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¿Aproximadamente qué porcentaje de delincuentes son capturados porque se jactaron de su crimen? ¿Cuál es la mejor historia que conoces de un...

...criminal que fue capturado porque no pudo resistir jactarse?

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Apuntes Prácticos

Basándome únicamente en los casos de los que tengo conocimiento. Creo que solo un 20% (no es una cifra exacta.)

Solo un número muy reducido de criminales son los que buscan “engrandecerse” con sus actos, y de esa manera tener un boleto seguro a la posteridad. Sin embargo, la mayoría prefieren operar desde las sombras y la incertidumbre, no les causa ningún afán el que las personas sepan quiénes son o tengan el más mínimo indicio. Como el legendario Jack el destripador, u otros que jamás fueron atrapados.

¿La mejor historia de un criminal atrapado no por que cometió un error, sino por que se jactó?

“El asesino de colegialas” o “El gigante de Santa Cruz” a continuación un poco sobre su personalidad y el día de su arresto.

Edmund Kemper, un hombre conocido no solo por medir más de 2 metros y tener un coeficiente intelectual que sobrepasaba los 140 puntos. Sino por iniciar su carrera criminal con nada más y nada menos que… un parricidio. Después, entre mayo de 1972 y febrero de 1973, asesinó a seis estudiantes universitarias que encontró en la autopista. Posteriormente trasladaba los cuerpos a su apartamento, donde los descuartizaba y practicaba necrofilía.

Seguramente ya conocerás la pequeña entrevista que le hicieron a Kemper en la carcél para ser parte de el documental,Serial Killers: Investigación de una desviación.” El pequeño testimonio de Robert Ressler cuando visitó a Kemper, en la prisión de alta seguridad. Al cabo de cuatro horas de entrevista, Ressler aprieta el timbre para llamar al guardia. Llama tres veces en cada cuarto de hora. Sin respuesta. Kemper advierte a su entrevistador que no sirve de nada ponerse nervioso, pues es la hora del relevo y de la comida de los condenados a muerte y los guardias están con ellos. Con un toque de intimidación en la voz y una sonrisa escalofriante, Kemper agrega, “Podría desenroscarte la cabeza y ponerla encima de la mesa para darle la bienvenida al guardia…”

Fingiendo estar tranquilo y sin miedo, Ressler le contesta que esto volvería aún más difícil su estancia en la cárcel. Kemper le responde que tratar así a un agente del FBI provocaría, al contrario, un enorme respeto entre los demás prisioneros: “No te imagines que he venido aquí sin medios de defensa Sr. Kemper”, dice el agente del FBI. “Sabes tan bien como yo que está prohibido a los visitantes llevar armas”, responde Kemper. Finalmente, el guardia aparece y Ressler lanza un suspiro de alivio. Al salir de la sala de entrevistas, Kemper le dirige un guiño y, poniéndole el brazo sobre el hombro, sonríe: “Sabes que solo bromeaba, ¿no?”

Desde este incidente, los agentes del FBI no pueden interrogar a solas a los asesinos en serie.

Su infancia resumida por el mismo: “Mi madre bebía mucho y cada vez más. Cambiaba de marido constantemente, cada uno peor el el anterior. Siempre me maltrataban y ella lo permitía. Yo tenía dos hermanas. Mi madre me daba un trato diferente al de ellas, no mejor, peor. Me humillaba cada que podía y me taladraba los oídos diciéndome que mi padre era un mal hombre, mentira, mi padre era un buen hombre, quien harto de los maltratos de mi madre, decidió alejarse de ella. Mi hermana mayor, que tenía cinco años más que yo, me pegaba a menudo, me quitaba la ropa y me azotaba con cables, mi madre nunca la reprendía. Mi hermana menor mentía muchas veces, amaba inventar para que me castigaban injustamente, hacía travesuras y me culpaban a mi en su lugar. Tenía la impresión de que el mundo entero estaba contra mí, que había agarrado el mango por el extremo equivocado. Se me iban acumulando las frustraciones y el deseo de venganza.”

