¿Estás viviendo o existiendo?

Una vez que salimos a buscar setas al bosque, me perdí. Cosa rara en mi, que me ocurre continuamente. No llegue a preocuparme porque tenía, con el sol, bastante clara la dirección para el regreso, pero me daba la oportunidad de quedarme a solas y disponer de esa sensación de desconexión que se da tan poco a menudo. El silencio rumoroso del bosque me abrazaba como una manta. Me tumbé en el suelo y cerré los ojos. En un momento, me sentí parte del bosque. Ya no estaba yo, era el rumor de las hojas, el murmullo de las ramas, el olor de la tierra, podía sentir las raíces creciendo y a los animales moviéndose. Era la sensación de formar parte de aquella plenitud.

A veces me inclino en el campo y cojo un puñado de tierra con la mano para oler su perfume. Es ese perfume que te habla de todas las generaciones que yacen en la tierra, que son la tierra. De todos los árboles, de todos los otoños, de la vida que permanece y el renovado pulso de nuestra próxima desaparición.

No tengo el menor interés en averiguar ni siquiera en qué punto se puede situar el fiel para lo que preguntas. A mi me basta con oler la tierra, la presencia de la naturaleza, y sentir el viento en las copas de los árboles.