1. Espirometría:
Es la prueba principal para diagnosticar la EPOC. Mide la cantidad de aire que una persona puede exhalar después de una inhalación máxima. Una espirometría anormal puede indicar una obstrucción al flujo de aire, lo que caracteriza a la EPOC.
2. Gases sanguíneos arteriales (GSA):
Miden la presión de oxígeno (PaO2) y dióxido de carbono (PaCO2) en la sangre arterial. Una PaO2 baja o una PaCO2 alta pueden indicar EPOC grave.
3. Radiografía torácica:
Puede mostrar signos de hiperinflación (aumento del volumen pulmonar), atrapamiento de aire, enfisema (destrucción del tejido pulmonar) o fibrosis pulmonar (cicatrización del tejido pulmonar).
4. Electrocardiograma (ECG):
Puede revelar signos de cardiopatía pulmonar (agrandamiento del corazón debido a la enfermedad pulmonar), isquemia miocárdica (reducción del flujo sanguíneo al corazón) o una arritmia (ritmo cardíaco anormal).
Otras pruebas:
Es importante destacar que la EPOC es una enfermedad infradiagnosticada. Se estima que solo alrededor del 15% de las personas con EPOC están diagnosticadas. Por lo tanto, es importante que las personas con síntomas de EPOC, como tos crónica, disnea de esfuerzo, sibilancias y expectoración, consulten a un médico para que les realicen las pruebas diagnósticas adecuadas.
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