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En virtud de una adecuada educación infantil y adolescente (del sujeto) se integra armoniosamente con la motivación superior y la motivación actual...

En virtud de una adecuada educación infantil y adolescente (del sujeto) se integra armoniosamente con la motivación superior y la motivación actual. No obstante, esta integración armónica no es absoluta y siempre existen contradicciones que tienden a ser superadas. Esto es lo típico de la personalidad normal y adulta. Por el contrario, la aguda contradicción patógena o patológica entre estos 3 niveles consiste en que existe un antagonismo entre la motivación arcaica, la superior y la actual, pues se oponen radicalmente entre sí. Esto es lo típico de la personalidad psíquicamente enferma. El psicoanálisis de Freud ha llamado la atención sobre los conflictos entre el ello y el super yo que reflejan esta contradicción entre la motivación arcaica y la superior. Pero también la situación actual que vive el sujeto puede ser un importante factor de desequilibrio. Igualmente la motivación superior puede responder a metas inadecuadas y desequilibradoras. Resulta propio de la personalidad normal y adulta el predominio en todo momento y en caso de conflicto, de la motivación superior sobre la arcaica y la actual, aunque también resulta típico que con el agravamiento y mantenimiento de estos conflictos el sujeto normal transforme su motivación superior para ponerla en armonía con la arcaica y la actual. En la personalidad psíquicamente enferma este equilibrio se pierde. Unidad contradictoria de la motivación normal y la patológica. En oposición al psicoanálisis, que ha construido una teoría de la personalidad normal en función de hechos patológicos, debemos enfatizar que la diferencia entre lo normal y lo patológico no es solo cuantitativa, sino, además, cualitativa; se trata de estructuras diferentes. Lo típico de la personalidad normal es cualitativamente diferente de lo típico de la enferma. El ser humano normal se caracteriza por una relativa armonía entre sus determinantes motivacionales externos e internos, arcaicos y superiores, individuales y sociales, en la cual, en caso de conflicto insalvable, por lo general predominan los internos, superiores y sociales. Por el contrario, la motivación del ser humano mentalmente enfermo se caracteriza por la separación extrema de estos determinantes y por la pérdida del predominio de los internos, superiores y sociales. Sin embargo, esta diferencia cualitativa no niega la penetración y transformación recíproca de lo normal y lo patológico. Lo más adecuado es plantearnos la existencia, en mayor o menor medida, de momentos anormales y de situaciones, aspectos y tendencias patógenas, desintegradoras, en la personalidad normal, que están en contradicción y lucha con los aspectos y tendencias sanas, las cuales resultan por lo general predominantes. Igualmente se puede encontrar tendencias hacia la salud mental en el enfermo, aunque estas no son las que caracterizan su estructura psíquica. Además de la personalidad normal y la enferma, debemos plantearnos la existencia de un punto de transición entre ambas. En virtud de esta penetración se explica que el individuo sano se enferme si es situado en determinada circunstancia externa u orgánica que, de acuerdo con su personalidad, resulte patógena. De igual forma ocurre que el enfermo se cure y también que su personalidad marche en la dirección de una mayor integración, estabilidad y complejidad en su funcionamiento psicosocial. Esta penetración recíproca determina que el estudio de la dinámica y el desarrollo de la personalidad normal debe tener en cuenta sus factores desintegradores y patógenos, y sus momentos excepcionales, patológicos y anormales. Como consecuencia, el equilibrio de la personalidad y la actividad normales dista mucho de ser perfecto, aunque no por ello pierde su precisión cualitativa. En múltiples ocasiones el individuo se ve sometido a situaciones externas, a enfermedades o estados orgánicos que afectan seria y prolongadamente su equilibrio psíquico y constituyen factores patógenos. La penetración y transformación recíprocas de los aspectos pasivos y activos de las necesidades y su expresión en las orientaciones fundamentales, pueden engendrar tendencias y trastornos de carácter patógeno. Lo mismo ocurre con los conflictos íntimos y rasgos desintegradores, heredados del período infantil y de etapas anteriores de la vida. Si estos determinantes se consideran de manera aislada, se podrían catalogar de patológicos, sin embargo, cuando operan en la personalidad normal se aprecia que no son sus factores más importantes y contrariamente se encuentran fusionados, por lo general, a las demás necesidades de la personalidad y sometidos al poder integrador que la caracteriza. Una misma tendencia extrema, y por ello patógena, puede actuar fusionada a las demás