La Iglesia Católica considera el suicidio como un pecado grave, ya que va en contra del valor de la vida humana. La postura oficial es que el suicidio es un acto que va en contra del amor de Dios y del prójimo, y por lo tanto, es considerado como un pecado mortal. Sin embargo, la Iglesia también reconoce que las personas que cometen suicidio pueden estar sufriendo de trastornos mentales u otras circunstancias que afectan su capacidad de tomar decisiones racionales. Por lo tanto, la comprensión y la misericordia hacia quienes sufren y sus familias es también parte de la enseñanza católica.
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