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Revista Electrónica de Psicología Iztacala. 16, (4), 2013 1214 
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Vol. 16 No. 4 Diciembre de 2013 
 
EL ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO CON 
ORIENTACIÓN PSICOANALÍTICA. 
ELEMENTOS PRINCIPALES Y LA NARRATIVA 
DE UN EJERCICIO DE SU APLICACIÓN 
Marco Antonio Macías Terríquez1 
Organización Puente de la Institución a la Sociedad Asociación Civil 
México 
 
 
RESUMEN 
Se presenta una disertación sobre la práctica del 
Acompañamiento terapéutico con orientación psicoanalítica 
dividida en tres partes: I) Desde la postura de la política 
psicoanalítica se despliega una crítica a las políticas 
asistencialistas y sus consecuencias subjetivas dirigidas a 
personas consideradas con discapacidad por padecer trastornos 
mentales graves –también llamados psicóticos– acompasada 
por una propuesta donde se conjuga la intervención 
interdiscursiva orientada psicoanalíticamente para la 
rehabilitación del Lazo social. II) Una síntesis de los elementos 
del Acompañamiento terapéutico con orientación psicoanalítica: 
sus antecedentes, las disposiciones teóricas de referencia, la 
estrategia de aplicación y los fines de esta práctica; una 
consideración del “perfil” del Acompañante; así como cuestiones 
para su puesta en acción como parte de un dispositivo de 
atención interdiscursivo dirigido a sujetos psicóticos. III) 
Precedido por la descripción de una Asociación Civil que procura 
la atención a personas con trastornos graves, asentada en la 
ciudad de Guadalajara, México, y como parte del 
establecimiento del sistema de atención interdiscursiva, se narra 
 
1 Psicoanalista. Maestro en Psicología Clínica por la Universidad Autónoma de Querétaro. Línea de 
trabajo: Teórico-clínico con las psicosis. Licenciado en Psicología por la Universidad de Guadalajara. 
Responsable del Área de Psicología Clínica en Organización Puente de la Institución a la Sociedad 
Asociación Civil en la ciudad de Guadalajara, México. Correo electrónico: 
maciasterriquez@gmail.com 
 
 
Z T A C A L I A 
Revista Electrónica de Psicología Iztacala 
 
 Universidad Nacional Autónoma de México 
Facultad de Estudios Superiores Iztacala 
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una experiencia de aplicación del Acompañamiento terapéutico 
con un sujeto con un padecimiento psicótico (esquizofrenia): el 
proceso de acercamiento, vinculación y el establecimiento de un 
Lazo social entre los implicados; así como las modificaciones en 
las condiciones clínicas (signos y síntomas) y el entorno social 
inmediato; finalizando con un comentario relativo a la condición 
de desamparo institucional del sujeto de atención y las 
dificultades de prosecución del tratamiento. 
Palabras clave: Acompañamiento terapéutico, Psicoanálisis, 
Psicosis, Lazo social, Asistencialismo. 
 
 
THERAPEUTIC ACCOMPANIMENT WITH 
PSYCHOANALYTIC ORIENTATION. PRINCIPAL 
ELEMENTS AND THE NARRATIVE OF AN 
EXERCISE APPLICATION 
 
 
ABSTRACT 
We present a lecture on the practice of psychoanalytically 
oriented therapeutic accompaniment divided into three parts: I) 
From the psychoanalytic policy stance unfolds a critique of 
welfare policies and subjective consequences directed at people 
considered disabled by severe mental disorder-also called 
psychotic-together with a proposal which combines 
interdiscursive oriented therapy intervention for the rehabilitation 
of the Social tie. II) A synthesis of the elements of 
psychoanalytically oriented Therapeutic accompaniment: it’s 
history, theoretical reference provisions, the implementation 
strategy and the purpose of this practice, a consideration of the 
"profile" of the Accompanying, as well as implementation issues 
for action as part of a managed care device interdiscursive 
psychotic subjects. III) Preceded by the description of a civil 
association that seeks care for people with serious mental 
disorders, settled in the city of Guadalajara, Mexico, as part of 
the establishment interdiscursive care system, narrates an 
experience of application of Therapeutic accompaniment a 
subject with a psychotic illness (schizophrenia): the process of 
approaching, and establishing links one Social tie between those 
involved, as well as changes in clinical conditions (signs and 
symptoms) and the immediate social environment, ending with a 
comment on the condition of institutional neglect of the subject of 
care and continuation of treatment difficulties. 
Key words: Therapeutic accompaniment, Psychoanalysis, 
Psychosis, Social tie, Assistentialism. 
 
 
 
