Logo Studenta

La region Geohistorica del Caribe. Carta

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Publicado en Revista Mexicana del Caribe Numero 15 (2003) 
 
LA REGIÓN GEOHISTÓRICA DEL CARIBE. LA TIERRA FIRME Y 
CARTAGENA DE iNDIAS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 
 
 
 
Antonino Vidal 
 
 
“Primero estaba el mar. Todo estaba oscuro. No había sol, ni luna, ni gente 
 ni animales, ni plantas. El mar estaba en todas partes. El mar era la madre. 
Ella era pensamiento y memoria” 
Mitología Kogi 
 
1. El medio natural. 
 
A escala regional, un elemento geográfico significativo para la comprensión 
del poblamiento prehistórico del norte de Sudamérica, las Antillas y Centroamérica, fue 
el carácter de mar interior que tuvo el Caribe para los pueblos indígenas que habitaban 
las costas ribereñas y sobre todo el papel primordial que jugó como centro de su mundo. 
Hecho que dio lugar a la configuración de una región geohistórica donde fue 
especialmente destacado el papel que representaron vientos y corrientes marítimas en el 
desplazamiento humano incluso a grandes distancias. El arribo de los grupos indígenas 
en sus canoas y piraguas de isla en isla y litoral continental, en los espacios marítimos 
interiores que conforman el Mar Caribe en una extensión de más de dos millones de 
Km
2
, se vio posibilitada por la configuración del parabólico arco antillano y de las 
cortas distancias que separan a las islas entre sí y con el continente, además de la acción 
constante de los vientos y las corrientes marítimas, que constituían, al permitir 
desplazamientos con relativa velocidad, verdaderos caminos de mar.
1
 
 
Durante los ultimos años hemos venido realizando una investigación acerca de 
las relaciones de Cartagena de Indias con la región histórica del Caribe, algo que los 
investigadores dedicados a la historia de aquel pais habían obviado. En los años 90 un 
grupo de historiadores costeños encabezados por Alfonso Múnera empezaron a plantear 
las preguntas desde la perspectiva regional mirando la historia de la costa colombiana 
de la región del Caribe2 desde el mar y no desde el mundo andino, desde donde se creó 
 
1
 Cunnil, “La Geohistoria”, 1999, p.24-27. Para un detallado estudio de las migraciones en el 
Caribe desde la prehistoria americana a finales del siglo XV de nuestra era, ver Veloz, “Las 
sociedades", 1999, p. 570-580. Sanoja, “Regiones" 1995-97, pp. 93-98. 
2
 Munera, El fracaso, Bel Lemus (comp), El Caribe, 
 
 
la historia de Colombia, obteniéndose resultados parciales y forzados a la necesidad de 
la construcción del proyecto político de la nación colombiana. Aprovechando la 
actualidad de la discusión y nuestro trabajo de investigación sobre el siglo XVII, nos 
planteamos bajar esta mirada a los primeros tiempos de la colonia y hacer algunas 
reflexiones al respecto, teniendo en cuenta los avances conseguidos en la interpretación 
de los poblamientos prehispánicos de la región en la década de los 90 por los 
arqueólogos. Observamos que desde los primeros años de la conquista, el Caribe tuvo 
una entidad propia como región y que fue el lugar donde los pueblos ibéricos 
organizaron su primera forma de vida en el Nuevo Mundo. Ello conllevó una serie de 
relaciones que necesariamente tuvieron que sustentarse sobre los patrones de 
asentamientros de los pueblos indigenas caribeños que fueron a su vez agentes activos 
en el desarrollo de los acontecimientos de este periodo. Por otro lado, el presente trabajo 
no deja de ser tan sólo una reflexión desde la historia y sobre todo, desde la posibilidad 
que nos ha brindado un trabajo de investigación más amplio sobre la ciudad puerto de 
Cartagena de Indias en la primera mitad del siglo XVII
3
, ello nos fue dando la 
posibilidad de recopilar datos, información y consultar autores que nos permitieron 
hacer este trabajo. En ningún momento pretendemos con estas reflexiones invadir el 
campo de los especialistas en antropología e historia prehispánica, queremos tan sólo 
pensar sobre la región, sobre ese mar cerrado, lugar de tantos encuentros, sobre ese 
laboratorio humano de mezclas e hibrideces. 
 
El Caribe y las Antillas constituyen arqueológica e históricamente un vasto 
espacio que incluye desde las costas del oriente atlántico de Sudamérica hasta lo que 
hoy es la República de Belice y península de Yucatán. Así como el arco de islas que, 
partiendo de la costa oriental de la actual Venezuela, se extiende casi hasta el sur de la 
Florida. En este enorme espacio la vida humana prehispánica se desarrollaron de muy 
variada manera sociedades muy ligadas al mar, que evolucionaron hasta alcanzar el 
manejo de las corrientes marinas y el medio ambiente rico en fauna.
4
 
 
La zona es una región natural de límites algo imprecisos pero con 
características comunes: es la faja de tierra continental que rodea un mar cerrado. La 
parte oriental estaría cortada al océano abierto por la pequeñas Antillas, Barbados, 
Dominica, Granada, etc., y al norte por las grandes Antillas. Es la región de clima 
tropical situada al norte del ecuador barrida por los vientos alisios nororientales, 
portadores de energía advectiva y humedad del Atlántico, vientos que soplan todo el año 
 
3
 Vidal Ortega, Catagena de Indias, 2002 
4
 Veloz “Las sociedades", 1999, p. 571. Parece demostrado que el tránsito de los primeros 
grupos preagricultores hacia las Antillas se produjo hacia el año 4000 a.C. Migraciones que se 
produjeron tanto desde Centroamérica como desde la costa oriental venezolana. 
 
 
y son de los más constantes y ricos en energía de la Tierra,
5
 y que fueron los 
responsables directos de la llegada de los pueblos ibéricos primero y el resto de los 
europeos posteriormente.
6
 Estos vientos soplan del Atlántico hacia el oeste, cruzando 
las islas a lo largo de las costas de la Tierra Firme empujando las aguas del mar Caribe 
contra las costas de la América central. 
 
Fue dentro de la corriente de vientos alisios donde los españoles encontraron su 
primera experiencia de vida en los trópicos americanos. Un clima cálido y húmedo que 
les permitió una rápida adaptación, pues las temperaturas extremas eran reguladas por la 
circulación de masas de aire, donde la variación térmica anual era muy pequeña entre 
los meses más cálidos y más fríos.
7
 El cambio estacional se reduce a la sucesión de una 
estación seca y otra lluviosa. Es en el verano cuando llueve, aunque por provenir los 
españoles de una tierra donde el fenómeno de la pluviosidad se da en invierno, llamaron 
así a la época de lluvias.
8
 
 
En un intento de construir los límites naturales de la región comenzaremos por 
describirla. En el extremo oriental de la Tierra Firme está la península de Paria, tierra de 
exuberante selva tropical, que en dirección al oeste en poco mas de cien kilómetros se 
acaba convirtiendo en la árida y semidesértica península de Araya, la tierra de las 
famosas y deseadas salinas. En dirección oeste, las lluvias escasean durante más de mil 
quinientos kilómetros, y tanto las tierras como las islas que se proyectan junto al mar, 
comprenden una de las áreas más ásperas y en ocasiones inhóspitas —península de 
Guajira— de la región. 
 
A partir de Cartagena, hay un aumento de la pluviosidad, tanto en intensidad 
como en duración, hasta más allá del Golfo del Darién. En la cuenca del río Atrato, el 
Istmo de Panamá y partes de Centroamérica se encuentra una de las regiones más 
lluviosas de los trópicos, especialmente ocupada por extensas selvas pluviales, 
manglares y un sinfín de terrenos pantanosos. 
 
 
 
 
 
5
 Watt Las Indias,1992, cap 1. 
6
 Chaunu, Conquista, 1973. Céspedes, Las Indias, 1972. Parry, El descubrimiento, 1989. 
7
 Watt, Las indias, 1992, p. 42-43. 
8
 El intento implícito de los conquistadores de recuperar o reconstruir la zonalidad perdida, les 
llevó a trastocar la realidad estacional tropical americana, por las imágenes de sus zonas 
originarias, por lo que las temporadas de lluvias y sequías en el Caribe obtuvieron esas 
apelaciones. Cunill, "La Geohistoria", 1999, p. 79. 
 
 
Precipitación anual en el Caribe. Fuente: Watt. 
 
Climas de la región Caribe. Fuente : Watt. 
 
