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03-EL PROBLEMA DE LA POBREZA EN LA BIBLIA

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EL PROBLEMA DE LA POBREZA EN LA BIBLIA
Alfonso de la Fuente
Instituto San Dámaso 
Madrid
Resumen
En el Antiguo Testamento la pobreza aparece como hecho social, comocastigo y como 
actitud religiosa (los pobres de Yahvé). Por su parte, JesUs establece una clara relación en- 
tre la pobreza ״de espíritu״ y la pobreza efectiva. La riqueza (indiferente en s٤, como la po- 
breza) constituye un peligro, porque dificulte la correcta postura ante Dios y ante el próji־ 
mo. JesUs no pretendió directamente cambiar las estructuras sociales, sino suscitar unas 
actitudes religiosas concretas, pero éstas tienen la fuerza suficiente para cambiar la socie־ 
dad humana.
Summary
In the Old Testament poverty appears as a social reality, as a punishment and as a re- 
ligious attitude (the poor of Yahweh). For his part, Jesus establishes a clear relationship 
between poverty ”in spirit” and real poverty. Wealth (indifferent in itself, like poverty) 
constitutes a danger because it puts an obstacle in the way of what is the correct posture be- 
fore ^d and neighbour. Jesus never directly sought to change the social structures, but ra־ 
ther to motivate concrete religious attitudes؛ nevertheless these possess sufficient strength 
in order to change human society.
La problemática cristiana de la pobreza presenta un panorama, a 
primera vista, desconcertante. Por una parte, todos los cristianos esta- 
mos de acuerdo en proclamar las excelencias de la pobreza؛ ^r otra, to- 
dos coincidimos en que es preciso terminar con la pobreza en el mundo. 
La Unica Biblia que leemos los cristianos declara bienaventurados a los 
pobres, pero también contiene pasajes en los que la pobreza aparece como 
una maldición 0 un castigo impuesto por Dios al pecador. Paralelamente, 
en los textos bíblicos la riqueza es presentada como una bendición divi- 
na, al tiempo que abundan las amenazas contra los ricos. Y el pueblo de
Revista Española de Teología 49 (1989) 43148بى
REVISTA ESPAÑOLA DE TEOLOGIA.-Alfonso de la Fuente432
Dios se define hoy como "Iglesia de los pobres”, precisamente cuando to- 
dos los pueblos de la tierra luchan por la prosperidad y el desarrollo fren- 
te a la realidad 0 el fantasma de la pobreza.
Hay varios puntos en esta problemática que exigen reflexión. Pero, 
ante todo, el cristiano d.ebe preguntarse qué entiende por pobreza la Sa- 
grada Escritura, solo a partir de los datos bíblicos podremos señalar las 
lineas fundamentales de una teología cristiana de la pobreza y marcar 
una trayectoria para nuestra propia conducta. Sin una referencia ere- 
yente a la Biblia, documento normativo de la revelación, cualquier ela- 
boraciOn ”teológica” corre el riesgo de moverse exclusivamente en el pla- 
no de la simple teoría.
Desde el punto de vista econOmico-social, riqueza y pobreza son con- 
ceptos relativos: dependen del nivel medio de un pais 0 ambiente deter- 
minado. Para ser rico en algunos países de Africa se necesita mucho me- 
nos que para serlo en Norteamérica. De hecho, un rico jefe de tribu afri- 
cano no siempre podría permitirse el lujo de un crucero alrededor del 
mundo. Además, no podemos contentarnos con dividir a los hombres en- 
tre ricos y pobres. Entre la riqueza y la pobreza esta el desahogo econO- 
mico, y por debajo de la pobreza, como nivel ínfimo, esta la miseria.
En el lenguaje vulgar se suele identificar la pobreza con la miseria. 
Pero, en sentido estricto, la miseria es la situación de quien carece de lo 
imprescindible para llevar una vida verdaderamente humana, mientras 
que la pobreza es la situación de quien, sin carecer de lo imprescindible 
para la vida, no disfruta del bienestar corriente entre las personas que lo 
rodean. Quiere decir esto que la pobreza, como la riqueza, se define por el 
nivel medio de vida imperante en un pais 0 ambiente؛ en cambio, la mise- 
ria se define en términos absolutos, tomando como base la realización de 
la existencia humana. Pero, aun asi, habrá que considerar al hombre en 
cada momento concreto de la historia: lo que es miseria para el hombre 
de hoy pudo no serlo para el hombre de las cavernas. No olvidemos que el 
hombre es un ser que se va haciendo en la historia.
Debemos tener presente, por otra parte, que la carencia de bienes ca- 
racteristica de la pobreza no afecta Unicamente al ámbito de las necesi- 
dades materiales, sino que se extiende a otras facetas de la existencia 
cultura, convivencia, seguridad, estimación social-, cuyo cercenamien- 
to es con frecuencia más doloroso aún que el no poseer material. Por tan- 
to, la pobreza no es sólo cuestión de cantidad, problema económico, sino 
que introduce una serie de diferencias cualitativas, de modo que el pobre 
encuentra dificultades para alcanzar una adecuada formación cultural, 
se ve marginado en la sociedad, goza de escaso prestigio, vive en la incer-
433EL PROBLEMA DE LA POBREZA EN LA BIBLIA
tidumbre de su future. Para el pobre, la igualdad de oportunidades no pa- 
sa de ser un piadoso ideal.
Otra cosa es el ideal de pobreza voluntaria, presente de una u otra 
manera en la mayoría de las religiones. En su realización el individuo re- 
nuncia a la posesión personal de bienes materiales, pero en un marco de 
relativa seguridad para el conjunto de su existencia. Esta forma de po- 
hreza, lejos de degradar al hombre, le otorga nuevas posibilidades de de- 
sarrollo espiritual y, eventualmente, de influencia y prestigio en la socie- 
dad.
A continuación examinaremos primeramente los diversos aspectos 
que presenta el tema de la pobreza en el Antiguo Testamento؛ pasaremos 
luego a contemplar el mensaje que se desprende.de las palabras y de la 
conducta de Jesús tal como lo entendieron los autores del Nuevo Testa- 
mento; por Ultimo, intentaremos una valoración teológica de la pobreza 
para nuestro tiempo 1.
I. LOS POBRES EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
La Biblia no es un bloque bajado del cielo, sino que se ha ido forman- 
do a lo largo de los siglos -no menos de once siglos- en nuestra tierra. 
Tiene a su cuenta un complejo proceso de reflexión humana y de elabora- 
ciOn literaria. Unos hombres inspirados por Dios han ido plasmando en 
ella sus vivencias, meditaciones e intuiciones sobre la base de la acción 
divina en la historia 2. Hombres inspirados, pero hombres al fin. Hom- 
bres condicionados por su experiencia personal y por la cultura de su 
tiempo. Por eso no es extraho que sus escritos, aunque también inspira- 
dos por Dios, nos descubran una imagen del mundo bastante inexacta y 
unas apreciaciones que a menudo distan mucho de nuestra sensibilidad y 
comprensión. No es extraho que, dentro de la misma Biblia, aparezcan 
distintos enfoques teológicos y que las palabras no tengan siempre el 
mismo sentido. Cada época y cada autor tienen sus puntos de vista, sus 
preferencias y sus limitaciones.
