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Jean B:rppolite GÉNESIS Y ESTRU~TURA DELA FENOMENOLOGíA -o E~ ESPíRITU DE HEGEL GÉNESIS Y ESTRUCTURA DE LA FENOMENOLOGíA DEL ESPíRITU DE HEGEL historia, ciencia, sociedad, 105 Jean Hyppolite GÉNESIS Y ESTRUCTURA DE LA «FENOMENOLOGfA DEL ESPÍRITU» DE HEGEL ediciones península® La edición original francesa de este libro fue publicad!' por Aubier-Montaigne, de París, con el título Gen~se et structure de la <<Phénoménologie de l'Esprit» de Hegel, © J:'.ditions Montaigne, París, 1946. Traducción de FRANCISCO FERNÁNDEZ BUEY Cubierta de Jordi Fornas, impresa en Lito~Fisán s.l., J. Piquet 7, Barcelona; Primera edición: enero de 1974 Propiedad de esta edición (incluidos la traducción y el diseño de la cubierta): Edicions 62 s/a., Provenza 278, Barcelona 8. Impreso en RIGSA, Estruc 5, Barcelona Dep. legal B. 54486-1973 ISBN: 84-297-0955-X Primera parte GENERALIDADES SOBRE LA FENOMENOLOGíA l. Sentido y método de la ccFe~omenologia• Como se sabe,1 el prólogo I a la Fenomenologla es posterior a la redacción de la obra. Se escribió, pasado ya el tiempo, cuando el propio Hegel pudo tomar consciencia de su «avance en descu- bierta». Estaba destinado principalmente a asegurar el ligamen entre la F enomelogía, la cual, sola, aparece como la «primera parte de la ciencia», y la Lógica, que, situándose en una perspecti- va· distinta de la adoptada por la Fenomenología, debe constituir el primer momento de una enciclopedia. Se explica, pues, que en este prólogo que es algo así como un gozne entre la Fenomeno- logía y la Lógica, Hegel se sintiera fundamentalmente preocupado por dar una idea general de todo su sistema. De la misma manera que en la Diferencia entre las filosofías de Fichte y de Schelling Hegel se elevaba ya por encima de sus antecesores y aun dando la impresión de adoptar el mismo punto de vista de Schelling estaba en realidad superándole, así también en este prólogo -pero en esta ocasión con plena consciencia-:- se sitúa entre los filósofos de su tiempo y manifiesta su propia originalidad filosófica. Ese regreso sobre muchos puntos oscuros de la Fenomenologfa pro- porciona preciosas indicaciones sobre la significación pedagógica de la obra, sobre su relación con la historia del mundo en general y sobre su propia concepción de la negatividad. En cambio, la introducción 2 a la Fenomenología fue concebida al mismo tiempo que la obra y redactada en primer término; parece, pues, que encierra el primer pensamiento del que salió toda la obra. Verdaderamente constituye una introducción en sen- tido literal a los tres primeros momentos de la obra '-es decir: la consciencia, la autoconsciencia y la razón-; en cuanto a la última parte de la Fenomenología, que contiene los particularmen- te importantes desarrollos sobre el Espíritu y la Religión, sobre- pasa por su contenido a la Fenomenología tal como es definida stricto sensu en la citada introducción. Parece como si Hegel hu- biera hecho entrar en el marco del desarrollo fenomenológico algo que en principio no debería haber ocupado un puesto en él. Conta- mos con volver sobre este problema al estudiar la estructura de la obra. De momento, nos contentamos con esta indicación indis- pensable para entender el alcance exacto de la «introducción» que l. cVorrede». Volveremos a tratar mas adelante sobre la historia de la re- dacción de la Fenomenología tlel espíritu (cap. III, primera parte «Estructura de la Fenomenología»), 2. cEinleitung». 7 nos proponemos analizar con la mayor aproximación posible. En efecto, su estudio, en mayor medida que el del prólogo, nos per- mitirá dilucidar e.l sentido de la obra que Hegel quiso escribir, así como la técnica que para él representa el desarrollo fenomeno- lógico. Precisamente porque la introducción no es, como el prólogo, un anexo posterior que contiene considerables informa- ciones generales sobre el objetivo que se proponía el autor y las relaciones que su obra tiene con otros tratados filosóficos del mis- mo tema.s Al contrario: la introducción es parte integrante de la obra, constituye el planteamiento mismo del problema y deter- mina los medios puestos en práctica para resolverlo. En primer lugar, Hegel define en la introducción cómo se plantea para él el problema del conocimiento. Vemos cómo en cierto aspecto vuelve al punto de vista de Kant y de Fichte. La Fenomenología no es una noumenología ni una ontología, pero sigue siendo todavía un conocimiento de lo Absoluto, pues, ¿qué otra cosa podría cono- cerse si «sólo lo Absoluto es verdadero, o sólo lo verdadero es Absoluto»?" Sin embargo, en vez de presentar el saber de lo Ab- soluto en sí y para sí, Hegel considera el saber tal como es en la consciencia y precisamente desde ese saber fenoménico, me- diante su autocrítica, es como se eleva al saber absoluto. En segundo lugar, Hegel define la Fenomenología como desarrollo y cultura* de la consciencia natural hacia la ciencia, es decir el saber filosófico, el saber de lo Absoluto; a la vez indica la necesi- dad de una evolución de la consciencia y el término de esta evo- lución. En último lugar, Hegel precisa la técnica del desarrollo fenomenológico, muestra en qué sentido este desarrollo es preci- samente obra propia de la consciencia que hace su aparición en la experiencia, en qué sentido es ·susceptible de ser repensado en su necesidad por la filosofía. l. El problema del conocimiento. Idea de una Fenomenología. En sus obras filosóficas de Jena, Hegel había criticado toda pro- pedéutica a la filosofía. No es posible quedarse continuamente, como Reinhold, en el pórtico del templo. La filosofía no es ni una lógica como «órganon» que trata del instrumento del saber antes· de saber, ni un amor a la verdad que no fuera la posesión mis- ma de la verdad. No, la filosofía es ciencia y, como defiende Schel- ling, ciencia de lo Absoluto. En vez de permanecer en la reflexión, 'en el saber sobre el saber, hay que hundirse directa e inmediata- mente en el objeto a conocer, llámese éste Naturaleza, Universo o Razón absoluta. Tal era la concepción ontológica que Schelling oponía, desde sus ensayos sobre filosofía de la Naturaleza, a la 3. Phénoménologie de; l'Esprit, edición Aubier, t. I, p. 5. En lo sucesivo las referencias se hacen de acuerdo con esta traducción. 4. Pllénoménologie, I, p. 67 (Fenomenología, p. 52). *El término «cultura~ tiene aquí el sentido de «cultivación» o progresivo afi- namiento de la consciencia. (N. del T.) 8 filosofía de la reflexión de Kant y Fichte. Tal era igualmente el punto de. vista de Hegel tanto en su primera obra escrita en Jena sobre la diferencia entre los sistemas de Fichte y de Schel- ling como en su artículo del Diario crítico de la filosofía sobre la. fe y el saber. En este artículo reprochaba al idealismo trans- cendental de Kant haber seguido siendo un subjetivismo, a despe- cho de la deducción de las categorías. En su principio, que es el de una filosofía solamente crítica, Kant no ha superado a Locke. «El pensamiento kantial!o es fiel a su principio de la subjetividad y del pensamiento formal en cuanto que su esencia consiste en ser idealismo crítico.» s Precisamente porque aquella filosofía se proponía ser un· «examen crítico del entendimiento humano», se condena a sí misma a no poder superar su punto de partida. Así, pues, hay que dejar atrás el punto de vista crítico y, como ha hecho Schelling, partir de entrada de la absoluta identidad de lo subjetivo y lo objetivo en el saber. El saber de la identidad es lo primero y lo que constituye la base de todo verdadero saber filosófico. En su introducción a la Fenomenología Hegel repite sus críticas a una filosofía que no fuera más que teoría del conocimiento. Y sin embargo, la Fenomenología, como hanseñalado todos sus co- mentaristas, marca en ciertos aspectos un retorno al punto de vista de Kant y de Fichte.6 ¿En qué nuevo sentido debemos entenderlo? La crítica dirigida a Reinhold sigue siendo válida. Uno se iml;tgina equivocadamente que antes de saber de verdad resulta necesario examinar ese instrumento o ese «medium» que constituye el saber. En efecto, algo así como una ilusión natural tiene lugar, cuando se empieza a reflexionar, al comparar el saber con un instrumento o con un medio a través del cual nos llegaría la verdad. Pero tales representaciones conducen en línea recta a un relativismo. Si el saber es un instrumento, modifica el objeto a conocer y no nos lo presenta en su-pureza; si es un medio, tampoco nos transmite la verdad sin alterarla de acuerdo con la propia naturaleza del medio interpuesto. Sólo que probable- mente lo falaz es esa misma representación natural; en cualquier caso se basa en una serie de presupuestos de los que conviene desconfiar. Si el saber es un instrumento, ello supone que el sujeto del saber y su objeto se hallan separados; por consiguiente, lo Absoluto sería distinto del conocimiento: ni lo Absoluto podría ser saber de sí mismo, ni el saber podría ser saber de lo Absoluto.7 Contra tales presupuestos la existencia misma de la ciencia filo- sófica, que conoce efectivamente, es ya una afirmación. Sin cm- 5. HEGEL, Erste Druckschriften (Siimiliche Werke, ed. Lasson, I, p. 255). 6. Cf., por ejemplo, R. KRONER, Van Kant bis Hegel, II, p. 362: •La Feno- menología es a .la vez una introducción al sistema y el "todo del sistema", en cierto sentido." ¿Cómo es posible tal contradicción? R. Kroner aclara que la Fenomenologla es el todo del sistema desde el punto de vista del conO"imiento. 7. Phénoménologie, I, pp. 66-67 (Fenomenologla, pp. Sl-52). 