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Antes de intentarlo, se impone, sin embargo, una explicación previa que, al condicionar íntimamente tal intento, justifique la relación entre las t...

Antes de intentarlo, se impone, sin embargo, una explicación previa que, al condicionar íntimamente tal intento, justifique la relación entre las teorías de Ingarden y la aproximación, en términos estructurales, a textos líricos. De este modo, nos parece importante, en primer lugar, destacar que esa relación podría perfectamente privilegiar también la narrativa o el drama (encarado exclusivamente como texto literario) en cuanto que Ingarden se interesa fundamentalmente por la obra literaria sin restricciones, no deduciéndose de su elaboración teórica la intención de excluir cualquier género literario. Esto no impide, sin embargo, que se pueda concluir que la concepción y explicación de la referida teoría se basa fundamentalmente en el análisis del drama y de la narrativa, como ya observó (en las críticas a Kate Hamburger) María Manuela Saraiva, al particularizar, con relación a los dos géneros citados, el privilegio de la novela histórica y del drama histórico 26. Ante este dato, parecería paradójico intentar colocar la teorización ingardiana al servicio del análisis estructural de textos literarios de naturaleza lírica. Ahora bien, no acontece así precisamente, porque, como veremos, el hecho de que aparentemente Ingarden relegue a un segundo plano la lírica no hace inviable la posibilidad de una metodología de análisis aplicada a ella y sometida al principio de la multiestraü'ficación del texto literario; esta afirmación carece, sin embargo, de una alusión a las relaciones que sustentan la lírica y el carácter polifónico y multiestratificado del texto literario. Sabemos hoy que las características diferenciales de la lírica con relación al drama y a la narrativa no se definen en términos exclusivamente externo-formales. Afirmándose fundamentalmente como formulación discursiva de cierta aprehensión del mundo (predominantemente intuitiva y emocional), el género lírico concentra en las cualidades expresivas de esa formulación una atención relevante, ya a través del privilegio de representaciones simbólicas o metafóricas, ya a través de la valorización de recursos derivados del aprovechamiento del significante. Lo que no impone, sin embargo, la existencia del verso, que, aunque muchas veces al servicio de la lírica, no constituye condición necesaria para su expresión. Significa esto, por tanto, que la acentuación de las cualidades de la faceta significante del signo literario consumada en el género lírico (y también, en parte, en la declamación dramática) conduce obviamente a la acentuación de uno de los estratos concebidos por Ingarden, al contrario de lo que sucede sobre todo en la narrativa, donde su función puede llegar a la condición de mero, aunque indispensable, soporte físico; nos referimos al estrato de las formaciones fónico-lingüísticas que «desempeñan funciones significativas en la estructura de la obra literaria de dos modos diferentes: en primer lugar, gracias a la multiplicidad de sus cualidades y características constituyen un elemento especial estructural de la obra; en segundo lugar, desempeñan función propia en el desarrollo y en parte también en la constitución de sus restantes estratos» 27. Teniendo en cuenta los factores que hemos enunciado, no admira que la atención de Ingarden, al estudiar el estrato fónico-lingüístico, se concentre prioritariamente en los recursos expresivos propios de la lírica, como el metro y el ritmo. Lo que, sin gran esfuerzo, nos conduce a la idea central que sustenta la propuesta de análisis estructural que aquí formulamos: la idea de que, en una composición lírica en la que las formaciones fónico-lingüísticas se afirman como estrato no subsidiario, el análisis estructural deberá optar por la descripción e interpretación de la organización particular de los estratos del texto; encarados en la condición de niveles estructurales de relieve significativo, esos estratos, para ser debidamente valorizados en su funcionamiento. Sabemos hoy que las características diferenciales de la lírica con relación al drama y a la narrativa no se definen en términos exclusivamente externo-formales. Afirmándose fundamentalmente como formulación discursiva de cierta aprehensión del mundo (predominantemente intuitiva y emocional), el género lírico concentra en las cualidades expresivas de esa