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La_practica_del_analisis_sintactico

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LA PRACTICA DEL ANALISIS SINTÁCTICO 
por D. EMILIO ALARCOS LLORACH 
Catedrático de la Universidad de Oviedo, 
de la Real Academia Española 
Actas del I Simposio para profesores de Lengua y Literatura españolas 
Madrid, Castalia, 1981, 47-62. 
Las ocho décadas transcurridas de este siglo se vienen carac-
terizando en lingüística por el predominio de las actividades teó-
ricas en torno del lenguaje, de tal modo que las últimas genera-
ciones de estudiosos casi han olvidado los antiguos métodos 
aplicados a la consideración histórica de la lengua y a la determina-
ción más o menos dogmática de la norma que debe presidir el 
hablar. La proliferación de enfoques diferentes en estos estudios 
ha desembocado en un revoltijo de terminologías concurrentes 
que no hacen más que oscurecer y confundir el panorama del ob-
jeto de nuestra actividad. Los especialistas pueden, con ligero 
esfuerzo, sobrenadar esta marea teórica, pero las gentes normales 
interesadas en entender cómo funciona ese instrumento de la len-
gua que utilizan y las víctimas discentes e inocentes de las disci-
plinas lingüísticas quedan mareadas ante el caos que se desploma 
sobre ellos. Antes, una norma tradicional terminológica -todo lo 
discutible que se quiera- imponía unas etiquetas inconmovibles 
a los elementos que se emplean en el lenguaje, y todo el mundo 
medianamente instruido sabía, aunque no pudiera siempre expli-
carlo, lo que era un sustantivo, lo que era un verbo, lo que era 
un sujeto. Ahora, por el afán de estar al día, por la vanagloria de 
manejar una nomenclatura científica (y opaca en el habla de todos 
los días), hemos llegado a una situación en que los términos utili-
zados son siempre equívocos, sobre tocio porque se mezclan los 
48 ACTAS DEL I SIMPOSIO PARA PROFESORES 
usos de unas escuelas con los de otras, y porque ciertos términos 
privilegiados por arte mágica se han generalizado con referencias 
imprecisas y confusas. Por ejemplo, hace unos días, el gran no-
velista Sender, en un artículo, usaba fonema para referirse a lo 
que tradicionalmente llamamos «palabra». Pues bien, este tipo 
de dislate, perdonable hasta cierto punto en un escritor de crea-
ción, es el que pulula clandestinamente en tantos y tantos manuales 
dedicados a la enseñanza de la lengua en el bachillerato. Los con-
ceptos tradicionales se han pretendido disfrazar con ropaje de 
modernidad, y sin la debida sindéresis se mezclan términos fun-
cionales, términos estructuralistas, términos generativistas, lle-
gando a un batiburrillo que no alcanzan a abarcar los docentes ni 
pueden mucho menos entender los discentes. So capa de la expo-
sición «científica», que suele entenderse como presentación for-
mulística de los hechos y sobre todo por la plasmación gráfica en 
esquemas, nos encontramos ahora en una situación mucho más 
disparatada que anteriormente. Se cree que una representación 
gráfica del tipo que sea, una de esas que se llaman visualizacio-
nes, ya en forma de las viejas sinopsis con llaves sucesivamente 
menores, ya en forma de cuadros enmarcados y embutidos unos 
en otros, ya en las exuberantes arborescencias transformativas (que 
son por su disposición más bien escobones, según comenta joco-
samente el profesor Lapesa), refleja místicamente, irrefutable-
mente la Verdad, como el triángulo la Trinidad divina. Y no es 
así, porque son meros trasuntos rígidos y estáticos, meros sím-
bolos esquemáticos y por tanto incompletos de lo que es dinámico, 
de lo que el lenguaje manifiesta con mayor riqueza. No son más 
que un ejemplo del general analfabetismo de nuestro mundo: de 
igual modo que en las ventanillas de los trenes se pinta una bo-
tella tachada por una equis como suponiendo que el usuario ya no 
sabría leer un rótulo que rezara «prohibido arrojar botellas al ex-
terior», los manuales gráficos de la lengua hinchan sus páginas con 
rejillas, arborescencias o mallas de flechas mostrando que la len-
gua natural y diaria es incapaz de explicar las cosas con más orden 
y más claridad. Es la recaída en la fórmula mágica: ¡abracadabra! 
igual que oセ@ SN + SV. 
DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS 49 
Por todo ello hemos titulado estas consideraciones con el tér-
mino de «práctica» indicando la escasa atención que vamos a 
dedicar a la teoría, aunque por necesidad su presencia esté latente. 
