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LA PRACTICA DEL ANALISIS SINTÁCTICO por D. EMILIO ALARCOS LLORACH Catedrático de la Universidad de Oviedo, de la Real Academia Española Actas del I Simposio para profesores de Lengua y Literatura españolas Madrid, Castalia, 1981, 47-62. Las ocho décadas transcurridas de este siglo se vienen carac- terizando en lingüística por el predominio de las actividades teó- ricas en torno del lenguaje, de tal modo que las últimas genera- ciones de estudiosos casi han olvidado los antiguos métodos aplicados a la consideración histórica de la lengua y a la determina- ción más o menos dogmática de la norma que debe presidir el hablar. La proliferación de enfoques diferentes en estos estudios ha desembocado en un revoltijo de terminologías concurrentes que no hacen más que oscurecer y confundir el panorama del ob- jeto de nuestra actividad. Los especialistas pueden, con ligero esfuerzo, sobrenadar esta marea teórica, pero las gentes normales interesadas en entender cómo funciona ese instrumento de la len- gua que utilizan y las víctimas discentes e inocentes de las disci- plinas lingüísticas quedan mareadas ante el caos que se desploma sobre ellos. Antes, una norma tradicional terminológica -todo lo discutible que se quiera- imponía unas etiquetas inconmovibles a los elementos que se emplean en el lenguaje, y todo el mundo medianamente instruido sabía, aunque no pudiera siempre expli- carlo, lo que era un sustantivo, lo que era un verbo, lo que era un sujeto. Ahora, por el afán de estar al día, por la vanagloria de manejar una nomenclatura científica (y opaca en el habla de todos los días), hemos llegado a una situación en que los términos utili- zados son siempre equívocos, sobre tocio porque se mezclan los 48 ACTAS DEL I SIMPOSIO PARA PROFESORES usos de unas escuelas con los de otras, y porque ciertos términos privilegiados por arte mágica se han generalizado con referencias imprecisas y confusas. Por ejemplo, hace unos días, el gran no- velista Sender, en un artículo, usaba fonema para referirse a lo que tradicionalmente llamamos «palabra». Pues bien, este tipo de dislate, perdonable hasta cierto punto en un escritor de crea- ción, es el que pulula clandestinamente en tantos y tantos manuales dedicados a la enseñanza de la lengua en el bachillerato. Los con- ceptos tradicionales se han pretendido disfrazar con ropaje de modernidad, y sin la debida sindéresis se mezclan términos fun- cionales, términos estructuralistas, términos generativistas, lle- gando a un batiburrillo que no alcanzan a abarcar los docentes ni pueden mucho menos entender los discentes. So capa de la expo- sición «científica», que suele entenderse como presentación for- mulística de los hechos y sobre todo por la plasmación gráfica en esquemas, nos encontramos ahora en una situación mucho más disparatada que anteriormente. Se cree que una representación gráfica del tipo que sea, una de esas que se llaman visualizacio- nes, ya en forma de las viejas sinopsis con llaves sucesivamente menores, ya en forma de cuadros enmarcados y embutidos unos en otros, ya en las exuberantes arborescencias transformativas (que son por su disposición más bien escobones, según comenta joco- samente el profesor Lapesa), refleja místicamente, irrefutable- mente la Verdad, como el triángulo la Trinidad divina. Y no es así, porque son meros trasuntos rígidos y estáticos, meros sím- bolos esquemáticos y por tanto incompletos de lo que es dinámico, de lo que el lenguaje manifiesta con mayor riqueza. No son más que un ejemplo del general analfabetismo de nuestro mundo: de igual modo que en las ventanillas de los trenes se pinta una bo- tella tachada por una equis como suponiendo que el usuario ya no sabría leer un rótulo que rezara «prohibido arrojar botellas al ex- terior», los manuales gráficos de la lengua hinchan sus páginas con rejillas, arborescencias o mallas de flechas mostrando que la len- gua natural y diaria es incapaz de explicar las cosas con más orden y más claridad. Es la recaída en la fórmula mágica: ¡abracadabra! igual que oセ@ SN + SV. DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS 49 Por todo ello hemos titulado estas consideraciones con el tér- mino de «práctica» indicando la escasa atención que vamos a dedicar a la teoría, aunque por necesidad su presencia esté latente. Pretendemos sólo señalar alguna orientación para la práctica del análisis sintáctico. «Práctica», como todo significante, conlleva fuerte polisemia. Nos referimos unas veces a la «ejecución» de algo; otras, a