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Visperas XXII Martes Ordinario 7Sep

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Dios mío, ven en mi auxilio. 
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, 
y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. 
 
Como el niño que no sabe dormirse 
sin cogerse a la mano de su madre, 
así mi corazón viene a ponerse 
sobre tus manos, al caer la tarde. 
 
Como el niño que sabe que alguien vela 
su sueño de inocencia y esperanza, 
así descansará mi alma segura 
sabiendo que eres tú quien nos aguarda. 
 
Tú endulzarás mi última amargura, 
tú aliviarás el último cansancio, 
tú cuidarás los sueños de la noche, 
tú borrarás las huellas de mi llanto. 
 
Tú nos darás mañana nuevamente 
la antorcha de la luz y la alegría, 
y, por las horas que te traigo muertas, 
tú me darás una mañana viva. Amén. 
 El Señor rodea a su pueblo. 
 
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: 
no tiemblan, está asentado para siempre. 
 
Jerusalén está rodeada de montañas, 
y el Señor rodea a su pueblo 
ahora y por siempre. 
 
No pesará el cetro de los malvados 
sobre el lote de los justos, 
no sea que los justos extiendan 
su mano a la maldad. 
 
 
 
Señor, concede bienes a los buenos, 
a los sinceros de corazón; 
y a los que se desvían por sendas tortuosas, 
que los rechace el Señor con los malhechores. 
¡Paz a Israel! 
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el 
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. 
 El Señor rodea a su pueblo. 
 
 Escucha, Señor, a tu Iglesia, que 
espera de ti la unidad, la fuerza y la paz; tú, que dijiste a los 
discípulos en la tempestad nocturna «Soy yo, ¡no tengáis 
miedo!», no permitas que pese sobre nosotros el cetro de los 
malvados; en ti confiamos, Señor Jesús. Tú, que vives y reinas 
por los siglos de los siglos. Amén. 
 
Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el 
reino de los cielos. 
 
Señor, mi corazón no es ambicioso, 
ni mis ojos altaneros; 
no pretendo grandezas 
que superan mi capacidad; 
sino que acallo y modero mis deseos, 
como un niño en brazos de su madre. 
 
Espere Israel en el Señor 
ahora y por siempre. 
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el 
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
 
 Si no volvéis a ser como niños, no 
entraréis en el reino de los cielos. 
 
 
 
 Señor Jesús, tú que eres manso 
y humilde de corazón, tú que dijiste que quien acoge a un niño 
te acoge a ti, tú que prometiste el reino de los cielos a los que 
se hacen como un niño, no permitas que nuestro corazón sea 
ambicioso, sino ayúdanos a acallar y moderar nuestros 
deseos, esperando en ti, como un niño espera en brazos de 
su madre. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. 
Amén. 
Has hecho de nosotros, Señor, un reino de 
sacerdotes para nuestro Dios. 
 
Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria, 
el honor y el poder, 
porque tú has creado el universo; 
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado. 
 
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos 
porque fuiste degollado 
y por tu sangre compraste para Dios 
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; 
y has hecho de ellos para nuestro Dios 
un reino de sacerdotes 
y reinan sobre la tierra. 
 
Dignos es el Cordero degollado 
de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, 
la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza. 
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el 
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. 
 
 Has hecho de nosotros, Señor, un 
reino de sacerdotes para nuestro Dios. 
 
 Señor, Dios nuestro, que has 
creado el universo para nuestro bien y, en el misterio pascual 
de Cristo, tu Hijo, nos has abierto el sentido de la historia; haz 
que los hombres de toda raza, pueblo y nación canten con 
 
 
nosotros la salvación que tu Hijo ha realizado y disfruten de su 
triunfo, por los siglos de los siglos. Amén. 
 
 
Que vuestra caridad sea sincera. Aborreced el mal y aplicaos 
al bien. En punto a caridad fraterna, amos entrañablemente 
unos a otros. En cuanto a la mutua estima, tened por más 
dignos a los demás. Nada de pereza en vuestro celo, sirviendo 
con fervor de espíritu al Señor. Que la esperanza os tenga 
alegres; estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la 
oración. 
 
Tu palabra; Señor, es eterna, más estable que el cielo. 
Tu palabra; Señor, es eterna, más estable que el cielo. 
 
Tu fidelidad de generación en generación 
Más estable que el cielo. 
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Tu palabra; Señor, es eterna, más estable que el cielo. 
 
Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador. 
 
Proclama mi alma la grandeza del Señor, 
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; 
porque ha mirado la humillación de su esclava. 
 
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, 
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: 
su nombre es santo, 
y su misericordia llega a sus fieles 
de generación en generación. 
 
El hace proezas con su brazo: 
dispersa a los soberbios de corazón, 
derriba del trono a los poderosos 
y enaltece a los humildes, 
a los hambrientos los colma de bienes 
 
 
y a los ricos los despide vacíos. 
 
