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como un proceso acumulativo de desventajas, de privación de capacidades y de ruptura o degradación progresiva del conjunto de vínculos, tejidos y relaciones sociales. La pobreza trasunta un fenómeno de trayectorias o de procesos, en que se concatenan simultáneamente y de manera acumulativa carencias o precariedades de orden económico (desempleo o subempleo crónico, acompañado de ingresos insuficientes), sociales (discriminación territorial y etnosocial, precario acceso a la educación, salud, vivienda, vinculadas a veces a situaciones de delincuencia, de desarraigo, de rupturas familiares o afectivas), culturales (crisis de identidad), ambientales (hábitat contaminado y paisaje deteriorado) y políticas (falta de información, participación y autorrepresentación). A los pobres no les basta mejorar sólo sus ingresos para salir de la pobreza, sino que al mismo tiempo necesitan desarrollar su subjetividad como personas (Rojas, 1998). Este fenómeno tiene repercusiones visibles y graves en los comportamientos de los estratos sociales más afectados. Muchas de las situaciones de indiferencia social, agresividad, despolitización, violencia “irracional” que se observan actualmente en diferentes sociedades, tienen su explicación, en parte, por el fuerte deterioro de la cohesión social provocado por la existencia de altos niveles de pobreza y exclusión social. La enorme distancia social, determinada por la desigual distribución del ingreso, ha terminado por producir profundas divisiones y fracturas en las sociedades. La distribución desigual del ingreso genera fronteras, resentimientos y conflictos sociales de difícil gobernabilidad. Los pobres son siempre mencionados en los discursos políticos y foros internacionales, pero es muy poco lo que realmente se hace por ellos. Existen motivos profundos para no hacer nada o poco por ellos y mantenerlos donde están. Casi la mitad de la población latinoamericana es pobre y cerca de 3 mil millones lo son a nivel mundial. Las guerras - como la reciente en Irak – producen nuevos pobres. El reciente tsunami asiático significó la muerte de cerca de 300 mil pobres y otros cientos de miles que quedaron huérfanos, sin vivienda y sin trabajo, más pobres. Los cambios climáticos y catástrofes naturales afectan preferentemente a los más pobres (como ocurrió en Haití en 2004), a los que viven masiva y precariamente en los bordes costeros, a la población más vulnerable. Las enfermedades ambientales cobran víctimas entre los niños y ancianos pobres. La ciencia y la tecnología se han desarrollado en forma gigantesca y admirable, el producto social bruto mundial ha aumentado enormemente, mientras paradojalmente la población pobre sigue incrementándose. La pobreza no sólo constituye un problema para los pobres. Es un problema del desarrollo de la sociedad y de la estabilidad del mundo. Las injusticias sociales impiden que las sociedades se desarrollen y que logren vivir en paz y tranquilidad. No es posible estabilizar en forma durable sistemas libres y democráticos sin que se supere la pobreza. La pobreza implica un fracaso del proyecto histórico de la modernización. A pesar de ello, segmentos pobres de la población desarrollan nuevas capacidades de intervención para poder sobrevivir en un mundo flexible, inestable, inequitativo, desprotegido, desarraigado y descohesionado. Muchas de sus acciones permanecen en el ámbito de la precariedad e inestabilidad, pero algunas logran sostenerse en el tiempo, marcando senderos de progreso y esperanza. La distribución del ingreso en la mayoría de los países latinoamericanos – también a escala mundial - se ha tornado regresiva. Para el neoliberalismo la distribución o redistribución del ingreso es una palabra prohibida, tabú, simplemente algo innecesaria: “… el colapso de las reivindicaciones redistributivas colectivas (y más en general, la sustitución de los criterios de justicia social por los de respeto a la diferencia reducida a la distinción cultural) y el desarrollo de una desigualdad desbocada, están relacionados íntimamente. Esta coincidencia no tiene nada de circunstancial. El desvincular las reivindicaciones de reconocimiento de su contenido redistributivo permite que el creciente monto de ansiedad individual y miedo que genera la precariedad de la “vida liquida moderna” se desvié del ámbito político, el único territorio en el que podría cristalizar en acción redentora y con el que se podría tratar radicalmente, bloqueando sus fuentes sociales” (Bauman, 