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No ocurrirá lo mismo con la parte cristiana de la cultura? La doctrina christiana es ante todo y sobre todo la Sagrada Escritura. Y la sacra...

No ocurrirá lo mismo con la parte cristiana de la cultura? La doctrina christiana es ante todo y sobre todo la Sagrada Escritura. Y la sacra pagina será la base de toda la cultura medieval. Pero entre el texto y el lector se va a interponer una doble pantalla. El texto se considera algo muy difícil y, sobre todo, tan rico y tan misterioso que es menester explicarlo a diversos niveles según el sentido que encierra. De ahí se derivan toda una serie de claves, de comentarios, de glosas tras las cuales el original se empieza a desvanecer. El Libro sucumbe bajo el peso de la exégesis. La Reforma del siglo XVI tendrá la sensación de volver a descubrirlo. Por otra parte, es muy largo y hay que ponerlo al alcance de todos e:n extractos, ya sea mediante citas, o bien mediante paráfrasis. La Biblia se transforma en una colección de máximas y de anécdotas. Los mismos Padres de la Iglesia se convierten en materia prima de donde se extrae la sustancia a trancas y barrancas. Las verdaderas fuentes del pensamiento cristiano medieval son tratados y poemas de tercero o cuarto orden, como la Historia contra los paganos, de Orosio, discípulo y amigo de san Agustín, que transforma la historia en vulgar apologética, la Psychomachia de Prudencio, que reduce la vida moral a un combate entre vicios y virtudles, el Tratado de la vida contemplativa, de Juliano Pomerio, que enseña el desprecio del mundo y de sus actividades. No basta comprobar esta regresión intelectual. Lo más importante es ver claramente que se trata de una necesaria adaptación a las condiciones de la época. Pasó el tiempo en que ciertos aristócratas, cristianos o paganos —como Sidonio Apolinar—, se complacían en los juegos de una cultura acaso refinada, pero reducida a una clase social moribunda. Los escritores barbarizados escriben para un público nuevo. Como dice con acierto R.R. Bolgar a propósito del sistema educativo de san Agustín, de Marciano Capella y de Casiodoro, «la mayor virtud de las nuevas teorías consistía quizá en ofrecer una alternativa razonada al sistema de Quintiliano. Porque el mundo en el que el arte de la oratoria había florecido estaba agonizando y la nueva civilización destinada a reemplazarlo habría de ignorar las asambleas populares y los éxitos del foro. Esos hombres de los siglos futuros, cuyas vidas tendrían como centro la casa solariega y el monasterio, se habrían visto enormemente perjudicados si en la educación tradicional de la que dependían se les hubiera propuesto un ideal imposible de percibir, si Capella y Agustín no hubieran reemplazado a Quintiliano». Causa emoción ver a los más cultivados y a los más eminentes repre- sentantes de la nueva élite cristiana, conscientes de su indignidad cultural frente a los más refinados puristas, renunciar a lo que aún poseen o podrían adquirir en el campo del refinamiento intelectual para ponerse al alcance de sus fieles. La postura que eligieron fue la de rebajarse para conquistar. Ese adiós a las letras antiguas, dado a veces con pleno conocimiento de causa, no es el aspecto menos emotivo de la abnegación de los grandes jefes cristianos de la alta Edad Media. Así se expresa Cesáreo de Arles: «Pido humildemente que los oídos de los letrados soporten sin lamentarse mis rústicas expresiones, con el fin de que todo el rebaño del Señor pueda recibir el alimento celestial en un lenguaje sencillo y sin pretensiones. Puesto que los ignorantes y los sencillos no pueden elevarse a la altura de los letrados, que los letrados se dignen descender hasta su ignorancia. Los hombres instruidos pueden comprender lo que se ha dicho a los sencillos, mientras que los sencillos no son capaces de sacar provecho de lo que se diría a los cultos». Mutación intelectual que, por encima de la barbarización, alcanza o intenta alcanzar valores no menos importantes que los del mundo grecorromano. Cuando san Agustín declara que es preferible «verse censurado por los gramáticos a no ser comprendido por el pueblo» y que hay que preferir las cosas, las realidades a las palabras, las res a las verba, define un utilitarismo, casi un materialismo medieval que había de desviar a los hombres, no sin acierto, de una especie de logomaquia antigua. Los hombres de la Edad Media se muestran poco exigentes sobre el estado de los caminos con tal que lleven a buen término. Así es como el camino medieval, incluso con sus desvíos, entre el polvo y el barro, condujo a su destino. El trabajo que había que hacer era inmenso. Cuando se leen los textos jurídicos, los cánones de los sínodos y de los concilios, los artículos de los penitenciales de la alta Edad Media, queda uno perplejo ante la tarea a la que se enfrentaban los líderes de la sociedad cristiana. Precariedad de la vida material, barbarie de las costumbres, penuria de todo bien económico o espiritual. Esa enorme desnudez exigía almas fuertes, que desdeñasen las sutilezas y los refinamientos, deseosas tan sólo de triunfar. Esta época —cosa que se tiende a olvidar—

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LA_CIVILIZACION_DEL_OCCIDENTE_MEDIEVAL_4
342 pag.

Cultura e Civilizacao Espanhola I Unidad Central Del Valle Del CaucaUnidad Central Del Valle Del Cauca

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