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Pero el tiempo de los islotes, de los puentes, de las pequeñas células está en vías de desaparición, al mismo tiempo que la feudalidad. Comienza a ...

Pero el tiempo de los islotes, de los puentes, de las pequeñas células está en vías de desaparición, al mismo tiempo que la feudalidad. Comienza a imponerse un tipo distinto de organización del espacio: el de los Estados territoriales. Las gentes perspicaces de la época aprecian esa realidad en el aspecto demográfico. Pierre Dubois piensa que el rey de Francia es el más poderoso soberano de la cristiandad puesto que es el que cuenta con mayor cantidad de subditos, y Marsilio de Padua hace de la población una de las fuerzais principales de los Estados modernos. Pero ese número no se puede dar más que en una gran superficie y el progreso comienza a reclamar la unificación de grandes extensiones. La crisis de la cristiandad (siglos XIV-XV) Si la mayoría de los Estados cristianos, a comienzos del siglo XIV, se hallan aún entre fronteras movedizas, la cristiandad en su conjunto ya se ha estabilizado. Como ha dicho A. Lewis, es «el fin de la frontera». La expansión medieval ha terminado. Cuando se reemprenda de nuevo, a finales del siglo XV, se tratará ya de un fenómeno distinto. Por el contrario, el tiempo de las grandes invasiones parece haber terminado. Las incursiones mongolas de 1241-1243 dejaron en Polonia y en Hungría terribles señales, sobre todo en este último país, donde la invasión de los cumanos, empujados por los mongoles, acrecentaron la anarquía y dieron a los húngaros un rey, Ladislao IV (1272-1290), medio cumano y medio pagano, contra el que el papa Nicolás IV predicó una cruzada. Pero sólo se trata de algunas incursiones, después de las cuales las heridas van cicatrizando con rapidez. La Pequeña Polonia y la Silesia, tras el paso de los tártaros, experimentan una nueva ola de roturaciones y de progreso agrícola y urbano. Pero la cristiandad, en el giro del siglo XIII al XIV, no solamente se detiene sino que retrocede. Ya no hay más roturaciones, más conquista del suelo, e incluso las tierras marginales, ganadas para el cultivo bajo la presión demográfica y la preocupación por la expansión, quedan abandonadas porque su rendimiento es realmente bajo. En algunos lugares se anuncia la deforestación. Comienza el abandono de los campos e incluso de las aldeas y aparecen los Wüstungen (estudiados por Wilhelm Abel y sus discípulos). La construcción de las grandes catedrales se interrumpe antes de terminarlas. La curva demográfica comienza a bajar. El alza de los precios se detiene y se inicia una depresión Al lado de estos grandes fenómenos de conjunto, otros acontecimientos, algunos de los cuales han llamado la atención de los contemporáneos mientras que otros sólo han tenido trascendencia a los ojos de los historiadores modernos, anuncian que la cristiandad entra en crisis. Una serie de huelgas, de motines urbanos, de revueltas, sobre todo en Flandes, estallan en el último tercio del siglo XIII (en Brujas, Douai, Tournai, Provins, Ruán, Caen, Orleans y Béziers en el año 1280; en Toulouse, en 1288; en Reims, en 1292; en París, en 1306) que desembocan, en 1302, en las regiones de la actual Bélgica, en un levantamiento casi general a decir del cronista de Lieja Hocsem: «Este año el partido popular se levantó en casi todas partes contra los grandes. En Bravante, ese levantamiento quedó dominado, pero en Flandes y en Lieja, las fuerzas populares dominaron durante largo tiempo». En 1284, las bóvedas de la futura catedral de Beauvais, levantadas hasta cuarenta y ocho metros de altura, se derrumban. El sueño gótico ya no irá más alto. Los trabajos de muchas catedrales se detienen: Narbona en 1286, Colonia en 1322; Siena llegará al límite de sus posibilidades en 1366. La devaluación de la moneda —las mutaciones monetarias— da comienzo. La Francia de Felipe el Hermoso (1285-1314) conoce varias, las primeras de la Edad Media. Las bancas italianas, sobre todo las florentinas, sufren en 1343 bancarrotas clamorosas. No cabe duda de que estos síntomas de crisis se manifiestan en los sectores más frágiles de la economía: en las ciudades donde la economía textil había alcanzado un desarrollo que la dejaba a merced de una pérdida del poder adquisitivo de la clientela rica para quien producía y exportaba; en el ramo de la construcción, donde los enormes medios que había que poner en juego se hacían cada vez más caros, a medida que la mano de obra, las materias primas y los capitales encontraban mejor empleo en otros sectores más lucrativos; en el sector de la economía monetaria, donde los errores en el manejo del bimetalismo que siguió al relanzamiento de la acuñación en oro y las imprudencias de los banqueros presionados por los príncipes cada vez más ávidos Gran Peste hace caer drásticamente la curva demográfica, ya en descenso, y transforma la crisis en catástrofe. Pero la crisis es anterior al azote, que no ha hecho más que agravarlo, y sus causas hay que buscarlas en el fondo mismo de las estructuras económicas y sociales de la cristiandad. La disminución de la renta feudal y los trastornos originados por la parte cada vez mayor que los campesinos tienen que pagar en moneda para liquidar sus censos, ponen en entredicho las bases del poderío de los feudales. Esta crisis, por fundamental que sea, no entraña una depresión de toda la economía occidental y no afecta por igual ni a todas las categorías ni a todos los individuos. Unos sectores geográficos o económicos se ven afectados mientras que, a su lado, se inicia un nuevo desarrollo que reemplaza y compensa las pérdidas vecinas. La industria de los tejidos de lujo tradicionales, la vieille draperie, se ve seriamente afectada por la crisis, y los centros donde ésta dominaba van hacia su ocaso pero, a su lado, surgen nuevos centros que se consagran a la fabricación de paños menos valiosos destinados a una clientela menos rica y menos exigente: es el triunfo de los «nuevos paños», de los satenes y de los fustanes confeccionados con algodón. Si una familia hace quiebra, otra cercana ocupa su lugar. Tras un momento de confusión, la clase feudal se adapta, reemplaza por doquier los cultivos por la ganadería, más productiva y, en consecuencia, transforma el paisaje rural multiplicando los cercados de ganado. Modifica los contratos de explotación campesina, la naturaleza de los pagos y la manera de efectuarlos, inicia el manejo de las monedas reales y, a la vez, de las monedas de cuenta, cuyo hábil uso le permite hacer frente a las mutaciones monetarias. Pero, claro está, sólo los más poderosos, los más hábiles o los más afortunados consiguen prosperar donde los demás van a la ruina. Y no es menos cierto que la caída demográfica, agravada por la peste, debilita la mano de obra y la clientela, pero los salarios suben y los supervivientes son, en general, más ricos. Tampoco cabe duda de que la feudalidad, atacada por la crisis, recurre a la solución a la que suelen recurrir las clases dominantes cuando se ven amenazadas: la guerra. El ejemplo más claro es la guerra de los Cien Años, confusamente buscada por las noblezas inglesa y francesa como una solución para sus dificultades. Pero, como siempre, la guerra acelera el proceso y da nacimiento a una economía y una sociedad nuevas, por encima de los

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LA_CIVILIZACION_DEL_OCCIDENTE_MEDIEVAL_4
342 pag.

Cultura e Civilizacao Espanhola I Unidad Central Del Valle Del CaucaUnidad Central Del Valle Del Cauca

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