Si el universo es todo lo que hay, ¿es el universo “interior” o “una parte de” sí mismo? Si no, entonces ¿dónde está el universo?

Usted y yo vamos a realizar una pequeña actividad juntos.

Para ello, hemos de coger una simple hoja de papel y un lapicero (o varios). De colores, si así lo desea, porque siempre es bueno tener una gran cantidad de matices en nuestras vidas.

Ahora, haciendo uso de nuestro lapicero, dibujemos una bonita línea. Descuide. Esta no tiene porque ser perfecta. Simplemente ha de ser una línea tan grande, pequeña, chueca o alineada como lo desee.

Seguidamente, dibujaremos dos puntos: uno en cada borde de nuestra línea. Nuevamente, es innecesario el tamaño de dichos puntos. Lo relevante al caso es que se encuentren en los extremos, haciendo de nuestra línea un segmento.

A continuación, necesito que le asigne una letra a cada punto. Pueden ser letras básicas como la A o la B, o letras más elaboradas como α o β. Inclusive podría dibujar un símbolo, como una pequeña estrella o mariposa, dejando tal elección a su discreción.

Entonces, habiendo hecho ello, es momento de calcular la distancia entre ambos puntos. Pero, dado que estamos perezosos y sin deseo de tomar una regla, diremos que de un punto a otro existe una distancia x, sin importar el punto que usted escoja como su marco de referencia.

Lo que deseo hacerle ver es el hecho de que a uno de dichos puntos le hemos otorgado una distancia con respecto a otro y viceversa.

Es así como, si lo pensamos con un tantico más de profundidad, notamos que es posible decir que nuestro segmento se encuentra en el papel. Haciendo que el papel sea nuestro punto de referencia.

Asimismo, podríamos decir que el papel está sobre una mesa, por debajo de nuestro lapicero, quizás. Cambiando con ello una vez más nuestro punto de referencia.

Y, de hecho, somos capaces de asignar tantos puntos de referencia como nos plazca con respecto a cada cosa que observamos, porque somos nosotros quienes delimitan la distancia a través de constructos visuales.

Derivando ello, por tanto, en un concepto bastante interesante: la relatividad.

Cada uno de nosotros posee la capacidad de asignar, arbitrariamente, los puntos que considera como su referencia con respecto a cualquier objeto observable.

Sucede lo mismo en nuestro universo, donde todo aquello que observamos se encuentra limitado a lo que nos es posible ver.

Actualmente, tenemos la potestad de ver 13.8 millones de años en la cronología del cosmos, gracias a nuestros telescopios y demás detecciones. Siendo tales años los que afectuosamente llamamos el “universo observable”.

Impresión artística del universo observable a partir del Big Bang.

Mas, fuera de tal observación, no sabemos que hay más allá. Desconocemos si nuestro universo es parte de uno más grande o si es único en su presencia. Igualmente, ignoramos si este es parte de una serie de universos, un “parche causal” o una simulación, tal vez.

Existen tantas posibilidades de lo que el universo podría ser o no ser, del mismo modo en que se exhiben numerosas apreciaciones en cuanto a su localización.

Fotografía de supercúmulos galácticos y estelares, localizados en el universo.

Pues, si bien somos capaces de dar las direcciones de la Tierra, situada en el Sistema Solar dentro de la Vía Láctea localizada en el Grupo Local del Supercúmulo de Virgo en el aún más grande Supercúmulo Laniakea del universo observable, lo que está más allá del universo en sí mismo es incierto.

Ya que, pese a nuestras especulaciones, mientras nos veamos limitados por nuestro propio punto de vista relativo, no podremos responder a cuestiones como éstas por más que lo intentemos.

Representación gráfica de una persona mirando hacia el cielo, con el universo de fondo.