Pretendemos sólo señalar alguna orientación para la práctica del 
análisis sintáctico. «Práctica», como todo significante, conlleva 
fuerte polisemia. Nos referimos unas veces a la «ejecución» de 
algo; otras, a la «experiencia» adquirida en repetidas ejecuciones 
de la misma tarea; otras, a las «reglas» que se siguen para ello; 
otras, en fin, a los «ejercicios» efectuados para adquirirla. Hoy 
vamos a ceñirnos exclusivamente al cómo debe realizarse la ope-
ración manifestada por el otro término de nuestro título, el aná-
lisis sintáctico, con objeto de que quede cumplido lo que con eso 
significamos, es decir, llegar a entender cómo están compuestas 
las secuencias lingüísticas con que nos comunicamos, pero limi-
tándonos a uno de los aspectos que las constituyen. Porque, en 
efecto, sabemos de sobra que cuando decimos algo a alguien para 
transmitirle alguna vivencia, nuestra manifestación lingüística está 
constituida por variados componentes. En primer lugar, una serie 
de sonidos sucesivos son articulados por el emisor, transmitidos 
por las vibraciones del aire y al fin captados auditivamente por el 
oyente. En segundo lugar (pero cronológicamente antes), el emi-
sor ha elegido esa secuencia de sonidos y no otra porque desde la 
adquisición de la lengua ha aprendido que son las señales propias 
de los contenidos globales que quiere hacer llegar al receptor, el 
cual, a su vez, las descifra y los entiende como tales. Pero, en 
tercer lugar, los contenidos globales que emite el hablante quedan 
proyectados en la secuencia que articula en unidades sucesivas 
individualizables y enlazadas por ciertas relaciones. Es este úl-
timo aspecto, el sintáctico, el que aquí nos interesa: descubrir 
cómo los elementos de contenido (que constituyen un bloque) se 
convierten en segmentos de una secuencia, y cómo ésta con sus 
relaciones sucesivas refleja la organización de los elementos si-
multáneos del contenido. 
Los hechos que comunicamos (reales o imaginarios es indife-
rente) son indudablemente externos a la lengua, y, en cada situa-
ción, son sustancias globales en nuestra mente. Los elementos de 
50 ACTAS DEL 1 SIMPOSIO PARA PROFESORES 
esas experiencias contraen en la realidad determinadas relaciones. 
Lo que hacemos al comunicarnos es establecer por selección una 
jerarquía de relaciones entre ellos y reflejarla mediante una pro-
yección lineal. El acto lingüístico comienza precisamente en esas 
dos operaciones: la selección de elementos significativos en la sus-
tancia unitaria y el consiguiente establecimiento entre ellos de 
ciertas relaciones, y luego la disposición sucesiva de unos y otros 
en la secuencia lineal de la expresión. De la sustancia extralin-
güística del contenido abstraemos una determinada configuración 
formal del significado. Y esta forma del significado quedará en 
cada caso proyectada por una secuencia distinta de elementos su-
cesivos y aislables. Podríamos decir que el primer momento con-
siste en la formalización semántica de la materia externa a la 
lengua, y el segundo la formalización sintáctica de la expresión. 
Aquí nos encontramos con la compleja cuestión de los límites en-
tre lo semántico y lo sintáctico. ¿Las relaciones sintácticas depen-
den de la semántica? O bien ¿son las relaciones sintácticas las que 
en cada caso hacen patentes determinadas organizaciones semán-
ticas? Como hemos dicho que no vamos a teorizar, dejaremos este 
problema en suspenso, pero insistamos en nuestra creencia de que 
no existe una semántica lingüística universal, sino que cada len-
gua organiza el universo semántico humano con una peculiar orga-
nización lingüística y que, por tanto, ésta se manifiesta exclusiva-
menteen la proyección sintáctica de la expresión. Quiere esto 
decir que el análisis sintáctico debe poner en claro las relaciones que 
se establecen entre elementos diferenciados en la secuencia lingüís-
tica y hacer caso omiso de las diferencias que se observen sólo en 
las sustancias referidas en la situación real. Estas, como objetos 
no lingüísticos, deben quedar al margen de nuestra atención, que 
ha de fijarse simplemente en lo que resulta distinguido por las 
secuencias de expresión (esto es, el significado o forma del con-
tenido). 
Vamos a dar por buenos muchos supuestos y aceptar que la 
unidad autónoma de comunicación, delimitada entre pausas y 
acompañada de un contorno de entonación, es una secuencia de 
fonemas que llamamos oración. En ella, la prueba de la conmu-
DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS 51 
tación permite distinguir unidades menores significativas que man-
tienen entre sí ciertas relaciones. Por el mismo procedimiento con-
mutativo podemos llegar a oraciones reducidas a una sola unidad 
indescomponible en elementos significativos autónomos menores, 
es decir, a un solo sintagma, por ejemplo: llueve. Estos sintagmas, 
susceptibles de funcionar aislados como oraciones, son verbos. 
