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Para caracterizar las estrategias y metas que padres e hijos utilizan hay que tener en cuenta el supuesto que late en el fondo del conflicto, según...

Para caracterizar las estrategias y metas que padres e hijos utilizan hay que tener en cuenta el supuesto que late en el fondo del conflicto, según el cual las dos partes en litigio pueden tener aspiraciones y necesidades que difícilmente se alcanzan simultáneamente. Por ello, los estudios coinciden en señalar que las estrategias de resolución de conflictos giran en torno a dos grandes dimensiones: la satisfacción de las necesidades o preocupaciones del otro y la satisfacción de las necesidades o preocupaciones propias (Gilani, 1999; Laursen y Collins, 1994; Rahim y Bonoma, 1979; Smetana y Gaines, 1999; von der Lippe y Moller, 2000). Así, por ejemplo, se habla de estrategias de integración en las que se propicia el intercambio de puntos de vista para alcanzar una solución que satisfaga a las partes; de compromiso en las que ambas partes ceden en algo para alcanzar una solución que sea mutuamente aceptable; de dominación en las que una de las partes intenta ganar a la otra, persistiendo en sus demandas o amenazando a sus oponentes; de complacer al otro restando importancia a las diferencias para satisfacer las necesidades del otro aunque las propias queden insatisfechas; y de evitación en las que se ignora el conflicto y se pasa éste por alto sin satisfacer ni las necesidades propias ni las del otro (Rahim y Bonoma, 1979). Gilani (1999) agrupa estas estrategias en tres estilos de resolución de conflictos que denomina de negociación, de dominación y de evitación. En el primero, padres e hijos intentan alcanzar una resolución del conflicto lo más satisfactoria posible para todos, haciendo ver sus posturas respectivas e intentando llegar a acuerdos. Es evidente que este estilo se alimenta de una cierta dialéctica entre padres e hijos por medio de la cual los hijos exponen sus puntos de vista, a la vez que tratan de entender los de los padres lo que implica perspectivismo. La negociación de puntos de vista puede sentar las bases para un mayor conocimiento y comprensión mutuos, lo que puede potenciar extraordinariamente el desarrollo cognitivo y socioemocional en la adolescencia. En el segundo estilo, los padres afirman su poder sin fisuras, o los adolescentes tratan una y otra vez de salirse con la suya, ya que en ambos casos se busca la satisfacción de las propias necesidades. Las emociones negativas se manejan para expresar la insatisfacción ante el conflicto y presionar al otro para que ceda. En este caso, el conflicto puede entrar en una vía que dificulta las formas razonadas y efectivas de resolución (Dumas, 2005). En el tercer estilo, padres e hijos se muestran indiferentes o se pliegan al otro con su pasividad al no enfrentarse al tema objeto de conflicto para rebajar las tensiones existentes o lo ignoran sin más. Es un estilo no resolutivo del conflicto que puede contribuir a la acumulación de contenciosos en la familia. Hay que aclarar que, aunque se hable de estilos, las familias no tienen por qué atenerse a uno solo, sino que lo frecuente es que se manejen todos ellos aunque en diferente proporción. Una revisión de estudios con muestras euro-americanas en Estados Unidos ha mostrado que entre un 30% y el 50% de los conflictos entre padres e hijos se resuelven cediendo éstos ante las presiones de los padres, aunque el uso de estas estrategias declina con la edad al mostrarse los hijos cada vez más críticos con las normas familiares (Laursen y Collins, 1994; Smetana, 2005). En familias de procedencia afro-americana, en la adolescencia temprana es poco frecuente que las discusiones se resuelvan mediante el compromiso y la negociación, siendo la retirada del adolescente sin haber llegado a un acuerdo (dejar el conflicto sin resolver) y la sumisión las fórmulas empleadas con más frecuencia. Hacia la adolescencia media y tardía la sumisión va disminuyendo mientras que aumentan la retirada del conflicto y la negociación (Smetana, Daddis y Chiang, 2003; Smetana y Gaines, 1999). En cuanto a los contrastes diádicos, las relaciones de la madre con el hijo o con la hija suelen ser las más conflictivas (Laursen et al., 1998; Motrico et al., 2001; Pla, 1999) y muy especialmente con la hija (Montemayor, 1986; Smetana, 1989). No obstante, estas relaciones madre-hija progresan desde una relación conflictiva en la adolescencia temprana a una relación con más mutualidad y compromiso en la adolescencia tardía (Gilani, 1999). La resolución conjunta y negociada de conflictos se da sobre todo en familias con padres de niveles educativos más altos (Hoff-Ginsberg y Tardif, 1995), mientras que las familias de niveles bajos tienen más conflictos y son menos flexibles en la interacción familiar (Smetana y Gaines, 1999). En cuanto a las metas que los actores del conflicto buscan lograr con su resolución, Hastings y Grusec (1997) las clasifican según busquen producir efectos a largo o a corto plazo. Metas a largo plazo serían aquellas que buscan promover el conocimiento de la posición del otro, mejorar el conocimiento mutuo, o promover el desarrollo social de los hijos. Por el contrario, las metas a corto plazo buscarían obtener un resultado inmediato como salirse con la suya, hacer que se cumplan las normas o evitar el conflicto. Por último, se ha identificado una nuevo tipo de meta, la de preservar las buenas relaciones familiares presente en otras culturas más colectivistas (Kapadia y Miller, 2005) y, sobre todo, en las madres de Estados Unidos (Hastings y Grusec, 1997). En cualquier caso lo que parece claro es que algunos padres tendrían metas no centradas exclusivamente en la afirmación de su autoridad, sino en promover el conocimiento mutuo o preservar la armonía familiar. Mucho menos se conoce respecto a las metas que persiguen los hijos. Johnson et al. (2001) clasificaron las metas de los adolescentes ante situaciones conflictivas hipotéticas con los iguales en dos tipos: aquellas centradas en mantener las relaciones y aquellas centradas en mantener el control o el poder. El presente estudio tiene como primer objetivo comparar las estrategias y metas que padres e hijos emplean durante su participación en conflictos cotidianos. Para ello se seleccionaron seis estrategias (Negociación, Hacer ver su postura y sus necesidades, Imposición, Mostrar emociones negativas, Ignorar el conflicto y Disminuir la tensión emocional) y cuatro metas (Relacional, Valoración propia/otro, Instrumental y Evitación) partiendo de estudios normativos realizados a partir del inventario de conflictos utilizado en el estudio de Rodrigo et al. (2005), en el que se realizaba un análisis de la frecuencias e intensidad emocional de los conflictos en familias con hijos entre 12 y 17 años, y de los estudios revisados al respecto. Se ha seleccionado una muestra de familias biparentales en las que contamos con el adolescente (chico o chica), el padre y la madre de una misma familia. Especialmente novedosa es la presencia del padre para poder realizar contrastes triádicos. Dichos contrastes reflejan el grado de convergencia que se da entre los actores en la utilización de estrategias y en las metas que se plantean, lo que puede ser indicativo de posibles desajustes en la resolución conjunta de conflictos. También se realizan contrastes diádicos (padre-hijo/a, madre-hijo/a), ya que hemos procurado que el sexo de los adolescentes se distribuya de forma muy equilibrada. Estos permiten conocer si padres y madres tienen metas y comportamientos similares ante los conflictos con sus hijos y con sus hijas. Asimismo, vamos a realizar contrastes según la edad de los hijos, así como analizar la influencia de otras variables sociodemográficas. El segundo objetivo es analizar el valor predictivo de las metas en la elección de las estrategias de resolución de conflictos en adolescentes, padres y madres. Las metas que guían a los padres en sus prácticas educativas suelen permanecer muy implícitas, y dependen de sus concepciones sobre el desarrollo y la educación (Ceballos y Rodrigo, 1998). De igual modo, las metas que siguen los miembros de la tríada cuando resuelven conflictos, aunque cueste trabajo traerlas a su conciencia, son claves para entender sus estrategias y están probablemente relacionadas con sus concepciones sobre las relaciones padres-hijos (reciprocidad, autoridad, cercanía, intimidad, Laursen, Wilder, Noack y Williams, 2000). Por tanto, es de esperar que haya cierta coherencia entre las metas y el uso de estrategias. Así por ejemplo,

