Cuando un satélite desciende a la atmósfera desde el espacio, experimenta fricción con las capas densas de la atmósfera terrestre a medida que aumenta la velocidad. Esta fricción genera calor, lo que puede provocar que el satélite se caliente y, en algunos casos, se queme debido a las altas temperaturas generadas por la velocidad de entrada.
Por otro lado, cuando un satélite asciende por la atmósfera para alcanzar su órbita, su velocidad inicial es mucho menor y gradualmente va aumentando a medida que se aleja de la Tierra. Durante este proceso, el satélite no experimenta fricción significativa con la atmósfera y, por lo tanto, no se calienta ni se quema.
En resumen, la fricción generada al descender a través de las capas densas de la atmósfera provoca el calor y la quema del satélite, mientras que al ascender, el satélite no experimenta fricción significativa y, por lo tanto, no arde.
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