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POLÍTICA ASISTENCIALISTA Y POLÍTICA PSICOANALÍTICA HACIA EL 
SUJETO PSICÓTICO 
El cómo se piense al loco y a la locura determina su abordaje. 
Una revisión al proceso histórico de los diferentes modelos y propuestas para 
atender las problemáticas subjetivas, particularmente a los sujetos psicóticos, 
muestra que la efectividad de las acciones no radica en la grandilocuencia de las 
instituciones que aglomeran a los asistidos o en la sofisticación de la estrategia de 
intervención o técnicas terapéuticas; sino en la capacidad que el sistema de 
atención tenga para incluirse en la población y alternar con los sujetos, de manera 
que se desdibuje la artificial división entre problemas individuales y problemas 
sociales (Galende, 1994). 
La asistencia social (así como su extremo: el asistencialismo) y la intervención 
clínica o social son campos de acción diversos. Las instituciones de asistencia social 
tradicionalmente trabajan en la ejecución de actividades en pro de personas que 
consideran vulnerables o necesitadas; actividades establecidas por lógicas 
políticas, por grupos de personas de buena voluntad y en ocasiones acompasadas 
por profesionistas. El problema con estas iniciativas es que muchas veces las 
acciones que se proponen tienen sentido sólo para quien las plantea; ya que supone 
que lo que hace es lo que el usuario necesita, cosa que no necesariamente es así. 
El sesgo está en que, por lo general, no se le pregunta al sujeto qué desea (o al 
menos qué requiere). 
La paradoja del asistencialismo es que anula al sujeto como actuante de su 
situación. Al ser un discurso científico-normativista quien dicta la forma del trato al 
que se debe someter el sujeto psicótico se actúa desde una exterioridad. Las 
instituciones asistencialistas llegan a alienar la identidad del sujeto; un internado 
puede asumir el cuerpo de la institución en su propio cuerpo (Basaglia, 1968). 
Es necesario desubicar a la práctica de asistencia al sujeto psicótico como una 
exterioridad a la persona en tanto se le considera “objeto de atención”. El giro 
implica situar a un sujeto en atención mediante un dispositivo de intervención que 
tenga en cuenta el conjunto amplio de situaciones implicadas en la cuestión de las 
psicosis: el entorno y no sólo el factor del grado de discapacidad. Habrá de 
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cambiarse el principio de la asistencia al enfermo individual hacia una intervención 
dirigida al restablecimiento del Lazo social. 
Se trata de una apuesta diferente a la ideología del modelo político de atenciónmasiva que ha primado tanto en México como en otros lugares del orbe. El 
psiquiatra e historiador Héctor Pérez-Rincón (1995), en su libro Breve historia de la 
psiquiatría en México, propone que antes de iniciar la crítica a la institución de Salud 
Mental médica en el país habría que aumentar el número de instituciones 
psiquiátricas modernas y su presupuesto financiero (pp. 55-7). Sin embargo no es 
solo cuestión de instalaciones y dinero, sino del cómo las lógicas de atención 
impactan al sujeto. Las instituciones o sistemas de atención (hospital, asilo, centro 
de salud, comunidad, casa de medio camino, entre otras) no son en sí mismos 
terapéuticos. 
El colocar al sujeto psicótico como discapacitado per se está fuertemente 
arraigado a una vetusta asimilación de lo psicótico a la incapacidad intelectual 
motivada por la tesis del daño en el sistema nervioso; una confusión dada por la 
concepción paradigmática del Trastorno del desarrollo. La anterior es una de las 
bases que ha sostenido un también añejo discurso manicomial con carácter de mito: 
la incurabilidad del psicótico, en el sentido de una perpetua permanencia de la 
enfermedad. Como Jaques Lacan (1981) puntualizó, hay que hacer énfasis en que 
la psicosis no es del orden de las demencias (campo de la neurología): 
“Psicosis no es demencia. Las psicosis son, si se quiere –no hay razón para 
no darse el lujo de utilizar esta palabra– lo que corresponde a lo que siempre se 
llamó, y legítimamente se sigue llamando así, las locuras” (p. 12). 
La psicosis no se reduce a condiciones y variaciones biológicas; es un campo 
sobre el que muchas disciplinas tienen una Práctica de discurso: algo que decir y 
algo que hacer. Es el caso del Psicoanálisis. 
La Política psicoanalítica es una postura ética hacia el sujeto, cualquiera que 
sea su condición clínica, estrato social, nivel de escolaridad, orientación sexual, u 
otras. Es una determinación de respeto irrestricto a la forma del deseo del otro que 
establece un marco para el despliegue del ejercicio de la práctica y el discurso 
psicoanalítico. Como práctica el Psicoanálisis presenta una situación sui generis: su 
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dispositivo produce palabras; es decir, siempre origina otro discurso en el caso por 
caso. El tratamiento analítico busca establecer la toma de la palabra por el psicótico 
en tanto sujeto deseante. Es una alternativa viable de atención y tratamiento a las 
psicosis, en tanto su Método se adecue a las condiciones del sujeto psicótico y el 
objetivo del tratamiento gire en torno a las posibilidades de cada sujeto para crear 
un vínculo o Lazo social. La rearticulación social apunta a que el sujeto sostenga un 
lugar en su comunidad y realice proyectos personales (afectivos, familiares, 
educacionales, laborales, artísticos, por mencionar algunos). 
Se ha encontrado que las psicosis, en tanto problemáticas clínicas, pueden 
remitir; pero la convalecencia, las perspectivas de recuperación y el proceso de 
reinserción en el núcleo social cambian cuando hay una atención cercana y 
prolongada. Atención que el Psicoanálisis propone como vía de tratamiento. 
El presente documento es resultado de la experiencia de quien lo suscribe 
como parte de un proceso para poner en marcha un Proyecto de atención clínica 
con orientación psicoanalítica en una Asociación civil creada para el apoyo al sujeto 
psicótico en la ciudad de Guadalajara, México. Se trata de un sistema interdiscursivo 
de atención con dos tipos de actores: Intervinientes clínicos: Psicoanalista y 
Psiquiatra e Intervinientes sociales o Actores para el Lazo social. Algunos de estos 
agentes para el Lazo social tienen una función que procura el cuidado extramuros 
y prescindir del asistencialismo para evitar el estancamiento del proceso de 
recuperación; otros, cuya función no es la atención directa a la problemática clínica 
del sujeto procuran también el despliegue de actividades externas. 
Los desempeños de los Actores desde el Lazo social pueden ser ubicados en 
figuras que tienen diligencias articuladas: El Acompañante terapéutico, el Asistente 
social y los colaboradores para las Vinculaciones socio-culturales. La bondad de un 
equipo interdiscursivo radica en que la acción conjunta permite que el sujeto de 
atención acceda a las vías de sostén subjetivo, estabilización de su cuerpo y enlace 
social. Se busca que por medio de un trabajo guiado por una política psicoanalítica 
el sujeto psicótico construya en la praxis una forma de vivir propia; en la que su 
situación no sea la condición de ningún tipo de exclusión. 
 