En cuanto a las islas de la región, reciben los vientos alisios de manera 
transversal y su modelo geográfico de época de lluvias es bastante complejo, debido a 
estar afectadas en función del relieve y la exposición solar. En su mayor parte las 
1. Húmedo. 
2. Húmedo. 
3. Húmedo. 
4. Húmedo. 
5. Arido desértico. 
 
 
estaciones lluviosas de las islas son moderadas. En definitiva podemos decir que la 
historia natural de las islas (aves, reptiles, flora, grupos humanos, etc.) es básicamente 
una extensión reducida de la vecina Suramérica. Las islas son un corredor abierto a la 
dispersión orgánica por el sur, pero casi bloqueado al norte por el estrecho de la 
Florida.
9
 
 
 
2. La ocupación humana de la región. 
 
Región geohistórica, tal como la entendemos, se refiere a una comunidad de 
usos que de una misma región geográfica hacen diversos grupos territoriales 
diferenciados, los cuales a su vez están integrados por grupos domésticos que ocupan y 
usufructúan un determinado espacio geográfico.
10
 
 
Si las culturas se enriquecen al entrar en contacto con otras, los cambios y 
adelantos se desarrollan en el interior de los grupos mismos, después de adaptar a sus 
propias necesidades ideas y recursos materiales llegados del exterior. Y a través del mar 
Caribe, desde hacia varios miles de años,
11
 se había configurado una región cultural 
donde las migraciones, los viajes —encuentros fortuitos en muchos casos—, la 
adaptación a un medio ambiente parecido, favorecieron los influjos entre los diferentes 
grupos humanos que lo habitaban. 
 
Como afirmaba Carl O. Sauer en los años ochenta, demostrado en la actualidad 
por los más recientes estudios arqueológicos llevados a cabo durante la década de los 
noventa en toda la región,
12
 la población natural y autóctona que habitaba el Caribe era 
suramericana, étnica y culturalmente.
13
 El arco oriental del Caribe, al que llegaron 
Cristóbal Colón y sus compañeros de viaje por el océano Atlántico, estaba dominado 
por dos pueblos principales, que desde el punto de vista lingüístico —pues sus culturas 
materiales eran semejantes en términos generales—, se podían dividir en dos subgrupos: 
los que hablaban caribe y los que hablaban arawako, cuya historia común se había 
originado en principio en las selvas tropicales de las tierras bajas del trópico 
sudamericano. Ambos son comunes en las regiones del norte y nordeste de 
Sudamérica.
14
 En el momento del primer contacto europeo, todas las zonas del Caribe, 
salvo pequeñas áreas habitadas por poblaciones de mesoindios en lugares alejados e 
 
9
 Sauer, Descubrimiento, 1984, p. 19-21. Veloz, "Las sociedades", p. 571-586. 
10
 Sanoja y Vargas, Orígenes, 1992, p. 13-16. 
11
 Veloz, “Las sociedades", 1999 
12
 Ver los trabajos de Veloz y Sanoja, 
13
 Ibíd. pp. 21-22. 
14
 Brotherson, La América, 1997, p. 33. Quixalos y Auroux, S, “La geste du Caribe” 
 
 
inaccesibles, estaban ocupadas por gentes de una condición cultural y técnica más 
avanzada, familiarizadas con la agricultura, que hacían cerámicas de variados diseños y 
que eran marineros excepcionalmente diestros, y que en 1492 presentaban por doquier 
un conjunto bien equilibrado de rasgos culturales sudamericanos.
15
 
 
Los pueblos arawakos se habían expandido desde el continente a casi todas las 
islas habitables de las Antillas y habían aumentado demográficamente hasta ser 
poblaciones numerosas. A ellos, en una segunda oleada les siguieron los caribes, la 
última migración conocida por los pueblos originarios de la región antes de la llegada de 
los españoles, que se habían extendido por la mayor parte de las Antillas menores, al 
parecer pocas generaciones antes del descubrimiento.
16
 
 
Estas culturas, en general, conocieron y dominaron casi todo el litoral costero 
del Caribe. A excepción de las costas centroamericanas. Desde Panamá se hablaban 
lenguas de origen e influjos Chibchas por lo que estos grupos humanos estaban en 
mayor grado emparentados con las de la sierra norte colombiana. Pueblos con un grado 
de civilización menos complejo, aunque también de habla e influencias Chibcha, 
ocupaban las tierras caribes de Centroamérica hasta la actual Honduras.
17
 
 
Al norte de las grandes Antillas, el estrecho de la Florida formaba una barrera 
étnica entre el sur y Norteamérica muy marcada y clara. En Centroamérica se dio una 
separación cultural entre los pueblos aborígenes caribes y mesoamericanos, que nos 
permite establecer una línea imaginaria que iría desde el golfo de Honduras (el cabo 
Camarón) corriendo hacia el sur-sudeste hasta la costa más occidental de Panamá: 
aunque parece ser que la frontera de influjo cultural sudamericana se hallaba en una 
etapa de retroceso y disolución frente a la influencia de rasgos culturales de los pueblos 
mesoamericanas.
18
 
 
En general, las sociedades antillanas y de las costas continentales manejaban 
con propiedad y conocimiento su medio ambiente. Se trataba de navegantes
19
 que 
mantenían ciertos contactos y en ocasiones llegaban a intercambiar algún tipo de objetos 
 
15
 Watt, Las indias, 1992, p. 85. Helms, "Los indios", 1990, p. 31-47. 
16
 Ibíd. p. 589. 
17
 Desde Panamá hasta Nicaragua, se depende del golfo del Darién y del Istmo de Panamá, el 
‘lugar de los pescadores’ que sirvió de puerta de acceso al Pacífico y a los imperios del Perú 
mucho antes de que llegaran Balboa y Pizarro. Perteneció inicialmente a los orfebres Chibchas, 
cultura que creó un exquisito léxico sobre el oro en Tairona y Sinú. Sobre las áreas de influencia 
cultural de las sociedades prehispánicas de los Andes septentrionales ver, Reichel. Arqueología, 
1997; Sanoja y Vargas “De Tribus", 1999, p. 200-221. Tovar. La formación, 1980. 
18
 Victoria. “Las sociedades", 1999, p. 315-349. 
19
 Robiou. “La navegación", 1993. Watt, Las Indias, 1992, p. 582. 
 
 
 
en lugares determinados de la región, facilitado por el desarrollo de actividades como la 
pesca en alta mar que les permitió tener conocimientos de la existencia de otros 
pueblos.
20
 En realidad, hemos de hacer hincapié en la idea de que fueron acercamientos 
esporádicos, en ocasiones fortuitos, que sucedieron entre hombres que habitaban un 
mismo medio, pero que no llegaron a estar organizados regularmente bajo relaciones 
sistemáticas de intercambios, al menos hoy en día eso no ha sido demostrado por los 
arqueólogos que trabajan la región, y de todas formas parece muy difícil imaginarlo. 
 
Atendiendo a los testimonios que nos ofrecen las fuentes españolas en sus 
primeros contactos, las filiaciones étnicas de la costa colombiana y también venezolanas 
son más confusas, aunque en la actualidad los últimos avances y conclusiones a las que 
han llegado cierto grupo de investigadores venezolanos, manifiestan que la región 
geohistórica del noroeste de Venezuela —unida de forma natural a la península de la 
Guajira—, fue durante el periodo precolonial,un sitio de confluencia de diversas 
poblaciones aborígenes de Sudamérica, al mismo tiempo que el asiento de poblaciones 
milenarias relacionadas con los primeros inmigrantes que llegaron al continente 
sudamericano. Punto de vista que creemos puede aplicarse a la costa colombiana.
21
 De 
todas formas los nativos de estas tierras nunca fueron bien descritos, pues salvo en 
determinados lugares —bancos perlíferos y bahías seguras para la navegación, etc.— 
estas costas no despertaron un interés excesivo de colonización de los invasores 
castellanos: al ser hostiles simplemente se les denominó caribe; aunque algunos lo eran 
y otros no. 
 
