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¿Qué pasa cuando alguien no puede pagar los gastos médicos en los Estados Unidos?

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Aprender y Estudiar

No es un tema de no poder pagar los gastos de un seguro médico.

En 1966, mi esposa de 44 años fue diagnosticada con cáncer de colon. Era joven, no fumadora, y tenía un estilo de vida muy saludable. Sin embargo, tras un resbalón en el baño, se hizo unas radiografías de la espalda porque se había hecho daño en la caída. Y mientras recibía tratamiento de radioterapia, llego el momento de renovar el seguro. Estaba en ello, cuando la empresa de seguros lo canceló porque dijo que mi mujer sufría un problema de salud previo.

En aquella época, yo era el CEO de un hospital psiquiátrico infantil, un centro muy renombrado. Teníamos el mejor seguro medico posible, pero mi mujer murió unas semanas después. Perdí a mi maravillosa mujer, nuestro coche, nuestro hogar y todo lo demás por lo que había tenido que trabajar toda mi vida profesional para conseguir. Justo habíamos acabado de construir un hogar al que retirarnos en una isla preciosa del estado de Washington. Al final me tuve que mudar a un pequeño apartamento.

Después de un año intentando solucionar mi situación, y todavía en estado de shock, decidí hacer algo que nunca antes había hecho. Respondí a un anuncio en el que buscan a 37 personas para trabajar en un barco en ruta entre Seattle y México. El capitán quiso contratarme porque ya había trabajado en México en el pasado, y había aprendido español. Vendí todas mis pertenencias, y partí. Llegamos primero a México, y después a Panamá. Estaba a punto de volver a los Estados Unidos, cuando le pregunté al capitán sobre sus planes de futuro. Me dijo que se iba hacia el oeste, y me preguntó si quería irme con él. Le dije que sí, y meses después llegamos a las Galápagos, y más adelante a las Marquesas, Tahití y el resto de islas hasta llegar a Nelson, Nueva Zelanda, un lugar precioso con gente magnífica. Decidí quedarme. Conseguí un trabajo como profesor, y con el tiempo me convertí en el director de uno de los hospitales más antiguos del país.

Ahora ya estoy jubilado. He tenido problemas importantes de salud, como por ejemplo un trasplante de hígado tras contraer la malaria en la década de los 60 en México cuando estaba trabajando en un yacimiento maya.

Mi mujer era la típica estadounidense que pensaba que los Estados Unidos eran el mejor lugar del mundo. Pero, tristemente, estaba equivocada. Si hubiera podido convencerla para mudarnos a Nueva Zelanda, estoy seguro que seguiría viva. Nunca perdonaré a los Estados Unidos. Nunca más volveré, ni siquiera de vista. Nunca más gastaré un solo dólar allí.

Aquí no tengo gastos médicos. Mi doctor es una eminencia reconocida a nivel mundial, es el hombre que descubrió la cura para la hepatitis C. Yo no tengo hepatitis C, pero el coste del tratamiento aquí es cero. En los Estados Unidos es de 80.000 dólares.

¿Hace falta decir algo más?

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