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El conjunto de los recuerdos, sueños, asociaciones libres y materiales aportados por el paciente, a la luz de la transferencia, permite reconstruir...

El conjunto de los recuerdos, sueños, asociaciones libres y materiales aportados por el paciente, a la luz de la transferencia, permite reconstruir el pasado del paciente de forma dinámica. Con el fin de conocer el trabajo que tiene lugar en el laboratorio de las sesiones respecto a tales mociones pulsionales conviene revisar algunos conceptos clínico-teóricos:

a. La transferencia. Se conoce por transferencia analítica la repetición del paciente frente al analista de las actitudes emocionales, inconscientes, amistosas, hostiles o ambivalentes, que aquel estableció en la infancia en contacto con sus padres y las personas de su entorno. Consiste en la acción de pasar una vivencia emocional contenida dentro de un ser humano, a otro lugar vivencial (generalmente otro ser humano) donde ubicarse y materializarse, buscando que tal vivencia se acomode satisfactoriamente a lo vivido anteriormente. De ahí que sea una acción móvil, ubicua y cambiante, sobre todo mientras no encuentra su satisfacción. La necesidad de encontrar un amor (o un odio) obliga a la búsqueda constante, sobre todo si no se ha encontrado
b. La contratransferencia. Si del lado del paciente es la transferencia lo que delimita su carga emotiva, del lado del psicoterapeuta lo es la contratransferencia. Identifica los sentimientos que suscitan en el analista las manifestaciones del paciente, y en particular la reacción que provoca o sugiere las vivencias transferenciales del analizando/a. Freud utilizó el término en sus escritos técnicos advirtiendo de la importancia de este fenómeno, que puede perturbar y poner en peligro el propio tratamiento. Si entendemos la sesión analítica como un campo dinámico en el que van a reeditarse los conflictos infantiles, el analista no sólo precisa conocer las posibles reacciones emocionales del paciente, es imprescindible que reconozca sus propias reacciones emocionales, pero en particular aquellas por las que pueda sentirse compelido debido a las mociones pulsionales del paciente. Freud que introduce el concepto de contratransferencia hacia 1910, advierte que es indispensable que el propio psicoanalista se haya sometido a un Psicoanálisis como una condición sine qua non en su proceso de convertirse en terapeuta (formación).
c. La regresión. Freud explicitó este concepto para explicar la psicología de los procesos oníricos. El sueño lo describe allí como una vuelta regresiva temporal al pasado infantil, y una regresión tópica, levantada la censura, al inconsciente. A menudo insistió en el hecho de que el pasado permanece en nosotros de modo permanente.
d. Resistencia y defensa. La resistencia es la actitud, la acción, las palabras que el paciente utiliza con el psicoanalista encaminado a impedir el acceso a su inconsciente, dificultando la influencia de las interpretaciones del analista sobre el funcionamiento dinámico de aquel. Es una defensa frente a los descubrimientos que va aportando la psicoterapia, por cuanto que ésta va aflorando deseos ocultos e inconscientes e inflige cierto sentimiento de vejación psicológica. En las sesiones clínicas la resistencia se puede manifestar de múltiples maneras y opera permanentemente, en particular si se alía con los mecanismos de defensa del yo. Toda esta acción defensiva o de resistencia tiene como finalidad reducir o suprimir toda modificación susceptible de poner en peligro la integridad y la constancia biopsicológica de una persona. En la sesión analítica, el psicoterapeuta debe ir mostrando al paciente la presencia y la actuación de la resistencia, toda la acción defensiva que plantea y utiliza el Yo para hacer
e. Recordar, repetir, elaborar. Ésta es en síntesis la tarea del tratamiento psicoanalítico. El breve artículo de Freud de 1914 que lleva el mismo título resume la trabajosa tarea que se produce en todo análisis. Defiende un concepto de curación distinto al criterio médico, ya que se trata del cambio de la mente, de forma gradual y lenta, mediante la elaboración de los conflictos inconscientes. La desaparición de unos síntomas no es significativa de haber finalizado el análisis. Lagache (1955) propone unos ítems indicadores de que se ha abandonado el principio del placer por el de realidad y que se ha dejado “el Yo el lugar donde estaba el Ello”. Los ítems psicológicos serían: (1) Capacidad de tolerar la frustración, producir tensiones elevadas y reducirlas de forma satisfactoria. (2) Supresión de inhibiciones, lo que permite la realización de las propias posibilidades (normalización sexual, liberación de la agresividad constructiva, funciones afectiva e imaginativa). (3) Adaptación de las aspiraciones a las propias posibilidades personales y a la realidad. (4) Capacidad de conducirse previendo las dificultades normales y trabajando en la realización de un plan de vida. (5) Facilitación de las relaciones con el otro. (6) Abandono de actitudes exageradamente conformistas o destructivas, y conciliación entre las fuerzas conservadoras y las creadoras. Este programa ideal debe adaptarse razonablemente a las posibilidades de cada paciente, pues, para empezar, no todos llegan en igualdad de condiciones al análisis.