La máxima confusión la encontramos en el litoral costero de lo que sería la 
actual Colombia. Para los españoles, caribes eran los indígenas que comían carne 
humana, costumbre que no se ha podido comprobar que realmente se diera en este lugar 
de la costa.
22
 También el uso de flechas envenenadas era considerado característico de 
 
20
 Ibid, p 582. Hay evidencias en las sociedades agrícolas de las isla de Cuba de influencias 
norcolombianas: algunos dioses alados, o murciélagos representados en colgantes planos, son 
similares a los de la región del área de Santa Marta. 
21
 Sanoja y Vargas. Orígenes, 1992 . Izard, Tierra Firme, 1987. 
22
 Sobre la investigación de las culturas prehispánicas de la zona costera del Caribe colombiano 
queda mucho por hacer, y sería muy importante conocer en mayor profundidad ese período 
histórico. Eso nos permitiría mejorar cualitativamente la interpretación de las fuentes de 
información colonial del periodo correspondiente al siglo XVI y XVII, y aprender sobre temas 
tan cruciales para la colonia como la influencia de la organización espacial indígena en el 
ordenamiento colonial, el conocimiento del medio, el aprendizaje del uso de recursos naturales 
desconocidos por los españoles, etc. Existen algunas obras aunque centrada en el área del río 
Sinú, el ya clásico estudio de Leroy Gordon´s. El Sinú,1987 (la primera edición en inglés es de 
Berkeley, 1957). Plazas La sociedad, 1993. Ver también el estudio más general, Helms, "Los 
indios" 1990, y por último, el trabajo de Herrera Poder local, 1996, donde se desarrolla la idea 
de que la ocupación espacial territorial casi siempre se hizo sobre los patrones de asentamiento 
que los indígenas habían establecido en el periodo prehispánico. 
 
 
estos pueblos. Los llamados caribes de Colombia son, pues, dudosos y no se identificó 
la lengua que hablaban. Lo que sí se puede afirmar, según Gerardo Reichel Dolmatoff, 
es que en las tierras bajas de la costa colombiana siempre había habido un denominador 
común en cuanto a condiciones climáticas similares, y de un sistema económico 
generalizado, que se basaba en recursos ribereños, lacustres y marítimos. La adaptación 
a ambientes específicos llevó a la diversificación y al advenimiento de culturas locales 
que, aunque a veces ocupaban valles vecinos, se diferenciaban mucho en su ámbito y 
contenido. Aparentemente aquí no hubo estilos-horizontes comparables a los Andes 
centrales, sino más bien una marcada diversidad debida al aislamiento geográfico y 
cultural, así como a las diferentes maneras cómo las gentes confrontaban su medio 
ambiente local.
23
 
 
Hoy en día los avances en investigaciones arqueológicas mantienen que en las 
bahías y las islas costaneras entre la desembocadura del Magdalena y el golfo de Uraba, 
agrupaciones de agricultores y pescadores, habían establecido un gran número de 
pequeñas aldeas y campamentos, muchos de ellos sobre dunas y lomas arenosas del 
litoral. La cultura material que se encuentra asociada a estos lugares está ejemplificada 
por el sitio arqueológico de Crespo, cerca de Cartagena. Existen en lugares como éste 
relaciones tipológicas con los complejos culturales del Bajo Magdalena y eventualmente 
con culturas de la costa venezolana y Panamá.
24
 
 
Hacia la otra orilla del Magdalena floreció uno de los complejos culturales más 
destacado de la región: los Taironas de la Sierra Nevada de Santa Marta, que se trató de 
una gran agrupación de aldeas de habla Chibcha, cuyo avance cultural fue notable y se 
acercó a una etapa de desarrollo que señala el nivel de una naciente organización estatal. 
Se trató de una federación de aldeas sometidas bajo la autoridad de jefes, los cuales 
combinaban en su persona funciones políticas, administrativas y religiosas. A 
comienzos del siglo XVI gran número de poblaciones de los Taironas se habían 
aglutinado en dos centros urbanos importantes y de este modo comenzaban a formarse 
dos federaciones, dos pequeños Estados incipientes y antagónicos. Un centro en Bonda, 
situado en la parte plana, cerca de la actual Santa Marta, y el otro era Pocigüeica, 
situado en las faldas abruptas de la sierra. La base principal de subsistencia eran los 
grandes cultivos de maíz, pero fuera de este se sembraba la yuca, el auyama, frijoles y 
un gran número de árboles frutales. Una fuente importante de alimentos era el mar, y en 
algunas regiones se practicaba la apicultura en gran escala. Una hipótesis arqueológica 
 
23
 Warwick. “¿A dónde", 1991. Trabajo que nos explica cómo el uso de los bosques y el manejo 
de los recursos hídricos de la sierra por parte de los Taironas afectó directamente al hábitat, ya 
de por sí árido, de los pueblos indígenas de la Guajira. 
24
 Reichel, Colombia, 1998, p. 59-82. 
 
 
mantiene que el origen de los pueblos Taironas es centroamericano y que llegaron a las 
costas de Santa Marta por mar, puesto que faltan todos los indicios de una migración 
por tierra. A este respecto es de sumo interés tener en cuenta las tradiciones de los 
indios Kogi de la sierra, tribu actual que se identifica con los antiguos Taironas y que 
afirma que sus antepasados vinieron por vía marítima hace 52 generaciones, huyendo 
de un país amenazado por erupciones volcánicas. A lo que hay que añadir el hecho de 
que la actual cultura de lo Kogi contiene muchos elementos ideológicos que más hacen 
pensar en un origen mesoamericano, de carácter mayoide.
25
 
 
Los auténticos caribes diferían de los grupos arawakos y chibchas en su 
organización política: los dos últimos se asemejaban a una especie de sociedad de 
clases en la cual generalmente la posición social era por línea hereditaria: constituían 
Estados regidos por gobernantes hereditarios que los españoles denominaron —
adoptando el término empleado entre los arawakos de las islas— caciques; cacicazgos y 
señoríos es una categoría de sociedad indígena que se caracterizaba por una 
combinación de rasgos, ante todo sociopolíticos y económicos, es decir, una unidad 
política autónoma que abarcaba varias aldeas o comunidades bajo control permanente 
de un jefe supremo. Una etapa de desarrollo cultural que con frecuencia forma parte de 
una transición entre la sociedad tribal y la estatal, como mencionamos anteriormente en 
el caso de los Taironas. Los cacicazgos constituyeron un fenómeno frecuente en la 
evolución de Colombia,
26
 Venezuela y Centroamérica, y muchos de ellos habían 
florecido en el siglo de conquista española, o sea, el siglo XVI.
27
 A diferencia de esto, 
los pueblos caribes no tenían ninguna aristocracia de este tipo. Los primeros españoles 
que anduvieron por la región pronto observaron que el control o eliminación de los 
caciques dejaba a la población autóctona a merced de los nuevos amos.
28
 
 
La economía aborigen era prácticamente la misma en toda el área del Caribe. 
Pueblos agricultores y pescadores tropicales. El cultivo principalera de raíces ricas en 
almidones; plantas de antigua domesticación en Tierra Firme.
29
 Los granos —
principalmente el maíz, aunque también otros-, eran de menor importancia en las islas, 
mientras que en el litoral continental su importancia iba aumentando en dirección hacia 
 
25
 Ibídem, pp. 87-88. 
26
 El carácter jerarquizado de estas comunidades indígenas costeras de las costas de la actual 
Colombia, se pone de relieve en el tratamiento diferencial que se daba a los muertos, algunos de 
los cuales estaban asociados a ricas ofrendas en alfarería y orfebrería, y por el grado de 
organización de la fuerza de trabajo necesaria para construir, mantener y poner en servicio los 
extensos campos elevados de cultivo. Sanoja y Vargas “De tribus", p. 218. 
27
 Reichel, Arqueología, 1997, p. 180. 
28
 Sauer, Descubrimiento, 1984, p. 22. 
29
 Sanoja, Los hombres, 1981. 
 
 
Centroamérica, tal y como ha sido señalado por los arqueólogos como el lugar de origen 
y difusión. La pesca tanto en los ríos como en el mar proporcionaba abundantes 
alimentos, especialmente las zonas de manglares donde se podían encontrar una gran 
cantidad de recursos alimenticios marinos. En todas partes los aborígenes eran hábiles 
fabricantes de canoas —palabra de origen arawako adoptada por los españoles—, 
habituados a viajar en ellas hasta el punto de haber llegado a ocupar las más remotas 
regiones del Caribe partiendo de sus primeros lugares de residencia en Tierra Firme.
30
 
 
Las más septentrionales de las Antillas estaban pobladas, —con excepciones—
por aborígenes que hablaban una misma lengua, obtenían sus medios de subsistencia del 
mismo modo, habitaban casas en forma similar, tenían la misma organización social y 
en su mayoría el mismo origen étnico. Un mismo pueblo con una civilización única 
ocupaba las Antillas Mayores. Se trataba de los arawakos del norte, separados de los 
arawakos de Sudamérica por los caribes de las Antillas menores.
31
 
 
Partiendo de la idea de que las regiones son, desde nuestra mirada de 
historiadores, espacios humanizados singulares, que son modificados y se reestructuran, 
precisamente, a través de la vida humana.
32
 Haciendo hincapié en que una región es un 
territorio preciso pero no inmutable retomamos el momento de la llegada de los 
españoles a este espacio, a fines del siglo XV. 
 
