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pues, si reconocemos que el conflicto existe y que es algo natural y potencialmente positivo que forma parte de nuestra vida, estaremos dando un pr...

pues, si reconocemos que el conflicto existe y que es algo natural y potencialmente positivo que forma parte de nuestra vida, estaremos dando un primer paso para su resolución positiva (Girard & Koch, 1997; Vinyamata, 2005). Para conseguir este cambio de perspectiva, será clave concienciar al alumnado de las repercusiones del conflicto en sus desarrollo y en relaciones sociales, y de la necesidad de manejarlo constructivamente para transformar sus posibles aspectos negativos en un motor de cambio (Frydenberg, 2004; Pérez de Guzmán et al., 2011; Stevahn, 2004). Así pues, los centros educativos se deben decantar hacia una RC positiva que desarrolle un proceso activo que implique a individuos o grupos para encontrar la manera de cubrir las necesidades de ambas partes sin perturbar su relación interpersonal (Prud'homme, 2012). Aprendiendo a resolver las disputas desde la comprensión y el diálogo fomentaremos un cambio de las condiciones sociales al minimizar la competitividad y explotar la cooperación y, por otro lado, incentivaremos el crecimiento personal al facilitar conocimientos, habilidades y actitudes (Ashby & Neilsen-Hewett, 2012). Dentro del entorno escolar el alumnado debe estar acostumbrado a enfrentarse al conflicto. Por ello, como docentes debemos tener la formación adecuada para intervenir enfocándonos al proceso interactivo (Albaladejo, 2011; Díaz Aguado, 2002a). En esta línea se procurará que los alumnos sean responsables de su proceso de aprendizaje y se impulsará la capacidad de trabajar en equipo, defender posturas, escuchar activamente y comunicarse comprensivamente para ser capaces de llegar a la confrontación, discusión, búsqueda de acuerdos y valoración de los resultados fluidamente (García-Hierro & Cubo Delgado, 2009; Johnson & Johnson, 2009; Segura & Arcas, 2004; Torrego et al., 2006). De tal manera, evitaremos una posible dependencia emocional y cognitiva respecto del adulto y ayudaremos al proceso de diferenciación de cada individuo y al desarrollo de habilidades sociales básicas para los distintos aprendizajes y para la convivencia (Brown, Roderick, Lantieri, & Aber, 2004; Coleman & Fisher-Yoshida, 2004). Así como un ambiente conflictivo repercute negativamente en el nivel académico, consolidar habilidades para la convivencia influirá positivamente en el aprendizaje cognitivo (Brown et al., 2004; Díaz Perea, 2005). Este incremento académico se dará a nivel grupal por la mejora del clima de convivencia y a nivel individual por el hecho de que cuando el alumnado tiene la oportunidad de resolver sus problemas efectivamente mejora su confianza, motivación y disposición hacia otras áreas (Torrego et al., 2006). Es por ello, que las habilidades en RC también pueden ayudar en la mejora de la confianza, la toma de decisiones, la propuesta de metas u objetivos, el control del comportamiento y la competencia social (Heydenberk & Heydenberk, 2007); ya que los niños que sean capaces de solventar los desacuerdos de manera pacífica tendrán más posibilidades de ganarse la aceptación de los demás (Coleman & Fisher-Yoshida, 2004). Dadas estas ventajas, debemos huir de la tendencia general de que los docentes actúen como jueces, resolviendo los problemas en nombre de la lógica y la experiencia adulta, o incluso eliminen el conflicto separando a los niños o castigando sin previa reflexión (Vinyamata, 2003). Ello será perjudicial porque creará una relación de dependencia que hará que, ante una dificultad, el alumno recurra al adulto sin intentar solucionarla él mismo (Ashby & Neilsen-Hewett, 2012). Por lo tanto, todo maestro deberá incentivar esa resolución autónoma del conflicto para que cuando los alumnos lleguen a la edad adulta tengan desarrolladas habilidades para trabajar cooperativamente y resolver constructivamente los conflictos, que inevitablemente existirán entre naciones, grupos étnicos, comunidades, familias o individuos (Stevahn, 2004). En definitiva, en la etapa de EI y EP la creación de un ambiente afectivo y seguro, por parte del maestro, no solo será un factor que contribuya al crecimiento personal del niño, será una condición necesaria para la RC. Para que surja un aprendizaje del conflicto no bastará con provocar situaciones de discusión y enfrentamiento, ya que todo dependerá de cómo se resuelva el problema dentro del grupo. Además, educando en la RC desde una perspectiva global influiremos sobre las creencias y patrones de comportamiento (Huertas & Montero, 2001). Y por otro lado, dado el contexto actual, estaremos facilitando en nuestros alumnos la construcción de paz, una habilidad básica para la humanidad, que permitirá minimizar las amenazas que violan los derechos humanos (Christie, Tint, Wagner, & Winter, 2008 citado en Lincoln, 2002). Así pues, la transformación de los conflictos se convertirá en un camino privilegiado para la adquisición y desarrollo de las CCBB del alumnado, especialmente de la lingüística, las social y ciudadana, la de aprender a aprender y la de autonomía e iniciativa personal (Viana, 2012). 