Es cierto que se puede objetar la existencia de manifestaciones 
dotadas de esta autonomía y constituidas por otros tipos de sin-
tagmas no verbales, pero en tales casos (que ahora descartamos) 
es precisa la presencia de un contexto o de una situación concreta 
que permiten la catálisis del verbo, por ejemplo en respuestas 
(sí; claro; no) o en expresiones elípticas (el teléfono, es decir, 
«suena el teléfono»). Limitándonos, pues, a las manifestaciones 
explícitas, la oración consta de un núcleo que es el sintagma 
verbal y que por sí solo constituye oración, pues conlleva los dos 
elementos esenciales entre los que se establece lo que llamamos 
relación predicativa entre un lexema y un morfema de persona 
gramatical. Así, en el ejemplo llueve establecen esa relación el 
lexema «llover» y el morfema de «tercera persona>>, aparte de que 
existan en tal sintagma otras magnitudes morfemáticas. E igual 
diríamos de otros sintagmas verbales como escribe, volvimos, etc. 
Cuando el sintagma verbal no es suficiente para determinar 
con cierta precisión la referencia que hacemos al comunicarnos, se 
le agregan otras unidades que todas ellas, en principio, cumplen 
la misma función de delimitar y reducir la referencia a que se 
alude. Todas esas unidades son términos adyacentes del sintagma 
verbal y mantienen con él determinadas relaciones que constituyen 
las diferentes funciones que pueden distinguirse. Las unidades 
que funcionan como términos adyacentes son en principio todas 
sintagmas nominales, constituidos también por un lexema y algún 
fonema gramatical, que se subdividen en categorías diferentes se-
gún su capacidad funcional. Enumeremos las funciones adyacentes: 
l. Sujeto léxico.-Cuando decimos escribe, hay una relación 
predicativa entre el lexema «escribir» y el morfema «tercera per-
sona», al cual llamamos sujeto gramatical, y cuya referencia es 
52 ACTAS DEL 1 SIMPOSIO PARA PROFESORES 
aplicable a infinitos entes concretos de la realidad. Cuando inte-
resa delimitar el alcance de esa referencia, se agrega un sintagma 
nominal que precisa la alusión léxica: el letrado escribe, el médico 
escribe, etc. El sujeto léxico, por tanto, es sólo una puntualiza-
ción de la referencia ya explícita en el sujeto gramatical, una re-
ducción de su aplicabilidad a situaciones reales. Se caracteriza el 
sujeto léxico por la llamada concordancia, esto es, el sintagma 
nominal que cumpla esa función debe llevar los mismos morfe-
mos de persona y número que acompañen al lexema del sintagma: 
así, yo escribo, vosotros escribís, el letrado escribe, los médicos 
escriben. Su eliminación no conlleva ninguna modificación de la 
estructura oracional. (Casos de aparente no-concordancia como 
los ladrones somos gente honrada no pueden ser tratados ahora.) 
2. Implemento.-Otras veces es el lexema del sintagma ver-
bal el que requiere la presencia de una unidad que delimite la 
extensión de su referencia. Come es aplicable a múltiples situa-
ciones, pero come naranjas, come pan, come plátanos ... hacen 
una referencia más concreta y limitada. Estos sintagmas nomina-
les, generalmente pospuestos al verbal, son implementos. No lle-
van características particulares de tal función, pero si se anteponen 
en la secuencia, o si al ser consabidos sus lexemas se eliminan, 
dejan junto al núcleo un referente explícito de su función y de 
los morfemas de número y género que tengan. Así: naranjas, las 
come; lo come; los come, etc. En principio, pues, presentan idén-
ticos rasgos que el sujeto léxico en la secuencia: escribió la carta 
el médico, escribió el médico la carta; ahí no hay marcas diferen-
ciales entre sujeto léxico e implemento; pero en su elipsis se dife-
rencian: la escribió, y de igual modo al conmutar singular por 
plural: escribieron la carta los médicos, escribió las cartas el mé-
dico. La coincidencia formal entre sujeto léxico e implemento está 
condicionada por el contexto semántico: como el lexema «escri-
bir» se refiere a una actividad que en la realidad sólo puede atri-
buirse a entes animados como el designado por el lexema de 
«médico», pero no por el de «carta», la intelección de la refe-
rencia no queda perturbada por la indistinción funcional. Diverso 
DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS 53 
es el caso en que las referencias de los lexemas del sujeto léxico 
y del implemento se corresponden con entes animados; la igual-
dad de ambos introduciría equívoco; para evitarlo, el sintagma 
nominal en función de implemento adopta un índice funcional 
explícito que lo distingue del sujeto léxico: en lugar de el lobo 
mat6 el perro, se dirá el lobo mató al perro, el perro mató al lobo. 
