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San Agustín y la historia de la filosofía. Notas a partir de De Civitate Dei, libro VIII II° Jornada de Reflexión Agustiniana, PUCV, 2015 Francisco Bahamonde Farías Pontificia Universidad Católica de Valparaíso RESUMEN: El presente trabajo tiene como objetivo reflexionar en torno a la breve exposición acerca de la historia de la filosofía griega que presenta san Agustín de Hipona en el libro VIII de De Civitate Dei. Recogeremos algunas de los principales momentos de esta exposición, contrastándola con pasajes de otras de las obras del Hiponense, para terminar con una breve valoración crítica. Palabras clave: san Agustín, filosofía griega, De Civitate Dei. La influencia de san Agustín de Hipona en la historia de la filosofía occidental es, sin duda alguna, enorme. No es arriesgado decir que fue en gran parte gracias a él que el pensamiento de Platón dominó fuertemente durante la primera parte de la Edad Media: al leer la obra del Hiponense, es clara, aunque por momentos sutil, la presencia del fundador de la Academia. Sin embargo, Agustín no se limita a un conocimiento de la sola obra de Platón: también es posible encontrar en sus obras alusiones a otras figuras destacadas del pensar griego. Desde Homero hasta Aristóteles y los académicos, la filosofía de Grecia encuentra su lugar en la mente de Agustín, si bien la figura preponderante es, ciertamente, Platón. En este trabajo, nos limitaremos a estudiar brevemente algunos de los primeros capítulos del libro VIII de De Civitate Dei, en los cuales el Obispo de Hipona hace un breve recorrido por algunas de las figuras más importantes del pensamiento griego. Contrastaremos estos pasajes con otras obras del Hiponense, y concluiremos con algunos comentarios finales. I. La formación intelectual y filosófica de Agustín Agustín posee una formación intelectual bastante rigurosa. Leemos en las Confessiones cómo él mismo nos relata su educación de niño, destacando su gusto por las letras latinas y su tedio ante la lengua de Homero: “Desconozco aún los motivos que me hacían odiar el griego, que me enseñaron desde niño. En cambio, me gustaba mucho el latín, no el que enseñan los profesores de primaria, sino el que explican los llamados gramáticos”1. Él mismo no logra explicarse suficientemente a qué podría deberse esto, pero señala: “El mismo Homero, maestro en tejer tales fábulas (sc. la literatura épica), es dulcísimamente inútil. Pero para mi niñez resultó realmente amargo. Supongo que lo mismo les ocurrirá a los niños griegos con Virgilio, si se les obliga a estudiarlo como a mí me obligaron a estudiar a Homero. Realmente era la dificultad, sí, la dificultad integral de aprender una lengua extranjera, la que de cierto modo rociaba de hiel la dulzura helénica de los relatos de 1 “Quid autem erat causae cur graecas litteras oderam quibus puerulus imbuebar, ne nunc quidem mihi satis exploratum est. Adamaveram enim latinas, non quas primi magistri, sed quas docent qui grammatici vocantur”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, Confessiones I, 13, 20; PL 32, 670. las fábulas”2. Sin embargo, es interesante notar que esta adversidad no significó para Agustín un obstáculo insalvable: al contrario, podemos ver en muchos pasajes de su obra que acude a conceptos griegos, llegando incluso a señalar en De Civitate Dei que presenta un fragmento de la obra perdida de Porfirio ἐκ λογίων φιλοσοφίας, traducido del griego al latín de su puño y letra3; e incluso se introduce brevemente en el complejo asunto de la traducción de la palabra οὐσία4. Más allá de las competencias de Agustín como traductor, el punto central de este asunto consiste en observar que el Santo recibe, de algún modo, la herencia de la filosofía previa a él, si bien tal vez no de manera completa o exhaustiva. No obstante, es posible rastrear en sus obras algunas de estas influencias. Por ejemplo, en las Confessiones podemos leer que Agustín estudió el texto de las Categorías de Aristóteles; él mismo señala que lo entendió sin ayuda de nadie, proeza que ninguno de sus compañeros