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¿Cuánto importó la campaña africana en la Segunda Guerra Mundial?

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Aprender y Estudiar

La campaña de África en la Segunda Guerra Mundial fue un vilipendio de esfuerzos y material, sin ninguna posibilidad cierta de obtener una victoria total.

La historia militar no sabe de seguridades, no existen las campañas ganadas o perdidas desde el principio, solo circunstancias diversas, más o menos determinantes, que llevan a un resultado previsible siempre que no entre ningún elemento extraño en la ecuación. La muerte de un gobernante, una epidemia catastrófica o una maniobra mal ejecutada son otros tantos ejemplos de acontecimientos que, en contra de todas las posibilidades, pueden suponer la derrota imprevista de una nación, un ejército o una unidad menor.

Partiendo de esta premisa, sería injusto manifestar que los ejércitos italo-alemanes dirigidos por Erwin Rommel no tenían nada que hacer en la costa sur del Mediterráneo, y que enviarlos allí fue una equivocación grave, pero lo cierto, y a pesar de lo desesperados que llegaron a sentirse muchos generales británicos sobre el terreno tras ser contundentemente derrotados por el Afrika Korps, es que el Eje tenía muy difícil obtener una victoria en aquel escenario.

Lo cierto es que Italia entró en guerra el 10 de junio de 1940.

Y las aspiraciones imperiales de Italia pasaban por la expulsión de los británicos del norte de África, dónde los italianos ya controlaban Somalia, Abisinia y Libia. Con Francia fuera de juego y Reino Unido muy debilitado, Mussolini estaba convencido de que era su momento, y de que Italia volvería a ser un gran imperio, su sueño desde siempre.

Los británicos pensaron que la mejor defensa es un ataque, por lo que comenzaron las hostilidades con la toma del Fuerte Capuzzo, en la frontera de Libia y Egipto. Los italianos, a las órdenes del general Graziani, contraatacaron, pero no consiguieron acabar con los ingleses, por lo que Hitler decidió acudir en su ayuda, enviando al especializado Africa Korps, con los que la situación cambió por completo.

La primera fue la conquista del baluarte por el 11º regimiento de Caballería de Húsares del Ejército Británico, en junio de 1940. A los pocos días fue reconquistado por la 1ª División de Camisas Negrasitalianas. Ese mismo mes de diciembre la Fuerza del Desierto Occidental, formada por tropas de reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, India colonial y de la Francia Libre, volvieron a hacerse con él.

En abril de 1941 fue reconquistado por Rommel. En mayo volvió a cambiar de manos durante unos días, pero volvió a las tropas del Eje tras el abandono de los británicos. El 22 de noviembre de 1941, la 2ª División neozelandesa volvió a hacerse con ella, pero en junio del 42 volvieron a perder la fortaleza tras la Batalla de Gazala. En noviembre de 1942, tras la Segunda Batalla de El Alamein, volvió a caer en manos aliadas, para no cambiar.

Es algo aburrido tanto cambio, pero es todo un símbolo de lo que fue la guerra en el frente del Norte de África, y lo cerca que estuvieron las tropas del Eje de hacerse con todo el Mediterráneo y controlar el canal de Suez, lo que sin duda habría supuesto todo un vuelco a la guerra.

Los planes para la campaña en África, estaban estrechamente relacionados con la defensa por parte de Francia de sus colonias africanas, a las operaciones italianas en el Mediterráneo y a la invasión de Gibraltar con la participación de España. En todo caso, había un enemigo común: Gran Bretaña y un objetivo final: el control del Mediterráneo y Egipto, la puerta de Oriente Medio.

En su Directiva Nº 18, Hitler menciona que habría que darle la oportunidad a Francia (a este punto el gobierno de Vichy era aliado de Alemania) para que defienda sus colonias africanas. Gibraltar debía ser capturado para cerrar la puerta del Mediterráneo, evitando además el desembarco de fuerzas inglesas en la Península Ibérica. Fuerzas alemanas debían apoyar a los italianos en su ofensiva contra Egipto, en el momento que lleguen a Mersa Matruth. La Luftwaffe recibió las instrucciones de preparar las operaciones contra Alejandría y el Canal de Suez. La operación en África debía efectuarse en el otoño de 1940, luego de haber asegurado las posiciones en Grecia y Gibraltar.

