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Voltaire

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Voltaire
Voltaire (1694-1778) fue un escritor, historiador y filósofo francés cuyas ideas sobre la tolerancia religiosa y la moderación del poder autoritario fueron influyentes durante la Ilustración. Su obra más famosa en la actualidad es la sátira Cándido, donde se muestra crítico con otros filósofos, la Iglesia católica y el Estado francés con el fin de destacar la necesidad de soluciones reales a los problemas cotidianos.
Vida temprana
François-Marie Arouet, más conocido por su seudónimo Voltaire, nació en París el 21 de noviembre de 1694. Su padre era notario y le envió al prestigioso colegio Louis-le-Grand, dirigido entonces por los jesuitas. Françoise-Marie estudió Derecho, pero lo que realmente le interesaba era la literatura, y no tardó en escribir sus propios poemas y obras de teatro. Estas primeras obras fueron el comienzo de lo que, al final de la larga carrera de Voltaire, se convertiría en un catálogo trascendental de obras de todo tipo.
En 1718 se representó con éxito su primera obra teatral, Edipo. En 1723 su primer poema La Henriada fue publicado con aclamación. No obstante su aspiración literaria, la incipiente carrera literaria de Voltaire cayó en picado en 1726 cuando fue confinado en la infame prisión de la Bastilla tras una discusión con el caballero de Rohan. Cuando salió, Voltaire decidió ampliar sus horizontes, y visitó primero los Países Bajos y luego Inglaterra, donde vivió hasta 1729.
Ideas filosóficas
Durante los tres años que pasó en Inglaterra, Voltaire desarrolló un enfoque más filosófico hacia la literatura. Escribió sus Cartas sobre Inglaterra (también conocidas como Cartas filosóficas), basadas en sus experiencias en ese país. Las Cartas se publicaron en 1734 y en ellas comparaba favorablemente la relativa apertura y liberalismo presentes en Inglaterra en comparación con Francia. Voltaire defendía la tolerancia hacia las distintas confesiones cristianas en una misma sociedad; para ello se basó en su creencia de que la tolerancia surgía de la incapacidad de estos grupos para reclamar la verdad absoluta. Proponía que la mejor forma de gobierno era una monarquía limitada en su poder por un parlamento y una constitución. Voltaire creía que, dado que los seres humanos son racionales y actúan con un interés propio razonable, había que concederles más libertad de la que permitían los sistemas de gobierno autoritarios de la época. También ofreció biografías de cuatro destacados pensadores que influyeron en la posterior Ilustración: Francis Bacon (1561-1626), John Locke (1632-1704), Isaac Newton (1642-1727) y René Descartes (1596-1650). En resumen, Voltaire sostenía que la mayor libertad y tolerancia de la que había sido testigo en Inglaterra en comparación con Francia era también la razón por la que ese país era más próspero y sus ciudadanos más felices. El Parlamento francés no vio con buenos ojos esta apreciación y las Cartas sobre Inglaterra fueron censuradas.
Voltaire había regresado a Francia, pero dado el revuelo que sus Cartas sobre Inglaterra habían causado en los círculos políticos, se vio obligado a permanecer en silencio durante un tiempo. Vivió con Gabrielle Émilie, marquesa de Châtelet (1706-1749), primera traductora al francés de los Principios matemáticos de la filosofía natural de Newton. Ambos se habían conocido en 1733 y, en 1734, Voltaire se alojó con la marquesa en su retiro campestre de Cirey, en la región de Champaña. Juntos se interesaron por los estudios bíblicos, la historia y la física. La relación romántica de la pareja, además de la complicación que suponía el marido de la marquesa, sobrevivió a la presencia de otro interés amoroso, Jean François de Saint-Lambert. Voltaire abandonó finalmente Cirey en 1744. La marquesa quedó embarazada de Jean François, pero murió al dar a luz en septiembre de 1749.
Enciclopedia y gobernantes
Voltaire fue nombrado historiógrafo real en 1745, cargo que conservó durante dos años. En 1746 fue elegido miembro de la prestigiosa Académie française y de la Accademia della Crusca de Florencia. Voltaire colaboró en la Encyclopédie en 17 volúmenes, publicada a partir de 1751 y ampliada periódicamente. Este influyente compendio de conocimientos, editado por Denis Diderot (1713-1784), presentaba nuevas y provocadoras ideas sobre filosofía y ciencia.