la «experiencia» adquirida en repetidas ejecuciones de la misma tarea; otras, a las «reglas» que se siguen para ello; otras, en fin, a los «ejercicios» efectuados para adquirirla. Hoy vamos a ceñirnos exclusivamente al cómo debe realizarse la ope- ración manifestada por el otro término de nuestro título, el aná- lisis sintáctico, con objeto de que quede cumplido lo que con eso significamos, es decir, llegar a entender cómo están compuestas las secuencias lingüísticas con que nos comunicamos, pero limi- tándonos a uno de los aspectos que las constituyen. Porque, en efecto, sabemos de sobra que cuando decimos algo a alguien para transmitirle alguna vivencia, nuestra manifestación lingüística está constituida por variados componentes. En primer lugar, una serie de sonidos sucesivos son articulados por el emisor, transmitidos por las vibraciones del aire y al fin captados auditivamente por el oyente. En segundo lugar (pero cronológicamente antes), el emi- sor ha elegido esa secuencia de sonidos y no otra porque desde la adquisición de la lengua ha aprendido que son las señales propias de los contenidos globales que quiere hacer llegar al receptor, el cual, a su vez, las descifra y los entiende como tales. Pero, en tercer lugar, los contenidos globales que emite el hablante quedan proyectados en la secuencia que articula en unidades sucesivas individualizables y enlazadas por ciertas relaciones. Es este úl- timo aspecto, el sintáctico, el que aquí nos interesa: descubrir cómo los elementos de contenido (que constituyen un bloque) se convierten en segmentos de una secuencia, y cómo ésta con sus relaciones sucesivas refleja la organización de los elementos si- multáneos del contenido. Los hechos que comunicamos (reales o imaginarios es indife- rente) son indudablemente externos a la lengua, y, en cada situa- ción, son sustancias globales en nuestra mente. Los elementos de 50 ACTAS DEL 1 SIMPOSIO PARA PROFESORES esas experiencias contraen en la realidad determinadas relaciones. Lo que hacemos al comunicarnos es establecer por selección una jerarquía de relaciones entre ellos y reflejarla mediante una pro- yección lineal. El acto lingüístico comienza precisamente en esas dos operaciones: la selección de elementos significativos en la sus- tancia unitaria y el consiguiente establecimiento entre ellos de ciertas relaciones, y luego la disposición sucesiva de unos y otros en la secuencia lineal de la expresión. De la sustancia extralin- güística del contenido abstraemos una determinada configuración formal del significado. Y esta forma del significado quedará en cada caso proyectada por una secuencia distinta de elementos su- cesivos y aislables. Podríamos decir que el primer momento con- siste en la formalización semántica de la materia externa a la lengua, y el segundo la formalización sintáctica de la expresión. Aquí nos encontramos con la compleja cuestión de los límites en- tre lo semántico y lo sintáctico. ¿Las relaciones sintácticas depen- den de la semántica? O bien ¿son las relaciones sintácticas las que en cada caso hacen patentes determinadas organizaciones semán- ticas? Como hemos dicho que no vamos a teorizar, dejaremos este problema en suspenso, pero insistamos en nuestra creencia de que no existe una semántica lingüística universal, sino que cada len- gua organiza el universo semántico humano con una peculiar orga- nización lingüística y que, por tanto, ésta se manifiesta exclusiva- menteen la proyección sintáctica de la expresión. Quiere esto decir que el análisis sintáctico debe poner en claro las relaciones que se establecen entre elementos diferenciados en la secuencia lingüís- tica y hacer caso omiso de las diferencias que se observen sólo en las sustancias referidas en la situación real. Estas, como objetos no lingüísticos, deben quedar al margen de nuestra atención, que ha de fijarse simplemente en lo que resulta distinguido por las secuencias de expresión (esto es, el significado o forma del con- tenido). Vamos a dar por buenos muchos supuestos y aceptar que la unidad autónoma de comunicación, delimitada entre pausas y acompañada de un contorno de entonación, es una secuencia de fonemas que llamamos oración. En ella, la prueba de la conmu- DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS 51 tación permite distinguir unidades menores significativas que man- tienen entre sí ciertas relaciones. Por el mismo procedimiento con- mutativo podemos llegar a oraciones reducidas a una sola unidad indescomponible en elementos significativos autónomos menores, es decir, a