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3 Three for a Girl Louise Collins

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Si ellos pueden superar el primer caso, superarán cualquiera, 
eso es lo que Chad se dice a sí mismo. Pero hacer malabarismos 
con su carrera y su relación no es fácil. 
La parte monstruosa de Romeo corroe bajo la superficie. Sus 
momentos oscuros dejan a Chad incómodo, y cuando se acumulan 
en un ataque, deja a Chad conmocionado. 
Un Romeo lleno de culpa desaparece y la búsqueda de Chad de 
una vida normal se desmorona a su alrededor. Necesita a Romeo, 
su monstruo, su salvador y si eso significa darle la espalda a 
una vida normal… que así sea. 
 
 
 
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Rima de la Urraca1 03 
 
 
 
 
 
 
LOUISE COLLINS 
 
 
1 La famosa Rima de la Urraca dice: Uno para el Dolor, Dos para la Alegría, Tres para 
una Niña, Cuatro para un Niño, Cinco para la Plata, Seis para el Oro, Siete para un Secreto, 
que nunca se contará, Ocho por un Deseo, Nueve por un Beso, Diez por un Pájaro, tú no 
debes perder. 
 
 
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La Rima de la Urraca2 
 
Uno para el dolor 
 
Dos para la alegría, 
 
Tres para una niña, 
 
Cuatro para un niño, 
 
Cinco por plata, 
 
Seis por oro, 
 
Siete por un secreto 
 
Que nunca será contado. 
 
 
 
2 La Rima de la Urraca es una rima inglesa que la cantan los niños al ver urracas, a mayor 
número de urracas mejor suerte tendrán en la vida, si ven pocas, su suerte será escasa, si 
sólo ven una su vida sólo será dolorosa. 
 
 
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Capítulo uno 
 
Asesinato, asesinato, asesinato. Siempre estuvo en sus mentes. 
Romeo necesitaba hacerlo y Chad necesitaba detenerlo. 
Eran extremos opuestos de la escala, Romeo en la oscuridad y 
Chad en la luz. Su romance arruinado quedó atrapado en un acto 
de Shakespeare. Ninguno de los dos podía vivir sin el otro, pero el 
alter ego de Chad le picaba la mente, exigiéndole que actuara, y 
frente a él, sorbiendo café, estaba sentada la única persona que 
sellaría su destino. 
Keeley Smith. 
La terapeuta lo desarma con los ojos y la pluma. Había pensado 
que sentarse en la sala de espera con los otros clientes nerviosos 
era bastante malo, pero al estar frente a Keeley, su corazón latía 
sin importar cuántas veces ella le dijera que se relajara. De hecho, 
cuanto más le decía, más intentaba escapar de su pecho y más se 
inquietaba. 
Ella recitó sus calificaciones y garantías, incluso contó la historia 
de lo que la hizo convertirse en terapeuta, pero en algún momento, 
su voz cambió a ruido blanco y Chad luchó por concentrarse. 
Tan pronto como se dio cuenta de que estaba apretando y 
soltando su mano, se puso rígido y la apoyó sobre su rodilla. Era 
demasiado tarde, Keeley dejó su café sobre el escritorio y tomó 
nota de ello, sin mirar la página. Le sonrió a Chad mientras dejaba 
el bolígrafo sobre el escritorio. 
 
 
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Tenía una vibra claramente bibliotecaria, cabello recogido, gafas 
de montura gruesa y ojos amables que decían que estaba allí para 
ayudar. 
Chad no quería su ayuda, estaba más allá de eso. Solo necesitaba 
convencerla de que estaba listo para homicidios. Necesitaba volver 
al trabajo, comenzar su camino y el de Romeo hacia una vida 
normal. 
La habitación tenía la misma sensación de biblioteca con su 
librero completo y sillas de cuero. Se preguntó si ese era el estado 
de ánimo que proyectaba Keeley. La tranquilidad de una 
biblioteca, el relajante olor del cuero, la luz natural que entra por 
la ventana y sin una pantalla electrónica a la vista. Un ventilador 
sopló en su dirección, pero no ayudó con la transpiración. Lo hizo 
peor, soplar el aire caliente del verano en su rostro sofocante. 
―Así que ahora me he presentado. Empecemos con por qué 
estás aquí. 
―Okey. ―Él se aclaró la garganta. ―Es una de las condiciones 
para que vuelva a trabajar en casos de homicidio. Sesiones de 
terapia semanales. 
Keeley desvió la mirada. 
―Sí, es por eso, pero no el por qué. ¿Si sabes a lo que me refiero? 
―Mi nuevo inspector no cree que esté preparado para el trabajo. 
―Eso no es cierto. Estás aquí porque él se preocupa por ti. Al 
igual que tu antiguo inspector... ―Keeley se lamió el dedo índice y 
pasó la página de su cuaderno. ―Lucas Grimes. Le pedí tus 
archivos a Sandra Monroe, pero tú impediste que fueran liberados. 
―Son privados. 
―Ellos podrían ayudarme, ayudarte. 
―Preferiría comenzar mi terapia desde cero. 
 
 
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Keeley asintió, inclinándose hacia adelante en su silla. Ella bajó 
los hombros y Chad se preguntó si estaba tratando de parecer 
pequeña, menos amenazante. En realidad, ella era la persona más 
aterradora que había conocido. Ella podría volar su nueva vida en 
pedazos si él la dejaba entrar. 
―Primero, me gustaría decir, es muy valiente que vengas aquí. 
Dispuesto a hablar sobre todo lo que te pasó. 
Chad no respondió que no le habían dado otra opción. Se secó la 
palma sudorosa en el muslo. Ella lo vio, pero no lo escribió. 
Se imaginó que ella se lo estaba guardando para después de que 
él se fuera, algo para que Keeley y sus compañeros terapeutas lo 
revisaran mientras tomaban el café de la tarde, discutiendo sus 
peculiaridades como si fueran chismes. 
Confidencialidad del paciente. Qué broma. 
―¿Chad? 
―Sí, lo siento. Quiero volver a la normalidad, eso es todo. Es el 
por qué estoy aquí. 
Las cejas de Keeley se fruncieron. 
―Marc Wilson. 
Ella lo miró con intensidad láser, esperando una reacción. 
Agradeció a Romeo por educarlo. 
El soltó el nombre en momentos extraños y observó a Chad con 
la misma precaución. Al principio, Chad se puso tenso y los ecos de 
dolor le rodearon el torso. Perdió toda la pista de sus 
pensamientos, no sabía lo que estaban haciendo, si era un 
crucigrama, o estaban apretados en el sofá viendo una película, su 
mente borrada con una luz brillante de dolor que tuvo que hacer 
retroceder. 
Romeo siempre lo estaba esperando del otro lado y continuó 
como si la explosión de sus sentidos no hubiera sucedido. 
 
 
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―Te drogó, te ató, te lastimó. Eso va a tener un impacto 
duradero, cicatrices. 
―Mi torso está cubierto. 
Las palabras tenían un sabor amargo y Chad apartó la mirada. 
―Cicatrices físicas y psicológicas. 
―Prefiero concentrarme en las físicos. 
―¿Te molestan las cicatrices de tu cuerpo? 
―¿Qué, no te molestaría? Algún psicópata cortando números en 
tu carne. 
Chad flexionó su mano antes de congelarse cuando la mirada de 
Keeley se volvió hacia él. 
―Está bien sentirse enojado, sentirse estresado. 
―Las cicatrices son un recordatorio constante. 
―Cuando las ves, ¿qué emociones evocan? 
Chad se humedeció los labios, estaban tan secos que se le atrapó 
la lengua antes de arrastrarla. 
―Desamparo, debilidad, estupidez, desesperanza, 
arrepentimiento―. Sacudió la cabeza antes de comenzar a ir a la 
deriva, no podía volver a hundirse en ese lugar oscuro. Keeley 
nunca le permitiría volver a trabajar. 
―El arrepentimiento es interesante, ¿de qué te arrepientes? 
Prender fuego al granero, perder a Romeo. No, Chad cerró los 
ojos y escuchó su voz interior, la parte estable de su mente que no 
era desigual y áspera. El detective sabía que hizo lo correcto 
prendiendo fuego al granero y capturando a Romeo. 
―Tómate su tiempo. ―Keeley susurró. 
―Lamento haber enfrentado a Marc solo. 
―Y Romeo Knight, ¿te arrepientes de enfrentarte a él solo 
también? 
 
 
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Chad mantuvo la mano quieta y miró profundamente a los ojos 
de Keeley. 
―Sí. 
Sus dedos temblaron sobre el escritorio, Chad sonrió, 
imaginando que ella también estaba luchando contra sus propias 
reacciones inconscientes. Él estaba tratando de engañarla, ella 
estaba tratando de ver a través de él. 
Nada más que un juego, y tenía que ganar este. 
―¿Qué hay de las cicatrices psicológicas? 
―No me gusta pensar en lo que pasó. Noquiero pensar en eso. 
―Entiendo, Chad. Quiero que sepas que tú tienes el control de 
estas sesiones, no yo. 
Chad mantuvo su expresión neutral, pero quería reír, quería reír 
y no detenerse. No tenía el control en absoluto, Keeley tenía su 
futuro en sus manos. Una palabra de ella, una sospecha y lo 
descubrirían. Su garganta se apretó y farfulló mientras tragaba. 
―Tu nuevo inspector se preocupa por tu impulsividad. 
―No voy a cometer el mismo error dos veces… una tercera vez. 
Seré más cauteloso a partir de ahora, analizar la situación. 
―Estabas bajo mucha presión con Marc. 
―Me perseguían como a un... perro. Mi nombre y mi vida se 
esparcieron por las noticias, mis colegas dudaban de mí, el público 
me acusaba. 
―Eso debe haber sido difícil. 
―Sí, ―resopló. ―Esa es una forma sencilla de decirlo. Luché por 
mi camino hacia arriba, traté de vivir una vida como todos los 
demás, una buena vida, y en cuestión de semanas, todo se deshizo. 
Me ven como un asesino, algún aprendiz y luego Marc se apodera 
de mí. 
 
 
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La garganta de Chad se cerró, no podía ir más lejos. Las drogas, 
el bisturí, cuando Marc… No… Chad detuvo sus pensamientos, 
sacudiéndolos. 
―Encontraste alegría en la compañía de Romeo Knight. 
Chad entrecerró los ojos, tratando de juzgar la opinión de Keeley 
sobre las visitas. 
No mintió, dijo la verdad. 
―Él era todo lo que tenía. 
Ella sonrió, levantó las mejillas y Chad pensó que se veía 
complacida. 
Encantada de haberle dicho la verdad. 
―¿Cómo te sientes ahora que se ha ido el apoyo? 
―Perdido, si soy honesto. 
―Es entendible. No estoy aquí para juzgar tu relación con 
Romeo, estoy aquí para ayudarte en cualquier capacidad en la que 
necesites que te ayude. Todo lo que se diga en estas cuatro 
paredes queda entre nosotros. 
―A menos que... ―dijo Chad. 
Se agarró los pantalones entre el pulgar y el índice y lo pellizcó. 
Keeley echó un vistazo a su cuaderno. 
―¿A menos qué? 
―Siempre hay condiciones, ¿verdad? ¿Cuándo podrías decirle a 
mi inspector lo que digo? 
Keeley tragó. 
―Solo le diré si tengo preocupaciones sobre tu seguridad, la del 
público o la de tu colega. Si creo que no eres apto para trabajar. 
―Así lo pensé. 
―Pero eso no significa que debas reprimir las cosas. 
―Si digo algo incorrecto, me quitarás el trabajo. Es parte de mi 
identidad, parte del yo que necesito recuperar. 
 