La señora Kemper solía tener conductas muy injustas con el muchacho, lo humillaba constantemente y le daba un trato muy diferente al de sus hermanas. Lo excluía en su propia casa.

Criado por una madre terrible, que no vacilaba en encerrarlo en el sótano de su casa, Edmund Kemper se vuelve muy tímido y se aísla más y más. Sueña con vengarse e imaginando juegos mórbidos en los cuales tienen un papel esencial la muerte y la mutilación. Sin embargo, para la señora Clarnell Kemper los hábitos de su hijo Edmund eran jueguitos de chicos.

Nadie toma en serio sus fantasías morbosas, ni siquiera cuando a los 8 años juega a la silla eléctrica o a la cámara de gas con su hermana, desempeñando él papel de víctima mientras su hermana hacía de verdugo y lo ejecutaba.

Su primera víctima es el gato de la familia. Le entierra vivo y le corta la cabeza, la cual lleva orgulloso a casa, donde la exhibe en su cuarto como un trofeo.
Es incapaz de expresar cualquier sentimiento de afecto y sus compañeros evitan su presencia, pues les asusta la manera en la que Kemper les mira fijamente, sin pronunciar palabra.

A los 13 años mata a su segunda víctima de sus experimentos, otro gato. Mata al animal a machetazos y su madre descubre los restos del animal ocultos en el armario. Le había cortado el cráneo para exponer el cerebro y luego lo apuñaló innumerables veces.

Palabras de Kemper, un recuerdo de su niñez: “Tengo celos de mi hermana. Tiene muchos amigos y yo ninguno. Mi madre le muestra afecto y respeto, le presta atención. A mi me riñen cada 5 minutos. Tiene todo lo que yo no poseo. Un día me dan una pistola de pistones que traigo de Nueva York. Mi hermana detesta esa pistola porque no tiene una. Y además está furiosa porque no ha ido a Nueva York. Unos días después de mi regreso, con el pretexto de una disputa toma mi juguete y lo arroja contra mis pies. No solamente la pistola se rompe, sino que tengo una herida en un dedo del pie. Para vengarme, me voy a su cuarto y con unas tijeras decapito su muñeca Barbie favorita, luego le corto las manos; después le devuelvo su muñeca mutilada.”

Los signos premonitores de un pensamiento necrofílico. Un día, su hermana le hace una broma sobre su maestra, por la que se siente atraído y varias veces lo habían pillado ya, masturbansose y gritando su nombre. Le pregunta por qué no la besa y el joven Ed contesta: “Tendría que matarla antes de besarla.” Kemper tenía solo 10 años cuando lo dijo… Este ostracismo se acentúa cuando Kemper cumple 13 años, pues mató a un perro del vecindario. El perro, que prefiere la compañía de su hermana mayor, es la segunda víctima de sus experimentos. Mata al animal a machetazos y no conforme con su dolorosa muerte, lo sodomiza pero no con su miembro, sino con ramas de árbol. La madre de Kemper descubre los pedazos de la bestia ocultos en el armario del muchacho. Decidió poner partes del animal en las camas de sus hermanas, buscando asustarlas, cosa que seguramente logró.

La Sra. Kemper, le tenía miedo y sobretodo temía que agrediera sexualmente a sus hermanas, así que lo puso a dormir en el sótano de la casa durante casi toda su niñez. Esta "solución" acrecentó su enfermizo interés por el sexo, la venganza y violencia. Por las noches, vigilaba a su madre dormida con un martillo en la mano, esperando a que ella despertara, nunca lo hizo. Años después, en retrospectiva, esta era una premonición clara, ya que así fue como la terminó asesinando.

Para deshacerse de Kemper y evitar el posible daño hacia sus hermanas. Ella decide mandarlo a la casa de sus abuelos paternos, que viven en un rancho de California. Es allí, el 24 de agosto de 1963, a los 16 años de edad, donde mata a sus abuelos con un rifle del 22. Luego, apuñala a Maude Kemper con un cuchillo de cocina. Cuando la policía le interroga sobre sus motivos, contesta: “Sólo quería saber lo que sentiría matando a mi abuela.” Por su edad, fue llevado al hospital psiquiátrico Atascadero y ahí comenzó a hacerse amigo de los psicólogos puesto que destacaba por su gran inteligencia. Se ganó demasiada confianza de su doctor, el cual le permitía acceder a las pruebas psicológicas que se les aplicaban a otros pacientes. Un día confiesa a los médicos que se ha convertido al cristianismo, logra persuadirlos y hacerles creer que es un ejemplo de recuperación, y lo consigue. En 1969 es liberado bajo palabra. Por esta época tenía solo 21 años, pero ya media 2 metros y pesaba unos 150 kilos.