un solo sintagma, por ejemplo: llueve. Estos sintagmas, susceptibles de funcionar aislados como oraciones, son verbos. Es cierto que se puede objetar la existencia de manifestaciones dotadas de esta autonomía y constituidas por otros tipos de sin- tagmas no verbales, pero en tales casos (que ahora descartamos) es precisa la presencia de un contexto o de una situación concreta que permiten la catálisis del verbo, por ejemplo en respuestas (sí; claro; no) o en expresiones elípticas (el teléfono, es decir, «suena el teléfono»). Limitándonos, pues, a las manifestaciones explícitas, la oración consta de un núcleo que es el sintagma verbal y que por sí solo constituye oración, pues conlleva los dos elementos esenciales entre los que se establece lo que llamamos relación predicativa entre un lexema y un morfema de persona gramatical. Así, en el ejemplo llueve establecen esa relación el lexema «llover» y el morfema de «tercera persona>>, aparte de que existan en tal sintagma otras magnitudes morfemáticas. E igual diríamos de otros sintagmas verbales como escribe, volvimos, etc. Cuando el sintagma verbal no es suficiente para determinar con cierta precisión la referencia que hacemos al comunicarnos, se le agregan otras unidades que todas ellas, en principio, cumplen la misma función de delimitar y reducir la referencia a que se alude. Todas esas unidades son términos adyacentes del sintagma verbal y mantienen con él determinadas relaciones que constituyen las diferentes funciones que pueden distinguirse. Las unidades que funcionan como términos adyacentes son en principio todas sintagmas nominales, constituidos también por un lexema y algún fonema gramatical, que se subdividen en categorías diferentes se- gún su capacidad funcional. Enumeremos las funciones adyacentes: l. Sujeto léxico.-Cuando decimos escribe, hay una relación predicativa entre el lexema «escribir» y el morfema «tercera per- sona», al cual llamamos sujeto gramatical, y cuya referencia es 52 ACTAS DEL 1 SIMPOSIO PARA PROFESORES aplicable a infinitos entes concretos de la realidad. Cuando inte- resa delimitar el alcance de esa referencia, se agrega un sintagma nominal que precisa la alusión léxica: el letrado escribe, el médico escribe, etc. El sujeto léxico, por tanto, es sólo una puntualiza- ción de la referencia ya explícita en el sujeto gramatical, una re- ducción de su aplicabilidad a situaciones reales. Se caracteriza el sujeto léxico por la llamada concordancia, esto es, el sintagma nominal que cumpla esa función debe llevar los mismos morfe- mos de persona y número que acompañen al lexema del sintagma: así, yo escribo, vosotros escribís, el letrado escribe, los médicos escriben. Su eliminación no conlleva ninguna modificación de la estructura oracional. (Casos de aparente no-concordancia como los ladrones somos gente honrada no pueden ser tratados ahora.) 2. Implemento.-Otras veces es el lexema del sintagma ver- bal el que requiere la presencia de una unidad que delimite la extensión de su referencia. Come es aplicable a múltiples situa- ciones, pero come naranjas, come pan, come plátanos ... hacen una referencia más concreta y limitada. Estos sintagmas nomina- les, generalmente pospuestos al verbal, son implementos. No lle- van características particulares de tal función, pero si se anteponen en la secuencia, o si al ser consabidos sus lexemas se eliminan, dejan junto al núcleo un referente explícito de su función y de los morfemas de número y género que tengan. Así: naranjas, las come; lo come; los come, etc. En principio, pues, presentan idén- ticos rasgos que el sujeto léxico en la secuencia: escribió la carta el médico, escribió el médico la carta; ahí no hay marcas diferen- ciales entre sujeto léxico e implemento; pero en su elipsis se dife- rencian: la escribió, y de igual modo al conmutar singular por plural: escribieron la carta los médicos, escribió las cartas el mé- dico. La coincidencia formal entre sujeto léxico e implemento está condicionada por el contexto semántico: como el lexema «escri- bir» se refiere a una actividad que en la realidad sólo puede atri- buirse a entes animados como el designado por el lexema de «médico», pero no por el de «carta», la intelección de la refe- rencia no queda perturbada por la indistinción funcional. Diverso DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS 53 es el caso en que las referencias de los lexemas del sujeto léxico y del implemento se corresponden con entes animados; la igual- dad de ambos introduciría equívoco; para evitarlo, el sintagma nominal en función de implemento adopta un índice funcional explícito que lo distingue del sujeto léxico: en lugar de el lobo mat6 el perro, se dirá el lobo mató al perro, el perro mató al lobo. 3. Suplemento.