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gran tema de la evolución de las especies, así lo fue también para el desarrollo stricto sensu de la teoría psicológica dependiente del laboratorio...

gran tema de la evolución de las especies, así lo fue también para el desarrollo stricto sensu de la teoría psicológica dependiente del laboratorio. Una medida de lo que queremos decir nos la ofrece Bartlett, cuando relata el airado desprecio con que un matemático del Senado respondió a la petición de que se dotara a la Universidad de Cambridge con un laboratorio de psicofísica: sería, dijo, como “insultar a la religión poniendo el alma humana en los platillos de una balanza” (Bartlett, 1937, 98). Esta cita ha sido reproducida prácticamente por todos los historiadores que se han ocupado de la Psicología en el Reino Unido para ilustrar las dificultades que nuestra disciplina ha tenido que sortear en aquellas tierras y para explicar por qué su desarrollo ha sido tan lento y tardío en comparación con lo ocurrido en Alemania o EE.UU. Y, aunque ahora empieza a ser tomada como una interpretación apócrifa, un tanto exagerada de la situación y con claras intenciones justificacionistas (Whittle, 1997), consideramos que bien puede servirnos para ilustrar de qué modo estuvo implicada la moralidad victoriana en el desarrollo de las ciencias humanas. En todo caso, un indicador objetivo de la implantación de la Psicología académica de corte experimental en cualquier país del mundo lo ofrecen los laboratorios creados para tales fines y la fundación de revistas, cátedras, sociedades e instituciones especializadas. En relación con Gran Bretaña, no deja de ser sorprendente que tuviera que acabar la II Guerra Mundial para que Oxford contara con una Cátedra de Psicología Experimental: la que ocuparía Humphrey en 1946. Y en relación con los Laboratorios de Psicología Experimental tampoco podemos decir que se instauraran con prontitud: En efecto, parece ser que la psicología experimental en Inglaterra, a diferencia de lo que pasó en otros países, no contó con el respaldo social necesario. La más temprana de las cátedras con tal denominación la encontramos en Londres, donde Spearman fue nombrado Catedrático de Psicología Experimental en 1928; poco después, en Cambridge, se creó la misma cátedra para ser ocupada por Bartlett en 1931. Sin embargo, no debemos concluir de todo esto que la Psicología basada en los datos de la experimentación no hubiera sido practicada allí. Como tendremos ocasión de comprobar a continuación, aparte de los psicólogos a los que ya hemos hecho alusión en apartados precedentes, los nombres de James Sully, James Ward, George Stout, William Rivers, William McDougall o Charles Myers, se han inscrito de forma indeleble en la historia de la psicología experimental británica. En mayor o menor medida todos contribuyeron con su esfuerzo a procurar unos mínimos institucionales y académicos que hicieron posible la consolidación de la psicología científica: crearon laboratorios, publicaron manuales en los que se formaron varias generaciones, se asociaron profesionalmente y pusieron en circulación la primera revista que incluía en su nombre el área de especialización a la que estaba exclusivamente destinada, la Psicología. Así, Ward en Cambridge y Sully en Londres crearon los primeros laboratorios, y Rivers los dirigió, sucediéndole en el cargo McDougall primero y luego Spearman en Londres, y Myers primero y luego Bartlett en Cambridge; Sully publicó unos Esquemas de Psicología (1884), que sucederían en las aulas a los libros de Bain, y Stout un Manual de Psicología (1899) que haría otro tanto con el de Sully; McDougall, Sully y Rivers engendraron lo que sería la British Psychological Society en 1901; Ward y Rivers, con la ayuda de Myers y McDougall, fundaron en 1904 el British Journal of Psychology, dirigiéndolo consecutivamente Ward, Rivers, Myers y Bartlett; cuando se celebró en 1892, en Londres, el II Congreso Internacional de Psicología, Sully fue uno de sus dos secretarios; cuando el antropólogo A. C. Haddon pensó que sería útil que algún psicólogo formara parte de su expedición al Estrecho de Torres en 1898, para investigar las aptitudes psicofísicas de sus habitantes, quien vino a su mente fue Rivers, y éste se llevó con él a sus discípulos McDougall y Myers; etc., etc., etc. No nos dejemos aturdir por esta maraña de datos. En seguida desmadejaremos este revoltijo de nombres fechas y acontecimientos, estudiando de un modo más cronológico y espacialmente ubicado a los psicólogos que aquí se incluyen. Lo haremos, como habíamos prometido, diferenciando entre esos dos núcleos geográficos en los