9 bargo, esta afirmación no podría bastar porque deja al margen la afirmación de otro saber; es precisamente esta dualidad lo que reconocía Schelling cuando oponía en el Bruno el saber feno- ménico y el saber absoluto, pero no mostraba los lazos entre lo uno y lo otro. Una vez planteado el saber absoluto no se ve cómo es posible en él el saber fenoménico, y el saber fenoménico por su parte queda igualmente cortado del saber absoluto.s En cambio, Hegel vuelve al saber fenoménico, es' decir, al saber de la consciencia común, y pretende mostrar cómo aquél conduce necesariamente al saber absoluto, o también que él mismo es un saber absoluto que todavía no se sabe como tal. Pero eso implica, naturalmente, un retorno al punto de vista d~ la consciencia, pun- to de vista que era el que mantenían Kant y Fichte. Hegel, que había criticado anteriormente toda propedéutica, insiste ahora so- bre la necesidad de situarse en la perspectiva de la consciencia natural y de llevarla progresivamente al saber filosófico. Imposi- ble comenzar por el saber absoluto. En el prólogo insistirá nueva- mente sobre este punto. «En cuanto que la consciencia natural se confía inmediatamente a la ciencia, tenemos un nuevo intento de andar de cabeza, cosa que hace sin saber lo que la impulsa a ello.» 9 De esta manera se le impone una violencia no necesaria y la ciencia por su parte parece situarse más allá de la auto- consciencia. No hay ninguna duda de que la crítica de Hegel apunta en este caso a Schelling. No es posible empezar brusca- mente por el saber absoluto, rechazando las diferentes posiciones y sin querer saber nada de ellas. Así, pues, hay que adoptar, como Kant y Fichte, el punto de vista de la consciencia, estudiar el saber propio de esta consciencia que supone la distinción de sujeto y objeto. El saber absoluto no queda abandonado, sino que será el término de un desarrollo pro- pio de la consciencia que aquí ocupa el lugar de la filosofía crítica. Pero al regresar al punto de vista de la consciencia, a una especie de teoría del conocimiento, Hegel no se· limita a añadir una pro- pedéutica al saber absoluto de Schelling; modifica la concepción misma de ese saber y de ese Absoluto. Lo Absoluto no será ya en su filosofía solamente substancia, sino también sujeto. No hay otra manera de superar el spinozismo de Schelling que volver al subjetivismo de Kant y de Fichte. Lo Absoluto no estará ya en- tonces por encima de todo saber, s.erá saber de sí mismo en el saber de la consciencia. El saber fenoménico será el saber pr.ogre- sivo que lo Absoluto tiene de sí mismo. La manifestación o el fenó- meno que es para la consciencia no serán, por tanto, extraños a 8. SCHI!ILING, S. Werke (referencia a la edición de las Obras de 1856). El Absoluto de Schelling sobrepasa todo saber y toda consciencia; es la Weder-~-~~\aller Ge~ensatze (IV,, 246). Sobre el saber absoluto, cf. IV, 326. El problema E1 1~1 es el de la posibilidad de una separación; la «Heraustreten aus dem Wtgen•, la sa~ida de lo eterno sobre lo cual reposa la consciencia. 9. Phénomenolo¡¡ie, I, p. 24 (Fenomenología, p. 20), lO la esencia, serán la revelación de ésta. Inversamente, la consciencia del fenómeno se elevará a la consciencia del saber absoluto. Abso- luto y reflexión no seguirán separados, sino que la reflexión será un momento del Absoluto. Tal parece ser el sentido general . de esta reintegración al punto de vista del Yo o de la consciencia en la filosofía de lo Absoluto de Schelling. Hegel quiso probar que el idealismo absoluto de Schelling era todavía posible si se partía no de la naturaleza, sino de la consciencia, del Yo, profundizando el subjetivismo de Fichte. Que el punto de vista de la Fenomenología corresponde al pun- to de vista de una filosofía de la consciencia, anterior al saber de la identidad, es algo de lo que el propio Hegel da testimonio cuando en la Enciclopedia de las ciencias filosóficas indica que la Fendmenología representa exactamente la posición de Kant e in- cluso de Fichte: «La filosofía kantiana es una fenomenología» 10, uh saber acerca del saber de la consciencia, en tanto que ese saber es solamente para la consciencia. Pero la fenomenología constituye un momento esencial de la vida de lo Absoluto, el momento en que es sujeto o autoconsciencia. La fenomenología de la conscien- cia no está junto al saber absoluto, sino que es «Una primera parte de la ciencia», porque es propio de la esencia de lo Absoluto manifestarse a la consciencia, ser él mismo autoconsciencia. Ello no obstante; si Hegel adoptó aquí hasta cierto punto la perspectiva de Kant y de Fichte ya se ve por lo que precede que su estudio del saber fenoménico, de sus condiciones subjetivas, tenía que ser distinto del de aquéllos. Por una parte, emprende esta crítica de su propio saber por la consciencia de una forma original; por otra parte, amplía de una manera considerable la no- ción de experiencia, de suerte que la crítica de la experiencia se extiende en Hegel a la experiencia ética, jurídica, religiosa y no se limita a la experiencia teorética. En Kant la crítica del conocimiento era una crítica efectuada por el filósofo ~obre la consciencia común y la consciencia cientí- fica, en el sentido en que la ciencia no era todavía más que una ciencia fenoménica, la de Newton, diferente de la metafísica. No se trataba de que la consciencia común se criticara a sí misma, sino de que la reflexión del filósofo se añadía a esta consciencia. El entendimiento fenoménico, opuesto a la Naturaleza, era con- ducido en aquel caso por la reflexión filosófica al entendimiento transcendental que funda toda experiencia (teorética), como uni- dad originariamente sintética. El entendimiento, por tanto, pasaba a ser entendimiento objetivo. El filósofo descubría su identidad con la objetividad de los objetos. Así es como la experiencia se demostraba posible. En Fichte, en la parte de su Wissenschafts- lehre en que quer~a hacer una «historia pragmántica del espírituhumano» y que se denomina deducción de la representación, se 10. HEGEl., Endctopedia (S. W., ed. Lasson, V, p. 370). 11 halla un primer modelo de lo que será la Fenomenología del es- ptritu de Hegel. En esa deducción de la representación Fichte se propone, efectivamente, conducir la consciencia común del saber sensible inmediato a la autoconsciencia filosófica. Lo que el filó- sofo había alcanzado por medio de su reflexión en la primera parte de la doctrina de la ciencia, debe ser ahora hallado por la propia consciencia en su desarrollo. «Ya no es -dice M. Gue- roult- el filósofo quien reflexiona desde fuera sobre el yo, sino el yo inteligente quien reflexiona realmente sobre sf mismo. Aquí empieza la "historia pragmática" del espíritu humano. Cuando el yo inteligente se haya captado a sí mismo en la acción en que se determina como determinado por el no-yo (es decir, coincida con el punto de vista del filósofo sobre él), será yo teórico para sí mismo.» u Schelling, en su idealismo transcendental, al seguir las épocas de la formación de la autoconsciencia, había adoptado el mismo proceso.l2 Una vez presupuesta la autoconsciencia filo- sófica, se trataba de que fuera el propio yo empírico quien la encontrara. Pero precisamente en esas dos obras la autoconscien- cia filosófica está ya presupuesta y esta historia, a pesar de que su intención era muy parecida a la de la Fenomenología de He- gel, sigue siendo todavía bastante artificial. Lo que se toma en consideración no es la experiencia de la consciencia común, sino las reflexiones necesarias mediante las cuales aquélla debe ele- varse desde lo que es en sí hasta lo que es para sí. En cambio, Hegel trata mucho más de describir que de construir la conscien- cia común. El filósofo desaparecerá ante la experiencia que apre- hende. Es realmente la propia consciencia ingenua la que hará su experiencia y de esta manera verá transformarse a su objeto y a sí misma. La reflexión no será algo que se la añade desde el exterior como en Kant ni algo puesto en ella de una forma arti- ficial todavía, en mayor o menor medida, como en Fichte o in- cluso en Schelling; será literalmente una historia de la conscien- cia. A lo sumo, tal historia será interiorizada ( Erinnerung), en tanto que recogida en el «medio» del pensamiento filosófico. Ten- dremos ocasión de ver cómo es posible que el pensamiento filo- sófico no intervenga a la hora de describir esta experiencia de la consciencia; en cualquier caso, Hegel insiste en ello particular- mente. «No tenemos necesidad de llevar encima nuestras medi- das ni de utilizar nuestras ideas ·personales y nuestros pensa- mientos en el transcurso de la investigación; todo lo contrario: es precisamente apartándolos como llegaremos a considerar la cosa tal como es en sí misma .y para sí misma.» 13 Ese carácter de la fenomenología hegeliana, que describe en vez de constntir, presenta el desarrollo espontáneo de .una expe- 11. M. GuBROULT: L'évolt¡tion et la structure de la Doctrine de la Science chez Fichte, en <<Publications de la Faculté de Strasbourg», 1930, I, p. 225. 12. SCHBLLJNG, Siimtliche Werke, 111. 13. Phá!Oménologie, 1, p. 74 (Fenomenología, pp. 57-58). 12 rienda t~l como se da en la consciencia, y como se da en ella, ha sorprendido mucho a los comentaristas.l4 Si las diferencias no fueran todavía más profundas, resultaría natural comparar la fenomenología de Hegel con la fenomenología de Husserl. Verda- deramente es yendo «a las cosas mismas» considerando la cons- ciencia en su forma directa de ofrecers~, como Hegel quiere conducirnos desde el saber empírico hasta el saber filosófico desde la certeza sensible hasta el saber absoluto. En consecuen~ cia, esta Fenomenología que se presenta realmente como una historia del alma es diferente de la deducción de la representa- ción de Fichte o del idealismo transcendental de Schelling. Pero aún difiere en otro punto que no es menos importante. La experiencia que hace aquí la consciencia no es solamente la experiencia teorética, el saber del objeto, sino toda la experien- cia. Se trata de considerar la vida de la consciencia lo mismo cuando conoce el mundo como objeto de la ciencia que cuando se conoce a sí misma como vida, o cuando se propone un obje- tivo. Así, pues, todas las formas de experiencia, ética, jurídica, religiosa, tienen aquí su puesto ya que se trata de considerar la experiencia de la consciencia en general. El problema de Kant -«¿Cómo es posible la experiencia?»