Esto vale sobre todo para el Antiguo Testamento, y en particular pa- 
ra el tema de la pobreza. De hecho, la visión veterotestamentaria presen- 
ta en este punto una triple perspectiva: la pobreza como triste realidad
1 Entre las exposiciones de conjunto sobre la pobreza en la Biblia podemos destocar 
E. Bammel, art. Ιΐιωχός, en ThWN'rV\% 885-915, y A. George, art. ”Pauvre”en:DBS ٧ΙΙ, 
.en un plano divulgativo, A. Gelin, Us pauvres de Yahvé (Paris 1953) ;־387406
2 Antes que palabra, la revelación es acción de Dios en la historia. CL G. E. Wright, 
God Yfho Acts (landres 1952).
REVISTA ESPAÑOLA DE TEOLOGIA.-Alfonso de la Fuente434
social, la pobreza como castigo en el contexto de la remuneración intra- 
mundana, la ۴breza como actitud religiosa de humildad y entrega al 
servicio de Dios.
1. La pobreza como realiád social
El Israel del desierto es un pueblo de nómadas que llevan una vida 
pobre, en un nivel de subsistencia. El libro del Exodo, con su tendencia 
idealizadora, exagera los bienes que aquel pueblo errante sacó de E^pto, 
pero la verdad es que Israel pasó por momentos muy difíciles durante su 
peregrinación por la peninsula del Sinai. Los relatos del maná y las co-dornices reflejan, más alia de su presentación prodi^osa, soluciones pro- 
videnciales a situaciones de angustia. Es comprensible que en tales cir- 
cunstancias no se reflexione sobre la pobreza: no se habla de pobres en un 
pueblo donde no hay ricos.
Las diferencias comienzan cuando Israel, ya en posesión de la tierra 
prometida, se convierte en un pueblo sedentario. Los terrenos son desi- 
guales en extensión y calidad. Interviene el espíritu laborioso de unos y 
la pereza de otros (la eterna historia de la cigarra y la hormiga). Tam- 
bién la astucia y la ambición. En un contexto de inseguridad social', una 
enfermedad 0 un robo pueden sumir en la pobreza. Comienza a haber ri- 
eos y pobres en Israel. Las diferencias se intensifican durante el periodo 
de la monarquía, coincidiendo con la im^sicíón de fuertes tributos y la 
institucionalizaciOn del trabajo forzoso. La tierra se va concentrando en 
manos de unos pocos, de suerte que quien antes fue pequeho propietario 
pasa a la condiciOn de jornalero, si es que no se convierte, oprimido por 
las deudas, en esclavo de sus compatriotas 3.
Ante este panorama de pobreza social, que a veces llega a la miseria, 
los profetas de Israel claman contra el rico, denunciando sus injusticias 
contra el pobre y prometen a éste la protección de Yahvé. Un día es la voz 
violenta de AmOs, el pastor que abandonó sus bueyes para abrazar el mi- 
nisterio profetico: »»Escuchad los que pisoteáis al pobre y queréis supri- 
mir a los humildes de la tierra..., que reducís la medida y falsificáis la ba- 
lanza, y compráis por dinero a los debiles y al pobre por un par de sanda- 
lias»» (Am 8, 4-6). Otro día será la increpación dramática del aristócrata 
Isaías: »»¡Ay de los que decretan decretos inicuos y de los escribas que es-
3 Sobre la composición y evolución de la sociedad israelita, Cf. R. de Vaux, Institu- 
Clones del Antiguo Testamento (Barcelona 1137-109 و64د . Sobre la situación social en 
tiempos de JesUs, cf. j. Leipoldt-W. Grundmann teds.). El mundo delNueuo Testamento I 
(Madrid 1973) 201-204؛ d. Jeremias, JerusaUn en tiempos à Jesús (Madrid 1977)
435EL PROBLEMA DE لها POBREZA EN LA BIBLIA
criben vejaciones, excluyendo del juicio a los débiles, atropellando el de- 
recho de los pobres de mi pueblo, haciendo de las viudas su botín y despo- 
jando a los huérfanos!” (Is 10,1-2). Y también el doliente Jeremias: ”؛Ay 
del que hace trabajar de balde a su prójimo sin pagarle salario!” (Jr 22, 
13). Es claro que los profetas, como hijos de su tiem۴, no piensan en un 
sistema de seguridad social en beneficio de los menos afortunados econO- 
micamente. Su clamor tiene siempre una motivación reli^osa: tales in- 
justicias serán castigadas por Dios porque significan infidelidad a la 
alianza. Por eso, como también los pobres pueden ser infieles, la denun- 
cia profética se extiende, llegado el caso, también a ellos: ”De sus jóvenes 
no se apiadará el Seftor, de sus huérfanos y viudas no se compadecerá, 
pues todos son impíos y malvados, y toda boca profiere insensatez״' (I 9, 
16).
La legislación del antiguo Israel muestra una clara preocupación por 
los desposeídos si bien sus prescripciones 0 recomendaciones, en conso- 
nancia con la mentalidad de su entorno, no se proponen directamente 
una reforma de las estructuras. El Deuteronomio, que ^ne su normativa 
en boca de Moisés, es el cuerpo legal más atento a la ,causa de los pobres. 
”No explotarás al jornalero humilde y pobre, ya sea uno de tus hermanos 
0 un forastero que reside dentro de tus puertas. Le darás cada día su sala- 
rio, sin dejar que el sol se ponga sobre esta deuda؛ porque es pobre y para 
vivir necesita de su salario” (Dt 24, 1^25). También el Deuteronomio 
precisa: ”Si hayjunto a ti algún jwbre de entre tus hermamos, en alguna 
de las ciudades de la tierra que el Señor, tu Dios, te da, no endurezcas tu 
corazón ni cierres tu mano a tu hermano pobre. Abrele la mano y présta- 
le lo que necesite para remediar su necesidad״״ (Dt 15, 7-8). Y en el Levi- 
tico, cuya doctrina aparece en forma de di-scursos dirigidos por Yahvá a 
Moisés, se recomienda: ״״Cuando cosechéis la mies de vuestra tierra, no 
siegues hasta el borde de tu campo ni espigues los restos de tu mies؛ los 
dejarás para el pobre y para el forastero״״ (Lv 23, 22).