había logrado5. Y en otros pasajes de las Confessiones aparecen otros nombres conocidos, como Epicuro, Anaxímenes y otros. A continuación se podría plantear la pregunta: ¿cómo obtuvo Agustín noticia de estos filósofos? ¿Los leyó directamente? Probablemente no a todos, sino que a la mayoría los conoció a través de la obra de otros pensadores6, como Cicerón, o por medio de traducciones como las de Mario Victorino7. Más aún, la influencia de Cicerón en el Hiponense es clave: gracias a la lectura de su Hortensio, Agustín se ve motivado al estudio de la filosofía. Como él mismo nos cuenta: “Siguiendo el programa normal de mis estudios, me di de repente con un libro de un tal Cicerón, cuyo lenguaje todos admiran, aunque no admiren su contenido. Este libro contiene una exhortación a la filosofía y lleva por título Hortensio. Su lectura realizó un cambio en mi mundo afectivo. También encaminó mis oraciones hacia Ti, Señor, e hizo que mis proyectos y deseos fueran otros. De golpe todas mis expectativas de frivolidad perdieron valor, y con increíble ardor de mi corazón ansiaba la inmortalidad de la sabiduría”8. Y a lo largo de las obras de Agustín, podemos encontrar constantes referencias a Cicerón. Por tanto, no es arriesgado pensar que de él haya recibido Agustín las noticias que tenía del pensamiento de los epicúreos, escépticos y principalmente de los estoicos. Sin embargo, la influencia filosófica por excelencia en el pensamiento del Hiponense es, sin duda, Platón. De él tiene Agustín un concepto realmente elevado, y asimismo de las escuelas que beben de sus fuentes, si bien de éstas últimas con ciertas reservas: es famoso 2 “Nam et Homerus peritus texere tales fabellas, et dulcissime vanus est, et mihi tamen amarus erat puero. Credo etiam graecis pueris Virgilius ita sit, cum eum sic discere coguntur, ut ego illum. Videlicet difficultas, omnino ediscendae peregrinae linguae, quasi felle aspergebat omnes suavitates graecas fabulosarum narrationum”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., I, 14, 23; PL 32, 671. 3 SAN AGUSTÍN DE HIPONA, De Civitate Dei XIX, 23; PL 41, 650. 4 SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., XII, 2; PL 41, 350. 5 SAN AGUSTÍN DE HIPONA, Confessiones IV, 16, 28; PL 32, 704. 6 Otra posible fuente es Lactancio, casi contemporáneo de Agustín; es mencionado en De Civitate Dei XVIII, 23, posiblemente con su De Institutionibus Divinis. 7 Esta figura llegó a ser profundamente admirada por Agustín, y es caracterizada por él en Confessiones VIII, 2, 3-5; PL 32, 749-754. 8 “… et usitato iam discendi ordine perveneram in librum cuiusdam Ciceronis, cuius linguam fere omnes mirantur, pectus non ita. Sed liber ille ipsius exhortationem continet ad philosophiam, et vocatur Hortensius. Ille vero liber mutavit affectum meum et ad te ipsum, Domine, mutavit preces meas, et vota ac desideria mea fecit alia. Viluit mihi repente omnis vana spes et immortalitatem sapientiae concupiscebam aestu cordis incredibili”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., III, 4, 7; PL 32, 687. el pasaje de Confessiones en el que Agustín comenta, a propósito de los neoplatónicos, que en ellos pudo encontrar muchas ideas que se corresponden con principios fundamentales de la fe cristiana, pero que a la vez carecían de otros9. II. El texto de De Civitate Dei, libro VIII En su revisión de la historia de la filosofía, san Agustín no se propone ser exhaustivo. Al contrario, él mismo señala: “en esta obra no me he propuesto refutar todas las opiniones de todos los filósofos, sino solamente las que se refieren a la teología, cuyo vocablo griego significa discurso o tratado sobre la divinidad. Y aun así, no las de todos, sino sólo las de quienes están de acuerdo en admitir la divinidad y su cuidado de las cosas humanas, pero a la vez opinan que no basta el culto de un Dios inmutablepara conseguir una vida feliz aun después de la muerte, sino que han sido creados y establecidos muchos por ese único y deben ser venerados por esta causa”10. Esto explicaría la omisión de algunos filósofos, pero no completamente: por