- se halla ahora conside- rado de la forma más general. Y si hace un momento pensába- mos en la comparación de la Fenomenología de Hegel con la de Husserl podemos ahora descubrir una coincidencia con las ·filo- sofías existenciales que florecen en nuestros días. En muchos casos, al descubrir la experiencia que hace la consciencia, Hegel describe una manera de existir, una particular visión del mundo, pero, contrariamente a la filosofía existencial, no se detiene en esa misma existencia, sino que ve en ella un momento que, con su stiperación, permite alcanzar un saber absoluto. Es precisa- mente en este último punto donde Kierkegaard se oponía a Hegel. Considerando, pues, la experiencia que hace la consciencia en toda su amplitud, dejando que esta consciencia se experimente a sí misma y promueva su propio autosaber y el del mundo, Hegel puede decir de la Fenomenología así entendida: «Esta presentación puede ser considerada como el camino de la cons- ciencia natural que sufre un impulso en dirección al verdadero saber, o como el camino del alma recorriendo la serie de sus formaciones como estaciones que le han sido prescritas por su propia naturaleza; y las recorre para purificarse en el espíritu cuando, a través de la experiencia completa de sí misma, llega al conocimiento de lo que es en sí misma.» 1s II. La cultura de la consciencia natural, su desarrollo, tér- mino de este desarrollo. Así, pues, la Fenomenología es el itine-, 14. Cf. en particular, N. HARTMANN, Die Pllilosopllie des deutschen Idea- lismus (!I, pp. 80 y 81) y el artículo de N. HARTMANN en la •Revue de Métha· physique et de Morale», en el número especial dedicado a Hegel, 1931, 3, p. 285. 15. Phénoménologie, I, p. 69 (Fenomenología, p. 54). 13 rario del alma que se eleva al espíritu por medio de la conscien- cia. Sin duda, la idea de semejante itinerario fue sugerida a Hegel por las obras filosóficas que hemos mencionado más arriba, pero tan importante como aquéllas nos parece la influencia de his «novelas de cultura,. de la época. Hegel había leído el Emilio de Rousseau en Tubinga y en dicha obra encontraba una primera historia de la consciencia natural elevándose por sí misma a la libertad, a través de las experiencias que le son propias y que son particularmente formadoras·. El prólogo de la Fenomenología insistirá sobre el carácter pedagógico ·de la obra, sobre la rela- ción entre la evolución del individuo y la evolución de la especie, relación que también la obra de Rousseau tenía en cuenta. En su estudio sobre el idealismo alemán, Royce insiste sobre el W. Meister de Goethe, que el ambiente romántico de Jena consi- deraba como uno de los acontecimientos esenciales de la época, y sobre el Heinrich van Offerdingen, que constituye una réplica á aquél escrita por Novalis.l6 En estas dos obras el héroe se entrega por entero a su convicción; W. Meister cree en su vocación teatral, H. von Ofterdingen se deja coger en el ambiente prosaico en que vive todavía; uno y otro Ilegan a abandonar sus primitivas con- vicciones a través de una serie de experiencias. Lo que para ellos era una verdad se convierte en ilusión; pero mientras que el W. Meister de Goethe deja, por así decirlo, el mundo poético por el mundo prosaico, H. von Ofterdingen de Novalis desctlbre pro- gresivamente que sólo el mundopoético es la verdad absoluta. Por su parte, la Fenomenología de Hegel es la novela de la cul- tura filosófica, sigue el desarrollo de la consciencia que, renun- ciando a sus primitivas convicciones, alcanza a través de sus experiencias el punto de vista propiamente filosófico, el del saber absoluto. Sin embargo, tal historia de la ·consciencia no es, según Hegel, una novela, sino una obra científica. El desarrollo de la conscien- cia presenta una necesidad en SÍ mismo. Su término no es arbi- trario aunque no sea presupuesto por el filósofo, sino que resulta de la misma naturaleza de la consciencia. a) El desarrollo, su necesidad. Al ser la Fenomenología un estudio de las experiencias de la consciencia, lleva continuamente a consecuencias negativas. Aquello que la consciencia toma por verdad se revela ilusorio; ha de abandonar su primera convicción y pasar a otra: «Este camino es, por tanto, el camino de la duda o propiamente de la desesperación.» 11 Ya Schelling había dicho que el idealismo transcendental empezaba necesariamente por la duda universal, una duda que se extiende a toda la realidad objetiva: «Si para la filosofía transcendental lo subjetivo es lo primero, el fundamento único de toda realidad, el único princi- pio con cuya ayuda se puede explicar todo, la filosofía transcen- 16. Rovcn, Lectures on Modern Idealism, Nueva Haven, 1919. 17. Phénoménologie, 1, p. 69 (Fenomenología, p. 54). 14 dental comienza necesariamente con la duda universal de la rea- lidad de lo objetivo.» lB Esta duda con la cual Descartes inauguraba la filosofía moderna es considerada por Schelling como el medio necesario que tiene el idealismo transcendental para prevenir toda mezcolanza de lo objetivo con el principio subjetivo puro del conocimiento. En cambio, la filosofía de la Naturaleza trata de eliminar lo subjetivo, mientras que la filosofía transcendental se proponía liberarlo absolutamente. Pero Hegel, que parte de la consciencia común, no podía plantear como principio primero una duda universal que sólo es propia de la reflexión filosófica. Precisamente por eso es por lo que opone a una duda sistemáti- ca y universal la evolución concreta de la consciencia que pro- gresivamente aprende a dudar de lo que anteriormente consi- deraba verdadero. El camino que sigue la consciencia es la historia detallada de su formación.19 El camino de la duda es el camino efectivamente real que sigue la consciencia, su propio itinerario, y no el del filósofo que toma la resolución de dudar. Frente a una resolución semejante por medio de la cual la cons- cienCia se purifica de un solo golpe de todos sus prejuicios y en particular de ese tan fundamental que es la existencia de cosas fuera de nosotros, independientes del conocimiento, la Fenome- nología viene a ser una historia concreta de la consciencia, su salida de la caverna y su ascensión a la Ciencia. Este camino no es solamente el de la duda, sino también, nos dice Hegel, el de la duda desesperada (Verzweiflung).2o. La consciencia natural pierde ahí su verdad; lo que tenía por saber auténtico y real se muestra en ella como un saber ·no real. Hemos insistido ya sobre la extensión que Hegel da a la palabra experiencia. La conscien- cia no sólo pierde en el curso de su desarrollo aquello que desde el punto de vista teorético tenía por la verdad, sino también su propia visión de la vida y del ser, su intuición del mundo. La ex- periencia no sólo conduce al saber en el sentido restringido del término, sino a la concepción de la existencia. No se trata, pues, únicamente de ·dudar, s.ino claramente de una efectiva deses- peración. Sobre esta ascesis necesaria de la consciencia para llegar al verdadero saber filosófico, ascesis que es toda la Fenomenología, Hegel había reflexionado ya en Jena al estudiar la naturaleza del escepticismo antiguo. En un artículo del diario crític~ de filosofía a propósito de Schulze, oponía el escepticismo antiguo y el escepticismo moderno. El escepticismo moderno. -una espe- cie de positivismo, diríamos en lenguaje de hoy- sólo se mete con la metafísica y deja subsistir las intocables certezas del sen- tido común. En cambio, eran precisamente esas certezas lo q~e se proponía destruir el escepticismo antiguo. Se trataba mas 18. SCHElLING, S. Werke, op. cit., 111, p. 343. 19. Phénoménologie, I, p. 70 (Fenomenología, p. 54). 20. Phénoménologie, I, p. 69 (Fenomenología, p. 54). 15 bien, como en el caso de Platón, de una introducción a la meta- física. Por ello, toda filosofía llevaba en sí un momento de escep- ticismo por medio del cual purificaba la consciencia ingenua. En el artículo citado, Hegel esbozaba por vez primera ese camino de la duda, que es al mismo tiempo una ascesis del alma, y re- flexionaba sobre el poder de la negatividad en la dialéctica,2l En efecto, es principalmente el carácter negativo de su resul- tado lo que sorprende a la consciencia que se halla inmersa en la experiencia. La consciencia pone inicialmente una cierta ver- dad que para ella tenía un valor absoluto, y lo pierde en el trascurso de su viaje. Se conf\a de forma absoluta en la «Certeza sensible inmediata»; después en la «cosa» de la percepción, en la «fuerza» del entendimiento, pero descubre que lo que así to- maba por la verdad no lo es; pierde, por tanto, su verdad. El doble sentido de la palabra Aufheben, constantemente utilizada por Hegel, nos revela, sin embargo, que esta apercepción exclu- sivamente ~egativa del resultado sólo constituye la mitad de la verdad. Es precisamente esta significación de la negatividad lo que permite a Hegel afirmar: «El sistema completo de las for- mas de la· consciencia no real resultará de la necesidad del pro- ceso y de la conexión misma de esas formas.» 