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Parte I
Anatomía 
general
Algunos datos y 
conceptos básicos 1
ALCANCE DE LA ANATOMÍA
La anatomía es la rama del conocimiento relacionada
con la forma, la disposición y la estructura de los tejidos
y órganos que constituyen el cuerpo. La palabra, que es
de origen griego, significa literalmente “corte, disección,
separación”, y la disección del cadáver es el método tra-
dicional empleado en la anatomía. Sin embargo, los ana-
tomistas han utilizado desde hace tiempo una multitud
de técnicas distintas para complementar el conocimien-
to de la anatomía macroscópica que se logra con el uso
del bisturí. La microscopia óptica y la microscopia elec-
trónica revelan detalles que son invisibles a simple vista
y constituyen la subdivisión conocida como anatomía
microscópica. La disciplina de la anatomía es ampliada
asimismo por el estudio de las etapas por las que pasa el
organismo desde la concepción al nacimiento, la juven-
tud, la madurez y la vejez; este estudio, conocido como
anatomía del desarrollo, es más amplio que la embriolo-
gía clásica, la cual se limita al organismo no nacido. En la
actualidad, pocos anatomistas se conforman con la mera
descripción del cuerpo y sus partes. La mayoría de ellos
tratan de entender las relaciones entre estructura y fun-
ción. El estudio de esas relaciones desemboca claramen-
te en la fisiología, la bioquímica y las demás ciencias de
la vida; puede describirse como anatomía funcional, pero
nosotros preferimos ver al enfoque funcional como una
actitud que debería permear todas las ramas de la cien-
cia más que constituir un estudio cuasi-independiente.
Este libro tiene que ver de manera fundamental con la
anatomía macroscópica, una limitación justificada por la
práctica general de presentar la anatomía microscópica y del
desarrollo en cursos separados. No obstante, nos hemos per-
mitido recurrir a aspectos microscópicos y del desarrollo
cuando nos ha parecido útil para favorecer la comprensión de
la anatomía macroscópica o como un medio para dar vida a
algo que de otro modo resultaría más bien un tema árido.
La información obtenida por medio de la disección
puede ordenarse y organizarse de dos maneras principales
y complementarias. En la primera, la anatomía sistemática,
la atención se dirige de manera sucesiva a grupos de órga-
nos que están relacionados tan estrechamente entre sí en
sus actividades, que constituyen aparatos y sistemas corpo-
rales con una función común evidente: el aparato digestivo,
el sistema cardiovascular, etc. La anatomía sistemática se
presta a un enfoque comparativo; combina con facilidad
los aspectos macroscópico, microscópico, del desarrollo y
funcional, y proporciona la base para el estudio de otras
ciencias médicas. Más aún, para el principiante es más fácil
de entender que la anatomía regional. Éste es el enfoque
que se utiliza en los capítulos 2 al 10.
El enfoque alternativo, la anatomía regional, se utiliza
en la segunda y más extensa parte de este libro. La anato-
mía regional (o topográfica) tiene que ver de manera direc-
ta con la forma y las relaciones de todos los órganos presen-
tes en determinadas zonas o regiones del cuerpo. Presta
menos atención a la estructura y la función, excepto cuan-
do se trata de las funciones mecánicas más simples, que la
anatomía sistemática. Sin embargo, adquiere importancia
compensatoria por su aplicación inmediata al quehacer clí-
nico. Debido a que con frecuencia algunos detalles que
pueden carecer de interés teórico son importantes para el
clínico, es necesario considerar por separado la anatomía
regional de las diferentes especies. La anatomía regional es
uno de los fundamentos de la práctica clínica, y diferentes
aspectos que se abordan con propósitos determinados se
 
conocen a veces como anatomía de superficie, aplicada,
quirúrgica y radiológica, términos cuyas connotaciones se
superponen pero no requieren definición.
LENGUAJE DE LA ANATOMÍA
El lenguaje anatómico debe ser preciso y libre de ambi-
güedades. En un mundo ideal cada término debería
poseer un significado único, y cada estructura, un nom-
bre único. Es lamentable que desde hace tiempo ha exis-
tido un alarmante exceso de términos y mucha inconsis-
tencia en su empleo. Con la esperanza de reducir tal con-
fusión, en 1968 se presentó un vocabulario adoptado a
nivel internacional, llamado Nómina Anatómica
Veterinaria (NAV),* y desde entonces ha tenido amplia
aceptación. Recibe revisiones periódicas, la más reciente
en 1994, y se ha hecho el intento de usarla de manera
consistente en todo este libro. A veces se incluye una
segunda alternativa, más antigua y no oficial, cuando este
término está tan profundamente arraigado en el uso clí-
nico que no es probable que se logre erradicarlo por
decreto. Los términos de la NAV están en latín, pero es
válido traducirlos a los equivalentes en lengua vernácula
y es habitual actuar así en los distintos idiomas. Se ha
dado preferencia a las traducciones que más se parecen
al latín original, de manera que la equivalencia se reco-
noce de inmediato. 
Los nombres que se dan a determinadas estructuras se
irán encontrando de modo gradual, pero los términos que
indican posición y dirección deben dominarse desde un
principio. Estos términos oficiales son más precisos que las
alternativas comunes, debido a que conservan su pertinen-
cia independientemente de la posición real del cadáver. Se
definen en la siguiente lista y se ilustran en la figura 1–1.
No sería sensato utilizarlos de manera pedante cuando no
exista una posibilidad razonable de equivocación. Cuando
aquí se emplean términos comunes (arriba, detrás, etc.),
siempre se hace pensando en una posición anatómica
estándar, la cual, para un cuadrúpedo, es con la que éste se
mantiene erecto sobre sus cuatro miembros apoyados en el
piso y en alerta. Esto difiere de la posición anatómica
humana, y es de advertir que surgirán problemas con la ter-
minología cuando se consulten libros que se refieran prin-
cipalmente al cuerpo humano. Los anatomistas médicos
utilizan mucho los términos anterior y posterior, superior
e inferior, los cuales tienen muy diferentes connotaciones
cuando se aplican a cuadrúpedos. Por ello, es mejor evitar-
los, excepto en el caso de unas cuantas aplicaciones especí-
ficas a la anatomía de la cabeza.
Los principales términos recomendados de situación
y dirección se disponen en pares, y debe insistirse que se
refieren a posición relativa, no absoluta. La mayoría de
estos adjetivos forman los adverbios correspondientes
añadiéndoles el sufijo “-mente”. 
Las estructuras (o situaciones) dorsales se ubican o
dirigen hacia la superficie “superior” del tronco (dorsum:
dorso) o, por extensión, hacia la superficie correspon-
diente en la cabeza o la cola.
Las estructuras ventrales se ubican o dirigen hacia la
parte “inferior” del tronco (venter: vientre) o, por extensión,
hacia la superficie correspondiente de la cabeza o la cola. 
Las estructuras craneales se encuentran o dirigen
hacia la cabeza (cranium: calavera), y las caudales, hacia
la cola (cauda). Dentro de la cabeza, son rostrales las
estructuras que se ubican o dirigen hacia el hocico (ros-
trum: región entre la nariz y el mentón), y el término
caudal sigue siendo apropiado en este contexto. 
Las estructuras mediales se ubican o dirigen hacia el
plano mediano (medianus: en el medio) que divide el
cuerpo en las “mitades” simétricas derecha e izquierda. 
Las estructuras laterales se ubican o dirigen hacia el
costado (latus: flanco, lado) del animal.
Para los miembros se aplica una terminología particular.
Las estructuras que se ubican o dirigen hacia el sitio en que
el miembro se une con el tronco son proximales (proximus:
cercano), mientras que las que se ubican o dirigen “alejando-
se” de ese sitio son distales (distalis: distante, lejano). Dentro
de la porción proximal del miembro [que se define para este
propósito como laque se extiende hasta el límite proximal
del carpo (carpus: carpo) o el tarso (tarsus: tarso o corvejón)],
se dice que las estructuras que se ubican o dirigen hacia el
cráneo (“adelante”) son craneales, y las que se ubican o diri-
gen hacia la cola (“atrás”) son caudales. Dentro de la porción
distal restante tanto para el miembro torácico (manus:
mano) como para el miembro pélvico (pes: pie), las estruc-
turas que se dirigen hacia “adelante” son dorsales (dorsum:
dorso de la mano y dorso del pie), y las que se ubican o diri-
gen hacia “atrás” son palmares (palma: palma de la mano)
para la mano; y plantares (planta: cara inferior del pie) para
el pie. Son aplicables diferentes términos adicionales a la ana-
tomía de la mano y del pie. Las estructuras axiales se ubican
o dirigen hacia el eje (línea imaginaria que corta longitudi-
nalmente un dedo único, como en el caballo, o en su caso, la
línea imaginaria que pasa entre los metacarpianos III y IV, o
entre los metatarsianos III y IV, como en rumiantes, carnívo-
ros y cerdo; las estructuras abaxiales (ab: separado de) se ubi-
can alejadas de estos ejes de referencia. Los términos exter-
no e interno, superficial y profundo obviamente no requie-
ren explicación o definición.
En ocasiones es necesario referirse a un corte o sección
a través del cuerpo o a una parte de él (figura 1–1). El plano
mediano divide el cuerpo desde la punta de la nariz hasta la
punta de la cola en dos “mitades” simétricas, derecha e
izquierda. Cualquier plano paralelo a ese plano es un plano
o corte sagital. Los planos o cortes cercanos al plano media-
no son llamados planos paramedianos. Un plano dorsal sec-
ciona el tronco u otra parte del cuerpo de forma paralela a
la superficie dorsal. Un corte que en forma perpendicular a
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*Existe un vocabulario separado pero similar (Nomina Anatomica
Avium) que se refiere a la anatomía de las aves.