Erwin Rommel

El principal problema era, que Alemania no tenía control de los mares y lo que se avizoraba eran operaciones marítimas en el Mediterráneo y en el Atlántico. El 4 de noviembre de 1940, Hitler manifestó sus dudas sobre la factibilidad de las operaciones en África, puesto que Italia no había conseguido el control marítimo del Mediterráneo. Esto quedó confirmado cuando Gran Bretaña realizó la operación contra la Base Naval de Tarento, que causó graves pérdidas en la flota italiana, y en especial porque ponía en evidencia la vulnerabilidad naval italiana.

La primera medida tomada por el mando alemán, fue enviar unidades aéreas a Sicilia para apoyar las operaciones en el norte de África y se preparó el envío de un pequeño contingente de fuerzas terrestres a Trípoli.

En el mes de diciembre de 1940, Gran Bretaña, desde Egipto, inicia su contraofensiva en el norte de África y hace retroceder a las fuerzas italianas. En Enero de 1941, la situación de las fuerzas italianas es crítica por falta de equipos y suministros, que no pueden llegar por haber perdido el control del mar, desde el ataque a Tarento. La situación era muy grave, pues con el control del norte de África por parte de los británicos, la amenaza de una invasión de Italia era una posibilidad que no estaba lejos de poderse convertir en una realidad. Con el sur de Italia ocupado, África estaría completamente perdida y se corría el riesgo de poner al alcance de la RAF los Balcanes, Rumania y Bulgaria.

Hitler llamó a Rommel y le comunicó sus intenciones de enviarlo con un pequeño "cuerpo de contención" que operaría en misiones puramente defensivas, con el objeto de ayudar a las fuerzas italianas, bajo cuyo mando se encuadrarían las fuerzas alemanas.

A Rommel se le asignaba la 5ª División Panzer Ligera, que operaría como el Deutsches Afrikakorps. El General Halder estaba de acuerdo en que la misión de Rommel debía ser solamente de apoyo y de tipo defensivo, puesto que para el Alto Mando alemán, el Afrikakorps era solamente una misión de tipo político, para apoyar a las fuerzas italianas en Tripolitania.

Llegan los primeros alemanes a África

El 12 de febrero de 1941, un bombardero He-111 aterrizaba en Castel Benito, Libia. No se trataba de uno de los tantos bombarderos medianos que repostaban en el campo aéreo africano para reabastecerse de combustible. Esta vez, descendía del avión un general alemán, de media estatura y gestos enérgicos, que para muchos era ya conocido: Erwin Rommel. Dos días después comenzaban a llegar a Trípoli, los primeros efectivos de la 5ª División Panzer Ligera, Deutsches Afrikakorps (DAK), o simplemente Afrikakorps, como se les conocería desde entonces.

Pero, entre enero y febrero de 1941, tres divisiones de asalto británicas habían logrado hacer retroceder a 200 mil soldados italianos al mando del Mariscal Graziani. Los italianos, mal equipados y mal dirigidos, fueron perseguidos a lo largo de 1200 kilómetros desde Sidi-el-Barrani, hasta más allá de Marsa-el-Brega y El-Agheila, deteniéndose a duras penas en el Gran Sirte.

Los prisioneros italianos capturados en Sidi Barrani son llevados al cautiverio.

Hitler estaba furioso. Las cosas en África estaban tomando un rumbo que entorpecía sus planes para realizar la Operación Barbarossa. El Alto Mando le daba la razón a Rommel que solicitaba el refuerzo de una división Panzer. Hitler autorizó el envío de la 15ª División Panzer, pero aclaraba que Rommel no debía iniciar ninguna operación ofensiva, hasta que esas fuerzas estuvieran en África, planeadas para llegar a finales de Mayo de 1941. Los planes de las operaciones debía presentarlos Rommel al OKW, a más tardar el 20 de abril.

HMS Terror, el monitor antiguo de la Primera Guerra Mundial o Gun Boat. Sus dos cañones de 15 pulgadas se usaron para bombardear a Sidi Barrani desde el mar al mismo tiempo que un asalto de artillería por tierra.

El mando británico en Egipto, recibió los informes de inteligencia que definían a Rommel como "un hombre impetuoso", pero Sir Archibald Wavell, Comandante en Jefe británico en Egipto, pensó, que como las fuerzas de Rommel no estaban completas y no estaban entrenadas para la guerra en el desierto, le tomaría un tiempo antes de estar en estado de operatividad. Mientras tanto, podía dormir tranquilo.