2003). La superación de la pobreza constituye un desafío central de un nuevo proyecto de desarrollo y emancipación. Desde hace ya algunos años diferentes autores discuten el concepto de “renta básica”, como una posible solución a los problemas de pobreza y falta de empleos. Este concepto supera el concepto de “renta mínima” o de políticas sociales “focalizadas” o minimalistas que se aplican en muchos países. Vale la pena, por lo tanto, considerarla: “La renta básica tiene una rasgos formales de laicidad, incondicionalidad y universalidad exactamente idénticos a los del sufragio universal democrático. Igual que ocurre con el voto, se tendría derecho a la renta básica por el solo hecho de existir como ciudadano – o residente acreditado -, independientemente del sexo o de la etnia de pertenencia, del nivel de ingresos de que se disponga, de la propia opción sexual o de la confesión religiosa profesada”. (Van Parijs y Vanderborght, 2006) Para superar la pobreza es imprescindible implementar una nueva estrategia de desarrollo y estilo de vida, en la que no se puede olvidar la dignidad humana ni la naturaleza. • Desarrollo con respeto a la naturaleza Un nuevo concepto alternativo de desarrollo surge en 1987 con la publicación del Informe Brundtland, que apela a la racionalidad ambiental. El informe establece que el Desarrollo Sustentable “es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. (Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, 1987). El desarrollo sustentable propone que el desarrollo pasa por armonizar las dimensiones económicas, sociales y ambientales de la realidad. De esta manera, plantea una visión holística de desarrollo, muy contraria a la que había prevalecido desde la revolución industrial. Estos conceptos han seguido evolucionando y ganando en importancia en la discusión internacional, luego de la Conferencia de Río en 1992 y su Agenda 21. Sin duda, falta aun mucho camino por recorrer, sobre todo falta aún voluntad política para aplicar los conceptos de sustentabilidad. “El medio ambiente se sitúa entre el funcionamiento de los sistemas naturales y los sistemas sociales, se sitúa en el escenario mismo de la vida natural y social. No existe el desarrollo ni la vida humana sin el sustento de la naturaleza. En el presente siglo XXI ya no es posible ni sustentable pensar en un modelo de desarrollo desvinculado de lo ecológico y ambiental. Los procesos productivos deben ser limpios, no solo deben propender a disminuir el uso de recursos naturales y energéticos, sino que deben reutilizar residuos, disminuir los gastos de energías, fomentar el uso de energías renovables, cuidando en todo momento la biodiversidad y el proceso de reproducción normal de los ecosistemas” (Rojas, 2003) El desarrollo debe superar el estrecho concepto del “crecimiento” o del “productivismo”, basado sólo en el factor económico o en la ganancia. La calidad de vida no está asociada a la acumulación ilimitada de riquezas o de bienes. Se requiere, por cierto de bienes materiales, indispensable para vivir – los que por lo demás le faltan a casi la mitad de la población mundial -, pero junto a ellos igualmente imprescindibles son los valores inmateriales, relacionados con la libertad, la democracia, el paisaje, la belleza, la cultura, la solidaridad, la convivencia humana, la amistad, la participación. En este contexto, para la destacada física, ecologista y comprometida con la justicia global, Vandana Shiva, “la economía de la naturaleza” es la economía primera y primaria sobre la descansan todas las demás actividades económicas: “La economía de la naturaleza consiste precisamente en la producción que la propia naturaleza realiza de bienes y servicios: el agua reciclada y distribuida a través del ciclo hidrológico, la fertilidad del terreno producida por los microorganismos, las plantas fertilizadas por los agentes polinizadores, etc. La producción y la creatividad humana resultan insignificantes comparadas con las de la naturaleza. “Los recursos naturales se producen y reproducen por medio de una compleja red de procesos ecológicos. La naturaleza es el productor dominante a escala mundial, pero sus productos no son (ni pueden ser) reconocidos como tales en el economía de mercado, donde solo la producción y la productividad reflejadas en el contexto de la economía

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Revista1
120 pag.

Desenvolvimento Sustentável Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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