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El rompimiento del Lazo social 
Son conocidos los problemas clínicos que se presentan en las psicosis según 
el abordaje médico (síntomas “positivos” y “negativos”), los conflictos en el entorno 
del sujeto que estos conllevan y las perspectivas teóricas que desde la ciencia se 
han formulado sobre este padecimiento. Pero desde la perspectiva psicoanalítica 
es necesario abundar en el factor de la afectación del Lazo social en el que el 
psicótico se ve envuelto. Una noción de Lazo social ofrecida por Apollon (1990) 
permite dar un punto de partida: 
 
“El lazo social es la capacidad del sujeto de negociar la satisfacción y la 
coexistencia con otros en la lengua de la sociedad que por sus valores y sus leyes, 
define las reglas del juego de esta negociación (…) es el modo en el cual, para un 
sujeto dado, toma lugar la heterogeneidad de su deseo o de su posición subjetiva 
en el orden simbólico que rige su relación con los otros” (p. 72). 
 
Aunque los implica, el Lazo social no se reduce a la comprensión y la 
tolerancia. Tampoco es sinónimo de la idea rousseuriana del “Contrato social” (un 
acuerdo explícito o implícito de regulación de la convivencia y orden social en una 
comunidad o Estado) que conlleva una relación entre individuos basado en el 
entendimiento mutuo. 
En el caso de la locura, la dificultad entre “el loco” y “el cuerdo” para entenderse 
es inviable mientras existan las distinciones sano–enfermo, normal–anormal. Lo 
anterior debido a la no concordancia que desde René Descartes se ha establecido 
entre la razón y la locura. A este respecto, Iván Gonzales (2006) puntualiza: 
 
“No hay que confundir el matiz del lazo social con cualquier tipo de vínculo 
con el otro. Hay vínculos locos que lejos de resolver un estado de locura, lo acentúan 
o cronifican. El lazo social es un tipo específico de relación con el otro, en donde el 
loco reivindica su condición de sujeto incierto que no actúa constante ni 
incondicionalmente dentro del universo de lenguaje socializante [Subrayado de mi 
autoría]” (p. 95). 
 
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Un “lenguaje socializante” que se caracteriza por el carácter dialéctico de las 
palabras o significantes que lo conforman; dialéctica ante la cual el sujeto psicótico 
manifiesta su condición. 
 
La presencia de los semejantes que articulen lo social y la cotidianidad. 
Los modelos asistencialistas tradicionales y los tratamientos tendientes a la 
normalización del objeto de atención según la concepción de psicosis como 
“deficiencia” comparten las siguientes características: interdicción, sujeciónfísica o 
química y regulación de la conducta. En ese contexto el personal hospitalario o 
asilar (vigilante, enfermero, cuidador, etcétera) por lo general centran sus 
actividades en los cuidados materiales: la alimentación, el aseo, los hábitos de 
autocuidado, el entrenamiento, las actividades lúdicas o entretenimiento y hasta el 
adoctrinamiento moral o religioso. Este tipo de asistencia va dirigida en la mayoría 
de las veces a personas con discapacidad severa. Es innegable su valor y 
necesidad para el sujeto desvalido; pero su tendencia es a sustituir, reemplazar y 
relevar al discapacitado. 
No obstante, para procurar el restablecimiento del Lazo social con el sujeto 
psicótico que esté en capacidad (al menos en posibilidad) de valerse por sí mismo, 
se requiere de la actividad coordinada de personas que actúen con él en la 
comunidad y la cotidianidad social para estatuir y operativizar una red social; la 
constitución de una red de apoyo en la subjetividad. Lo que el discurso de la Salud 
mental ha denominado técnicamente como “intervenciones psicosociales 
avanzadas”; pero acá la cuestión no es tomada como un asunto “técnico”, aquí se 
les nombra Actores para el Lazo social. 
Las acciones desde la subjetividad para el tratamiento de las psicosis procuran 
responder a tres situaciones: 
 
1º Tienen lugar ante momentos de detención del tratamiento clínico 
(psicoanalítico) y el farmacológico. 2º Procuran fomentar o crear una red de 
acompañamiento, contención y sostén. 3º Parten de la idea de que el contacto con 
el otro como representante de lo social ha de ser factor en la reanudación, refuerzo 
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o formación de un nudo (si de este el sujeto careciera) para los puntos de falla en la 
estructura psicótica; facilitando la entrada al discurso común y el Lazo social 
(Rodríguez y Lueiro, 2011 p. 110). 
 
EL ACOMPAÑANTE TERAPÉUTICO 
La noción “Acompañante terapéutico” surgió en Argentina en la década de los 
sesentas como un intento de modificar las lógicas asistencialistas de los 
manicomios (propuesta precedida por el modelo de Hospital de día). A partir de 
entonces se ha extendido por varios países como una actividad profesionalizada del 
ámbito de la Salud mental en la atención de adultos mayores e infantes en situación 
de vulnerabilidad o discapacidad, al igual que con los familiares. Es especialmente 
pertinente como parte del proceso de reincorporación familiar y social consecuente 
a la desinstitucionalización psiquiátrica. Sus bases discursivas están en el 
Psicoanálisis, la Antipsiquiatría y la Psiquiatría comunitaria; adyacentemente se 
emparenta con las experiencias de desmanicomiación en Italia, la Psiquiatría 
social/comunitaria de los Estados Unidos, entre otras. En la República Mexicana 
hay presencia de esta práctica en localidades como la Ciudad de México y 
Monterrey en hospitales psiquiátricos particulares y espacios de asistencia 
terapéutica (Avendaño, 2008 pp. 109-212); pero no es aún una actividad 
profesionalizada, ya que apenas empieza a difundirse en contextos académicos 
como la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Querétaro (Macías, 
2006) (Rossi, 2007 pp. 20 y sig.).2 En fechas recientes se han llevado a cabo en 
México y otras latitudes congresos sobre esta práctica. 
Considerado como práctica de discurso, unas premisas pueden ubicar sus 
coordenadas dentro de la política psicoanalítica: 
 
- La práctica del Acompañamiento es formalizable en un dispositivo 
- Funda un campo de intervención siempre inédito 
 
2 En Manson (2002) se puede encontrar una serie de reportes del Acompañamiento en diversos 
escenarios clínicos y sociales; así como el proceso de legitimación como actividad profesional, tanto 
en instituciones como universidades en Argentina. 
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- Actúa en situaciones donde se articulan los órdenes de los Simbólico, lo 
Imaginario y lo Real 
- La condición clínica del sujeto de atención es parte de las situaciones 
- Sujeto de atención y Acompañante comparten las situaciones, pero no las 
ocupan del mismo modo 
- La práctica es situación por situación 
- Como parte estratégica de un Proyecto clínico, es un elemento para la 
producción de subjetividades 
- El Acompañante sostiene la posición ética del Psicoanálisis ante el sujeto 
psicótico (Ingrassia, 2002 pp. 61-4 y Rossi, 2002 p. 102). 
 