La literatura sapiencial considera a veces el fenómeno riqueza-po- 
breza desde un punto de vista meramente empírico. Constata que el 
hombre laborioso se enriquece al tiempo qu.e el perezoso cae en la ^bre- 
za, o bien que el rico tiene muchos amigos0 ؛ asegura que ״״más vale pobre 
que traidor״״ (Prov 19, 22) y ״״más vale pobre de conducta ínte^a que em- 
bustero insensato״״ (Prov 19, 1). A veces, en cambio, muestra una clara 
preocupación moral, como en esta recomendación del maestro JesUs ben 
Sirá: ״״Hijo, no prives al pobre del sustento ni dejes en suspenso sus ojos 
suplicantes. No entristezcas al que tiene hambre, no exasperes al hom- 
bre en su indigencia. No te ensahes con el corazón exasperado, no hagas 
esperar la dádiva al mendigo. No rechaces al suplicante atribulado ni
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apartes tu rostro del pobre. No apartes del mendigo tus ojos ni des a na- 
die ocasión de maldecirte" (Eclo 4, 1-δ). Pero los sabios de Israel son 
conscientes también de que la conducta practicada con el pobre tiene una 
sancio'n religiosa: ”Quien se burla del pobre afrenta a su Hacedor,, quien 
se alegra de su desgracia no quedará impune” (Prov 17, 5)ذ ”quien se 
apiada del pobre presta a su Senor” (Prov 19, 17)Í ”si ves un pobre, no 
vuelvas el rostro, y Dios no apartará su rostro de ti” (Tob 4,7).
En este aspecto social, el tener y el no tener aparecen como simples 
situaciones de hecho. La riqueza es un bien que procede de Dios؛ la po- 
breza, una desgracia que, hasta cierto punto, se debe aliviar. Pero nadie 
-ni legisladores, ni profetas, ni sabios- se pregunta por las causas de la 
pobreza o propone principios eficaces para liberar de ella a quienes la pa- 
decen.
2. La pobreza como castigo
Es sabido que la fe de Israel en la retribución pasa por tres fases su- 
cesivas. Primero existe la convicción de que Dios premia 0 castiga a la co- 
munidad israelita solidariamente en el ámbito de este mundo. El efecto 
de la buena conducta 0 de las culpas personales se extiende a la fomilia, 
la tribu 0 el pueblo, pasando incluso de generación en generación. Asi se 
explica, por ejemplo, que la derrota de Israel en la conquista de Hai apa- 
rezca como consecuencia del pecado personal de Acán (Jos 7). Pero al fi- 
nal de la monarquía esta convicción cede el puesto a la de una retribu- 
ción individual, aunque todavía en el ámbito intramundano. Tal transi- 
ciOn es fruto, sobre todo, de la predicación de Jeremias y Ezequiel: ”En 
aquellos días ya no dirás: los padres comieron agraz y los dientes de los 
hijos sufren la dentera, sino que cada uno por su culpa morirá: quien- 
quiera que coma el agraz tendrá la dentera” (Jr 31, 29s). No obstante, la 
doctrina de que Dios premia 0 castiga a cada uno en'este mundo chocaba 
con la experiencia, pues a menudo es el malvado quien prospera, mien- 
tras que el justo padece y se hunde. La crisis quedo abierta desde el retor- 
no del destierro, pero sOlo en el siglo II a. c., cuando se afirme en el ámbi- 
to bíblico la creencia en una vida real después de la muerte, existirá la 
posibilidad de pensar en una retribución ultramundana.
En la segunda de esas fases, en el contexto de una retribución intra- 
mundana, es fácil concebir la riqueza como recompensa divina y la po- 
breza como castigo. Por eso el Antiguo Testamento no pierde ocasión pa- 
ra decirnos que Dios enriqueció a los piadosos protagonistas de la histo- 
ria israelita: Abrahán ”era muy rico en ganado, oro y plata” (Gn 13, 2)؛ 
Isaac ”cosechó el ciento por uno ... y se hizo.riquísimo” (Gn 26,12s)؛ Jacob
437EL PROBLEMA DE LA POBREZA EN LA BIBLIA
"prosperó muchísimo y llegó a tener rebaños numerosos, siervas y sier- 
vos, camellosy asnos” (Gn 29, 43)؛ Salomón ”superó a todos los reyes en 
riqueza y sabiduría” (1 Re 10, 23)؛ Ezequias ”tuvo riquezas y oro en 
abundancia” (2 Cr 32, 27ss). La riqueza como bendición con que Dios re- 
compensa al justo es además un tema predilecto de la literatura sapien- 
cial. Un pasaje significativo es Sal 112, 1-3: ”Dichoso el hombre que te- 
me al Señor, que en sus mandameintos se complace ... Hacienda y rique- 
zas en su casa, su justicia por siempre permanece”.
Del justo Job se dice que ”su hacienda era de siete mil ovejas, tres mil 
camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas asnas” (Job 1, 3). En 
cambio, su caída en la miseria es interpretada por su amigos como conse- 
cuencia de alguna culpa, aunque tal vez el propio Job la desconozca. Era 
obvio: si la riqueza es bendición de Dios por las buenas obras del hombre, 
la pobreza tiene que ser castigo 0 maldición por los pecados. El libro de 
los Proverbios la atribuye a la pereza (6,6-11), a la vida disoluta (21,17), 
a la imprudencia (23, 21). Y el Eclesiástico afirma que "más vale morir 
que mendigar” (40, 28).
En la perspectiva de retribución intramundana, la pobreza aparece 
como un valor religioso de signo negativo, mientras que la riqueza ad- 
quiere el sentido de bendición divina reservada al justo junto con una 
larga vida y una numerosa descendencia. Sin embargo, esta visión -ya lo 
hemos dicho- chocaba con la experiencia de la riqueza de muchos malva- 
dos y la pobreza de muchos justos. Es lo que pregunta Job, que en medio 
de su calamidad no tiene conciencia de pecado: ”¿Por qué siguen viviendo 
los malvados, llegan a viejos y aumentan su poder?” (Job 21, 7). Ante se- 
mejante paradoja, sólo cabe el mediocre consuelo de pensar que, al morir, 
el malvado abandona todas sus posesiones. Tal es la reflexión de Sal 49, 
17s: ”No temas cuando el hombre se enriquece, cuando crece el boato de 
su casa: a su muerte nada ha de llevarse, su boato no se irá con él”. Y 
también la despiadada constatación de Qohelet a projrósito del rico: ”Co- 
mo salió del vientre de su madre, asi volverá: desnudo؛ nada se llevará 
del fruto de sus fatigas” (Ecl 5,14).
Evidentemente, sin la esperanza en una vida posterior a la muerte, 
la pobreza es un castigo divino 0 no tiene explicación teológica.