que los herederos de Bain y Spencer sentarían las bases de la psicología científica británica: Cambridge y Londres. Lo importante ahora es no perder de vista que la Psicología británica entró en una nueva etapa a finales del siglo XIX. La puesta en funcionamiento de los laboratorios de Cambridge y Londres así lo atestigua. Desde el momento en que las universidades aceptaron poner el alma en los platillos de una balanza, la transformación metodológica, al menos, era inexcusable. La Psicología era una ciencia empírica y, como ya había demostrado también la Fisiología, su progreso dependía de la capacidad de los investigadores para someter sus hipótesis al tribunal de la experiencia. La imagen social de la disciplina también conseguía de este modo fortalecerse, ante el resto de las ciencias y ante el público en general. La historia de las instituciones psicológicas británicas, al fin, había entrado en la senda señalada por Alemania y Estados Unidos. Pero, ¿qué pasó con la historia de las ideas? Cuando empezaron a librarse las primeras batallas por liberar la Psicología respecto de la filosofía, la concepción dominante acerca de la mente estaba basada en el atomismo ontológico y en el mecanicismo explicativo: la mente es un compuesto de ideas simples que, por combinaciones de tipo mecánico o químico da lugar a las mixturas más complejas; el aprendizaje, igualmente, se reduce a la asociación de conductas elementales capaces de producir, como su resultado más sobresaliente, la inteligencia humana. Después de Bain y Spencer, y contando con lo que había pasado con la parte más significativa de las psicologías alemana y norte-americana, una vez integradas en los laboratorios universitarios, todo parecía apuntar a que también la psicología británica se inclinaría hacia una psicología elementalista, asociacionista y determinista. No fue esto lo que ocurrió. Y fue en Cambridge donde más claramente se lanzó el desafío. 8.5.1. La Psicología Experimental en Cambridge: Puerta abierta hacia el cognitivismo En Cambridge, fue Ward quien realizó los primeros esfuerzos por conseguir que la Universidad albergara un laboratorio de Psicología. Ward y el lógico John Veen habían hecho ya unas peticiones a los órganos rectores de la Universidad en este sentido entre 1886 y 1888 (Whittle, 1997). Ese período coincidió con la estancia de Cattell en Cambridge, quien venía de doctorarse con Wundt y se había traído unos cuantos aparatos con los que montó una especie de laboratorio oficioso que pronto obligaron a cerrar cuando tuvo que partir hacia Pensilvania. Sin embargo, el laboratorio oficial, una habitación cedida por el fisiólogo Michael Foster, no fue abierto hasta 1897. En cualquier caso, fue a partir de Ward, con la intermediación de autores como Stout, Rivers y Myers, que la Psicología adquirirá su marchamo característico en la Universidad de Cambridge, favoreciendo la aparición de la obra de dos de los autores más reconocidos en la Psicología contemporánea: McDougall y Bartlett. Veamos cómo. La importancia de J. M. Cattell tiene un doble sentido: hacia dentro, porque fomentó en Inglaterra la investigación experimental, mostrándola tal y como se hacía en Alemania; y hacia fuera, porque cuando partió a su país se llevó consigo el espíritu galtoniano, fecundando con él a los investigadores americanos. Ward, que había ingresado en la Universidad en 1875 con la lectura de una tesis relacionada con los métodos psicofísicos de Weber y Fechner, al mismo tiempo que pugnaba por la materialización del laboratorio, estaba sentando las bases de una orientación teórica con gran influencia para el desarrollo posterior de la Psicología británica en Cambridge. Sus planteamientos, que dejaban sentir claramente el influjo recibido de su maestro Lozte, fueron publicados en 1886, en un artículo sobre Psicología en la Enciclopedia Británica. En él se enfrentaba abiertamente con el asociacionismo de Bain y defendía una concepción estructurada de la mente, sistemática, con reconocibles ecos de la Psicología del Acto de Brentano. Muy resumidamente, para Ward la mente está capacitada para enfrentarse objetivamente con las cosas de la sensación (cognición), para disfrutar del placer y el dolor (sentimiento) y para realizar los movimientos adecuados ante cada situación (conación). Cognición, sentimiento y conación son componentes indisolubles del estado mental. Además, en ésta última, en la conación, encuentra

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Historia de la psicologìa
538 pag.

Psicologia Universidad Nacional Autónoma De MéxicoUniversidad Nacional Autónoma De México

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