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En el entorno en que trabajas, mejorar el rendimiento de tu equipo puede suponer todo un reto. Es importante, pues, que inviertas el tiempo y los r...

En el entorno en que trabajas, mejorar el rendimiento de tu equipo puede suponer todo un reto. Es importante, pues, que inviertas el tiempo y los recursos necesarios para alcanzar el éxito: Recuerda a tu equipo que el trabajo no es lo más importante. Libera presión animándoles a divertirse en su tiempo libre y recordándoles que el trabajo no lo es todo. Invierte tiempo en tu equipo. Presta atención a todos sus miembros, no solo a los de mayor talento. La tendencia natural es centrarse en los mejores, pero el verdadero éxito depende de que todo el mundo haga bien su trabajo. Persevera. Cuando algo no salga como estaba previsto, asume el error y sigue adelante con el trabajo. Céntrate en los éxitos del equipo. Y celebra los logros conjuntos más que los individuales. Apoya a tu gente Las innumerables distracciones que surgen en el entorno laboral, así como los riesgos y los contratiempos, suelen impedir que las personas hagan bien su trabajo. Y los buenos jefes se enorgullecen de proteger a su equipo de esta clase de amenazas. Te presentamos tres estrategias que te ayudarán a poner el foco en lo que de verdad importa: Sé puntual. Uno de los mayores obstáculos en el trabajo son las pérdidas de tiempo; por ejemplo, esos ratos muertos que tu equipo pasa esperándote en la sala de reuniones. Piénsalo bien; ser jefe no te da carta blanca para frenar la productividad de tu equipo. Elimina distracciones. Fija un periodo para que los miembros de tu equipo piensen y trabajen sin distracciones; no esperes que respondan siempre de inmediato a tus mensajes. Deja que piensen por su cuenta. No evites los conflictos, permite a los miembros de tu equipo decir lo que piensan y expresar desacuerdos que puedan resultar productivos y creativos (incluso si van en contra de tu opinión). Saca lo mejor de tu equipo Los buenos líderes no confían solo en su inteligencia para alcanzar el éxito, sino que la utilizan para que los demás destaquen. Aquí tienes tres propuestas para lograr que tus subordinados desarrollen todo su potencial: Busca ideas en todas partes. No asumas que sabes de dónde vienen todas las nuevas ideas e implica al resto en cada proyecto, no solo por su currículo, sino también por su capacidad para colaborar y aportar. Fomenta la amplitud de miras. Crea un entorno de trabajo seguro donde la gente sepa que puede y debe pensar, actuar y hablar por sí misma. Muéstrate tolerante con los errores para que nadie tenga miedo a asumir riesgos. Plantéales retos para que mejoren. Ofréceles la oportunidad de trabajar su creatividad e incrementar su rendimiento. Transmite la idea de que todo el mundo, incluyéndote a ti, posee cierto margen de mejora. Levanta el ánimo de tu equipo Numerosos estudios han demostrado el poder del contacto físico en todo tipo de animales, desde los chimpancés hasta los humanos. Una simple palmadita en la espalda o un breve toque en el hombro pueden expresar apoyo y transmitir la confianza necesaria para que cualquiera empiece a asumir riesgos y mejore su capacidad de toma de decisiones. Así que la próxima vez que quieras apoyar a algún colega lo mejor es transmitírselo con un leve contacto, que puede ser más potente que las palabras. De todos modos, usa el contacto con moderación y no pierdas el tiempo en menudencias; la mayoría de las veces, una palmadita en la espalda será suficiente. Da margen para el fracaso Una buena gestión se sitúa en un punto intermedio entre el control absoluto y la despreocupación; y tu trabajo consiste en hallar ese equilibrio. Cuando ves que alguien de tu equipo va a cometer un error, seguro que sientes la necesidad de intervenir. Pero el aprendizaje no es solo teoría, así que mejor no lo hagas; déjales cometer errores y enséñales qué hacer para no repetirlos. Es obvio que siempre deberás evaluar los riesgos y las consecuencias de cada error. Por ejemplo, si un miembro de tu equipo está a punto de presentar un mal informe a la dirección general, no dudes en intervenir. Pero cuando los riesgos sean menores puedes permitirte el lujo de asumir ciertos errores. Comete uno o dos errores Muy poca gente se siente cómoda al equivocarse en el trabajo. La mayoría teme perder el respeto de sus superiores y colegas, y ver manchada su reputación. Pero reconozcamos que muchas veces los errores son los mejores maestros. Y es que tu equipo nunca aprenderá nada nuevo si solo hace lo que sabe hacer. Por tanto, fomenta la cultura del error; ayúdales a aceptar sus meteduras de pata y a compartir lo que han aprendido de ello. Por supuesto, en ciertos momentos una equivocación puede conllevar un coste demasiado alto. Pero siempre que exista cierto margen, pide a los miembros de tu equipo que aborden los problemas no como expertos, sino como aprendices. Defiende a tu equipo Cuando llegan tiempos difíciles la gente se siente más vulnerable, y su seguridad y confianza pueden esfumarse con facilidad. Esos son los momentos perfectos para defender más que nunca a tu equipo. Y es que, si los cuidas, les proporcionarás un gran alivio emocional y material. No des por sentado que saben que te preocupan; exprésalo, diles que les cubres las espaldas. Y, puesto que los hechos siempre dicen más que las palabras, aprovecha cualquier oportunidad para demostrarles tu apoyo inquebrantable, y evita generar situaciones en las que parezca que cada cual va a lo suyo. Evita el pensamiento unilateral Es cierto que tu gente quiere que tengas iniciativa. Pero para tomar decisiones inteligentes necesitas información. Y, si eres como la mayoría de los líderes, lo más probable es que la obtengas de quienes gozan de tu confianza. No obstante, eso puedo llevarte a escuchar solo ideas similares a las tuyas. ¿Y cuál es el resultado? El pensamiento unilateral: todo el mundo piensa igual. Este tipo de pensamiento es magnífico para un equipo de fútbol, pero en entornos profesionales puede limitar enormemente el potencial de un grupo de trabajadores. Para evitar este inconveniente, asegúrate de que todo el mundo tiene libertad para expresar opiniones e ideas contrarias al pensamiento predominante. No temas abandonar los caminos que has recorrido ya un

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