3. Lapobreza como actitud religiosa
Esta tercera concepción supone un desplazamiento semántico: el tér- 
mino ”pobre”, conservando su dignificado fundamental de persona que 
carece de bienes, pasa a designar una actitud positiva ante Dios. El ori- 
gen de tal evolución esta en la experiencia histórica de Israel y se inserta
6
REVISTA ESPAÑOLA DE TEOLOGIA.- Alfonso de la Fuente438
en un proceso global de espiritualización que afecta a las concepciones 
religiosas de este pueblo.
l٥a historia ^litica del anti^io Israel es una cadena de fracasos y de- 
cepciones. solo' durante 75 ahos durante los reinados de David y Salo- 
mOn- gozó Israel de unidad e independencia. La lenta ocupaciOn de Pa- 
lestina en tiempos de Josué y de los Jueces, la dura realidad del reino di- 
vidido y, sobre todo, la ruina de Samaria y de Jerusalén con las consi- 
fientes deportaciones son hechos que contribuyen ^ada uno en su me- 
dida- a orientar las esperanzas israelitas hacia objetivos de salvación es- 
piritual.
En esos vaivenes históricos, la reflexión profetica va descubriendo 
que Dios no cumplirá las promesas de la alianza con todo el pueblo de Is- 
rael, pecador e infiel en su conjunto, sino con una parte del mismo, con 
un ”resto״ fiel y justo. La idea va cobrando cuerpo a través de los profetas 
escritores. No se trata ya de los supervivientes a las catástrofes que sufre 
el pueblo, de lo que llamaríamos un resto ”histórico”, sino de quienes, en 
medio de un pueblo pecador, ”sobreviven” por su fidelidad a los ojos de 
Dios. Se trata de un resto cualitativo, santo. A partir de ahí surge el nue- 
vo sentido del término ”pobre”. Y la actitud espiritual de los componen- 
tes del resto se denomina ”pobreza״*. Ellos son los ”۴bres de Yahvé”. So- 
fonias, discípulo de Isaías, refleja ya claramente esta identificación: ״״De- 
jaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, y en el nombre del Sehor 
se cobijará el resto de la tierra״״ (Sof 3, 12). De estos pobres se dice que 
”poseerán la tierra” (Sal 37,11).
Los miembros de este grupo espiritual hacen oír su voz en los Salmos: 
 guarda mi ؛Tiende tu oí.do. Señor, res۴nde, que soy pobre y desdichado״״
alma, porque te amo؛ salva a tu siervo, que confia en ti״״ (Sal 86, ls) ؛ ״״ por- 
que soy pobre y desdichado, se me retuerce dentro el corazón” (Sal 109, 
22) ؛ ״״ sé que el Señor hará justicia al humilde y llevará el juicio a los po- 
bres״״ (Sal 140,13). Según Is 61, 1, el Mesías será enviado a estos pobres, 
y él mismo tendrá la fisonomía de uno de ellos.
Nos hallamos ante un sentido metafórico que arranca del sentido pri- 
mario del término ”pobre”. El pobre se caracteriza por una actitud de hu- 
mildad, de sometimiento efectivo, de paciencia. Cuando Israel se vio 
”empobrecido״״ por obra de los asirios y babilonios, no le fue difícil descu- 
brir el valor de la actitud espiritual que se encierra en la ^breza. En el 
fondo, los pobres de Yahvé tienen que ver con los !robres sin más. Dicho 
de otro modo, la !robreza como actitud espiritual exige de algún modo la 
pobreza real. Asi lo comprendieron, con anterioridad al mensaje evangé- 
lico, los monjes esenios de Qumrán, quienes, deseosos de realizar el ideal
439EL PROBLEMA DE LA POBREZA EN LA BIBLIA
de los pobres de Yahvé como comunidad de salvación, se comprometían a 
llevar una vida de pobreza efectiva 4.
En resumen, el Antiguo Testamento presenta la pobreza no sólo co- 
mo realidad social, la cual adopta eventualmente la figura de un castigo 
divino, sino también como actitud espiritual. Se trata, pues, de un con- 
cepto ambivalente: en el Antiguo Testamento hay dos ”pobrezas”. A pe- 
sar de la innegable relación entre ambas, confundirlas da lugar a una in- 
terpretaciOn errónea de la visión veterotestamentaria y lleva necesaria- 
mente a una comprensión desviada de la doctrina del Nuevo Testamento 
sobre la pobreza.
II. LOS POBRES EN EL NUEVO TESTAMENTO
El Nuevo Testamento prolonga y, en parte, corrige las perspectivas 
del Antiguo sobre la pobreza. La vida y la predicación de Jesús, asi como 
los escritos apostólicos, nos ofrecen el caftamazo para bordar una teología 
cristiana de la pobreza.
La conducta de Jesús no supone una condenación práctica de la ri- 
queza. De hecho, Jesús acepto el trato con personas acaudaladas, como es 
el caso de Zaqueo (Le 19, Is) y de los recaudadores de impuestos -los pu- 
blicanos- que le invitaban a su mesa (Mt 9,10). Acepto también que va- 
rias mujeres de buena posición sufragaran los gastos del ^upo apostólico 
(Le 8, 2s). Y José de Arimatea, "un hombre rico" (Mt 27, 57), fue el ”disci- 
pulo” que se hizo cargo de su sepultura. En esta linea, el papa Juan XXII 
(siglo XIV) condenó la tesis de que JesUs vivió en jwbreza absoluta y sin 
propiedad alguna 5. Indiquemos de paso que, en la parábola del fariseo y 
el publicano, es éste ٠1 rico- quien, por su humildad, queda justificado 
ante Dios.
Es cierto, como recuerda Pablo, que Cristo, ״״siendo rico, se hizo pobre 
por vosotros, a fin de que os enriquecierais con su pobreza2) ״״ Cor 8, 9). 
Pero esta pobreza ha de entenderse en la linea de la encarnación y de la 
muerte en Cruz, del anonadamiento a que el mismo Pablo se refiere es- 
cribiendo a los Filipenses: ״״El cual, siendo de condici-On divina, no retuvo 
ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de si mismo tomando 
condición de siervo״״ (Flp 2, 6-7). Por tanto no se trata de determinar las 
condiciones históricas de la vida de JesUs.
4 En Qumrán la pobreza se entiende ante todo como actitud religiosa ante Dios. La 
misma comunidad se designa como ”la congregación de los pobres4) ״QpPs 37 1, 102 ؛, 
101, y sus miembros son ״los pobres de la gracia de Dios ” ( 1 QH 5,22).ج Constitución Cum inter nonnullos( 18.11.1323): DS930s.
REVISTA ESPAÑOL DE TEOLOGIA.-Alfonso de la Fuente440
No obstante, JesUs adopta una postura critica frente a la riqueza. "Es 
más fácil -nos asegura- a un camello entrar por el ojo de unaa^ija que a 
un rico entrar en el reino de los cielos” (Me 10,25) ٥٠ El episodio de la viu- 
da que deposita su pequeña limosna es, por el contexto, un ataque a los 
ricos que contribuían ostentosamente a los gastos del templo (Me 12, 
41-44). Y en la parábola de la semilla que cae en distintos terrenos se 
alude a la riqueza como elemento que impide el crecimiento de la palabra 
(Mt 13, 22). Una formulación lapidaria de esta postura es la que leemos 
en Le 16, 33: ”No podéis servir a Dios y a las riquezas”.