 
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―Seguramente, como oficial de la ley, comprendes que solo 
debes servir si estás en condiciones de hacerlo. No quieres poner 
en riesgo a tus colegas o miembros del público. 
―Por supuesto que no, pero... 
―¿Pero qué? 
Chad volvió a mirar su mano, su mano traidora moviéndose 
nerviosamente sobre su rodilla. 
―Puedo decir que estás estresado en mi presencia, tus 
respuestas son muy mesuradas y tratas de detener cualquier 
movimiento de tus manos. Quiero que sientas que este es un lugar 
libre y seguro. No necesitas estar nervioso. 
―No puedo evitarlo. 
―¿Puedo preguntar por qué te sientes tan incómodo en mi 
presencia? 
―En caso de que diga algo que no debería. 
―No hay ningún deber, Chad. Sé que abrirse al principio puede 
ser difícil. Especialmente después de todo lo que has pasado, pero 
quiero que confíes en mí. 
―Confianza. ―Sacudió la cabeza. 
―Está bien, déjame reformular eso. Espero que con el tiempo 
aprendas a confiar en mí. 
―He visto un lado diferente de la gente, me ha hecho desconfiar. 
―¿Qué quieres decir? 
―He visto lo malo en las personas buenas y lo bueno en las 
malas también. 
―La vida no es en blanco y negro, son diferentes tonos de gris. 
Nadie es cien por ciento bueno o cien por ciento malo. Somos una 
mezcla, a veces esa mezcla está desequilibrada desde el 
nacimiento, a veces se desequilibra con el tiempo y la 
 
 
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experiencia―. Keeley puso su mano sobre su pecho. ―Estoy en el 
gris. 
Keeley asintió de manera persuasiva y Chad frunció el ceño. 
―Dilo tú, también, ―ella dijo. 
―Estoy en el gris. 
―Y eso está bien, Chad. Eso no significa que algo esté mal 
contigo. En todo caso, significa que eres normal, sea lo que sea. 
Quiero que repitas esa frase cada vez que te sientas abrumado. 
―Estoy en el gris y eso está bien. 
Ella sonrió. 
―¿Qué tal si hoy jugamos un juego de palabras? 
―¿Un Crucigrama? 
―No, no es un crucigrama. Asociación de palabras, digo una 
palabra 
―Y digo una de nuevo, lo recuerdo. 
―¿Lo has hecho antes? 
―Con Sandra. Dijo que predice los niveles de depresión y 
ansiedad. 
Keeley sonrió, cogiendo su cuaderno sin mirar. 
―Da una indicación. 
Hojeó las páginas y tomó el bolígrafo del escritorio. 
―Lo primero que se te viene a la cabeza. 
Chad asintió, aclaró su mente y habló impulsivamente mientras 
Keeley decía palabra tras palabra. Ella escribió sus respuestas, y 
una vez que estuvo hecho, Chad se desplomó en su silla, mirando 
el reloj en la pared. El segundero tartamudeó. 
―Quiero repasar algunas de tus respuestas. 
Chad volvió a centrar su atención en Keeley. 
―¿Eh? 
―Dije pájaro y tú dijiste urraca. 
 
 
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―Es un pájaro, ¿no? 
―Sé que Marc dejó algo: una tarjeta de visita, una pluma de 
urraca. 
―Así es. 
Keeley bajó la mirada de nuevo a su página. 
―Dije perro y tú dijiste rata. 
El perro de Chad, Toby, mató ratas. Las mató porque sus 
instintos le dijeron que lo hiciera. Lo hizo para complacer a Chad y 
mantenerlo a salvo. Chad no podía cambiar su naturaleza, un 
monstruo para una rata era un salvador para él. 
―Supongo que la mayoría de la gente diría gato. 
―No se trata de lo que diría la mayoría de la gente, es individual, 
la respuesta más común es gato. Las mascotas y los paseos 
también son populares. 
―Ellos también funcionan. 
―Sangre y rojo. Cortar y bisturí. Caer y tropezar. Trabajo y 
descanso. Detective e impacto. Romeo y Julieta. ―Keeley enarcó 
una ceja. ―Prensa y cabrones, muy cierto. 
―Esa opinión no va a cambiar. 
―El último. Monstruo y salvador. 
Los ojos de Keeley ardieron en él. Chad luchó por mantener la 
mano perfectamente quieta. El calor llenó su rostro. Keeley quería 
una explicación. Chad exhaló un suspiro lento. 
―Romeo era un monstruo, pero me salvó. 
―Que te salvaras no era su intención. Fue un subproducto. Puso 
su mirada en cinco víctimas, Marc invadió ese objetivo. El ego de 
Romeo exigía que encontrara y matara a Marc. Te encontraron 
inconsciente en una habitación separada de Marc. 
―Mató a Marc antes de que Marc me matara a mí. 
 
 
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―Mató a Marc antes de que Marc reclamara su última víctima. 
Estás estableciendo un vínculo entre los dos y, tal vez, una vez que 
rompas ese vínculo, puedas seguir adelante. 
Chad asintió. 
―Quizás. 
Keeley sonrió y cerró su cuaderno. 
―¿Has estado trabajando con la policía de tráfico durante las 
últimas semanas? 
Chad asintió. 
―Para familiarizarme con el área. 
―¿Cómo lo has encontrado? 
El silencio en el auto había sido aplastante, los dos oficiales lo 
rodearon de puntillas todo el tiempo. Podía decir que querían 
preguntarle sobre Romeo y Marc, pero afortunadamente no lo 
hicieron. Al menos no en su cara. Definitivamente los había 
escuchado susurrar sobre él en la sala de descanso. 
―Estuvo bien. 
―¿Por qué no quedarse en esa zona? 
―No. ―Chad meneando la cabeza. ―No puedo. Soy detective, 
reconstruyo casos, para eso soy bueno. 
―¿Qué significa ser detective para ti? 
―Todo. Trabajé muy duro para llegar allí, y ahora estoy 
trabajando duro para volver. Siento que hago la diferencia, hago 
algo bueno. 
Chad sonrió, exhalando un suspiro tembloroso. 
―Es la primera vez que te ves feliz en toda la sesión. 
―Todo el mundo me dice que vuelva a juntar las piezas de mi 
vida, que siga adelante, pero luego ponen obstáculos en mi camino, 
me hacen saltar obstáculos. Pasé dos semanas en la recepción, 
cuatro semanas con la policía de tránsito, apreté los dientes y lo 
 
 
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acepté, pero ahora solo quiero volvera ser detective en 
homicidios. 
―Todos se aseguran de que estés listo. Lo último que queremos 
hacer es obstaculizar tu recuperación. 
―Entiendo. Pero me siento listo. 
―¿Lo haces? 
Los ganchos tiraron de las tripas de Chad. 
―Sí. 
Keeley le dedicó una pequeña sonrisa. 
―Llamaré a tu DI más tarde, le diré que te he dado permiso para 
comenzar el lunes. 
―¿En homicidios? 
―En homicidios. 
―Gracias. ―Chad se puso de pie. 
Keeley le ofreció la mano y Chad se la estrechó con entusiasmo. 
Se puso rígido cuando recordó que sus palmas, como el resto de él, 
estaban empapadas de sudor. 
Keeley no hizo ningún comentario. 
―A la misma hora la semana que viene. 
Asintió y se fue. Mantuvo su andar mesurado y tranquilo, 
demasiado consciente de que la oficina de Keeley daba al 
estacionamiento. 
La ráfaga del sol de verano lo golpeó, y en todas direcciones 
pudo ver el aire deformarse con el calor. Dos días de sol asfixiante, 
esperaba que su apariencia sudorosa pudiera atribuirse al clima. 
No miró hacia la oficina de Keeley, pero imaginó que su atención 
estaba fija en él. Chad encendió el motor, evitó chocar con 
cualquier otro vehículo y emprendió el viaje a casa. 
El pánico se apoderó de él tan rápido que estranguló el volante 
mientras se detenía a un lado de la carretera. Encendió las luces de 
 
 
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emergencia y practicó su técnica de respiración lenta. Sus jadeos le 
recordaron el viento en casa corriendo entre los dos edificios. 
A casa con Romeo, su lugar seguro, su santuario. 
Los últimos meses se habían ido construyendo hasta este 
momento, y se le había dado luz verde para ponerse su traje de 
detective una vez más. Había estado esperando y rezando por ello, 
imaginando el júbilo, el alivio. No había esperado la oleada de 
nervios, el burbujeo en su estómago, espeso y caliente como el 
alquitrán. 
No estaba nervioso por la nueva estación, sus nuevos colegas o 
las horribles escenas del crimen que estaba obligado a enfrentar. 
Sus entrañas temblaron y sus pulmones se retorcieron por él y por 
Romeo. 
El primer caso, todo se basó en el primer caso. Fue el momento 
crucial en su relación. Si pudieran pasar por el primero todavía 
intacto, todavía juntos, todavía vivos, entonces superarían 
cualquiera. 
Chad se retiró a la carretera, dirigiéndose a casa con su 
monstruo y salvador mientras hacía todo lo posible por hacer a un 
lado sus nervios. 
 
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Un camino sinuoso conducía a la casa. 
Pastos la rodeaba, y la hierba alta llegaba hasta las caderas de 
Chad. Tropezó por el camino de tierra con la mirada fija en la casa. 
Estaba en una colina suave, un punto de vista perfecto para que 
vieran venir a cualquiera. 
Pocas personas se habían aventurado a la casa; habían llamado a 
un electricista y a un plomero la primera semana que se mudaron. 
 
 
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Chad envió a Romeo al ático y el techo bajo le provocó un dolor de 
espalda que duró días. 
Chad detuvo el coche y respiró hondo. Parecía un sueño mirar 
hacia la casa, sabiendo que Romeo estaba adentro. No había sido 
fácil, habían tardado meses, pero finalmente estaban allí, viviendo 
juntos, Romeo y Chad. 
Excepto que el detective en Chad le exigió que volviera a 
trabajar. Le picaba el cerebro. Tenía que calmarlo, tenía que 
corregir el error de albergar a un asesino en serie atrapando a 
más. Era el acto de equilibrio entre el bien y el mal lo que tenía que 
satisfacer. 
Chad miró a la cámara mientras entraba. La mayoría de ellas 
estaban escondidas, algunas en árboles, macetas, adornos de 
jardín, todas esparcidas por el frente de la propiedad. Tenían 
muchas advertencias cuando la gente llegaba a llamar, mucho 
tiempo para que Romeo escapara y desapareciera, ya fuera en el 
anexo o en el ático que le hacía doler la espalda. 
Chad apoyó la mano en la pared y aspiró el aroma del hogar. 
Romeo. 
De la cocina fluía música suave, un clásico lento que hubiera sido 
perfecto para una escena romántica en una película en blanco y 
negro. 
Chad se quitó los zapatos, colgó la chaqueta y fue a buscar a 
Romeo. La cocina estaba vacía, pero la habitación era cálida y olía 
a especias. Chad frunció el ceño al ver todas las ollas y sartenes de 
la cocina, luego se detuvo al oír los golpes que provenían del 
anexo. 
El anexo pertenecía a Romeo. Aunque no era un anexo. Era su 
espacio para hacer lo que quisiera. Sin ventanas, con luces 
 
