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Si bien las brillantes investigaciones de Cuvier acerca del registro fósil se ajustan hasta cierto punto a la aparición progresiva de los organismo...

Si bien las brillantes investigaciones de Cuvier acerca del registro fósil se ajustan hasta cierto punto a la aparición progresiva de los organismos, él se opuso férreamente al evolucionismo lamarckiano. En sus estudios paleontológicos puede observarse que los reptiles y peces aparecen antes que los mamíferos. Los mamíferos primitivos tienen formas extrañas mientras que las formas siguientes se parecen más a las actuales, y no parecen existir fósiles humanos. Sin embargo, Cuvier argumentó que la ausencia de formas intermedias entre las distintas especies entraba en conflicto con el evolucionismo lamarckiano. Para Cuvier si los organismos evolucionaran deberían observarse formas intermedias entre los diferentes grupos de organismos. La ausencia de esas formas intermedias permitiría rechazar de plano cualquier forma de evolucionismo gradual. Asimismo, hizo especial hincapié en el hecho de que los animales momificados traídos de Egipto eran idénticos a los actuales, como prueba de la inadecuación del evolucionismo (Ruse, 1979). Más allá de la evidencia provista por el registro fósil y los animales momificados, las razones de Cuvier para rechazar el evolucionismo eran aún más profundas, radicaban en una concepción acerca de los organismos diferente a la de Lamarck. Cuvier compartía con Aristóteles la idea de que los seres vivos se caracterizan por tener partes que, al igual que una máquina, cumplen un propósito específico. A su vez, cada parte de un ser vivo se correlaciona con otra de manera tal que cada componente necesariamente depende de otros componentes dentro de ese organismo. Entonces, si la configuración biológica de una determinada especie fuera alterada más allá de ciertos límites, su todo armónico se desorganizaría tanto que el organismo sería inviable. Por ejemplo, si el corazón de un ser vivo se redujera demasiado en tamaño esto afectaría el funcionamiento de otros órganos vitales, tales como el cerebro, los pulmones, etcétera. De manera que esta concepción acerca de la necesaria correlación entre partes que caracteriza a los ejemplares de cada especie lo condujo a rechazar la hipótesis evolucionista, especialmente si esta presuponía un cambio gradual (Ruse, 1979). En sintonía con este enfoque, Richard Owen (1804-1892) propuso que detrás de la aparente diversidad de especies y de la complejidad de la naturaleza, debía existir algún tipo de principio ordenador que permitiera organizar la multiplicidad de seres vivos (a la manera de las “ideas platónicas” o de las “esencias aristotélicas”). Es decir, quería mostrar cómo todos los organismos vivos se derivaban de un mismo plan (Ruse, 1979, y Bowler y Morus, 2005). Este principio ordenador, o “arquetipo”, eran los prototipos o modelos con los que Dios había creado a los distintos seres: El arquetipo no restaba importancia a la idea de progreso: los peces primitivos eran las modificaciones más sencillas; los seres humanos, los más complejos. Para Owen, esto proponía una forma mejor del razonamiento basado en el diseño porque daba a entender que, bajo la abrumadora variedad de especies diferentes […] había un principio ordenador que sólo podía surgir de la mente del Creador. Owen entendió que las sucesivas expresiones del arquetipo constituían un patrón progresivo que se extendía a lo largo del tiempo, algo que lo acercaba peligrosamente al transformismo, aunque él siempre insistía en que cada especie era una unidad bien diferenciada en el plan divino. (Bowler y Morus 2005, 173) En la noción de “arquetipo” planteada por Owen es posible observar la influencia ejercida por el platonismo. Para Owen el arquetipo representa la “idea divina” platónica a partir de la cual se ha construido la estructura ósea de todos los vertebrados. Esta forma no era algo real de este mundo, ni un antepasado común en el que se unifican todos los descendientes como plantearía luego Darwin, sino una entidad extra mundana abstracta aún más auténtica que las conocidas por medio de los sentidos. En el marco de su teoría del arquetipo, Owen sostenía que existían dos fuerzas contrapuestas que operaban en la formación de los cuerpos de los vertebrados. Por un lado, una fuerza que generaba la similitud existente entre las distintas especies, repetición de partes y patrones de organización. Por otro lado, un “principio organizador