Como definición de “Acompañante terapéutico” se puede indicar que: 
 
“…es un recurso clínico especializado que opera desde un abordaje 
psicoterapéutico, en forma articulada con el profesional o el equipo terapéutico que 
lo indica. Se incluye en el tratamiento interdisciplinario de pacientes severamente 
perturbados, en situaciones de crisis o emergencias, y en casos recurrentemente 
problemáticos o que no son abordables para las estrategias psicoterapéuticas 
clásicas. 
 
Se desempeña especialmente en forma ambulatoria, en el entorno habitual –
familiar y social– del sujeto: domicilio, calle, bares, cine, clubes, parques, shopping, 
escuela, etcétera. Busca utilizar el espacio de circulación del paciente para 
promover el desarrollo de un proyecto terapéutico y para esto se vale de la 
cotidianidad. Su acción se desarrolla en el territorio urbano, en el espacio y el tiempo 
cotidiano del paciente” (Rossi, 2007 pp. 44-5). 
El Acompañante terapéutico funge como un asistente o testigo de los actos del 
psicótico; tiene una afinidad con la función secretario del psicoanalista. Es alguien 
que provee compañía y procura la consecución de un programa para lo cotidiano, 
como parte de un proyecto terapéutico diseñado para un sujeto de atención en 
particular. 
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En tanto entroncado a la política psicoanalítica de orientación lacaniana, ubica 
la condición del psicótico en el campo del habla: 
 
“Si se reconoce el delirio como uno de los puentes privilegiados, a través de 
los cuales el psicótico adviene al campo del lenguaje, el acompañamiento 
terapéutico se convierte en parte del dispositivo de tratamiento, que en sí mismo 
implica al lazo social” (Gonzales, 2006 p. 95). 
 
Como “auxiliar” o “complemento” de un proyecto clínico no es una variación o 
suplencia del tratamiento psicoanalítico o el médico. No se enrola en la función de 
un guardián o “padrino” que vigile, confronte y obligue al loco a “comportarse 
correctamente”; ya que no juzga moralmente el comportamiento y no critica ni 
verifica los dichos o la realidad de lo que el sujeto en atención expresa. 
Aun siendo un semejante que se interesa por el sujeto psicótico, las 
motivaciones del Acompañante no están dirigidas por el altruismo o el sentimiento 
compasivo que en ciertas situaciones de asistencia se puede detectar: el 
interviniente, guiado por una suerte de conmiseración “adopta” al paciente; reacción 
también conocida como “enganche”. No es un amigo ni hace caridad, como tampoco 
es un sirviente o una “dama de compañía”; del mismo modo no está a la orden de 
las demandas familiares ni de los discursos morales o los postulados de la ciencia 
normativista. Su presencia se sostiene por las interrogantes que le produce el 
encuentro conla locura; duda acerca del cómo actuar y el qué decir que a la vez lo 
convoca; este es el enganche al que se presta el Acompañante (Rivarola, 2002 pp. 
18 y sig.). Es un agente social y parte de una estrategia de tratamiento como 
representante del otro social. 
Que el Acompañante no sea un paje del sujeto de atención ni esté para 
satisfacer exigencias no quiere decir que no responda a lo que le solicita una 
situación o escena emergente. La pregunta ¿a qué responde el Acompañante? 
requiere algunas indicaciones provenientes de quienes han ejercido esta labor: 
 
“No es raro que el acompañante sea demandado a cierto lugar de: cuidador, 
guardián moral, etcétera, ya que en los acompañamientos se deslizan y ponen en 
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juego algunas de estas cuestiones: ver, mostrar, avisar, informar, estar alerta, vigía, 
en guardia… Éstas […] se vehiculizan en pedidos y demandas que el acompañante 
escuchará y decidirá en todo caso: qué avisar, qué informar, qué mirar. Esa 
decisión, orientada por el marco que debe dar la dirección de un tratamiento, lo 
confronta cada vez con lo especifico de su función, que es siempre a construir, en 
cada caso” (Fantinato, 2002 p. 36). 
 
En relación a lo aparentemente nimio de la actividad de acercarse al sujeto 
psicótico y platicar con él, invitarlo a una actividad deportiva o de esparcimiento, 
Marco Macías (2006) puntualiza: 
 
“… el solo hecho de que pueda haber alguien que mire a esa persona sin 
temor, sin burla, sin menosprecio o enfado, esa mirada y la presencia que logre 
tener, es ya suficientemente importante para el enfermo, pues sabemos que no es 
cualquier cosa detenerse y querer escuchar a la locura cuando habla, entendiendo 
la locura como un tipo de discurso, que además pasa a ser público” (p. 103). 
 