 
su eje longitudinal secciona el tronco, la cabeza, un miem-
bro u otro apéndice es un plano transverso.
INTRODUCCIÓN A LA ANATOMÍA REGIONAL
Aunque los primeros nueve capítulos que siguen tienen
que ver con la anatomía sistemática, aquellos lectores
que están a punto de iniciar un curso de laboratorio
encontrarán que necesitan antes tener conocimientos
elementales de varios aparatos y sistemas. El propósito
principal de lo que resta de este capítulo es proporcionar
esa información básica. Sin embargo, dedicar alguna
atención al animal vivo también tiene beneficios.
ESTUDIO DEL ANIMAL VIVO
Una manera conveniente de estudiar la anatomía regional
es mediante la disección, pero ésta tiene limitaciones evi-
dentes si el objetivo es el conocimiento de la anatomía de
un ser vivo. Cuando se embalsaman, los órganos se vuelven
inertes atípicamente, y cambian mucho el color y la consis-
tencia que tenían en su estado vivo. Las impresiones obte-
nidas en la sala de disección deben ser por tanto modifica-
das y corregidas mediante referencias frecuentes a material
fresco y a través de la observación de operaciones quirúrgi-
cas siempre que sea posible. Ya que la mayoría de quienes
estudian la anatomía de los animales domésticos lo hacen
pensando en una futura carrera profesional, encontrarán
que es tanto estimulante como ventajoso aprender cómo
aplicar los métodos más simples del examen clínico a ani-
males normales en esta etapa del aprendizaje. Los estudian-
tes de algunos departamentos reciben instrucción elemen-
tal en estos métodos; otros tienen que crear sus propias
oportunidades, quizás consiguiendo la ayuda de estudian-
tes más avanzados. Encontrarán que un poco de experien-
cia directa es mucho más gratificante que muchas lecturas
sin el debido respaldo. Enseguida se enumeran algunos
métodos y se confía en que los profesores en las clínicas
proporcionarán una guía más adecuada.
Capítulo 1 Algunos datos y conceptos básicos 3
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MedialLateral
Craneal
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Ventral Caudal
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Proximal
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Plano 
mediano
Planos transversos
Planos 
sagitales
Planos 
dorsales
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Figura 1–1. Términos de dirección y planos en el animal. Las áreas punteadas representan el carpo y el tarso en el miembro torácico y en el
pélvico, respectivamente.
El método más simple es la observación de los contor-
nos, las proporciones y la postura del cuerpo. Las proyeccio-
nes óseas hacia la superficie corporal constituyen las señales
de referencia más claras, pero los músculos superficiales y los
vasos sanguíneos también son útiles, aunque menos llamati-
vos; apoyarse en esas marcas de referencia permite deducir
las posiciones de otras estructuras a partir de sus relaciones
conocidas. Se requiere de poca experiencia para descubrir la
importancia de la raza, la edad, el sexo y la variación indivi-
dual o para mostrar que, aunque algunas referencias son fijas
y confiables, otras tienen tendencia a variar. Algunas de las
referencias características (p. ej. el arco costal) se mueven
con cada respiración, mientras que otras cambian de mane-
ra más gradual, por ejemplo haciéndose más o menos promi-
nentes o cambiando de posición con el depósito o la pérdi-
da de grasa o con el avance de la gestación.
Las estructuras que no son visibles directamente
pueden identificarse mediante el tacto, esto es, por
medio de una palpación suave o más firme, según lo
requieran las circunstancias. Los huesos pueden identifi-
carse por su rigidez, los músculos por su contracción y
tono, las arterias mediante la pulsación, las venas por la
tumefacción cuando el flujo sanguíneo es interrumpido
por la presión, y los ganglios linfáticos y los órganos
internos por su tamaño, configuración y consistencia.
Pero la variación es grande y se ve afectada por muchos
factores que hacen difícil saber si uno debe esperar que
será capaz de identificar determinados órganos en todos
los sujetos normales; el hacerlo será siempre una útil lec-
ción. La palpación sobre la piel puede complementarse
con la exploración manual o digital del recto o la vagina.
Algunos órganos pueden identificarse mediante percu-
sión, en la cual la piel que los recubre se golpea de una
manera prescrita, sistemática y ordenada, con la intención
de producir una resonancia definitoria del tipo de tejido, y
por tanto de un órgano. Diferentes sustancias y estructuras
anatómicas producen diferentes sonidos; las notas que se
obtienen de un órgano lleno de gas son más resonantes que
las más apagadas o sordas producidas en un órgano sólido o
lleno de líquido. Las actividades normales de algunos órga-
nos producen sonidos de manera continua o intermitente.
Aunque los pulmones y el corazón (sin olvidar el corazón
fetal) son los ejemplos principales de órganos cuya posición
puede determinarse mediante auscultación, el movimiento
de la sangre dentro de los vasos (o de gas o alimento dentro
del estómago o los intestinos) también puede ser una fuen-
te útil de información anatómica. Cuando se apliquen esas
dos técnicas, no debe olvidarse que las fluctuaciones de la
conducción sonora a través de materiales de diferentes den-
sidades pueden dar una indicación distorsionada de la posi-
ción y las dimensiones de la fuente. El estudio de la anato-
mía del animal vivo puede complementarse con otros
métodos cuya aplicación requiere entrenamiento consi-
derable y aparatos de mayor complejidad que un simple
estetoscopio. Estos procedimientos adicionales han pro-
porcionado una diversidad de recursos visuales nuevos,
de los que se muestran múltiples ejemplos en capítulos
posteriores, pero si bien algún conocimiento elemental
de cómo se obtuvieron esas imágenes puede ayudar a
apreciarlas, es claro que el análisis detallado delas diver-
sas tecnologías implicadas escapa al alcance de este libro.
Muchas partes y cavidades del cuerpo que suelen estar
fuera del alcance de la vista pueden observarse con diver-
sos instrumentos. Quizá el más familiar de ellos sea el oftal-
moscopio, empleado para el estudio del fondo del ojo, y el
otoscopio, utilizado para explorar el conducto auditivo
externo. Se dispone de otros instrumentos, para los que se
usa el nombre genérico de “endoscopios”, que pueden
introducirse a través de orificios naturales y hacerse avan-
zar para permitir la inspección de partes más profundas,
como la cavidad nasal, el árbol bronquial o el interior del
estómago. Estos ejemplos de endoscopia son no invasivos,
pero otras exploraciones requieren una cirugía previa.
Entre ellas están la artroscopia, la inspección del interior de
las articulaciones sinoviales, y la laparoscopia, la técnica en
la que se introduce un endoscopio en la cavidad peritone-
al a través de una pequeña incisión quirúrgica en la pared
abdominal. Esta última técnica puede utilizarse para pro-
pósitos diagnósticos o para el control visual de la cirugía (el
“ojo de la cerradura”) con instrumentos que se introducen
a través de accesos quirúrgicos separados. Para ambos pro-
pósitos, la insuflación moderada del abdomen da la oportu-
nidad para la observación.
Los primeros endoscopios eran rígidos, lo que limi-
taba su utilidad, pero la versión moderna con fibra ópti-
ca (endoscopio fibróptico o fibroscopio) es flexible y
puede superar curvaturas, al tiempo que su punta puede
girarse mediante control remoto, para ampliar el campo
de observación. Los componentes esenciales del fibros-
copio son dos haces o paquetes de fibras de vidrio. Tales
fibras, cuando se han preparado y recubierto adecuada-
mente, conducen la luz de uno de los extremos al otro
sin pérdida significativa por los lados. Uno de los paque-
tes se usa para conducir la luz desde una fuente externa
hacia la zona que se quiere observar; las fibras constitu-
yentes pueden ser relativamente ásperas y estar coloca-
das al azar. El segundo paquete conduce la imagen y se
compone de fibras más finas que mantienen posiciones
fijas entre sí. La imagen se compone de numerosas uni-
dades , cada una de las cuales corresponde a una fibra
individual, y se presenta al ojo (o a la cámara o al siste-
ma de video) en el extremo proximal del instrumento.
La anatomía radiográfica ha sido durante algún
tiempo un componente indispensable de cada curso de
anatomía que haya estado influido por consideraciones
clínicas. La mayoría de los departamentos de Anatomía
exhiben de manera rutinaria radiografías tomadas de
antemano, y si bien es improbable que los estudiantes
participen en su obtención, es prudente recordarles que
los rayos X conllevan riesgos considerables, riesgos que
siempre deben ser evaluados por quienes realizan esos
procedimientos y por quienes van someterse a ellos.
Los rayos X se producen al bombardear con electrones
un blanco de tungsteno (foco) alojado dentro de un tubo
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blindado. Sólo se permite el paso de un estrecho haz de
rayos X, el cual se dirige hacia la zona apropiada del sujeto.
El paso de los rayos a través del cuerpo es influido por los
tejidos que encuentran; los tejidos con alta proporción de
elementos de peso atómico elevado tienden a dispersar o a
absorber los rayos; los tejidos compuestos en su mayor parte
por elementos de bajo peso atómico tienen proporcional-
mente menos efecto. Es claro que el hueso, con su conteni-
do de calcio, pertenece a la primera categoría (radioopaco),
mientras que los tejidos blandos por lo general pertenecen
a la segunda categoría (radiolúcidos). Los rayos que logran
pasar a través del sujeto son los que inciden contra una pelí-
cula sensible (u otro detector) que responde a la radiación
recibida. Cuando la película se revela, las áreas de ésta en
que se proyectaron tejidos blandos (o espacios llenos de gas)
aparecen oscuras, incluso negras, mientras que las áreas en
que se proyectó hueso (u otro material radioopaco) apare-
cen más claras, incluso blancas. La diferenciación entre teji-
dos de radiodensidad similar puede mejorarse introducien-
do un agente de contraste apropiado para revestir una
superficie o llenar un espacio. Se dispone de métodos espe-
cíficos, que utilizan distintos materiales, para resaltar carac-
terísticas diferentes tales como el interior del estómago, las
vías urinarias y el espacio subaracnoideo.