3. Suplemento.-Otro tipo de delimitación de la extensión del 
lexema verbal es la función de suplemento, generalmente incom-
patible con la anterior, y caracterizada por la presencia ante el 
sintagma nominal de un índice funcional, una preposición. Cuando 
sus rasgos léxicos son consabidos y no es necesario explicitarlos, 
perdura sin embargo el índice acompañado de un referente: hablaba 
de la ópera--+ hablaba de ella. Hay algunos lexemas verbales que 
exigen como adyacente un implemento, y otros que requieren for-
zosamente un suplemento; pero también ocurre que algunos alter-
nativamente se acompañan del uno o del otro y, por consiguiente, 
la referencia real que efectúan es diferente. Así: el médico trató 
con éxito la enfermedad de Suárez/ el conferenciante trató de la 
política de Suárez. Sin embargo, existen ocasiones en que parece 
que ambos tipos de adyacentes coexisten en una misma oración: 
González dijo perrerías de Suárez, donde los sustitutos elípticos 
serían análogos a los ya vistos: las dijo de él. Quede la cuestión 
ahora en suspenso, como la de casos en que parecen existir dos 
implementos: hizo añicos el jarrón (donde la elipsis sólo afirma la 
función de implemento para el segundo sintagma: lo hizo añicos). 
4. Complemento.-Se puede a veces efectuar una segunda 
delimitación del alcance referencial del lexema verbal añadiendo 
otro adyacente, compatible tanto con implemento como con su-
plemento, y siempre caracterizado por el índice funcional a. Es 
también elidible y su función persiste consignada explícitamente 
junto al núcleo por un referente que, a diferencia de los anterio-
res, sólo conserva la alusión al número del sintagma suprimido, 
pero no la de su género. Así: escribió una carta a su tío--+ le 
escribió una carta--+ se la escribió; compró caramelos a los ni-
54 ACTAS DEL 1 SIMPOSIO PARA PROFESORES 
ños--+ les compró caramelos--+ se los compró; habló de autono-
mías a sus amigos --+les habló de autonomías--+ les habló de 
ellas; indujo a los alumnos a la huelga--+ les indujo a ella. En 
algún caso el complemento coincide en la expresión con otro tipo 
de adyacente, tradicionalmentedesignado como «dativo de inte-
rés» (o variantes), que hay que mantener diferenciado, porque 
muchas veces ambos son compatibles en la misma oración, y que 
sólo aparece cuando su función se manifiesta con elementos «pro-
nominales»: no me deis tantos palos a Juan--+ no me le deis 
tantos palos. (Véase para esto Salvador Gutiérrez Ordóñez, «So-
bre los dativos 'superfluos'», Archivum, 28, pp. 415-452). 
5. Aditamento.-Pueden aparecer en la oración otros tér-
minos adyacentes que, si son consabidos por hablante e interlo-
cutor y no es necesario hacerlos explícitos, desaparecen sin dejar 
huella y que, además, frente a la habitual posposición al sintagma 
verbal de los otros adyacentes, ofrecen una libertad de situación 
muy amplia: en casa escribe el letrado--+ el letrado escribe en 
casa--+ escribe en casa el letrado --+ el letrado escribe; come plá-
tanos a todas horas -+ a todas horas come plátanos --+ los plá-
tanos a todas horas los come-+ come a todas horas plátanos; el 
médico trató con éxito la enfermedad--+ con éxito trató el mé-
dico la enfermedad-+ el médico trató la enfermedad con éxito; 
habló esta tarde del consenso--+ esta tarde habló del consenso --+ 
habló del consenso esta tarde; ayer compró caramelos a los ni-
ños--+ compró ayer caramelos a los niños--+ compró caramelos 
a los niños ayer. Son como el marco en que se sitúan las rela-
ciones que contraen el núcleo y los otros adyacentes. Su presencia 
no modifica la estructura oracional, aunque añade datos nuevos 
a la referencia que efectúa. Estos aditamentos que hemos llamado 
circundantes deben separarse de los internos, que mantienen ma-
yor cohesión semántica con el resto de la oración o bien con al-
guno de sus elementos. En los ejemplos citados la supresión del 
aditamento, si bien hace la referencia menos precisa o completa, 
no altera la estructura interna de la oración. Pero otras unidades 
en función de aditamento sí modifican las relaciones semánticas 
DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS 55 
y, en consecuencia, la referencia a la realidad: no ha venido Juan/ 
ha venido Juan; acaso ha venido esta tarde/ ha venido esta tarde. 