-Otro tipo de delimitación de la extensión del lexema verbal es la función de suplemento, generalmente incom- patible con la anterior, y caracterizada por la presencia ante el sintagma nominal de un índice funcional, una preposición. Cuando sus rasgos léxicos son consabidos y no es necesario explicitarlos, perdura sin embargo el índice acompañado de un referente: hablaba de la ópera--+ hablaba de ella. Hay algunos lexemas verbales que exigen como adyacente un implemento, y otros que requieren for- zosamente un suplemento; pero también ocurre que algunos alter- nativamente se acompañan del uno o del otro y, por consiguiente, la referencia real que efectúan es diferente. Así: el médico trató con éxito la enfermedad de Suárez/ el conferenciante trató de la política de Suárez. Sin embargo, existen ocasiones en que parece que ambos tipos de adyacentes coexisten en una misma oración: González dijo perrerías de Suárez, donde los sustitutos elípticos serían análogos a los ya vistos: las dijo de él. Quede la cuestión ahora en suspenso, como la de casos en que parecen existir dos implementos: hizo añicos el jarrón (donde la elipsis sólo afirma la función de implemento para el segundo sintagma: lo hizo añicos). 4. Complemento.-Se puede a veces efectuar una segunda delimitación del alcance referencial del lexema verbal añadiendo otro adyacente, compatible tanto con implemento como con su- plemento, y siempre caracterizado por el índice funcional a. Es también elidible y su función persiste consignada explícitamente junto al núcleo por un referente que, a diferencia de los anterio- res, sólo conserva la alusión al número del sintagma suprimido, pero no la de su género. Así: escribió una carta a su tío--+ le escribió una carta--+ se la escribió; compró caramelos a los ni- 54 ACTAS DEL 1 SIMPOSIO PARA PROFESORES ños--+ les compró caramelos--+ se los compró; habló de autono- mías a sus amigos --+les habló de autonomías--+ les habló de ellas; indujo a los alumnos a la huelga--+ les indujo a ella. En algún caso el complemento coincide en la expresión con otro tipo de adyacente, tradicionalmentedesignado como «dativo de inte- rés» (o variantes), que hay que mantener diferenciado, porque muchas veces ambos son compatibles en la misma oración, y que sólo aparece cuando su función se manifiesta con elementos «pro- nominales»: no me deis tantos palos a Juan--+ no me le deis tantos palos. (Véase para esto Salvador Gutiérrez Ordóñez, «So- bre los dativos 'superfluos'», Archivum, 28, pp. 415-452). 5. Aditamento.-Pueden aparecer en la oración otros tér- minos adyacentes que, si son consabidos por hablante e interlo- cutor y no es necesario hacerlos explícitos, desaparecen sin dejar huella y que, además, frente a la habitual posposición al sintagma verbal de los otros adyacentes, ofrecen una libertad de situación muy amplia: en casa escribe el letrado--+ el letrado escribe en casa--+ escribe en casa el letrado --+ el letrado escribe; come plá- tanos a todas horas -+ a todas horas come plátanos --+ los plá- tanos a todas horas los come-+ come a todas horas plátanos; el médico trató con éxito la enfermedad--+ con éxito trató el mé- dico la enfermedad-+ el médico trató la enfermedad con éxito; habló esta tarde del consenso--+ esta tarde habló del consenso --+ habló del consenso esta tarde; ayer compró caramelos a los ni- ños--+ compró ayer caramelos a los niños--+ compró caramelos a los niños ayer. Son como el marco en que se sitúan las rela- ciones que contraen el núcleo y los otros adyacentes. Su presencia no modifica la estructura oracional, aunque añade datos nuevos a la referencia que efectúa. Estos aditamentos que hemos llamado circundantes deben separarse de los internos, que mantienen ma- yor cohesión semántica con el resto de la oración o bien con al- guno de sus elementos. En los ejemplos citados la supresión del aditamento, si bien hace la referencia menos precisa o completa, no altera la estructura interna de la oración. Pero otras unidades en función de aditamento sí modifican las relaciones semánticas DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS 55 y, en consecuencia, la referencia a la realidad: no ha venido Juan/ ha venido Juan; acaso ha venido esta tarde/ ha venido esta tarde. Muchas veces se trata de «atributos oracionales». Por los ejem- plos puestos, ya se observa que los sintagmas nominales