 
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zumbantes y piso de concreto, Chad no lo consideraba acogedor, 
pero era el lugar donde Romeo pasaba la mayor parte del día. 
Chad se puso las botas y siguió el tintineo. 
Entró sigilosamente y miró a Romeo desde la distancia. El 
equipamiento del gimnasio fue lo primero que construyó Romeo. 
Hacía ejercicio todos los días, Chad sospechaba que era más para 
curar el aburrimiento que para mantenerse en forma, pero no se 
quejaba, espiar a Romeo haciendo ejercicio siempre le hacía latir el 
corazón. 
El equipo del gimnasio estaba intacto en la esquina, y los golpes 
repetitivos no eran las pesas que se levantaban y caían, sino un 
martillo que llovía sobre un trozo de madera. El gimnasio había 
sido lo primero, los muebles planos en segundo lugar. 
El anexo parecía una sala de exposiciones, llena de camas, 
mesas, armarios, escritorios, aparadores, closets. Tenía olor a 
aserrín y cartón. 
Chad no tenía idea de qué hacer con todos los muebles, pero 
mientras hubiera espacio en el anexo, Romeo dijo que seguiría 
comprándolos. 
No podía esperar a desenvolver cada caja que llegaba, como un 
niño en Navidad. Agitaba la instrucción frente a la cara de Chad 
con alegría en sus ojos cuando la mayoría de la gente se 
marchitaba y moría por la complejidad. Lo mantenía ocupado, 
pero se ponía de mal humor cada vez que se veía obligado a 
esperar a que faltara una pieza, lo que sucedía mucho. 
Romeo estaba sin camisa, y Chad admiró la vista de su espalda, 
todos sus músculos tensándose, luego relajándose con el golpe, 
pero mientras recorría la habitación, tragó, y una sensación de 
malestar lo detuvo en seco. Chad percibió la oscuridad que 
crepitaba en el aire, el aura que envolvía a Romeo cada pocos días 
 
 
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como una nube de tormenta. Amenazó con truenos, relámpagos, 
pero Romeo la mantuvo a raya, esperó a que se calmara y luego le 
dirigió a Chad una sonrisa tranquilizadora. 
Romeo no lo había visto. Su atención estaba fija en la pata de la 
mesa. Arrugó la cara hacia arriba en un gruñido, mostrando los 
dientes con cada golpe del martillo. La ira en su expresión 
distorsionó su hermoso rostro. No estaba construyendo la mesa, la 
estaba destruyendo. La pata de la mesa se había partido, pero 
siguió golpeándola, trozos de madera astillados, volando por el 
aire. 
Cuando la pata finalmente se rompió, Chad retrocedió ante el 
alivio en el rostro de Romeo. Dejó caer el martillo al suelo y se 
pasó las manos por el pelo, jadeando en el techo. Su alivio 
rápidamente se convirtió en angustia y se agarró la nuca, soltando 
un sonido de frustración. 
Chad salió del anexo, llamó a la puerta abierta y volvió a entrar. 
―Hola. 
Romeo se puso rígido y dejó caer los brazos a los lados. Se volvió 
hacia Chad con una sonrisa. Su párpado se inclinó un poco hacia 
un lado, una cicatriz rosada marcaba su mejilla, pero era una cálida 
sonrisa la que iluminaba su hermoso rostro. La nube de tormenta 
se dispersó, aunque sólo fuera por un rato. 
―Estás en casa. 
Chad se señaló a sí mismo. 
―Eso parece. 
―¿Cómo te sientes? 
Preocupado, incómodo, indefenso... había algunas emociones 
volando en la cabeza de Chad, pero no dijo ninguna de ellas. A 
Romeo no le gustó mencionar sus arrebatos, y Chad siguió el juego. 
Romeo frunció el ceño. 
 
 
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―¿La sesión estuvo bien? 
―Sí, bien. ―Dijo Chad. ―Estoy un poco cansado, eso es todo. 
―He preparado pollo asado para la cena. 
Chad tarareó. 
―Podía olerlo desde la puerta principal. 
―Todo. Papas asadas, zanahorias, puré depapas... Chirivías. 
Chad arrugó la nariz. 
―Chirivías. 
Romeo se rió. 
―Lo sé, lo sé. Tienes tiempo para una ducha si quieres. 
―Estoy bien- 
―Te puedo oler desde aquí. 
Chad vio a través de las bromas casuales, Romeo quería que se 
fuera, y un dolor agudo lo apuñaló en el pecho. Tragó, señalando la 
mesa mal disimulada. 
―¿Qué pasó ahí? 
―No encajaba como debería haberlo hecho. 
―Estuvo bien el otro día. 
―Hubo un pequeño bamboleo, me molestó. 
―Parece que lo has solucionado. 
Chad sonrió, tratando de restarle importancia a la situación, 
pero era tan falsa como la risa tensa de Romeo. 
―Sí, bueno. Tenemos más mesas―. Romeo dijo mientras 
señalaba la habitación. 
Tenía razón, había muchas mesas. Mesas de centro, mesas de 
comedor, mesitas auxiliares. El anexo era de cuarenta metros por 
cuarenta metros. Una vez había hecho eco, había sido enorme, 
pero dos meses de la nueva obsesión de Romeo, y estaba casi lleno. 
 
 
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El rostro de Chad cayó ante las manos ensangrentadas de 
Romeo. No pareció darse cuenta de los fragmentos de madera que 
sobresalían de ellas, o los rastros de rojo. 
―Romeo. Estás sangrando. 
―¿Eh? ―Miró la sangre que goteaba de sus dedos a su muñeca. 
―Lo estoy. 
Romeo sacó una de las astillas, otra y otra. No se inmutó, parecía 
extrañamente distante, aturdido. 
Chad fue a acercarse, pero la mano de Romeo se disparó y lo 
detuvo en seco. 
―Permanece allí. 
Se echó hacia atrás sobre los talones. 
―¿Por qué? 
―Porque no es necesario que vengas, estoy bien. 
―Sin embargo, no lo estás, ¿verdad? 
Chad dio un paso, pero la voz de Romeo lo golpeó como un 
camión. 
―¡No lo hagas! 
Había una pared de muebles entre ellos, Romeo estaba en una 
jaula de su propia fabricación. Mantuvo la palma hacia Chad y sus 
cejas se juntaron mientras suplicaba. 
―Por favor, no lo hagas. 
―Okey. ―Chad susurró. 
Fue otro momento 'oscuro', no duraron mucho, solo unos 
minutos, pero fue suficiente para incomodar a Chad. Una batalla 
interna rabió dentro de Romeo. Chad quería ayudar, pero su 
presencia solo lo empeoraba. 
Romeo tomó un trapo de un escritorio cercano y lo envolvió 
alrededor de su mano. 
―Bien, mira. Entra, date una ducha. 
 
 
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Ya no era una sugerencia, sino una orden. El corazón de Chad se 
hundió, pero no dejó que se notara. 
La sonrisa forzada de Romeo comenzó a temblar y Chad se 
retiró. 
―Será treinta minutos. 
Se alejó, agarrándose el estómago. Romeo no había calmado sus 
nervios, los había aumentado. 
 
 
 
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Capítulo dos 
 
Chad no giró el dial a un calor abrasador como solía hacer, lo 
mantuvo caliente y se metió en el chorro de agua. En el segundo en 
que el agua golpeó su pecho, hizo una mueca. 
Ya no le dolía, pero recordaba cuándo le dolía. 
La mayoría de los números se habían desvanecido hasta 
convertirse en líneas plateadas, no coincidían en su piel, sin orden 
alguno, algunas grandes, otras pequeñas, algunas torcidas, al 
revés, aunque ninguna de ellas se tocaba. Todas eran individuales, 
veinticinco en total. 
Trazó un cinco con la yema del dedo y su mente volvió a la 
habitación de la casa de Marc. El dolor, la impotencia y la 
humillación profundamente arraigada de no poder protegerse. 
Chad se estremeció y subió la temperatura. 
Se tomó más tiempo con su cabello, primero con el gel de ducha, 
luego nuevamente con el champú que había comprado para 
combinar. Limón limpió su cuerpo y se aclaró la nariz. Se detuvo y 
apoyó la frente contra los fríos azulejos, alejándose del siseo 
estático del agua. 
Un escalofrío recorrió su espina dorsal, el vapor en el cubículo se 
aclaró levemente, succionó por la parte superior de la puerta de la 
ducha. Chad se dio la vuelta cuando Romeo entró al baño. No dijo 
nada, pero mantuvo contacto visual con Chad y se quitó los 
pantalones y los calcetines. Chad abrazó su propio cuerpo, 
ocultando tantas cicatrices como pudo. 
 
 
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Romeo entró en la ducha y cerró la puerta detrás de él. 
―Lo siento. 
Chad negó con la cabeza y cerró el grifo. 
―No necesitas sentirlo. 
Romeo hizo un círculo con su dedo índice, animando a Chad a 
darse la vuelta. 
Suspiró cuando Romeo se apretó contra su espalda. 
Envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Chad y tiró de los 
brazos de Chad lejos de esconder su pecho. Dejó que sus brazos 
colgaran sueltos mientras Romeo colocaba su barbilla junto al 
cuello de Chad. 
―¿Ella te dio permiso para trabajar? 
Se derritió en el calor de Romeo. 
―Sí, el lunes. 
Romeo no dijo nada. El silencio se prolongó, la ansiedad 
chisporroteante se acumuló en el pecho de Chad y se mordió la 
mejilla, sin saber cómo terminar. 
―Volvamos a atrapar las alimañas del mundo, detective. 
Chad frunció el ceño ante su elección de palabras. 
―Soy Chad contigo, solo Chad. ¿Cómo te sientes al respecto? 
―¿Vas a volver al trabajo? 
―Sí. 
Siguió otra larga pausa. 
―¿Romeo? 
Acarició el cuello de Chad. 
―Es lo que quieres, ¿verdad, lo que necesitas? 
Chad tragó y asintió. 
―Quiero que seas feliz, todo tú, y si crees que te hará feliz... 
―Lo hago. ―Las palabras salieron suaves y lo intentó de nuevo. 
―Sí, es lo que necesito, pero volveré a perseguir a los asesinos. 
 
 
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Romeo respiró hondo. 
―Lo sé. 
―Quizá asesinos como tú. Los que nacen con un... 
―Un monstruo. Yo lo sé también. 
Chad exhaló un suspiro tembloroso. 
―Todo lo que hemos pasado, y esto, esto es lo que me aterroriza, 
pero tengo que hacerlo. Necesito sentirme normal de nuevo. 
―Normal. ―Romeo resopló. 
―Al menos una apariencia. 
―¿Y si no puedes? 
―Lo haré. Tengo qué. 
―¿Por qué? 
Chad miró hacia abajo, frunciendo el ceño. No trató de tocar las 
manos de Romeo, pero las miró apretadas contra su estómago. No 
se veían tan mal ahora que habían dejado de sangrar. 
―¿Cómo están tus manos? 
Romeo suspiró. 
―Están bien, solo entumecidas. 
Chad se tomó unos minutos para disfrutar de las manos de 
Romeo sobre él, manteniéndolo firme, cubriendo algunos de los 
números. 
―Yo sólo... no sé cómo ayudarte. 
―Sólo hay una cosa que ayudará. 
Chad se puso rígido y no preguntó qué, no necesitaba preguntar. 
Había visto la necesidad en los ojos de Romeo varias veces, el 
monstruo que avanzaba, exigiendo que Chad se diera cuenta. 
Cada vez que Chad desviaba la mirada, rechazando sus deseos. 
Era la primera vez que Romeo hablaba de ello, la primera vez que 
intentaba plantar una semilla con su voz en lugar de sus ojos. 
Chad no reaccionó y Romeo le dio otro beso en el cuello. 
 
