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¿Hitler fue realmente humillado por Jesse Owens o la situación fue sobrevalorada?

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Estudiando Tudo

Jesse Owens en la prueba de 200 m, Olimpíadas de Berlín, 1936.

Poca gente encontrarás más antifascista que yo, pero a cada cual, lo que le corresponde: NO. Hitler no fue humillado en absoluto, la situación no ocurrió como se cuenta y posiblemente fue una creación propagandística para disimular el mal trato que sufrían los negros en Estados Unidos. En palabras del propio Jesse Owens,

"Hitler tenía controlado su tiempo tanto para llegar al estadio como para marcharse. Sucedió que debía marcharse antes de la ceremonia de entrega de medallas de los 100 m. Pero antes de que se fuera yo me dirigí a aparecer en una transmisión televisiva y pasé cerca de donde él estaba. Él me saludó y yo le correspondí. Creo que es de mal gusto criticarle si no estás enterado de lo que realmente pasó."

—The Pittsburgh Gazette, Owens Arrives With Kind Words for All Officials, 24 de agosto de 1936.

Pocos meses después, también afirmó que:

"Hitler no me desairó. Quien me desairó fue el Presidente, que ni me envió un telegrama [de felicitación.]"

—St. Joseph News Press, 'Snub' from Roosevelt, 16 de octubre de 1936.

…en referencia a F. D. Roosevelt, que estaba de campaña electoral y necesitaba el voto de los racistas del Sur. Y es que, a su regreso a EEUU, Owens tuvo que utilizar el montacargas del hotel Waldorf-Astoria para asistir a una recepción en su propio honor, volver a los hoteles "sólo para gente de color" e incluso competir contra caballos y perros de carrera, una gracieta racista para que los atletas negros ganaran algún dinero:

Owens disponiéndose a competir contra un caballo en una feria de Idaho, en septiembre de 1936.

…y es que ni siquiera con cuatro oros olímpicos un negro como Owens podía ganarse la vida dignamente. En una entrevista de 1971, declaró:

"La gente dice que competir contra un caballo era degradante para un campeón olímpico. ¿Y qué se supone que iba a hacer yo? Tenía cuatro medallas de oro, pero no puedes comer cuatro medallas de oro."

Pero Owens era generalmente una persona callada, apocada, poco militante, "que no quería meterse en política." Quien sí habló más claro fue otro medallista negro más peleón, Archie Williams, que hacía declaraciones como:

"El hotel donde estuvimos [los atletas] estaba recién construido. Teníamos todo lo que queríamos: una sala recreativa, una bolera, nuestro propio barbero… incluso me empastaron un diente. […] Cuando volví a casa, alguien me preguntó: '¿Cómo te trataron esos sucios nazis?' Le contesté que yo no vi a ningún sucio nazi, sólo a un montón de gente alemana agradable. Y no tuve que ir en la parte de atrás de los autobuses, allí."

—San Francisco Chronicle, Hitlers' Games': A High Time for Gold Medalist, 12 de junio de 1984.

Después de la guerra se sumó al coro mentiroso Albert Speer, en su eterna labor de congraciarse con los vencedores y crear la mitología de "nazis malos y nazis buenos" —con él a la cabeza de los buenos, claro, en dura competencia con Guderian—. Unido a toda la propaganda anticomunista de Goebbels recuperada para la Guerra Fría hasta hoy, unos por otros crearon una "historia alternativa" que aún constituye gran parte de lo que mucha gente cree saber sobre el nazismo y la II Guerra Mundial. Como este mito de Owens.

Durante su estancia en la Alemania Nazi, Owens hizo gran amistad con su rival alemán Luz Long, futuro soldado de la Luftwaffe que cayó en la II Guerra Mundial. Long incluso dio algunos consejos técnicos a Owens que le ayudaron a ganar una de sus medallas de oro en un ejemplo de deportividad que le hizo ganar la primera medalla Pierre de Coubertin a título póstumo. Esta foto tomada en el Berlín de Hitler habría sido imposible en los EEUU de aquel tiempo.


En realidad, Hitler estaba feliz con los resultados de la Olimpíada, donde sus deportistas alemanes "arios" quedaron primeros con 89 medallas (33 de oro); muy por encima de los estadounidenses con 56 medallas (24 de oro; de las cuales la gran mayoría fueron también para "arios", porque los propios racistas de EEUU restringieron el número de participantes negros a 18 de 359); y las tres siguientes posiciones ocupadas por sus amiguetes húngaros, italianos y fineses.

Por el contrario, sus odiados franceses quedaron en una discreta 5ª posición, empatados con Finlandia, y los molestos británicos, en una discretísima 10ª posición.

Nunca antes Alemania había obtenido tan magníficos resultados ni había quedado líder, ni los franceses y británicos tan abajo, así que Hitler tenía todos los motivos para estar muy satisfecho. Unos negros con medalla que no le "desgraciaban la raza" para nada (a diferencia de los "bastardos de Renania", por ejemplo), no parecían una amenaza judeomarxista e iban a largarse en cuanto acabaran los juegos no le suponían el menor problema. Los nazis eran racistas del tipo "yo no soy racista, soy ordenado: cada cosa en su sitio y sin mezclar." (El problema, claro, era qué consideraban cada cosa, cuál era su sitioLebensraum, anyone?— y qué era una mezcla.) Por el contrario, toda la sociedad estadounidense estaba construida en torno a la raza y el racismo, y en parte sigue estándolo.

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