Las vistas radiográficas se identifican de manera
apropiada haciendo referencia a la dirección tomada por
el haz de rayos X en su paso a través del sujeto. Así, una
radiografía de un animal en posición de decúbito dorsal
(“boca arriba”), con el vientre hacia la fuente de rayos X,
se describe como una proyección ventrodorsal; la obteni-
da con el animal en decúbito ventral (“boca abajo”), con
el dorso hacia la fuente de rayos X y el vientre hacia la
película radiográfica, se describe como proyección dorso-
ventral. La terminología deja poco margen para la confu-
sión, pero en ocasiones se producen algunos términos un
tanto raros, como dorsolateral-plantaromedial, que espe-
cifica una proyección oblicua dada del corvejón (tarso).
El conocimiento de ciertos principios generales ayu-
dará a evitar algunas malas interpretaciones bastante
comunes: la imagen de cualquier estructura siempre está
amplificada en un grado que es determinado por la pro-
porción foco-película:foco-objeto; la divergencia de los
rayos X produce un cambio aparente en la posición de
cualquier objeto que no se encuentre directamente
debajo del foco. Dos diagramas sencillos (figura 1–2)
aclararán estos puntos. Una dificultad menos fácil de
resolver resulta de la superposición de las imágenes de
estructuras situadas una sobre otra. Una solución inge-
niosa pero sólo en parte exitosa a este problema se
encontró en el movimiento coordinado –en sentidos
opuestos– del tubo y la película durante el periodo de
exposición (figura 1–3, A). En esta técnica, conocida
como tomografía, el eje alrededor del cual viajan el tubo
y la película coincide con el plano de la “rebanada” hori-
zontal del sujeto que es de interés en ese momento. Las
estructuras contenidas dentro de esa rebanada permane-
cen más o menos en foco durante la exposición, mientras
que las imágenes producidas por las estructuras en otros
niveles están borrosas o inmersas dentro del fondo gene-
ral. Tales tomogramas nunca han sido de mucha utilidad
en radiología veterinaria. Una técnica más reciente y
compleja, conocida como tomografía computarizada
(TC), tiene distintos fundamentos pero conserva el pro-
pósito de mostrar con claridad las partes dentro de una
rebanada corporal específica al tiempo que se excluyen
imágenes que no son objeto de interés. A pesar del costo
considerable del aparato y su limitada capacidad de uso
con animales grandes, la técnica está siendo ofertada
ampliamente por los centros veterinarios de referencia.
En el escáner de TC moderno, la fuente de rayos X
se mueve en un círculo centrado en el eje longitudinal
del sujeto durante el procedimiento, que tarda de uno a
varios segundos para completarse (figura 1-3, B).
Durante este tiempo, el movimiento del tubo se detiene
varias veces pero durante periodos muy cortos; en cada
uno de ellos, se dirige una ráfaga de radiación a través del
sujeto con un radio diferente. Los haces que penetran la
rebanada seleccionada del sujeto, bastante estrecha, inci-
den contra una serie de detectores separados o, en algu-
nos diseños, contra partes de un detector circunferencial
continuo y se fotomultiplican. Una vez terminado el pro-
cedimiento, esos registros se analizan, se comparan y se
combinan mediante fórmulas (algoritmos*) complejas; a
partir de estos cálculos se construye una imagen única de
corte transversal en la que se representan las formas, las
localizaciones y las radiodensidadescomparativas de
todos los tejidos comprendidos dentro de la rebanada
corporal seleccionada (figura 1–4). En instalaciones más
equipadas es posible obtener imágenes de múltiples
rebanadas superpuestas o adyacentes en un proceso con-
tinuo extenso. Con la cantidad de información que el
proceso extenso suministra es posible construir imágenes
en planos distintos de los transversos mediante cálculos
aún más complejos. Los datos también pueden manipu-
larse para destacar diferencias sutiles en el contraste que
presentan tejidos con radiodensidad muy similar.
Por supuesto, la TC no está exenta de toda clase de
inconvenientes: los sujetos deben permanecer estrictamen-
te inmovilizados durante el procedimiento de exposición; la
dosis total de radiación puede ser muy grande, aunque las
exposiciones individuales son muy breves y las imágenes
resultantes se amplifican; los artefactos pueden producir
imágenes decepcionantes; los aparatos actuales diseñados
para uso médico son aptos para animales pequeños, pero
deben adaptarse para su uso con animales grandes y por
tanto se limitan a la investigación de la cabeza y los miem-
bros. Un subproducto de la TC es la renovación del interés
por la anatomía de cortes transversales, un acercamiento a
la disciplina que hasta hace poco se consideraba un pasado
irrecuperable, pero que en la actualidad resulta claramente
indispensable para la interpretación de la TC.
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*Los algoritmos generan soluciones a problemas complejos, solucio-
nes que, aunque no absolutamente exactas, son lo suficientemente
precisas para fines prácticos.
Para la práctica de la ultrasonografía también se
requiere estar familiarizado con la anatomía de cortes
transversales. Esta técnica depende de la capacidad de
un cristal piezoeléctrico de convertir la energía eléctri-
ca en ondas sonoras y viceversa. Cuando es estimulado,
un transductor de cristal dentro de un contenedor con-
veniente y acoplado al área apropiada de la piel dirige
al cuerpo un estrecho haz de ondas sonoras de fre-
cuencia uniforme. Las ondas se propagan a través de
los tejidos con intensidad decreciente, y una fracción
se dirige de regreso a la fuente en cada choque con una
interfaz entre tejidos que ofrecen diferente resistencia
(impedancia acústica). Reconvertidos en energía eléc-
trica, los ecos generan una imagen visible en la panta-
lla. Esta imagen, que puede ser “congelada” o registra-
da de varias formas, representa la delgada rebanada
corporal directamente debajo del transductor. La onda
sonora no se produce en forma continua, sino en ráfa-
gas muy cortas, las cuales duran quizá no más de una
millonésima de segundo. Los silencios más largos que
alternan con estas ráfagas permiten el tiempo necesa-
rio para la recepción de ecos que rebotan desde las
interfaces a diferentes profundidades.
La frecuencia y la longitud de onda de las ondas
sonoras guardan relación inversa. El primer parámetro
determina la profundidad a la que las ondas penetra-
rán, y el segundo, la resolución que puede obtenerse
(el detalle que puede distinguirse). Debido a que las
ondas de alta frecuencia penetran a menor profundi-
dad pero registran mayor detalle, se hace necesario
encontrar una solución intermedia a fin de seleccionar
el cristal apropiado que se utilizará para un examen
específico; es común que se tengan a la mano varios
cristales, cada uno con su inherente frecuencia de osci-
lación, propia e invariable. La máxima profundidad a
la que es posible obtener imágenes útiles es de unos 25
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Figura 1–2. A, Dibujo esquemático que ilustra el efecto de amplificación causado por la divergencia de los rayos X. B, Dibujo esquemático que
ilustra el cambio aparente en la posición de un órgano que no se encuentra directamente debajo del foco.
cm, y esto limita la aplicación de la ultrasonografía en
caballos y bóvidos. En estas especies grandes, su uso
está más o menos restringido al examen de las porcio-
nes distales de las extremidades y del aparato repro-
ductor (donde el transductor puede aplicarse a la
mucosa rectal). La ultrasonografía también se utiliza
ampliamente para el diagnóstico de gestación en cer-
das (aunque en este caso se recurre a un acceso tran-
sabdominal).
El agua, la sangre y la mayoría de los tejidos blan-
dos presentan impedancia acústica muy similar, y en el
mejor de los casos las interfaces entre esas sustancias
son sólo moderadamente reflectoras: son hipoecoicas,
según la jerga de los expertos en ultrasonografía. En
contraste, la diferencia de impedancia entre tejido
blando y hueso, o entre tejido blando y una cavidad
llena de gas, es muy grande, y la reflexión de las ondas
sonoras es casi total: la interfaz es hiperecoica. Esto
hace imposible formar imágenes de tejidos y órganos
que, como el cerebro dentro del cráneo, se encuentran
profundos bajo el hueso; se dice que tales partes están
dentro de sombra acústica. A la inversa, una vejiga dis-
tendida u otro gran volumen de impedancia uniforme
pueden utilizarse como una ventana a través de la cual
tener acceso a estructuras más profundas.
Existen muchas diferencias en el diseño y empleo
de transductores. Algunos transductores contienen
múltiples cristales colocados en línea; cuando éstos se
activan en secuencia, la imagen que resulta es rectan-
gular y representa la delgada rebanada de tejido situa-
da profundamente respecto al transductor. Más a
menudo se emplea un cristal único, pero colocado de
tal manera que el estrecho haz que genera oscila de
manera repetida en un arco, produciendo una imagen
en forma de cuña o de sector (figura 1–5). En esos
medios B (o de brillantez), la imagen representa un
corte transversal a través del campo inspeccionado. En
el medio alternativo M (o de movimiento), el haz sólo
se emite en un punto fijo en la oscilación del cristal, y
por tanto el registro se limita a las estructuras penetra-
das a lo largo de un eje único; si las partes se encuen-
tran en movimiento, las imágenes sucesivas revelan sus
formas cambiantes, y los cambios se ponen de relieve
si se registran imágenes sucesivas una junto a la otra.