Una presencia que adquiere valor de soporte transferencial al presentársele al 
sujeto de atención a alguien con quien puede dialogar. Que su discurso delirante se 
trasforme en narrativa, pase por la re-historización y la construcción de un 
encadenamiento de significantes que den soporte al propio sujeto (pp. 104-5). 
La figura del Acompañante enmarca los límites del discurso psicótico y hace 
surgir las fallas del entramado delirante en la solución de dificultades diarias de la 
vida en una urbe. Muestra al sujeto psicótico que sus palabras y actos tienen 
consecuencias en lo público. Genera las condiciones para el sostén de la 
cotidianidad y al sustraer la atención del sujeto hacia otros intereses cotidianos –
pero vitales para el orden de lo social– que la condición psicótica puede tornar 
considerablemente difíciles de solventar (Bélanger y Riou, 1990 pp. 152-5 / 
Gonzales, 2006 p. 124 / Rossi, 2007 pp. 12 y 43). 
Tocante a sus funciones terapéuticas: sostiene la necesidad de un interlocutor; 
hace un relevo de las figuras familiares; permite una tramitación por la palabra, lo 
que favorece a que las situaciones angustiantes no rebasen al sujeto. (Rossi, 2007 
p. 99). A nivel de la intervención con la familia: funge como puente entre los 
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Intervinientes clínicos y los familiares para la consecución de un programa de 
atención. Su presencia puede ser un almohadillamiento entre los intercambios 
sociales, parentales e institucionales; ya que el trabajo también atiende a lo que los 
otros esperan del acompañado. En términos psicoanalíticos, el Acompañamiento 
terapéutico es un soporte para el sostén del deseo del sujeto psicótico. 
Este aspecto de fungir como punto de muelle con el otro social (familia, 
comunidad, instituciones) y las cosas (objetos como el dinero, ropa, comida, de lo 
que puede disponer y de lo que no) solo está posibilitado por un trabajo previo: el 
montar un puente hacia el sujeto psicótico. Para la postura psicoanalítica el 
encuentro clínico no se enmarca en el rapport, sino que se posibilita en la 
transferencia. Como ha sido detectado por la clínica psicoanalítica, en general la 
transferencia psicótica o transferencia al psicótico es sumamente intensa. En el 
caso del Acompañamiento no es diverso; se trata de una “transferencia salvaje” en 
la que los familiares del sujeto de atención también están implicados. La 
transferencia es el resorte para propiciar alguna elaboración del delirio; una manera 
de hacer-con (las demandas del sujeto de atención, de la familia, del entorno) que 
es la base del mismo Acompañamiento: 
 
“El analista presta la persona como soporte de la transferencia, el 
acompañante soporta esa otra escena enmarcada en una estrategia de trabajo. El 
acompañante terapéutico soporta con su cuerpo aquello del goce que no está 
regulado, ese IVA de la transferencia masiva.” (Anido y Sarbia, 2002 “Una lectura 
posible de una temporada con Ana” en Manson, p. 59). 
 
Con el “IVA” las autoras de origen argentino se refieren al Impuesto al Valor 
Agregado; símil de la sobrecarga fiscal que en México también se carga a los 
ciudadanos por adquirir un producto o servicio (juego de palabras con la homofonía 
“masiva”). La convivencia con sujetos psicóticos afecta al Acompañante. Quien ha 
tenido la experiencia de tratar clínicamente a sujetos psicóticos sabe del efecto de 
cansancio físico y la sensación subjetiva de malestar que esto produce. 
Las actividades donde el Acompañante hace presencia versan en una gama 
de acciones dirigidas a facilitar el Lazo social: culturales, sociales, deportivas, 
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proyectos comunitarios o individuales, capacitación laboral o académica, cuestiones 
jurídicas, entre otros. Todas han de tener la característica de ser productivas e 
implicar creatividad; sobre todo que sean del propio interés del sujeto de atención. 
De poco sirve ofrecer capacitaciones, talleres, manualidades o actividades lúdicas 
(que en general es lo que ofrece la institución asistencialista como parte de las 
terapias ocupacionales o pedagógicas) si estas no están en el horizonte de los 
intereses y aspiraciones del sujeto; pues no pasan de ser situaciones recreativas o 
pasatiempos que al tiempo llegan a ser abandonados. Las actividades deben seguir 
los siguientes lineamientos: 
 
- Servir para algo (no ser improductivas o meramente de entretenimiento) 
- Devolver el gusto de una producción o de un trabajo 
- Conducir un proyecto personal 
- Hacer descubrir intereses 
- Permitir crear relaciones con la comunidad. 
 
El Acompañante al estar disponible, compartir y alentar los intereses del sujeto 
de atención suministra un sentido, da un soporte al hacer subjetivo; interés que en 
su ausencia tiende a ser precario en muchos de estos sujetos (Riou, 1990 pp. 160-
3). 
En situaciones de crisis o urgencias subjetivas el Acompañamiento permite un 
abordaje alterno al exclusivo manejo psiquiátrico. La contención subjetiva, por el 
recurso de la palabra como suplencia del acto, posibilita el manejo de la 
contingencia mediatizando para dar “un tiempo” (ante el impulso) y “otro espacio” 
(frente a la angustia o la desorientación) para que el sujeto se restablezca; Rossi, 
2007 p. 104) evitando, en la medida de lo posible, las intervenciones policiacas y 
las internaciones psiquiátricas. 
Como en cualquier desempeño laboral, el Acompañantedebe recibir una 
remuneración por su tiempo invertido, para ser sostenible requiere un pago. El 
Acompañamiento no puede proseguir indefinidamente como un voluntariado. 
Aunque de entrada pareciera un recurso oneroso, en el mediano y largo plazo la 
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eficacia clínica que se verifica en la prevención de recaídas, posibilidad de 
incorporarse a actividades productivas y llegar a una independencia viable de parte 
del sujeto de atención se torna significativamente conveniente; se postula como 
factor económicamente viable respecto a las dificultades y costos que representan 
las reinternaciones o la cronificación. 
 
El “perfil” del Acompañante terapéutico. 
La política psicoanalítica es crítica a la tecnificación de la atención al malestar 
subjetivo. Por tanto no encaja con la idea del “perfil profesionista” dado por el pasaje 
desde la educación universitaria que supone uno o varios programas de instrucción 
estandarizados y sistemas de evaluación-acreditación-certificación. Ya Sigmund 
Freud, en el texto de 1926 Pueden los legos ejercer el análisis, era claro respecto 
al debate sobre si es condición o no que un psicoanalista sea médico para ejercer: 
el conocimiento médico-psicopatológico es conveniente; pero las problemáticas de 
la subjetividad no lo precisan, pues son otro campo de acción. No obstante pueden 
señalarse algunas características deseables para quienes se integran a la labor del 
Acompañamiento terapéutico. 
En los perfiles de los Acompañantes terapéuticos aparecen tres circunstancias 
posibles: 1º la inclusión de estudiantes de profesiones afines a la Salud mental 
(practicantes o servicio social); 2º las personas interesadas que no tengan una 
formación académica vinculada (incluyendo a quienes no tienen estudios 
profesionales); 3º personas recuperadas o estabilizadas con una condición 
psicótica. 
La situación más frecuente son los estudiantes practicantes o de servicio social 
de carreras afines a la Salud mental; particularmente pasantes de licenciatura en 
Psicología. Las circunstancias de los estudiantes o pasantes, ya sea como parte de 
sus prácticas profesionales o servicio social, requiere puntualizar ciertas 
condiciones: 
 