22 En efecto, el resultado de una experiencia de la consciencia sólo es absoluta- mente negativo para ella; en realidad, la negación es siempre negación determinada. Ahora bien, si es verdad que toda posi- ción determinada es una negación ( omnis affirmatio est negatio), no es merios verdad que toda negación determinada es una cierta posición. Cuando la consciencia ha experimentado su saber sen- sible y descubierto que «el aquí y el ahora» que creía tener de forma inmediata se le escapan, la negación de la inmediatez de su saber es un nuevo saber. En otros términos, «la presentación de la consciencia no verdadera en su no verdad no es un movi- miento solamente negativo como lo es según la manera de ver unilateral de la consciencia naturah>.2.a Se ha señalado con fre- cuencia, y en particular Lambert en su Fenomenología, especie de óptica transcendente, que la presentación de una verdad como no verdad es ya una superación· del error.24 Conocer su error es conocer otra verdad. El error apercibido supone una verdad nue- va. Hegel insistirá en el Prólogo a la Fenomenología sobre este carácter del error, mostrando que el error superado es un mo- 21. HEGEL, Slimtliche Werke, ed. Lasson, 1, p. 161: Verhliltnis des Skepti- zismus zur Plzilosophie ... (Cf. ·particularmente sobre Platón, p. 174). 22. Phénoménologie, I, p. 70 (Fenomenología, p. 55). 23. Phénoménologie, I, p. 70 (Fenomenología, p. 55). 24. Parece seguro que fue J. H. Lambert quien primero utilizó la expresión <<fenomenología• en su obra Neues Organon oder Gedanken nber die Erforschung und Bezeichnung des Wahrem und dessen Unterscheidung von Irrtum und Schein (2 Bande, Leipzig, 1764). Lambert habla en esa obra de una fenomeno.. logia o doctrina de la apariencia (Phenomenologie oder Lehre von dem Schein) a la que denomina «Óptica transcendente• (cf. también la Fenomenología en los Principios metafísicos de la ciencia de la Naturaleza de KANT). ló mento de la verdad. El doble sentido de la palabra Aufheben resulta, por tanto, esencial en toda la Fenomenología, pero no loes menos el hecho de que la consciencia inmersa en la experien- cia no conoce esta positividad de la negación. Como veremos, únicamente el filósofo se da cuenta de la génesis de una nueva verdad en la negación de un error. Toda nada, dice Hegel, es nada de aquello de que resulta. En cambio, el escepticismo, que es .propiamente una de las figuras de la consciencia imperfecta y que como tal se presentará a lo largo del camino, deja a la negatividad sin contenido: « ... hace abstracción del hecho de que esta nada es de una forma determinada la nada de aquello de que resulta.» 25 Así, pues, el escepticismo no tiene contenido; acaba con la abstracción de la nada o el vacío y por eso no puede ir más lejos. La negatividad no es, por consiguiente, una forma que ·se opone a todo contenido; es inmanente al contenido y per- mite comprender su necesario desarrollo. Desde su punto de par- tida la consciencia ingenua apunta al contenido íntegro del saber en toda su riqueza, pero no lo alcanza; debe probar su negativi- dad, que es lo único que permite al contenido desarrollarse en sucesivas afirmaciones, en posiciones particulares, ligadas unas a otras por el movimiento de la negación. «Si, en cambio, el re- . sultado es aprehendido como lo que de verdad es, o sea, como negación determinada, entonces inmediatamente una nueva for- ma nace y en la negación se efectúa la transición por medio de la cual tiene lugar el proceso espontáneo que se realiza a través de la serie completa de las figuras de la consciencia.» 26 Este papel de la negación, que, en tanto que negación deter- minada, engendra un nuevo contenido, no aparece a primera vista. Dado un término A, ¿puede su negación no A engendrar un término verdaderamente nuevo, tal como B? No parece que así sea. Para entender el texto hegeliano en este punto se pre- cisa, en. nuestra opinión, admitir que el Todo es siempre inma- nente al desarrollo de la consciencia.27 La negación es creadora porque el término dado había sido aislado, porque él mismo era una cierta negación. A partir de ese momento se concibe que su negación permita volver a hallar el Todo en detalle. Sin esa in- manencia del Todo a la consciencia no se podría entender cómo pued.e. realmente la negación engendrar un contenido. b) El término del desarrollo. El testimonio de esta inmanen- cia del Todo a la consciencia lo tenemos en el carácter teleoló- gico de su desarrollo. «En el saber -dice Hegel- el fin se halla fijado tan necesariamente como la serie de la progresión.>> 2a En efecto, la consciencia es concepto del saber y por eso aquélla no 25. Phénoménologie, I, pp. 70-71 (Fenomenología, p. SS). 26. Phénométwlogie, I, p. 71 (Fenomenología, p. SS). 27. Es el Sí quien, poniéndose de una forma determinada, se opone a si mismo y, por tanto, se niega y se supera. 28. Phénoméno/ogie, I, p. 71 (Fenomeuología, p. SS). 17 HCS 105. 2 es efectivamente saber real. Pero decir que es concepto del saber representa decir que se trasciende a sí misma, que es en sí lo que debe convertirse en partt sí. «La consciencia es para sí misma su propio concepto; es, pues, inmediatamente el acto de sobrepasar lo limitado y, cuando lo limitado le pertenece, el acto de sobre- pasarse a sí misma.» 29 Los dos sentidos de la palabra Aufheben, su sentido negativo y su sentido positivo, se unen de hecho en un tercer sentido que es el de transcender. La consciencia no es una cosa, un ser-ahí determinado, sino que siempre está más allá de sí misma, se supera a sí misma o se trasciende. Esta exi- gencia transcendental ~s precisamente lo que constituye la natu- raleza de la consciencia en tanto que tal. ¿No ocurría lo mismo, en cierto sentido, en la filosofía kantiana? Si se define la verdad como acuerdo entre sujeto y objeto hay que preguntarse cómo ese acuerdo resulta comprobable teniendo en cuenta que la re- presentación no puede salir de sí misma para justificar su con- formidad o no conformidad con su objeto. Sin embargo, si el objeto no es puesto más allá de la representación, la verdad pierde su significación ·transcendente para la consciencia, y si esta transcendencia se mantiene de forma absoluta, la represen- tación queda r¡;ldicalmente separada de su objeto. Inmanencia del objeto a la consciencia común y transcendencia radical ha- cen igualmente imposible el planteamiento mismo del problema de la verdad. Pero para Kant lo que constituía la objetividad del objeto era inmanente no a la consciencia común, claro está, sino a la consciencia transcendental. En este sentido el objeto era transcendente a la consciencia común o finita, pero inma- nente a la consciencia transcendental. El problema quedaba, por tanto, desplazado. No se planteaba ya entre la consciencia y su objeto, sino entre la consciencia común y lo que en ella la su- pera, la consciencia transcendental. Ahora bien, toda consciencia común es también consciencia transcendental, toda conscien- cia transcendental es también necesariamente consciencia común: la primera se realiza sólo en la segunda. Es decir: la consciencia común se supera a sí misma; se transciende y pasa a ser cons- ciencia transcendental. Pero el movimiento de transcenderse, de ir más allá de sí, es característico de la consciencia. Toda cons- ciencia es propiamente más de lo que ella cree ser, y eso es lo que hace que su saber se divida. Es certeza (subjetiva) y como tal se opone a una verdad (objetiva). El saber es, pues, inquieto en sí mismo ya que debe superarse sin cesar, y esta inquietud que Hegel describe en términos existenciales resulta incaptable en tanto que no se ha alcanzado el término, un término que necesariamente queda fijado por el dato del problema: «el fin está alli donde el saber no tiene necesidad de ir más allá de sí mismo, donde se encuentra a sí mismo y donde el concepto corresponde al objeto y el objeto al concepto. El progreso hacia 29. l'hénomé11ologie, 1, p. 71 (Fenome11ología, p. 55-56). 18 ese fin no tiene, por tanto, parada posible ni se satisface en ningún estadio anterior»;3o el saber de la consciencia es siempre saber de un objeto; y si se entiende por concepto el lado subjeti- vo del saber, por objeto su lado objetivo, su verdad, el saber es el movimiento de transcenderse que va del concepto al objeto. Ahora bien, esta oposición es reversible, como pondrá de mani- fiesto precisamente la totalidad de la Fenomenología. El objeto es objeto para la consciencia y el concepto es el saber de sí, la consciencia que el saber tiene de sí. Pero esta consciencia es más profunda de lo que ella misma se cree, puesto que es ella la que encuentra el objeto insuficiente, inadecuado; y puede tam- bién decirse, e incluso más justamente, que es el objeto el que debe ser idéntico al concepto. En todo caso, es esta desigualdad, presente en la propia consciencia común, lo que constituye el alma del desarrollo fenomenológico y lo orienta inexorablemente hacia su fin. Hay, pues, una finalidad inmanente que entrevé, el filósofo y que caracteriza todo este desarrollo. Lo que caracte- riza a la fenomenología con respecto a la ontología, a la ciencia de lo Absoluto en sí y para sí que presentará ya la Lógica, es precisamente esa desigualdad de la consciencia con su concepto, desigualdaét que no es otra cosa que la exigencia de una perpetua transcendencia.3l Que esta exigencia representa el carácter mismo de la cons- ciencia, lo que hace que la consciencia no sea un ser-ahí deter- minado, un ser natural si se quiere, parece claramente indicado en el texto siguiente: «Lo que está limitado a una vida natural no tiene por sí mismo el poder de ir más allá de su ser-ahí in- mediato, sino que es empujado más allá ele ese ser-ahí por otro, y este ser-arrancado de su posición es su muerte. En cambio, la consciencia es para sí su propio concepto ... » 32 ElDasein, el ser- ahí, no es más que lo que es, su concepto -para emplear la ter- minología hegeliana- está completamente fuera de él; el «Da- seÍ11>> pertenece, pues, a la Naturaleza. La traducción «Ser-ahí>>, que corresponde a la significación etimológica, nos parece que tiene el mérito de designar esta posición del ser natural que no es más que un aquí y un ahora y que tiene fuera de sí otros «ahora» y otros «aquí». La negación del ser-ahí, que debe pro- ducirse necesariamente en razón de su finitud, es una negación que le resulta extraña, que no se halla en él por sí misma. Pero este no es el· caso de la consciencia, que es su propio concepto para sí misma, es decir que es para ella misma la negación de sus formas limitadas o de su propia muerte, si se quiere. Mien- 30. Pllétwménologie, I, p. 71 (Fe11omenología, p. 55). 