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Una vez el número de ateos en el mundo sea superior al de religiosos, ¿cambiarán los religiosos rápidamente a ateos o mantendrán sus creencias?

Respuestas

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Aprendiendo con Apuntes

Hay que tener en cuenta que la fe religiosa intenta expandirse de modo desesperado, al menos hasta que logra afianzar los mecanismos de reproducción mencionados por Ricardo Ramírez en su respuesta. Entonces continúa su expansión, ya no con desesperación, sino con firme confianza, y eso sí, sin ceder en la proactividad de sus métodos, pues su afán es siempre ganar más poder político y económico a partir del poder ideológico que ejerce sobre los creyentes. Su fin último es lograr algo que parecería una utopía, pero que los religiosos saben que es perfectamente realizable, porque una vez lo lograron, y lo sostuvieron por más de diez siglos —y en la actualidad ciertas corrientes religiosas también lo han logrado—: instaurar una teocracia, lo que implica imponer un sistema político medieval que procurará extenderse a todo el mundo, porque dios es uno solo y solo hay una verdad absoluta, que supuestamente rige para todos los hombres. Su lógica dicta que si dios tiene una ley para los hombres, estos no tienen por qué reemplazarla con leyes imperfectas. Y la ley de dios, obviamente, solo puede producir teocracias.

Si el asunto fuera netamente ideológico, podría considerarse posible que una creciente disminución de prosélitos consiguiera influir en la conciencia de los religiosos y debilitar su fe. Pero no hay que olvidar que el aspecto ideológico de la religión es solo la máscara tras la cual se oculta la verdadera motivación de quienes fustigan a los misioneros enajenados por el lavado cerebral a que han sido sometidos para que cumplan con el sagrado deber de difundir la palabra de dios: la verdadera motivación es la ganancia económica y el poder de quienes manejan a esos serviles misioneros.

La religión es el mejor negocio del mundo. Para entender su lógica veamos la trama de su funcionamiento:

Imaginemos una escena en la que un futuro empresario, un capitalista voraz y muy listo, por cierto, busca el consejo de un asesor comercial y financiero para iniciarse en el mundo de los negocios. Lo primero que le preguntaría al asesor es cuál es el mejor negocio. El asesor le respondería algo así como esto:

—Un negocio es una inversión en la que se busca recuperar más de lo que se ha invertido. La clave es establecer la mayor diferencia posible entre el costo de producción de la mercancía y el precio final de esta. Para lograrlo, hay que conseguir materias primas de bajo costo y procurar que los medios de producción sean baratos. Hay que procurar que el pago de la mano de obra no pase del mínimo, y si se recurre a ciertas modalidades abusivas de contratación, incluso será posible burlarles a los empleados todas sus prestaciones sociales, de modo que recibirán apenas lo indispensable para que sobrevivan. Naturalmente, la mercancía se cobrará como si ninguna de estas economías se hubiera hecho, y además se buscará inflar el precio lo más posible, según lo permitan la oferta y la demanda, sumadas al prestigio de la marca.

—Pero —lo interrumpe el empresario—, ¿y si el negocio no requiriera materias primas ni medios de producción?

El asesor respondería:

—Sí, está la posibilidad de vender servicios, pero esos servicios le cuestan al inversor. Igual que con los bienes tangibles, la clave es vender los servicios a un precio más alto que su costo.

—Pero ¿y si los servicios prometidos en realidad nunca se prestaran?

—En ese caso se incurriría en el delito de estafa —diría el asesor—, y el empresario acabaría en la cárcel.

—¿Pero si en el contrato de venta de servicios se pusiera una cláusula que dijera que los servicios se prestarán después de que el beneficiario muera (y no me refiero a un negocio de exequias o tumbas, sino a algo que el beneficiario nunca recibirá), y para salvar aún más mi posición se dice que el servicio lo prestará otra persona, que por cierto no existe en este mundo, sino en otro del cual ni siquiera puede probarse que exista?

—Bueno, si tal cosa fuera posible, la no prestación no podría ser penada, porque las leyes solo se ocupan de lo que pasa en la vida de las personas, no después de que ellas mueran, porque se supone que después de muertas nada les pasa, pues no pueden interactuar con nadie. Y a las leyes se someten únicamente las personas de este país, no extranjeras y mucho menos las de otros mundos. En el panorama que usted plantea, el capitalista simplemente tendría que invertir en el salario de los vendedores, en la publicidad y contratar la elaboración del portafolio de servicios.

—¿Y si los servicios se los vendiera a los mismos vendedores, que, además de pagarme por los servicios, no me cobrarán nada por vender mi portafolio de servicios a otros posibles compradores, que a su vez de inmediato serían reclutados como nuevos vendedores? Una cadena de crecimiento exponencial, ¿entiende?

—¿No cobrarían nada? —diría el asesor, asombrado.

—Absolutamente nada, ni siquiera una insignificante comisión. Ellos solo pagarán por los servicios que jamás les prestaré, y felices reclutarán a todos sus parientes y conocidos, comenzando por sus propios hijos, para que trabajen para mi empresa en las mismas condiciones que ellos.

El asesor comienza a comprender que está ante un genio de los negocios.

—De todos modos tendrá que pagar por la elaboración del portafolio y comprar o arrendar una sede para poner a funcionar el negocio.

