Pero cuántos peregrinos no tuvieron ni siquiera la ayuda de un asno milagroso...! No faltaban, en efecto, las pruebas, ni los obstáculos que dificu...
Pero cuántos peregrinos no tuvieron ni siquiera la ayuda de un asno milagroso...! No faltaban, en efecto, las pruebas, ni los obstáculos que dificultaban estos desplazamientos. Sin duda alguna, la vía fluvial se utiliza siempre que se puede. Pero quedan aún muchas tierras que hay que cruzar. La excelente red de vías romanas ha desaparecido casi por completo, arruinada por las invasiones, falta de cuidados y, por otro lado, mal adaptada a las necesidades de la sociedad medieval. Para este pueblo de peatones y de caballeros, cuyos transportes se hacen sobre todo a lomo de bestias de carga o en carretas arcaicas, para ese pueblo que no tiene prisa —que hace de buena gana un rodeo bien para evitar el castillo de un caballero saqueador, bien para visitar un santuario—, la vía romana, derecha, pavimentada, camino de soldados y de funcionarios, carece de interés. Prefiere ir a lo largo de las sendas, de los caminos, de una red de itinerarios diversos que varían entre algunos puntos fi-
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