3.5. Análisis y tipología de los conflictos en el entorno escolar Como profesionales de la educación, día a día buscamos estrategias para la mejora de la convivencia y para solucionar constructivamente los conflictos que se viven en el aula. Para conseguirlo será interesante identificar la estructura del conflicto y los comportamientos que lo generan. Según Ledereach (2000), la estructura dinámica del conflicto viene determinada por la interacción de diferentes factores que intervienen en el proceso y en su resolución. El autor establece tres elementos a analizar: las personas, los procesos y el tema central. En cada aspecto deberemos tener en cuenta (Lederach, 2000): - Las personas: quiénes son las partes implicadas (individuos o grupos, familia, pareja, amigos, clase, equipo, etc.), su grado de implicación y vinculación, el poder de los líderes, los intereses que tienen, su nivel de autoestima, nivel de responsabilidad, poder de decisión, etc. - Los procesos: se dan en un espacio físico determinado e influye la personalidad de cada una de las partes implicadas, su experiencia en torno al conflicto, el de canal de comunicación que establecen, la influencias de los estereotipos, su manera de relacionarse (colaborativa o competitiva) y reaccionar, si se dan asociaciones entre ellos, etc. - El tema o problema: las diferencias esenciales en el procedimiento a seguir, necesidades, intereses y voluntades diferentes. Dentro del factor de las personas influirán muchos aspectos: edad, género, cultura, tipo de relaciones, habilidades sociales y comunicativas, etc. (Ashby & Neilsen-Hewett, 2012). Según Buchs, Butera, Mugny y Darnon (2004), para que la confrontación de puntos de vista se dé desde una vertiente constructiva que genere desarrollo social y cognitivo, será necesario que el individuo domine ciertas competencias basadas en los procesos de comunicación e interpretación de la información. Díaz Perea (2005), añade que uno de los elementos más importantes será la competencia comunicativa, ya que la baja autonomía y las dificultades para resolver conflictos pueden derivar de malentendidos, falta de empatía y de autocontrol emocional, pobres o limitadas habilidades sociales, inseguridad en sus relaciones y con respecto a la materia, etc. (Pérez de Guzmán et al., 2011). Debemos comentar, por otro lado, que la interacción ideal para encarar el conflicto será la que comporte la colaboración y el compromiso para satisfacer las necesidades de ambas partes, a través de la negociación y toma de decisiones consensuada. Para que pueda tener lugar este proceso la competencia comunicativa será el punto de apoyo sobre el que se llegará al acuerdo (Díaz Perea, 2005). Otro modo de analizar los conflictos es partir de la teoría social de la interdependencia. Su premisa básica es que las estructuras organizativas que envuelven al sujeto determinan la forma como interactúan los individuos y los resultados de la situación (Johnson & Johnson, 2003). Estas estructuras organizativas pueden generar tres tipos de relaciones: la dependencia social (cuando las acciones de una persona afectan el logro de los objetivos de la otra, pero no a la inversa), la independencia social (cuando conseguir nuestros objetivos no depende de los demás), y la interdependencia social (cuando los logros de cada individuo dependen de las actuaciones de otros) (Deutsch & Coleman, 2000; Johnson & Johnson, 2009). De esta interdependencia se derivan dos dinámicas de interacción diferentes: la positiva (cooperativa) y la negativa (competitiva). La primera se dará cuando el sujeto perciba que puede conseguir sus objetivos si coopera para que los demás también lo hagan, ello derivará en interacciones basadas en la confianza y la colaboración. La segunda existe cuando los individuos sienten que

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Educação Física e Competência Social
613 pag.

Educação Física OutrosOutros

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