Esta pregunta también está en el material:

rodrigo-et-al-2008-strategies-and-goals-in-conflict-resolution-between-adolescents-fathers-and-mothers
16 pag.

Solução de Conflitos Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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Para caracterizar las estrategias y metas que padres e hijos utilizan, es importante tener en cuenta el supuesto que subyace en el fondo del conflicto, según el cual las dos partes en litigio pueden tener aspiraciones y necesidades que difícilmente se alcanzan simultáneamente. Por ello, los estudios coinciden en señalar que las estrategias de resolución de conflictos giran en torno a dos grandes dimensiones: la satisfacción de las necesidades o preocupaciones del otro y la satisfacción de las necesidades o preocupaciones propias (Gilani, 1999; Laursen y Collins, 1994; Rahim y Bonoma, 1979; Smetana y Gaines, 1999; von der Lippe y Moller, 2000). Así, por ejemplo, se habla de estrategias de integración en las que se propicia el intercambio de puntos de vista para alcanzar una solución que satisfaga a las partes; de compromiso en las que ambas partes ceden en algo para alcanzar una solución que sea mutuamente aceptable; de dominación en las que una de las partes intenta ganar a la otra, persistiendo en sus demandas o amenazando a sus oponentes; de complacer al otro restando importancia a las diferencias para satisfacer las necesidades del otro aunque las propias queden insatisfechas; y de evitación en las que se ignora el conflicto y se pasa éste por alto sin satisfacer ni las necesidades propias ni las del otro (Rahim y Bonoma, 1979). Gilani (1999) agrupa estas estrategias en tres estilos de resolución de conflictos que denomina de negociación, de dominación y de evitación. En el primero, padres e hijos intentan alcanzar una resolución del conflicto lo más satisfactoria posible para todos, haciendo ver sus posturas respectivas e intentando llegar a acuerdos. Es evidente que este estilo se alimenta de una cierta dialéctica entre padres e hijos por medio de la cual los hijos exponen sus puntos de vista, a la vez que tratan de entender los de los padres, lo que implica perspectivismo. La negociación de puntos de vista puede sentar las bases para un mayor conocimiento y comprensión mutuos, lo que puede potenciar extraordinariamente el desarrollo cognitivo y socioemocional en la adolescencia. En el segundo estilo, los padres afirman su poder sin fisuras, o los adolescentes tratan una y otra vez de salirse con la suya, ya que en ambos casos se busca la satisfacción de las propias necesidades. Las emociones negativas se manejan para expresar la insatisfacción ante el conflicto y presionar al otro para que ceda. En este caso, el conflicto puede entrar en una vía que dificulta las formas razonadas y efectivas de resolución (Dumas, 2005). En el tercer estilo, padres e hijos se muestran indiferentes o se pliegan al otro con su pasividad al no enfrentarse al tema objeto de conflicto para rebajar las tensiones existentes o lo ignoran sin más. Es un estilo no resolutivo del conflicto que puede contribuir a la acumulación de contenciosos en la familia. Espero que esta información te sea útil.

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