Muchas veces se trata de «atributos oracionales». Por los ejem-
plos puestos, ya se observa que los sintagmas nominales en fun-
ción de aditamento no conllevan en su estructura interna rasgos 
unitarios: hay casos en que ésta coincide con la de· los imple-
mentos, suplementos o complementos; así: escribió esta carta-+ 
escribió esta semana, habla de música -+ habla de noche, escribió 
a su tío -+ escribió a su aire. La identidad queda deshecha por-
que el aditamento es compatible con los otros términos, y porque 
mientras éstos, elididos, dejan referencia junto al núcleo, aquél 
se elude sin más: escribió esta carta esta semana-+ la escribió 
esta semana-+ la escribió, de noche habla de música-+ de noche 
habla de ella-+ habla de ella, escribió a su tío a su aire-+ le 
escribió a su aire-+ le escribió. 
6. Atributo.-Con ciertos sintagmas verbales, quedan anu-
ladas las diferencias funcionales entre implemento y suplemento, 
y en su lugar aparece un adyacente que denominamos atributo, en 
cuya función se utilizan primariamente los sintagmas llamados 
adietivos. La distinción de los referentes en uno y otro caso lo 
hace patente. En la elusión del implemento, el referente funcional 
conserva los morfemas de número y género; en la del suplemento, 
lo esencial es que el sustituto mantiene el índice de la función 
(la preposición). El adyacente atributo, en cambio, cuando es con-
sabido deja como representante de su función un solo elemento 
pronominal: lo. Como la función de atributo sólo aparece nor-
malmente con núcleos verbales formados sobre el lexema «ser» 
y otros pocos cuya referencia léxica a la realidad es muy amplia 
y, por tanto, vaga, su papel desde el punto de vista semántico 
es especificar la referencia del verbo; en principio, pues, es un 
elemento cuyo lexema «llena», por así decirlo, la vacía e impre-
cisa referencia del lexema verbal. De ahí que desde lo léxico la 
combinación de un sintagma verbal del tipo lexemático de «ser» 
con un atributo venga a equivaler en la designación a otros lexe-
mas verbales más concretos, cuando éstos existen en el inventa-
56 ACTAS DEL 1 SIMPOSIO PARA PROFESORES 
ria; por ejemplo, un dulce nunca es amargo = un dulce nunca 
amarga; este queso está picante = este queso pica. Pero cuando 
no existe correspondencia exacta de designación se recurre a la 
estructura atributiva, que podemos llamar perifrástica, puesto 
que el núcleo lexemático está situado en el adyacente sintáctico 
(o atributo) y el núcleo sintáctico conlleva sólo prácticamente las 
características verbales nucleares. En esta función de atributo, 
junto a los sintagmas propios (los adjetivos) que requieren la 
identidad de número y género con el sujeto léxico (la alfombra 
es blanca/los tapices son blancos), pueden utilizarse por transpo-
sición otras estructuras «adjetivadas» (la alfombra es de seda). 
En todos los casos el referente pronominal en la elusión es inva-
riable: lo es, lo son. Ahora bien, se encuentran oraciones en que 
conviven un implemento y otro adyacente con las mismas carac-
terísticas del atributo (sintagma adjetivo, variación de género y 
número), pero sin relación directa con el sujeto léxico: compró 
barato el piso---+ compró baratas las zapatillas; tiene hinchada la 
nariz ---+ tiene hinchados los ojos. La concordancia del adjetivo 
con el implemento es análoga a la de los ejemplos anteriores entre 
el atributo y el sujeto léxico, y en ambos casos la inquisición sobre 
el lexema adjetivo se efectúa con la misma unidad interrogativa: 
¿cómo es la alfombra?---+ ¿cómo tiene los ojos? Esta indudable 
semejanza, dentro de la diversidad funcional, nos lleva a llamar 
esos adyacentes «atributos del implemento». Pero otros rasgos 
los acercan al comportamiento de los aditamentos. En efecto, en 
su lugar pueden aparecer unidades de función de aditamento: 
tiene así la nariz, y la misma magnitud interrogativa sirve para 
inquirir sobre el aditamento (¿cómo llegó---+ llegó en coche/ 
llegó cansado). En ejemplos como el último, donde el sintagma 
verbal carece de implemento y, por tanto, el adjetivo mantiene 
relaciones con el sujeto léxico (Juan llegó cansado, los niños lle-
garon cansados, protestaban frenéticos ... ), ¿qué papel desempeña 
ese sintagma adjetivo? Su concordancia lo asemeja al atributo, 
pero si se elude no puede aparecer el referente lo (no se dice lo 
llegó, lo protestaban), sino algún sustituto de función de adita-
DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS 57 
mento (llegó así, protestaban así, protestaban frenéticamente). 