Esta pregunta también está en el material:

Historia de la psicologìa
538 pag.

Psicologia Universidad Nacional Autónoma De MéxicoUniversidad Nacional Autónoma De México

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El conjunto de los recuerdos, sueños, asociaciones libres y materiales aportados por el paciente, a la luz de la transferencia, permite reconstruir el pasado del paciente de forma dinámica. Con el fin de conocer el trabajo que tiene lugar en el laboratorio de las sesiones respecto a tales mociones pulsionales conviene revisar algunos conceptos clínico-teóricos: a. La transferencia. Se conoce por transferencia analítica la repetición del paciente frente al analista de las actitudes emocionales, inconscientes, amistosas, hostiles o ambivalentes, que aquel estableció en la infancia en contacto con sus padres y las personas de su entorno. Consiste en la acción de pasar una vivencia emocional contenida dentro de un ser humano, a otro lugar vivencial (generalmente otro ser humano) donde ubicarse y materializarse, buscando que tal vivencia se acomode satisfactoriamente a lo vivido anteriormente. De ahí que sea una acción móvil, ubicua y cambiante, sobre todo mientras no encuentra su satisfacción. La necesidad de encontrar un amor (o un odio) obliga a la búsqueda constante, sobre todo si no se ha encontrado. b. La contratransferencia. Si del lado del paciente es la transferencia lo que delimita su carga emotiva, del lado del psicoterapeuta lo es la contratransferencia. Identifica los sentimientos que suscitan en el analista las manifestaciones del paciente, y en particular la reacción que provoca o sugiere las vivencias transferenciales del analizando/a. Freud utilizó el término en sus escritos técnicos advirtiendo de la importancia de este fenómeno, que puede perturbar y poner en peligro el propio tratamiento. Si entendemos la sesión analítica como un campo dinámico en el que van a reeditarse los conflictos infantiles, el analista no sólo precisa conocer las posibles reacciones emocionales del paciente, es imprescindible que reconozca sus propias reacciones emocionales, pero en particular aquellas por las que pueda sentirse compelido debido a las mociones pulsionales del paciente. Freud que introduce el concepto de contratransferencia hacia 1910, advierte que es indispensable que el propio psicoanalista se haya sometido a un Psicoanálisis como una condición sine qua non en su proceso de convertirse en terapeuta (formación). c. La regresión. Freud explicitó este concepto para explicar la psicología de los procesos oníricos. El sueño lo describe allí como una vuelta regresiva temporal al pasado infantil, y una regresión tópica, levantada la censura, al inconsciente. A menudo insistió en el hecho de que el pasado permanece en nosotros de modo permanente. d. Resistencia y defensa. La resistencia es la actitud, la acción, las palabras que el paciente utiliza con el psicoanalista encaminado a impedir el acceso a su inconsciente, dificultando la influencia de las interpretaciones del analista sobre el funcionamiento dinámico de aquel. Es una defensa frente a los descubrimientos que va aportando la psicoterapia, por cuanto que ésta va aflorando deseos ocultos e inconscientes e inflige cierto sentimiento de vejación psicológica. En las sesiones clínicas la resistencia se puede manifestar de múltiples maneras y opera permanentemente, en particular si se alía con los mecanismos de defensa del yo. Toda esta acción defensiva o de resistencia tiene como finalidad reducir o suprimir toda modificación susceptible de poner en peligro la integridad y la constancia biopsicológica de una persona. En la sesión analítica, el psicoterapeuta debe ir mostrando al paciente la presencia y la actuación de la resistencia, toda la acción defensiva que plantea y utiliza el Yo para hacer. e. Recordar, repetir, elaborar. Ésta es en síntesis la tarea del tratamiento psicoanalítico. El breve artículo de Freud de 1914 que lleva el mismo título resume la trabajosa tarea que se produce en todo análisis. Defiende un concepto de curación distinto al criterio médico, ya que se trata del cambio de la mente, de forma gradual y lenta, mediante la elaboración de los conflictos inconscientes. La desaparición de unos síntomas no es significativa de haber finalizado el análisis. Lagache (1955) propone unos ítems indicadores de que se ha abandonado el principio del placer por el de realidad y que se ha dejado “el Yo el lugar donde estaba el Ello”. Los ítems psicológicos serían: (1) Capacidad de tolerar la frustración, producir tensiones elevadas y reducirlas de forma satisfactoria. (2) Supresión de inhibiciones, lo que permite la realización de las propias posibilidades (normalización sexual, liberación de la agresividad constructiva, funciones afectiva e imaginativa). (3) Adaptación de las aspiraciones a las propias posibilidades personales y a la realidad. (4) Capacidad de conducirse previendo las dificultades normales y trabajando en la realización de un plan de vida. (5) Facilitación de las relaciones con el otro. (6) Abandono de actitudes exageradamente conformistas o destructivas, y conciliación entre las fuerzas conservadoras y las creadoras. Este programa ideal debe adaptarse razonablemente a las posibilidades de cada paciente, pues, para empezar, no todos llegan en igualdad de condiciones al análisis.

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