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Figura 1–3. Diagramas de un aparato tomográfico básico de rayos X (no computarizado) (A) y un escáner de tomografía computarizada
(CT) de cuarta generación (B). 1, Movimiento de la fuente de rayos X durante la exposición; 2, líneas que señalan la conexión mecánica
entre la fuente de rayos X y el detector de radiación (p. ej. película radiográfica); 3, plano del foco; 4, paciente en posición supina sobre
mesa estacionaria; 5, movimiento (en el sentido opuesto) del detector durante la exposición; 6, movimiento de la fuente de rayos X alre-
dedor del paciente estacionario; 7, haz de rayos X durante la exposición; 8, anillo de detectores fijos alrededor del mecanismo rotatorio
del tubo de rayos X.
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Figura 1–4. Imagen transversal de un corte de TC de 2 mm de espe-
sor de las ampollas timpánicas del perro y las porciones petrosas de
los huesos temporales. (Se utilizaron montajes de huesos.) 1, Meato
acústico externo; 2, ampolla timpánica; 3, cóclea o caracol; 4, venta-
na oval; 5, nasofaringe.
Los registros en modo M son especialmente útiles para
demostrar los movimientos de las paredes de las cáma-
ras y válvulas cardiacas.
Los ultrasonogramas son, en general, menos fáciles
de interpretar para el neófito que las radiografías. Se pre-
sentan reverberaciones cuando las ondas rebotan hacia
atrás y adelante, con frecuencia debido a un acoplamien-
to defectuoso del transductor a la piel, y esto puedeoca-
sionar lo que da la impresión de ser múltiples interfaces
paralelas dentro de un órgano. Las interfaces pequeñas
entre el parénquima y la armazón fibrosa de ciertos teji-
dos producen dispersión difusa, o un efecto de punteado.
A pesar de estos (y otros) inconvenientes, la ultrasono-
grafía tiene ventajas muy importantes, de las cuales no es
la menor el estar libre de los riesgos inevitablemente aso-
ciados con la radiación ionizante.
La resonancia magnética (RM) se comenta aquí con
menor detalle debido a que los costos de instalación y ope-
ración del equipo hacen que sólo esté disponible por ahora
en unos pocos centros veterinarios. El fundamento teórico
de la RM son los cambios en la estructura de los átomos de
hidrógeno inducidos por campos magnéticos intensos y
ondas de radio. Se producen señales de radio débiles cuan-
do la estructura subatómica vuelve a su configuración nor-
mal. Esas señales pueden amplificarse, y sus orígenes dentro
del cuerpo pueden fijarse en tres dimensiones de manera
precisa. Ya que los diferentes tejidos contienen concentra-
ciones diferentes de átomos de hidrógeno, sus diferentes res-
puestas pueden aprovecharse para distinguirlos. Tejidos
como la grasa, que son ricos en hidrógeno, producen imáge-
nes brillantes, en contraste con las imágenes negras de los
tejidos pobres en hidrógeno, como el hueso (figura 1–6). Es
posible una resolución extremadamente alta, y no existen
riesgos para la salud asociados con el escáner de la RM.
Tanto la TC como la RM son especialmente útiles en el
estudio de las estructuras intracraneales.
PIEL
La piel cubre el cuerpo y lo protege contra lesiones; tiene
un cometido importante en el control de la temperatura
y permite al animal reaccionar a diversos estímulos
externos en virtud de sus muchas terminaciones nervio-
sas. Existen numerosas modificaciones locales de la piel
(capítulo 10), pero por ahora sólo nos centraremos en
sus propiedades más generales.
La piel varía mucho en grosor y flexibilidad, tanto entre
especies como localmente. De manera natural es más grue-
sa en animales grandes (aunque no en proporción constan-
te con la talla) y en áreas más expuestas; estas diferencias
son obviamente importantes para el cirujano. Aunque por lo
general la piel se amolda de manera estrecha a las estructu-
ras subyacentes, es redundante en algunas zonas, donde
forma pliegues y arrugas; ciertos plegamientos permiten
cambiar de postura, algunos son una adaptación al incre-
mento del área a través de la cual el calor puede disiparse al
ambiente, y otros son sólo la expresión de los caprichos de
los criadores de animales, lo cual es ilustrado de modo gro-
tesco por la raza de perros Shar-Pei.
La piel consta de dos capas, una epidermis, externa,
y una dermis, interna; en la mayoría de las situaciones
descansa sobre un tejido conectivo más suelto conocido
indistintamente como subcutis, fascia superficial, tejido
subcutáneo, hipodermis, aponeurosis superficial o tela
subcutánea (figura 1–7). La epidermis es un epitelio
escamoso estratificado cuyo grosor se adapta al trata-
miento que recibe; reacciona a un uso rudo, como lo
ejemplifican los cojinetes palmares y plantares de perros
y gatos. Existen numerosas modificaciones de esta capa,
de las cuales la más común es la presencia de glándulas
sudoríparas y sebáceas y de pelo. Las glándulas sudorípa-
ras son muy importantes para la pérdida de calor por
evaporación superficial, pero también tienen un cometi-
do accesorio en la excreción de desechos. Las glándulas
sebáceas producen una secreción aceitosa que imperme-
abiliza la superficie y da a ciertas áreas relativamente
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Figura 1–5. A, vista transversal (eje menor) ultrasonográfica del
corazón del perro. 1, Ventrículo izquierdo; 2, ventrículo derecho; 3,
tabique interventricular; 4, músculos papilares. B, Vista ultrasonográ-
fica de un embrión de caballo de 42 días de edad. 1, Embrión, de
unos 2 cm de largo; 2, cordón umbilical; 3, líquido alantoideo; 4,
pared uterina. 
desnudas, como la región inguinal de los caballos, un lus-
tre característico. Ambos tipos de glándulas suelen estar
ampliamente diseminados, aunque no se encuentran en
todas partes. El pelaje, que es una característica única de
los mamíferos, es una protección mecánica y un aislador
térmico; esta última propiedad depende de la captura de
aire entre los pelos. También el pelaje suele estar exten-
dido. Entre las especies más comunes, sólo el ser huma-
no y el cerdo están relativamente desprovistos de pelo,
aunque pueden aparecer individuos sin pelo en otras
especies y como “mutaciones” ocasionales, lo cual consti-
tuye el origen, por ejemplo, de la raza de gatos Esfinge.
Algunos mamíferos acuáticos, como las ballenas, están
totalmente desprovistos de pelo.
La dermis, que consiste esencialmente en fibras de
tejido conectivo semejante al fieltro, es la materia prima
del cuero. Está unida a la epidermis mediante papilas
interconectadas, que son más salientes donde el desgaste
normal ocasiona el riesgo de separación. En la mayoría
de las situaciones, la piel se mueve fácilmente sobre los
tejidos subyacentes y esta soltura facilita la desolladura
(separación de la piel) de las reses muertas. Está más
ajustada en algunos lugares, en los cuales se convierte de
manera gradual en una fascia (aponeurosis en la nomen-
clatura tradicional) subyacente más firme de lo normal;
son buenos ejemplos de esa unión el escroto y los labios.
Existe algún riesgo de lesión por presión en donde la der-
mis se amolda sobre prominencias óseas, y a menudo se
desarrollan bolsas sinoviales adventicias (pág. 24) en
estos sitios. A diferencia de la epidermis, la dermis está
ricamente irrigada por vasos sanguíneos (figura 1–7) e
inervada por nervios cutáneos.
La fascia superficial se estudia en la siguiente sección.
FASCIA Y GRASA
El tejido conectivo que separa y rodea las estructuras
más importantes se conoce de manera genérica como
fascia (antes aponeurosis), un término de uso más bien
general; muchas de sus mayores acumulaciones, en espe-
cial las de naturaleza laminar, tienen nombres específi-
cos. Este tejido recibe frecuentemente escasa atención
por parte del disecador, lo cual no deja de ser un error, ya
que ese tejido tiene funciones significativas. Es más, el
cirujano se enfrenta a la fascia cuando es necesario pre-
decir su naturaleza y extensión en diferentes situaciones.
La fascia superficial (subcutis, aponeurosis superfi-
cial, tejido subcutáneo, tela subcutánea o hipodermis) es
un tejido laxo (areolar) extensamente diseminado por
debajo de la piel de los animales que tienen pelaje. Un
tejido similar rodea muchos órganos más profundos, y en
ambas situaciones la fascia laxa permite a las estructuras
cercanas cambiar de forma y moverse fácilmente unas
contra otras. Su laxitud varía con la cantidad de líquido
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Figura 1–6. Imágenes medianosagitales de cortes de 3 mm de espe-
sor mediante resonancia magnética con eco de espín de la columna
vertebral lumbar de un perro. A, Imágenes ponderadas en T1 (la
grasa aparece blanca, los líquidos negros). B, Imágenes ponderadas
en T2 (los líquidos aparecen blancos, la grasa más oscura que en las
imágenes con ponderación en T1). 1, Médula espinal; 2, núcleo pul-
poso; 3, grasa epidural; 4, líquido cefalorraquídeo o cerebroespinal;
5, anillo fibroso.
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Figura 1–7. Un bloque de piel. 1, Epidermis; 2, dermis; 3, subcuts; 4,
glándula sebácea; 5, músculo erector del pelo; 6, glándula sudorípa-
ra; 7, folículo piloso; 8, redes arteriales.
que contiene y puede constituir una indicación de mala
salud. La fascia superficial es uno de los principales luga-
res para elalmacenamiento de grasa. En las especies des-
nudas (sin pelo), la grasa forma una capa continua, el
panículo adiposo.
