Por una parte, tenemos la respuesta literalista, inteligente y eruditamente desarrollada por John Ferney. Me ha parecido un desarrollo elegante para un dilema irresoluble: entender desde las limitadas capacidades humanas el plan divino.
Por mi parte, no creo en la literal de Los Libros (A.K.A. Biblia). Hay un trabajo multicentenario de análisis, apoyado por sucesivos descubrimientos arqueológicos que aportan un contexto cada vez más exacto para un asombroso conjunto de escritos que cubren al menos 700 años. Pensemos, por comparación, que los Evangelios sinópticos fueron escritos en menos de 60.
La cuestión es que el, digamos, ecosistema de criaturas fue incorporado en cierta medida a la Biblia tras el exilio babilónico. Anteriormente a él, hay una serie de intentos progresivos para construir una fe monoteísta, iniciados por la predominancia de la divinidad principal de cada zona (Y*HV*H para Judá, Elohim para Israel), y culminados con un intento de monoteismo que culmina tras el exilio babilónico.
¿Cómo se explica ésto?
Antes del exilio babilónico había corrientes radicales dentro del pueblo judío… que convivían con la masa judía y cananea. Esta población mayoritaria adoraba a multitud de dioses de la zona, exactamente igual que el resto de pueblos semíticos entre el 1000 A.C y el 600 A.C.; además del templo en Jerusalén, se alzaban multitud de templos adicionales y, sobre todo, templetes, adoración y sacrificio en altares de piedra al aire libre llamados massebot. Incluso hay pruebas arqueológicas de que Y*HV*H tenía… una compañera, una Aserá, tal y como se refleja en algunos exvotos de agradecimiento (“a Y*HV*H sebaot y su aserá”).
Recurrentemente, los adoradores de Y*HV*H se hacían con influencia con algún rey de la casa de David en Judá, y lograban disponer de permiso Real para atacar los massebot de otras divinidades. Esos eran los momentos recogidos en la Biblia de “recuperación de la Fe”, cuando eran exactamente lo contrario, la imposición de una Fe distinta. De la misma manera, los reyes que se torcían e iban al pecado no hacían otra cosa que volver a la fe politeista de sus mayores.
La elite judía e israelita exiliada se encuentra ante un dilema existencial: el crisol de culturas y religiones que es Babilonia. La opción más obvia es integrarse a todos los niveles, y con ello desaparecer. La menos obvia, separarse: definirse como el pueblo elegido, como el depositario de la única fe real, con multitud de herramientas culturales para separarse de todos los grupos humanos de Babilonia. Del alimento, a la circuncisión que ya practicaban antes, a prohibiciones de casarse, de compartir alimentos, etc. Funcionó, porque hoy hay judíos, pero la presión cultural de Babilonia era tan fuerte que no fue “perfecta” o “pura”. Los ángeles se incorporaron, primero al folklore del pueblo, y luego por la puerta de atrás a la Biblia. En este sentido, no hay que olvidar que el orden de los libros de la Biblia no corresponde a una cronología histórica. P.e., Génesis se escribe en Babilonia (incluido el episodio del Diluvio), y Éxodo incorpora elementos babilónicos como la salvación de moisés del río, que bebe del mito de Gilgamesh.
El diablo, como los ángeles, no tenía sentido antes del exilio. Antes del exilio, había otros dioses. De hecho, algunos apelativos del diablo son en realidad nombres de dioses anteriores. P.e. Baal significa en cananeo “señor” (y en arameo, p.e.), y lo que en realidad se nombraba como demonios no son sino dioses transformados y rechazados.
Para escribir su respuesta aquí, Ingresar o Crear una cuenta
Compartir