¿Significa esto una contradicción entre la conducta y la palabra de 
Jesús? Es claro que no. En primer lugar, las palabras de JesUs sobre la 
riqueza no consideran la posesión de bienes en si misma, sino en relación 
con el reino de Dios. En segundo lugar, el texto Ultimamente citado nos 
ofrece un dato esclarecedor: lo que impide el servicio de Dios es la servi- 
dumbre a la riqueza. Por tanto, no la mera posesión. Asi podremos decir 
que, mientras el hombre permanece ”dueño” de la riqueza, ésta no cons- 
tituye en principio un obstáculo insuperable؛ sólo cuando la riqueza le 
domina, cuando el hombre se convierte en su servidor,'comienza la impo- 
sibilidad de servir a Dios 7. Dicho de otro modo: mientras la riqueza no se 
erige en valor absoluto para el hombre, éste conserva su disponibilidad 
ante Dios. El hombre no puede afirmarse -es decir, fundar su existencia- 
a la vez en Dios y en la riqueza ٥٠
Por otra parte, JesUs continúa la preocupación bíblica por los ^bres 
como categoría social. Y esto hasta tal punto que, hablando del juicio es- 
catolOgico, considera como hecho a si mismo cuanto hacemos con el pobre 
0 necesitado: ”Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos pequehos, a 
mi me lo hicisteis” (Mt 25, 40). Y los ”hermanos pequehos” son aquí los 
que padecieron hambre, sed y desnudez.
En contraposición con el Antiguo Testamento, ni Jesús ni los apOsto- 
les relacionan jamás la pobreza con el pecado, si bien algunas situaciones 
de pobreza pueden tener de hecho su origen en pecados personales (vida 6 7 8
6 En este pasaje de Me ( = Mt 24 ,وا y Le 18, 25) algunos manuscritos leen κάμιλος 
(maroma) en vez de κάμηλος (camello). El cambio puede deberse a un intento de suavizar 
la imposibilidad 0 simplemente a una confusión fonética de ambos vocablos: en el siglo I 
la η se pronuncia como i (itacismo). De tO'dos modos, lo que se subraya aqui es precisa- 
mente la imposibilidad. Cf. el V. 27: para los hombres es imposible, pero posible para Dios.
7 Cf. ya san Jerónimo: ”No dijo JesUs (en Mt 6,24 = Le 16,13): quien tiene riquezas, 
sino: quien sirve a la riqueza. Porque quien es siervo de la riqueza la guarda como siervo, 
mientras que qien ha sacudido el yugo de la servidumbre la administra como dueho” 
(Comm.inEv.Mat.ie: PL26,46).
8 Es curioso que el termino hebreo que significa ”creer” (heemin) y el arameo ma- 
mona , ”riqueza”, procedan de la misma rate: aman ( = ser firme). Cf. E. Hoskyns-N. Da- 
vey, The Ridá of the New Testament (Londres, reimpr.l963)28,nota.
441EL PROBLEMA DE LA POBREZA EN LA BIBLIA
disoluta, etc.). Lo cual quiere decir que, vista desde el Nuevo Testamen- 
to, la vieja concepción de la pobreza como castigo constituye un episodio 
caducado en el conjunto de la revelación. No obstante, la idea de que una 
situación calamitosa pueda ser consecuencia de algún pecado seguía vi- 
gente en ciertos estratos del pueblo, como se refleja en la pregunta que 
hacen a Jesús: "¿Quién pecó para que éste naciera ciego: el 0 sus pa- 
dres?". La respuesta es clara: "Ni él pecó ni sus padres" (Jn 9,2s), y JesUs 
indica inmediatamente que esa ceguera tiene como finalidad "que se ma- 
nifiesten las obras de Dios”.
Un puesto especial entre las palabras de JesUs sobre la pobreza co- 
rresponde a la bienaventuranza ,de los pobres. De ella nos ha sido trans- 
mitida una doble versión: ”bienaventurados los pobres de espíritu, por- 
que de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5,2) y ”bienaventurados los po- 
bres, porque vuestro es el reino de Dios” (Le 6, 20). En ambos casos, la 
frase se encuentra en un contexto que delata indicios de ”composición” 
por parte de cada evangelista. Mateo ha reunido siete bienaventuranzas, 
de acuerdo con su predilección por este número (la referente a los ”man- 
sos״» es sin duda una glosa, dado que falta en algunos cOdices y es una 
simple repetición de Sal 37,11). Lucas ha recogido tan sólo cuatro, y pre- 
cisamente las que se refieren a los pobres, los hambrientos, los afligidos y 
los perseguidos, es decir, las que tienen un más marcado contenido "so- 
cial”. Además, las bienaventuranzas de Lucas van seguidas de cuatro 
imprecaciones en paralelismo con las bienaventuranzas. En la versión de 
Mateo, JesUs habla en tercera persona: se trata de distintas actitudes 
virtuosas, cada una de las cuales tiene reservada una recompensa celes- 
te؛ en el fondo, nos hallamos ante un código de vida cristiana. Por el con- 
trario, la versión de Lucas insiste en el cambio de situación que aguarda 
a los desafortunados y a los afortunados de este mundo؛ en Lucas, JesUs 
se expresa en segunda persona, y las cuatro-bienaventuranzas se refie- 
ren a las mismas person'as: al revés que en Mateo, los ”pobres” de Lucas 
se identifican con los ,”hambrientos” 0 ”los que lloran”. En resumen, las 
bienaventuranzas tienen en Mateo un enfoque moral (el evangelista las 
ha colocado en el contexto de la ley nueva), mientras que la versión luca- 
na no puede disimular una fuerte preocupación social.
¿Cuál de las dos versiones es la original en labios de Jesús? Un intér- 
prete anti^io diría que las dos: ”utrumque fecit) utrumque dixi()\ Jesús 
habría pronunciado una y otra formula en dos ocasiones distintas. Para 
nosotros la cuestión no es tan sencilla. Las dos series de bienaventuran- 
zas son compilaciones de frases pronunciadas, por Jesús en diversas oca- 
siones. Probablemente, la fuente utilizada en común por Mateo y Lucas 
para la redacción de sus evangelios presentaba ya una compilación de
REVISTA ESPAÑOLA DE TEOLOGIA.-Alfonso de la Fuente442
este tipo. A partir de e״a, cada evangelista -de acuerdo con sus tenden- 
cias y preferencias- estructuro sus respectivas bienaventuranzas.
