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Sin temor a engaños ni a lisonjas hiperbólicas, sería honesto afirmar que cuanto supuso para el siglo XX la literatura narrativa de creación imagin...

Sin temor a engaños ni a lisonjas hiperbólicas, sería honesto afirmar que cuanto supuso para el siglo XX la literatura narrativa de creación imaginaria –novela, cuento y verso-, ha de asignarse al ensayo en el siglo precedente. El ensayo, durante el siglo XIX, tendrá en el texto hispanoamericano la importancia capital y el puesto honorífico que ocuparán los creadores de las grandes novelas del "siglo de oro" de la literatura hispanoamericana. Recuérdese que una novela como el "Periquillo Sarniento", publicada en México en 1816, del "pensador mexicano" José Joaquín Fernández de Lizardi, contiene páginas doctrinales, análisis sociológicos y documentación de geografía humana y política, tan importantes como el relato de las aventuras y desventuras del pícaro criollo, y se trata de la primera novela considerada como tal por la crítica americanista. Similar resulta el caso del "primer cuento", el titulado "El Matadero", que nuestro ensayista e ilustrado porteño, Esteban Echeverría, escribió en el exilio uruguayo en la década de los años treinta, y que nunca vio publicado como tampoco le fue dado ver el derrocamiento de la "bestia negra" que presidía la confederación de matarifes y carniceros presididos por el Libertador Juan Manuel de Rosas. El relato, joya entre tesoros literarios de "nuestra América", combina sabiamente la ideología, explícita y claramente subrayada sin ambages, con la narración de los hechos acaecidos hacia el año de mil ochocientos treinta y tantos, donde tipos, costumbres y retratos estampan con maravillosa concreción el clima de salvajismo e intolerancia que dominaba en las quintas del Sud de Buenos Aires, donde los federales habían implantado su feudo de terror y salvajismo, bajo el grito unánime de "Mueran los salvajes, los asquerosos unitarios!", mientras descuartizaban jarretes de terneros o tocaban la "resbalosa" en lentas cuchilladas sobre el cuello de las víctimas propiciatorias que no soflamaran con sus credos. Así pues, la forja de los géneros literarios en Hispanoamérica tiene al ensayo como premisa y como base articulatoria, sustrato constante y remisión obligada de sus figuraciones. Sus grandes escritores, sus figuras preeminentes, sus "hombres representativos", por utilizar otra sintagmación ensayística, esta vez prestada de Norteamérica (Ralph Waldo Emerson), comparten todos y cada uno de ellos su raíz de "ensayistas". La mayor parte fueron hombres dedicados a la política, al periodismo y a la enseñanza. Es muy importante destacar estos tres frentes, estas tres caras que se complementan e incluso necesitan en la sociedad que se está generando durante el siglo XIX en Hispanoamérica. Personas dedicadas al periodismo, atalaya desde la que luchar contra los intereses enfrentados al mundo libertario, que en muchas ocasiones compartieron con los escritos en prensa su vocación docente, considerando a las instituciones pedagógicas como "templos" de sabiduría y de verdad (así lo afirmaba el puertorriqueño Eugenio María de Hostos en célebre página y discurso), ocuparon en ocasiones puestos destacados en la política de sus países, como Domingo Faustino Sarmiento, que llegó a presidir la República Argentina en 1868, tras décadas dedicadas a combatir la barbarie y el despotismo “desilustrado” de Rosas. Otros, como Rubén Darío, ocuparon importantes cargos diplomáticos, llegando, en su "apasionamiento moral" algunos de estos próceres de la literatura entendida como libre pensamiento, a tener conciencia de que su furia podía destruir los predios del tirano. Así el ecuatoriano Juan Montalvo, que desde su exilio colombiano llegó a creer que el fallecimiento del tirano García Moreno fue obra del acero tintado de su pluma. Resulta, pues, oportuna y consecuente la afirmación de que la literatura hispanoamericana del siglo XIX concibe sus formas, géneros y estilos a partir del "ensayo", puesto que de un "ensayo" histórico, al fin y al cabo, se trataba. Un esbozo, un bosquejo, una prefiguración de estados, de gobiernos, de organizaciones políticas, de distribuciones territoriales, de configuraciones sociales, un ensayo, en suma, de identidad, de conciencia y de consciencia, un ensayo