en fun- ción de aditamento no conllevan en su estructura interna rasgos unitarios: hay casos en que ésta coincide con la de· los imple- mentos, suplementos o complementos; así: escribió esta carta-+ escribió esta semana, habla de música -+ habla de noche, escribió a su tío -+ escribió a su aire. La identidad queda deshecha por- que el aditamento es compatible con los otros términos, y porque mientras éstos, elididos, dejan referencia junto al núcleo, aquél se elude sin más: escribió esta carta esta semana-+ la escribió esta semana-+ la escribió, de noche habla de música-+ de noche habla de ella-+ habla de ella, escribió a su tío a su aire-+ le escribió a su aire-+ le escribió. 6. Atributo.-Con ciertos sintagmas verbales, quedan anu- ladas las diferencias funcionales entre implemento y suplemento, y en su lugar aparece un adyacente que denominamos atributo, en cuya función se utilizan primariamente los sintagmas llamados adietivos. La distinción de los referentes en uno y otro caso lo hace patente. En la elusión del implemento, el referente funcional conserva los morfemas de número y género; en la del suplemento, lo esencial es que el sustituto mantiene el índice de la función (la preposición). El adyacente atributo, en cambio, cuando es con- sabido deja como representante de su función un solo elemento pronominal: lo. Como la función de atributo sólo aparece nor- malmente con núcleos verbales formados sobre el lexema «ser» y otros pocos cuya referencia léxica a la realidad es muy amplia y, por tanto, vaga, su papel desde el punto de vista semántico es especificar la referencia del verbo; en principio, pues, es un elemento cuyo lexema «llena», por así decirlo, la vacía e impre- cisa referencia del lexema verbal. De ahí que desde lo léxico la combinación de un sintagma verbal del tipo lexemático de «ser» con un atributo venga a equivaler en la designación a otros lexe- mas verbales más concretos, cuando éstos existen en el inventa- 56 ACTAS DEL 1 SIMPOSIO PARA PROFESORES ria; por ejemplo, un dulce nunca es amargo = un dulce nunca amarga; este queso está picante = este queso pica. Pero cuando no existe correspondencia exacta de designación se recurre a la estructura atributiva, que podemos llamar perifrástica, puesto que el núcleo lexemático está situado en el adyacente sintáctico (o atributo) y el núcleo sintáctico conlleva sólo prácticamente las características verbales nucleares. En esta función de atributo, junto a los sintagmas propios (los adjetivos) que requieren la identidad de número y género con el sujeto léxico (la alfombra es blanca/los tapices son blancos), pueden utilizarse por transpo- sición otras estructuras «adjetivadas» (la alfombra es de seda). En todos los casos el referente pronominal en la elusión es inva- riable: lo es, lo son. Ahora bien, se encuentran oraciones en que conviven un implemento y otro adyacente con las mismas carac- terísticas del atributo (sintagma adjetivo, variación de género y número), pero sin relación directa con el sujeto léxico: compró barato el piso---+ compró baratas las zapatillas; tiene hinchada la nariz ---+ tiene hinchados los ojos. La concordancia del adjetivo con el implemento es análoga a la de los ejemplos anteriores entre el atributo y el sujeto léxico, y en ambos casos la inquisición sobre el lexema adjetivo se efectúa con la misma unidad interrogativa: ¿cómo es la alfombra?---+ ¿cómo tiene los ojos? Esta indudable semejanza, dentro de la diversidad funcional, nos lleva a llamar esos adyacentes «atributos del implemento». Pero otros rasgos los acercan al comportamiento de los aditamentos. En efecto, en su lugar pueden aparecer unidades de función de aditamento: tiene así la nariz, y la misma magnitud interrogativa sirve para inquirir sobre el aditamento (¿cómo llegó---+ llegó en coche/ llegó cansado). En ejemplos como el último, donde el sintagma verbal carece de implemento y, por tanto, el adjetivo mantiene relaciones con el sujeto léxico (Juan llegó cansado, los niños lle- garon cansados, protestaban frenéticos ... ), ¿qué papel desempeña ese sintagma adjetivo? Su concordancia lo asemeja al atributo, pero si se elude no puede aparecer el referente lo (no se dice lo llegó, lo protestaban), sino algún sustituto de función de adita- DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS 57 mento (llegó así, protestaban así, protestaban frenéticamente). Para entendernos podríamos llamarlo «aditamento atributivo». Hasta aquí hemos visto los diferentes tipos de segmentos uni- tarios que pueden conectarse con el núcleo verbal de