—El portafolio ya lo tengo: fue escrito hace más de veinte siglos y está probado que funciona perfectamente en todos los tiempos. De hecho, es el primer negocio de ventas de servicios de la historia. Aunque hay que reconocer que la minuta del portafolio está mediocremente realizada (tiene contradicciones, falsedades y absurdos), en lo que importa es insuperable: si quien la firma no es un experto lector, caerá convencido fácilmente, sobre todo si se le ocultan o se le ponen en letra chiquita las partes más problemáticas y solo se le hacen ver las más halagadoras y bellas. Ni siquiera tendré que pagar por usarlo, porque tiene liberados los derechos de autor. Y la sede, o mejor, las sedes, las pagarán los mismos vendedores-compradores. Yo parto de una inversión prácticamente igual a cero, salvo por la compra de una copia de la minuta, que no vale más que un libro; de hecho, las copias de quienes firmen el contrato las pagarán ellos mismos.

—En ese caso, si puede montar tan excelente empresa, solo tendría que pagar al Estado los impuestos por sus ingresos.

—No. Otros que me precedieron ya consiguieron convencer al Estado de que quienes emprendan en este negocio deben estar exentos de impuestos. Es más, el Estado financiará mi negocio otorgándome millonarias ayudas, dado el invaluable servicio que le presto a la sociedad. Por cierto, ya que estamos conversando del asunto, déjeme mostrarle mi portafolio y explicarle sus bondades. Ya verá que le conviene adquirir los servicios que presto…

Pues bien, la religión es la empresa maravillosa que logró estas condiciones perfectas para el capitalista. Si es tan bueno el negocio, ¿los empresarios de la religión se resignarán a dejar que unos intrusos que alcanzan a ver la lógica de la maquinaria se la arruinen? No. Como hienas furiosas defenderán el derecho a la libre empresa, que disfrazarán como derecho de los padres a educar a sus hijos en sus mismas creencias y educación religiosa a todo nuevo feligrés (en otras palabras, lavado cerebral de niños e incautos, porque para decidirse a adquirir semejantes servicios, y en tales condiciones, a uno tienen que haberle lavado el cerebro). Los alienados multiplican la acción empresarial evangelizadora, y el hábil empresario se asegurará, eso sí, de que los diezmos que pagan los nuevos convertidos y las ayudas estatales se centralicen exclusivamente en sus manos, porque el dinero es para dios (nunca explicará por qué esa entidad inmaterial llamada dios siempre está tan necesitada de dinero), y como él es el emisario de dios, él debe recibir las cuotas de las mansas ovejas que así compran la tranquilidad de conciencia de saberse buenas y salvadas del castigo que, de lo contrario, les infligiría el mismo dios benefactor. El emisario de Cristo es justo: como dice el chiste, tomará todas las ganancias y las arrojará al cielo; lo que tome dios será para él, y lo que caiga será para que el portavoz de Cristo pueda multiplicar y difundir la palabra de la salvación, para lo cual, además de múltiples templos, necesitará adquirir canales de televisión, emisoras de radio, autos, mansiones, empresas, bancos, yates, jets, etc.

Volvamos a la pregunta: esta propone una situación tal en la que el número de ateos existentes en el mundo sea superior al de religiosos. Eso ya ocurrió en los primero siglos de nuestra era, y los creyentes no se adaptaron a la condición mayoritaria. ¿Por qué? Dicen que la fe mueve montañas, aunque sabemos que ni con la fe unida de todos los creyentes del mundo sería posible mover un grano de polvo. Pero está demostrado que la fe puede mover a los creyentes a dar hasta la vida por sus creencias (basta observar a los fundamentalistas islámicos que se inmolan por la promesa de una ilusión, bastante carnal, por cierto, después de morir por la causa de los ayatolas, que jamás se inmolan).

¿Cómo se puede desmontar el fascinante negocio y hacer retroceder el movimiento pro-teocracia universal? Con educación. Es el único antídoto del lavado cerebral en que se sostiene tan perverso sistema empresarial. Primer paso: instaurar una efectiva separación de Iglesia y Estado, de modo que la religión no tenga ninguna posibilidad de injerencia en política; segundo, impedir que los religiosos manejen negocios relacionados con la educación pública o difundan doctrinas religiosas en las escuelas; tercero, brindar verdadera educación religiosa, o más bien, filosófica, dirigida a la crítica objetiva de los postulados pseudofilosóficos religiosos. Lamentablemente, impedir que los padres propaguen el lavado cerebral en sus hijos es imposible, pero parece que con los otras medidas es suficiente para desestimular la propagación de la minuta que vende ilusiones incumplibles.

Los países en los que el número de creyentes ha descendido se distinguen por el avance en la educación. De modo inverso, las naciones donde el negocio religioso crece, tienen serias deficiencias en su sistema educativo y el Estado está profundamente penetrado por la influencia de los negociantes de ilusiones de ultratumba.

En 1879, con la Revolución francesa, se dio el primer paso para separar la Iglesia del Estado. En muchas partes del mundo ese progresista paso de la Ilustración no ha acabado de darse. Definitivamente, el virus ideológico medievalista de la religión es muy fuerte y difícil de combatir, y mucho más, de erradicar.

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