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Para ello, la lactancia materna se aísla de todo lo que tiene que ver con la crianza; se separa a los sujetos involucrados –una madre lactante y un...

Para ello, la lactancia materna se aísla de todo lo que tiene que ver con la crianza; se separa a los sujetos involucrados –una madre lactante y un bebé lactante–, y la mirada se dirige sólo a la parte infantil. Se abstrae, por tanto, de los contextos de vida del bebé, la madre y la familia y de la propia dinámica del proceso alimentario. La confusión generada por considerar el proceso de producción de la leche humana y el de la alimentación infantil como uno solo, lleva a una argumentación muy favorable de las ventajas nutricias de la primera. Así, ésta se vuelve un icono de la nutrición y la biomedicina contemporáneas; se le atribuye una capacidad casi milagrosa para salvar vidas de bebés y mantenerlos saludables (aap 1997, oms 2001). Los esfuerzos por fomentar la lactancia materna en todos los grupos sociales y a toda costa, se sustentan en ventajas nutricias e inmunológicas –como efecto de la deglución del líquido–, pero se vislumbran poco las condiciones sociales y culturales necesarias para que la lactancia materna ocurra en un grupo humano singular. Al aislar el proceso, se le concibe como predictible y se estandariza a las mujeres y a los bebés a partir del supuesto de que en cualquier circunstancia se comportarán de forma similar, como si la lactancia sólo tuviera componentes biológicos, naturalizando la producción de la leche humana. El proceso de producción de la leche humana es diferente al de la lactancia materna –aunque el primero está contenido en el segundo (Dettwyler y Fishman 1992)–, entre otras razones, porque ocurre en cuerpos sexuados con asignación de género, en contextos de relaciones sociales, en los cuales los sujetos se desenvuelven con su biografía y subjetividad y no únicamente por su condición de mamíferos, ya que incluso su fisiología está regulada por mecanismos neurohormonales. Propuesta para operativizar El proceso de alimentación infantil Dinámica y compleja, la alimentación infantil no es sencilla de operativizar; además del desafío metodológico que supone por tratarse de un proceso biológico moldeado por la cultura. No es fácil definirla como objeto de estudio y perfilar sus interrelaciones con otras dimensiones de la vida, pero se puede señalar que se trata de un proceso que incluye vivencias de sujetos, de un momento/proceso extremadamente sensible al entorno familiar y social, forma parte de los trabajos de la crianza y puede integrar el nuevo paradigma de la salud reproductiva (Naciones Unidas 1994). Sin embargo, es difícil conocer el estado que guarda la lactancia materna como parte de la alimentación infantil, debido a los laberintos conceptuales mencionados con anterioridad, así como a su propio dinamismo. Instalación de la lactancia materna exclusiva Los datos recientes acerca de la alimentación infantil señalan que más de 90% de los bebés mexicanos fueron amamantados alguna vez (Rivera-Dommarco 2001, Flores-Huerta y Martínez Salgado 2004). La vaguedad de este indicador es tal que puede registrar desde una sola tetada hasta todas las que el bebé haya realizado en su vida, si bien se pueda suponer que todas ellas ocurrieron en los primeros días posparto, aunque ninguna encuesta lo señale de manera explícita. Cuando una política pública de fomento a la lactancia materna pretende utilizar este indicador como descriptivo de una situación y basarse en este dato para diseñar acciones específicas, hay que reconocer que aporta poco para valorar lo que ocurre con la alimentación infantil. Además, si a los cuatro meses de edad alrededor de una cuarta parte de los bebés se alimenta al seno de modo exclusivo, de los otros –alrededor de 60 a 65%– no se tiene una descripción de su alimentación en esos meses de vida. Por ello, se propone el uso de una categoría más contextual, cuyos indicadores pueden dar cuenta de la instalación de la lactancia materna exclusiva como un proceso. Si bien su resultado final puede registrarse como una variable dicotómica: está instalada frente a no está instalada, lo más interesante es que pone en evidencia la serie de factores que se presentan alrededor de este proceso, no sólo de lo que ocurre con el fluido lácteo. En esta propuesta subyace la idea de que para que un bebé sea alimentado con lactancia exclusiva durante cuatro o seis meses –dato que registran las encuestas–, el proceso de lactancia tuvo que haberse instalado, es decir, se presentó un periodo que va desde el nacimiento del bebé hasta aproximadamente 15 días posparto, en el cual se logró el equilibrio entre la producción de leche humana y la demanda del bebé. Para establecer si la lactancia materna se ha instalado, se requiere de una verificación empírica de señales observables. Incluso, aunque en situaciones específicas algunas de éstas no aparezcan, en particular en lo que se refiere a la cuantificación de tetadas y horarios en poblaciones en que el contacto corporal y la disponibilidad del pecho de la madre para el bebé son permanentes; por ejemplo, cuando las mujeres utilizan el rebozo para llevar a su hijo a cuestas todo el día (cuadros 1 y 2). Si el supuesto que subyace se refiere sólo a la cantidad de leche que cada mujer produce y, por tanto, a la cantidad que el bebé ingiere, se pueden presentar problemas prácticos para responder al ansiado anhelo positivista de la medición y la cuantificación. La valoración de la velocidad de ganancia de peso del bebé, así como su peso antes y después de cada tetada, son indicadores clínicos que requieren de condiciones controladas para considerarse precisos (misma báscula, misma hora del día, mismo observador), y deberían utilizarse sólo en situaciones en las que la salud del bebé corra riesgo. Por último, proporciona más información la observación acerca de si la mujer y el bebé “están a gusto” con la vivencia de la lactancia (hay que recordar que la fisiología de la producción láctea está regulada por mecanismos neurohormonales) que los 25 a 30 gramos diarios de incremento de peso del bebé, muy difíciles de medir. Cuando se trata de estudios comunitarios y de consejerías especializadas, los cuales pretenden realizar intervenciones mínimas sobre el cuerpo de las personas, las señales fácilmente observables, como las que se proponen, aportarán información empírica para diferentes edades de los bebés y sus contextos. Esta propuesta no pretende una estandarización, ya que reconoce que ésta, a lo mucho, se logrará en el plano fisiológico, que

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Antropologia e Nutrição
288 pag.

Antropologia da Nutrição Fundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -FetFundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -Fet

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