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Pero la muela manual, que hacen girar los esclavos o los animales, continúa siendo lo normal. En el siglo IX, el molino ya está extendido por Occid...

Pero la muela manual, que hacen girar los esclavos o los animales, continúa siendo lo normal. En el siglo IX, el molino ya está extendido por Occidente: en el políptico de la rica abadía de Saint-Germain-des-Prés se citan cincuenta y nueve, pero en el siglo X, los Anales de Saint-Bertin describen la construcción de un molino de agua cerca de Saint-Omer, ordenada por el abad, como un «espectáculo admirable para nuestro tiempo». La expansión del molino hidráulico se sitúa entre los siglos XI y XIV. En un barrio de Ruán existen dos molinos en el siglo X, aparecen cinco más en el XII, otros diez en el XIII y todavía catorce en el siglo XIV. De igual modo, el arado medieval procede casi con toda seguridad del arado con ruedas descrito por Plinio el Viejo en el siglo I. Se difunde y se perfecciona lentamente durante la alta Edad Media. Hay estudios filológicos que dan como muy posible una cierta difusión del arado en los países eslavos, por ejemplo en Moravia antes de la invasión húngara de comienzos del siglo X y quizá incluso para el conjunto de los países eslavos antes de la invasión de los avaros del 568, puesto que el vocabulario que se refiere a ese arado es común a las diferentes ramas eslavas y, por lo tanto, anterior a su separación, como consecuencia del avance de los avaros. Pero en el siglo IX aún es difícil determinar a qué clase de instrumento corresponden las carrucae citadas en las capitulares y en los polípticos carolingios. En lo que atañe a la herramienta de mano sucede lo mismo; por ejemplo, el cepillo de carpintero, cuya invención se atribuye de ordinario a la Edad Media, se conocía ya desde el siglo I. Es probable, por lo demás, que un buen número de «invenciones medievales» que no son una herencia grecorromana procedan de Oriente. Sin que haya nada que pueda probarlo, parece que éste sería el caso del molino de viento, conocido en China y después en Persia en el siglo VII, reseñado en España en el X y que no aparece en la cristiandad hasta finales del siglo XII. No obstante, la localización de los primeros molinos de viento señalados actualmente en una zona limitada en torno a la Mancha (Normandía, Ponthieu, Inglaterra) y las diferencias de tipos entre molino oriental, desprovisto de aspas pero dotado de altas aspilleras que concentran la acción del viento sobre grandes ruedas verticales, el molino occidental de cuatro grandes aspas y el mediterráneo de numerosas telas triangulares tensadas mediante un conjunto de cuerdas, como se pueden ver todavía en Mykonos o en Portugal, no hacen inverosímil la aparición independiente del molino de viento en esas tres zonas geográficas. No cabe la menor duda de que las principales responsables de esta pobreza, de este estancamiento técnico son las estructuras sociales y las mentalidades. Una minoría dominante de señores laicos y eclesiásticos es la única que puede experimentar y satisfacer necesidades de lujo a las que provee mediante la importación de productos extranjeros, llegados de Bizancio o del mundo musulmán (telas preciosas, especias), que se procura sin necesidad de preparación artesanal o industrial (productos de la caza para la alimentación o el vestido: pieles), o pide en pequeñas cantidades a algunos especialistas (orfebres, herreros). La masa, sin proporcionar a los señores una mano de obra tan barata y tan fácilmente explotable como los esclavos antiguos, aún es lo bastante numerosa y sumisa a las exigencias económicas como para permitir vivir bien a las clases superiores y vivir ella misma más o menos miserablemente utilizando un instrumental rudimentario. Y no es que la dominación de la aristocracia laica y clerical hayan tenido sólo aspectos negativos, inhibidores, en el campo de la técnica, no. En algunos sectores, sus deseos o sus gustos fomentaron un cierto progreso. La obligación impuesta al clero, y sobre todo a los monjes, de mantener las mínimas relaciones posibles, comprendidas las económicas, con el exterior, y particularmente el deseo de quedar libres de las preocupaciones materiales para dedicarse por entero al opus Dei, a las ocupaciones propiamente espirituales (oficios, oraciones), su vocación de caridad, que los obligaba a atender a las necesidades económicas no solamente de su numerosa familia, sino de los pobres y de los mendigos foráneos, mediante la distribución de víveres, los indujeron a desarrollar un cierto equipo técnico. Ya se trate de los primeros molinos de agua o de viento, o bien del progreso de las técnicas rurales, las órdenes religiosas se hallan con frecuencia en la vanguardia. El que, durante la Edad Media, se atribuya aquí o allá la invención del molino al santo que lo ha introducido en la región, por ejemplo, a Orencio de Auch que mandó construir un molino en el lago de Isaby en el siglo IV, a Cesáreo de Arles, que levanta uno en Saint-Gabriel, en la Durancole, en el siglo VI, no es una pura casualidad. La evolución del armamento y del arte militar, esenciales para una aristocracia de guerreros, trae consigo el progreso de la metalurgia y la balística. La Iglesia, como hemos visto, hace progresar la técnica de la medición del tiempo para afrontar las necesidades del cómputo eclesiástico y la construcción de las iglesias —los primeros grandes edificios de la Edad Media—, parte de un secreto que, como tal, no había por qué transmitir. Cuando, a comienzos del siglo XII, el monje alemán Teófilo escribe De diversis artibus, que pasa merecidamente por ser el primer tratado tecnológico de la Edad Media, se preocupa menos de instruir a los artesanos y a los artistas que de demostrar que la habilidad del técnico es un don de Dios... Los tratados ingleses del siglo XIII sobre agricultura, los manuales de Housebondrie, de los que el más famoso fue el de Walter de Henley, o la Fleta, aún no son más que obras de consejos prácticos. Habrá que esperar el Ruralium commodorum opus del bolones Pietro de' Crescenzi, a comienzos del siglo XIV, reso cualitativo durante la Edad Media. La mayoría de las máquinas en uso por entonces ya habían sido descritas por los sabios de la época helenística, sobre todo por los alejandrinos, quienes muchas veces esbozaban también su teoría científica. En particular, el Occidente medieval apenas innovó algo en los sistemas de transmisión y de transformación de los movimientos. Cinco de las «cadenas cinemáticas»: tornillo, rueda, rueda dentada, trinquete y polea, ya se conocían en la Antigüedad. Una sexta, la manivela, parece ser una invención medieval. Aparece durante la alta Edad Media formando parte de mecanismos simples, como la muela giratoria descrita en el salterio de Utrecht a mediados del siglo IX, pero no parece haberse extendido hasta finales de la Edad Media. En cualquier caso, su forma más eficaz, el sistema biela-manivela, no aparece más que a finales del siglo XIV. Es cierto que muchos de esos mecanismos o de esas máquinas que la Antigüedad no había conocido con frecuencia más que como curiosidades o como juguetes — como los autómatas alejandrinos—, se difundieron y adquirieron su verdadera eficacia en el transcurso de la Edad Media. La innegable habilidad empírica de los trabajadores medievales les permitió también compens

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LA_CIVILIZACION_DEL_OCCIDENTE_MEDIEVAL_4
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