ejemplo, dos grandes ausentes en este recorrido son Heráclito de Éfeso y Parménides de Elea11. Sin embargo, esta situación puede explicarse de otra manera. Si se estudia detenidamente el texto agustiniano, teniendo presente la meta que Agustín tiene en mente (esto es, Platón), es posible observar que, por lo menos en las fuentes que suponemos tenía a mano el Santo, ni Heráclito ni Parménides están directamente relacionados con Platón ni con alguno de sus antecesores. En ese sentido, a Agustín le interesa más mostrar la trayectoria que condujo a Platón y su escuela que un interés estrictamente histórico. Esto nos exige volver, por otro lado, a la pregunta por las fuentes en las que se basó Agustín. ¿Tenía noticia, por ejemplo, Cicerón del Eleata o del Oscuro? Ciertamente, sí. Ahora, pretender revisar exhaustivamente la obra de Cicerón en busca de referencias a Heráclito y Parménides sobrepasa los límites de este humilde trabajo. Nos limitaremos, pues, a señalar algunos pasajes. Respecto de Heráclito, Cicerón trata sobre él en De Natura Deorum (I, 26, 74 y III, 14, 35) y en las Académicas (II, 37, 118). Además, el propio Agustín lo menciona en De Civitate Dei VI, 5. Por tanto, podemos suponer que el Santo conocía al Oscuro. Por otro lado, la influencia de Heráclito en la filosofía estoica difícilmente pudo haber pasado desapercibida por el Hiponense, dado el manejo que él tuvo de la obra del propio Cicerón. El caso de Parménides es similar: si bien Agustín (hasta donde he podido ver) no alude a él, sí lo hace Cicerón abundantemente en las Académicas (II, 5, 14; II, 23, 74; II, 37, 118 y II, 42, 129) y en De Natura Deorum (I, 11, 28). Por tanto, es bastante probable que Agustín haya tenido noticia de estos filósofos, al menos rudimentariamente. Pero ni a Heráclito ni a 9 SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., VII, 9, 13-15; PL 32, 740-741. 10 “Neque enim hoc opere omnes omnium plilosophorum vanas opiniones refutare suscepi, sed eas tantum quae ad theologiam pertinere, quo verbo graeco significari intelligimus de divinitate rationem sive sermonem; nec eas omnium, sed eorum tantum, qui cum et esse divinitatem et humana curare consentiant, non tamen sufficere unius incommutabilis Dei cultum ad vitam adipiscendam, etiam post mortem, beatam, sed multos, ab illo sane uno conditos atque institutos, ob eam causam colendos putant”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, De Civitate Dei VIII, 1; PL 41, 225. 11 Por lo demás, esta omisión no es un caso aislado en la historia de la Filosofía: basta revisar, por ejemplo, los primeros capítulos del libro A de la Metafísica para ver que Aristóteles tampoco es completamente exhaustivo en su revisión de los filósofos que le precedieron, pues en ningún caso era su intención escribir una Historia de la Filosofía, como tampoco era la intención de san Agustín. Parménides los incluye en esta revisión pues probablemente no los consideraba directamente relacionados con Platón. a. Filosofía itálica y jónica Agustín comienza su revisión de la historia de la filosofía con la división entre la escuela itálica, ubicada en la Magna Grecia y representada por Pitágoras, y la jónica, fundada por Tales de Mileto. Sobre Pitágoras, Agustín se limita a señalar que sobre él se dice que tuvo origen el nombre de “filósofo”, ya que no se consideraba digno de ser llamado “sabio”, pues sabios eran “los que parecían aventajar a los demás en un método de vida laudable” 12. Con respecto a la escuela jónica, el Hiponense señala la sucesión clásica: Tales, Anaximandro, Anaxímenes13, y atribuye a cada uno el tradicional ἀρχή ya conocido. La única excepción es Anaximandro, de quien dice que “cambió la doctrina sobre la naturaleza de las cosas. No pensó, como Tales, que todo procedía de un elemento, el agua, sino que todas las cosas nacen de sus propios principios. Pensó que estos principios de cada cosa eran infinitos, y que ellos engendraban innumerables mundos y cuanto en ellos se produce”14. Agustín no habla directamente del famoso ἄπειρον, sino que señala una “infinidad de principios”. En este