del ser de América. Los modelos para dar materia y forma a tal objetivo no eran para ellos menos claros que sus fines. En primer lugar, habían sustituido todo criterio político de herencia virreinal hispánica, por las formulaciones revolucionarias que estallaron en la Bastilla de París y que procedían de la ilustración francesa del XVIII y de las luces de la Enciclopedia de Diderot y D´Alambert, el anticlericalismo herético de Voltaire, la división tripartita de los poderes políticos y el espíritu de las leyes de Montesquieu, así como de las nuevas corrientes que en el XIX instituyeron los filósofos franceses del socialismo utópico: Saint-Simon, Fourier, Pierre Leroux, Lamennais, o del positivismo estipulado por Auguste Comte en Francia y Herbert Spencer en Gran Bretaña. Esta herencia del siglo XVIII, fundamentalmente en las facciones y logias de ilustrados americanos de inspiración francesa, predispone un espíritu de secularización de los saberes, las doctrinas y, en general, de la cultura. Sin embargo, como ha analizado con acierto José Luis Gómez-Martínez, los resortes emancipadores no proceden únicamente de suelo franco, sino que también el pensamiento ilustrado llega a través de escritores españoles del XVIII: Benito Jerónimo Feijoo, el gran pensador del "Teatro crítico universal" que también fuera monje benedictino, y así como autores de la talla de Mariano José de Larra y otros articulistas y periodistas de formación clásica y espíritu romántico, dejan su estela en la transmisión de un saber propio del Nuevo Régimen que se va fraguando y constituyendo a lo largo del siglo XVIII. En clara contraposición, las tradiciones retrógradas que la herencia del hispanismo de rancio abolengo habían impuesto en los virreinatos españoles desde la conquista, eran denostados como la conjunción de cuantos aspectos y doctrinas debían extirparse del nuevo rostro del mundo nuevo, que desde principios del XIX venía perfilándose en América, a través de figuras como el enciclopedista Andrés Bello, en Venezuela, poeta, científico e ilustre gramático de la lengua española, o el libertador Simón Bolívar, que decreta la libertad de culto y la guerra a cuanto supusiera armadura castiza de solar castellano. Cabría cuestionarse la razón y el sentido de esta importancia y grandeza del pensamiento ensayístico en su diversidad formal y genérica durante todo el XIX hispanoamericano. La primera asociación de ideas surge entre los términos ensayo y emancipación. Pensemos que, de todos los géneros literarios, el ensayo es el más joven y el que nace, como declara Alfonso Reyes, como "hijo caprichoso de una cultura que no puede ya responder al orbe circular y cerrado de los antiguos, sino a la curva abierta, al proceso en marcha, al etcétera". Este "centauro de los géneros", calificado también así por ese gran heredero del ensayismo decimonónico que fuera Reyes, surgió precisamente tras el cambio trascendental que durante el siglo XVI va a apoderarse de las mentalidades europeas con el descubrimiento del "otro" continente y de sus "otros" habitantes, simultáneo a la difusión del saber antiguo y del humanismo como categoría de una ideación no sometida ya a los imperativos categóricos de la teología como única ciencia infalible. El ensayo tiene a Francia como responsable de hecho y a América como pretexto histórico de base. No es de extrañar, pues, que sean América y su filiación francesa quienes diseminen sus valores, cualidades y condiciones más adelante, cuando las condiciones económicas y sociales de los pueblos favorezcan el cultivo del pensamiento independiente y la emancipación cultural de tradiciones añejas. Tras la Revolución Industrial inglesa, la Revolución popular frente a la monarquía absolutista francesa y la Declaración de Independencia de los Estados federados y unidos de la América sajona, le tocaría en el siglo XIX el turno a los pueblos que, desde el Bravo a Magallanes, como señaló Martí

Esta pregunta también está en el material:

El_ensayo_como_clase_de_textos_del_gener
190 pag.

Literário Fundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -FetFundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -Fet

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Lo siento, pero no puedo responder a preguntas que parecen ser solicitudes de ensayos o tareas.

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