formulación una atención relevante, ya a través del privilegio de representaciones simbólicas o metafóricas, ya a través de la valorización de recursos derivados del aprovechamiento del significante. Lo que no impone, sin embargo, la existencia del verso, que, aunque muchas veces al servicio de la lírica, no constituye condición necesaria para su expresión. Significa esto, por tanto, que la acentuación de las cualidades de la faceta significante del signo literario consumada en el género lírico (y también, en parte, en la declamación dramática) conduce obviamente a la acentuación de uno de los estratos concebidos por Ingarden, al contrario de lo que sucede sobre todo en la narrativa, donde su función puede llegar a la condición de mero, aunque indispensable, soporte físico; nos referimos al estrato de las formaciones fónico-lingüísticas que «desempeñan funciones significativas en la estructura de la obra literaria de dos modos diferentes: en primer lugar, gracias a la multiplicidad de sus cualidades y características constituyen un elemento especial estructural de la obra; en segundo lugar, desempeñan función propia en el desarrollo y en parte también en la constitución de sus restantes estratos» 27. Teniendo en cuenta los factores que hemos enunciado, no admira que la atención de Ingarden, al estudiar el estrato fónico-lingüístico, se concentre prioritariamente en los recursos expresivos propios de la lírica, como el metro y el ritmo. Lo que, sin gran esfuerzo, nos conduce a la idea central que sustenta la propuesta de análisis estructural que aquí formulamos: la idea de que, en una composición lírica en la que las formaciones fónico-lingüísticas se afirman como estrato no subsidiario, el análisis estructural deberá optar por la descripción e interpretación de la organización particular de los estratos del texto; encarados en la condición de niveles estructurales de relieve significativo, esos estratos, para ser debidamente valorizados en su funcionamiento. Sabemos hoy que las características diferenciales de la lírica con relación al drama y a la narrativa no se definen en términos exclusivamente externo-formales. Afirmándose fundamentalmente como formulación discursiva de cierta aprehensión del mundo (predominantemente intuitiva y emocional), el género lírico concentra en las cualidades expresivas de esa formulación una atención relevante, ya a través del privilegio de representaciones simbólicas o metafóricas, ya a través de la valorización de recursos derivados del aprovechamiento del significante. Lo que no impone, sin embargo, la existencia del verso, que, aunque muchas veces al servicio de la lírica, no constituye condición necesaria para su expresión. Significa esto, por tanto, que la acentuación de las cualidades de la faceta significante del signo literario consumada en el género lírico (y también, en parte, en la declamación dramática) conduce obviamente a la acentuación de uno de los estratos concebidos por Ingarden, al contrario de lo que sucede sobre todo en la narrativa, donde su función puede llegar a la condición de mero, aunque indispensable, soporte físico; nos referimos al estrato de las formaciones fónico-lingüísticas que «desempeñan funciones significativas en la estructura de la obra literaria de dos modos diferentes: en primer lugar, gracias a la multiplicidad de sus cualidades y características constituyen un elemento especial estructural de la obra; en segundo lugar, desempeñan función propia en el desarrollo y en parte también en la constitución de sus restantes estratos» 27. Teniendo en cuenta los factores que hemos enunciado, no admira que la atención de Ingarden, al estudiar el estrato fónico-lingüístico, se concentre prioritariamente en los recursos expresivos propios de la lírica, como el metro y el ritmo. Lo que, sin gran esfuerzo, nos conduce a la idea central que sustenta la propuesta de análisis estructural que aquí formulamos: la idea de que, en una composición lírica en la que las formaciones fónico-lingüísticas se afirman como estrato no subsidiario, el análisis estructural deberá optar por la descripción e interpretación de la organización particular de los estratos del texto; encarados en la condición de niveles estructurales de relieve significativo, esos estratos, para ser debidamente valorizados en su funcionamiento.

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REIS_Carlos_1985_FUNDAMENTOS_Y_TECNICAS
216 pag.

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