3!. \lay también diferencias en el Logos y un movimiento inmanente al Logos, una dialéctica de la Lógica diferente de su dialéctica fenomenológica; pem esas diferencias dt!l Logos son diferencias «en el contenido mismo». (Sobre este problema, particularmente delicado, cf. nuestro capítulo final: Fenome- llología y Lógica.) 32. Pllénomélwlogie, I, p. 7l (Fenomenología, p. SS). 19 tras que la muerte es en la Naturaleza una negacwn externa, el espíritu lleva la muerte en él y da a aquélla su sentido positivo. Toda la Fenomenología será una meditación sobre esta muerte de que la consciencia es portadora y que lejos de ser exclusiva- mente negativa, el fin en la nada abstracta aparece, al contrario, como una Aufhebung, como una ascensión. Hegel lo dice expre- samente en un texto de la Fenomenología a propósito de la lu- cha de las autoconsciencias que se enfrentan en la vida natural: «Su operación es la negación abstracta, no la negación de la consciencia que suprime ele forma tal que conserva y retiene lo que ha suprimido; por eso mismo sobrevive al hecho de pasar a ser suprimida.» 33 Y, con respecto al espíritu ético, Hegel dirá del culto a los muertos en la ciudad antigua que tiene por fina- lidad arrebatar la muerte a la Naturaleza para hacer de ella lo que es realmente para el hombre, una operación de la auto- consciencia. Así, pues, la muerte del ser-ahí natural no es más que la nega- ción abstracta de un término A, que es únicamente lo que es; en cambio, la muerte en la consciencia es un momento necesario por medio del cual la consciencia sobrevive y se eleva a una for- ma nueva. Esa muerte es el comienzo de una nueva vida de la consciencia.34 Como la consciencia es su propio concepto para sí, se transciende sin cesar y la muerte de lo que ella con- sideraba su verdad es la aparición de una verdad nueva: «La consciencia sufre, por tanto, una violencia que procede de sí misma, violencia por la cual se echa a perder toda satisfacción limitada.» 35 Esta angustia que posee a la consciencia humana y la empuja siempre hacia adelante hasta que deja de ser una consciencia humana, un entendimiento humano como ocurría en Kant, pero que afecta al saber absoluto que al mismo tiempo que saber del objeto es autosaber y al mismo tiempo que auto- saber es saber del objeto, no representa solamente, como ya he- mos señalado, una angustia en el orden del conocimiento, sino una angustia existencial como tiende a probar toda la Fenome- nología. «Pero esta angustia no puede sosegarse; en vano quiere fijarse en una inercia sin pensamiento: en ese caso el pensa- miento quebrantará la ausencia de pensamiento y su inquietud alterará esta inercia; en vano se aferra a una cierta forma de sentimentalidad que asegura que todo es bueno en su especie: esta seguridad sufrirá igualmente violencia de parte de la razón, la cual no encuentra nada bueno, precisamente por tratarse de una especie.» 36 Se ha señalado con fre<;:uencia que la Fenome- 33. Phénoménologie, I, 160, Cf. igualmente el prólogo a la Fenomenología (ed. francesa, I, p. 29). · 34. En su libro sobre El idealismo alemán, RoYCE ha!Jla de metempsicosis a propósito de la sucesión de las figuras de la Fenomenología de Hegel. 35. Phénoménologie, I, p. 71 (Fenomenología, p. 56). 36. Phénoménologie, I, p. 71 (Fenomenología, p. 56). 20 nología no es tanto una reducción de la experiencia de la vida de la consciencia a términos lógicos como una· descripción de esa misma vida que cobra una cierta forma lógica,37 Vemos cómo es interpretada la negación en esta introducción y cómo queda asi- milada a lo que es la muerte en la vida humana. Por lo demás la dialéctica se define en la introducción como la experiencid misma de la consciencia. III. La técnica del desarrollo fenomenológico, Éste es pre- cisamente el último punto que nos falta examinar. ¿Cuál es el método del desarrollo? Fichte, en la deducción de la represen- tación, y Schelling, en el sistema del idealismo transcendental, habían señalado ya un proceso de la consciencia que la conduce al saber filosófico, al autosaber. Schelling, que en este punto sigue a Fichte, define el idealismo trascendental en los siguien- tes términos: «Si para la filosofía transcendental lo subjetivo tiene sólo una realidad primera, no se ocupará inmediatamente más que de lo subjetivo en el saber, lo cual va a constituir su objeto. Lo objetivo sólo indirectamente pasará a ser óbjeto para él, y mientras que en el saber común el saber mismo (el acto del saber) desaparece ante el objeto, recíprocamente, el objeto desaparecerá en tanto que objeto y no quedará más que el acto por medio del cual se opera el saber. El saber transcendental es, por tanto, un saber del saber en cuanto que es puramente subjetivo.» 38 Es el saber del saber (la atitoconsciencia), presu- puesta en principio por el filósofo, lo que la consciencia común debe hallar de nuevo al término de su desarrollo. Lo mismo ocurre también en Fichte, por lo que -esto es característico de su idealismo subjetivo- el yo continúa ocupado consigo mismo. Si la consciencia común se pierde en su objeto, deberá sentir que siente, se sentirá a sí misma, se intuirá en la intuición, se sabrá en su representación, Así es como llega a ser para sí lo que es en sí, es decir, lo que es para el filósofo, y el saber del saber en tanto que puramente subjetivo es claramente el térmi- no de su evolución. La consciencia reflexiona siempre sobre sí misma, se encuentra a sí misma en el objeto que creía encon- trar, pero de esta manera el mundo -o la denominación que quiera darse 'a ese otro término de la consciencia- desaparece. La reflexión es . siempre una reflexión sobre sí, únicamente puede hallar el yo en su aridez.39 Pero el idealismo hegeliano es de dis- tinto tipo: se toma en serio la teoría de la identidad, con respecto a la cual Schelling no vio el partido que podía sacar. «En cam- bio, el conocimiento científico exige que uno se abandone a la vida del objeto o, lo que es lo mismo, que se tenga presente y 37. Por ejemplo ROYCE (Lectures of modérn idealism); GLOCKNER cuando opo- ne «pantmgismo y panlogismo» de Ht.!gel, en su Hegel; N. HARTMANN en su «Teorfa de una. dialéctica de lo real en Hegel• (op. cit., p. 155), etc. 38. SCHELLING, S. Werke, III, p. 345 .. 39. La expresión es de Hegel (PI!éi!OIIIéno/ogie, l, p. 72). 21 que se exprese la necesidad interior de ese objeto.» 4o Aquí el objeto del filósofo es, desde luego, el saber de la consciencia común, pero debe tomar ese saber tal como se da y no intervenir en él. Por ahí es por donde el idealismo subjetivo que admitía aun Schelling para la segunda ciencia de su filosofía, la que parte de lo subjetivo, queda superado siendo también un idealismo objetivo. No se trata en este caso de un juego de palabras. La diferencia es profunda, por lo cual vale la pena insistir. Para Schelling, como para Fichte, a pesar de su teoría de .la identidad de lo subjetivo y de lo objetivoen el saber, el idealismo tras- cendental es un «saber del saber en tanto que es puramente sub- jetivo». El retorno a la identidad se efectuará luego de una ma- nera más o menos artificial. Para Hegel las cosas son distintas. La consciencia es considerada tal, como se da, y se da como una referencia a lo otro, objeto, mundo o Naturaleza. Es muy cierto que este saber de lo otro es un autosaber. Pero no es menos ver- dad que este autosaber es un saber de lo otro, del mundo. Así, pues, en los varios objetos de la consciencia descubrimos lo que ella misma es: «el mundo es el espejo en que volvemos a encon- trarnos». No se trata, pues, de oponer el saber del saber al saber de lo otro; se trata de descubrir su identidad. Y esto representa una nueva forma de estudiar la consciencia y sus metamorfosis, como indica justamente Hartmann. «Este nuevo camino es el descubrimiento propio de Hegel, un novum en la filosofía, un ca- mino de la concepción de sí ·de la consciencia en sus transforma- ciones . sobre el fundamento de la concepción de sus objetos en sus transformaciones.» 41 Queremos concebir la consciencia, pre- guntamos lo que para elia es el mundo, lo que la consciencia da como su verdad. En su objeto descubrimos la propia consciencia objetivamente y, en la historia de sus objetos, es su propia his- toria lo que vamos a leer. Inversamente, y esto tiene que ver con el idealismo subjetivo, la consciencia debe descubrir que esta historia es la suya y que, al concebir su objeto, se concibe a sí misma. Al término de esta fenomenología, el saber del saber no se opondrá a ninguna otra cosa; en efecto, será, de acuerdo con la propia evolución de la consciencia, autosaber y saber del objeto. Y como este objeto, lo Absoluto de Hegel, es el espíritu en su riqueza plenaria, se podrá decir que es el espíritu el que se sabe a sí mismo en la consciencia y que la consciencia se sabe como espíritu. En tanto que saber de sí mismo, no será lo Absoluto más allá de toda reflexión, sino lo Absoluto que reflexiona sobre sí. En este sentido, será Sujeto y no ya solamente Substancia.42 40. Plu!noméllo/ogi~, I, p. 47. 