Era un muchacho brillante que tenía todas las condiciones para desarrollarse en la profesión que quisiera. Un alumno excelente que estaba muy por encima de la comunidad escolar de Burbank. En mi opinión personal, esta clase de asesinos, son seres muy inteligentes ubicados en circunstancias poco favorables, lo cual hace que su intelecto y capacidades, se canalicen hacia obras nefastas.

La inteligencia de Edmund, le facilitaba engañar a todo el mundo de la manera en que deseaba. Nadie lo conocía realmente e ignoraban cuales era sus verdaderos sentimientos y pensamientos. Incluso engañaba a los mismísimos psiquiatras de su carcél.

A esa altura de su vida, era tan retraído, tímido e inseguro, que había llegado a la conclusión que la única manera en que podía tener relaciones sexuales con una mujer, era si se encontraban muertas.

Sentía atracción física por las mujeres pero, su extrema timidez y personalidad ermitaña, no le facilitaban iniciar relaciones sociales normales y tampoco era lo que buscaba.

Kemper desde siempre, se ofrecía a llevar jóvenes en su auto al destino que le indicaran. No les hacía nada, simplemente las transportaba al lugar que le pedian cuando encontraba una chica en la ruta. Las razones detrás de esta aparente amabilidad, eran otras mucho más tétricas. Este era solo un entrenamiento. Practicaba como ganarse la confianza de las muchachas sin resultar intimidante o peligroso por su apariencia y tamaño.

Aquel 7 de mayo fue distinto. Finalmente decidió entrar en acción y satisfacer de una vez por todas su terrible sed de venganza y deseos sexuales….

Mary Anne Pesce y Anita Luchese, eran dos jóvenes estudiantes de 18 años que hacían autostop en la ruta para viajar a la Universidad de Stanford donde se iban a encontrar con unas amigas. Ed aceptó llevarlas y cuando subieron al auto se dio cuenta del error que había cometido. Eran dos personas, él solo quería una.

El sueño de Kemper siempre había sido ser policía pero terminó rechazado en la institución debido a sus condiciones físicas que le impedía manejarse bien en ese trabajo. Sin embargo, se había hecho amigo de varios oficiales con los que sólia pasar mucho tiempo conversando. En esas reuniones descubrió los clásicos errores en los que caían los delincuentes a la hora de cometer crímenes. Él sabía que era mucho más listo y sabía como manejar la situación.

El viaje iba normal hasta que Ed tomó un camino de tierra y sin mayor preámbulo ni pudor alguno, explicó de manera clara y sin tocase el corazón… el motivo del desvío.

“Voy a matarlas y luego las llevaré a mi casa.”

Es inimaginable la sensación y reacción de las chicas en ese momento… era poco lo que podían hacer frente a semejante hombre, las incautas jóvenes se dejaron seducir fácilmente por su amabilidad, sin tener ni idea de lo que les esperaba.

No las violó. No le interersaba tener sexo con ellas estando vivas. Esposó a Mary Anne y encerró a Anita en el baúl del auto. Mary trató de resistirse como pudo pero la fuerza de Kemper era superior. El hombre le puso una bolsa en la cabeza para ahogarla pero no tuvo éxito, la chica peleaba por su vida. Ed comenzó a apuñalarla. Mary seguía viva. Había descubierto que no era tan fácil quitar una vida. Tomó la cabeza de la joven y le abrió la garganta con un tajo profundo. Finalmente la mató. Sin perder tiempo repitió el mismo procedimiento con la otra chica y luego ocultó los dos cuerpos en el baúl.