Para entendernos podríamos llamarlo «aditamento atributivo». 
Hasta aquí hemos visto los diferentes tipos de segmentos uni-
tarios que pueden conectarse con el núcleo verbal de la oración 
y podemos afirmar que todos ellos contienen características mor-
femáticas propias del sintagma nominal. No todas las seis fun-
ciones esenciales reseñadas poseen siempre rasgos explícitos, es 
decir, índices funcionales exclusivos, pero todas ellas, al menos 
en ciertos contextos, se mantienen diferenciadas. Permiten, ade-
más, distinguir tres especies de sintagmas nominales: el sustantivo, 
el adjetivo y el adverbio, que, claro es, pueden, con los debidos 
indicios en cada caso, transponerse a otras funciones. Pero los 
sintagmas propios de cada función pueden ser sustituidos por seg-
mentos más complejos que denominamos «grupos sintagmáticos». 
Veamos las posibles estructuras internas de los grupos sintagmá-
ticos nominales. 
1. El sintagma nominal, como núcleo del grupo, puede de-
terminarse con diversos adyacentes. Hay un tipo de sintagmas 
típico para esta función, el adjetivo, caracterizado gramaticalmente 
por sus variaciones morfemáticas de género y número en concor-
dancia con las que posea el núcleo sustantivo (libros nuevos, alfom-
bra persa). El grupo que constituyen sustantivo y adjetivo cum-
ple una función unitaria en la oración:no le interesan los libros 
nuevos, ha comprado una alfombra persa, escribió al viejo profe-
sor, hablaban de gramática generativa, llegan en el último mo-
mento. La posición respectiva del núcleo y del adyacente es en 
principio libre y no afecta a las relaciones sintácticas, aunque se-
mánticamente las referencias puedan variar (la pobre mujer/la 
mujer pobre, el triste empleado/ el empleado triste). Pero este 
rasgo permite distinguir dos tipos esenciales de sintagmas adje-
tivos, uno que posee libertad de posición y otro con ciertas res-
tricciones, que coinciden aproximadamente con los tradicionales 
«calificativos» y «determinativos», si bien estas denominaciones 
no parecen muy adecuadas. 
2. La función adyacente del adjetivo puede ser desempeñada 
por otras unidades mediante el procedimiento de transposición. 
58 ACTAS DEL I SIMPOSIO PARA PROFESORES 
Con el oportuno índice (preposición) un sintagma sustantivo puede 
pasar a la función propia del adjetivo, equivaliendo en lo semán-
tico a la derivación: una cuchara de madera, un hombre a caballo, 
un vieio con barba, moda de París ( = moda parisina), etc. Tam-
bién estos grupos funcionan unitariamente dentro de la oración. 
3. El adyacente del núcleo nominal puede, en fin, ser una 
primitiva oración transpuesta a la función adjetiva mediante el 
transpositor relativo /que/i: (se retiraron) los conce¡ales que es-
taban disconformes; (haz caso) al médico que te trata. Estos 
grupos de sintagma sustantivo y adyacente con relativo pueden 
ofrecer dos tipos de relación, análogos a los valores del adjetivo 
antepuesto o pospuesto, que se señalan por ausencia o presencia 
de pausa entre los dos componentes: las señoras que deseaban 
descansar se retiraron/las señoras, que deseaban descansar, se re-
tiraron; el valor especificativo del primer caso frente al valor des-
criptivo del segundo, se manifiesta en la elusión, porque en un 
ejemplo se diría las que deseaban descansar se retiraron, y en el 
otro ellas, que deseaban descansar, se retiraron. 
4. Según el último ejemplo, sucede muchas veces que el nú-
cleo del grupo se elimina por consabido, y puede quedar fun-
cionando como sintagma nominal el término adyacente, siempre 
que permanezca el índice de nominalización que es el artículo: 
las que deseaban descansar, el que te trata, los que estaban 
disconformes, la de madera, el triste, el vie¡o, los nuevos. Estos 
núcleos nominalizados pueden, claro es, recibir nuevos adyacentes, 
dando lugar a veces a grupos en cuya estructura interna los sin-
tagmas componentes cumplen por transposición función opuesta 
a la suya originaria: el vie¡o de la esquina, el tonto del niño, cu-
yas diversas relaciones semánticas no podemos examinar ahora. 