- La labor de Acompañante no es un entrenamiento como psicoterapeuta 
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- Dado la carencia de plazas en instituciones púbicas en el campo de la Salud 
mental no es garantía de inserción laboral 
- No puede reducirse a los tiempos de un calendario escolar; sino a los tiempos 
de cada caso y a un programa de intervención en conjunto 
- La práctica no es una actividad académica; es decir, un lugar para aprender 
psicopatología, psicología anormal o evaluación psicológica. El conocimiento 
profesionista del campo psi (psicología, psiquiatría, psicopatología) es una 
circunstancia que puede ayudar al discernimiento de los síntomas y signos de la 
psicosis y la elaboración de reportes y sesiones clínicas, así como la intervención 
en las actividades de formación y actualización; pero no es lo toral (Macías, 2006 
pp. 148-53) 
- Al haber una enorme cantidad de enfoques dentro de las disciplinas psi, es 
un requerimiento que, además de llevar un proceso de tratamiento analítico 
personal, el estudiante tenga apertura e interés por el Psicoanálisis. 
De los otros perfiles (personas con interés sin capacitación profesionista y 
sujetos con experiencia en la locura) se puede señalar que existen experiencias 
donde sujetos que tras recuperarse o en las últimas fases de su estancia en un 
espacio de atención pueden ser capaces de fungir como apoyo a otros (Mosher, 
2006 pp. 428-9). Entonces no quedan excluidas las personas sin estudios 
profesionistas o sujetos que tuviesen experiencia en la locura. Es que cada uno de 
estos integrantes del equipo de Acompañantes puede tener funciones específicas 
según necesidades de horarios, actividades, y particularmente de las 
consideraciones del caso. 
 
LA ORGANIZACIÓN PUENTE Y UNA EXPERIENCIA DE 
ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO ORIENTADO PSICOANALÍTICAMENTE 
CON UN SUJETO PSICÓTICO 
La labor de Organización Puente. 
La Asociación Civil Organización Puente de la Institución a la Sociedad 
(Organización Puente) se constituyó legalmente en 1993 en la ciudad de 
Guadalajara, México. Esta Organización No Gubernamental surge a partir del 
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interés por atender las dificultades por las que pasa el sujeto psicótico 
institucionalizado (pasaje por instancias médicas y judiciales); pero particularmente 
la situación del desinstitucionalizado: aislamiento social y desamparo al quedar a la 
periferia institucional. Se nombra aquí “periferia institucional” al hecho de que el 
sujeto psicótico, no obstante que sea atendido como usuario del sistema de salud 
pública (puesto que el Estado proporciona servicios de atención ambulatoria 
consistente en consultas externas, medicación o internación, además de otros 
programas dirigidos a la población en general ofrecidos por instituciones de salud 
pública; pero esta cobertura no es universal), por la estructura misma de la política 
institucional y la condición social que genera el estatus de “enfermo mental” o 
“discapacitado”, queda en situación marginal en la sociedad o comunidad de la cual 
procede.3 
El sujeto psicótico puede tener severas dificultades para reintegrarse a su 
familia, trabajo y comunidad de donde procede. En tal situación no sólo intervienen 
las circunstancias de la institucionalización, en ocasiones hay una insuficiente 
atención y seguimiento con los familiares; así como carencia de fuentes laborales 
que tomen en consideración la circunstancia de estas personas. 
El Objetivo general de Organización Puente es: Proporcionar elementos, 
actividades y espacios encaminados a la reinserción y rehabilitación de aquellas 
personas que sufren “enfermedad mental” y que son dados de alta de alguna 
institución psiquiátrica; propiciando la recuperación como ser humano, buscando la 
integración a su familia y a la sociedad. Así mismo ofrecer un espacio a aquellos 
pacientes que no cuentan con familia o que por algún motivo son rechazados por 
esta, buscando ofrecer la atención necesaria en diferentes áreas; logrando así 
contribuir en una mejor calidad de vida del paciente y su familia. 
 
3 Existe una buena cantidad de análisis críticos de esta cuestión a partir de Michael Foucault desde 
su texto Historia de la locura en la época clásica (donde se exponen las raíces del ordenamiento 
médico de la locura); Robert Castel (2009) El orden psiquiátrico. La edad de oro del alienismo; véase 
particularmente la noción de “institución total” de Erving Goffman (1961) Internados. Ensayo sobre 
la situación social de los enfermos mentales. Para la situación contextual de México algunas 
referencias bibliográficas de interés: Andrés Ríos (2009) La locura durante la Revolución mexicana, 
(2010) Memorias de un loco anormal; Cristina Rivera (2010) La Castañeda. Narrativas dolientes 
desde el manicomio general México, 1910-1930; o Jaime Avilés (2007) Los manicomios del poder. 
Corrupción y violencia psiquiátrica en México. 
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Para paliar los efectos de exclusión, las actividades de Organización Puente 
han sido encaminadas a procurar espacios y servicios necesarios para el sujeto 
psicótico. En los casos de personas de escasos recursos (aunque no 
exclusivamente) gestiona la atención institucional en situaciones de emergencia y 
el seguimiento del tratamiento; así como actúa en caso de omisiones o negligencias 
en relación al cumplimiento de los derechos humanos y leyes de protección del 
discapacitado en el ámbito médico, laboral o legal. Sus estrategias a nivel de la 
comunidad e institucional se han centrado en la ejecución de actividades dirigidas 
hacia la acción social a favor del sujeto psicótico; procurando la concienciación, 
prevención y atención personalizada para la reinserción integral a la vida en 
comunidad. Actualmente Organización Puente tiene un Hogar sustituto localizado 
en una finca propiedad del Instituto Jalisciense de Asistencia Social, facilitada en 
comodato, localizada en la colonia Ferrocarril en el municipio de Guadalajara; una 
colonia popular con muchas problemáticas sociales. En el Hogar sustituto se da 
alojo a personas que carecen de condiciones de autosustento y es atendida por los 
mismos habitantes. 
 