 
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―Podrías dejarme... 
No podía permitir que la semilla creciera, a pesar del escalofrío 
que recorrió su piel ante la súplica de Romeo. 
Chad se volvió en los brazos de Romeo. 
Los ojos verdes de él brillaron. La forma en que miraba a Chad le 
recordaba a un depredador, uno evaluando a su presa. Romeo no 
se movió, se quedó mortalmente quieto. 
Chad podía oír su propia respiración temblorosa y el cabezal de 
la ducha goteando detrás de él, pero nada de Romeo. 
―Okey. 
―¿Sí? 
La voz de Romeo tembló y un escalofrío lo sacudió. El asombro 
se arremolinaba en sus ojos cada vez más oscuros, y Chad no podía 
apartar la mirada. El efecto fue hipnótico, arrastrando a Chad a la 
oscuridad, pero no podía permitirlo, no lo haría. Necesitaba ser 
despejado, necesitaba aclararse. 
Tomó la mano de Romeo y se la llevó a la garganta. 
―Continúa entonces, satisface al monstruo. 
El regocijo en el rostro de Romeo se evaporó y retiró la mano. 
―No tú. 
―Tengo que ser yo. 
―Odio que te uses a ti mismo como rehén. 
―Así tiene que ser. Si alguna vez llega a ser demasiado... 
―Sabes que no tiene sentido vivir sin ti―. Romeo presionó su 
frente contra la de Chad y envolvió sus brazos alrededor de él. Su 
expresión no se quebró de ira, sonrió y un suave suspiro pasó por 
sus labios. 
―Mi terca Julieta. 
―Julieta hambrienta. 
 
 
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07/2021Romeo tarareó, deslizando sus manos más abajo hasta que se 
deslizaron sobre el trasero de Chad. Apretó, tirando de Chad más 
cerca mientras besaba su cuello. 
―No quise decir que tuviera este tipo de hambre. 
Presionó contra Romeo, sofocando todos los números. Cualquier 
otro retrocedería al ver su pecho. Se preocuparían por decir algo 
incorrecto, desencadenarlo de alguna manera, pero no Romeo. 
Estaba más intenso que cuando estaban en el granero, y el deseo 
en sus ojos entrecerrados le quitó el aliento a Chad sin falta. Chad 
nunca quiso que Romeo lo mirara de otra manera, nunca sin un 
hambre insaciable. 
El deseo seguía ahí a pesar del daño que le había infligido Marc. 
Romeo agarró, besó y metió la mano entre sus cuerpos, suspirando 
de felicidad cuando encontró la polla estriada de Chad. 
Romeo bromeó con las yemas de los dedos, tocando la sensible 
costura antes de envolver su mano, envolviendo a Chad en calor. 
Chad gimió, cruzando los brazos alrededor del cuello de Romeo. 
―Me acabo de duchar. 
―Puedes ducharte de nuevo. 
Romeo mordió el cuello de Chad, lamiendo el dolor. No dolía 
tanto como imaginaba que Romeo pensaba, sus dientes podrían 
arrancarle un trozo a Chad y probablemente todavía se lo 
agradecería. 
La sensación de su polla mojada deslizándose, y el agarre de 
Romeo apretando, llevaron a Chad al borde tan rápido que su 
cabeza dio vueltas. 
―Joder, Romeo. 
Frotó más rápido y extendió la otra mano para masajear el 
trasero de Chad. Sus dedos encontraron el pliegue del trasero de 
 
 
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Chad, y apretó la mejilla con fuerza, provocando un dolor que fue 
acariciado por la rápida mano de Romeo. 
Redujo el ritmo justo cuando Chad estaba a punto de llegar. 
―Todavía no. 
―No es justo. 
―Nada lo es. 
Romeo se agachó, cerrando los dientes en el cuello de Chad. 
―No puedes marcarme―. Chad jadeó. 
Romeo no respondió verbalmente, pero su respuesta fue obvia. 
Él podría y lo haría. 
Chad se estremeció ante la succión en su cuello, luchando 
débilmente. Romeo aceleró la polla de Chad hasta que lo agarró. 
―Estúpido. 
Romeo lamió el parche, Chad no podía verlo, pero se lo imaginó 
en la parte inferior de su cuello, un cardenal rojo circular. 
―Podría cubrir tu cuello con ellos. 
―No lo hagas―. Chad respiró. 
Podría esconder el que tenía en el cuello debajo de la camisa, 
pero si lo hiciera, tendría un problema. El dedo de Romeo se 
deslizó entre sus mejillas húmedas y la punta presionó hacia 
adentro. La sensación lo hizo sisear, pero Romeo se apresuró a 
convertir el sonido de la protesta en un gemido bajo. 
Romeo lo aplastó contra la pared de la ducha, presionando su 
dedo más profundamente y tirando a Chad con más fuerza. Estaba 
inmovilizado e indefenso, pero Romeo era la única persona que le 
gustaba que lo hiciera sentir de esa manera. 
―¡Sí! 
Chad se corrió por la pierna de Romeo. Cada ola de orgasmo lo 
golpeaba, lo debilitaba, hasta que sus muslos temblaban y su 
mente se apagaba. Se aferró a Romeo, lo inspiró, regresando a la 
 
 
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tierra para respirar cada vez más profundamente del hombre que 
lo salvó. 
Romeo se inclinó, agarrándose con fuerza. 
―Todavía no puedo creer que podamos tener esto. 
―¿Sexo en la ducha? 
―Sexo en absoluto―. Romeo se rió entre dientes. 
Chad se humedeció los labios viendo a Romeo jugar con las 
hebras pegajosas que salían de su polla. Romeo llevó sus dedos a la 
boca de Chad y los pasó por su labio inferior. Lamió el sabor, lo 
que le valió una expresión de asombro de Romeo. 
―Todavía no puedo creer que me quieras―. Chad susurró. 
―Después… 
―Voy a quererte siempre. ―Romeo susurró, pasando las yemas 
de los dedos por la boca de Chad. Los pellizcó suavemente antes de 
soltarlos. ―Siempre. 
Chad desvió la mirada, pero Romeo hizo una mueca y lo hizo 
retroceder. 
―No mires para otro lado, lo digo en serio. 
Los dedos que jugaban con sus labios eran los mismos que se 
habían envuelto alrededor de la garganta de Marc. Las manos que 
mataron fueron las mismas que lo salvaron. Tocaron, abrazaron y 
exprimieron placer tras placer de él. 
Ellas lo cuidaron. 
El monstruo en él había venido a su rescate, y cuando Chad miró 
a Romeo a los ojos, pudo verlo acechando, frustrado y enojado, 
pero mantenido a raya por el amor de Romeo por él. 
Romeo puso su mano sobre el hombro de Chad y murmuró: 
―De rodillas, detective. 
―Chad. 
―Detective Chad Fuller. 
 
 
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Miró a Romeo con los ojos entrecerrados, pero no protestó 
cuando Romeo le empujó el hombro. 
Chad se arrodilló, besó el muslo de Romeo y abrió la boca para 
él. 
Trabajó la polla de Romeo con los labios y la lengua, sin romper 
su mirada. Romeo se alzó sobre él, bloqueando la luz del baño. 
Jadeó cuando Chad agitó la lengua debajo, haciendo que el 
músculo se estrellara contra la sensible costura. Nunca dejaba de 
golpearlo con placer, y el murmullo debilitado que soltó llenó a 
Chad de orgullo. Pudo haber sido el de rodillas, puede haber sido 
el que carecía de un paquete de seis musculoso, pero podía dejar a 
Romeo sin aliento con los movimientos más suaves de su lengua. 
―Joder, Chad. 
Primero rompió el contacto visual, y no vio los labios de Chad 
dibujando una sonrisa a su alrededor. Romeo apoyó una mano en 
el cristal, pero Chad escuchó el chirrido que se deslizaba. 
Romeo maldijo, reajustando su equilibrio. Pasó sus dedos por el 
cabello de Chad antes de apretar los mechones, pero no empujó, ni 
tiró, se mantuvo quieto. 
Chad se empaló en la polla de Romeo una y otra vez, lamió y 
chupó y lo usó como un ariete en la parte posterior de su garganta, 
justo como le gustaba a Romeo. 
El semen caliente se derramó por la garganta de Chad, y los 
dedos de Romeo apretaron otra muesca en su cabello mientras 
pulsaba en la lengua de Chad. 
Chad, sucio y saciado, se puso de pie y volvió a abrir la ducha 
para limpiarlos para la cena. Romeo se apretó contra él, dejando 
besos a lo largo de los hombros de Chad. 
―Tu boca podría matar. 
Chad sonrió. 
 
 
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Chad vio a Romeo moverse por la cocina. Dudaba que Romeo 
supiera que estaba al ritmo de la música lenta, bailando con un 
compañero invisible. 
Romeo le dijo que le encantaba cocinar para Chad y que 
cocinaba lo suficiente para alimentar a un ejército. La estantería de 
la esquina estaba llena de libros de recetas y algunos de sus 
favoritos estaban esparcidos por las encimeras. 
Romeo terminó de preparar la cena y se acercó a Chad con una 
sonrisa en el rostro. 
―Es asombroso. 
―No lo has probado todavía. 
Chad puso los ojos en blanco. 
―Siempre lo es. 
―Bueno, tengo que mantenerme ocupado de alguna manera, 
especialmente ahora que vas a volver al trabajo. 
―Estarás bien. 
Se suponía que era una declaración, pero su voz se elevó al final. 
Romeo arqueó una ceja. 
―Estuve encerrado en una celda durante casi un año, Chad, esto 
es un lujo en comparación. 
―Puedes salir de la casa, sabes, por eso compré el otro auto. 
No era el coche más atractivo a la vista. Era viejo, estropeado, 
pero se mezclaba perfectamente y funcionaba bien, aunque un 
poco lento. 
―No creo que sea una buena idea, por razones obvias. 
―Pero te volverás loco si te quedas encerrado aquí. 
―Créeme, prefieres eso que la alternativa. 
 
 
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Chad bajó la cabeza. 
―Yo soy la alternativa. 
―No, no lo eres, sabes que no eres... 
Su mirada buscó los ojos de Chad, y su corazón respondió, 
latiendo en su pecho. El fuego llenó sus mejillas, su boca se secó 
hasta convertirse en un desierto, y golpeó el suelo con el pie para 
luchar contra la necesidad de correr. Necesitaba romper la 
atmósfera, bajarlos una muesca o diez. 
Chad se mordió el labio y luego susurró. 
―¿Escuchaste sobre el hombre que robó la tienda de muebles? 
Romeo frunció las cejas. Parpadeó y su mirada evasiva se 
desvaneció. 
―¿Qué? ¿No? Qué pasó- 
―Él consiguió la silla. 
Romeo resopló. 
―No, no,no. Yo cuento los chistes en esta relación. 
Chad sonrió, su corazón acelerado se desaceleró a un ritmo 
suave. 
―Yo amo los muebles. 
―¿Sí? 
―Sí. Mi sillón reclinable me pone de espaldas... 
Romeo se rió entre dientes. 
―¿Dónde encontraste estos? 
―La Internet. 
―Son jodidamente horribles. 
―Ahora sabes cómo se siente cuando tengo que escuchar los 
tuyos. 
―Pero los míos son divertidos. 
―No. No, no lo son. 
Romeo tarareó. 
 
