El desarrollo de la economía colonial en Chile consistió, básicamente, en mantener disociados los dos ciclos básicos de la economía capitalista: la producción y la acumulación de capital, si bien existía un proceso de acumulación importante, ésta no era reinvertida en la expansión de fuerzas productivas. Tal situación se explica por el predominio del capital mercantil dentro de la economía chilena y su llamada ‘vocación exportadora’ que se desarrolló desde los inicios del período colonizador. Tal situación se agudizó a principios del siglo XIX, con la exponencial apertura de la economía nacional al mercado mundial. Una serie de procesos tendieron a consolidar tal orientación, entre ellos, la consolidación autoritaria (1833) y el triunfo en la guerra de la Confederación (1837-1839), asegurando el predominio en el Pacífico, además del auge agrícola y minero experimentado a partir de la demanda externa desde América, Europa e incluso Asia y Oceanía.
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