Cifténdonos a la primera bienaventuranza, estimamos que su sentido 
originario debe entenderse en la linea de la pobreza como actitud religio- 
sa, según hemos visto en el Antiguo Testamento. A estos pobres se les 
promete que serán especialmente beneficiarios de las promesas cuyo por- 
tador es .Cristo. Por tanto, los pobres a quienes Jesús anuncia el evange- 
lio son los herederos espirituales de los antiguos "pobres de Yahvé”. 
Ellos reciben el titulo de bienaventurados.
Teniendo en cuenta diversos indicios, podemos suponer que la forma 
originaria de la primera bienaventuranza era "bienaventurados los po- 
bres, porque de ellos es el reino de los cielos". Los pobres en el mismo sen- 
tido religioso en que JesUs se presenta como pobre: ’»Aprended de mi, que 
soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29). Es probable que tanto en 
esta frase como en la primera bienaventuranza empleara JesUs la misma 
palabra aramea ()anawa-'anawinipobrejobres) ٥ y que Mateo, el más 
"teólogo” de los evangelistas sinópticos, matizara el sentido ahadiendo, 
en el primer caso, ”de espíritu” y, en el segundo, ”de corazOn”. De este 
modo evitaba el posible malentendido de una simple situación de pobreza 
material. Por su parte, Lucas -en su preocupación por el aspecto social de 
la pobreza- da a las palabras de JesUs una interpretación secundaria 10.
De todo lo cual se deduce que la bienaventuranza de Jesús en favor 
de los pobres, al igual que todo su mensaje, tiene un sentido religioso. Je- 
sUs no pretendió cambiar directamente las estructuras sociales 11, sino 
suscitar unas determinadasactitudes religiosas, si bien éstas -no debe- 
mos olvidarlo nunca- llevan en si una fuerza suficiente para transformar 
la sociedad de los hombres. La pobreza que pide aqui JesUs es la misma 
actitud que reclama cuando dice: ”Yo os aseguro que, si no cambiáis y os 
hacéis como nihos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18, 3). Se 
trata, en Ultima instancia, de una conversión en virtud de la cual el hom- 
bre se desarraiga de si y de las cosas para buscar apoyo en Dios.
No obstante, en la enseñanza de JesUs existe una relación ineludible 
entre la pobreza como actitud espiritual y la pobreza efectiva. Por eso re- 
comienda a sus discípulos cuando van a predicar: ”No toméis nada para
٥ Sobre el significado de *anaw y sinónimos en el Antiguo Testamento, véase R. 
Martin-Achard, art. *nh en: Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento II 
(Madrid 1985) 4347بىة.
1° No es aceptable la tesis de que Lucas adopta una linea ebionita (de ebyon)) como 
si la recompensa prometida afectara a los pobres en cuanto tales؛ asi, E. Percy, Die 
Botschaft Jesu (Lund 1953).ال Tal es la conclusión a que llegan los interpretes del Nuevo Testamento؛ por ejem- 
plo, R. &hnackenburg. El testimonio moral del Nuevo TesUkmento (Madrid 1965) lOOs.
443EL PROBLEMA DE LA POBREZA EN LA BIBLIA
el camino: ni alforja, ni pan, ni dinero؛ ni tengáis dos túnicas” (Le 9, 3). Y 
al joven rico que precinta qué debe hacer para conseguir el reino le res- 
ponde: ”Vende cuanto tienes, dalo a los pobres y sígueme” (Me 10, 
17-22). La tradición de la Iglesia ha entendido siempre que esta radical 
exigencia de pobreza efectiva no se refiere en su rigor a la totalidad de los 
cristianos, sino que constituye una ^eta reservada en la práctica a quie- 
nes se sienten llamados a seguir a Jesús con el mismo desasimiento que 
él impuso a su propia ,vida. Sin embargo, la relaciOn neotestamentaria 
entre ambas formas de pobreza constituye un imperativo que obliga a to- 
dos los cristianos a bastante más que una compasiva admiración hacia 
quienes, voluntariamente, se comprometen por Cristo a vivir en pobreza 
efectiva.
Una interpretación práctica de la doctrina de Jesús sobre la ۴breza 
la tenemos en la conducta de los primeros cristianos, los cuales no renun- 
ciaban, salvo casos de generosidad es۴ntánea, a sus bienes y posesiones. 
Lucas nos ofrece en este punto una visión idealizada: ”Todos los creyen- 
tes vivían unidos y tenían todo en común؛ vendían sus posesiones y sus 
bienes y repartían su precio entre todos” (Hch 2, 448؛ cf. 4, 32-35). La 
realidad era mucho más vulgar: en la primitiva comunidad cristiana 
también había pobres (cf. Hch 6,1-6), y los fieles disponían libremente 
de sus haciendas (Hch 5,4). No obstante, la visión de Lucas refleja el 
ideal comunitario, que de hecho se traducía más 0 menos en lo que hoy 
llamaríamos ”comunicación cristiana de bienes”.
Por su parte, la epístola de Santiago, con una crudeza que en nada ha 
de envidiar a la de los antiguos profetas de Israel, clama contra los ricos 
que cierran sus entrahas a los pobres: ”Llorad, ricos, y dad alaridos por 
las desgracias que están para caer sobre vosotros. Vuestra riqueza esta 
podrida y vuestros vestidos apolillados؛ vuestro oro y vuestra plata están 
llenos de herrumbre, y su herrumbre será testimonio contra vosotros y 
devorará vuestras carnes como fuego” (Sant 5, 1-3). Y en otro Jugar se 
pregunta: ”¿Acaso no ha escogido Dios a los pobres se^n el mundo como 
ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que le aman?” 
(Sant 2,5).
El ideal está claro. En cambio, el grado de realización de la pobreza 
efectiva como consecuencia de una auténtica pobreza ”de espíritu” ha si- 
do y es una cuestión abierta. El mismo Nuevo Testamento prese.nta dis- 
tintos niveles de énfasis: Lucas es más exigente que Mateo؛ Pablo se 
muestra relativamente amplio, mientras que Santiago muestra una ex- 
traordinaria dureza. Por lo demás, la historia de la Iglesia registra indu- 
dables oscilaciones que se mueven entre los extremos 461 intento sectario 
de imponer por la fuerza la pobreza efectiva a todos los cristianos y el es­
REVISTA ESPAÑOLA DE TEOLOGIA.-Alfonso de la Fuente444
pectáculo de unos pastores de Ja IgJesia convertidos en señores feudales. 
En la praxis de la pobreza influyen, sin duda, la sensibilidad cristiana de 
cada época y las eventuales condiciones socioeconómicas del mundo.
III. VALORACION TEOLOGICA DE LA POBREZA
La pobreza no es un valor absoluto, un bien en si, algo que tenga vali- 
dez incondicionalmente. En su extremo de miseria, constituye un mal 
que es preciso evitar, lo mismo que la enfermedad 0 la guerra. No puede 
ser bueno lo que impide la realización de la persona humana. Por eso, el 
cristiano tiene la obligación de oponerse con todas sus fuerzas a la mise- 
ria 0 pobreza absoluta. Pero tampoco la pobreza relativa es un bien en si. 