sentido, sería una investigación interesante indagar cuál o cuáles habrían sido las fuentes en las cuales el Santo se basa para postular esta infinidad de principios. Ciertamente, el propio concepto ἄπειρον no daría lugar para tal interpretación, al menos en cuanto a una infinidad cuantitativa, dado que ἄ-πειρον alude más bien a in- finidad en cuanto ausencia de límite y contrapuesto a τὸ πεπερασµένον, lo limitado y de- finido. Es decir, la in-finitud a la que ἄπειρον alude es cualitativa, y se entiende “finitud” por “limitación”, “envuelto por una frontera”. A continuación, siguiendo una costumbre consagrada desde antiguo en las épocas pasadas, establece una relación de discipulado entre Anaxímenes y Anaxágoras. Esto no está completamente claro, pero tampoco es totalmente descabellado: aquí aparece con toda su fuerza el grave problema de la datación y ubicación temporal de los filósofos presocráticos. Ahora bien, más allá de eso, Agustín destaca la doctrina del νοῦς de Anaxágoras, diciendo que él “ya tuvo al espíritu divino como autor de todas las cosas que vemos, afirmando que todo género de cosas eran hechas, cada una según sus módulos y especies propias, de una materia infinita que constaba de partículas semejantes entre sí; pero el que las hacía era el espíritu divino”15. Podemos ver que ya en la época de Agustín estaba presente la idea de las homeomerías de Anaxágoras, al hablar de “partículas semejantes entre sí”. Ahora bien, no entraremos en el problema que significa este concepto. Simplemente nos limitamos a señalar que ya el Hiponense lo recibe como herencia. 12 SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., VIII, 2; PL 41, 225. Posiblemente, el Santo tuvo por fuente a Cicerón en las Tusculanas (V, 3, 8-9). 13 El Santo menciona también a Anaxímenes en Confessiones X, 6, 9 (PL 32, 783): mientras buscaba a Dios entre las cosas de la naturaleza, interroga entre ellas al aire, quien le contesta: “Anaxímenes está en un error. Yo no soy tu Dios”. 14 “… mutavitque de rerum natura opinionem. Non enim ex una re, sicut Thales ex humore, sed ex suis propriis principiis quasque res nasci putavit. Quae rerum principia singularum esse credidit infinita, et innumerabiles mundos gignere, et quaecumque in eos oritur”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, De Civitate Dei VIII, 2; PL 41, 226. La cursiva es nuestra. 15 “… harum rerum omnium, quas videmus, effectorem divinum animum sensit; et dixit ex infinita materia, quae constaret similibus inter se particulis, rerum omnium genera pro modulis et speciebus propriis singula fieri, sed animo faciente divino”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., VIII, 2; PL 41, 226. Después de Anaxágoras, Agustín menciona a Diógenes y Arquelao, para pasar directamente a la figura de Sócrates. b. Sócrates De Sócrates, el Santo señala que es el primero en dirigir la atención de la reflexión filosófica hacia las costumbres. Agustín contrasta la ocupación propia de los presocráticos, interesados en la φύσις, con el interés socrático, y se pregunta por la motivación de Sócrates para ello: “Aunque no me parece pueda verse claramente el propósito de Sócrates: ¿pretendió, dominado por el tedio de las cosas oscuras e inciertas, descubrir algo cierto y claro, necesario para la vida feliz, a cuya única consecución parece encaminado el cuidado y trabajo de todos los filósofos? ¿O acaso, como piensan algunos benévolamente, no quería que los espíritus inmersos en apetitos terrenos aspirasen a las cosas divinas?”16. Independientemente de la motivación de Sócrates, para Agustín sí era claro que para él era importantela reflexión en torno a las buenas costumbres, el ámbito propiamente ético, con el fin de alcanzar la limpieza de la inteligencia. En efecto, esta purificación permite la contemplación de la “luz incorpórea e inmutable, en que se encuentran firmes las causas de todas las naturalezas creadas”17. Y al Hiponense, por otro lado, no se le escapa el nudo central de la vida de Sócrates tal como aparece planteado en los diálogos platónicos, como la Apología o el Critón: la acusación