específico” al que también llamó fuerza de “adaptación” que daba lugar a las adaptaciones específicas que hacen que un organismo sea miembro de una especie y no de otra (Ruse, 1979). Este punto de vista le permitió a Owen definir el concepto de homología: Las homologías eran órganos o estructuras que mostraban un parecido estructural (ver Figura 17). Habría, entonces, dos tipos de similitudes entre organismos de diferentes especies: las que tienen que ver con rasgos adaptados a cumplir la misma función (como la que existe entre las alas de una mariposa y las alas de un pájaro, o la forma hidrodinámica que tienen los peces y los delfines), y aquellas que involucraban parecidos estructurales (como la que existe entre la aleta de la ballena, el ala de un murciélago y nuestra mano, en los que se pueden encontrar parecidos entre la cantidad de huesos y sus posiciones relativas). el nombre de “dinosaurios”, contradicen las ideas de transmutacionales progresivas de Lamarck porque esos reptiles eran más sofisticados que los reptiles del mundo actual. Como puede verse, si bien muchos naturalistas presentaron una fuerte resistencia a abandonar las principales tesis creacionistas, gradualmente comenzaron a admitir que las especies actuales constituyen la última fase de un proceso histórico, y que la finalidad de Dios podría ser descifrada de mejor manera apelando a leyes o regularidades naturales que 2 Gegenbaur, Carl, Grundzüge der vergleichenden Anatomie. 2. umgearb. Auflage. Mit 319 Holzschnitten. Leipzig, Verl. von Wilhelm Engelmann, 1870. 892, fig. 223. P. 692. Extraído de http:// es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Gegenbaur_1870_hand_homology.png a la economía política. Lyell es propulsor de una metodología que Darwin asumiría: el actualismo y el uniformismo. De acuerdo con el actualismo, los fenómenos geológicos del pasado debían ser explicados en función del mismo tipo de causas que pueden observarse en la actualidad. Acorde con el uniformismo, los fenómenos geológicos del pasado no serían solamente del mismo tipo que los actuales, desde una perspectiva cualitativa, sino también cuantitativamente hablando: las causas de antes no eran más violentas que las actuales (Ruse, 1979). De este modo, según Lyell, los accidentes geográficos como la cordillera de los Andes no se habían formado como resultado de una única catástrofe, sino que habían ido ascendiendo gradualmente en el transcurso de un extenso período de tiempo. Lyell consideraba que, en contra del catastrofismo, los accidentes geográficos solo se podían explicar apelando a causas que todavía hoy actúan (como la erosión, los terremotos, el avance de los glaciares, etc.). Esta metodología implicaba una novedad que influiría sobre Darwin, así como también, sobre la ciencia posterior en general: las explicaciones lyelleanas utilizaban como factor explicativo la apelación a cantidades enormes de tiempo. La Tierra, en consecuencia, era muchísimo más antigua de lo que se pensaba hasta el momento. Por otra parte, el ambiente cambiante de la geología de Lyell implicaba directamente la necesidad de que los organismos mismos cambiaran para no perecer: Darwin juzgó necesario explicar la distribución y las adaptaciones de los animales y las plantas en términos lyellianos: la situación actual había de ser el resultado de cambios lentos producidos por causas naturales […] el razonamiento de Paley no era válido en un mundo de cambio gradual […] si la geología está modificando continuamente el entorno al elevar y destruir montañas, las especies debían o bien emigrar en busca de condiciones en las que sobrevivir o bien extinguirse de manera gradual. (Bowler y Morus 2005, 180) En cuanto las observaciones realizadas por el mismo Darwin, fue decisivo el viaje realizado alrededor del mundo en su juventud. En particular, su paso por la Patagonia argentina y su expedición a las islas Galápagos. En las costas de Punta Alta, al sur de la provincia de Buenos Aires, encontró fósiles de roedores enormes que claramente se encontraban relacionados con los roedores actuales. En las islas Galápagos, Darwin tuvo la oportunidad de observar que las diferentes islas tenían distintos tipos de pinzones con características diversas. Por ejemplo, los pinzones mostraban picos significativamente

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Teorías de la ciencia - Ginnobili
321 pag.

Pensamento Científico Universidad de Buenos AiresUniversidad de Buenos Aires

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