la oración y podemos afirmar que todos ellos contienen características mor- femáticas propias del sintagma nominal. No todas las seis fun- ciones esenciales reseñadas poseen siempre rasgos explícitos, es decir, índices funcionales exclusivos, pero todas ellas, al menos en ciertos contextos, se mantienen diferenciadas. Permiten, ade- más, distinguir tres especies de sintagmas nominales: el sustantivo, el adjetivo y el adverbio, que, claro es, pueden, con los debidos indicios en cada caso, transponerse a otras funciones. Pero los sintagmas propios de cada función pueden ser sustituidos por seg- mentos más complejos que denominamos «grupos sintagmáticos». Veamos las posibles estructuras internas de los grupos sintagmá- ticos nominales. 1. El sintagma nominal, como núcleo del grupo, puede de- terminarse con diversos adyacentes. Hay un tipo de sintagmas típico para esta función, el adjetivo, caracterizado gramaticalmente por sus variaciones morfemáticas de género y número en concor- dancia con las que posea el núcleo sustantivo (libros nuevos, alfom- bra persa). El grupo que constituyen sustantivo y adjetivo cum- ple una función unitaria en la oración:no le interesan los libros nuevos, ha comprado una alfombra persa, escribió al viejo profe- sor, hablaban de gramática generativa, llegan en el último mo- mento. La posición respectiva del núcleo y del adyacente es en principio libre y no afecta a las relaciones sintácticas, aunque se- mánticamente las referencias puedan variar (la pobre mujer/la mujer pobre, el triste empleado/ el empleado triste). Pero este rasgo permite distinguir dos tipos esenciales de sintagmas adje- tivos, uno que posee libertad de posición y otro con ciertas res- tricciones, que coinciden aproximadamente con los tradicionales «calificativos» y «determinativos», si bien estas denominaciones no parecen muy adecuadas. 2. La función adyacente del adjetivo puede ser desempeñada por otras unidades mediante el procedimiento de transposición. 58 ACTAS DEL I SIMPOSIO PARA PROFESORES Con el oportuno índice (preposición) un sintagma sustantivo puede pasar a la función propia del adjetivo, equivaliendo en lo semán- tico a la derivación: una cuchara de madera, un hombre a caballo, un vieio con barba, moda de París ( = moda parisina), etc. Tam- bién estos grupos funcionan unitariamente dentro de la oración. 3. El adyacente del núcleo nominal puede, en fin, ser una primitiva oración transpuesta a la función adjetiva mediante el transpositor relativo /que/i: (se retiraron) los conce¡ales que es- taban disconformes; (haz caso) al médico que te trata. Estos grupos de sintagma sustantivo y adyacente con relativo pueden ofrecer dos tipos de relación, análogos a los valores del adjetivo antepuesto o pospuesto, que se señalan por ausencia o presencia de pausa entre los dos componentes: las señoras que deseaban descansar se retiraron/las señoras, que deseaban descansar, se re- tiraron; el valor especificativo del primer caso frente al valor des- criptivo del segundo, se manifiesta en la elusión, porque en un ejemplo se diría las que deseaban descansar se retiraron, y en el otro ellas, que deseaban descansar, se retiraron. 4. Según el último ejemplo, sucede muchas veces que el nú- cleo del grupo se elimina por consabido, y puede quedar fun- cionando como sintagma nominal el término adyacente, siempre que permanezca el índice de nominalización que es el artículo: las que deseaban descansar, el que te trata, los que estaban disconformes, la de madera, el triste, el vie¡o, los nuevos. Estos núcleos nominalizados pueden, claro es, recibir nuevos adyacentes, dando lugar a veces a grupos en cuya estructura interna los sin- tagmas componentes cumplen por transposición función opuesta a la suya originaria: el vie¡o de la esquina, el tonto del niño, cu- yas diversas relaciones semánticas no podemos examinar ahora. 5. Las funciones propias del sintagma nominal, en casos más complejos, son desempeñadas por· primitivas oraciones «nomina- lizadas» mediante diversos transpositores u otros recursos (como la derivación). El transpositor más común es la llamada conjun- ción que. Independientemente de modificaciones internas, que ahora no interesan, de alguno de sus morfemas, una primitiva oración transpuesta por que se convierte funcionalmente en el DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS 59 equivalente de un sintagma nominal: no le importa que vengas ahora; era oportuno que enviasen la carta; pretendía que se edu- casen con esmero; a que no hubiese libertad no le daban impor- tancia; no