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sensibilidades y las actitudes vienen impuestas, sobre todo, por la necesidad de asegurarse. En primer lugar, apoyarse en el pasado, en los predece...

sensibilidades y las actitudes vienen impuestas, sobre todo, por la necesidad de asegurarse. En primer lugar, apoyarse en el pasado, en los predecesores. Así como el Antiguo Testamento prefigura y fundamenta el Nuevo, los antiguos justifican a los modernos. Ningún avance es seguro si no está garantizado por un precedente en el pasado. Entre esas garantías hay algunas privilegiadas: las autoridades. Es evidente que el recurso a las autoridades halla su coronación en la teología, ciencia suprema. Y dado que fundamenta toda la vida espiritual e intelectual, este recurso ha de estar sometido a una estricta reglamentación. La autoridad suprema es la Escritura, a la cual se añaden los escritos de los Padres de la Iglesia. Ahora bien, esta autoridad general se materializa en citas que se convierten con la práctica en las opiniones «auténticas» y, finalmente, en las «autoridades» mismas. Al ser estas autoridades difíciles y oscuras con frecuencia, se esclarecen mediante las glosas que, a su vez, deben proceder de un «autor auténtico». Incluso muchas veces las glosas llegan a sustituir el texto original. De todos los florilegios que transmiten los datos de la actividad intelectual de la Edad Media, las antologías de glosas son las que más se consultan y las que más se saquean. El saber es un mosaico de citas o de «flores» que en el siglo XII se llaman «sentencias». Las sumas de sentencias son recopilaciones de autoridades. No cabe duda de que quienes utilizan esas autoridades las fuerzan hasta el punto de que no puedan poner en grandes aprietos a las opiniones personales. Alain de Lille (Alano de Lila), en una frase que llegará a ser proverbial, declara que «la autoridad tiene una nariz de cera que se puede deformar en todos los sentidos». Tampoco cabe duda de que los intelectuales de la Edad Media acogerán como autoridades a autores inesperados: filósofos paganos y árabes. El mismo Alain de Lille afirma que se ha de recurrir a las autoridades de los filósofos «gentiles» para avergonzar a los cristianos. En el siglo XII, los árabes estarán tan de moda que Abelardo de Bath reconocerá maliciosamente que ha atribuido a los árabes muchos pensamientos personales con el fin de que sus lectores los admitieran más fácilmente, lo que, subrayémoslo, nos exige ser prudentes a la hora de juzgar la influencia de los árabes, exagerada por algunos, sobre el pensamiento cristiano medieval. La referencia a los árabes no ha sido con frecuencia más que una transigencia con la moda, la máscara publicitaria de un pensamiento original. A pesar de todo, lo cierto es que la referencia al pasado es como algo obligatorio en la Edad Media. La innovación es un pecado. A la Iglesia misma le falta tiempo para condenar las novitates. Ése es el caso del progreso técnico y el del intelectual. Los inventos son inmorales. Lo peor de todo es que el respetable «argumento de tradición», cuyo valor es inmejorable cuando se trata de «un consenso unánime de testimonios a través de los siglos», ha sido en muchas ocasiones objeto de una práctica discutible. «En este aspecto, escribe el padre Chenu, la mayor parte de las veces se recurre a un autor y se aporta un texto fuera de su contexto espacial y temporal sin preocuparse lo más mínimo por el historial que hay que tener presente.» El peso de las autoridades antiguas no oprime exclusivamente el ámbito intelectual, sino que se deja sentir en todos los aspectos de la vida. Por otro lado, es la marca de una sociedad tradicional y campesina donde la verdad consiste en el secreto transmitido de generación en generación, legado por un «sabio» a quien él ha juzgado digno de ese depósito, difundido por tradición oral más bien que por escrito. Un monje anotó en un manuscrito de Adhémar de Chabannes esta continuidad en la que se basa el valor de una cultura transmitida por tradición: «Teodoro el monje y el abad Adriano enseñaron a Aldhelm el arte de la gramática, Aldhelm instruyó a Beda, Beda (mediante Egberto) instruyó a Alcuino, éste instruyó a Rábano [Mauro] y a Esmaragdo. éste a Teodulfo; después del cual vinieron Heiric, Hucbald, Remi, este último con numerosos discípulos». Las autoridades gobiernan también la vida moral. La ética medieval se enseña, se predica a golpe de anécdotas estereotipadas que ilustran una lección y a las que los moralistas y los predicadores recurren una y otra vez sin desfallecer. Las colecciones de exempla contienen la monótona cadena de la literatura moral de la Edad Media. En una primera lectura, esas anécdotas edificantes pueden resultar incluso agradables y, al comienzo, se apoyan a veces en un hecho real; pero halladas cien veces por doquier, nos revelan esa técnica de la repetición que no es más que la transposición a la vida intelectual y espiritual de aquella voluntad de abolición del tiempo y del cambio, de aquella inercia que parece haber absorbido una gran parte de la energía mental de los hombres del Medioevo. He aquí un exemplum, entre otros, cuya formación nos ha revelado Astrik L. Gabriel: la anécdota del estudiante inconstante, del «hijo de la inconstancia» que comete el grave pecado, el gran error de querer cambiar de estado. El exemplum se encuentra por vez primera en un tratado escrito entre 1230 y 1240 por un clérigo inglés, el De disciplina scolarium que, bien entendido, comienza por atribuirlo a una autoridad de las más incontestables, al mismísimo Boecio. Después, más o menos ador- en la época feudal, es la existencia «desde toda la eternidad». Por ejemplo podemos ver en el conflicto que enfrentó en 1252 a los siervos del cabildo de Notre-Dame de París, en Orly, a los canónigos cómo proceden las partes para probar su derecho. A los campesinos que pretenden no tener obligación de pagar el censo al cabildo, los canónigos replican procediendo a realizar una encuesta entre las gentes bien informadas, a las que se interroga de fama, esto es, sobre lo que dice la tradición. Se pregunta también a uno de los hombres más ancianos de la región, un tal Simón, «alcalde» de Corbreu- se, de más de setenta años de edad, «viejo y enfermo». Simón declara que, según la fama, el cabildo puede censar a sus hombres y que así lo ha hecho «desde una época inmemorial», a tempore a quo non exstat memoria. Otro tes- tigo, el arcediano Juan, antiguo canónigo, dice haber visto en el cabildo «viejos rollos» donde constaba por escrito que los canónigos tenían derecho a censar a los hombres de Orly. Asimismo había oído decir a los más viejos que el uso existía «desde la más remota antigüedad», a longe retroactis temporibus, y que el cabildo daba fe a esos rollos «en vista de la antigüedad de la escritura», sicut adhibetur ancientie scripture. A la prueba de autoridad, es decir, a la antigüedad demostrada, se añade la prueba del milagro. En efecto, lo que arrastra la adhesión de los espíritus medievales no es lo que se puede observar y probar mediante una ley natural, mediante un mecanismo regularmente repetido. Al contrario, es lo extraordinario, lo sobrenatural o

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LA_CIVILIZACION_DEL_OCCIDENTE_MEDIEVAL_4
342 pag.

Cultura e Civilizacao Espanhola I Unidad Central Del Valle Del CaucaUnidad Central Del Valle Del Cauca

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