Rommel estaba consciente de que sus tropas tendrían que vérselas no solamente con los ingleses sino con el desierto. Las fuerzas Panzer estaban preparadas para pelear en Europa y no en un desierto. El nuevo campo de batalla era desolado, no había vegetación, salvo por las zonas de cultivo creadas por canales de irrigación, hechas por los colonos italianos alrededor de las ciudades. Las temperaturas en el día eran asfixiantes y de noche congelantes. El camuflaje no servía y los uniformes tampoco. La carencia de agua fuera de las ciudades era evidente, pero lo que abundaba era la arena y las tormentas, que aparecían en cualquier momento inutilizaban los motores de los vehículos y el armamento.

Si algo habían hecho bien los italianos, eso era la Vía Balbia, 1600 kms de carretera paralela a la costa que unía Trípoli con la frontera de Egipto. Esa casi "una autopista europea" en el desierto africano, era vital para alemanes y británicos. Pero los carros alemanes estaban diseñados para las operaciones en Europa y no entre nubes de fina arena que no respetaba los filtros, inyectores o carburadores. Los italianos advirtieron las dificultades que enfrentarían los vehículos diesel, pero poco caso hicieron los alemanes. En consecuencia, durante los primeros meses de operaciones las dificultades se presentaron y llevaron los niveles de vida media de los vehículos a apenas 1000 ó 2000 kms, es decir la mitad de la vida de los carros británicos.

Por razones desconocidas, el color de los vehículos no se cambió antes del embarque y operaron con el clásico color gris-verdoso utilizado en Europa. La primera cura fue rociar los carros con aceite quemado de los motores, que luego eran cubiertos con arena para cubrir la pintura. No había redes de camuflaje y se debieron improvisar con los matorrales espinosos que servían de alimento para los camellos.

El uniforme tradicional y la mimetización debieron ser cambiados poco a poco para adaptarse al medioambiente.

La atmósfera del desierto no era la adecuada para los servicios higiénicos alemanes, en ese sentido, sólo la disciplina y espíritu de sacrificio del soldado alemán, permitieron minimizar el problema. La alimentación tampoco era adecuada y debieron cambiarse los regímenes dietéticos. Frijoles en vez de papas, aceite de oliva en lugar de mantequilla o margarina y bizcochos en vez de pan.

Los uniformes inicialmente fueron los mismo usados en Europa incluyendo, la guerrera apretada, los pantalones, las botas y el casco. La guerrera se pegaba al cuerpo, los pantalones impedían los movimientos y los cascos ofrecían poca protección contra el fuego de armas ligeras o de las granadas y durante el día era imposible soportarlo a más 40 grados de temperatura en la sombra. Pocas eran las posibilidades de que una explosión lanzara escombros hacia arriba y que cayeran sobre las cabezas, más bien la arena amortiguaba las explosiones y el peligro llegaba de abajo hacia arriba. Las botas, adecuadas en Europa, eran incómodas y antihigiénicas en el desierto. Pronto toda la impedimenta sería cambiada y en ese aspecto la asesoría italiana fue de un valor incalculable.

En cuanto al entrenamiento, Rommel estaba consciente de la falta de preparación de sus tropas para la guerra en el desierto y de las desventajas del equipo, pero estaba decidido a pasar a la ofensiva en cuanto fuera posible, puesto que la victoria británica sobre los italianos había dejado al enemigo exhausto. Inmediatamente se adaptaron las tácticas alemanas con el consejo de la experiencia italiana y el toque de la genialidad del general alemán.

Muy pronto, Rommel comenzaría a actuar de manera independiente, a pesar de las órdenes recibidas y pasando por alto al mando italiano, no en vano, Rommel era "un hombre impetuoso”.

Sin embargo todo su genio no pudo superar la falta de suministros y de combustible, ya que los británicos nunca perdieron el dominio de los mares que comunicaban a Alemania con su metrópoli.

De todos modos su mera actuación fue digna de la más loable hazaña.

La Campaña de África siguió hasta mayo de 1943, límite en que Alemania pudo soportar las privaciones sin dejar de dar batalla, y terminó con la derrota de las fuerzas del Eje.

FUENTE:

Paul Carell: “Die Wüsten Füchse”, Nannen Verlag GMBH

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