Un ejercicio de Acompañamiento en el Hogar sustituto. 
En Marzo de 2012 se formaliza el Área de Atención en Psicología Clínica de 
Organización Puente. Se establece como un aporte sostenido por el interés en la 
atención al sujeto psicótico; con el objetivo de ofrecer atención psicoterapéutica y 
apoyo psicosocial, así como generar Investigación clínica y social enfocada hacia la 
psicosis. Desde entonces tiene lugar un ejercicio de Atención Psicoanalítica para 
los habitantes del Hogar sustituto. Se trata de un acercamiento a aquellos que de 
manera voluntaria acuden o aceptan la presencia de un agente que presta su 
presencia y escucha a las problemáticas y vivencias subjetivas de quienes tiene 
experiencia en la locura. El servicio de atención no tiene costo alguno para los 
residentes. 
En el Hogar sustituto se alberga a personas cuya situación complejiza la 
vinculación social. Es el caso de Don Manuel –o Don Manuelito, como le llaman en 
el Hogar sustituto–, de 72 años y originario de otro Estado de la República, cuya 
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historia personal está perdida entre los varios establecimientos psiquiátricos por los 
que lo han hecho circular en las últimas décadas de su vida. Padece un estado 
psicótico cronificado: delirios, alucinaciones, habla desarticulada, cambios de 
humor, constantes movimientos estereotipados (posiblemente disquinesia tardía) y 
otras características comunes a las psicosis crónicas que dificulta severamente la 
convivencia con los demás; lo que según las actuales clasificaciones 
psicopatológicas puede denominarse “Esquizofrenia residual”. 
En el expediente de Don Manuel aparece un documento titulado “hoja de 
enlace a casa de medio camino ‘La primavera’”, que data del 2002; donde se 
registran un diagnóstico de “trastorno de ideas delirantes F06.2 y un diagnóstico 
secundario como “Trastorno mental y del comportamiento debido a lesión o 
disfunción cerebral F06.8. Otros documentos son recetas médicas: “posipen 
dicloxacilina dolotandax naproxeno”, “15 ag 03 Levopromazina (por insomnio) 
Haloperidol 10 mg” (sic). 
El habla entrecortada de Don Manuel consta de una serie de tópicos que 
regularmente se reinician sin cesar: situaciones, personas, palabras y preguntas 
que se interrumpen con un recurrente “no sé” o “quién sabe”. Aunque orientado 
espacial y temporalmente (no se encuentra en un estado de confusión), sus 
enunciados están marcados por una pérdida del lugar que él tiene con las personas 
y las cosas (pasadas o presentes). Una constante referencia al no saber que impide 
proseguir un diálogo. Otras actividades son: recoger botellas de cristal en la calle 
para estrellarlas, pues sigue un imperativo: “tengo que romper 20 botellas”; escribir 
listas de nombres de personas de su pasado; buscar cuadernos, revistas o libros 
para hacer trozos de papel que junta en alguna bolsa de plástico. 
Además de su edad y su mencionada condición, las circunstancias que 
problematizan su asistencia –pues tenía al menos una década de no recibir algún 
tipo de atención psicoterapéutica cercana y continua, a excepción de los cuidados 
proporcionados en el Hogar sustituto– y la separación de sus familiares, también los 
cambios en las políticas asistenciales del gobierno federal y estatal provocaron que 
se dificultara el acceso regular a atención médica. Para la fecha del inicio del 
Dispositivo de Atención Psicoanalítica, Organización Puente estaba tramitando una 
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copia del Acta de nacimiento del Estado natal de esta persona. Es un documento 
requerido por el Seguro popular; modalidad a la que se puede apelar para que 
reciba atención médica. Anteriormente estaba asistido en el sistema estatal; pero 
las políticas públicas actuales lo han dejado en situación de desamparo. Aquí la 
labor del otro interesado por personas en esta condición es indispensable; pues en 
las circunstancias presentes Don Manuel está imposibilitado para hacer cualquier 
tipo de trámites y acudir a recibir atención. 
El Acompañamiento comenzó con progresivos acercamientos en la habitación 
comunal, pues de entrada Don Manuel se mostró reticente a acudir a otro espacio 
para iniciar algún diálogo. En breve tiempo –2 meses de tratamiento, a razón de 2 
sesiones de acompañamiento por semana, de al menos 60 minutos de duración– la 
presencia del Acompañante ha modificado la situación de Don Manuel. El 
Acompañante comenta los nombres escritos en listas, escucha sus intentos de tocar 
una guitarra y cantar una canción, lo acompañar en su andar por la calle, se sienta 
a su lado en una jardinera en la calle o a las afueras de una tienda del barrio, o le 
comparte un refresco y un panecillo, entre otras actividades. 
Aun siendo cosas en apariencia nimias, la presencia, escucha e interlocución 
han generado cambios en relativamente poco tiempo y sin uso de medicamentos 
(tenía seis meses sin medicación psiquiátrica): el Acompañante es recibido sin 
agresividad (en ocasiones ha llegado a ser bravucón con quienes le rodean y en 
general no es receptivo a personas desconocidas) y en situaciones de intranquilidad 
o ansiedad manifiesta el arribo del Acompañante y su estancia permite bajar la 
tensión. Uno de los cohabitantes del Hogar sustituto expresó su asombro cuando 
Don Manuel, con sonora claridad le refirió: “gracias, la comida estuvo muy buena”, 
evento inédito en los años de asistencia en Organización Puente. 
Clínicamente hay otros cambios: En sesión el torrente de frases inconexas 
poco a poco ha dado lugar a oraciones cada vez más continuas, momentos de 
expresión circunstanciada y audible (sin balbuceos); así como espacios de reflexión 
respecto a lo que habla; un contacto visual que tiende a prolongarse; proximidad 
hacia el contacto físico que no es una mera estereotipia: por ejemplo tender la mano 
para que el Acompañante revise sus dedos rígidos; pero peculiarmente colocados 
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como si sostuviera un instrumento para escribir (Don Manuel es quién señaló esto 
último); la presencia de la sonrisa ante una situación graciosa que implicó a un 
tercero en la escena; breves risas que destacan en el diálogo, pero casi nunca 
presentes en su monólogo solitario. Expresiones como: “Yo estoy feliz de que usted 
venga”, o después de la suspensión del tratamiento por las vacaciones de una 
semana del Acompañante: “¡Hasta que viene!, ¡He querido verlo!”, o en otra 
ocasión: “Tengo muchas cosas de que platicar”. Circunstancias todas de apariencia 
nimia, pero relevantes desde una valoración subjetiva, pues Don Manuel está la 
mayor parte del día retraído en un monólogo, sumido en el delirio y en las 
alucinaciones, dando vueltas en la habitación, recostado en su cama o sentado a la 
puerta de la finca; situación que tiene aproximadamente una década sin 
modificación (a excepción de algún momento de crisis); como lo corroboran las 
indicaciones de los cuidadores del Hogar sustituto y la nota manuscrita de un 
psicólogo, encontrada en su expediente y fechada del 10/03/03 al 15/08/03 (sic). 
El hacer trozos de papel resultó ser una actividad con un sentido; pues son 
para preparar material destinado a la confección de piñatas, como hace años hacia 
cuando estaba alojado en otro espacio. Respecto al imperativo de tener que romper 
20 botellas diarias, la presencia del Acompañante también genera una suspensión 
al acto, pues Don Manuel no quiebra botellas (no pasa al acto) cuando habla de 
eso; situación socialmente significativa, pues resulta una molestia y llega a 
considerarse un peligro por los vecinos el asunto de los cristales rotos. 
El Acompañante denotó la presencia de un significante que aparece con 
constancia: Cultura, en tanto dice constantemente “la cultura que yo tengo” (en el 
Hogar sustituto se refieren a Don Manuel como un “hombre culto”, con buenos 
modales). Como significante, Cultura puede ser referido al saber; un saber que dice 
tener, que está en el meollo de su situación subjetiva, pero que queda en vacío al 
final de sus frases cuando el proseguir con un discurso le convoca ese saber; sus 
frases se encaminan hacia enunciar personas y hechos en una historia: el pasaje 
por su pueblo de origen, su familia, los hombres y mujeres que conoció, los trabajos 
que desempeñó, las instituciones por donde transitó; pero al surgir la cuestión de 
por qué alguien hace algo en una narrativa que se esboza, donde tendría que 
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aparecer el orden del significante, se queda sin habla; aparece el “no sé” o “¿quién 
sabe?”. En este punto la labor del Acompañante se centraba en el sostenimiento de 
Don Manuel como sabedor, solicitando la prosecución de la historia ahí donde el 
discurso se detenía. 
Así el Acompañante se colocó como un otro de referencia ante variadas 
situaciones de la cotidianidad; se estatuía como un semejante que escucha a Don 
Manuel y lo saca de la soledad ante las alucinaciones y el torrente de palabras que 
le inundan en el delirio. Si se sostiene la postura analítica hay la posibilidad de por 
lo menos plantear una mínima composición subjetiva (composición a partir del 
significante) que le permita otra forma de vivir con su condición psicótica; que le 
saque del “no saber” con que termina las frases y su obediencia al imperativo. La 
construcción de un discurso donde él sostenga su palabra es viable si está asistido 
por el Acompañante en tanto sostén para el Lazo social. 
El ejercicio de Acompañamiento terapéutico se suspendió después de 20 
semanas de duración por motivos del agravamiento de los padecimientos físicos y 
enfermedades de Don Manuel; pues tuvo que ser internado en un centro de Salud 
mental de la región donde ya no es posible continuar con la experiencia. 
Actualmente está alojado en un asilo para ancianos en otra ciudad del Estado de 
Jalisco. Don Manuel no sólo es un sujeto psicótico, sino también un hombre anciano 
con enfermedades físicas que hay que atender. 
 