41. N. HARn!.INN, op. cit., 11, p. 80. 42. Cf. el prólogo a la Fenomenología (ed. francesa, 1, p. 17): «Según mi manera de ver, que se justificará únicamente en la presentación del sistema, todo depende de este punto esencial: aprehender y expresar lo verdadero no como sustancia, sino precisamente también como Sujeto ... >>; y (p. 21): «La ne- cesidad de representar lo Absoluto como sujeto ... >> (Fetzomenología, p. 15). 22 Precisamente en este punto la filosofía hegeliana, como feno- menología, difiere de la reflexión kantiana y también del idealis- mo transcendental de Schelling. Hemos citado antes un texto de Schelling que define el idealismo transcendental como punto de vista del saber del saber en tanto que puramente subjetivo. Schelling empieza, efectivamente, por suponer la autoconsciencia filosófica -lo que Hegel llama ciencia- y muestra cómo la cons- ciencia común, reflexionando sobre sí misma, debe alcanzar lá ciencia ya planteada. Se trata de medir el saber empírico con la verdad filosófica, «pero en el punto en que la ciencia únicamente surge, ni ella misma ni alguna otra cosa se justifica como la esen- cia o..como en el en sí y sin ello ningún examen parece posible».43 De hecho, hay que tomar la consciencia como se presenta, sin interpretarla todavía. Ahora bien, en ella existen dos momentos; tener consciencia representa distinguir de sí aquello de lo que se tiene consciencia, distinguirlo y al mismo tiempo contar con ello. «La consciencia distingue ele sí misma precisamente aquello con lo que al mismo tiempo se relaciona.» 44 El ser para la consciencia es para ella, algo externo a esa relación, que la consciencia plan- tea al mismo tiempo como lo que es en sí. «El lado de este en sí se llama verdad.» 45 Así, pues, la consciencia sabe algo, tiene una certeza y aspira a una Verdad que es independiente de su cer- teza. Ahora bien, si nosotros, es decir, el filósofo, consideramos el saber como nuestro objeto, su en sí es su ser-para-nosotros. La Verdad del saber cae entonces en el saber del saber, en la consciencia filosófica. La medida del saber de la consciencia co- mún es el saber que presuponen desde el punto de partida Fichte y Schelling. Pero en este caso, la medida pertenece a la cons- ciencia filosófica, no a la consciencia común. Ha sido impuesta desde el exterior y no se ve por qué la consciencia iba a estar obligada a aceptarla: «La esencia o la pauta radicarían en noso- tros y lo que debiera ser comparado con esta pauta, aquello so- bre lo que debe tomarse una decisión como consecuencia de la citada comparación, no estaría necesariamente obligado a reco- nocer esa pauta.» 46 Por ello, el saber fenoménico debe probarse a sí mismo; el filósofo no debe ser más que el espectador de su experiencia. En efecto, la medida o la pauta de que se sirve la consciencia no radica fuera de ella, en un saber filosófico que todavía le es extraño; la medida radica en la consciencia. «La consciencia nos da en ella misma su propia pauta, razón por la .cual la investiga- ción consistirá en una comparación de la consciencia consigo mis- ma.» 47 Es, efectivamente, la consciencia quien pone un momento 43. Phénoménologie, 1, p. 72 (Fenomenología, p. 56). 44. Pl!énoménologie, I, p. 72 (Fenomenología, pp. 56-57). 45. Phénoménologie, I, p. 73 (Fenomenología, p. 57). 46. Pl!énonzénologie, I, p. 73 (Fenomenología, p. 57). 47. Plzénoménologie, 1, p. 73 (Fenomenología, p. 57). 23 de la verdad y un momento del saber y quien distingue uno del otro. Al designar lo que para ella es la verdad, la consciencia nos da la pauta de su propio saber. Se trata, por tanto, de asistir a su experiencia, que es una comparación de lo que para ella es la verdad, el en sí, y el saber que sobre ésta tiene. «En lo que la consciencia designa en su seno como el en sí o como lo verda- dero tenemos la pauta que ella misma establece para medir su saber.>> 48 Una consciencia particular como las que volveremos a encontrar a lo largo del desarrollo fenomenológico se caracteriza por una cierta estructura. Se trata de una forma o, mejor, de una figura de la consciencia (Gestalt). Esta figura es tan objetiva como subjetiva. Para ella lo verdadero es un cierto mundo pues- to como si fuera en sí, es la inmediatez sensible, o la Cosa de la percepción, o la Fuerza, o incluso la Vida, pero con lo verdadero se relaciona un cierto saber que es saber de lo verdadero, de ese objeto puesto como si fuera en sí. También se puede llamar al saber, concepto y a lo verdadero, objeto o, al contrario, a lo verdadero concepto y al saber objeto, es decir, el objeto como es para otro; no deja de haber por ello una diferencia que es el alma del desarrollo de esta figura. <<En efecto, el examen consiste en ver si el concepto corresponde al objeto y si el objeto corresponde a su concepto.» 49 La teoría del conocimiento resulta ser al mismo tiempo teoría del objeto de conocimiento. No se puede separar la consciencia de lo que para ella es su objeto; la consciencia es también autoconsciencia. En ella están ambos momentos y son di- ferentes: «[ella] es consciencia de lo que es lo verdadero y cons- ciencia de su saber de esta verdad.» Pero esos dos momentos se relacionan entre sí y precisamente esa relación es lo que se de- nomina experiencia. La consciencia prueba su saber en lo que tiene por verdadero y, en tanto q1,.1e todavía es consciencia finita, una figura particular, se ve obligada a superarse. Su saber acerca de lo verdadero cambia cuando descubre la inadecuación que está presente en él. La consciencia hace en su objeto la experiencia ele sí misma y en su saber la experiencia de su objeto. Así, pues, progresa por sí misma de una figuraparticular a otra, sin que el filósofo tenga otra función que la de ser espectador del des- arrollo de ese proceso; «no solamente no tenemos que intervenir por la razón de que concepto y objeto, pauta y materia a examinar, se hallan presentes en la propia consciencia, sino que también nos vemos dispensados del trabajo que representa la comparación entre ambos, de suerte que cuando la consciencia se examina a sí misma lo único que nos queda al respecto es el puro acto de ver lo que pasa». so Hemos señalado ya que la experiencia no lleva sólo al saber, sin8 también al objeto, puesto que el saber particular es saber 24 48. Plzénonzénologie, I, p. 73 (Fe11omenología, p. 57). -!9. l'lzénomé¡¡ofogie, I, pp. 73-74 (l'enozne11ología, p. 57). 50. l'lzéiWIIZ<hzo!og~e. 1, p. 74 (Fenomenología, p. 58). del objeto. La consciencia prueba su saber para hacerle adecuado a lo que ella tiene por verdadero -un cierto mundo puesto como si fuera en sí-, pero al cambiar su saber, el objeto cambia igual- mente. Era el objeto de un cierto saber; puesto que el saber pasa a ser otro, también el objeto ha de ser otro. Aquello que la cons· ciencia tenía por en sí, puesto como si fuera lo verdadero absoluto, queda descubierto, en el momento en que la consciencia prueba su saber sobre él, como algo que únicamente era en sí para ella. Tal es precisamente el resultado de la experiencia: la negación del objeto precedente y la aparición de un objeto nuevo que, a su vez, origina un nuevo saber. En efecto, la «pauta del examen cambia si aquello de lo cual ésta debía ser medida no subsiste a lo largo del examen; y el examen no es solamente un examen del saber, sino también un examen de su unidad de medida».s1 Así, pues, la teoría del conocimiento resulta ser al mismo tiempo una teoría de su objeto. «Este movimiento dialéctico que la consciencia ejerce en sí misma, tanto en su saber como en su objeto, en cuanto que surge ante ella el nuevo objeto verdadero, es propiamente lo que se denomina experiencia.» s2 En esta definición, Hegel asimila la ex- periencia que hace la consciencia a una dialéctica, pero, a la inver- sa, nos hace comprender cómo la dialéctica, principá.lmente en la Fenomenología, es propiamente una experiencia. Ello no obstante, hay una diferencia entre la dialéctica y la experiencia que hace la consciencia. La reflexión sobre esta diferencia nos permitirá comprender por qué la fenomenología puede ser también una cien- cia y por qué manifiesta una necesidad que sólo tiene significación para la consciencia filosófica y no para la consciencia que se com· promete a sí misma en la experiencia. En la experiencia, en el sentido habitual•.del término, la cons- · ciencia ve desaparecer aquello que hasta entonces consideraba como verdadero y en sí, pero al mismo tiempo ve aparecer, como si fuera algo nuevo, encontrado, un objeto diferente.s3 «Este nuevo objeto contiene la anulación del primero y es la experiencia hecha sobre él.» 54 Pero a la consciencia le parece otra cosa; tras haber renegado de su primera verdad, cree descubrir ahora una segunda completamente distinta. Por eso la plantea como si se opu- siera a ella, como objeto, Gegenstand, y como lo que resulta del movimiento anterior, como lo que nace de él (Enstandenes, y no 51. Phénoménologie, 1, p. 75 (Fenomenología, p. 58). 52. Phémmzéno/ogie, J, p. 75 (Fenomenología, p. 58). 53. Tal es, por lo demás, el sentido usual de la palabra «experiencia». En la experiencia, la consciencia ve aparecer algo nuevo que se opone a ella, un objeto. Pero, para la consciencia filosófica, este objeto (Gegenstand) es engendrado; lo ve nacer del desarrollo anterior ( Entstandenes), mientras que la consciencia fenoménica olvida este pasado, siempre vuelve a empezar en cada experiencia como si naciera de nuevo. 54. Phénoméno/ogie, I, p. 75 (Fenomenología, p. 59). 