Supongamos que estuviéramos en un tren muy largo que va en línea recta a una velocidad constante en una zona llana (por ejemplo, 60 km/h) y tuviéra...
Supongamos que estuviéramos en un tren muy largo que va en línea recta a una velocidad constante en una zona llana (por ejemplo, 60 km/h) y tuviéramos un arco y dos flechas. Disparamos una en dirección a la locomotora y la otra en la dirección contraria. ¿Qué observaremos? Aristóteles diría: observaremos que las flechas caen. Él no daría más precisiones ni las necesitaría. Su explicación causal es satisfactoria: ¿por qué han caído? Porque son graves, su constitución es más densa que la del aire que las circunda y buscan su lugar natural en el centro de la Tierra. Ahora bien, si quisiéramos calcular las distancias a las que caen, Aristóteles no tendría mucho que decir, no era el tipo de problemas a que originalmente se enfrentaba. Él pretendía responder a la pregunta: ¿por qué la flecha cae? y no a: ¿cómo es que cae o se mueve la flecha?; mucho menos a: ¿cómo podemos describir matemáticamente la trayectoria de la flecha?
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