A manera de conclusión. 
El Acompañamiento terapéutico se muestra como una opción viable y eficaz 
de apoyo al tratamiento para sujetos en condición psicótica. Su práctica, versada en 
la política psicoanalítica, busca el restablecimiento y sostén del Lazo social 
apelando al orden simbólico. 
La experiencia de la aplicación del Acompañamiento con el caso narrado 
muestra que el sujeto psicótico puede establecer una relación que se desliza por la 
vinculación transferencial, no obstante un prolongado tiempo (alrededor de 10 años) 
sin atención terapéutica cercana. Es muy probable que Don Manuel nunca antes 
haya tenido algún acercamiento psicoanalítico. Aun cuando las expectativas de 
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“mejoría” entendida como recuperación o resocialización en una situación como la 
expuesta son relativamente escasas, la experiencia enseña que el sujeto psicótico 
puede tener condiciones que le permitan una convivencia menos conflictiva con su 
entorno social, a condición de que un semejante sostenga con su presencia un 
remitente para la experiencia en la locura. 
Los límites para la prosecución del ejercicio de Acompañamiento estuvieron 
dados por factores no allanables por el Acompañante: la situación de salud física 
del sujeto tratado, así como el tácito abandono de los parientes y el desamparo por 
parte del sistema de atención pública para personas con desvalimiento. Aunque 
Don Manuel fue trasladado a un asilo para ancianos en otra ciudad no hay un 
sistema de atención específico para su condición. Por otra parte las dificultades 
económicas de la Asociación Civil que le da albergue en el Hogar sustituto, pues 
Organización Puente no recibe recursos por parte de organismo gubernamental o 
privado alguno; lo que dificulta la implementación del sistema de atención integral 
al sujeto psicótico de la cual el Acompañante terapéutico es pieza fundamental. 
 
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