 
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―¿Cuál es la diferencia entre chirivías y mocos? 
Chad puso los ojos en blanco, esperando el remate. 
―Te comerás tus mocos. 
Chad se acercó y le dio una palmada en el brazo a Romeo. 
―Eso es asqueroso, y yo no lo hago. 
―Entonces, ¿cómo estuvo la sesión de terapia, en realidad? 
―Paré de camino a casa para calmarme. 
Los labios de Romeo se abrieron de golpe. 
―¿Qué? ¿Qué dijo ella? 
―Nada malo, solo... no quiero joder esto. 
―Deberías haberme llamado. 
―Estabas matando a machetazos a una mesa en ese momento. 
―Aún así deberías haberme llamado. Te habría calmado, 
hablado contigo. 
―Lo sé. Lo haré la próxima vez. 
―Asegúrate de hacerlo. ¿Preguntó por mí? 
―Tú, idiota egocéntrico. ―Chad sonrió. 
―¿Qué? No se puede culpar a un chico por ser curioso. 
―Ella dijo que no pretendías salvarme, que fue una coincidencia. 
―Muestra lo poco que sabe. ¿Dijo algo que realmente ayudó? 
―Fue más una sesión para conocerte. Obviamente, ella ya lo 
sabe todo sobre mí, es totalmente accesible. 
Romeo apretó el rostro. 
―Sin embargo, dijo algo, algo que debo repetirme a mí mismo 
cuando sea necesario. 
―¿Y qué es eso? 
―Estoy en el gris. 
Romeo frunció el ceño, articulando “qué carajo”. 
―Estoy en el gris―. Repitió Chad. ―Y eso está bien. 
 
 
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07/2021 
 
―¿Cuánto te está cobrando? ¿Obtuvo su doctorado inventando 
rimas? Déjame intentarlo. 
―Por favor, no lo hagas. 
―Si te hago reír, estás curado, ¿verdad? 
Chad gimió, 
―Estoy demasiado cansado para reír. 
―Desafío aceptado. Estoy viejo, pero aún no estoy muerto. 
―Creo que eso es bastante exacto. 
―Público difícil. ¿Qué tal... soy un ladrillo, me falta un tornillo? 
Chad apretó los labios y arrugó la cara con fuerza, pero la risa 
aún se le escapó. 
―Yo gano. ―Dijo Romeo. 
El teléfono de Chad vibró en su bolsillo. 
―No te atrevas, sin teléfonos en la mesa. 
―Podría ser importante―. Chad dijo, echando un vistazo. 
―Aparentemente, mi paquete está programado para ser entregado 
mañana... 
―Genial. 
―¿Qué es? 
―Es una cama de cabina, un armario, un escritorio y una cómoda 
debajo. 
Chad resopló. 
―¿Por qué diablos necesitamos eso? 
―No necesitamos nada de eso, pero me mantiene ocupado. Las 
revisiones decían que las instrucciones eran horribles, por eso lo 
compré. Debería mantenerme ocupado. 
―¿Qué haremos con todas estas entregas cuando vuelva al 
trabajo? 
―El repartidor tendrá que dejarlas fuera de la puerta. 
―No quiero que esté fisgoneando. Ya me mira raro. 
 
 
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―Eso es porque claramente eres adicto a los muebles de paquete 
plano―. Romeo le guiñó un ojo. ―Quizás deberías buscar ayuda. 
―¿Como un terapeuta? 
―Sí, puedes contárselo, ella inventará una rima para ayudarte. 
Adicto a la madera, ¿estás como piedra? Una astilla en tu pene, 
podría ser que te duele. 
Chad gimió. 
―Eres horrible. 
―Pero tú me amas de todos modos. 
Romeo alcanzó su vaso. 
―Lo hago. ―Chad susurró. 
Romeo hizo una pausa con el vaso presionado contra sus labios. 
Una sonrisa apareció en su rostro y levantó la mano, el vino tinto 
arremolinándose mientras hablaba, 
―Un brindis. 
Chad levantó su copa. 
―¿Por qué? 
―Mi Julieta. 
 
 
 
 
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Capítulo tres 
 
Chad trató de sonreír al DI, pero los nervios que zumbaban en su 
cuerpo le hicieron hacer una mueca. Había pasado toda la mañana 
sudando caliente temiendo que soltara algo sobre Romeo tan 
pronto como entrara a la estación. 
Cuando el Detective Inspector Sharpe lo recibió en la recepción, 
Chad se secó la mano en los pantalones, fuera de la vista del 
inspector antes de estrecharle la mano. Fue un toque breve, pero 
Chad no pudo aguantar más. El DI frunció el ceño ante su mano, 
mirándola como si le hubiera dado a Chad un shock. 
Aunque tenía la misma edad que el último inspector de Chad, el 
inspector Sharpe se veía en mejor forma. Tenía cabello y ojos 
azules que no estaban hundidos por la fatiga, pero Chad apostó 
que no había tenido un ataque al corazón debido al estrés de la 
búsqueda de un asesino. 
―¿Cómo te sientes hoy? 
Chad miró por encima del hombro del DI al personal de 
recepción que lo miraba boquiabierto. A pesar de que había 
trabajado con ellos durante dos semanas, todavía estaban 
boquiabiertos, la mente llena de cientos de preguntas que estaban 
demasiado asustados para hacer. Los ojos le picaban en el cuello y 
los susurros le llegaban. Nunca le preguntaron, sino que se 
preguntaron entre sí, especulando y creando más rumores. 
―Chad, ¿cómo te sientes? 
―Un poco aprensivo. 
 
 
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07/2021 
 
―Sin duda. Ya estamos trabajando en un caso, te voy a poner al 
tanto. 
―Estoy más que listo. 
El DI sonrió y comenzó a caminar. Chad lo siguió, ignorando 
todos los ojos puestos en él. La mayoría de la gente no lo reconoció 
de vista, pero su nombre se había esparcido por la estación. No 
importaba que hubiera estado allí durante seis semanas, todavía 
era un chisme caliente. 
Chad Fuller capturado no por un asesino en serie, sino por dos. 
El DI abrió la puerta de la sala de reunión y tres pares de ojos se 
dirigieron hacia él. 
―Haré algunas presentaciones antes de empezar. 
Chad tragó, mirando a los detectives que lo miraban. Buscó el 
parche dolorido en su cuello y presionó hasta que la piel palpitó. 
Romeo estaba en casa esperándolo. 
―El hombre de la derecha es Josh. 
Josh apretó los labios en una sonrisa sombría. Cabello rubio, 
corpulento, tatuaje en el bíceps. Chad reconoció al personaje del 
videojuego, un héroe de acción en bikini. Las tazas de café cubrían 
su escritorio y su teléfono estaba apretado con fuerza en su mano. 
―Y esta es Faye. 
Cabello castaño con flequillo grueso y labios de color naranja 
brillante. Cerró el espejo de bolsillo y se lo metió en la chaqueta. 
Tenía los ojos muy abiertos y no le sonrió, pero su garganta se 
movió con dificultad para tragar. 
El DI hizo un gesto a la última persona en la habitación. Y la 
sargento detective Ally Coulson. 
―Pero llámame, Ally. 
Su cabello tenía un tono morado donde la luz golpeaba, sus 
gruesos lentes de montura también eran morados. Ally le sonrió, 
 
 
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07/2021 
 
una especie de sonrisa en toda regla, un placer conocerte, y dejó a 
Chad atónito. Parpadeó, luego le devolvió la sonrisa y pasó la 
mirada por todos ellos. Era un desastre sudoroso debajo de su 
traje, pero rezó para que pareciera tranquilo y sereno. Reprimió el 
impulso de salir disparado e inclinó la cabeza a modo de saludo. 
―Soy Chad. 
―Genial, ―dijo el DI, palmeando su hombro. ―Lo pondremos al 
día con el caso. 
Chad asintió, más que agradecido de continuar, de seguir 
adelante. 
El DI miró intencionadamente a Faye, ella apartó la mirada de 
Chad y pulsó las teclas de su computadora. La pantalla al frente de 
la sala de reunión mostró su ventana de escritorio y ella hizo clic 
en un archivo. 
―Ellen Blakely, ―dijo. 
En la pantalla apareció una foto de Ellen. Cabello largo y rubio, 
escote en la parte superior, sacando la lengua a la cámara. Sus ojos 
eran de un marrón cálido, su piel perfectamente clara, Chad no 
sabía si estaba usando un filtro en sus fotos o si la mirada era 
natural. De cualquier manera, era hermosa y muy popular por la 
cantidad de me gusta en las publicaciones. 
―Ella ha estado en las noticias, la encontraron el jueves 
pasado―. Dijo Chad. 
―Su cuerpo fue encontrado tirado en una zanja en las afueras de 
la ciudad. Tenía una incisión de quince centímetros en el abdomen 
y le habían extraído los riñones.Faye se mordió el labio, lanzando una mirada en dirección a 
Chad. Si esperaba algún tipo de reacción dramática, no la iba a 
conseguir. 
―¿Antes o después de la muerte? ―Preguntó Chad. 
 
 
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07/2021 
 
Los ojos de Faye lo encontraron de nuevo, todavía muy abiertos 
y veloces. Sus labios se abrieron y cerraron, y Chad frunció el ceño. 
―Ella... ella estaba viva cuando el asesino... 
―Cristo. ―Murmuró Ally. ―Ella estaba viva cuando los sacaron. 
Se encontraron fibras de cuerda en las heridas de sus muñecas y el 
corte en su abdomen no estaba limpio. Ellen se agitó, y perdió 
algunas de sus entrañas en el proceso. Ambos riñones fueron 
extraídos y, hasta ahora, no se los ha encontrado. 
Faye hizo una mueca ante la franqueza de Ally y pulsó otra tecla. 
En la pantalla aparecieron imágenes de las heridas de Ellen. Sus 
muñecas quemadas por cuerdas y el enorme agujero en su 
estómago. 
―El asesino le puso un sombrero sobre los ojos. 
―¿Un sombrero? 
Faye asintió, antes de encontrar la imagen del sombrero. Un 
gorro de lana con el logo y los colores del equipo Scottsdale, 
burdeos y amarillo. 
―Es un equipo de fútbol. 
Josh miró, sonriendo, 
―Conoces a tus equipos, pero conoces tus logotipos y kits. 
―¿Eh? 
―El logo ha sido alterado, ese sombrero no es de los últimos dos 
años, se compró antes. 
El DI resopló. 
―Tres años antes. La fecha en que se hizo está en la etiqueta. 
Chad miró en su dirección. 
―¿Crees que esto está relacionado con el fútbol? 
―Todavía no tenemos ningún motivo concreto. 
―O cualquier sospechoso concreto―. Añadió Josh. 
El DI miró a Josh. 
 
 
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07/2021 
 
―Sin embargo, tenemos un sospechoso principal fuerte. 
―Mira a la pantalla. ―Dijo Ally. 
Chad le llamó la atención. La pantalla estaba llena de imágenes 
en miniatura de Ellen. Había un hombre en la mayoría de sus fotos, 
los dos posaron y cubriéndose el uno con el otro. Sonreían en cada 
foto, nunca luciendo menos que perfectos. 
―¿Quién es él? ―Preguntó Chad. 
―El marido de Ellen, Kerion―. Ally dijo ―Son personas 
influyentes en las redes sociales y ganaron su fortuna 
promocionando productos. Principalmente alimentos saludables y 
equipos de fitness. 
Ally se acercó al escritorio de Faye y se hizo cargo de su teclado. 
―Pero también, tratamiento de depilación. 
Chad miró la pierna desnuda de Ellen, bronceada a la perfección. 
Kerion le estaba dando un beso en la rodilla. 
―Lápiz labial. 
Ellen hizo un puchero con sus labios rojos a la cámara. 
―Y cerveza. 
Ellen tenía sus labios envueltos alrededor del cuello de una 
botella, demasiado abajo para beberla cómodamente, y Kerion 
estaba a su lado, mordiéndose el labio. 
―Mi mujer ideal―. Josh suspiró. 
―Bueno, ahora es una mujer muerta. La mayoría de sus 
seguidores se entusiasman con lo increíble que es. Hay algunos 
trolls3, por supuesto, y por mucho que nos gustaría ahogarlos 
debajo de su puente, es un poco difícil cuando no podemos 
encontrar a los cabrones. 
―¿Alguna amenaza? ―Preguntó Chad. 
 