Auxilia a Israel, su siervo, 
acordándose de su misericordia 
—como lo había prometido a nuestros padres— 
en favor de Abraham y su descendencia por siempre. 
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de 
los siglos. Amén. 
 
 Se alegra mi espíritu en Dios mi 
salvador. 
 
Invoquemos a Dios, esperanza de su pueblo, diciendo: 
Escúchanos, Señor. 
 
Te damos gracias, Señor, porque hemos sido enriquecidos en 
todo por Cristo, tu Hijo; haz que por él crezcamos en todo 
conocimiento. 
R./ Escúchanos, Señor. 
 
En tus manos, Señor, están el corazón y la mente de los que 
gobiernan; dales, pues, acierto en sus decisiones para que te 
sean gratos en su pensar y obrar. 
R./ Escúchanos, Señor. 
 
Tú, que a los artistas concedes inspiración para plasmar la 
belleza que de ti procede, haz que con sus obras aumente el 
gozo y la esperanza de los hombres. 
R./ Escúchanos, Señor. 
 
Tú que no permites que seamos tentados por encima de 
nuestras fuerzas, da fortaleza a los débiles, levanta a los caídos. 
R./ Escúchanos, Señor. 
 
Se pueden añadir algunas intenciones libres 
 
Tú que nos has prometido la resurrección en el último día, no 
te olvides de tus hijos que ya han dejado el cuerpo mortal. 
R./ Escúchanos, Señor. 
 
 
Unidos fraternalmente como hermanos de una misma familia, 
invoquemos al Padre común: 
 
Padre nuestro, 
que estás en el cielo, 
santificado sea tu Nombre; 
venga a nosotros tu reino; 
hágase tu voluntad 
en la tierra como en el cielo. 
Danos hoy nuestro pan de cada día; 
perdona nuestras ofensas, 
como también nosotros perdonamos 
a los que nos ofenden; 
no nos dejes caer en la tentación, 
y líbranos del mal. 
Amén. 
 
Nuestra oración vespertina suba hasta ti, Padre de clemencia, 
y descienda sobre nosotros tu bendición; así, con tu ayuda 
seremos salvados ahora y por siempre. Por nuestro Señor 
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del 
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén. 
 El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve 
a la vida eterna. 
 Amén. 
 
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Septiembre 07, 2021. 
PORTADA: Klauber Workshop. 1750. Virgo Fidelis. 
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Sé fiel hasta la muerte. Ap 2, 10 
 
CONSIDERACIÓN I. 
Representemos un corazón y en el centro de él a María parasignificar su fidelidad. En verdad que esta Santísima Señora 
según el texto del principio, con razón se puede llamar: Mujer 
fiel y su corazón fiel, pero ¿por qué? Porque guardó fielmente 
su pacto que hizo por la palabra fiat. Diciendo fiat prometió 
en cierto modo a su esposo el Espíritu Santo, que conservaría 
su cuerpo puro de toda mancha; y al Padre Divino que quería 
ser Madre de su Hijo, y por consiguiente tener de él todo 
cuidado. Así María llenó fielmente una y otra promesa. 
 
CONSIDERACIÓN II 
Fiel era la esposa Micól que descolgó a David por la ventana, 
para que se librara del furor de sus enemigos. Fiel fue Adriana 
que sacó a Teséo del laberinto por medio de un cordel que le 
dio; pero incomparablemente es mayor la fidelidad de María, 
que como Madre fiel asistió a Jesús su Hijo hasta la muerte y 
quiso padecer en su corazón y en su ánimo todos los 
tormentos que el padeció en el cuerpo. 
 
CONSIDERACIÓN III. 
Pero María no solo fue Madre fiel para con Jesucristo su Hijo; 
también se muestra Madre fiel para con nosotros. Consta que 
Cristo hizo en la Cruz su testamento y adjudicó a María 
Santísima a san Juan y en el a todos los hombres como hijo. 
Ahora pregunto ¿por ventura María consintió en esta 
voluntad de Cristo? Consintió es verdad y por esto nos recibió 
por hijos lo que de ahí se sigue: si nosotros somos hijos fieles, 
también su Majestad se nos muestra Madre fiel. 
 
¡Oh María! Sé ciertamente que Sara fue Madre fiel, cuyo 
mayor cuidado era que su hijo Isaac se separara de la mala 
compañía. Sé que Rebeca fue Madre fiel, quien con un 
piadoso engaño le alcanzó a su hijo Jacob la bendición 
paternal 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
paterna. Pero tu fidelidad es mucho mayor y por eso te ruego 
¡oh Madre fiel! que seas para mí como Sara y no permitas que 
yo caiga en manos de los engañadores y malos compañeros; 
que seas para mí como Rebeca y me alcances la bendición 
divina y el derecho al cielo ¡Oh María! Virgen fiel, ruega 
por nosotros.

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