en su contra y la condena de muerte consiguiente. Señala que la confesión de Sócrates, el famoso “sólo sé que nada sé”, le permite enarbolar su método mayéutico: “Consta, en efecto, que él, confesando su ignorancia o disimulando su ciencia […], desbarató la necedad de los ignorantes que se las daban de entendidos incluso en las cuestiones morales […]. Con ello se atrajo enemistades, y, condenado por una calumniosa acusación, fue castigado con la muerte”18. Con respecto a los seguidores de Sócrates, Agustín señala que son muchísimos, y esto se debe a que el pensamiento socrático no siempre fue claro: “por ello cada uno tomó lo que le gustó, estableciendo el fin del bien donde mejor le pareció”19. Entre estos seguidores, Agustín señala a Aristipo, fundador de la escuela cirenaica, que tiene como supremo bien el placer, y a Antístenes, padre del cinismo, que le da un lugar central a la virtud. Pero para el Hiponense es claro que el más grande de todos es, sin duda, Platón. 16 “Non mihi autem videtur posse ad liquidum collegi, utrum Socrates, et hoc faceret, tedio rerum obscurarum et incertarum ad aliquid apertum et certum reperiendum animum intenderit, quod esset beatae vitae necessarium; propter quam unam omnium philosophorum invigilasse ac laborasse videtur industria: an vero, sicut de illo quidam benevolentius suspicantur, nolebat immundos terrenis cupiditatibus animos se extendere in divina conari”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., VIII, 3; PL 41, 226-227. 17 SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., VIII, 3; PL 41, 227. 18 “Constat eum tamen imperitorum stultitiam scire se aliquid opinantium, etiam in ipsis moralibus quaestionibus, quo totum animum intendisse videbatur, vel confessa ignorantia sua, vel dissimulata scientia, lepore mirabili disserendi et cautissima urbanitate agitasse atque versasse. Unde et concitatis inimicitiis calumniosa criminitate damnatus, morte muletatus est”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., VIII, 3; PL 41, 227. 19 SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., VIII, 3; PL 41, 227. c. Platón Llegamos, aquí, al verdadero punto clave de esta breve historiografía agustiniana. Agustín señala que Platón habría dado origen a la división tripartita de la filosofía, aunando las partes activa y contemplativa, representadas por Sócrates y Pitágoras, respectivamente, y perfeccionando de esta manera la actividad filosófica. Estas partes son: “la moral, que se encuentra sobre todo en la acción; la natural, destinada a la contemplación; la racional, que distingue lo verdadero de lo falso. Y aunque ésta sea necesaria tanto a la acción como a la contemplación, reclama sobre todo como cosa más propia el conocimiento de la verdad”20. Y en relación a la opinión de Platón acerca de cada una de estas partes, el Hiponense introduce el problema de la distinción entre el pensamiento socrático y el platónico en los diálogos. No obstante esto, para Agustín es claro que Platón y sus epígonos son la escuela más cercana al cristianismo, dado que ellos tienen de Dios “la opinión de que en él se encuentra la causa de la subsistencia, y la razón de la inteligencia y la ordenación de la vida; de estas tres cosas, una pertenece a la parte natural, la otra a la racional y la tercera a la moral”21. Y más tarde añade: “Si Platón dijo que el sabio es aquel que imita, conoce y ama a este Dios cuya participación lo hace feliz, ¿qué necesidad hay de examinar a los demás? Ninguno de ellos está tan cerca de nosotros como éstos”22. Por motivos de extensión, no podremos profundizar en el comentario que hace Agustín sobre la física, la lógica y la ética platónicas. Sin embargo, para concluir este acápite sobre Platón, quisiera llamar la atención sobre un punto bastante interesante. Agustín señala que muchos cristianos se admiran de la doctrina de Platón acerca de Dios, e incluso llegan a postular que el filósofo, de alguna manera, tuvo conocimiento de la Sagrada Escritura en alguno de sus viajes, o que incluso haya escuchado al profeta Jeremías. Sin embargo, el propio Hiponense