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Existe una forma m uy sencilla de generar un número casi inagotable de claves fáciles de recordar para este m étodo de cifrado. Basta con acordar u...

Existe una forma m uy sencilla de generar un número casi inagotable de claves fáciles de recordar para este m étodo de cifrado. Basta con acordar una palabra clave cualquiera (puede ser también una frase) y situarla al principio del alfabeto cifrado, dejando que el resto del mismo siga la ordenación convencional a partir de la última letra de la palabra clave, con cuidado de no repetir ningún carácter. U n ejemplo sería «CIFRA ENERO ». En primer lugar se eliminaría el espacio y los caracteres repetidos, obteniendo así la palabra clave «CIFRAENO». El alfabeto cifrado resul­tante sería el siguiente. LA CRIPTOGRAFIA, DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XIX A B C D E F G H 1 J K L M N Ñ 0 P Q R S T U V W X Y Z C 1 F R A E N 0 P Q S T U V W X Y Z B D F G H J K L M El mensaje «V EN IV ID IV IN CI» quedaría ahora cifrado com o «HAVP H P R P HPVFP». Este sistema de generación de claves puede organizarse de manera que el error de emisor y receptor sea improbable y su actualización m uy sencilla. En el ejemplo que se ha visto, bastaría con cambiar la clave cada mes —de «CIFRA EN ERO » a «CIFRA FEBRERO » y de ésta a «CIFRA M A R ZO », e tc .- sin que los comunicantes debieran siquiera hablar más que en el m om ento de establecer la clave. La fiabilidad y sencillez del algoritmo de sustitución por palabras clave hizo que fuera el sistema de encriptación preferido durante siglos. A lo largo de todo este tiempo, el consenso generalizado era que los criptógrafos habían ganado definitiva­mente la partida a los criptoanalistas. CIFRANDO LA PALABRA DE DIOS Los criptoanalistas medievales creyeron ver cifras en el Antiguo Testamento, y no se equivocaron: en efecto, hay fragmentos del texto sagrado encriptados con un cifrado de sustitución llamado atbash. Este cifrado consiste en sustituir una letra cualquiera n por aquella que está a igual distancia del final del alfabeto de lo que n está del principio. Por ejemplo, y en un alfabeto con­ vencional, la A se sustituiría por la Z, la B por la Y, etc. En el caso del Viejo Testamento original, las sustituciones se llevan a cabo, obviamente, con los caracteres del alfabe­ to hebreo. Así, en Jeremías (25, 26) la palabra «Babel» se cifra como «Seshach». Biblia hebrea de inicios del siglo x v i i i . 1 . HSfWihn; tr.T’a'üavS S j j r n o - rrjfi'jnwaa-1

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