El primer contacto se dio en las Antillas pero en poco tiempo, hacia el año 
1500, ya se iba haciendo evidente que al sur de las islas había un territorio de 
proporciones continentales, que durante algún tiempo no tuvo nombre definido, 
nombrándose solamente partes específicas, hasta ser reconocido como Tierra Firme. 
Cuando se implantó más tarde la nueva organización política colonial, el nombre propio 
oficial de la costa meridional del Caribe, desde la península de Paria, hasta 
Centroamérica, fue la conocida Tierra Firme: Islas eran las Antillas y Tierrafirme, el 
litoral meridional del Caribe. 
 
Pronto los españoles descubrieron que la región bañada por el mar Caribe se 
trataba de un área con ciertas similitudes culturales: el estilo disperso de las 
poblaciones, la utilización de ciertos recursos naturales, hábitos alimenticios, las formas 
de organización social, etc
33
 
 
30
 Sauer, Descubrimiento, 1984, p. 22. Ver también Pérez "Comercio", 1992, p. 29-32. 
31” Sauer, Descubrimiento, 1984 p. 65; Pichardo, Los aborígenes, 1956; Cassa, Los indios, 
1992. Deagan, “The Archaeology 
32
 Campi, "Historia regional", 1990. 
33
 El ordenamiento político de la isla de la Española estaba regido por unos jefes llamados 
Quebi, escrito de varios modos en las fuentes. PedroMartir de Anglería dice que Quivi 
 
 
 
Ciertas noticias coincidentes en las descripciones de los invasores, nos inducen 
a pensar en ciertas similitudes, contactos e influencias sociolingüísticas entre los 
distintos pueblos de la región; de las islas al continente y viceversa. Las afinidades 
culturales entre los grupos de población que habitaban por toda el área circuncaribe, se 
hizo evidente a los ojos de los nuevos protagonistas de la historia de la región, y aunque 
no fueran conscientes de ellos, sus testimonios así lo demuestran. 
 
Ya desde la época de Colón, se originó la distinción entre indios buenos y 
malos. A estos últimos se los llamó "caribes" o caníbales, al parecer unos indígenas 
procedentes de unas islas situadas al sur. Esta propuesta pronto fue atendida por los 
españoles. La maquiavélica distinción, desde nuestra perspectiva, obedecía 
fundamentalmente a la posibilidad de haber encontrado una extraordinaria fuente de 
beneficios: el comercio de esclavos. Durante los primeros años de explotación de los 
recursos auríferos de las Antillas, fue una de las actividades principales ejercidas por el 
grupo de los españoles que se instalaron en la región.
34
 Aunque lo interesante aquí es 
resaltar la presencia de frecuentes navegaciones indígenas, por un mar familiar que 
formaba parte de sus vidas y que surcaban con seguridad y conocimiento desde bastante 
antes de la llegada de los pueblos íberos. 
 
En el segundo viaje de Colón, en el año 1493, los barcos se detuvieron en las 
islas que actualmente se corresponden con Guadalupe y Santa Cruz (Saint Croix), donde 
se produjo un choque violento con los "caribes". Como resultado de los enfrentamientos 
se consiguió liberar a algunas mujeres arawacas prisioneras, que posteriormente 
mostraron la ruta directa hasta la Española bordeando la costa de Puerto Rico; ello 
evidencia que esas mujeres poseían buen conocimiento de la geografía de las islas y de 
la navegación entre ellas.
35
 
 
Del mismo modo, en las costas del caribe centroamericano, Hernando Colón 
como cronista y testigo directo, describió en el cuarto viaje de su padre, una imponente 
canoa de origen Maya que recorría las costas de Centroamérica: 
 
[…] una canoa tan larga como una galera, de ocho pies de anchura, toda de un solo 
tronco […] tenía en medio un toldo hecho de palma, no distinto del que llevan en Venecia las 
Góndolas, el cual defendía lo que estaba de tal modo que ni la lluvia ni el agua podían mojar 
 
significaba reyezuelo, y que en la Española los los Quebies del Istmo; Colón dice tambien que el 
cacique de Veragua se llamaba Quibio. Ramos Gomez, “Huellas”, 1992. 
34
 Mira, El indio, 1997. Deive. La esclavitud, 1995. 
35
 Sauer, Descubrimiento. 1984, p. 114. 
 
 
nada de lo que iba dentro. Bajo aquel toldo estaban los niños, las mujeres, y todo el bagaje y las 
mercancías. Los hombres que llevaban la canoa, eran veinticinco no tuvieron ánimo para 
defenderse de los bateles que les persiguieron […] se mando sacar de la canoa lo que le pareció 
ser de mayor vista y precio, como algunas mantas y camisetas de algodón sin mangas, labradas 
y pintadas con diferentes colores y labores […] espadas de maderas largas […] hachuelas para 
cortar leña, semejante a la que utilizaban los demás indios salvo que eran de buen cobre […] y 
por vituallas llevaban raíces y grano y cierto vino hecho de maíz […] y muchas de aquellas 
almendras que tienen por monedas.[…].36 
 
Parece que esta fue la primera alusión directa, por parte de los europeos, a lo 
que podía ser un comercio indígena extenso y complejo, centrado en este caso entre 
México y el golfo de Honduras, aunque nos estamos refiriendo a una actividad de la alta 
civilización maya, por lo queno se puede afirmar que este tipo de viajes fuese realizado 
por los otros pueblos del Caribe. La descripción nos muestra un barco con cierta 
capacidad de navegación, complejidad técnica y una importante disposición para el 
almacenaje de productos. Embarcaciones que hacían singladuras por las costas 
centroamericanas dedicadas al intercambio de productos de todo tipo. Cuando fueron 
abordados por los bateles españoles no hubo ninguna resistencia agresiva, por lo que 
podemos entender que eran expediciones comerciales sin ánimo de violencia. Así, en el 
Caribe centroamericano, parece ser que existió algún tipo de relación de intercambios 
de diferentes artículos con lo que en un futuro próximo sería la Nueva España —la 
presencia del cacao como moneda lo demuestra—, y donde parece ser que se había 
desarrollado una navegación que unía de tiempo en tiempo determinadas zonas de estos 
territorios. Del mismo modo que Hernando Colón, Pascual de Andagoya, mencionaba a 
los chuchures de lengua extraña, que llegaron en canoa desde Honduras, y que murieron 
por efecto del clima, y comenta que en la segunda fundación de Nombre de dios todavía 
quedaban unos pocos. En este sentido, es posible, según el profesor Sauer, que el 
mencionado conquistador haga referencia a otro u otros indicios de navegaciones mayas 
a lo largo del Istmo.
37
 
 
El padre Bartolomé Las Casas describió también la presencia de un pan de cera 
de abeja en Cuba, que debió haber llegado de Yucatán. La arqueología cubana ha 
descubierto ocasionalmente fragmentos de cerámica maya, es razonable suponer por 
otra parte que los isleños, que surcaban libremente los mares y conocían los indicios de 
 
36
 Ibíd. p. 196 y 197. El texto de Hernando Colón lo extrajimos del libro de Sauer, donde el 
autor menciona que Pedro Mártir lo describe en sus escritos. 
37
 Ibid, p. 356. El principal relato de los Cunas, Tatkan ikala, se inicia con la creación y hazañas 
de héroes épicos (neles) dados a luz en bandejas de oro, como las que se producían en grandes 
cantidades en Panamá y se exportaban hasta las ciudades mayas de Chichén Itzá, en el norte de 
Yucatán. Brotherson, La América,1997, p. 34. 
 
 
tierras —por ejemplo, las poblaciones aborígenes, tanto de las costas continentales, 
como de las Antillas, debieron conocer perfectamente los vuelos estacionales de las 
aves terrestres de las islas al continente— llegaran también a Yucatán38. 
 