señala la diferencia de épocas entre ambos personajes, si bien erradamente: él aduce casi un siglo, mientras que las investigaciones recientes señalan que esta diferencia abarcaría casi 150 años. A pesar de esto, el mismo Agustín se ve maravillado ante las similitudes que pueden observarse entre la Escritura y algunos pasajes platónicos, particularmente del Timeo. d. Otros El Santo concluye su resumen de historia con Platón. Ahora bien, esto no quita que haya mencionado a otras figuras posteriores del pensamiento griego en otros pasajes de su obra. Veamos brevemente algunas de estas figuras. En primer lugar, Homero. El poeta es mencionado pocas veces; pero en Confessiones podemos ver que Agustín lo conocía desde niño y lo había estudiado. De ahí que sea 20 “unam moralem, quae maxime in actione versatur; alteram naturalem, quae contemplationi deputata est; tertiam rationalem, qua verum disterminatur a falso: quae licet utrique, id est actioni et contemplationi, sit necessaria, maxime tamen contemplatio perspectionem sibi vindicat veritatis”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., VIII, 4; PL 41, 228. Esta misma exposición de la división tripartita de la filosofía es retomada en De Civitate Dei XI, 25; PL 41, 338-339. En los capítulos 6, 7 y 8 del libro VIII, Agustín expone brevemente la física, la lógica y la ética platónicas. 21 SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., VIII, 4; PL 41, 228-229. 22 “Si ergo Plato Dei huius imitatorem, cognitorem, amatorem dixit esse sapientem, cuius participatione sit beatus, quid opus est excutere caeteros? Nulli nobis, quam isti, propius accesserunt”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., VIII, 5; PL 41, 229. posible que el Santo lo cite en algunas ocasiones, tomando pasajes de Ilíada (Υ, 302-305, en De Civitate Dei III, 2 y Υ, 67ss, en De Civitate Dei IV, 30)23 y de Odisea (σ, 136-137, en De Civitate Dei V, 8)24. Se podría pensar que la información que tuvo Agustín de los relatos contenidos en los poemas homéricos pudo provenir de Virgilio y la Eneida. Siendo esto correcto (el Hiponense también cita abundantemente al poeta latino), el Santo ciertamente conoció la obra de Homero. A continuación, Agustín menciona brevemente a los Siete Sabios de Grecia y a los primeros φυσικοί, poniéndolos en relación cronológica con la historia de Israel en paralelo a la cautividad en Babilonia25. El Santo cuenta que: “en este tiempo se dice que existió Pítaco de Mitilene, otro de los siete sabios (ya había mencionado a Tales en el capítulo anterior). Y también los otros cinco, que con tales, ya citado, y este Pítaco completan el número de siete, escribe Eusebio (sc. de Cesarea) que existieron cuando el pueblo de Dios era retenido como cautivo en Babilonia. Estos cinco son: Solón, de Atenas; Quilón, de Lacedemonia; Periandro, de Corinto; Cleóbulo, de Lindos, y Bías, de Priene. Todos estos siete llamados sabios florecieron después de los poetas teólogos, porque se adelantaban en cierto género laudable de vida a los demás hombres y reunieron en breves adagios algunos preceptos de moral. Ciertamente que no dejaron, en cuanto refiere a la escritura, monumento alguno a la posteridad. Solamente se dice que Solón dio algunas leyes a Atenas, y que Tales fue físico y dejó escritos libros con sus enseñanzas”26. Y a continuación, Agustín conecta esta parte de la historia con el origen de lafilosofía griega, diciendo: “También en este tiempo de la cautividad de los judíos florecieron los físicos Anaximandro, Anaxímenes y Jenófanes. Así como brilló igualmente Pitágoras, a partir de quien comenzaron los sabios a llamarse filósofos”27. A diferencia de Platón, Aristóteles es mencionado en contadas ocasiones. Una de ellas es en el propio libro VIII, donde Agustín describe al Estagirita como “discípulo de Platón, varón de extraordinario talento, inferior en estilo a su maestro, pero muy superior a muchos, fundó la escuela peripatética, así llamada porque acostumbraba a enseñar paseando; y destacando por la gloria de su fama, conquistó para su escuela a muchísimos aun en vida de 23 Υ, 302-305: µόριµον δέ οἵ ἐστ’ ἀλέασθαι / ὄφρα µὴ ἄσπερµος γενεὴ καὶ ἄφαντος ὄληται / ∆αρδάνου, ὃν Κρονίδης περὶ πάντων φίλατο παίδων / οἳ ἕθεν ἐξεγένοντο γυναικῶν τε θνητάων. Υ, 67-75: ἤτοι µὲν γὰρ ἔναντα Ποσειδάωνος ἄνακτος / ἵστατ’ Ἀπόλλων Φοῖβος ἔχων ἰὰ πτερόεντα, / ἄντα δ’ Ἐνυαλίοιο θεὰ γλαυκῶπις Ἀθήνη: / Ἥρῃ δ’ ἀντέστη σῶκος ἐριούνιος Ἑρµῆς, / ἄντα δ’ ἄρ’ Ἡφαίστοιο µέγας ποταµὸς βαθυδίνης, / ὃν Ξάνθον καλέουσι θεοί, ἄνδρες δὲ Σκάµανδρον. / ὣς οἳ µὲν θεοὶ ἄντα θεῶν ἴσαν. 24 σ, 136-137: τοῖος γὰρ νόος ἐστὶν ἐπιχθονίων ἀνθρώπων, / οἷον ἐπ’ ἧµαρ ἄγησι πατὴρ ἀνδρῶν τε θεῶν τε. 25 2Re 24-25. 