La fascia profunda suele organizarse en láminas
fibrosas mucho más fuertes. Una capa por debajo de la
fascia superficial se extiende por casi todo el cuerpo y
se fusiona con las prominencias óseas. En muchos
sitios emite tabiques que penetran entre los músculos,
encerrándolos individualmente o en grupos (figura
1–8); a veces el periostio (la cubierta fibrosa de los
huesos) ayuda a delinear esos encierros. Esta división
en compartimentos fasciales u osteofasciales es muy
prominente en el antebrazo y la pierna y participa en
la circulación, lo cual ayuda al retorno de la sangre y la
linfa al corazón. Los músculos se engruesan cuando se
contraen, y cuando están contenidos dentro de paredes
rígidas comprimen las demás estructuras con las que
comparten el espacio. Si éstas son tubos con válvulas
(venas y vasos linfáticos), su contenido se comprime
en un sentido, hacia el corazón. Debido a esto, la pará-
lisis muscular o la inactividad prolongada pueden lle-
var a la estasis sanguínea o linfática. Las arterias y los
nervios cuyas funciones no pueden ser auxiliadas por
la compresión frecuentemente se deslizan por peque-
ños túneles dentro de los tabiques.
Es posible asignar funciones más específicas a
engrosamientos localizados [p. ej. los retináculos (reti-
naculum-a: correa de sujeción) de la fascia profunda,
los cuales mantienen los tendones en su lugar y en oca-
siones hacen las veces de poleas alrededor de las cua-
les los tendones se curvan para cambiar de dirección.
Son buenos ejemplos de esto los retináculos de la
superficie dorsal del corvejón y la superficie palmar de
los dedos (figura 1–9/9).
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Cr.
Med.
Figura 1–8. Compartimientos osteofasciales en el antebrazo de
un caballo. 1, Fascia superficial; 2, vena cefálica; 3, radio; 4, tabi-
ques de la fascia profunda que encierran músculos individuales o
grupos de músculos; 5, fascia profunda. (En cortes transversales
de los miembros se identifican craneal [Cr.] y medial [Med.]).
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Figura 1–9. Sección longitudinal de la mano de un perro; la almoha-
dilla metacarpiana (7) está en contacto con el suelo en la posición
erecta. 1, M. interóseo; 2, tendón del m. extensor; 3, hueso metacar-
piano; 4, hueso sesamoideo dorsal; 5, falange proximal; 6, hueso
sesamoideo proximal; 7, almohadilla metacarpiana; 8, tendones de
los mm. flexores; 9, retináculos de los mm. flexores; 10, almohadilla
digital; 11, garra.
Debido a que la fascia densa es relativamente imper-
meable, determina la dirección que toman los líquidos
esparcidos, como el pus que a veces transcurre por deba-
jo de una lámina fascial antes de emerger lejos de su
fuente. Ésta es una de las razones por las cuales es útil
para el cirujano tener algún conocimiento de la fascia
profunda. Su dureza le permite retener suturas seguras al
mismo tiempo que proporciona planos de corte, los cua-
les permiten un acceso relativamente incruento a partes
más profundas durante la cirugía.
La mayoría de los depósitos de grasa (tejido adiposo)
pueden considerarse principalmente reservas alimentarias.
Pequeñas cantidades de grasa tienen distribución amplia,
pero la mayor parte está contenida en tres o cuatro lugares:
en la fascia superficial (figura 1–10/2); entre y dentro de los
músculos; debajo del peritoneo (la delicada membrana que
recubre la superficie abdominal); y en la cavidad medular
de los huesos largos. Los depósitos subcutáneos de grasa
ayudan a moldear la anatomía de superficie y los contornos
corporales, y a menudo presentan diferencias específicas y
sexuales en su localización y desarrollo. Los animales que
están adaptados a hábitat tórridos con frecuencia desarro-
llan depósitos localizados (p. ej. el ganado cebú, los came-
llos, la oveja de rabo gordo), ya que una distribución más
uniforme podría interferir en la pérdida de calor al entor-
no. Algunas de las diferencias en la forma del cuerpo de
varones y mujeres que se vuelven notorias en la pubertad
se deben al depósito de grasa en las regiones mamarias,
alrededor de la cadera y en la parte inferior del abdomen
de la mujer. En muchos animales machos, se deposita gran
cantidad de grasa en los tejidos de la porción dorsal del cue-
llo; un buen ejemplo de ello es la región de la cruz (región
interescapular) engrosada en los garañones.
Algunos depósitos de grasa, como los encerrados den-
tro de láminas fibrosas en la almohadilla de la mano y el pie
del perro, funcionan como amortiguadores mecánicos (figu-
ra 1–9/7, 10). La grasa específica para una función mecáni-
ca es más resistente a la remoción en caso de inanición.
Las diferencias en la naturaleza física y química de la
grasa pueden ser notorias, pero suelen ser un reflejo de la
alimentación así como de factores genéticos específicos.
Cuando se necesita determinar el origen de un espéci-
men, ciertamente es útil saber que en los caballos y en la
raza de bóvidos Channel Island la grasa es amarilla, que
en la oveja es dura y blanca, y que en los cerdos es blan-
da y grisácea. También debe recordarse que a la tempe-
ratura corporal la grasa es más blanda (semilíquida) que
en un ambiente más frío. Algunos procedimientos (lipo-
succión y lipofijación) empleados por el cirujano plásti-
co dependen de esta circunstancia afortunada.
Todos estos señalamientos se refieren a la clase común
de grasa. Una segunda variedad, la grasa parda, es de distri-
bución mucho más reducida en tiempo y lugar. La grasa
parda difiere en estructura (figura 1–11) y función, así
como en color. En las especies domésticas se encuentra
especialmente durante los periodos fetal y neonatal; en las
especies silvestres abunda en particular en los animales que
hibernan (figura 1–12). El adipocito pardo contiene nume-
rosas gotas más pequeñas y una cantidad mucho mayor de
mitocondrias. Este tejido está altamente vascularizado.
Proporciona a ambos grupos una fuente fácilmente dispo-
nible de calor, que es útil tanto en los animales recién naci-
dos con termorregulación imperfecta como en los anima-
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Figura 1–10. Sección transversal de la región dorsocostal de un
cerdo. 1, Piel; 2, grasa (panículo adiposo) asociada a la fascia super-
ficial; 3, músculos de la espalda; 4, músculo cutáneo encerrado den-
tro de la fascia superficial; 5, costilla; 6, vértebra torácica; 7, hígado;
8, proceso espinoso de la vértebra; 9, grasa adicional depositada
entre los músculos.
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Figura 1–11. Células adiposas de grasa blanca (izquierda) y parda
(derecha). En la grasa blanca una gran vacuola única de grasa despla-
za el citoplasma y el núcleo hacia la periferia de la célula. Las vacuolas
pequeñas de grasa se distribuyen de manera uniforme en las células de
grasa parda. 1, Núcleos; 2, vacuolas de grasa; 3, capilares.
les que hibernan y que tienen que despertar rápidamente
del sueño profundo invernal.
HUESOS
Las funciones principales del esqueleto son sostener el
cuerpo, proporcionar el sistema de palancas utilizadas en
la locomoción y proteger las partes blandas. Por tanto, los
factores biomecánicos son de enorme importancia para
moldear los huesos y determinar su diseño microscópico.
El principal tejido esquelético, el hueso, tiene un come-
tido secundario en la homeostasis mineral, proporcio-
nando una reserva de calcio, fosfato y otros iones.
Clasificación de los huesos
Los huesos pueden clasificarse de diversas maneras. Una
clasificación topográfica reconoce un esqueleto craneal
(la cabeza) y un esqueleto poscraneal que consta de dos
divisiones: el esqueleto axial del tronco y el esqueleto
apendicular de losmiembros torácicos y pélvicos. Una
segunda clasificación, basada en la ontogenia, distingue
el esqueleto somático, formado en la pared corporal, del
esqueleto visceral, derivado de los arcos faríngeos (bran-
quiales). Un tercer sistema se basa también en el desarro-
llo y distingue las partes preformadas en cartílago (y
luego reemplazadas en gran parte por hueso) de las que
se osifican directamente en tejido conectivo fibroso. Esta
clasificación refleja la filogenia, puesto que los huesos
que se desarrollan en membrana son homólogos de los
huesos dérmicos de los vertebrados inferiores.
De manera individual los huesos se clasifican por su
forma con base en un sistema simplista (figura 1–13). Los
huesos largos, típicos de las extremidades, son más o menos
cilíndricos y resulta claro que se han adaptado para desem-
peñarse como palancas en la locomoción. Quizá sea más
importante saber que se desarrollan a partir de cuando
menos tres centros de osificación: uno para el cuerpo (diá-
fisis), y uno para cada extremo del hueso (epífisis) (pág. 72).
En los huesos cortos las dimensiones de largo, ancho
y espesor se equilibran. Muchos se agrupan en el carpo y
el tarso, donde la multiplicación de articulaciones permi-
te movimientos complejos y puede también disminuir la
concusión. La mayoría de los huesos cortos se desarrollan
a partir de un centro único de osificación; la multiplica-
ción de los centros generalmente indica que el hueso
representa la fusión de elementos distintos en formas
ancestrales dentro de la evolución biológica. 
Los huesos planos están expandidos en dos dimen-
siones. Esta categoría incluye la escápula (u omóplato),
los huesos de la cintura pélvica y muchos de los de la
cabeza. Sus amplias superficies proporcionan fijación a
grandes masas musculares y protección a las partes blan-
das subyacentes.