3 Personas que se dedican a escribir comentarios insultantes, obscenos o desagradables 
con el objetivo de hacer molestar a los demás o desviar el objetivo del contenido tratado. 
 
 
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―Ninguno dice que le van a cortar los riñones, si eso es lo que 
quieres decir. 
El DI se cruzó de brazos. 
―Creemos que el asesino le envió un mensaje directamente. 
Ally asintió. 
―Bajo el nombre de usuario, sweetcheeks42. Una aspirante a 
modelo de dieciséis años. Excepto que, cuando buscas las 
imágenes, aparece otra persona. Gabby Ernst. 
―Quién no sabía que se estaban usando sus fotos―. Añadió el DI. 
―No tenemos idea de quién es sweetcheeks42. Su dirección de 
correo electrónico e información no llevan a ninguna parte, y la 
dirección IP ha sido manipulada, pero quienesquiera que sean, 
acordaron reunirse con Ellen la noche en que fue asesinada, y 
ahora, su perfil ha sido desactivado. 
―¿Qué pasa con el marido? ―Preguntó Chad. 
Faye bajó la cabeza. 
―Kerion. Pobre chico, en completo estado de shock. 
Ally miró a Faye con los ojos en blanco. 
―Conseguimos un consejero para él, pero rechazó nuestra 
ayuda. 
―¿Los amigos y la familia de Ellen? 
―Aparte de Keiron, ella no tenía a nadie. Sus fans eran sus 
amigos según su perfil. Ella y Keiron son millonarios hechos a sí 
mismos. Pagan sus impuestos, crean conciencia sobre una 
variedad de causas, donan a la caridad. Son buenas personas. 
El teléfono de la oficina empezó a sonar. El inspector se disculpó 
y se apresuró a cruzar la habitación para contestar. Todos lo 
miraron a través de la ventana de la oficina; él asintió con la 
cabeza, dijo algunas palabras y luego colgó. 
 
 
42 
 
 
07/2021 
 
―Ese era el hospital de St John. Se ha entregado a la UCI4 una 
caja que contiene riñones humanos. 
―Ahora se tienen los riñones―. Dijo Ally, marcando una lista de 
verificación imaginaria. 
―Lleva a Chad contigo a St John's. 
Ally agarró su chaqueta púrpura del respaldo de una silla. 
―Veamos qué tienes, socio. 
 
**** 
 
―Hace más calor aquí que en el hogar del diablo―. Anunció Ally, 
deslizándose dentro del auto. Chad frunció el ceño y luego se subió 
al asiento del pasajero. 
―¿Cómo sabes que el diablo tiene un hogar? 
―Eso espero. 
Ella se rió y se puso el cinturón de seguridad. Los labios de Chad 
se curvaron en una sonrisa insegura. Cogió su propio cinturón de 
seguridad, moviendo su mirada de arriba a abajo, Ally riendo entre 
dientes en su asiento. 
―Abordemos al elefante en la habitación, ―dijo. 
Chad se agarró el cinturón de seguridad, pero no se lo cruzó. Ally 
arqueó las cejas mirándolo. Había estado temiendo que alguien le 
preguntara por Marc y Romeo. Prefería cuando la gente no 
expresaba su pregunta, o Dios no lo quiera, descargaba sus 
explicaciones. 
―¿Cuál es? ―Preguntó. 
―¿Bebes café? 
―Erm, sí. 
―Entonces tú y yo nos llevaremos bien. 
 
4 Unidad de Cuidados Intensivos. 
 
 
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07/2021 
 
Chad resopló, sacudió la cabeza y se abrochó el cinturón de 
seguridad. Ally encendió el auto y despegó lo suficientemente 
rápido como para golpear la cabeza de Chad contra el 
reposacabezas. 
Pensó en Gareth, pero el buen sentimiento se desvaneció. Una 
vez pensó en Gareth como su mejor amigo, pero ya no. Su relación 
se había agriado después de Romeo y se rompió por completo 
después de su mudanza. 
―Había muchos ojos siguiéndote a través de la estación. 
―Lo estaba esperando. 
―Sin embargo, sigue siendo una mierda, ¿no? Confía en mí 
cuando te digo, mis ojos te seguirán por la razón correcta. 
―¿Cuál es? 
―Tienes un lindo trasero. 
Chad se rió. 
―Gracias. 
―No hay problema. ¿Te gustan las mujeres mayores? 
―Yo soy un hombre... hombre. 
―Lástima. Ahora que el DI ha hecho las aburridas 
presentaciones, yo haré las interesantes. DI Sharpe. Cuarenta y 
cinco, casado, dos hijos, linda casa. 
―Suena normal. 
―Ex adicto al juego, no bebas con él, te arrastrará a una tienda 
de apuestas y todo se irá al infierno. 
―Correcto. 
―Josh, treinta y uno. Obsesión malsana con los videojuegos, dirá 
que está trabajando en su teléfono, pero no lo está, está jugando a 
los dardos virtuales. Le gusta el fútbol, odia las serpientes. 
Chad sonrió. 
―¿Y Faye? 
 
 
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07/2021 
 
―Querida, oh querida, nunca sabré cómo ha llegado tan lejos 
como detective de homicidios. Cuarenta y dos, casada y con tres 
hijos. Ha estado blanca como una sábana desde que se enteró de tu 
transferencia. 
―¿Ella me tiene miedo? 
―Miedo de que diga algo mal, eso es todo. Ella es realmente 
dulce, pero a mí me gusta más lo sabroso. Mi batalla marcó, 
todavía en pie, tipos fuertes. 
―No diría que soy un tipo fuerte. 
―Quién dice que estoy hablando de ti... pero para que conste, lo 
eres. 
―¿Qué hay de Ally? 
―Ally, ―tarareó, ―tiene calientes cincuenta. 
―¿Tienes cincuenta? 
Ally dio unosgolpecitos con el dedo en el volante, 
―Lo cual es cien por ciento lo correcto para decir, en el tono 
perfecto y maravilloso. Viuda. Mi cocina es horrible, pero si alguna 
vez cocino para ti, siéntete bendecido, significa que me gustas. 
―¿Podrías... envenenarme? 
―No hay 'poder' al respecto. Vamos, Chad, preséntate, con 
verrugas y todo. 
―Creo que mis verrugas están bien documentadas. 
Ally chasqueó la lengua. 
―Quiero escucharlas de ti. 
Se pasó la mano por la cara, pensando en lo que iba a decir. 
Tenía que hablar de Romeo en tiempo pasado, supuestamente 
estaba muerto después de todo. 
―Fui cautivo no por uno, sino por dos asesinos en serie, Romeo 
Knigh... 
 
 
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07/2021 
 
Ally bostezó dramáticamente y Chad la miró de golpe. La 
comisura de sus labios se alzó en una media sonrisa. 
―Quiero conocerte, no lo que te pasó. 
Él frunció el ceño. 
―Chad Fuller. Me encantan las películas de ciencia ficción y los 
crucigramas, odio las chirivías y las gambas, y no como mocos en 
absoluto. 
―No sé por qué surgió el asunto de los mocos, pero encantado 
de conocerte, Chad. Escuché que recibiste un pago considerable 
del Canster Times. 
―Yo lo hice. 
―Entonces, ¿por qué lanzarse de nuevo ahí fuera? ¿Por qué no ir 
al atardecer y vivir el resto de tu vida en una playa exótica? 
―Ese no soy yo. No es quien soy―. Se sacó la chaqueta. ―Este 
soy yo. 
Esa era la verdad. El detective era todo lo que tenía. 
―Buena respuesta. ―Ella sonrió. ―¿Te han ordenado ver a un 
psiquiatra semanalmente? 
―Sí. 
―¿Cómo fue? 
Él se encogió de hombros. 
―Está bien, supongo. 
Ally lo miró fijamente por unos momentos y luego desvió la 
mirada. 
―Entonces, el DI nos ha asociado juntos… Me gustaría decir que 
es para tu beneficio, pero creo que es para Josh y Faye. No pueden 
manejarme. 
―¿Qué te hace pensar que puedo? 
 
 
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07/2021 
 
―Has sobrevivido a dos asesinos en serie, fueron una buena 
práctica para mí―. Ella guiñó un ojo y se rió antes de inclinar la 
cabeza hacia el parabrisas. ―Estamos aquí. St. Johns. 
 
**** 
 
Un médico los recibió en la recepción y los condujo por el 
hospital. 
Chad hizo a un lado su propio malestar y fijó su mirada en los 
carteles de la UCI. Los pacientes, las enfermeras y el resto del 
personal médico les abrieron el camino y el médico los llevó a un 
consultorio. 
Bajaron las persianas y encendió las luces. En la parte de atrás 
de la puerta había un horario prendido y las paredes estaban 
cubiertas de tarjetas de agradecimiento, la mayoría de las cuales 
tenían flores o autos impresos en el frente. 
―Aquí están. ―Dijo el médico, apartándose del camino de un 
escritorio. Lo que parecía una tina de helado se colocó en el medio 
junto a una taza con forma de motor. 
Ally sacó unos guantes de su bolsillo y luchó por meter las 
manos dentro. 
―Solo la caja, no la taza. 
―No, la taza es mía―. La deslizó lejos. 
―No toques la caja―. Ella advirtió. 
―Un poco tarde para eso, me pasaron antes de que supiéramos 
lo que había dentro. 
Ally acercó la caja del escritorio hacia ella y abrió la tapa. 
Chad miró al médico. Su uniforme azul pálido era del mismo 
color que sus ojos. Arrugó la frente y su rostro se tensó en una 
mueca cuando Ally silbó: 
 
 
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07/2021 
 
―Definitivamente riñones. 
―No sé si es una especie de broma enfermiza o qué―. Dijo el 
doctor, cruzando los brazos. 
Chad miró los riñones, movió la nariz ante el olor pútrido, los 
órganos en descomposición casi tenían una dulzura. Ally volvió a 
poner la tapa en la cubeta de helado que contenía los riñones y la 
metió en una caja de pruebas acolchada. Se quitó los guantes y los 
tiró a un contenedor cercano. 
Ella tarareó. 
―No es mi sabor favorito. 
El Doctor retrocedió. 
―¿Discúlpame? 
―¿A qué hora vinieron? 
―Lo primero. La caja se encontró fuera de la entrada de 
consultas externas, dirigida a la UCI. 
―¿Abriste la caja? ―Preguntó Chad. 
El doctor asintió. Sus cejas se juntaron y se pellizcó la parte 
superior de la nariz. 
―No puedo creer que alguien hiciera eso. 
―¿Y usted es? ―Preguntó Chad. 
―Doctor Carter. Clive Carter. 
Ally resopló. 
―Bond, James Bond. 
―Siento que no te estás tomando esto en serio. 
―Lo hago, ―dijo Ally, ―pero si no le pongo un poco de humor 
inapropiado, es mejor que me marchite y muera. 
―Voy por Carter―. Se volvió hacia Chad. ―Son humanos. Ya me 
he ocupado de lo suficiente como para saberlo. 
―Te aseguro que nos estamos tomando esto muy en serio. 
―¿Alguna idea de a quién pertenecían? 
 
