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Deducida, por tanto, la imposibilidad, por parte del crítico, de huir de un juicio, por disfrazado que sea, de la obra que aborda, nos interesa aho...

Deducida, por tanto, la imposibilidad, por parte del crítico, de huir de un juicio, por disfrazado que sea, de la obra que aborda, nos interesa ahora definir las circunstancias y las motivaciones que presiden el acto de valoración. Si es verdad que al crítico también le compete comprometerse «a favor de» o «en contra de», es igualmente cierto que este compromiso no debe operarse teniendo en cuenta sistemas axiológicos meramente personales, ya que el acto crítico no debe ser, en nuestra opinión, un acto ensimismado y alejado de la realidad circundante. Para que esto no suceda, es indispensable que el crítico acepte regular su procedimiento prioritariamente por un conocimiento lo más exhaustivo posible de los códigos estéticos que estructuran la obra de arte literaria; tal condición, aunque primordial y rigurosamente necesaria, no es, sin embargo, suficiente para que el proceso de valoración se produzca en términos aceptables, en virtud de dos razones distintas. En primer lugar, porque la creación literaria opera, muchas veces, en conflicto abierto con los códigos estéticos vigentes en determinada época: sirvan, como ejemplo, movimientos estético-literarios como los Modernismos portugués y brasileño, que, cuando surgieron, dominados respectivamente por escritores como Fernando Pessoa y Mario de Sá-Carneiro, Mario y Oswald de Andrade, constituyeron verdaderos (y delibe-rados) escándalos, por el modo como derogaban los códigos literarios instituidos y, hasta entonces, dócilmente acatados. Pero el conocimiento profundo de los códigos estéticos puede no ser suficiente para fundamentar el juicio crítico, por una segunda razón: y es que el texto literario, que responde a estímulos creativos de diversa naturaleza y que existe en un contexto sociocultural que se proyecta en él en grado y modo variados, obliga episódicamente a tener en cuenta ese conjunto de circunstancias, no rigurosamente estéticas, que ayudan a su elaboración. Ahora bien, es justamente en función de las distintas proporciones de atención que han valorizado, ya el texto literario en sí mismo, ya el referido conjunto de factores circunstanciales, como se han sucedido y confrontado múltiples corrientes críticas. Motivadas por el grado de interés que en sus impulsores despiertan las diversas facetas implicadas en las condiciones de existencia de la obra literaria, tales corrientes oscilan sistemáticamente entre dos extremos: por un lado, el exclusivo e inconsecuente privilegio de meros constituyentes formales; por otro, el desprecio sistemático de las características estrictamente estéticas del texto literario, en beneficio de la explotación de pormenores, a veces anecdóticos, situados en la periferia del objeto de la crítica. No cabe, ciertamente, dentro de los horizontes que circunscriben este trabajo, hacer historia de los caminos que la crítica literaria ha trillado, sobre todo desde que, con Mme. de Staél, se instituyó como actividad razonablemente sistemática; nos parece, sin embargo, importante dejar aquí muy claras dos observaciones que en este momento se justifican por lo que antes hemos escrito. En primer lugar, debemos tener en cuenta que las diversas lecturas a que puede someterse un texto literario —privilegiando, por ejemplo, un método crítico de raíz sociológica o de inspiración psicoanalítica, un análisis estructural o una óptica histórico-literaria— radican, ante todo, en la opción metodológica del crítico, cuando confiere prioridad a determinados aspectos de la existencia estético-cultural de la obra que estudia; en segundo lugar, es importante resaltar que la citada opción no debe ser considerada como motivo de obligatoria mutilación del texto literario; ésta se afirma ante todo como deliberada y, en tanto en cuanto posible, como opción independiente de un camino específico que es necesario recorrer, en el sentido de conseguir apurar, de modo disciplinado, las potencialidades que, en el ámbito de estudios privilegiados, ese texto faculte. Una crítica totalizante que pretenda agotar definitivamente las diversas posibilidades y vías de introducción en la obra literaria debe ser concebida sólo como ideal inalcanzable. De tal modo se han sucedido y confrontado, a lo largo de los años, las varias metodologías críticas y, por extensión, los distintos lenguajes arrastrados por ellas, que es posible pensar en una criticología, esto es, en una metacrítica que, como el nombre indica, asume como objeto de estudio no el texto literario, sino el metalenguaje que resulta de su cometido y los principios operatorios en que asienta ese cometido. Nótese que la criticología a que aquí aludimos no debe confundirse con una eventual historia de la crítica que se limite a referir, según un criterio diacrónico poco más que enumerativo, diversas corrientes y sus más destacados representantes; al contrario, se trata de una disciplina que aspira a reflexiones de carácter epistemológico, que se pregunta acerca de la esencia, finalidades y funciones de la crítica literaria. Como ejemplo bien elucidativo de una contribución considerable para la constitución de la criticología, podemos enumerar las obras más importantes de la ya célebre querella de la «nouvelle critique», que, más que a críticos literarios, oponía, en el fondo, opciones metodológicas y lenguajes críticos antagónicos. Curiosamente es Roland Barthes, uno de los protagonistas de esta polémica, quien apunta un problema que consideramos de fundamental importancia para la correcta delimitación del ámbito de competencia de la crítica: el de la distinción clara entre ésta (considerada como lenguaje segundo, portador de un sentido «engendrado» a partir de una obra particular) y aquello que Barthes designa como ciencia de la literatura, que será «une science des conditions du contenu, c'est-á-dire des formes [...]; en un mot, son objet ne sera plus les sens pleins de l'oeuvre, mais au contraire le sens vide qui les supporte tous». En sus fines rigurosamente teorizadores, la ciencia de la literatura se ciñe, por tanto, a un papel que, remontándose a las reflexiones de Platón acerca de las funciones de la literatura, a la Poética de Aristóteles y a los preceptos de Horacio, y pasando por las Poéticas renacentistas y neoclásicas, encontró modernamente algunos de sus más

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REIS_Carlos_1985_FUNDAMENTOS_Y_TECNICAS
216 pag.

Literário Fundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -FetFundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -Fet

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