25 Gegenstand). En este sentido la experiencia aparece a la cons- ciencia como un descubrimiento de mundos nuevos, y ello es así porque olvida su devenir; como el escepticismo, no ve más que el resultado negativo de su experiencia anterior, vuelta hacia su porvenir y no hacia su pasado, no ·puede comprender que esta experiencia era una génesis de lo que para ella es un nuevo objeto. Por todo lo dicho, la necesidad de la experiencia que hace la consciencia se presenta doblemente iluminada o, mejor, hay dos necesidades, la de la negación del objeto efectuada por la propia consciencia en su experiencia, en la prueba de su saber, y la ·de la aparición del objeto nuevo que se opera a partir de la ex- periencia anterior.ss Esta segunda necesidad sólo radica en el filósofo que vuelve a pensar el desarrollo fenomenológico; existe ahí un momento del en sí o del «para nosotros» que no se encuen- tra en la consciencia: «Esta circunstancia es la que acompaña la sucesión completa de las figuras de la consciencia en su necesidad. Pero es esta misma necesidad, o el nacimiento del nuevo objeto, que se presenta a la consciencia sin que ésta sepa cómo ocurre, lo que para nosotros sucede, por así decirlo, a sus espaldas. En este movimiento se produce, por tanto, un momento del ser en sí o del ser para nosotros -es decir, el filósofo-, womento que no está presente para la consciencia que se halla por sí misma inmersa en la experiencia.» 56 El contenido es captado por ella, pero no su génesis; todo ocurre como si la consciencia olvidara su propio devenir, que, en cada momento particular, le hace ser lo que es. <<Lo que ha nacido es para ella solamente como objeto [Gegenstand], mientras que para nosotros es al mismo tiempo en cuanto movimiento y en cuanto devenir,)) 57 Basta con tomar unos cuantos capítulos de la Fenomenología para darse cuenta, efectivamente, de que cada momento es el resultado de un devenir que la propia consciencia ignora. Sólo el filósofo ve en la Füerza, objeto del entendimiento, el resultado del movimiento de la consciencia perceptiva, o también en la Vida, que es como un objeto nuevo, el resultado de la dialéctica de lo infinito que era propia del entendimiento. Así, pues, las diversas consciencias particulares que se encuentran en la Fenomenología se hallan vinculadas unas con otras no a través de un devenir contingente, que es lo que ordinariamente se entiende por ex- periencia, sino por medio de una necesidad inmanente que sólo 55. Se podría llamar a esta necesidad retrospectiva. 56. Phéuomérwlogie, 1, pp. 76-77 (Fenomenología, pp. 59-60). 57. Phénoménologie, 1, p. 77 (Fenomenología, p. 60). La Fenomenologta es teoría del conocimiento y filosofía especulativa al mismo tiempo; pero sólo es filosofía especulativa para nosotros (cf., sobre este punto, nuestra conclu- sión: Fenomenología y Lógica). Es decir: la Fenomenología de Hegel es al mis- mo tiempo descripción de la consciencia fenoménica y comprensión de esta consciencia por el tilósoto. 26 existe para el filósofo. «A esta necesidad se debe el que un tal camino hacia la ciencia sea ya él mismo ciencia y el que, en cuanto a su contenido, sea la ciencia de la experiencia de la cons- ciencia,» ss 58. Pl!énoménologie, 1, p. 77 (Fenomenología, p. 60). La sucesión de las «experiencias» de la consciencia en la Fenomenología no es, por tanto, contin· gente más que paz·a la consciencia fenoménica. En cuanto a nosotros, que colec- tamos esas experiencias; descubrimos al mismo tiempo la necesidad de la pro- gresión que va de una a otra. Lo que la Fenomenolog{a demuestra es la inma· nencia de toda experiencia a la consciencia. Hay que reconocer, por otra parte; que esta necesidad (sintética) no siempre resulta fácil de captar, y el. pasaje parece a veces arbitrario al lector modemo. El citado paso plantea además el problema de las relaciones entre historia y fenomenología. 27 11. Historia y Fenomenologíal. El espíritu es historia. Antes de entrar en el estudio de la estructura de la Fenomenología hay que plantearse un problema que resulta imposible eludir. ¿Es la Fenomenología una historia de la Humanidad o pretende al menos ser una filosofía de esta historia? Ya en su sistema del idealismo transcendental Schelling planteaba en términos muy generales el problema que debe resol- ver una filosofía de la historia. No será inutil recoger aquí las indicaciones -pues no otra cosa son que indicaciones, en efecto- que contiene ese sistema con la finalidad de percibir mejor las semejanzas y las diferencias entre la Fenomenología y la citada filosofía de la historia. Schelling se plantea la cuestión de una <<posibilidad transcen- dental de la historia»,I cuestión que debe conducirle a una filoso- fía de la historia que será para la filosofía práctica lo que la Naturaleza es para la filosofía teórica. En efecto, en la naturaleza se hallan realizadas las categorías de la inteligencia, en la historia hallan su expresión las de la voluntad. El ideal práctico, el de un tipo de derecho cosmopolita, no es para un individuo determinado más que un ideal lejano cuya realización depende no solamente de su libre arbitrio, sino del libre arbitrio de los demás seres ra- cionales. La historia afecta, pues, a la especie y no al individuo, «por cuanto que todas mis acciones conducen en último término a un resultado cuya realización no puede ser alcanzada por el individuo sólo, sino por toda la especie».2 Así, pues, sólo hay his- toria de la Humanidad. Ahora bien, esa historia de la Humanidad únicamente es posible a condición de que en ella la necesidad se encuentre reconciliada con la libertad, lo objetivo con lo subjetivo, lo inconsciente con lo consciente. En otros términos: «La libertad debe estar garantizada por un orden que sea tan manifiesto y tan inmutable como el de la Naturaleza.» 3 La historia debe tener un sentido. En ella la libertad debe ser realizada necesariamente, lo arbitrario del individuo sólo debe desempeñar un papel episódico y fragmentario. Para que exista realmente una historia de la Hu- manidad que sea para la filosofía práctica !.o que la Naturaleza es l. SciiELLING,. op. cit., III, p. 590. 2. lbid., p. 596. 3~ lmd., p. 593. Sobre Jos antecedentes de este pensamiento histórico en la- filosofía alemana, el origen Jeibniziano de la finalidad en la historia, cf. M. GUEROULT, L'évo/uticm et la strucltlr~ de la doctrine de la Science, 1930, I, pp. 8 y SS. 28 para la filosofía teórica, resulta r1ccesario que •a la acción cons- ciente de las individualidades se añada una acción inconsciente. Es- ta identidad entre libre arbitrio y necesidad es lo que permite a: Schelling hallar de nuevo su absoluto en la historia y ver en la historia no solamente una obra de los hombres sin garantía de eficacia permanente, sino una manifestación o una revelación de lo Absoluto. «La necesidad debe existir en la libertad (precisa- mente por mi libertad) y mientras yo creo obrar libremente, debe producir inconscientemente, es decir, sin mi participación, algo que no preveo; en otras palabras: a la actividad consciente, a esta actividad que determina libremente, ya deducida, debe opo- nerse una actividad inconsciente por medio de la cual y sin que el autor de la acción se de cuenta, sin que lo quiera en absoluto y acaso incluso contra su voluntad, venga a añadirse a la más ili- mitada manifestación externa de la libertad un resultado que jamás hubiera podido realizar voluntariamente.» 4 Apare'ce fácil- mente captable aquí la diferencia entre el pl,lnto de vista de Fichte, que se mantiene en un orden moral del mundo que debe ser, pero localiza en la historia una realización efectiva y necesaria -destino o providencia- de la libertad misma. En este punto Hegel seguirá a Schelling. En las pasiones humanas, en los fines individuales· que los hombres creen perseguir, verá únicamente las astucias de la razón, que por ese medio llegan a realizarse efectivamente. La his- toria es una teodicea -la expresión pertenece a Schelling antes de que Hegel la hiciera suya. Pero aunque Schelling indica la posibilidad de una fliosofía de la historia, no la lleva a cabo. Se contenta con volver a hallar en la historia la identidad entre lo subjetivo y lo objetivo, que es para él lo Absoluto, sin mostrarnos cómo lo Absoluto consigue reflejarse o manifestarse precisamente bajo la forma de una his- toria. En efecto, ¿cómo es posible la síntesis entre la actividad consciente y la actividad inconsciente? Schelling 1a pone o, mejor, la presupone: «Una armonía tal preestablecida entre lo objetivo (lo que es conforme a la ley) 'y lo determinante (lo que es libre) sólo puede ser concebida por medio de un término superior ele, vado por encima de ambos y que, por consiguiente, no es ni inteli- gencia ni libertad, sino la fuente común de lo que es inteligente y de lo que es libre.» s La manera misma en que Schelling plantea el problema .le conduce a separar radicalmente lo absoluto de la reflexión que aparece en la consciencia, la esencia de su manifesta- ción. El texto que citamos a continuación lo muestra quizá con más claridad aún. «Si este término superior no es otra cosa que el principio de la identidad entre lo absolutamente subjetivo y lo absolutamente objetivo, entre lo consciente y lo inconsciente, que se separan en la acción libre para manifestarse, entonces el tér- 4. SCHELLING, op. cit., III, p. 594. 5. SCHELLING, op. cit., lll, p: 600. 29 mino superior no puede ser sujeto, ni objeto, ni ambas cosas a la vez, sino que será la absoluta identidad en la cual no hay dua- lidad y que, precisamente porque la dualidad es la condición de toda consciencia, no puede llegar jamás a la consciencia.» 