Los huesos restantes son demasiado irregulares en su
forma para agruparlos en categorías claramente defini-
das. Ni los huesos planos ni los irregulares muestran uni-
formidad en el desarrollo.
Organización de un hueso largo
Muchas de las características de la construcción ósea
pueden observarse de modo conveniente mediante el
examen de la sección longitudinal de un hueso largo
(figura 1–14, A). La forma del hueso es determinada por
una vaina o corteza de hueso sólido (compacto), que está
compuesta de delgadas laminillas dispuestas principal-
mente en series de tubos concéntricos alrededor de
pequeños canales centrales. Cada uno de esos sistemas se
conoce como osteona (figura 1-14, B). La corteza es
gruesa en la parte media de la diáfisis, pero se adelgaza a
medida que se hace más amplia hacia cada extremo del
hueso. Su superficie externa es lisa excepto en donde las
irregularidades sirven como sitios de fijación de múscu-
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Figura 1–12. Distribución de la grasa parda en el conejo recién naci-
do, concentrada alrededor del cuello y entre las escápulas.
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Figura 1–13. Huesos largo, corto y plano. 1, Epífisis proximal y dis-
tal; 1´, cartílago epifisario; 2, diáfisis de un radio de perro joven; 3,
hueso carpal de un caballo; 4, hueso parietal del cráneo de un perro.
los o ligamentos; tales irregularidades pueden ser eleva-
ciones (eminencias) o depresiones, y en ambos casos sir-
ven para aumentar la oportunidad de fijación. Estas
características generalmente son más notorias en machos
de mayor talla y edad. A estas eminencias y depresiones
se les ha dado una gran variedad de nombres descriptivos
de importancia convencional; la mayoría de las salientes
o eminencias se conocen como líneas, crestas, tubérculos,
tuberosidades o espinas; la mayoría de las depresiones se
conocen como fosas o surcos (sulci).
La superficie interna de la diáfisis o cuerpo rodea una
cavidad medular central y es rugosa; las irregularidades son
bajas, indiferenciadas y sin significación aparente.
Los extremos de los huesos largos están ocupados
por hueso esponjoso, que forma una red tridimensional
de espículas entrelazadas, placas y tubos de densidad
variable.
La cavidad medular y los espacios intersticiales del
hueso esponjoso están ocupados por médula ósea, la cual
existe en dos formas unidas gradualmente. La médula
ósea roja es un tejido gelatinoso muy vascularizado con
propiedades hematopoyéticas; produce los glóbulos
rojos y blancos de la sangre. Aunque toda la médula ósea
es de este tipo en el animal joven, la mayor parte de ella
es después infiltrada por grasa y convertida en médula
amarilla cérea cuyo potencial hemopoyético está inacti-
vo. La médula que se encuentra en los espacios mayores
es la que primero se vuelve inactiva, luego la del hueso
esponjoso de las porciones distales de los huesos de los
miembros, hasta que finalmente la médula activa queda
confinada a los extremos proximales del húmero y del
fémur, los huesos de las cinturas torácica y pélvica, y los
del esqueleto axial. La cronología de estos sucesos es
incierta para los animales domésticos.
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Figura 1–14. A, Hueso largo (húmero bovino) seccionado longitudinalmente. B, Osteona con conducto central (haversiano). 1, Cartílago arti-
cular; 2, hueso esponjoso; 2´, cartílago epifisario; 3, hueso compacto; 4, periostio, en parte replegado; 5, agujero nutricio; 6, cavidad medular;
7, área rugosa para la inserción de un músculo o ligamento; 8, extensión distal del epicóndilo medial; 9, tendones de origen de los mm. flexo-
res carpal y digital.
Las porciones óseas que se articulan con huesos
vecinos son lisas. Esas superficies articulares son más
extensas que las áreas de contacto en cualquier posi-
ción de la articulación, con el fin de permitir un arco
de movimiento. Están cubiertas de cartílago articular
hialino. El cartílago no tiene estructura uniforme; está
calcificado en su capa más profunda, la cual está firme-
mente sujeta a la corteza subyacente y se vuelve fibro-
sa hacia la periferia, en donde se mezcla con el perios-
tio y la cápsula articular.
Una dura membrana fibrosa, el periostio, recubre
el resto de la superficie externa, de la cual puede des-
prenderse con facilidad, excepto en donde está pene-
trada por tendones y ligamentos que van a anclarse en
la masa compacta. Su aspecto es más bien engañoso, ya
que la capa más profunda es celular e incluso en los
adultos conserva la capacidad de formación ósea que
ha venido ejerciendo durante el desarrollo (pág. 72).
Esta función osteogénica se reactiva en la cicatrización
de una fractura.
Los huesos poseen una irrigación sanguínea abun-
dante, que representa quizá 5 a 10% del gasto cardiaco.
Existen varios conjuntos de vasos; la llamada arteria
nutricia, en general la arteria más grande, probablemen-
te contribuye menos que las demás arterias en el conjun-
to. La arteria nutricia penetra hacia la mitad de la diáfi-
sis en una posición que es muy constante para cada
hueso. Suele dirigirse hacia un extremo del hueso, y el
agujero a través del cual pasa puede simular una fractu-
ra oblicua en las radiografías. La arteria se divide en dos
ramas divergentes dentro de la médula ósea; éstas y las
divisiones ulteriores tienen recorridos tortuosos, quizá
para reducir la presión arterial dentro de los vasos en la
delicada médula ósea (figura 1–15). Las ramas más
pequeñas alimentan los sinusoides del tejido medular y
también las arteriolas y capilares que se extienden por un
sistema de diminutos canales centrales (conductos de
Havers) dentro de las osteonas del hueso compacto. Otro
suministro de sangre hacia la corteza ósea procede de los
sinusoides medulares. Ramas de la arteria nutricia que
llegan hasta la región metafisaria (la parte de la diáfisis
adyacente a la epífisis) se anastomosan aquí con ramas delos vasos metafisarios y epifisarios que entran en el hueso
hacia sus extremos. La irrigación del tercio medio del
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Figura 1–15. Esquema de la irrigación sanguínea de un hueso largo. La irrigación de la corteza se muestra en el centro (ampliada). 1, Arterias
epifisarias; 2, arterias metafisarias; 3, arteria nutricia; 4, 4´, arteria y vena de la médula ósea; 5, arterias periósticas; 5´, vena perióstica; 6, anas-
tomosis entre arterias periósticas y de la médula ósea; 7, capilares de la corteza; 8, sinusoides en la médula ósea; 9, cartílago de crecimien-
to; 10, corteza.
cuerpo (diáfisis) del hueso largo probablemente depen-
de en mayor medida de la arteria nutricia, mientras que
las porciones periféricas dependen de arterias metafisa-
rias. Las anastomosis tienen eficiencia variable, pero la
circulación colateral suele bastar para que un hueso
sobreviva a la privación de parte de su suministro habi-
tual de sangre cuando se fractura. Una técnica (clavo
intramedular) empleada en la reparación de una fractura
es quizá incluso más dañina para los vasos que la lesión
original, y su éxito sirve para poner de relieve el valor de
las anastomosis arteriales. Algunos autores han descrito
un suministro adicional que entra a la corteza desde
numerosas arterias periósticas pequeñas. La opinión
general niega su presencia en los huesos jóvenes sanos.
El drenaje principal de la médula ósea es realizado
por grandes venas de paredes delgadas que acompañan a
las arterias principales y emergen a través de los agujeros
nutricios, epifisarios y metafisarios. Los capilares dentro
del tejido cortical drenan en vénulas dentro del periostio.
La circulación cortical normal es por tanto centrífuga (de
dentro hacia fuera). No existen vasos linfáticos dentro
del hueso, aunque las infecciones óseas pueden disemi-
narse a los linfáticos que drenan los tejidos vecinos.
Una diferencia importante es exhibida por la circu-
lación en los huesos jóvenes en crecimiento. En ellos, la
circulación dentro de las epífisis forma compartimientos
separados e independientes, ya que (con pocas excepcio-
nes) las arterias no penetran en el cartílago de crecimien-
to (cartílago epifisario).
Los nervios acompañan a los vasos más grandes, y sus
ramos se encuentran dentro de los conductos centrales
de las osteonas. Algunas fibras (vasomotoras) pasan a los
vasos; otras son sensitivas a los tejidos óseos (especial-
mente el periostio), y el destino de otras más no está
claro. Ya no se cree que los nervios ejerzan una influen-
cia trófica sobre el hueso.
Aspectos biomecánicos
Durante mucho tiempo ha sido habitual explicar la
construcción tubular de los huesos largos dibujando la
comparación con una viga cargada de un material rígido
y homogéneo sostenido en los dos extremos (figura
1–16). En esta analogía las fuerzas de tensión, que tien-
den a romper el material, se concentran hacia la superfi-
cie inferior, mientras que las fuerzas de compresión, que
tienden a aplastar y compactar el material, se concentran
hacia la superficie superior. Estas fuerzas tienden a neu-
tralizarse entre sí a lo largo del eje y cerca de él, donde el
material es más o menos redundante. Puede ser elimina-
do o reemplazado por algún material más débil pero más
ligero, como en un hueso largo. La analogía no es exacta,
puesto que, para empezar, el hueso es un material com-
puesto, pero resulta útil como una primera aproxima-
ción. El diagrama (figura 1-16) muestra que las líneas de
la fuerza compresiva y de tensión principales se cruzan
de manera ortogonal hacia los puntos extremos del
modelo; la arquitectura esponjosa de un hueso recuerda
mucho el patrón teórico. De hecho, el patrón del hueso
trabecular se ha descrito como la cristalización de las
líneas de esfuerzo, una metáfora atractiva aunque falsa.