En la década de 1740, Voltaire también se involucró en misiones diplomáticas en nombre del gobierno. Deseoso de ver de primera mano cómo funcionaban los gobernantes autoritarios, Voltaire pasó un tiempo en varias cortes reales, sobre todo en la de Federico el Grande, rey de Prusia (que reinó de 1740-1786). A Voltaire le interesaba observar lo que los historiadores llamaron más tarde "déspotas ilustrados", aunque rara vez o nunca ejecutaran exactamente lo que Voltaire y otros pensadores proponían como las mejores estrategias de gobierno para una sociedad más justa y feliz. Voltaire se involucró en un escandaloso caso legal en Prusia, al llevarse un comprometedor libro de poemas privados de Federico sin el permiso del gobernante por lo que fue arrestado y obligado a devolverlo. Al final, Voltaire notó claramente el lado oscuro de los monarcas, lamentándose en una carta de 1775 a Federico: "Vosotros los reyes, nos ponéis en guardia, sois como los dioses de Homero que hacen que los hombres sirvan a sus propósitos sin que esta pobre gente lo sospeche" (Robertson, 668).
La tendencia de algunos gobernantes a cortejar a los filósofos e intentar modernizar sus respectivos Estados (aunque sólo fuera en el sentido de abolir algunas de las convenciones medievales más duras) indica, al menos, que la Ilustración empezaba a brillar en la política y reflejaba "un aumento del estatus de los intelectuales y una nueva conciencia de los usos potenciales del conocimiento por parte de quienes detentaban el poder" (Chisick, 156).
El gran historiador
Desde 1755, Voltaire vivió cerca de Ginebra en un castillo, tal era su éxito. Essai sur les moeurs et l'esprit des nations (Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones) fue publicado en 1756, pero constantemente revisado por Voltaire, que parece haberlo considerado su mayor obra. En realidad se trata de una obra de historia, en la que Voltaire resume la historia europea desde el siglo VIII hasta principios del XVIII, ganándose así la reputación de uno de los grandes historiadores de la Ilustración. La historia intentaba cambiar el enfoque habitual de los asuntos religiosos y las guerras por un tratamiento más laico de los acontecimientos culturales. Voltaire se negó a dar a los gobernantes y generales el protagonismo tradicional que otros historiadores les habían otorgado. Otra innovación fue que Voltaire tuvo en cuenta la historia y las prácticas culturales de estados típicamente ignorados por los autores europeos, como China, India y diversos estados islámicos. Estas culturas exóticas se utilizaban a menudo para demostrar que los franceses no eran tan ilustrados como creían y para demostrar que las afirmaciones de que los ideales cristianos tenían el monopolio sobre la mejor manera de vivir eran absurdas.
Cándido
Voltaire fue pionero en una nueva forma de literatura, el conte, una fábula breve e imaginativa similar a los antiguos relatos orales. El género conte permite al escritor presentar ideas serias en un entorno exótico o fantasioso que entretiene al lector y le hace reflexionar. La obra maestra de Voltaire en este nuevo estilo fue Cándido, publicada en 1759. Se trata de una obra a menudo pesimista en la que se ve la desilusión gradual del ingenuo protagonista, Cándido, que viaja alrededor del mundo en busca de su amor Cunegunda. A lo largo del relato, Voltaire critica duramente al Estado francés, especialmente a la nobleza, así como a la Iglesia, y en particular a sus antiguos compañeros de colegio, los jesuitas. Otros que sienten la ira de la pluma del autor son los propietarios de las plantaciones de azúcar del Caribe, donde se utilizaba mano de obra esclava, y los intelectuales que insistían en defender un statu quo a todas lucescaduco. El único rayo de esperanza que presenta Voltaire es que, si reconocemos la dureza de la vida, podemos hacer algo al respecto utilizando la razón para introducir mejoras prácticas. Voltaire rechaza los elevados pensamientos utópicos de otros pensadores (especialmente Gottfried Wilhelm Leibniz) en favor de soluciones más sencillas y prácticas a los problemas actuales de la sociedad. A pesar del pesimismo, Voltaire estaba seguro de que la razón se estaba utilizando como nunca antes en su propia época, un periodo que describió en otra obra como "la época más ilustrada que el mundo haya visto" (Gottlieb, 238). El otro título de Cándido era, después de todo, L'optimisme. Cándido fue un éxito rotundo y, sólo en su primer año, los editores se vieron obligados a imprimir ocho ediciones. El libro se tradujo al inglés en 1759. Mientras tanto, Voltaire volvió a la historia y trabajó en una biografía halagadora de Pedro el Grande (que reinó de 1682-1725).