5. Las funciones propias del sintagma nominal, en casos más 
complejos, son desempeñadas por· primitivas oraciones «nomina-
lizadas» mediante diversos transpositores u otros recursos (como 
la derivación). El transpositor más común es la llamada conjun-
ción que. Independientemente de modificaciones internas, que 
ahora no interesan, de alguno de sus morfemas, una primitiva 
oración transpuesta por que se convierte funcionalmente en el 
DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS 59 
equivalente de un sintagma nominal: no le importa que vengas 
ahora; era oportuno que enviasen la carta; pretendía que se edu-
casen con esmero; a que no hubiese libertad no le daban impor-
tancia; no penséis en que cambien de opinión; se enfadó porque 
le contradijeron; buscan nuevos argumentos para que acepte la 
propuesta. En todos esos ejemplos la primitiva oración, transpuesta 
a nombre con que, recibe como éstos el índice funcional exigido 
en las funciones de complemento, suplemento, aditamento y, a la 
vez, como aquéllos en los casos de elusión, queda representada 
por el oportuno referente pronominal junto al sintagma nuclear: 
lo pretendía, no le daban importancia, no penséis en ello, se en-
fadó por ello, buscan nuevos argumentos para ello. 
6. En la función de aditamento pueden aparecer oraciones 
transpuestas con otras unidades, cuyos detalles no podemos abar-
car aquí. Me refiero a los casos en que ciertos adverbios (o sin-
tagmas con función autónoma de aditamento), como ya, aún, 
siempre ... constituyen un segmento funcional unitario con una 
primitiva oración encabezada con que (aún no ha venido -+ aun-
que es tarde no ha venido, siempre me dices lo mismo -+ siem-
pre que te pregunto me dices lo mismo, ahora lo recuerdo-+ ahora 
que lo dices lo recuerdo). Podría discutirse si el transpositor que 
es relativo o conjunción, pero parece indudable la diferencia· de 
comportamiento entre, por ejemplo, porque -+ para que... frente 
a aunque -+ ya que .. -
7. En otros casos la nominalización de la oración se cum-
ple con elementos cuyo significante carece de que: cuando llegues 
(hablaremos del asunto), (nos veremos) donde quieras, como 
habían dicho (se marcharon), si viniese (se lo daríamos) . . . La 
función de aditamento es evidente: entonces hablaremos del asun-
to, nos veremos allí, así se marcharon, en ese caso se lo daría-
mos ... Está también claro que ni cuando, ni donde, ni como, ni 
si son unidades autónomas (hay que distinguirlas de las homó-
fonas interrogativas y afirmativa), pues exigen la presencia de 
otro elemento para funcionar conjuntamente en la oración; de-
bemos concluir que son transpositores a la función de aditamento 
y que en su contenido léxico conllevan valores de «tiempo», «lu-
60 ACTAS DEL I SIMPOSIO PARA PROFESORES 
gar», «noción», «condicionamiento», que podríamos describir con 
las paráfrasis «en el momento que», «en el lugar en que», etc. 
Pasando ahora a los equivalentes funcionales del sintagma 
verbal, recordemos alguna oración ya citada: hizo añicos el jarrón. 
El implemento es el jarrón (lo hizo añicos, ¿qué hizo añicos?) 
y se debe considerar unidad funcional compleja hizo añicos, donde 
los contenidos lexemáticos se combinan íntimamente, aunque en 
la expresión se proyecten en dos significantes sucesivos, uno de 
los cuales, añicos, carece de toda independencia funcional (siem-
pre exige la presencia del otro lexema «hacer»). Pues bien, hay 
otras combinaciones de lexemas que funcionan unitariamente como 
núcleo de la oración. Pensemos en ciertas oraciones donde el im-
plemento viene desempeñado por un segmento nominalizado me-
diante el recurso del derivado verbal que llamamos «infinitivo»: 
intentaron huir (lo intentaron), ordenan cerrar las puertas (lo 
ordenan), decidió prescindir de la secretaria (lo decidió). Junto 
a tales oraciones, encontramos otras análogas como: suele pasear 
por la mañana, debes comprar otro libro, podemos subir a casa, 
donde el segmento constituido por el infinitivo y sus adyacentes 
no puede eludirse y dejar sólo el referente de implemento lo (no 
se dice lo suele, lo debes, lo podemos). En estos casos, si son 
consabidos los lexemas de esos segmentos, desaparecen sin más 
o son sustituidos por lexemas más extensos; si esas oraciones las 
pasásemos a la modalidad interrogativa (¿suele pasear ... ?, ¿de-
bes comprar ... ?, ¿podemos subir ... ?), la respuesta se reduciría 
al núcleo verbal (suele, debo, podéis) o presentaría un segmento 
equivalente pero más vacío de referencia léxica (suele hacerlo, 
debo hacerlo, podéis hacerlo). Es decir, el sintagma verbal y el 
infinitivo constituyen una unidad funcional en que los lexemas 
del uno y del otro se combinan íntimamente y no son escindibles; 
son lo que se llama una perífrasis; así que sintácticameQte los 
morfemas verbales se aglutinan al primer lexema y los términos 
adyacentes que lleva este núcleo complejo son los que exigiría el 
lexema del infinitivo en otras oraciones donde fuese núcleo y se 
uniese a morfemas verbales. Con otras palabras, la perífrasis tiene 
las mismas capacidades funcionales que tendría un sintagma ver-
DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS 61 
bal formado con el lexema del infinitivo: si en está cansado el 
núcleo lleva atributo, en puede estar cansado el núcleo complejotambién lleva atributo; si en lee este libro el núcleo lleva imple-
mento, en debe leer este libro también; si en hablaban de la 
guerra hay suplemento, en solían hablar de la guerra igualmente. 