Los habitantes de las islas estaban capacitados para viajar por su mar, así lo 
demuestra el hecho de que iban y venían por ejemplo entre Jamaica y Barbados.
39
 El 
cronista de las expedición de Cortés en México, Bernal Díaz del Castillo, en su viaje 
desde la isla de Cuba a las costas continentales de Yucatán (cabo Catoche) describía lo 
siguiente: Diez canoas muy grandes, que se dicen piraguas, llenas de indios naturales de aquella 
poblazón, y venían a remo y a vela.
40 
 
En este sentido, el uso de las velas en la navegación indígena, nos hace 
concluir que poseían una cierta complejidad en las técnicas empleadas en la 
construcción de sus barcos, además de un buen conocimiento del movimiento de vientos 
y corrientes, aspectos ambos que permitieron la práctica usual de ciertas travesías 
marítimas, y la posibilidad con ellas de alguna forma de intercambio, desde luego no 
con el sentido económico que los españoles en su proceso de occidentalización 
impusieron en América,
41
 se trataría con toda probabilidad de encuentros esporádicos, 
irregulares pero que parece evidente que sucedieron. 
 
Entendemos, según estos testimonios de los primeros españoles que arribaron a 
la región, que el mar Caribe era un lugar donde a lo largo de la historia se habían 
producido ciertos intercambios culturales a través de las navegaciones. Objetos, 
técnicas y determinados conocimientos circulaban entre el continente y las islas, donde 
se había constituido un espacio singular resultado tanto de una naturaleza concreta, 
compartida por todos, como de las culturas allí desarrolladas producto de la misma
42
. 
 
Respecto a las costas de la actual Colombia, los cacicazgos allí existentes en su 
base económica, a finales del siglo XV, habían alcanzado un nivel tan eficiente que 
 
38
 Domínguez et al “Las comunidades”. 
39
 Sauer, C.O. p. 321. 
40
 Ibíd. pp. 323. El texto de la crónica de Bernal Díaz del Castillo tomado del libro de Sauer. 
41
 Sobre este aspecto hemos tomado el concepto que nos ofrece Gruzinski “Las Imágenes", 
1999, p. 498-567. Donde refiere lo siguiente: “La conquista no fue exclusivamente una fuente 
de perturbaciones y caos. En el área de influencia hispánica tuvo lugar una tentativa descomunal 
para transformar seres y cosas, mal expresadas con el término anacrónico de colonización. Por 
tanto, es preferible utilizar la voz occidentalización, por ser ésta más específica. La 
occidentalización constituyó en América un proceso ternario: el descubrimiento-exploración 
precedió a la conquista, la cual, a su vez, dio lugar a formas de dominación orientadas a la 
explotación de todos los recursos y energías de la Europa renacentista.”, p. 502-505. 
42
 J.Guerrero y M. Veloz, “los inicios”, 1988. 
 
 
permitía una acumulación de excedente que bien pudieron además de servir de 
recompensa de servicios en caso de guerra, utilizarse para algún tipo de intercambio
43
 y, 
por tanto, de esta manera mantener esa relación de contactos hacia el Caribe y su región. 
 
 
3. Una irrupción que lo alteró todo. 
 
En tan sólo ocho años de presencia de los navegantes españoles en la región, se 
empezó a advertir un conocimiento notable del mar que la bañaba. A comienzos del 
siglo XVI, el trazado de mapas de los nuevos descubrimientos progresó rápidamente. 
Los pilotos de las naos, utilizando los instrumentos técnicos de la época —brújulas, 
astrolabios, ballestillas, portulanos, cuadrantes, etc.—,44 registraron y designaron con 
minuciosidad los contornos e islas de las nuevas costas recién conocidas. La 
conformación de la costa occidental del mar Atlántico apareció por primera vez en el 
año mil quinientos en el mapa del piloto y navegante Juan de la Cosa, donde se 
representó a las Antillas y los bordes continentales de la Tierra Firme con bastante 
nitidez, es decir, las costas de la actual Venezuela y Colombia. Y al oeste de las islas, un 
difuso gran golfo enmascarado, primer atisbo de un mar tropical cerrado. Lo que no 
tenía nada que ver con un descubrimiento previo de América Central: los marinos 
ibéricos sabían que las mareas constituían características del mar abierto y habían 
observado que era muy escasa la variación de las mismas dentro de la cadena de islas.
45
 
 
Desde el primer desembarco de Colón el oro y la obtención de riquezas 
obsesionaron a los castellanos, dirigieron las exploraciones y dominaron sus acciones y 
comportamientos. El primer intento de colonización española que persiguió trasplantar 
el modelo agrario proveniente de la península fracasó, en las islas nadie quiso trabajar la 
tierra aún los labradores que venían asoldados para cavar y labrar la tierra y sacar el 
oro de las minas (se dedicaban) a haraganear y andar el lomo enhiesto, comiendo los 
sudores de los indios”.46 La gran mayoría de la actividad económica derivó hacia un 
modelo minero extractivo. 
 
Desde 1499 la Corona intentó participar de forma directa de las posibilidades 
económicas que ofrecían las Indias, debido a las expectativas levantadas en la península 
ibérica, y decidió otorgar licencias a expediciones independientes para salir de España a43
 Las obras hidráulicas de los pueblos indígenas, tanto zenúes como Taironas, así lo 
demuestran. Plazas, La sociedad. 1993 y Reichel, La arqueología, 1997, cap. VII. 
44
 Cespedes, América., 1983. cap I 
45
 Ibíd. p. 16. 
46
 Palabras del padre Bartolomé de Las Casas en Historia de las Indias, Lib. I, cap. CLV,. 
Milhou, “Los intentos", 1974. 
 
 
descubrir y comerciar,
47
 acabando de esta manera con el rígido monopolio colombino. 
Sencillamente, los monarcas reasumieron su libertad de acción en ultramar, había 
muchos intereses en juego y muchas expectativas de conseguir riquezas. Pronto se 
inauguró una nueva era de viajes comerciales, que marcaron el comienzo de la 
economía privada del Nuevo Mundo, que conjuntamente llevó aparejada la tarea de 
explorar ese nuevo espacio descubierto. 
 
Todos los establecimientos y actividades entre 1499 y 1517 se convirtieron en 
colonias de explotación rígidamente especializadas en la producción de oro.
48
 La 
irrupción española en el Caribe tuvo un motivo, una causa principal: la posibilidad de 
extraer riquezas. De este modo los primeros años insulares estuvieron basados en la 
incautación directa de los excedentes de metales, perlas y piedras preciosas. 
 
El primer establecimiento español en el Caribe fue en la isla de Santo 
Domingo, llamada La Española, concebido al estilo de las factorías comerciales 
portuguesas de la costa occidental africana, modelo procedente a su vez de la tradición 
comercial mediterránea. Pauta que se extendería en los sucesivos años en los 
asentamientos posteriores que se implantaron por toda la región Caribe. 
 
Las factorías eran pequeños establecimientos comerciales para rescatar 
productos con las poblaciones naturales de las tierras recién descubiertas. Las primeras 
que fueron surgiendo en el Caribe insular se desarrollaron entre el descubrimiento del 
oro aluvial, de los bancos perlíferos y de un provechoso, aunque modesto, rescate o 
trueque de mercancías con los nativos de Tierra Firme.
49
 
 
Como consecuencia de la presencia y actividad castellana en el mar Caribe se 
produjeron dos fenómenos que vinieron a modificar bruscamente la fisonomía de la 
región indígena: 
 
El primero, la explotación aurífera en primer lugar de Santo Domingo, y luego, 
del resto de las Antillas, que se llevó a cabo mediante la compulsión violenta del trabajo 
de los naturales, que trajo como una de sus más relevantes consecuencias la 
desarticulación de las sociedades indígenas de las islas y posteriormente, del resto de la 
región, hasta el punto de desaparecer una importante proporción de ellas en tan sólo un 
cuarto de siglo.
50
 Una vez que pasó el primer momento de explotación de los recursos 
 
47
 Fernandez Colección, 1825-29. Vol. 2, doc. 141; Moya, Después, 1987. 
48
 Céspedes, "Las Indias", Barcelona, 1972. 
49
 Ramos, Audacia, 1981. Parry, La época, 1964. 
50
 Sánchez Albornoz, La población, 1977. 
 
 
propios, en la española, a través de los excedentes generados y obtenidos de la misma, 
se buscaron otros lugares de inversión para los capitales extraídos, destinándose parte de 
ellos a financiar la expansión por las demás Antillas, Puerto Rico, Cuba, Jamaica, etc., y 
también por las costas de Tierra Firme. De esta forma se extendió la presencia española 
por todo el Caribe, motivando esto una época de viajes que ampliaron de una forma 
rápida el conocimiento de la región, y posteriormente su dominación y control 
definitivo. 
 