De ahi que el pobre tenga derecho a salir de su pobreza y el rico -y res- 
pectivamente el que goza de una posiciOn desahogada- tenga la obliga- 
ciOn de comunicar sus bienes con el pobre, procurando a la vez una refor- 
ma de las estructuras sociales que puedan originar 0 mantener la pobre- 
za.
Esta actitud cristiana ante la pobreza como hecho social se funda en 
las exigencias mismas de la existencia humana y en los datos de la reve- 
laciOn. El hombre ha sido creado para poseer y dominar la tierra (Gn 1, 
28). Además, su condición de redimido, liberado por Cristo, no le permite 
estar vergonzosamente sometido a otros por culpa de una carencia que le 
viene impuesta desde fuera. En consecuencia, la eliminación total de la 
۴breza ha de considerarse como un ideal necesario desde el punto de vis- 
ta cristiano. La frase de JesUs "siempre habrá pobres entre vosotros” (Me 
14, 7 y Mt 26,11) no expresa un deslio de Dios sobre la humanidad, si- 
no un hecho que subsiste debido al pecado de los hombres. Si fuéramos 
justos, no habria pobres entre nosotros.
Más aUn: supuesta la eliminación de la pobreza, la incrementación 
de la riqueza no puede considerarse como un desiderátum incompatible 
con las exigencias del cristianismo. La utopia de una humanidad en la 
que todos los hombres puedan disponer de abundantes bienes superfluos 
no está rehida con la teología de la creación y la redención. El servicio de 
Dios, insistimos, no es incompatible con la posesión de riqueza: lo incom- 
patible es servir a Dios y a la riqueza. No olvidemos que la Iglesia ha ca- 
nonizado a reyes y personas acaudaladas.
Lo cual no quita que la riqueza constituya un peligro, una amenaza 
para la salvación. Y esto por dos razones. Por una parte, mientras haya 
pobres en la tierra, la acumulación de riquezas será una ocasión para 
”cerrar las entrahas”, en frase de san Ju.an (1 Jn 3, 17), al hermano nece­
445EL PROBLEMA DE LA POBREZA EN LA BIBLIA
sitado. Por otra, la riqueza dificulta la correcta actitud ante Dios 12. En 
este punto, la enseñanza de la Sagrada Escritura no deja lugar a dudas. 
Si algo significan las palabras de Jesús contra los ricos, habremos de ad- 
mitir que la riqueza es un lastre para entrar en el reino de Dios, una ten- 
taciOn que lleva al hombre al espejismo de considerarse autosuficiente.
Nos hallamos, pues, ante una paradoja: la riqueza es un logro para el 
hombre y, a la vez, un peligro؛ y viceversa: la pobreza es una situación 
que debemos eliminar y, a la vez, una circunstancia que favorece, por el 
desasimiento, la unión con Dios. Con esto rozamos el "misterio” de la po- 
breza, que puede aparecer como bendición y como maldición. La clave pa- 
ra desvelarlo se encuentra en el hecho de que la pobreza y la riqueza son 
en si indiferentes: sOlo el hombre y las circunstancias que le rodean pue- 
den hacer que tales situaciones lleguen a ser, en su caso, buenas 0 malas.
Por otro lado, el análisis de los textos biblicos nos ha descubierto un 
sentido religioso 0 espiritual del término "pobreza”: apertura ante Dios, 
disponibilidad, humildad, piedad, postura de quien todo lo esperade 
Dios. Nunca insistiremos bastante en la necesidad de esa pobreza para 
todos los cristianos. En cambio, constituiría una transposición ilegitima 
el aplicar sin más a la pobreza efectiva las afirmaciones de la Biblia so- 
'bre la pobreza espiritual. Por ese camino correríamos el riesgo de conver- 
tir la Sagrada Escritura en un manifiesto social, cuando sus preocupacio- 
nes son de orden religioso. Si tal hiciéramos a la vista de los plantea- 
mientos sociales de nuestro tiempo, caeríamos en el viejo fallo del ”con- 
cordismo”, que se empeñó en descubrir en la Biblia respuestas concretas 
a los planteamientos de la ciencia moderna. Como decía san Ambrosio: 
”No todos los pobres son bienaventurados, puesto que la pobreza es un 
concepto indiferente” 12 13. No basta el hecho de carecer de bienes para figu- 
rar en la categoría veterotestamentaria de los "pobres de Yahvé”. Se re- 
quiere un espíritu, una voluntad de ser pobre. También el pobre puede 
servir a la riqueza que no posee cuando la anhela con toda su alma como 
fundamento de su existencia.
Ahora bien, seria una traición aún más grave al mensaje de la Biblia 
pensar que Dios contempla impasible la conducta de quien se enriquece 
empobreciendo a otros 0 del rico que, rodeado de. pobres, disfruta tranqui- 
lamente de sus bienes. Contra él van dirigidos los anatemas de la episto- 
la de Santiago.
12 Recordemos, en este sentido, la hermosa formulación de san Cipriano: ”Cuanto 
más rico se es en bienes terrenos, tanto más pobre se es ante Dios” {De op. et eleem. 13: PL 
4,634).٤٥ Exp. Ευ. Lucas V, 53: PL 15,1735. De manera parecida, san Juan CrisOstomo: 
”Ni la pobreza ni la riqueza son un bien en si, sino que todo depende de la disposición del 
alma” (Hom. Phil. 2,5: PC 62,103).
REVISTA ESPAÑOLA DE TEOLOGIA.-Alfonso de la Fuente446
Un aspecto importante en nuestro tema es el de la pobreza abrazada 
voluntariamente como testimonio y servicio. Como testimonio de la espe- 
ranza cristiana en una vida que se prolonga más allá de la ”figura de este 
mundo”. Como servicio a los pobres en virtud del amor al prójimo, que es 
prueba y parte del amor de Dios. La pobreza efectiva como opción volun- 
taria es una manifestación de la existencia cristiana en su más profunda 
realidad. No se trata ya sólo de un ejercicio ascético, sino de ofrecer al 
mundo un signo de la verdad del evangelio. En la historia de la Iglesia 
corresponde a esta pobreza un amplio capitulo que se concreta principal- 
mente en las Ordenes monásticas y congregaciones religiosas Π. La figu- 
ra de Francisco de Asis es aqui todo un símbolo: para él, la pobreza es 
imitación de Cristo y testimonio de la esperanza en el Señor. La leyenda 
precisa que un día Cristo, a la vista del entusiasmo del Poverello por la 
pobreza, le reprendió: ”Estás loco, Francisco”؛ a lo que éste respondió: 
”No tanto como tú, Sehor”.