Todo iba a la perfección hasta que un patrullero en su regreso a casa hizo sonar la sirena y le pidió que se detuviera en la ruta.

Para Kemper era todo o nada. Si el policía le pedía que abriera el auto o se daba cuenta de los increíbles y visibles rastros de sangre que había en la parte trasera del vehículo, iba a matarlo también. Aquel policia no era muy profesional y sin saberlo salvó su vida. Sólo hizo detener a Kemper para avisarle que tenía una de las luces delanteras rotas. Ed estaba nervioso pero era inteligente, y saber comportarse frente al policía le evitó inconvenientes.

Al llegar a la casa de su madre, quien no se encontraba en ese momento en el lugar, el fortachón depositó los cuerpos en el piso y comenzó a demembrarlos. Se detuvo para tomarles fotografías y tener sexo con los restos humanos. Luego depositó los cadáveres desmembrados en bolsas de plástico y las llevó a un barranco para tirar lo que había quedado de sus víctimas. Antes de volver a su casa, tomó la cabeza de Anita Luchesse y la usó para practicar sexo oral.

Los restos de las jóvenes recién fueron encontrados el 15 de agosto de 1972. Su padres las venían buscando con las esperanzas de que se hubieran escapado tras alguna aventura como suelen hacer los jóvenes.

Por medio de sus amigos policías, Ed se mantenía al tanto si los detectives del caso tenían pistas sobre los macabros homicidios. No tenían la más remota idea quién podía haber hecho eso.

El 14 de septiembre Kemper asesinó a la estudiante Aiko Koo. Nuevamente utilizando el mismo procedimiento. Esta vez durmió toda la noche con el cadáver en su cama al que violó reiteradas veces. Más tarde desmembró el cuerpo pero se quedó con la cabeza, para practicarse sexo oral. En febrero de 1973, amenaza a punta de pistola a otra estudiante (Cindy Schall) para que se meta en el maletero, antes de llegar a su casa la mata, luego coloca el cadáver encima de su cama y lo viola. Desmiembra el cuerpo en la bañera y arroja los restos al mar, la cabeza la entierra al pie de la ventana del cuarto de su madre. El modus operandi era siempre el mismo, solo con unas pequeñas modificaciones y algunos casos.

Finalmente, Kemper tubo el valor para asesinar a la que había empezado todo, su madre. La golpeó con un martillo de zapatero mientras esta dormía, lo hizo con tal brutalidad que logró despegarle la cabeza sin usar ningún objeto con filo, solo sus golpes. Después de despegarle la cabeza por completo, violó el cuerpo decapitado, le abrió la boca, cortó sus cuerdas bucales y las lanzó al triturador de la cocina.

Pasó cuatro noches junto al cadáver, los mordisqueó, comió algunos de sus órganos y lo violó una cantidad incontable de veces. Según los médicos forenses, la cavidad anal y vaginal de su madre, estaban destruidas. Después llamó a la mejor amiga de su madre a quien también asesinó, estrangulándola.

Al siguiente día, y como siempre hacía, pasó todo el día y noche rondando en su auto, buscando una nueva víctima. Pero, al no escuchar en la radio ninguna noticia sobre los asesinatos que cometió día antes, su furia al ver que sus atrocidades no habían tenido la merecida relevancia fue tal que él mismo llamó a la policía y se entregó. Fue tan educado durante la detención que los agentes no le creyeron capaz de matar a 8 personas y de haber tenido sexo con los cadáveres después de separar la cabeza del cuerpo.

Escenario del crimen de los abuelos de Ed Kemper. A los 16 años saltó la tapa de los sesos a sus abuelos e, inexplicablemente, causó una impresión tan favorable a los psiquiatras, que cinco años después quedó en libertad.

Kemper guía a la policía a los lugares donde enterró a sus víctimas.

El cuerpo de la última víctima de Kemper es retirado de su casa.

La casa de la madre de Edmund Kemper.

La policía cava en el patio trasero de Edmund Kemper en busca de restos humanos.

Conjunto de objetos pertenecientes a las víctimas.

La policía recoge cuchillos y una pala del vehículo de Kemper.

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