Puesto que un análisis más detallado de la arquitectura
esponjosa (figura 1–17) requiere materias que son tanto
complicadas como sujetas a controversia, quizá sea más
prudente dejar la discusión a los especialistas.
El hueso compacto es un material compuesto plásti-
co de considerable resistencia; es capaz de experimentar
una gran deformación y recuperar su forma original.
Cuando el hueso compacto se curva, las laminillas y las
osteonas de las que está formado se someten en primer
lugar a un esfuerzo cortante entre sí; si el hueso se curva
demasiado, se presenta una ruptura en ángulos rectos a la
línea del esfuerzo, que luego se disemina rápidamente
para crear una fractura quebradiza. La mayoría de las
fracturas son causadas por una curvatura excesiva, la cual
somete a esfuerzo ambas caras del hueso, casi en la
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B
A
Figura 1–16. Patrón de líneas de esfuerzo compresivas (A) y tensi-
les (B) en una viga soportada en ambos extremos. Las fuerzas
mayores (donde las líneas se acercan) ocurren en la mitad de la viga
hacia las superficies.
Figura 1–17. Extremo proximal de un húmero de vaca, seccio-
nado sagitalmente, como ejemplo de la arquitectura del hueso es-
ponjoso.
misma magnitud. Debido a que el lado que está bajo la
fuerza de tensión generalmente falla primero, esto indica
que el hueso compacto es más capaz de resistir la com-
presión. Sin embargo, el hueso esponjoso casi siempre
sufre rotura e impactación por compresión.
Algunas variedades especializadas de huesos
Con frecuencia se encuentran huesos dentro de tendones
(raramente dentro de ligamentos), en los lugares donde
cambian de dirección sobre prominencias que los expondrí-
an a presión y fricción excesivas. Esos huesos, conocidos
como huesos sesamoideos, forman articulaciones sinoviales
regulares con los huesos principales con los que están en
contacto. Además de prevenir el desgaste de los tendones, el
hueso sesamoideo desplaza el tendón más allá del eje de la
articulación adyacente y de este modo incrementa la acción
de palanca ejercida por el músculo. El ejemplo mejor cono-
cido es la patela (rótula), que se sitúa en el músculo princi-
pal que extiende la articulación de la babilla (el nombre
dado a la “rodilla” de los cuadrúpedos) (figuras 2–63 y
17–3). En el perro, los sesamoideos son pequeños y también
se desarrollan en los músculos caudales a la babilla, en los
tendones que pasan por atrás de las articulaciones metacar-
pofalángicas (en las bases de los dedos), y en los tendones
extensores dentro de los dedos (figura 1–9). La importancia
práctica principal de éstos y otros sesamoideos pequeños
radica en el riesgo de identificarlos erróneamente como
fracturas en astillas cuando aparecen en las radiografías. En
los grandes animales, uno o más sesamoideos accesorios se
forman dorsales al tendón del músculo flexor profundo un
poco antes de su inserción en la o las falanges distales. En el
perro, la reacción se limita al desarrollo de una protuberan-
cia pequeña de cartílago en cada rama del tendón.
Aunque los sesamoideos son un dispositivo para pro-
teger los tendones de lesiones, los sesamoideos principa-
les se desarrollan en el embrión antes de que sea posible
el movimiento, y por tanto su origen debe ser determina-
do genéticamente. No se vuelven a formar después de la
extirpación cuando el miembro se inmoviliza, sino sólo
si se permite el movimiento; esto indica que pueden
también desarrollarse en respuesta a un estímulo apro-
piado en el curso de la vida del animal.
Los huesos esplácnicos se desarrollan dentro de los
órganos blandos, lejos del resto del esqueleto. Los ejem-
plos más familiares en anatomía veterinaria, y de hecho
los únicos significativos, son el hueso del pene (os penis)
(y el equivalente femenino, el hueso del clítoris, os clito-
ridis) del perro y el gato y, los huesos cardiacos (osacor-
dis) de los rumiantes.
Algunos huesos poseen espacios aéreos. En los
mamíferos, esos huesos neumáticos están confinados al
cráneo y contienen los senos paranasales, los cuales se
comunican con las cavidades nasales. Los senos se desa-
rrollan principalmente después del nacimiento, cuando
proyecciones de la mucosa nasal invaden algunos huesos
craneales y reemplazan el diploe, el hueso esponjoso
entre las láminas (“tablas”) externa e interna de la sustan-
cia compacta. La separación de las láminas puede ser
muy considerable y llevar a un notable remodelado post-
natal del cráneo, que se observa mejor en vacunos y cer-
dos. El esqueleto poscraneal de las aves desarrolla un
amplio sistema de cavidades llenas de aire en comunica-
ción con los órganos respiratorios.
ARTICULACIONES
Los huesos se topan unos con otros en las articulaciones,
algunas de las cuales están diseñadas para unir huesos fir-
memente y otras para permitir el movimiento libre. Por
ello, y por las diferencias debidas al desarrollo, existe
enorme variación en la estructura articular, lo que hace
extremadamente difícil idear una clasificación adecuada.
Las revisiones periódicas de terminología han encontra-
do nuevas categorías y fusionado o renombrado catego-
rías anteriores, de modo que en la actualidad existe cier-
ta confusión y circulan muchos términos superfluos. El
sistema oficial vigente reconoce tres categorías principa-
les, a saber: articulaciones fibrosas, en las cuales los hue-
sos están unidos por tejidos conectivos densos; articula-
ciones cartilaginosas, en las cuales los huesos están uni-
dos por cartílago; y articulaciones sinoviales, en las cua-
les existe una cavidad llena de líquido entre los huesos.
Es obvio que la mayoría de las articulaciones fibrosas y
cartilaginosas deben ser relativamente inmóviles o inclu-
so rígidas; se conocían antes en su conjunto como sinar-
trosis. En contraste, la mayoría de las articulaciones sino-
viales son libremente móviles; con anterioridad eran lla-
madas diartrosis. Ambos términos, aunque obsoletos,
pueden encontrarse en la bibliografía.
Articulaciones fibrosas
La mayoría de las articulaciones fibrosas se presentan en el
cráneo y se conocen como suturas (figura 1–18). Las estre-
chas tiras de tejido fibroso que delinean y unen los márge-
nes de los huesos representan los vestigios de la membrana
continua original en que aparecieron los centros de osifica-
ción separados. Las suturas tienen un cometido importan-
te en el animal joven, permitiendo el crecimiento del crá-
neo con la expansión de los huesos individuales en sus már-
genes mientras continúa la proliferación de la membrana.
Las suturas desaparecen gradualmente cuando la osifica-
ción se extiende a través de la membrana después de que
ésta ha dejado de crecer. Éste es un proceso lento y desigual
que no termina ni siquiera en el animal viejo. La modifica-
ción gradual del patrón de sutura se utiliza en antropología
y medicina forense como una guía, no muy confiable, para
determinar la edad de un individuo. Aunque el movimien-
to interóseo del cráneo adulto no es ni necesario ni posible,
las suturas más anchas del cráneo fetal permiten cierta
deformación pasiva útil durante el nacimiento en algunas
especies, incluidos los primates. 
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Las demás articulaciones fibrosas se conocen como
sindesmosis. En ellas, áreas opuestas de dos huesos están
unidas por ligamentos de tejido conjuntivo. En algunas
sindesmosis, áreas de hueso relativamente amplias están
unidas por ligamentos cortos, y de manera inevitable el
movimiento es muy limitado; son ejemplos las articula-
ciones entre los huesos mayores y menores del metacar-
po del caballo. En otras, los ligamentos son más largos y
sus inserciones más estrechas, de modo que son posibles
movimientos más apreciables; un ejemplo es la articula-
ción entre las diáfisis del radio y la ulna (cúbito) en el
antebrazo del perro.
La inserción de un diente en el alveolo dentario
puede incluirse entre las articulaciones fibrosas con el
nombre de gonfosis.
Articulaciones cartilaginosas
La mayoría de las articulaciones cartilaginosas se cono-
cen como sincondrosis. Éstas incluyen las articulaciones
entre las epífisis y las diáfisis de los huesos largos juveni-
les y también las articulaciones correspondientes de la
base del cráneo. La mayoría son temporales y desapare-
cen después de que ha terminado el crecimiento, cuando
el cartílago es reemplazado por hueso. Las pocas sincon-
drosis permanentes incluyen la articulación entre el crá-
neo y el aparato hioideo (pág. 65), la cual permite movi-
miento apreciable en algunas especies.
En las sínfisis, más complicadas, los huesos de las arti-
culaciones están separados por una sucesión de tejidos; por
lo común el cartílago cubre los huesos con fibrocartílago o
tejido fibroso en el centro. Esta categoría incluye las articu-
laciones entre las dos ramas de la mandíbula (en especies
como el perro, el gato y los rumiantes, en los cuales la fusión
no es completa), y las de la cintura pélvica, además de las
articulaciones entre los cuerpos de vértebras sucesivas (figu-
ra 1–19). Cada una de esas articulaciones presenta sus pro-
pias características, a veces específicamente variables, que se
abordan con mayor detalle más adelante.
Articulaciones sinoviales
Estructura. En las articulaciones sinoviales, los huesos
participantes están separados por un espacio lleno de
líquido, la cavidad articular (figura 1–20). Los límites del
espacio están dados por una almohadilla de delicado teji-
do conectivo, la membrana sinovial. Está inserta en la
periferia de las superficies articulares, las cuales están
revestidas de capas delgadas de cartílago. No hay otras
características esenciales. Sin embargo, en la mayoría de
las articulaciones sinoviales la membrana sinovial está
reforzada externamente por una cápsula fibrosa, y ban-
das fibrosas adicionales (ligamentos) están colocadas
estratégicamente para unir los huesos y restringir el
movimiento a las direcciones y extensiones requeridas.