Pasemos, por Ultimo, a considerar la preocupación de la Iglesia ac- 
tual por el tema de la pobreza. Un observador superficial podría tener la 
impresión de que la Iglesia, al presentarse hoy como "Iglesia de los po- 
bres”, procura con un bien calculado oportunismo acercarse al mundo de 
los menos afortunados económicamente, en un esfuerzo por reconquistar 
unas posiciones que ha venido perdiendo en los Ultimos siglos. No se tra- 
ta de oportunismo, sino de toma de conciencia. La Iglesia ha redescubier- 
to su irrenunciable responsabilidad para con los pobres y asi lo proclama 
con arrepentimiento y convicción.
Pero ¿por qué precisamente hoy se ha dado en hablar de ”Iglesia de 
los pobres”? La respuesta se puede formular asi: porque, dado el carácter 
progresivo de la revelación, no han existido hasta nuestro tiempo los pre- 
supuestos necesarios para esa amplia toma de conciencia. Actualmente, 
las dos terceras partes de la humanidad no gozan del nivel mínimo ali- 
mentarlo؛ la cuarta parte de la población mundial constituida en su ma- 
yoria por cristianos- tiene en sus manos las tres cuartas partes de la ren- 
ta del globo؛ el hambre mata anualmente a millones de personas. Hechos 
como éstos, contemplados a la luz del evangelio, han llevado a la Iglesia a 
tomar conciencia de su responsabilidad actual para con los pobres. Debe- 
mos decir que, a través de esos hechos. Dios ha revelado a la Iglesia de 
hoy la necesidad de volver los ojos a la pobreza. Expresión de esta con- 
ciencia de la Iglesia son, en especial, las repetidas alusiones de los docu- 
mentos del Vaticano II a la pobreza ٤٥٠
14 La práctica de pobreza voluntaria no es patrimonio exclusivo del cristianismo. 
Cf. R. Rader, art. ”Poverty” en: The Encyclopedia ofReligion 11 (Nueva York 1987) 4668.
15 Véase» entre otros pasajes» LG 8 0 GS 88. Una buena glosa de la doctrina conciliar
447EL PROBLEMA DE LA POBREZA EN LA BIBLIA
Evidentemente, al actual pueblo de Dios le queda mucho camino por 
andar si no quiere que todo se reduzca a hermosas palabras sobre la po- 
breza y la decisión generosa de unos cuantos. Hoy sabemos que no podre־ 
mos llamarnos cristianos si mantenemos unas estructuras sociales en 
virtud de las cuales los países ricos tienden a enriquecerse cada vez más 
y los pobres se ven condenados a anclarse en su pobreza ٤٥٠ Hoy no basta 
la limosna como dinero que se da al pobre: es preciso atacar las causas de 
la pobreza. Sin perdernos en casuísticas sobre lo que es ”de justicia” y lo 
que es ”de caridad”, debemos ir directamente a lo que es ”de cristianos’״, 
a lo que Cristo quiere de los cristianos de hoy. No tenemos escapatoria: 0 
somos de verdad la ״״Iglesia de los pobres0 ״״ seremos la Iglesia de los fra־ 
casados ٤٢٠
Un dato curioso (y doloroso). Quien va a Jerusalén y se acerca a orar 
al Muro de las Lamentaciones puede ver, en un lugar discreto, un cepillo 
destinado a recoger limosnas con esta inscri۴iOn: seèqah. Pues bien, 
esa palabra hebrea es la que en el Antiguo Testamento designa en gene- 
ral la cualidad por la cual un hombre puede ser llamado justo: ,justicia, 
integridad de vida, fidelidad radical al Dios que es por antonomasia jus- 
to. Y esa palabra se ha empobrecido semánticamente hasta significar en 
hebreo moderno ״״limosna״״. Pero lo más curioso (y lo más doloroso para 
los cristianos) es que en el cristianismo se ha efectuado el mismo proceso 
de empobrecimiento con la palabra ”caridad״״ (caritaS) agape). De signifi- 
car el amor radical y efectivo a Dios y al prójimo ha terminado por desig- 
nar la limosna, como aparece en las expresiones ״״hacer caridad ,״״ ״״ dedi- 
carse a obras de caridad ,״״ ״״ ser caritativo״״. La razón de tal degeneración 
es siempre la misma: el hombre se resiste a entregarse a la causa del pró- 
jimo necesitado y, en vez de eso, entrega -sin duda para acallar su con- 
ciencia- algo de lo que posee. Evidentemente, el programa de la ״״Iglesia 
de los pobres״״ no puede reducirse a una buena organización de la limos- 
na.
Pero entendámonos. La obligaciOn de entregarse a la causa de los po- 
bres no afecta sólo a la Iglesia en cuanto comunidad de todos los creyen- 
tes representada por sus máximos responsables: obliga a todos y cada 
uno de los cristianos en la medida en que pueden contribuir, poniendo en
es el articulo de j. Dupont» ”La Iglesia y la pobreza” en: La Iglesia ál Vaticano II (Bar- 
celona٥1967) 401431.
16 Cf. encíclica Populorum progressiO) en especial n٥ 57.
17 En este punto deberíamos ceder la palabra a los teólogos de la liberación. El ana־ 
lisis de la pobreza alcanza entre ellos, ante la realidad del Tercer Mundo, una dramática 
intensidad. Véase, por ejemplo, G. Gutiérrez, La fuerza histórica à los pobres (Lima 
19791; también la revista Concilium η٥ 124 (1977): Los pobres y la Iglesia! y n٥ 207 
(1986): Opcionpor los pobres: desafio a los ricos.
REVISTA ESPAÑOLA DE TEOLOGIA.- Alfonso de la Fuente448
juego SU influencia y sus recursos, a eliminar 0 aliviar la pobreza. Por 
tanto no basta clamar contra los insensatos presupuestos destinados en 
el mundo para armamentos ni denunciar la insolidaridad de las naciones0 abogar elocuentemente por los derechos del Tercer Mundo. Es preciso 
además tener ojos para lo ”pequefto” y cercano a nosotros y hacer cuanto 
este en nuestra mano desde nuestro limitado tener y poder. Especial- 
mente en una situación de crisis económica como la que hoy nos zaran- 
dea, la ”Iglesia de los pobres” y los miembros de la Iglesia tienen una ta- 
rea concreta que el teólogo, sobre la base de la Biblia, puede resumir en 
una palabra: compartir. El cómo depende de cada cual, bien entendido 
que Dios nunca nos pide imposibles, pero si todo lo que podemos hacer, y 
que a veces no sabemos lo que podemos hasta después de haberlo hecho.
Entre las palabras atribuidas en el libro de los Proverbios a un tal 
Agur figura esta súplica: ״״No me des pobreza ni riqueza, déjame gustar 
mi bocado de pan؛ no sea que llegue a hartarme y diga: ״¿quién es el Se- 
hor?*, 0 no sea que, siendo pobre, me dé al robo e injurie el nombre de mi 
Dios״״ (Prov 30, 8s). En ese ruego podría inspirarse la oración -y también 
la acción- del cristianismo.