penséis en que cambien de opinión; se enfadó porque le contradijeron; buscan nuevos argumentos para que acepte la propuesta. En todos esos ejemplos la primitiva oración, transpuesta a nombre con que, recibe como éstos el índice funcional exigido en las funciones de complemento, suplemento, aditamento y, a la vez, como aquéllos en los casos de elusión, queda representada por el oportuno referente pronominal junto al sintagma nuclear: lo pretendía, no le daban importancia, no penséis en ello, se en- fadó por ello, buscan nuevos argumentos para ello. 6. En la función de aditamento pueden aparecer oraciones transpuestas con otras unidades, cuyos detalles no podemos abar- car aquí. Me refiero a los casos en que ciertos adverbios (o sin- tagmas con función autónoma de aditamento), como ya, aún, siempre ... constituyen un segmento funcional unitario con una primitiva oración encabezada con que (aún no ha venido -+ aun- que es tarde no ha venido, siempre me dices lo mismo -+ siem- pre que te pregunto me dices lo mismo, ahora lo recuerdo-+ ahora que lo dices lo recuerdo). Podría discutirse si el transpositor que es relativo o conjunción, pero parece indudable la diferencia· de comportamiento entre, por ejemplo, porque -+ para que... frente a aunque -+ ya que .. - 7. En otros casos la nominalización de la oración se cum- ple con elementos cuyo significante carece de que: cuando llegues (hablaremos del asunto), (nos veremos) donde quieras, como habían dicho (se marcharon), si viniese (se lo daríamos) . . . La función de aditamento es evidente: entonces hablaremos del asun- to, nos veremos allí, así se marcharon, en ese caso se lo daría- mos ... Está también claro que ni cuando, ni donde, ni como, ni si son unidades autónomas (hay que distinguirlas de las homó- fonas interrogativas y afirmativa), pues exigen la presencia de otro elemento para funcionar conjuntamente en la oración; de- bemos concluir que son transpositores a la función de aditamento y que en su contenido léxico conllevan valores de «tiempo», «lu- 60 ACTAS DEL I SIMPOSIO PARA PROFESORES gar», «noción», «condicionamiento», que podríamos describir con las paráfrasis «en el momento que», «en el lugar en que», etc. Pasando ahora a los equivalentes funcionales del sintagma verbal, recordemos alguna oración ya citada: hizo añicos el jarrón. El implemento es el jarrón (lo hizo añicos, ¿qué hizo añicos?) y se debe considerar unidad funcional compleja hizo añicos, donde los contenidos lexemáticos se combinan íntimamente, aunque en la expresión se proyecten en dos significantes sucesivos, uno de los cuales, añicos, carece de toda independencia funcional (siem- pre exige la presencia del otro lexema «hacer»). Pues bien, hay otras combinaciones de lexemas que funcionan unitariamente como núcleo de la oración. Pensemos en ciertas oraciones donde el im- plemento viene desempeñado por un segmento nominalizado me- diante el recurso del derivado verbal que llamamos «infinitivo»: intentaron huir (lo intentaron), ordenan cerrar las puertas (lo ordenan), decidió prescindir de la secretaria (lo decidió). Junto a tales oraciones, encontramos otras análogas como: suele pasear por la mañana, debes comprar otro libro, podemos subir a casa, donde el segmento constituido por el infinitivo y sus adyacentes no puede eludirse y dejar sólo el referente de implemento lo (no se dice lo suele, lo debes, lo podemos). En estos casos, si son consabidos los lexemas de esos segmentos, desaparecen sin más o son sustituidos por lexemas más extensos; si esas oraciones las pasásemos a la modalidad interrogativa (¿suele pasear ... ?, ¿de- bes comprar ... ?, ¿podemos subir ... ?), la respuesta se reduciría al núcleo verbal (suele, debo, podéis) o presentaría un segmento equivalente pero más vacío de referencia léxica (suele hacerlo, debo hacerlo, podéis hacerlo). Es decir, el sintagma verbal y el infinitivo constituyen una unidad funcional en que los lexemas del uno y del otro se combinan íntimamente y no son escindibles; son lo que se llama una perífrasis; así que sintácticameQte los morfemas verbales se aglutinan al primer lexema y los términos adyacentes que lleva este núcleo complejo son los que exigiría el lexema del infinitivo en otras oraciones donde fuese núcleo y se uniese a morfemas verbales. Con otras palabras, la perífrasis tiene las mismas capacidades funcionales que tendría un sintagma ver- DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS 61 bal formado con el lexema del infinitivo: si en está cansado el núcleo lleva atributo, en puede estar cansado