La unidad de los dos elementos de la perífrasis explica la posibi-
lidad de colocar el referente funcional de los términos elididos 
tanto junto al sintagma verbal como junto al infinitivo: lo debe 
leer-+ debe leerlo, se la podemos regalar-+ podemos regalársela. 
Ahora bien, existen contextos donde esta interpretación es du-
dosa. Sin entrar en detalles (véase J. Martínez Alvarez, «Poder 
más infinitivo», Archivum, 28, pp. 397-414), comparemos las 
oraciones siguientes: ¿se puede fumar?, ¿se pueden fumar puros?, 
¿se debe decir la verdad?, ¿se deben decir mentiras?, ¿se suele 
tomar café?, ¿se suelen tomar refrescos? La concordancia de nú-
mero entre el sintagma verbal y el sintagma nominal parece apo-
yar la consideración de éste como sujeto léxico. Pero observemos 
las elusiones léxicas en las respuestas a esas preguntas: las que en 
su sintagma verbal conllevan singular pueden reducirse a ese solo 
segmento (se puede, se debe, se suele); pero las que conllevan plu-
rar no eliden el infinitivo (se pueden fumar, se deben decir, se 
suelen tomar). Según esto, y teniendo en cuenta que la elimina-
ción del sujeto léxico no deja referente, en unos casos (los de 
plural) el sujeto es el sintagma nominal eludido (puros, mentiras, 
refrescos), y en los otros (los de singular) el sujeto léxico es el 
conjunto de infinitivo y su adyacente implemento si lo hay (fumar, 
decir la verdad, tomar café). Sin entrar ahora en la función y va-
lores de se, en unos casos el núcleo es perifrástico (se pueden 
fumar, se deben decir, se suelen tomar), y en los otros el núcleo es 
simple (los sintagmas verbales se puede, se debe, se suele) y lo 
que es complejo es el segmento que funciona como sujeto léxico 
(decir la verdad, tomar café). 
No podemos examinar otros tipos de núcleo oracional com-
plejo (voy a salir, acaba de llegar ... ), pero con lo dicho ya se 
observa que la estructura sintáctica y la organización semántica 
de la oración (mejor dicho, de los contenidos de la oración) no 
62 ACTAS DEL I SIMPOSIO PARA PROFESORES 
llevan siempre caminos paralelos. Situaciones que en la sustancia 
real son análogas (como las designadas por las oraciones últimas) 
pueden conformarse sintácticamente con relaciones formales di-
versas. Por ejemplo, la sustancia de contenido de dos oraciones 
como se debe decir la verdad, se deben decir mentiras, es paralela 
y podríamos describirla como «obligación para todo el mundo 
de desarrollar cierta actividad efectuada sobre ciertos entes»; pero, 
en cada caso, la forma del contenido imprime a la proyección sin-
táctica una estructura diferente: en el primer ejemplo se con-
forma como sujeto léxico el conjunto de contenidos «actividad» 
y «ente», y como núcleo verbal el contenido «obligación»; en el 
segundo ejemplo, por el contrario, se conforma como sujeto léxico 
sólo el contenido «ente» y como núcleo verbal el conjunto de los 
contenidos «obligación» y «actividad». 
Concluyendo, el análisis sintáctico, aunque no puede desco-
nocer las relaciones no lingüísticas de las sustancias referidas en 
la oración, debe basarse rigurosamente en las estructuras forma-
les de la lengua, manifestadas en la línea de expresión. Lo que 
ésta no distingue (por diferencias fónicas u otras) no pertenece 
a la estructura de la lengua, aunque en la realidad las entidades 
a que alude se comporten de otra manera. ¿Qué quiere decir 
esto? Que en la lengua no hay más estructuras profundas que las 
superficiales, patentes y explícitas. 
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