En segundo lugar, las expectativas de estas continuas exploraciones hicieron 
mas constantes las conexiones de la península Ibérica con el nuevo mar descubierto. 
Así, el espacio regional quedó conectado a la economía atlántica, por lo que sufrió una 
modificación y reestructuración profunda a través de la actividad humana de los nuevos 
visitantes. Desde este momento la región dejó de formar parte de un continente aislado 
y se convirtió en el lugar de conexión y encuentro de América con el viejo mundo. Ello 
supuso una profunda ruptura temporal en el curso histórico de la región, que llevó 
aparejada una violenta aceleración en el proceso de intercambios culturales en apenas 
unas décadas. 
 
Desde este momento la relación del hombre con la naturaleza cambió de forma 
brusca en toda la región. Hasta el momento del encuentro de los dos mundos, las 
sociedades originarias del Caribe habían procurado identificarse con la tierra, hacer que 
sus pueblos fueran una prolongación de la misma, que todo en sus vidas imitara el orden 
natural y limitaron sus actividades de transformación a lo indispensable para la 
supervivencia. Con la llegada de los españoles se construyó un mundo diferente, un 
mundo en conflicto con ella, poseido por la voluntad de saqueo y de dominación. 
 
Los mitos del Meta y de El Dorado tuvieron gran importancia en la Geohistoria 
de la invasión de la Tierra Firme. Fueron muchos los viajes expedicionarios que 
enriquecieron la aventura humana en territorios que hoy corresponden a Colombia y 
Venezuela, en función del imaginario y la avidez desencadenada por la fiebre del oro.
51
 
 
Las palabras del padre Bartolomé de las Casas describen perfectamente, como 
testigo y observador privilegiado de la época, el espíritu y las motivaciones que 
embargaron a aquellos hombres, y cómo se desarrollaron los acontecimientos que 
llevaron a estos marinos a explorar los extensos y desconocidos bordes continentales del 
mar Caribe. El texto seleccionado refiere el acontecimiento de la arribada de las naves 
 
51
 Ramos, El mito, 1981. 
 
 
del grupo del marino Rodrigo de Bastidas a Santo Domingo después de una expedición 
de dos años por las costas de la Tierra Firme entre 1500 y 1502: 
 
En este año de 1500, como cada día creciese la nueva de que la Tierrafirme tenía oro 
y perlas, y los que iban por la costa della, por rescate de cosillas de poco valor, como cuentas 
verdes y azules, y otros colores, y espejuelos y cascabeles, cuchillos y tijeras, etc., traían 
mucho provecho, y por poco que fuese, según entonces estaba España pobre en dinero, era 
tenido por mucho, y hacíase mucho con ello, y así crecía el ansia de ser rico en los nuestros, y 
hacía perder el miedo a navegar mares tan profundos y de tan luenga distancia, nunca jamás 
navegada, mayormente vecinos de Triana, que por la mayor parte todos son marineros […], un 
Rodrigo de Bastidas, vecino de Triana […], determinó armar dos navíos e ir a descubrir, 
juntamente con rescatar oro y perlas que era de todos el fin principal […]. [De Venezuela] 
navegaron la costa abajo, y pasaron por la ribera de la mar, de lo que nombramos al presente 
Santa Marta y Cartagena, y lo demás que es hasta la culata o ensenada que el golfo de Urabá 
[…]. Decíase que traían dos o tres arcas de piezas de oro, que entonces se tenían por riqueza 
grande, y nunca tanta imaginada.
52
 
 
El primer acercamiento que se hizo a Tierra Firme fue por la zona que poco 
después fue conocida como la costa de las perlas, desde Paria hasta el Cabo de Vela en 
la Guajira. Estas expediciones fueron directamente al citado litoral y desde allí 
bordearon las sucesivas playas hasta la península de Araya donde por casualidad, según 
se desprende de las fuentes analizadas, descubrieron el comienzo de la costa de las 
perlas. Desde el estrecho entre la costa y la isla Margarita y hacia Cumaná, llegando 
hasta el cabo de Vela. Así se continuó avanzando por las costas, durante meses, con un 
comercio ventajoso.
53
 
 
En primera instancia, el éxito de estas expediciones fue comercialdebido 
fundamentalmente al trueque de las perlas, no por la localización de los bancos 
perlíferos; la información obtenida de estos viajes abrió nuevas y prometedoras 
posibilidades, y pronto se empezaron a obtener otros productos: palo de Brasil, 
cañafístula y, sobre todo, esclavos indígenas. 
 
La necesidad de aumentar el rendimiento y explotación de las minas aluviales 
auríferas de las islas, demandó rápidamente abundante mano de obra. Las poblaciones 
 
52
 Las Casas Historia, 1875-76, Libro II, capítulo 2. 
53
 Ramos, Los viajes , 1981. 
 
 
antillanas, sometidas a trabajos abusivos, mal alimentadas y expuestas a enfermedades 
desconocidas, pronto disminuyeron alarmantemente.
54
 
 
Desde el inicio del proceso de extracción del oro, las pequeñas islas y las 
costas de la Tierra Firme empezaron a proporcionar trabajadores forzados para la 
grandes Antillas.
55
 El comercio pronto se transformó en saqueo. Como ejemplo de estas 
actividades podemos tomar las expediciones de la familia trianera de los Guerra. Ellos 
no parecían estar interesados ni en la exploración, ni en la colonización; fue el rescate lo 
que les llevó al comercio de pillaje y a la caza de esclavos, asolando a placer las costas 
de la Tierra Firme.
56
 No resulta difícil entender cómo se fueron dilatando las 
navegaciones con estas actividades hasta las costas de Cartagena y el golfo de Urabá.
57
 
 
Las noticias de estos viajes y sus posibilidades, pronto despertaron un fuerte 
interés en la península. Y se estableció así una sólida organización, formalizada en el 
año 1503 con la Casa de Contratación, que controlaba los negocios y la administración 
de las Indias con un objetivo claro y único de aumentar los ingresos de Ultramar para la 
Corona.
58
 Desde este año, se abrió la posibilidad de obtener licencias para descubrir y 
gobernar por todo el espacio Caribe que se empezaba a conocer, como un lugar donde 
se había desarrollado una atractiva contingencia económica sobre la que poder actuar. 
La Hacienda real padecía una necesidad de fondos crónica y en el Caribe se podían 
obtener en su forma más deseable: el oro. 
 
Entre 1500 y 1501, en las riberas del Sinú y en el golfo de Urabá, Rodrigo de 
Bastidas y Juan de la Cosa encontraron cómo los aborígenes poseían piezas de oro en 
abundancia y calidad nunca antes vista. Juan de la Cosa en su primer viaje por las costas 
de la Tierrafirme había oído decir a los indígenas que el oro se encontraba hacia el 
Oeste.
59
 En estas expediciones iniciales cuya naturaleza no era más que comercial, ni se 
 
54
 La economía aborigen había sido capaz de mantener una población numerosa en la 
abundancia y sin trabajo excesivo, pero su excelente equilibrio ecológico se hizo trizas con la 
presencia española por varias razones, una de las cuales fue la ignorancia dietética. El cazabe 
era nutritivo y se podía conservar fácilmente; se producía en gran cantidad y no parece que los 
trabajadores padecieran nunca escasez de él. Pero sólo los alimentaban con este pan, sin 
preocuparse por el necesario equilibrio alimenticio; las dosis de proteínas y grasas que antes se 
obtenían de la caza y la pesca fueron eliminadas porque pasaban todo el día en los pláceres 
mineros. Por tanto, los trabajadores indígenas se hallaron subalimentados. Ver sobre este asunto 
Crosby. Imperialismo, 1988. 
55
 Mira. El indio, 1997. 
56
 Vigneras, "Viajes", 1957, y también Tovar, La estación, 1997, cap.1. 
57
 Mantilla "Los viajes", 1945. Es sumamente interesante consultar para el periodo la colección 
Documentos Históricos para la historia de Colombia. Friede, 1955-60. 
58
 Sauer, Decubrimiento, 1984, p. 165. Sánchez-Bella La organización, 1968. Ots Capdequi, El 
estado, 1975. 
59
 Sauer, Decubrimiento, 1984, p. 183. 
 
 
encontraron minas auríferas, ni se buscaron. Lo cierto era que una gran parte de los 
artículos que se rescataron eran de oro fino, en forma de collares, canoas, trompetas, con 
formas de animales, etc.,
60
 lo que de aquí en adelante estimuló las expediciones de 
rescate por este litoral. En el primer contacto que hubo con los indígenas, estos se 
mostraron pacíficos y amistosos, al igual que había ocurrido con los habitantes de la 
costa de las perlas. Aunque el curso tranquilo de estos viajes contrasta con los 
acontecimientos que tuvieron lugar posteriormente en el mismo litoral costero.
61
 