el núcleo complejotambién lleva atributo; si en lee este libro el núcleo lleva imple- mento, en debe leer este libro también; si en hablaban de la guerra hay suplemento, en solían hablar de la guerra igualmente. La unidad de los dos elementos de la perífrasis explica la posibi- lidad de colocar el referente funcional de los términos elididos tanto junto al sintagma verbal como junto al infinitivo: lo debe leer-+ debe leerlo, se la podemos regalar-+ podemos regalársela. Ahora bien, existen contextos donde esta interpretación es du- dosa. Sin entrar en detalles (véase J. Martínez Alvarez, «Poder más infinitivo», Archivum, 28, pp. 397-414), comparemos las oraciones siguientes: ¿se puede fumar?, ¿se pueden fumar puros?, ¿se debe decir la verdad?, ¿se deben decir mentiras?, ¿se suele tomar café?, ¿se suelen tomar refrescos? La concordancia de nú- mero entre el sintagma verbal y el sintagma nominal parece apo- yar la consideración de éste como sujeto léxico. Pero observemos las elusiones léxicas en las respuestas a esas preguntas: las que en su sintagma verbal conllevan singular pueden reducirse a ese solo segmento (se puede, se debe, se suele); pero las que conllevan plu- rar no eliden el infinitivo (se pueden fumar, se deben decir, se suelen tomar). Según esto, y teniendo en cuenta que la elimina- ción del sujeto léxico no deja referente, en unos casos (los de plural) el sujeto es el sintagma nominal eludido (puros, mentiras, refrescos), y en los otros (los de singular) el sujeto léxico es el conjunto de infinitivo y su adyacente implemento si lo hay (fumar, decir la verdad, tomar café). Sin entrar ahora en la función y va- lores de se, en unos casos el núcleo es perifrástico (se pueden fumar, se deben decir, se suelen tomar), y en los otros el núcleo es simple (los sintagmas verbales se puede, se debe, se suele) y lo que es complejo es el segmento que funciona como sujeto léxico (decir la verdad, tomar café). No podemos examinar otros tipos de núcleo oracional com- plejo (voy a salir, acaba de llegar ... ), pero con lo dicho ya se observa que la estructura sintáctica y la organización semántica de la oración (mejor dicho, de los contenidos de la oración) no 62 ACTAS DEL I SIMPOSIO PARA PROFESORES llevan siempre caminos paralelos. Situaciones que en la sustancia real son análogas (como las designadas por las oraciones últimas) pueden conformarse sintácticamente con relaciones formales di- versas. Por ejemplo, la sustancia de contenido de dos oraciones como se debe decir la verdad, se deben decir mentiras, es paralela y podríamos describirla como «obligación para todo el mundo de desarrollar cierta actividad efectuada sobre ciertos entes»; pero, en cada caso, la forma del contenido imprime a la proyección sin- táctica una estructura diferente: en el primer ejemplo se con- forma como sujeto léxico el conjunto de contenidos «actividad» y «ente», y como núcleo verbal el contenido «obligación»; en el segundo ejemplo, por el contrario, se conforma como sujeto léxico sólo el contenido «ente» y como núcleo verbal el conjunto de los contenidos «obligación» y «actividad». Concluyendo, el análisis sintáctico, aunque no puede desco- nocer las relaciones no lingüísticas de las sustancias referidas en la oración, debe basarse rigurosamente en las estructuras forma- les de la lengua, manifestadas en la línea de expresión. Lo que ésta no distingue (por diferencias fónicas u otras) no pertenece a la estructura de la lengua, aunque en la realidad las entidades a que alude se comporten de otra manera. ¿Qué quiere decir esto? Que en la lengua no hay más estructuras profundas que las superficiales, patentes y explícitas. Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_01 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_02 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_03 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_04 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_05 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_06 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_07 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_08 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_09 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_10 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_11 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_12 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_13 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_14 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_15 Alarcos_1980_PracticaAnalisisSintactico_Página_16