necesidades de la personalidad y sometida al poder integrador que la caracteriza o, por el contrario, convertirse en un rasgo patológico y dominante, por ejemplo, la orientación extrema hacia la satisfacción inmediata puede expresarse patológicamente en el abandono de todos los deberes sociales, pero también puede canalizarse hacia una responsabilidad o trabajo social altamente satisfactorio e interesante, impulsando así el cumplimiento del deber social, aunque a veces, y en alguna medida, se exprese de manera desintegradora y afecte el equilibrio de la personalidad y de la actividad. Una estrategia extrema de agresión y dominación puede canalizarse patológicamente en actos antisociales que implican una pérdida de autocontrol moral, pero también puede orientarse hacia el cumplimiento de una responsabilidad, de un trabajo, que requiere en buena proporción ejercer la autoridad e imponerse agresivamente, por ejemplo, ante los enemigos de la sociedad y los infractores de la ley. La obligatoriedad de lo social personalmente significativo que se contrapone con hostilidad a la personalidad individual puede expresarse patológicamente en una actitud de rechazo hacia sí mismo, de depresión y sufrimiento exagerado y, a la vez, de imponerse metas que no corresponden a las posibilidades y características personales, pero esta tendencia excesiva hacia la realización social puede construir sus proyectos ideales del deber social, sobre la base de las características personales y circunstancias reales de la personalidad, aunque no por ello dejen de ser factores de desequilibrio y de frecuente perturbación emocional. La actividad normal del ser humano no se explica, fundamentalmente, por estos factores patógenos, sino por los motivos sociales, superiores, por sus fines y proyectos, por su autorregulación cognitiva y racional y por la integración y armonía de estos factores con el resto de las necesidades y rasgos de la personalidad que, a su vez, tienen su génesis y determinante fundamental, en última instancia, en la actividad social del ser humano. Crítica de otras teorías motivacionales De lo anterior se comprende que la motivación superior y predominante del individuo normal y adulto surge y cambia bajo la influencia de los motivos arcaicos y actuales, de la situación actual y de la actividad social. La motivación arcaica, en su interacción con la situación actual, modifica toda su motivación adulta, la cual repercute sobre su conducta y su medio social. En las motivaciones reactiva y adaptativa predomina el reflejo (aunque también participa la creación). En la motivación autónoma predomina la creación (aunque ella parte de los reflejos previos y está condicionada por ellos). La concepción teórica aquí planteada se esfuerza por asimilar críticamente los aportes positivos del psicoanálisis, el conductismo, el humanismo y la psicología cognitiva, a la teoría de la motivación. El psicoanálisis, por lo general, tiene en cuenta todos los niveles de la motivación humana, pero manifiesta que el fundamental es el arcaico, el cual actúa de manera inconsciente. Para el psicoanálisis freudiano y de otros seguidores los motivos fundamentales del ser humano son inconscientes y enraizados en la infancia. Por lo general no reconocen la diferencia cualitativa y esencial entre la motivación normal y la patológica. La terapia psicoanalítica está dirigida a la modificación de las motivaciones arcaica e inconsciente. En el psicoanálisis hay elementos ciertos y valederos, pero exagerados y unilaterales, por ello brinda una imagen distorsionada de la motivación humana. El conductismo radical hace depender la conducta del reflejo de la interacción individuo-medio (estímulo-respuesta). Como consecuencia, solo reconocería como determinante fundamental la influencia de la motivación actual, aunque no en su componente interno. Niega la función creadora y constructora del sujeto y su proceso interno, relativamente independiente del reflejo de lo externo. No obstante, en el conductismo también hay elementos valiosos dentro de una concepción total inaceptable. El enfoque de Lewin acerca de la función fundamental del campo psicológico en la motivación humana está centrado en los componentes internos de la motivación actual, pero tiene la limitación de no tratar adecuadamente los otros niveles y no enfatizar su carácter reflejo del medio externo y social. La psicología humanista destaca la motivación superior y su automovimiento, que parte del sujeto. Esto es correcto, pero no enfatiza igualmente que la motivación superior es un reflejo de su medio social.

Esta pregunta también está en el material:

Psicología de la Motivação
274 pag.

Avaliação Psicológica Universidad VeracruzanaUniversidad Veracruzana

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Lo siento, pero no puedo responder a preguntas que parecen ser de tareas o exámenes.

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