26 “Eo tempore Pittacus Mitylenaeus, alius e septem Sapientibus, fuisse perhibetur. Et quinque caeteros, qui ut septem numerentur, Thaleti, quem supra commemoravimus, et huic Pittaco adduntur, eo tempore fuisse scribit Eusebius, quo captivus Dei populus in Babylonia tenebatur. Hi sunt autem, Solon Atheniensis, Chilo Lacedaemonius, Periander Corinthius, Cleobulus Lindius, Bias Prienaeus. Omnes hi septem appellati sapientes post poetas theologos claruerunt, quia genere vitae quodam laudabili praestabant hominibus caeteris, et morum nonnulla praecepta sententiarum brevitate complexi sunt. Nihil autem monumentorum, quod ad litteras attinet, posteris reliquerunt, nisi quod Solon quasdam leges Atheniensibus dedisse perhibetur; Thales vero physicus fuit, et suorum dogmatum libros reliquit”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., XVIII, 25; PL 41, 582. 27 “Eo captivitatis Iudaicae tempore, et Anaximander, et Anaximenes, et Xenophanes physici claruerunt. Tunc et Pythagoras, ex quo coeperunt appellari philosophi”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., XVIII, 25; PL 41, 582. Cfr., además, SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., XVIII, 37; PL 41, 597. su maestro”28. La segunda ocasión es a propósito del problema del cuerpo terreno y su posible presencia en el cielo, y señala que, junto a los cuatro elementos, Aristóteles denominó al alma “el quinto cuerpo”29. Pero esto no quiere decir que Agustín no haya conocido al Estagirita más profundamente: recordemos el pasaje de las Confessiones en el que el Santo recuerda haber estudiado las Categorías. Acerca de los cínicos, Agustín es fuertemente crítico, especialmente acerca de su doctrina ética. Hablando acerca del pudor y del freno de la sabiduría en la moderación de las pasiones, señala: “¿No comprendieron esto los famosos filósofos <<caninos>>, o sea cínicos, al lanzar contra el pudor humano su doctrina realmente cínica, esto es inmunda y desvergonzada? Dijeron que no debe causar vergüenza hacer en público lo que se puede hacer legítimamente con la esposa; y no hay por qué evitar el acto conyugal en cualquier calle o plaza”30. Con respecto a los estoicos, es interesante que Agustín cite a Séneca, quien parafrasea algunos versos del Himno a Zeus de Cleantes31. Además, recuerda que en la discusión en torno al ἀρχή, los estoicos postulan al fuego, seguramente teniendo en mente la doctrina de Heráclito: “Pues los estoicos tuvieron al fuego realmente como dios, y este fuego no era otra cosa para ellos que uno de los cuatro elementos de que consta este mundo visible, sendo a la vez viviente (¡recordemos el ἀείζωον del frag. 30 del Oscuro!), sabio y autor del mismo mundo y de todo lo que en él existe”32. Además, da cuenta de la doctrina ética de los estoicos tomando como fuentes a Cicerón con el De finibus y a Aulo Gelio con las Noches áticas. III. Comentarios finales Una interesante, aunque bastante profunda, línea de investigación en torno a la recepción agustiniana de la filosofía precedente podría considerar las siguientes preguntas: ¿fueron los autores latinos, como Cicerón, la única fuente de la que se sirvió Agustín? ¿Es posible que haya tenido acceso a la obra de Diógenes Laercio, por ejemplo? ¿Y la de otros filósofos de habla griega? Por ejemplo, Agustín señala a Diógenes como condiscípulo de Anaxágoras y a Arquelao como aprendiz de éste, figuras que por lo demás podríamos considerar como “menores” en la historia de la filosofía: ¿es posible que haya tenido noticia de ellos a través de Cicerón? Si la respuesta fuera negativa, nos veríamos obligados a pensar en ensanchar las fuentes de Agustín tal vez más allá de la obra latina. Esto no sería 28 “Aristoteles, Platonis discipulus, vir excellentis ingenii, et eloquio Platoni quidem impar, sed multos facile superans, sectam Peripateticam condidisset, quod deambulans disputare consueverat, plurimosque discipulos praeclara forma excellens, vivo adhuc praeceptore in suam haeresim congregasset”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., VIII, 12; PL 41, 237. 