Pensamientos finales
En 1759, Voltaire regresó a Francia y vivió en Ferney, cerca de la frontera francesa con Suiza. Aquí pasó mucho tiempo haciendo jardinería cuando no escribía. Voltaire publicó su Tratado sobre la tolerancia en 1762 y su Dictionnaire Philosophique (Diccionario filosófico) en 1764. Aquí, como en sus otras obras, ataca la superstición, la metafísica, los dogmas religiosos y los peligros de los gobiernos autoritarios. Esta última obra es curiosa ya que no es un diccionario ni es particularmente filosófico, sino más bien una colección suelta de artículos (que Voltaire siguió agregando en cada nueva edición) que brindan a los lectores ilustrados innumerables razones por las que era necesario cambiar el Antiguo Régimen de Francia. Es en esta obra donde Voltaire presenta más claramente su visión moral.
Voltaire era un deísta, es decir, alguien que cree en la presencia de Dios como creador pero cree que, al igual que un relojero que luego abandona su trabajo, Dios no está disponible para comunicarse o interactuar en el mundo que ha creado. Esto llevó a Voltaire a creer erróneamente que la vida tal como la conocemos era inmutable, es decir, por ejemplo, todas las especies siempre habían sido iguales desde la Creación. Otra consecuencia del pensamiento de Voltaire sobre el abandono de Dios fue que el mal y la desgracia persistirán para siempre azotando a la humanidad. Una de esas catástrofes fue el devastador terremoto de Lisboa el 1 de noviembre de 1755, que impulsó a Voltaire a escribir otra obra que menospreciaba la creencia de que "todo sucede para bien", su Poème sur le désastre de Lisbonne (Poema sobre el desastre de Lisboa).
Voltaire creía que Dios había dado a todos los humanos una necesidad innata de un código moral (aunque no el código en sí), que crean, emplean y respetan porque poseen razón. En lo que Voltaire no creía era en los símbolos de la religión creada por el hombre. Afirma en el Diccionario Filosófico que la religión "es la fuente de todas las locuras y disturbios imaginables, es la madre del fanatismo y la discordia civil; es el enemigo de la humanidad" (Gottlieb, 233).
Para Voltaire, hay un Dios, pero esa deidad es incognoscible, al igual que muchas cosas que sabemos que existen, como la ley universal de la gravedad. Vuelve a expresar su desesperación por no poder nunca captar ciertos fundamentos en su Philosophe ignorant (El filósofo ignorante), publicado en 1766:
¿Quién eres? ¿De dónde eres? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué será de ti? Esta es una pregunta que uno debe hacerle a cada criatura del universo, pero ninguna de ellas nos da respuesta.
(Hampson, 122)
Voltaire, así como había buscado experiencia práctica para confirmar sus opiniones políticas, también estaba dispuesto a poner a prueba sus ideas sobre la tolerancia religiosa en el crisol de un tribunal de justicia. Durante la década de 1760, Voltaire se ocupó de los casos de tres infames errores judiciales que involucraban a Jean Calas, Chevalier de la Barre y la familia Sirven. Voltaire utilizó los casos, todos relacionados con la intolerancia católica, como inspiración para más escritos sobre la necesidad de una tolerancia razonada en la sociedad. Su llamado a la tolerancia, particularmente hacia los protestantes, se resume en este pasaje del Tratado sobre la tolerancia:
¿Se le debe permitir, entonces, a cada ciudadano individual creer sólo en lo que su razón le dice, pensar sólo en lo que su razón, ya sea ilustrada o equivocada, pueda dictarle? Sí, ciertamente debería hacerlo, siempre que no amenace con alterar el orden público.