Cada uno de esos componentes se describirá en el deta-
lle según exija el predominio de lesiones y patología arti-
culares en los animales domésticos. Puede afirmarse con
confianza que ninguna otra rama de la anatomía recom-
pensa mejor su estudio.
La superficie articular está revestida de cartílago
articular, que suele ser de la variedad hialina, aunque el
fibrocartílago o incluso el tejido fibroso denso es sustitui-
do en algunas ubicaciones. El cartílago tiene sólo alrede-
dor de un milímetro de grueso en las articulaciones del
perro, pero ese grosor puede ser de varios milímetros en
las articulaciones más grandes de caballos y bovinos. El
cartílago acentúa la curvatura del hueso subyacente,
alcanzando su mayor grosor en el centro de superficies
convexas y en la periferia de las cóncavas. Es un material
flexible, de aspecto translúcido y cristalino y, mientras
que en general es de color blanco con tinte azulado o
rosa en los animales jóvenes, se vuelve amarillento con la
edad, un cambio que indica pérdida de elasticidad. La
superficie es lisa al tacto y a simple vista, aunque muy
irregular cuando se observa a bajo aumento.
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Figura 1–18. Suturas entre los huesos del cráneo de un cachorro. 1,
Hueso parietal; 2, hueso frontal; 3, fontanela; 4, órbita.
Figura 1–19. Disco intervertebral (flecha) que une los cuerpos de
vértebras adyacentes.
El cartílago tiene estructura compleja, en la cual
fibras finas dentro de su matriz pasan desde el hueso
subyacente a la superficie, en donde se curvan para man-
tenerse estrechamente empacadas. Debido a que el des-
doblamiento del cartílago, habitual en la enfermedad
articular, tiende a seguirel curso de la fibra, las lesiones
superficiales llevan a una descamación tangencial, mien-
tras que las que se extienden más profundamente crean
grietas más o menos verticales.
El cartílago articular es insensible y avascular. La
insensibilidad explica por qué las lesiones articulares
pueden avanzar mucho antes de que el paciente advier-
ta su existencia. Los requerimientos de oxígeno y nutri-
tivos se satisfacen por difusión a partir de tres fuentes:
sinovia (líquido sinovial) dentro de la cavidad articular,
vasos en los tejidos de la periferia del cartílago y vasos en
los espacios medulares subyacentes. La difusión es ayu-
dada por la porosidad de la matriz cartilaginosa, que
absorbe y libera líquido sinovial a medida que el cartíla-
go se relaja y comprime de manera alternativa durante
los movimientos de la articulación.
Algunos cartílagos articulares grandes están inte-
rrumpidos por áreas deprimidas que pueden mellar la
periferia o aparecer como islas. Esas áreas desnudas
(fosas sinoviales) están revestidas de un tejido conectivo
delgado que descansa sobre el hueso subyacente; a veces
son interpretadas, cuando se tiene poca experiencia,
como lesiones patológicas. Su función es tema de contro-
versia, pero la constancia de su ocurrencia, así como su
coincidencia frecuente en huesos opuestos en determi-
nadas posiciones de la articulación, ha llevado a especu-
lar que ayudan a diseminar el líquido sinovial.*
La membrana sinovial, que completa el revestimien-
to de la articulación, es una lámina de tejido conectivo
rosa brillante. Puede estar del todo libre, descansar direc-
tamente sobre una cápsula fibrosa externa dura, o estar
separada de ésta por la interposición de almohadillas de
grasa; es posible que estas tres disposiciones coexistan en
diferentes regiones de la misma articulación. La mem-
brana puede formar una bolsa en donde no tiene sopor-
te, y estos divertículos pueden extenderse muy lejos, un
punto de importancia potencial porque explica cómo las
articulaciones pueden ser penetradas por heridas al pare-
cer remotas. La superficie interna de la membrana tiene
muchas proyecciones de varios tamaños y grados de per-
manencia, que incrementan mucho su área de superficie
(figura 1–20, B). A diferencia de las membranas muco-
sas, la membrana sinovial no posee una cubierta continua
de células; las porciones más celulares, limitadas a situa-
ciones relativamente protegidas, son responsables de la
producción del componente lubricante (aminoglucanos)
del líquido sinovial. Los demás componentes derivan del
plasma sanguíneo. La membrana sinovial está vasculari-
zada y es sensible.
El líquido sinovial, contenido en la cavidad articular,
recibe su nombre de su semejanza con la clara de huevo.
Es un líquido viscoso y pegajoso, cuyo color fluctúa
desde el pajizo pálido al marrón de tonalidad intermedia.
Suele decirse que está presente en muy pequeñas canti-
dades, pero de hecho es muy abundante en las articula-
ciones de gran tamaño; hasta 20 a 40 mL se pueden aspi-
rar a veces de las articulaciones de los miembros de caba-
llos y vacunos. La cantidad es mucho mayor en los ani-
males con plena libertad de ejercicio.
El líquido sinovial posee funciones tanto lubricantes
como nutritivas. Sus acciones como lubricante están
sujetas a controversia, pero en efecto es muy eficiente, ya
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Figura 1–20. A, Articulación sinovial (corte longitudinal): B, Micrografía
electrónica de barrido de vellosidades que se proyectan desde la mem-
brana sinovial de la articulación del menudillo equino; muy amplificado.
1, Cavidad articular; 2, membrana sinovial; 3, cartílago articular; 4, capa
fibrosa de la cápsula articular; 5, periostio; 6, hueso compacto.
*Las fosas sinoviales están presentes en el caballo y los bóvidos entre
los mamíferos domésticos. Aunque no muy constantes, se encuentran
en la mayoría de los animales, y son siempre bilaterales en los miem-
bros. Aparecen ya a los 10 días después del nacimiento en los potros.
En el caballo, en el hombro, el codo y las articulaciones carpal, tarsocru-
ral y talocalcánea se encuentran fosas sinoviales opuestas. Existen
fosas únicas en las articulaciones del menudillo (de los miembros toráci-
cos y pélvicos), en el acetábulo y sobre la superficie atlantoidea de la arti-
culación atlantoaxial. En los bóvidos pueden existir fosas sinoviales más
o menos diferenciadas en todas las articulaciones de los miembros, ade-
más de la espalda y la cadera. Pueden presentarse también en las ar-
ticulaciones atlantooccipital y atlantoaxial.
que la fricción es tan baja que para todo fin práctico el
desgaste es nulo en las articulaciones sanas. El líquido
ayuda a nutrir el cartílago articular, así como cualquier
estructura intraarticular, y quizá la capa superficial de la
membrana sinovial misma.
Una lámina fibrosa externa completa la cápsula. Se
inserta alrededor de los bordes de las superficies articu-
lares y presenta engrosamientos locales, que se conocen
individualmente como ligamentos cuando están separa-
dos y muy desarrollados. Algunos, de los cuales son bue-
nos ejemplos los ligamentos cruzados de la articulación
de la babilla, parecen extenderse dentro de la cavidad de
hueso a hueso. Tales ligamentos se llaman a veces intra-
capsulares para distinguirlos de la mayoría, que se
encuentran en posiciones periféricas y que son claramen-
te extracapsulares; sin embargo, están realmente exclui-
dos de la cavidad por una cubierta de membrana sinovial
(figura 1–21). La lámina fibrosa y los ligamentos están
inervados por terminaciones nerviosas proprioceptivas
que registran la posición y la velocidad de cambio de la
posición articular; otros receptores registran dolor.
Unas cuantas articulaciones poseen discos o menis-
cos que son verdaderamente intracapsulares (figura
1–22, A, B). Un disco, como ocurre en la articulación
temporomandibular formada entre la mandíbula y el
cráneo, se fusiona con la membrana sinovial en su perife-
ria y de ese modo divide la cavidad en compartimientos
superior e inferior. Dentro de la articulación de la babi-
lla se encuentran meniscos pares, llamados semilunares
debido a su forma. Están insertados sólo en sus bordes
convexos y por tanto dividen la cavidad en forma incom-
pleta. Esas dos estructuras se componen de cartílago hia-
lino, fibrocartílago y tejido fibroso en proporciones que
varían con la parte, la especie y la edad. Los meniscos y
los discos proporcionan concordancia a superficies arti-
culares incompatibles, pero esto difícilmente explica su
presencia debido a que la concordancia se logra de mane-
ra más simple en otras articulaciones. La explicación
alternativa más probable es que son un medio para resol-
ver movimientos complicados en componentes más sim-
ples asignados a diferentes niveles de la articulación. Así,
en la articulación temporomandibular el movimiento de
bisagra implicado en la apertura de la boca ocurre al
nivel inferior (entre el disco y la mandíbula), mientras
que los movimientos de traslación que protruyen, retra-
en o deslizan la mandíbula a los lados ocurren a nivel
superior (entre el disco y la cabeza).
Un labio articular es un borde fibrocartilaginoso dis-
puesto en la circunferencia de algunas superficies articu-
lares cóncavas, como el caso del acetábulo (la cavidad
profunda en el hueso de la cadera). Un labio sirve para
extender y profundizar la superficie articular, incremen-
tando el área que soporta la carga y ayudando a extender
el líquido sinovial. Ya que un labio es deformable, permi-
te a la superficie adaptarse a las desigualdades en la cur-
vatura del hueso con que entra en contacto.
Las almohadillas sinoviales o cojinetes se forman en
donde las masas de grasa están incluidas entre las capas
sinovial y fibrosa de la cápsula articular. A veces se inter-
pretan como escobillones que extienden el líquido sino-
vial sobre la

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