6 Así, pues, lo Absoluto de Schelling, condición de la historia, se eleva por encima de la propia historia. Sin duda Schelling es- cribe, con una fórmula muy próxima a la de Hegel, que «la his- toria, considerada en su conjunto, es una revelación continua y progresiva de lo Absoluto>>, pero no llega a tomarse en serio esta afirmación y a sacar de ella una verdadera filosofía del espíritu en la historia. La historia es para él una manifestación de lo Absoluto de la misma manera que lo es la Naturleza, y lo Absoluto no conoce la reflexión sobre sí que es lo que daría lugar a lo que Hegel llama un Sujeto. «Según mi manera de ver, que sólo se justificará en la presentación del sistema, todo depende de este punto esencial: aprehender y expresar lo verdadero no como substancia sino precisamente también como sujeto.» 7 Así, pues, Schelling sigue siendo para Hegel un spinozista; ha captado la identidad de lo Absoluto pero no ha podido pasar desde ahí a la reflexión, que en su sistema, resulta extraña para la vida de lo Absoluto. Por eso, la identidad de Schelling es juzgada severa- mente en el prólogo a la Fenomenología: «Considerar un cierto ser-ahí como es en lo Absoluto equivale a declarar que se habla de él como de un algo; pero que en lo Absoluto, en el A = A, no hay de hecho tales cosas porque en él todo es uno.» a «Ese Ab- soluto es como la noche, en que todas las vacas son negras.» '~ Es precisamente a propósito de la historia como mejor com- prendemos las diferencias entre la filosofía de Schelling y la de Hegel. Al margen de los textos que hemos citado anteriormente y que parecerían indicar ya en Schelling la existencia de una filoso- fía de la historia próxima a la de Hegel, no hay que dejarse enga- ñar por esas aparente& semejanzas. Schelling partió de una intui- ción de lo Absoluto que le condujo principalmente a una filosofía de la Naturaleza. El saber debe identificarse con la vida. La vida orgánica en tanto que producción inconsciente de la ·inteligencia es como la producción artística, en la cual lo conscjentese añade a lo inconsciente, una manifestación de lo Absoluto. El saber debe remontar esas diferencias, que no son más que di- ferencias cuantitativas, diferencias potenciales, hasta llegar al 6. !bid. 7. Pht!noméno/ogie, 1, p. 17 (Fenomenología, p. 15). Sobre la idea de una revelación progresiva, cf. principalmente Lessing (cuya influencia sobre el joven Hegel fue importante) y particularmente: Das Christentum der Vernunft y Die Erziehung des Menschengesch/echts. 8. Phénoméno/ogie, 1, p. 16 (Fenomenología, p. 15). * La versión francesa de la expresión hegeliana dice: «Cet Absolu est la nuit dans /aquel/e tollfes les vaches sont naires.» El giro equivalente en castellano sería: «La noche en que todos los gatos son pardos.» (N. del T.) 30 origen primero. Coincidir con él es lo que Schelling llama in- tuición intelectual. Por ello esta pura intuición de la vida se halla más allá o más acá de toda reflexión. La reflexión le es externa. Está claro que en Hegel, en sus trabajos de juventud y particular- mente en el «System-fragment», pueden encontrarse expresiones parecidas a las de Schelling -«pensar la vida pura: he ahí la tarea»-,9 pero nos parece, a pesar de todo, que incluso esos trabajos de juventud denotan otra orientación. Lo que a Hegel le interesaba no era la vida orgánica o la vida de la Naturaleza en general, sino la vida del espíritu en cuanto que esta vida es his- toria. En este sentido desde sus primeros pasos el pensamiento hegeliano es. un pensamiento de la historia humana, mientras que el de Schelling es un pensamiento de la Naturaleza o de la vida en general. Ahora bien, la visión que Hegel tiene de la his- toria es una visión trágica. La astucia de la razón no se presenta en ella corno un simple lazo de unión entre lo consciente y lo inconsciente, sino corno un conflicto trágico perpetuamente supera- do y perpetuamente renovado entre el hombre y su destino. Ese es el conflicto que Hegel trató de pensar, y de pensarlo en el seno mismo de lo Absoluto. «Así, pues, la vida de Dios y el conoci- miento divino pueden ser expresados, si se quiere, como un juego del amor consigo mismo, pero esta idea se rebaja a lo edificante e incluso hasta la insulsez cuando faltan en ella la seriedad, el dolor, la paciencia y el trabajo de lo negativo.» 10 El pantragisrno de la historia y el panlogisrno de la lógica no son más que una misma cosa, corno revela ya ese texto en el que Hegel habla a la vez del dolor y del trabajo de lo negativo. En la Fenomenología, la dualidad que Schelling negaba a lo Absoluto y que constituye el fondo de la historia es un momento esencial: caracteriza la consciencia, pero esta consciencia no es por ello extraña a lo Absoluto. Al ·contrario, Su desarrollo his- tórico es la reflexión de lo Absoluto -el espíritu- sobre sí mismo. Antes de preguntarnos en qué sentido es una historia esa reflexión de la consciencia -y qué clase de historia-, importa precisar aún, de acuerdo con algunos textos de la Fenomenología, la importante relación que, para Hegel, mantienen espíritu e his- toria. El espíritu para He gel es historia, tesis fundamental que es idéntica a aquella según la cual lo Absoluto es sujeto; «pero la Naturaleza orgánica no tiene historia» li y no la tiene porque en ella la universiüidad no es más que un interior sin desarrollo efectivo. Naturalmente que hay individuos vivos, pero la vida no llega a expresarse en ellos más que como universal abstracto, 9. Cf. los Escritos teológicos de Hegel, ed. Nohl, pp. 302, 345 y ss., Y nues- tro artículo sobre los trabajos de juventud de Hegel en «Revue de Méthaphy- sique et de Morale», julio-octubre de 1935. Para simplificar designaremos las HEGEL'S Theologische Jugerzdschriften, herausgegeben vo11 D. H. Noill, Mohr 1907, abreviadamente, por el nombre del editor: ed. Nohl. 10. Phénoménologie, 1, p. 18 (Fenomenología, p. 16). 11. Phénoménologie, 1, p. 247 (Fenomenología, p. 179). 31 como negación de toda determinación particular. En otros térmi· nos: el sentido de la vida orgánica es la muerte, la anulación de todo lo que pretende darse una subsistencia separada. La intuición de la vida como vida universal o bien se pierde en la contingencia de los individuos separados, o bien se halla en ellos como la potencia que los anula y que los hace efectivamente vivos. Tratar de alcanzar esta intuición de la vida creadora de individua- lidades siempre nuevas o destructora de esas individualidades -lo cual tiene la misma significación, pues ese doble proceso no es más que uno solo: reproducción y muerte- representa hundirse «en la noche, en la cual todas las vacas son negras», El texto de Hegel que ahora comentamos y que pertenece a una de las partes más oscuras de la Fenomenología -«la observación de la Naturaleza como observación de un Todo orgá- nico»- 12 está dedicado a una posible filosofía de la Naturaleza para la consciencia que aquí se ofrece como razón. En su sistema del idealismo trascendental, Schelling efectúa paralelamente la de· ducción de las «épocas» de la autoconsciencia y de las categorías de la Naturaleza o de la historia. En la segunda época, el Yo se eleva desde la intuición productiva a la reflexión, toma cons- ciencia de esta producción que era inconsciente en la primera épo- ca. En esas condiciones el Yo productor, la inteligencia, no sólo debe tener consciencia de un producto que le es externo y que se ofrece a él como si viniera de otra parte, sino que debe ser consciente de la actividad misma de producir, Ahora bien, como únicamente puede tener consciencia de un producto finito, es preciso que se le ofrezc;:a un producto que sea a la vez finito e infinito, en el cual haya, en cierto sentido y bajo un modo objetivo, la intuición de su propia actividad productiva. Tal producto es para Schelling el mundo orgánico, el Universo viviente. «Toda planta, por ejemplo, es un símbolo de la inteligencia.» 13 En este universo de la vida la inteligencia se contempla a sí misma, por decirlo así. De la misma manera que la inteligencia es un esfuerzo infinito por organizarse a sí misma, así también .la vida en su totalidad se manifiesta por medio de una serie de grados, una especie de «historia» de la cual la organización se hace cada vez más autónoma. Es en esta vida donde la inteligencia puede contemplarse a sí misma por vez primera .. «¿Acaso no es la Naturaleza la odisea del Espíritu?» La obra que escribe Hegel es una Fenomenología del espíritu y no de la Naturaleza; eso no quiere decir que no haya lugar en ella para el pensamiento de la Naturaleza, pero mientras que Schel- ling, olvidando casi su punto de partida en el sistema del idealis- mo transcendental, que es el «estudio del saber subjetivo», se in- teresa por las categorías propias de la Naturaleza y las trata por ... sí mismas, Hegel se pregunta si la Naturaleza considerada en su 12. Phénoménologie, I, pp. 238-248 (Fenomenología, pp. 173-180). 13. SCHELLING, Of'. cit., JII, p. 489. 32 conjunto como un Todo orgánico puede proporcionar a la razón una expresión adecuada de lo que ella es. :E.ste sería, en nuestra opinión, el sentido del pasaje de la Fenomenología que examina- mos aquí; pero la respuesta es negativa. Lo que la razón contem- pla en el conjunto de la Naturaleza es un silogismo cuyos términos extremos son la vida universal como Universal y la tierra, el medio en cuyo seno se desenvuelven todos los vivientes. El tér- mino medio, por tanto, está constituido por los vivientes parti- culares, que no son más que los representantes de la vida uni- versal y que se hallan sometidos a influencias perturbadoras por parte del medio exterior de que dependen. Entre la organización del género en especies y las incesantes influencias del medio, el individuo vivo sólo representa para la razón una expresión
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