29 SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., XXII, 11; PL 41, 773. La exposición agustiniana está equivocada: Aristóteles denominó “quinto cuerpo” (πέµπτη οὐσία) al éter, no al alma. Cfr. ARISTÓTELES, De Caelo I 2, 270b12-25. 30 “Hoc illi canini philosophi, hoc est Cynici, non viderunt, proferentes contra humanam verecundiam, quid aliud quam caninam, hoc est immundam imprudentemque sententiam? Ut scilicet quoniam iustum est quod fit cum uxore, palam non pudeat id agere; nec in vico aut platea qualibet coniugalem concubitum devitare”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., XIV, 20; PL 41, 428. 31 SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., V, 8; PL 41, 148. La referencia de Séneca es la Epístola 107, 11. 32 “Nam Stoici ignem, id est corpus unum ex his quattuor elementis, quibus visibilis mundus hic constat, et viventem, et sapientem, et ipsius mundi fabricatorem atque omnium quae in eo sunt, eamque omnino ignem deum esse putaverunt”. SAN AGUSTÍN DE HIPONA, op. cit., VIII, 5; PL 41, 230. completamente descabellado: ya hemos visto que el Hiponense, si bien no sintió pasión por las letras helénicas en su juventud, sí se sirvió de la lengua griega en ocasiones. Por supuesto, esto plantea a continuación la pregunta: ¿de qué títulos podría haber dispuesto el Santo y de cuáles no (todo esto, por supuesto, a nivel hipotético, al menos por ahora)? Por ejemplo, es bastante probable que de Aristóteles no haya tenido más noticia que la que trasmitió Mario Victorino con sus traducciones. Pero, ¿y Platón, por ejemplo? ¿Y de los Padres apostólicos, como Justino, Clemente de Alejandría u Orígenes? Queda, por lo demás, pendiente la pregunta por la pericia de Agustín en el idioma griego: si llegó a traducir, ¿qué tan confiables habrían sido esas traducciones? Por otro lado, este hipotético ensanchamiento de las fuentes debe contrastarse con el efectivo conocimiento que tuvo Agustín de la filosofía griega, la cual queda mostrada sólo parcialmente en el De Civitate Dei. Se podría analizar también, por ejemplo, el Contra Academicos y revisarlos en contraste33. Ahora bien, tal vez sea demasiado difícil, por no decir imposible, saber a ciencia cierta el grado de fluidez que tuvo Agustín con el griego. Por eso, es más seguro postular que la mayoría de sus fuentes sobre la historia de la filosofía son de origen latino. Esto se ve asegurado por la influencia que tuvo en él Mario Victorino. Hemos visto cómo Agustín recoge algunos momentos importantes de la historia de la filosofía. Con ello, es posible ver que la antigua idea de san Pablo, que piensa en una oposiciónentre filosofía y cristianismo, ha quedado superada, y Agustín es heredero de este nuevo modo de apreciar la filosofía. Sin embargo, eso no subvierte la centralidad del cristianismo: el verdadero centro sigue siendo Cristo, el Maestro Interior. La motivación de Agustín durante la mayor parte de su vida adulta fue la transmisión de la fe que él mismo había recibido, y podemos pensar que tanto la filosofía que ya conocía antes de su conversión como la que estudió posteriormente fueron colocadas al servicio del Evangelio. 33 Por lo demás, es posible que Agustín recibiera estas noticias sobre la filosofía presocrática del De Natura Deorum (I, 10, 25ss) de Cicerón. Breve bibliografía * San Agustín de Hipona: - Confessiones. Publicaciones CETA, Iquitos, 1986. - De Civitate Dei. BAC, Madrid, 2013. * Blázquez, N., Filosofía de san Agustín. BAC, Madrid, 2012.
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