 
El 30 de octubre de 1503, la reina Isabel concedió la autorización para capturar 
caníbales rebeldes. Sujetas a tales acciones punitivas se mencionaban específicamente 
la bahía de Cartagena, la isla de Barú, las islas de San Bernardo y la isla de Fuerte, 
supuestamente habitadas por indígenas caníbales que jamás admitirían ni escucharían a 
los capitanes.
62
 
 
Como afirma Carl O. Sauer, la provisión fue una carta blanca para futuras 
expediciones; cualquier capitán podía afirmar que los aborígenes eran caníbales y se 
resistían al cristianismo, lo que les legitimó el proceder de éstos como quisieron, con lo 
que se aprobaba la captura de esclavos americanos. Los resultados no se hicieron 
esperar, dejándonos una gran incertidumbre y confusión hasta hoy, acerca de quienes 
eran los nativos de la costa colombiana. La caza de esclavos se había iniciado con 
Guerra y Hojeda en la costa de Venezuela, y ahora toda la Tierra Firme estaba abierta a 
estas depredaciones.
63
 
 
La Corona sabía perfectamente que la labor de evangelizar a los indígenas no 
era más que una excusa que justificaba las acciones de sus súbditos, y tal vez su 
conciencia, pues durante años se repitieron las denuncias que manifestaban que los 
españoles no iban allí a adoctrinar sino a esclavizar a los aborígenes de esas tierras, 
consintiéndolo descaradamente por los notorios ingresos que le proporcionaban las 
armadas de rescate.
64
 En este sentido escribió el teniente de gobernador de la isla de 
Cuba a S.M., en 1519 lo siguiente: 
 
 
60
 Lo que en la actualidad es atestiguado por las importantes colecciones que existen en los 
museos de oro de Colombia, destacando el de Santafé de Bogotá y Cartagena. 
61
 Sauer, Decubrimiento, 1984, p. 183-184. 
62
 Fernandez de Navarrete Colección , 1945, Vol. II , pp. 414-416. 
63
 Otte. “Los Jerónimos", 1989. 
64
 La corona cobraba el quinto de todos los beneficios obtenidos en los rescates. A partir de 
1536 ordenó que se cobrase también el almojarifazgo de todos los indios esclavizados que se 
traían a las Grandes Antillas. Marrero. Cuba, 1972. Vol. II, p. 251. 
 
 
Que da lugar como hasta aquí se ha dado, a que algunas personas hagan armadas 
para ir a rescatar y descubrir por la Tierra Nueva, que él que ha descubierto se le hace muy 
notorio agravio como claramente parece porque su fin, de los tales españoles, no es pacificar, 
ni amansar a los indios, ni traerlos a nuestra fe. Y antes a robarlos y alborotarlos, porque 
desamparan sus haciendas como se ha visto por experiencia de dos navíos que con licencias de 
los padres Jerónimos, fueron de la isla de la Española a rescatar por las costas de Tierra Firme, 
que dejaron a los indios tan desabridos y aterrorizados que han aborrecido el trato y la 
conversación de los cristianos que por allí ahora pasa.
65
 
 
Un excelente relato de una de estas expediciones de comienzos del siglo XVI, 
concretamente la de Juan de la Cosa, que se llevó a cabo entre 1504 y 1506, lo ofrece el 
cronista Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia General y Natural de Indias, 
donde censuraal marino, que por entonces era asesor de la Casa de Contratación, de ser 
uno de esos descubridores que: Con más razón se podrían […] llamar alteradores y destruidores de 
la tierra, pues que su fin no era tanto servir a Dios, ni al Rey, como de robar.
66
 
 
Juan de la Cosa entró al Caribe por la isla Margarita y Cumaná, cargó una 
cantidad de palo de Brasil de excelente calidad y prosiguió hacia Cartagena, donde se 
encontró con las naves del marino trianero Cristóbal Guerra, quien había sido muerto en 
una escaramuza con los indios turbacos y Canapotes; sus hombres se hallaban enfermos, 
desalentados y sin un mando fuerte. Querían volver a España y Juan de la Cosa se puso 
de acuerdo con ellos para que se llevaran su cargamento de maderas y los esclavos que 
habían capturado en el camino. Para completar la carga atacó la isla de Codega, en la 
bahía de Cartagena, apresó a más de seiscientos indígenas, escogió los que más le 
gustaban y entregó el resto a los patrones de las naves de la familia Guerra. 
 
El viaje de Juan de la Cosa se extendió por toda la costa de la Tierra Firme, 
capturando esclavos por todo el camino hasta Cartagena, donde le habían precedido los 
Guerra, que encontraron allí su fin en una aventura esclavista, por lo demás 
insignificante. Los indígenas de los alrededores de Cartagena, asaltados primero por los 
Guerra y después por la expedición de Juan de la Cosa,
67
 de ahora en adelante, 
 
65
 Carta de Diego de Velazquez a S.M. de 1519. AGI, Patronato 178, R6. Aunque no dudamos 
de que se trate de una auténtica confesión de lo que allí pasaba, debemos reseñar que Velázquez 
no pretendía defender los intereses de los aborígenes sino su propia exclusividad en la 
explotación de la Tierra Firme. Mira. El indio, 1997, p. 262. 
66
 No es el primero que es tratado y descrito por un cronista de esa manera. Fray Pedro de 
Aguado, hacia el año 1498, en sus escritos, decía de Juan Ojeda que al parecer fue el primero 
que recorrió el litoral Caribe de la actual Colombia “que vivía de hurtar o rescatar esclavos 
indígenas”. Historia de la provincia de Santa María y Nuevo Reino. Madrid, 1916-1917. 
67
 Que acabó pereciendo en uno de sus encuentros violentos con los indígenas turbacos. 
 
 
recibieron con fuerte hostilidad y rabia a los cristianos, siendo señalados desde ese 
momento por ello con el dudoso nombre de indios caribes.
68
 
 
Cartagena de Indias se convirtió desde entonces en uno de los puertos más 
destacados de la Tierra Firme; se conocía desde su descubrimiento por los marinos 
Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa, y siguió siendo el principal puerto de escala de 
la Tierra Firme durante todo el periodo de dominio español del Caribe. 
 
Su nombre, que aparecía ya en la provisión de la Reina contra los caníbales, 
declaraba su excelencia y su semejanza con el mejor puerto de España sobre el 
Mediterráneo. La ruta que tomaron los barcos de Alonso Hojeda y Diego de Nicuesa era 
la más corta y la más conveniente para los navíos procedentes de Santo Domingo; en 
invierno tenía la ventaja de los vientos del noroeste. Los barcos que iban directamente a 
Cartagena desde España seguían generalmente los vientos alisios todo el tiempo, como 
observa Herrera en su descripción de las rutas habituales de navegación,
69
 Cartagena 
era, además, el punto de partida para el viaje hacia las costas centroamericanas, ya fuera 
directamente, aprovechando los vientos alisios, ya fuera la costa hacia el sur, por zonas 
de vientos inciertos. Pronto se supo que era conveniente regresar a Cartagena desde el 
Golfo del Darién, a fin de tener vientos y corrientes de través, para cruzar el Caribe 
hacia las islas del norte y proseguir hasta España (lo que posteriormente se convirtió en 
la ruta de las flotas). 
 
La excelente calidad y la ubicación del puerto fueron conocidas por los 
marinos desde el principio y durante todo el periodo colonial,
70
 pero pasó una 
generación antes de que se instalara una población en ese lugar.
71
 
 
avidal@uninorte.edu.co 
 
 
 
 
 
Bibliografia 
 
68
 Sauer, Decubrimiento, 1984. 257. 
69
 Navarrete, Colección, 1825-1829. Vol. II, Sauer, Descubrimiento, p. 414-416. 
70
 Archivo General de Indias, Contaduría 145, R28. Contamos con el testimonio en 1570 de un 
capitán de los tercios españoles llamado Juan Díaz de Vallejera, que después de 27 años de 
servicio militares por toda Europa y el Mediterraneo, en un viaje de las flotas a Indias, en una 
nao de la Tierra Firme, declaraba sobre el puerto que era uno de los mejores del mundo. 
71
 Gomez Pérez, C. “Pedro de Heredia” 
 
 
 
Brotherson, Gordon. La América indígena en su literatura: los libros del cuarto mundo, Fondo 
de Cultura Económica, México, 1997. 
 
