tipo de relaciones sociales. Así, en la unidad de consumo quedan plasmados 
hábitos y costumbres o en la de producción las relaciones sociales de producción. Pero por 
sí solas, si no se observa su estructuración en un conjunto, lo único que puede inferirsees 
la realidad económica que manifiesta la propia unidad. 
Al igual que existen unidades de tipo económico que pueden ser individualizadas, 
también es posible aislar unidades socioideológicas de tres tipos: políticas. religiosas o 
lúdicas. Cada una de estas unidades estará determinada por la interrelación y función de 
los elementos que la conforman. 
La interrelación de dos o más unidades que comparten un espacio constituirá un 
conjunto. más o menos complejo según determine su interrelación y los segmentos de la 
realidad que representa. 
La naturaleza del conjunto vendrá expresada por el carácter de cada una de las 
unidades y su manera de interrelacionarse. 
Las unidades pueden estar diferenciadas (cualquier casa romana) o no (cabaña de 
Lazaret). 
Los conjuntos pueden reconocerse por una limitación espacial evidente o, en caso 
negativo, esta evidencia espacial ha de inferirse de la estructuración de sus unidades y I o 
los elementos que las componen, contrastándolos entre sí y con los demás. 
El segmento de la realidad patente en el conjunto no puede deducirse mecánicamente 
a partir de la cuantificación de las unidades, ni siquiera de su cualificación, sino de su 
jerarquización. Esta tiene que contrastarse de manera positiva: cualquier segmento de la 
realidad expresado en el conjunto tiene que encontrar su explicación en la jerarquización 
formulada como hipótesis. Si todos los segmentos de la realidad se manifiestan en esta 
jerarquización, la hipótesis será válida. 
Los conjuntos nos dan a conocer exclusivamente sus propios niveles económico, 
ideológico o social pero no los que expresa el asentamiento. Se presentan aislados o reuni-
dos espacialmente, conformando diversos tipos de asentamiento según la forma en que la 
formación económico-social se exprese en el espacio. Dicha formación se concreta siempre 
en un modelo o patrón de asentamiento determinado. Establecer, pues, el patrón de' 
asentamiento es el primer paso para establecer, por un lado, las relaciones sociales y, por /' 
otro, la dialéctica con el medio. 
El patrón de asentamiento se refleja en la elección del lugar y en el sistema de 
articulación de sus conjuntos. Reafirmamos, pues, que el modelo de asentamiento res­
,ponde a las exigencias económico-sociales e ideológicas del grupo. Según la complejidad 
de este último (nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y de las re¡¡iciones de produc­
ción), el asentamiento, que no es más que la evidencia física del estado dialéctico de estos 
factores, adquirirá mayor o menor complejidad, ya que cualquier grupo humano elige y 
articula un asentamiento de acuerdo con sus posibilidades, exigencias y necesidades, y 
éstas, a su vez, quedan de alguna manera registradas en el patrón de asentamiento. 
Las formaciones socioeconómicas con las mismas exigencias y necesidades materiales 
y con parecido equipaje ideológico plasmarán en el espacio un modelo de asentamiento 
similar. Así, pues, el patrón de asentamiento expresa la naturaleza del grupo desde diferen­
tes puntos de vista al mismo tiempo: 
_. Económico: desarrollo tecnológico y procesos de trabajo. 
_. Social: división social del trabajo y sistemas de propiedad. 
- Ideológico: desde recintos comunales, lugares de culto y estructuras de poder hasta 
territorios políticos. 
El sistema más complejo de asentamiento es la ciudad, por tanto la formación 
económico-social que se plasma en ella es también la más compleja. 
Para averiguar el modelo de asentamiento de cualquier formación económico-social 
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es preciso partir de un sistema teórico ordenado como el que ofrecemos, que, evidente­
mente, conlleva la aplicación de técnicas arqueológicas determinadas. Estas técnicas 
implican, en primer lugar, un tipo de excavación capaz de contrastar la teoría. La excava­
ción estratigráfica, por sí sola, no es suficiente. Si bien los sondeos estratigráficos nos 
ayudan a descubrir la diacronía de cualquier asentamiento, en ningún caso nos muestran 
su naturaleza, y por este motivo difícilmente nos proporcionan los elementos necesarios 
para definir el modelo de asentamiento de la formación en estudio. Resultan más apropia, 
das las excavaciones en extensión, siempre que se distingan ¡as unidades, los conjuntos Y 
sus relaciones, como hemos propuesto, y no sólo en un asentamiento sino en los distintos 
tipos de asentamiento. En segundo lugar, requieren estudios sobre los nichos económicos, 
las áreas de captación y las vías de comunicación. 
Al crear una terminología operativa hemos considerado ante todo que el objeto de la 
Arqueología es el estudio de las formaciones económico-sociales del pasado, de su evolu­
ción, del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de las mismas y de la complejidad 
de las relaciones de producción, en cada estadio por el que atraviesa la formación socioe-
conómica estudiada. 
Exclusivamente en este sentido podemos defender la Arqueología como una más de 
las Ciencias Sociales. 
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