 
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07/2021 
 
―No tenemos la libertad de... 
―Ellen Blakely―. Dijo Ally. 
Carter dio un paso atrás. Sus labios se abrieron de golpe. Un 
destello de algo pasó detrás de sus ojos, y Chad sintió un 
hormigueo en el cuello. 
―¿La conocías? ―Preguntó. 
―No la conocía. 
―¿De qué equipo de fútbol eres? 
―Chad. ―Siseó Ally. 
La ignoró y esperó la respuesta de Carter. Arrugó la cara y negó 
con la cabeza. 
―No sigo el fútbol. Estoy en mis autos, no soporto el fútbol. ¿Qué 
tiene esto que ver con Ellen Blakely? 
Chad entrecerró los ojos, concentrándose intensamente en las 
pupilas de Carter. 
―Tú la conocías. Lo vi en tus ojos. 
Ally lo agarró por el codo. 
―Aligera. 
―¿Cómo la conociste? 
Carter se encontró con la mirada de Chad. Sus cejas se movieron, 
luego se relajaron cuando suspiró. 
―Ella vivía cerca de mí. 
―A la antigua―. Dijo Ally. 
―¿Así que la conocías? ―Dijo Chad. 
―No la conocía ni a ella ni a su marido. Hablé con él algunas 
veces sobre autos, pero eso fue todo. Publiqué una tarjeta de 
condolencia en su buzón y le dije que, si había algo que pudiera 
hacer, lo haría. No tenía idea de que su asesino tenía… ―Él negó 
con la cabeza. ―¿Por qué alguien haría eso? 
―Hay algunas personas enfermas en este mundo. 
 
 
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07/2021 
 
―¿Crees que podría tener algo que ver con Marcy White? 
Chad lanzó una mirada a Ally. 
―¿Marcy White? 
―La adolescente que necesita el trasplante de riñón. Ella está en 
las noticias locales, es una carrera contra el tiempo. Tiene trece 
años, sus padres obviamente están angustiados. 
Carter asintió. 
―Si este individuo se está burlando de nuestra búsqueda de un 
riñón adecuado, o si tiene una idea equivocada de que esos 
podrían usarse, no lo sé. 
Miró por encima del hombro, luego se acercó más a Ally y Chad. 
―Pero sería muy molesto si los padres de Marcy se enteraran de 
esto. Tienen bastante con lo que lidiar. 
―Daremos a conocer los detalles cuando sea necesario―. Dijo 
Ally. ―Pasaremos por el circuito cerrado de televisión y le 
preguntaremos al público si vieron a alguien actuando de manera 
sospechosa fuera del hospital, pero no mencionaremos lo que 
había en la caja. 
―Bien. No quiero causar pánico o tener más prensa afuera de lo 
habitual. Son animales. 
Chad resopló. 
―Estoy de acuerdo contigo en eso. 
―¿Alguna buena noticia para Marcy? ―Preguntó Ally. 
Carter bajó la cabeza. 
―No. En el segundo que haya un donante adecuado, estaré en 
ese quirófano, de día o de noche, haciendo todo lo que pueda para 
salvar a esa joven, pero el tiempo está en su contra. Todo lo que 
puedo hacer ahora es asegurarme de que esté cómoda y que sus 
padres reciban apoyo. 
 
 
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07/2021 
 
Se volvió al escuchar la puerta. Una enfermera asomó la cabeza 
dentro. Su mirada encontró la caja de pruebas antes de dirigirse a 
Chad y Ally. 
―Lo siento, no quise interrumpir. 
―Está bien, Val, ¿qué es? 
―Erica y Glen se están poniendo ansiosos porque no los has 
actualizado esta mañana. 
―Los padres de Marcy, ―dijo para beneficio de Ally y Chad. 
―Esperarán que tenga buenas noticias para ellos―. Miró la caja 
sobre la mesa. ―Lo cual no tengo. 
―Todavía hay tiempo. ―Dijo Ally. 
Apretó los labios en una sonrisa sombría. 
―Tiempo… 
Carter le tendió la mano a Ally. Ella apretó con las dos manos, 
exprimiéndole la vida. 
―No te rindas con esa chica, todavía está peleando. 
―No lo haré. Gracias… 
―DS Ally Coulson. 
Se volvió haciaChad y le ofreció una mano. Tragó y se obligó a 
tocar la mano de Carter. Su agarre fue suave, pero aun así, Chad se 
tensó. 
―Chad Fuller. 
Las cejas de Carter se alzaron. Le dio a Chad una rápida mirada, 
luego se posó en los ojos de Chad. Chad imaginó que el médico 
mostraba exactamente la misma simpatía en su expresión cuando 
hablaba con los padres de Marcy. 
―¿El que estaba en las noticias? 
Chad se puso rígido, entrecerró los ojos y Carter miró hacia otro 
lado, aclarándose la garganta. 
 
 
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07/2021 
 
―No creo que haya muchos otros Chad Fuller que hayan sido 
cortados por un asesino en serie y hayan vivido para contarlo―. 
Dijo Ally. ―O ninguno que conozcamos. 
―Sí, seguro. ―Carter dijo. ―Lo siento, no quise... 
―¿Hacer qué? 
―Mirarte así, la mirada de inspección, ―negó con la cabeza. ―Es 
la mirada del médico, dándole al paciente un control visual. Hábito, 
supongo. 
―Supongo que es mejor que las miradas y los susurros. 
―Puedes darme una mirada si quieres―. Dijo Ally. 
Carter resopló, sacudiendo la cabeza. 
―Tengo padres asustados para tranquilizarlos lo mejor que 
pueda. Buena suerte con tu investigación. 
Carter salió de la oficina. Ally se volvió hacia la caja de pruebas y 
cerró la cremallera. 
―Al menos parecía preocupado y no te miró boquiabierto. 
―Preferiría que no hubiera reacción, ningún reconocimiento. 
―No hay nada más atractivo que un médico preocupado―. Dijo 
Ally. 
Chad negó con la cabeza y Ally se rió entre dientes. 
―No me digas, no lo harías... 
―Yo no lo haría. No es mi tipo. 
El tipo de Chad estaba en casa, haciendo muebles planos para 
evitar salir a matar. 
―Ojos azules como el cristal―. Ally suspiró. 
Los de Romeo eran de un verde hipnótico, se oscurecieron 
cuando juntó las cejas y se ennegrecieron por completo cuando 
hizo un gruñido en su expresión. Chad tragó cuando se imaginó la 
expresión del rostro de Romeo cuando partió la pata de la mesa, 
lejos de la expresión de cuando mató a Marc. 
 
 
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07/2021 
 
Ally golpeó con el codo los brazos de Chad. 
―Apuesto a que es bueno con las manos. 
Romeo era bueno con las manos. Chad se tambaleó cuando 
pensó en las manos de Romeo en la garganta de Marc. La mirada 
en el rostro de Romeo después, la pura euforia. El monstruo había 
salido y había matado al enemigo de Chad. 
―¿Chad? 
―¿Eh? 
Su corazón latía con fuerza, robándole el aliento, y Ally frunció el 
ceño. 
―¿Estás bien? 
―Sí... solo hospitales. 
Palmeó la caja que contenía los riñones. 
―¿Quieres llevar a estos bebés a la estación? 
―Por supuesto. 
 
 
 
 
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07/2021 
 
 
 
 
 
Capítulo cuatro 
 
Romeo estaba esperando en el pasillo, secándose las manos con 
una toalla. 
―¿Cómo fue? 
Chad cerró la puerta y se encogió de hombros. 
―Incómodo. Pero no tan incómodo como esperaba. 
―¿Así que eso es algo bueno? 
―Un poco. 
Un remolino de algo pasó detrás de los ojos de Romeo. Colgó la 
toalla de su hombro y le ofreció a Chad una sonrisa 
tranquilizadora que tuvo el efecto contrario. 
―Vamos, comida aquí. 
Esperó a que Chad se quitara los zapatos antes de hacerle un 
gesto. 
Chad soltó un suspiro de satisfacción cuando Romeo no le 
ordenó que se fuera. No estaba en medio de uno de sus momentos 
oscuros. Romeo envolvió su brazo alrededor de los hombros de 
Chad, acercándolo. 
Sus labios encontraron los de Chad y Chad le devolvió el beso 
con fuerza. 
―Tranquilo. ―Romeo se rió entre dientes. 
Abrió la puerta de la cocina y Chad fue golpeado por una 
explosión de especias. 
 
 
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07/2021 
 
―Cordero marroquí5, yogur de menta, cuscús mediterráneo6, 
pan naan7 artesanal. 
―Jesús, Romeo... 
―¿No te gusta? 
―Me estás malcriando. 
Romeo le quitó la chaqueta de los hombros a Chad. 
―Manteniéndome ocupado. Tengo que hacer algo mientras estás 
en el trabajo. 
La culpa retorció las entrañas de Chad. Se volvió hacia Romeo y 
le tomó la mano con los dedos. 
―Ahí está el otro auto, puedes ponerte un disfraz, ir a la ciudad 
siempre que tengas cuidado. Confío en ti. 
―No deberías. Es mejor que me quede aquí, menos posibilidades 
yo... ya sabes. 
Chad tragó. 
―¿El monstruo? 
―No le gusta estar de vuelta en la jaula―. Se golpeó un lado de la 
cabeza. ―Estamos en territorio inexplorado. 
Romeo se distanció de Chad y luego sacó una silla. 
―Vamos, antes de que se enfríe. 
―Romeo. 
―Siéntate. 
 
5 Cordero marroquí, un plato lleno de sabores y especias, con cordero, almendras, pasas 
y ciruelas acompañado de arroz. 
6 Cuscús preparado con tomates cherry picados, pepino, pimiento, cebolla, aceitunas 
negras, queso feta desmenuzado y perejil picadito, aderezado con jugo de limón, aceite de 
oliva, vinagre, ajo picado, azúcar, sal y pimienta al gusto. 
7 Pan naan es un pan tradicional de la India que se hace con harina, levadura, yogurt, 
mantequilla y semillas, no utiliza horno sino sartén, se usa como cubierto para llevarse la 
comida a la boca. 
 
 
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07/2021 
 
Chad hizo lo que le dijo y Romeo se sentó enfrente. Pareció 
complacido cuando Chad comenzó a comer y a gemir de 
agradecimiento. 
―Cuidado. ―Romeo susurró. 
―¿Eh? 
―Tú, gimiendo así. Esto me tomó mucho tiempo, no quiero 
barrerlo por el piso en un momento de pasión. 
Chad rió. 
―Suena bien para mí. 
―Suena... Definitivamente no ordenado, cinco letras. 
―Sucio. 
―Sí. 
―Pero también... opuesto al frío, ocho letras. 
La sonrisa de Romeo arrugó sus ojos. Su mirada cariñosa se 
desvaneció y desvió la mirada. 
―¿Te pusieron en un caso? 
―Sí. 
―Y, ¿cómo fue? 
―Primeras etapas. ¿Qué hiciste hoy? 
Romeo arqueó una ceja. 
―Hice otra cama. 
―Sí, ¿cómo te fue? 
―Bien. Las instrucciones que venían con eso eran horribles, tuve 
que imprimir algunas más. 
Chad tamborileó con los dedos sobre la mesa. 
―Tendremos que decidir qué vamos a hacer con todas esas 
cosas. No puedo permitir que le den un martillo a todo. 
―Pensaré en algo. 
―Tendremos que hacerlo pronto. ¿Qué pasa si un armario te cae 
encima mientras estoy fuera? 
 