Cassa, Roberto. Los indios de las Antillas, Mapfre, Madrid, 1992. 
 
Campi, Daniel "Historia regional, ¿por qué?" Tucumán, 1990 (mimeografiado). 
 
Céspedes del Castillo, Guillermo. América Hispánica (1492-1898), Labor, Barcelona, 1983. 
________ "Las Indias durante los siglos XVI y XVII.” En Vicens Vives (coord.), Historia 
Social y Económica de España y América, Vicens Vives, Barcelona, 1972. 
 
Crosby A. W. Imperialismo ecológico: la expansión biológica de Europa 900-1900, Alianza 
América, Barcelona, 1988. 
 
Cunnil Grau, Pedro, “La Geohistoria”, en Marcello Carmagnani, Alicia Hernández y Ruggiero 
Romano, Para una historia de México I. Las estructuras, Fondo de Cultura, México, 1999. 
 
Chaunu, Pierre, Conquista y explotación de los Nuevos mundos (siglo XVI), Labor, Barcelona, 
1973. 
 
Deagan, K. H. “TheArcheology of Spanish contact period in the Caribbean” en Journal of 
World Prehistory, vol 2, 1988. 
 
Deive, Carlos Esteban, La esclavitud del indio de la isla española, Fundación García Arévalo, 
Santo Domingo, 1995. 
 
Domínguez, L. et al “Las comunidades aborígenes de Cuba” en Historia de Cuba. Editora 
Política, La Habana, 1994. 
 
Fernández Navarrete, Martín, Colección de los viajes y descubrimiento que hicieron por mar los 
españoles, Atlas, Madrid, 1954. 
 
Friede, Juan (comp), Documentos inéditos para la historia de Colombia, Academia Colombiana 
de la Historia, Bogotá, 1955-60. 
 
Gómez Pérez, C. Pedro de Heredia y Cartagena de indias, Escuela de Estudios 
Hispanoamericanos, Sevillas. 1983. 
 
Guerrero, J. G. y Veloz Maggiolo M., “Los inicios de la colonización en América” en La 
Arqueología como Historia. San Pedro de Marcoris, Republica Dominicana, 1988. 
 
Gruzinski, Serge,. “Las Imágenes, los imaginarios y la occidentalización.”, en Marcello 
Carmagnani, Alicia Hernández y Ruggiero Romano Para una historia de las Américas I. Las 
estructuras, Fondo de Cultura México, 1999. 
 
Helms Mary W. "Los indios del Caribe y circunncaribe a finales del siglo XV", en Leslie 
Bethell (coord) Historia de América Latina. Cambridge, Crítica, Barcelona, 1990. 
 
Herrera, Marta, Poder local, poblamiento y ordenamiento territorial, Nueva Granada en el siglo 
XVIII. Archivo General de la Nación, Bogotá, 1996. 
 
Izard, Miguel. Tierra Firme. Historia de Venezuela y Colombia, Alianza América Madrid, 
1987. 
 
 
 
Las Casas, Bartolomé, Historia de las Indias 1520-1561, Madrid, Libro II, capítulo CLV, 
1875-76. 
Leroy Gordon´s. El Sinú, geografía humana y ecología, Banco de la República, Bogotá, 1987. 
 
Mantilla Tascón, Antonio. "Los viajes de Julián Gutiérrez al golfo de Urabá." En: Anuario de 
Estudios Americanos, II, Sevilla, 1946, pp. 181-264. 
 
Marrero, Levi, . Cuba, economía y sociedad, Riopiedras, PuertoRico, 1972. 
 
Milhou, Alain . “Los intentos de repoblación de la isla Española por colonias de labradores 
(1518-1603). Razones de un fracaso”, en Actas del V Congreso Internacional de Hispanistas. 
Burdeos, 1974. 
 
Mira Caballo, Esteban. El indio Antillano: repartimiento, encomienda y esclavitud (1492-1542), 
Muñoz Moya, Sevilla, 1997. 
 
Moya Pons, Frank. Después de Colón: trabajo, sociedad y política en la economía del oro, 
Alianza América, Madrid, 1987. 
 
Ots Capdequi, J. M. El estado español en las Indias, Fondo Cultura Económica, México, 1975. 
 
Otte, Enrique, “Los Jerónimos y el tráfico humano en el Caribe: una rectificación.”, en Anuario 
de Estudios Americanos. Tomo XXXII. Sevilla, 1989, 
 
Parry J. H., La época de los descubrimientos geográficos 1450-1620, Guadarrama, Madrid, 
1964. 
 
_______, The Discovery of the Sea, Universidad California Press, Berkeley, 1991. 
 
Pérez Herrero, Pedro. Comercio y mercado en América Latina Colonial, Mapfre, Madrid, 1992. 
 
Quixalus, F. y Auroux, S. “La geste du Caribe: Langue et metalangue”, en Revista de Ameridia. 
Numero especial 6, AEA, Paris, 1984 
 
Pichardo Moya, Felipe. Los aborígenes de las Antillas, Fondo de Cultura, México, 1956 
 
Plazas, Clemencia, La sociedad Hidráulica Zenú. Estudio arqueológico de 2000 años de 
historia en las llanuras del Caribe colombiano, Banco de la República, Bogotá, 1993. 
 
Ramos, Demetrio. Audacia, negocio y política en los viajes españoles de descubrimiento y 
rescate. Casa Museo Colón, Valladolid, 1981. 
 
_______ El mito de El Dorado. Madrid, 1981. 
 
Ramos Gómez, J.L., “Huellas de la realción mantenida por españoles e indios en la Isabela en la 
Isabela hasta la partida de Antonio Torres el 2 de febrero de 1494”, en Revista Española de 
Antropología Americana. N 22. Universidad Complutense de Madrid, 1992. 
 
Reichel Dolmatoff, Gerardo. Arqueología de Colombia, Presidencia de la República, Bogotá, 
1997. 
 
________ Colombia indígena, Banco de la República, Bogotá, 1998. 
 
 
 
Robiou Lamarche, Sebastian. “La navegación indígena antillana.” En: Boletín del museo del 
hombre dominicano. Año XIX, Nº 25. Santo Domingo, 1993. 
 
Sánchez Albornoz, Nicolás. La población en América Latina desde los tiempos precolombinos 
al año 2000. Alianza, Madrid, 1977. 
 
Sánchez Bella, Ismael. La organización financiera de las Indias: siglo XVI, Escuela Libre de 
Derecho, México, 1990. 
 
Sanoja Obediente, Mario. “Regiones geohistóricas y modos de vida: fundamentos para la 
historia alternativa." En: Boletín Antropológico Americano. México, julio-diciembre 1995-97. 
_________ , Los hombres de la yuca y el maíz, Monte Avila, Caracas, 1981 
 
Sanoja, Mario y Vargas Arenas, Iradia. “De Tribus a Señoríos en los Andes Septentrionales.” 
En: Historia de América andina. Vol. I Las Sociedades Aborígenes, Pp. 200-221, Universidad 
andina, Quito, 1999. 
 
__________. Orígenes de Venezuela. Regiones Geohistóricas Aborígenes hasta 1500 d.c, 
Comisión Presidencial V Centenario, Caracas, 1992. 
 
Sauer, Carl Ortwin, Descubrimiento y Dominación española del Caribe, Fondo de Cultura, 
México, 1984. 
 
Tovar, Rafael. El Enfoque Geohistórico, Caracas, 1986. 
 
Tovar Pinzón, Hermes, La estación del miedo o la desolación dispersa, Ariel, Bogotá, 1997. 
 
__________. La formación social Chibcha, Universidad Nacional, Bogotá, 1980. 
 
Uribe, María Victoria. “Las sociedades del Norte de los Andes.” En: Historia General de 
América Latina I. Las sociedades originarias, Unesco, París, 1999. 
 
Veloz Maggiolo, Marcio. “Las sociedades originarias del Caribe.” en Historia General de 
América Latina I. Las sociedades originarias, Unesco, París, 1999. 
 
Vigneras L. H. "El viaje al Brasil de Alonso Vélez de Mendoza y Luis Guerra (1500-1501), 
Anuario de Estudios Americanos, XIV, Sevilla, 1957, p. 333-348. 
 
Warwick Bray, “¿A dónde han ido los bosques? El hombre el medio ambiente en la Colombia 
Prehispánica.” En: Boletín del Museo del Oro Nº 30, Bogotá, 1991. 
 
Watt, David. Las Indias Occidentales. Modalidades de desarrollo, cultura y cambio climático 
Desde 1492. Alianza América, Madrid, 1992.

Otros materiales