 
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07/2021 
 
Romeo inclinó la cabeza. 
―¿Por qué no me estás contando sobre el caso? 
Chad suspiró. 
―No estoy no contándote. 
―Simplemente no lo estás mencionando, ¿verdad? ―Romeo 
puso los ojos en blanco. 
―No quiero... ya sabes. 
―¿Qué? 
―Frotarte la cara con ello. Algún asesino allá afuera, cuando 
estás atrapado aquí, tratando de no matar. 
Romeo se inclinó sobre la mesa, tomó la otra mano de Chad y la 
apretó. 
―Quiero que me cuentes cómo fue tu día. 
―¿Sí? 
―Sí. Es normal, ¿verdad? 
―Supongo que sí. 
Chad frunció el ceño, pero cedió cuando Romeo le apretó la 
mano de nuevo. 
―Estamos investigando el asesinato de Ellen Blakely. 
―Ella es la influenciadora de las redes sociales, ¿verdad? ―Dijo 
Romeo. ―Ella ha estado en las noticias. 
―Encontrada en una zanja en las afueras de la ciudad, con una 
incisión de quince centímetros en el abdomen y sin los riñones. 
Fueron enviados a la UCI de St. Johns esta mañana. 
Romeo se frotó la barbilla. 
―Ahí es donde esa chica está esperando un trasplante. 
―¿Cómo sabes eso? 
―Paso la mayor parte del tiempo escuchando la radio, aparece 
varias veces. ¿Orar por Darcy? 
―Marcy. 
 
 
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07/2021 
 
―¿Alguien mató a Ellen y envió sus riñones al hospital? 
―Eso es todo en pocas palabras. 
―¿Alguna pista? 
―Ellen estaba hablando con alguien que usaba el nombre 
sweetcheeks42 antes de su muerte. Sweetcheeks8 no era quien 
decía ser, y también estaba usando las fotos de otra persona. 
Acordaron encontrarse la noche antes de que encontraran a Ellen. 
―Bastante concluyente. 
―Excepto que la cuenta ha sido desactivada. El correo 
electrónico, el número de teléfono y la dirección IP no llevan a 
ninguna parte. Es un fantasma. Han desaparecido. 
Romeo tarareó. 
―Es mucho más fácil usar una máscara en Internet, ocultar 
quién eres realmente y tus verdaderas intenciones. ¿Sabes algo 
sobre Sweetcheeks? 
―Podríanser partidarios de Scottsdale. 
―¿El equipo de fútbol? 
―Sí, el asesino le había puesto un sombrero de Scottsdale a 
Ellen, cubriéndole el rostro hasta la boca. 
La mirada de Romeo se desvió hacia la ventana. 
―Es verano, ¿por qué llevarías un gorro de lana contigo? 
―El asesino ató a Ellen y la cortó mientras estaba despierta. 
La atención de Romeo volvió a Chad. 
―Marc Wilson. 
El corazón de Chad dio un vuelco. 
Levantó la mirada hacia los ojos ardientes de Romeo. 
―Está muerto. 
―Sí, lo está―. Romeo se hundió en su silla. ―Número uno. 
 
8 Mejillas dulces en español, nombre de usuario para internet. 
 
 
58 
 
 
07/2021 
 
Chad esperó a que Romeo dejara de dilatar sus fosas nasales 
antes de continuar. 
―No sabemos si el asesino envió los riñones con la ilusa 
esperanza de que pudieran ser rescatados, o si tenemos un asesino 
sádico con la intención de prolongar el dolor de una familia. 
―¿Qué pasa con la familia de Ellen? 
―Ella no tenía a nadie, además de su esposo, otro influencer de 
las redes sociales. 
―Asesinada por sus riñones. 
―Ally ya los llamó el Kidney Killer9. 
―¿Ally? 
―La mujer con la que me han asociado. Ella es... ―La mente de 
Chad vagó, Ally no revoloteó a su alrededor, pero habló sin un 
filtro. Josh y Faye le lanzaron miradas cautelosas, pero Ally no lo 
hizo ni una vez. ―Ella es lo que necesito en una compañera. 
―¿Ella te cuidará? 
Chad resopló. 
―Creo que es más probable que yo tenga que cuidarla. 
Romeo bajó la mirada hacia su plato vacío. 
―¿Y cómo se siente estar de vuelta en el trabajo? 
―Es diferente. 
―¿Bien? ¿Malo? 
―Se siente bien―. Él asintió con la cabeza, para su beneficio no 
para Romeo. 
Se sintió bien. Se había abierto camino hasta detective de 
homicidios, era el trabajo que amaba, pero había algo, cierto 
desapego que no había sentido antes, y no estaba seguro de qué 
era o por qué lo atormentaba. 
―Tengo que acostumbrarme de nuevo, eso es todo. 
 
9 Asesino de riñones, nombre que le pusieron al asesino. 
 
 
59 
 
 
07/2021 
 
―Estoy feliz por ti. Sé lo importante que es el detective para ti. 
―¿El detective? 
―Sí. 
Romeo recogió los platos, cubiertos y cuencos en silencio y los 
puso junto al fregadero. No miró a Chad, miró por la ventana que 
daba a los campos embarrados. 
―Deberías sentarte en la otra habitación, has tenido un día 
largo. 
―Preferiría quedarme aquí contigo. 
―Me reuniré contigo en un minuto. 
Chad se puso de pie lentamente y se dispuso a marcharse, pero 
se detuvo en la puerta y se volvió hacia Romeo. 
―Romeo… 
No parecía ver a Chad, pero inclinó ligeramente la cabeza, una 
señal de que estaba escuchando. 
―Estos últimos meses, nadie me ha cuidado como tú. Nadie me 
ha hecho sentir nunca como tú, como si yo fuera importante, como 
si yo importara. 
―Nada importa más que tú. 
Los ojos de Chad se llenaron de lágrimas. No pudo evitar que lo 
inundaran o que su corazón palpitara por la oleada de emoción. 
―Gracias por cuidarme. 
Romeo volvió a mirar por la ventana. 
Siempre arrojaba semillas para los pájaros y, aunque Chad no 
podía verlas, podía oír el ruido y la risa de las urracas en el campo. 
Como siempre, tenían a Romeo paralizado. 
 
**** 
 
 
 
60 
 
 
07/2021 
 
Josh estaba sentado en su escritorio, burlándose de las 
rosquillas. Chad tomó una de la caja, pero cuanto más respiraba el 
olor enfermizo, menos la deseaba. No había comido nada esa 
mañana, la preocupación que gorgoteaba en la boca del estómago 
lo hacía imposible. 
Romeo estaba en su mente, o la falta de Romeo. No había tocado 
a Chad durante el resto de la noche, durmió en el sofá y 
desapareció en el anexo cuando Chad se levantó para ir a trabajar. 
Josh terminó de lamer el azúcar de los dedos y luego habló: 
—La gente mata por tres razones principales, ¿verdad? Dinero, 
sexo y poder. 
―¿Qué pasa con la venganza? ―Dijo Ally. 
―Eso viene bajo el poder. Se trata de recuperar el control, 
ajustar las cuentas. 
Chad colocó su rosquilla en el escritorio de Josh y la deslizó 
hacia él. 
―Hay cuatro razones. 
―¿Cuál es la cuarta? 
―Algunas personas nacen con la necesidad de matar. 
Josh le dio un mordisco a la rosquilla. 
―¿Crees eso? 
Ally sonrió, cruzando los brazos. 
―Fue tomado como rehén por dos asesinos en serie, si alguien lo 
sabe, es él. 
Faye dejó caer su bolígrafo al suelo, pero Chad fingió que no se 
había dado cuenta. 
―Sí, pero Marc Wilson encaja en la categoría de poder―. Dijo 
Josh. ―Le encantaba leer sobre sí mismo en la prensa, al igual que 
Romeo. 
―Josh―. Siseó Faye. 
 
 
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Chad no la miró directamente, pero pudo verla por el rabillo del 
ojo, sacudiendo la cabeza y agitando la mano. 
―¿Qué? Puso todos los periódicos en las paredes, ¿no? 
―Sí. 
―Así que era similar a Marc. 
Chad se mordió la mejilla. 
―No se parecía en nada a Marc. 
―Lo llamo como lo veo. 
Chad golpeó su escritorio con el puño. 
―Te equivocas. Romeo me dijo que tenía la necesidad de matar 
desde una edad temprana, había tratado de ignorarlo, pero no 
pudo. Una vez que mató a cinco, dijo que se detendría y seguiría 
adelante. Eso es lo que tenía que hacer para ser libre. 
―Si es una necesidad que tuvo desde que nació, ¿cómo podría 
librarse de ella? ―Dijo Josh, arrancando otro trozo de la rosquilla. 
―Dijo que era un antojo, y una vez que cumplió cinco... 
―Tengo ganas de donas, me prometo que solo comeré una, pero 
aquí estoy, en la tercera. 
Faye se puso de pie. 
―Vamos a calmarnos. 
―Estoy calmado. ―Dijo Chad. 
Ally lo miró de arriba a abajo. 
―¿En serio? Odio verte cuando estás conteniendo tu 
temperamento. 
―Solo estaba sugiriendo que Romeo podría haber estado en la 
categoría de poder. Eso es lo que escribió Holly Stevenson, fue 
pisoteado por su familia, amigos, su gerente, y un día estalló... 
―¡Ella no sabe nada de Romeo! 
La mandíbula de Josh se abrió y Faye respiró hondo. 
 
 
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Chad no tenía idea de cómo superar su arrebato. Se balanceó 
sobre sus talones, se volvió y salió corriendo de la sala de reunión. 
Se apoyó contra la pared, respiró lenta y profundamente y 
esperó a que su corazón volviera a la normalidad. Los pelos de su 
cuello se tensaron, y se volvió hacia dos oficiales en las escaleras 
de arriba, mirándolo. 
―¿Qué? 
Desaparecieron fuera de la vista. 
La puerta de la sala de reunión se abrió y sin mirar, supo que era 
Ally. 
―Estoy bien. 
―Cuenta hasta diez, respiraciones lentas y profundas. Imagina a 
alguien a quien odias. 
―¿Por qué habría de hacer eso? 
―Solo hazlo. 
Cerró los ojos y se imaginó a Marc. Cuando sonrió, sus afilados 
caninos brillaron. 
―Ahora imagina dándoles un puñetazo en la cara. 
―¿Qué? 
―Me escuchas. Golpea a ese imbécil en la cara. Aplástale la nariz, 
rómpele la mandíbula. 
Chad tragó. No podía, incluso en su fantasía no podía moverse. 
Marc se acercó, bisturí listo y lo único que lo detuvo fue Chad 
abriendo los ojos. 
―¿Mejor? ―Dijo Ally. 
Él no respondió y ella le tocó el hombro. 
―Vamos. 
Ally abrió el camino hacia la sala de reunión. Faye tenía su 
atención fija en la puerta, pero Josh no estaba mirando en la 
 
 
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dirección de Chad. Apoyó la cabeza en alto con la mano y miró la 
pantalla de su escritorio. 
―Lamento haberme asustado. 
Josh se dio la vuelta en su silla. 
―No, soy yo quien lo siente. Holly Stevenson corrió tu nombre 
por la tierra. Por supuesto que conocías a Romeo mejor que ella. Si 
dices que nació con la necesidad de matar, entonces está bien, 
confío en ti. 
―Gracias. 
Josh exhaló. 
―¿Estamos bien? 
―Estamos bien. 
―Romeo suicidándose fue probablemente lo más humano que 
hizo. 
―¿Por qué dices eso? 
―Debe haberse dado cuenta de que era la única forma de 
deshacerse de su necesidad. Era la única forma en que podía 
detenerse. 
Las palabras abofetearon a Chad en la cara

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